Papel mojado
Cansado de que se manosee el término emprendedor y que a través del juego maniqueo de la política de juguete, los medios dirigidos por derivados parlamentarios y escritos por teletipófagos y por las manadas acríticas de militantes a la espera de una solución a su ruina personal, se le otorgue a los emprendedores características que no tenemos. No somos héroes, sólo queremos que me dejen en paz. De hecho no hemos pedido ninguna ley del emprendedor, en concreto tengo claro que cuando el Estado interviene suele ser un inconveniente. Lo que espero es que me permitan seguir como hasta ahora, rompiéndome la crisma cuando cometo errores y disfrutar de hacer lo que me gusta y me llena.
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Hace años, cuando se hablaba de estimular la economía se desplegaban proyectos de ley que aportaban mucho gasto y poca eficiencia. Era la época del crédito barato y de la expansión suicida. Por desgracia eso ha ido en aumento y la nueva ley dichosa nace sin recorrido factible. No es por ser un aguafiestas, espero poder apoyar, ayudar y empujar en la medida que me sea posible para que todo lo que ese panfleto anuncia pueda cumplirse. Sin embargo no me encontrarán en el listado de personas que aplaudan sin más una medida fuera de todo tiempo, sin aportaciones presupuestarias fijas ni con la mínima de la lógica administrativa. Hay palmeros profesionales para eso. Una ley que no se ha generado a partir de la participación de gente que sabe de esto, pues esos están ahora preguntándose como no hundirse y porque siguen pagando más impuestos.
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Estamos ante otro proyecto sujeto con las pinzas del politiqueo y no de la política. El documento es un “corta-pega” de doscientos similares, bien resumido y mal esquematizado, que busca términos sinónimos de bonanza y que olvida que, a veces, algunos nos miramos lo que pone la letra pequeña. Lástima que en este caso ni eso han tenido el detalle de señalar. No hay ley, ni caso. La única ley emprendedora factible sería la que hablase de una bajada de impuestos progresiva para poder afrontar una reinversión a medida que la disponibilidad ofreciera un crecimiento del consumo. Es cierto que bajar impuestos es un asunto complejo, que es más fácil hablar de subvenciones, subsidios y ayudas que no hay que cumplir de inmediato y que dependerán de terceros en la mayoría de los casos. Sin embargo nadie ataca un problema gravísimo actual y que si podría aliviar la contratación. Los costes asociados que se supone debemos asumir.
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La ingente cantidad de masa monetaria aportada en su día por Europa y por otros, ahora se tiene que pagar por lo que es imposible localizar a corto el dinero necesario para más inyecciones y estímulos sin recorrido. Es evidente que sin una reducción de la presión fiscal no vendrá la “recuperación” entendiendo “recuperación” como aceptación del nuevo signo económico y social. No hay presupuesto ni lo habrá por lo que las ideas “políticas” no pueden atender a la aportación de partidas presupuestarias de ciencia ficción. Lo que si es factible y no necesita de más elementos que la propia decisión es la reducción de impuestos, la eliminación de tasas y la estructuración de un soporte a medio plazo de los sectores que deben impulsar a este país hacia el futuro con garantías.
La pretensión de poner un listado de intenciones vacías a la altura de la solución a este desastre es no haber entendido nada. No se trata de “estimular la emprendeduría”, ni de presionar para que los autónomos lo tengan más fácil, de hecho no se trata de aportar fondos o ventanillas. Se trataba, y de eso hace mucho, de generar un nuevo modelo de crecimiento competitivo y de largo recorrido. Ahora, por desgracia, no queda mercado y los fondos, si se cree que toda esta ley debe desarrollarse, no existen ni existirán en décadas.
Entre todos podemos hacer mucho, pero es imperativo no creernos el centro del Universo, ni tampoco asumir que el papel mojado puede ser ley.