Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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SONAMBULISMO INMOBILIARIO

La semana pasada hablé del final del ciclo expansivo en nuestro país ydel gran saqueo que ha sufrido en los últimos años. Me llovieron las
críticas, los insultos y las descalificaciones.
Mi madre, y mis muertos
en general, están en las oraciones de tanta gente que asusta. Las
principales obsesiones se referían a mi manera de explicar aspectos de
macroeconomía. Decían que eran de barra de bar, puro y carajillo. No
voy a recitar mi formación en economía, ni mi currículo profesional en
el mundo privado o público, no vale la pena, pero si querría destacar
que la retórica y la complejidad no garantiza la certeza. La didáctica
y la claridad expositiva pueden ir de la mano de la verdad. Por eso,
los que quieran conocer la tercera parte del cataclismo que anuncio que
sigan leyendo, los que no, que sigan ejercitando el esfínter ante la
gastroenteritis que van a padecer cuando este país se despierte de su
sonambulismo financiero.

El paro baja y por lo que parece seguimos yendo notablemente bien. Es lógico que esa tendencia algún día acabe. En principio la burbuja inmobiliaria solo debería de desinflarse puesto que los grandes cataclismos económicos son anécdotas históricas. El hecho de que un previsible reajuste permita un tránsito difícil pero suave, dependerá en gran medida en la gestión de tipos que haga el Banco Central Europeo. A los franceses, como Trichet, les encanta subir los tipos ante cualquier tendencia inflacionista y además, como no es traidor, avisa que, si es preciso, actuará contundentemente contra los riesgos inflacionarios europeos.

De nuevo malas noticias. El único resorte que soporta el sector inmobiliario de un modo real es la capacidad de comprar dinero barato y reconvertirlo en ladrillos. Luego esos ladrillos, gracias a la gran demanda, se consiguen vender más caros. Es una obviedad que esa dinámica ya se ha detenido. Solo hay que mirar los carteles en los balcones de los pisos en venta y descubrir que permanecen meses sin aparente novedad. Las pequeñas inmobiliarias sin valor añadido y que funcionaban como sistema de encarecimiento puro del producto a través de comisionar unos anuncios en prensa y un rotulo en un balcón con dos o tres comerciales a comisión sin formación provenientes del paro de largo recorrido, están bajando las persianas definitivamente con deudas de tres o cuatro meses de alquiler, luz y agua. Ese es uno de los síntomas que define la parada técnica del sector.

Mis “amigos” dicen que lo hago por snobismo, pero no es cierto. Leo el Finantial Times porque en los últimos diez años ha acertado el 95% de las predicciones que han salido de sus editoriales. En concreto me gustan las de Wolfang Munchau por ser globales y fundamentadas. En un artículo en el que relacionaba las burbujas inmobiliarias de Estados Unidos, Irlanda y España, el economista británico define como “estado prolongado de negación de la realidad” lo que estamos viviendo. Según él, esa es la segunda fase de la formación de una burbuja especulativa.

En un mercado inmobiliario como el nuestro, las entidades financieras han actuado como las americanas. Hipotecas sobrepasadas que superaban el importe real de escrituración para poder pagar los gastos de la misma gracias a tasaciones muy generosas. Aunque la morosidad aun no ha hecho aparición de un modo importante, la falta de puntualidad en el cobro de recibos empieza a preocupar y por ello las primas de riesgo no paran de crecer. En este territorio de especulación y sobrevaloración de los bienes inmuebles se buscan todo tipo de mentiras que den explicación en términos económicos y justifiquen la escalada interminable de los precios. Pero se pongan como se pongan los que han de defender la gestión en materia de política económica del gobierno o de los anteriores o de los venideros, este país está a punto de reventar. La burbuja va a explotar. La fecha prevista rondará final de año, pero puede que se adelante al verano si continúan las malas noticias y la gran bola se hace mayor a medida que coja velocidad. Las grandes empresas inmobiliarias han detenido planes para el 2008 en territorio nacional y basarán su crecimiento en inversiones en otros sectores o en el extranjero. Las pequeñas intentan mantener las promociones en marcha y preveen dejar de promocionar el año que viene, o en el mejor de los casos, reducir notablemente las obras previstas. El miedo está calando y el susto ya es una realidad en algunas empresas que comprueban como deben renegociar algunas pólizas alargando los plazos de entrega puesto que las ventas no han sido las previstas. Algunas promociones terminadas hace meses siguen con solo una décima parte vendida. Ante la falta de pisos previstos para construir, los trabajadores son invitados a dejar de serlo.

Vamos a conocer un problema muy grave que desconocíamos hasta la fecha. El paro empezará a afectar seriamente a la inmigración. Nuestro mecanismo tradicional de hacer frente al paro son las redes de solidaridad familiar porque no tenemos una red social pública suficientemente potente puesto que no nos la podemos pagar. Si el paro empieza a afectar a estos trabajadores de la construcción y hostelería fundamentalmente inmigrantes recién llegados que no tienen esa red tendremos un problema parecido a la crisis de los años 30 en Catalunya cuando la primera gran oleada de inmigración andaluza no encontraba trabajo.

En España la construcción representa el 18,5 % del PIB, casi el doble que la media en la eurozona. Los que defienden que el flujo inmigratorio sostendrá ese “boom” inmobiliario ya no se los cree nadie. Que la independencia cada vez más temprana de los jóvenes españoles, los divorcios, la inmigración y la popularidad de la costa mediterránea como destino de retiro para los europeos pierde credibilidad al analizar los datos de un modo serio y científico.

La absoluta desidia de nuestros representantes es preocupante. Miran hacia otro lado esperando que el choque de trenes se produzca después de su reelección. Garantía de sillón, sueldo y visa oro. En el primer artículo de este triple análisis destaqué algunas soluciones para amortiguar el batacazo, pero algunos economistas con los que me he “maileado” estos días sostienen que España no podrá compensar la crisis del sector inmobiliario por tener una de las tasas de productividad más bajas de Europa. El mismo Jean-Claude Trichet, considera "muy insatisfactorio" el nivel de productividad laboral de la economía española, por lo que nos recomienda sumarnos al carro de las reformas estructurales como ya han hecho el resto de países de la UE.

Por cierto, mi amigo Charles Baldwin, desde Dublín, me cuenta que Irlanda está peor que nosotros, ya que van en cabeza de la dependencia en el sector constructivo. Allí las constructoras representan el 20,7% del PIB. Of course!

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