EL CENTRO

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SuarezHoy es un buen día para hablar de centro. Tenía que llover y llovió. Se
cumplen 30 años de que Adolfo Suárez recibiera el compromiso de
tripular el rompehielos constitucional y el imperativo, por parte de la
ciudadanía, para que lo hiciera desde el centrismo. El centro es la
moderación política, la orientación pragmática de los votantes y la no
militancia ideológica. Es un modo de ser conformado por posturas de
izquierdas o de derechas nada radicales.

El hecho de que en España sea inviable que un partido de centro asuma protagonismo es, precisamente, el nivel de crispación y radicalismo que recorren el espectro político desde la derecha hasta la izquierda. El ciudadano que huye del “todo vale” acaba por abstenerse. En otros países, el voto del rechazo tranquilo y del inconformismo de la clase media, suele nutrir los resultados de los partidos claramente identificables de centro. La primera vuelta de las presidenciales francesas demostró que la cimentación del centro que Bayrou significa, puede ser el embrión europeo para un modo de ver la política mucho más rica y atractiva. En España, el rechazo tranquilo de la clase media no se canaliza en ninguna formación política. Nosotros no disponemos de un tercer partido por culpa de un maniqueísmo pueril que ahoga nuestro sistema. La desafección de la ciudadanía se traduce en una abstención humillante. Gran parte de la desidia electoral esta compuesta por el voto de centro que se fue adormeciendo mientras agonizaba el Centro Democrático y Social. En esa bolsa de cuatro o cinco millones de abstencionistas hay muchos centristas que responden como huérfanos electorales. El centro debe delimitarse correctamente y es preciso que se pueda identificar de un modo diáfano. En la mayoría de sociedades occidentales, el centro aparece como un lugar electoralmente fascinante. Quienes logran posicionarse con firmeza en ese distrito terminan dominando el tablero político. Por ello, Pp y Psoe procuran ilusionarnos con eso del centroderecha y el centroizquierda.

El centro debe ser el factor que localice un marco de expresión para los que están preocupados por los problemas de fondo. Un centro ideológico comprometido con los valores morales y con la justicia social. Para localizar ese espacio político es fundamental asumir que el centro tiene poco que ver con la gestión de situaciones del día a día y más con la edificación de estructuras que permitan que el Estado sea el garante de las libertades individuales y colectivas. El centro precisa un liderazgo sereno pero progresista, tranquilo pero entusiasta.

Me considero de centro y estoy convencido que esa doctrina tiene fronteras reconocibles y posee una superficie ideológica delimitable que ahora es un desierto que no ocupa nadie. Los líderes actuales son defensivos y previsibles. Su “focodependencia” les ciega y demuestra que cada vez están mejor secuestrados por los laboratorios de telegenia. El centro es quien puede emancipar la política de sus irrespirables conflictos. Puede anteponer la batalla de las ideas frente a la guerra de las personas que por desgracia digerimos con dificultad todos los días.

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