APOCALIPSIS SINDICAL
Un día en Paris, en plena batalla sindical puede ser una experiencia desesperante. Si en esa guerra uno de los contrincantes son los todopoderosos sindicatos del transporte galos, entonces, la cosa toma tintes apocalípticos. Hasta que, en diciembre se impongan por ley, aquí no hay servicios mínimos. París hoy es un caos, una ciudad tomada por la improvisación y el sacrificio de millones de ciudadanos que se buscan la vida para moverse de un lado a otro. Hablando con los parisinos, descubro que la resignación es parecida a la de los catalanes estos días: las cosas son como son y vienen como vienen. Sin embargo, el comportamiento de los agentes sociales es muy distinto. En Francia los sindicatos han paralizado un país con el dudoso propósito de impedir un recorte de privilegios desproporcionados. En Catalunya no han movido un dedo en contra de la esperpéntica situación de los transportes públicos. El motivo es, según ellos, que resultaría peligroso desgastar al gobierno socialista cuando la alternativa es el Partido Popular. Cómo no hay alternativa, no protestan. Uniforme y pensamiento único. Que miedo.
Volvamos a la sala de espera del Charles de Gaulle. Aviones perdidos, retrasos y caos. Un desastre. La TF1 emitiendo su avance diario del noticiario. Parece ser que ni manifestaciones ni huelgas intimidan a Sarkozy. Creo que, de momento, aguantará el envite porque las medidas que propone transitan por el territorio del sentido común. En Alemania, por ejemplo, se tuvieron que efectuar reformas similares cuando llegó Angela Merkel y ahora recogen tímidamente los frutos. Francia no puede soportar por más tiempo un estado de funcionarios franquiciados que se resisten a perder la opción de jubilarse antes, cotizando menos y cobrando más que en el sector privado. Superar esta primera cornada de los sindicatos puede reafirmar el plan de actuación prometido por Sarkozy durante la campaña electoral. Todo indica que éste es el punto de partida, la zona cero de un sismo inicial que deberá conducir a la France al lugar de donde nunca debió apearse.
François Bayrou se ha posicionado a favor, con matices, de las reformas. Sabe que 26 millones de franceses están hartos de prebendas y concesiones al mundo laboral público. A Ségolène Royal ni se le ha visto ni se la espera. Según una encuesta de ‘Le Figaro’, siete de cada diez franceses son partidarios de que el Gobierno no ceda a las reivindicaciones de los sindicatos. Así, el 68% de los franceses "no aprueba" las peticiones salariales de los trabajadores públicos. Son los electores de la socialista Ségolène Royal los que aprueban en un 57% las peticiones de los huelguistas. Los votantes del presidente Nicolás Sarkozy y el centrista François Bayrou están mayoritariamente en contra (un 88% y un 80%, respectivamente). El éxito de esta contienda parece alejarse del lado de los trabajadores. La televisión privada francesa destaca que otra encuesta revela que el 55% de los trabajadores del sector público cree que la huelga "no está justificada".