LA COARTADA
Solbes se queda. A muchos esa noticia les ha tranquilizado, como si de su presencia dependiera el futuro económico de este país. La verdad es muy distinta. Hay Ministros con voluntad reformista y otros que se mueven en la inercia de la política de gobiernos anteriores y se apuntan a las corrientes exteriores. Sin embargo, Solbes ha logrado galvanizarse una imagen de hombre astuto, moderado y extremadamente hábil en su tarea de gestionar la estrategia económica del gobierno. Zapatero lo sabe, como también conoce los datos que aportan todos los indicativos y que sitúan nuestras finanzas en situación de alarma. Es probable que ante ese tenderete, el presidente y candidato socialista haya optado por su vicepresidente económico, más que como garantía para superar una hipotética crisis general, como coartada de tipo electoral.
Solbes ha aceptado ser el timonel para cuando este barco embarranque. Lo ha hecho con esa voz de caverna que pone cuando sabe que las cosas no pintan como se esperaba, pero decide quitarle todo signo de dramatismo. El hombre ha luchado contra esa delirante manía de subvencionar la vida de los electores cuando se acercan elecciones, los cheques regalo con los que Zapatero se ha pulido el futuro superávit, no han sido suficientemente contundentes como para que Solbes abandonara el ejecutivo. Ahora dice que él nunca abandona cuando las cosas se ponen feas. Y se pondrán, siga Solbes o venga Santa Teresa de las Cuentas, el problema es estructural y pocas medidas puntuales podrán evitar un escenario apocalíptico. La inflación aumenta sin remedio, su virus se extenderá por toda la economía en los próximos meses, los tipos de interés seguirán su interrumpida línea alcista, las tensiones financieras se agudizarán, las inmobiliarias seguirán cerrando, las constructoras mirando al horizonte, los trabajadores inmigrantes engordarán las listas del paro en la primera hornada, luego los nativos. El problema es viejo, lo fabricaron los populares, pero nadie se atrevió a tocarle un pelo.
Solbes es una gran economista, por supuesto, pero no ha sido capaz de enderezar y reconducir con firmeza un sistema de aumento del PIB (3,8%) que es tan beneficioso como efímero. Nuestro crecimiento basa como motor la construcción (1,2%), en la mano de obra barata y sin formación (1,0%) y en la obra pública a partir de los fondos de cohesión (0,9%). Si sumamos esos coeficientes que se reducirán o desaparecerán en los próximos meses, el crecimiento resultante es mínimo. Un país como el nuestro con una tasa de crecimiento inferior al 2,4% es una máquina de fabricar parados. Me pregunto si Solbes se queda para evitarlo, para verlo de cerca o para que Zapatero no pierda las elecciones y luego ya se verá.