CRECIENDO EN NEGATIVO
Estos días ando ocupado con algunos proyectos en el ámbito de la nueva economía, el análisis e impulso de proyectos sujetados a la inteligencia global y la producción en red. Parece mucho más atractivo e interesante que revisar el escenario rebosante de barro en el que se mueve la economía de siempre. Pero las noticias hablan de lo que hablan y la cera sigue amontonándose en las orejas de las instituciones, grandes empresas y cómplices varios. Desde el mismo Banco de España y su obsesión por no llamar a las cosas por su nombre, hasta las cifras de caída en las ventas de viviendas, pasando por el aumento de gasto público en meriendas sociales, la orgía de despropósitos en que se ha convertido todo esto me produce pánico.
Parece evidente que, si desde el Ministerio se insinúa que el crecimiento del segundo trimestre de este año sumará el 2%, lo que viene a decir que entre abril y junio España puede estar creciendo en negativo, si desde la fundación de cajas de ahorros se habla de un 13% de paro, si desde las delegaciones de consumo se indica que el consumo cae a mínimos, el riesgo de recesión es superior al 30% según todas las tablas. Algo serio, pues en los últimos 15 años ningún análisis econométrico de recesión probable había reflejado ni un 1% en ese sentido. Es evidente para muchos que la cosa no tiene respuesta eficiente ni con maquillaje del bueno, y que el castigo y la penitencia vendrán para todos, justos y pecadores. Ahora bien, sigo sin entender esta desidia, este abandono de todos los agentes públicos, gobierno y oposición, empresa y gremios, asociaciones y prensa. Un 30% de probabilidades de caer en recesión es una evidencia ineludible que no se puede continuar minimizando la tormenta tropical que va tomando cuerpo de huracán.
La actividad económica seguirá debilitándose, el mercado crediticio nacional ha vuelto a endurecer las condiciones para conceder hipotecas, la demanda nacional se está desplomando y en julio sabremos el deterioro real de nuestra economía. Alguien va a perder la sonrisa, se arrepentirá de haber comprado un serie 5, padecerá por haber dado la señal para un crucero y no sabrá como aclimatar su economía ahora que ha matriculado al niño en el colegio alemán.
Entre tanto drama, alguna comedia. Lo único que parece librar batalla en estos momentos es el turismo, pero muy levemente y pendiente de que se afiance en una temporada de verano que se presenta dura y repleta de cancelaciones e impagos. Al otro lado, la atonía de la actividad industrial es uno de los puntos de mayor preocupación porque en teoría debía ser el relevo dichoso. Y con este aguacero sigo sorprendiéndome por la cara de sorpresa de algunos. Ahora hay empresarios, políticos, agentes sociales, periodistas y relojeros que se llevan las manos a la cabeza y exclaman que la desaceleración está siendo mucho más acentuada, rápida y precipitada de lo que se podía prever. ¿Pero toda esta gente donde ha estado estos últimos años? Y es que la verdad sea dicha, el cúmulo de cálculos erróneos es de concurso. Con cada indicador que se publica empeora el panorama económico, y con ellos, se modifican las previsiones de todo Dios. Lo último ya es, según Funcas, un crecimiento del 0,4% en 2009. Ojalá fuera eso, pero en 2009 este país estará en franca y contundente recesión y volveremos a ver el signo negativo delante de los ceros y unos que hablen del crecimiento del PIB como pasara en 1993.
En 2008, ya descontado que el crecimiento intertrimestral del PIB entre abril y junio será negativo, mientras que el tercer y cuarto trimestre podrá recuperarse "ligeramente" gracias al cuento de los 400 euros en el IRPF, que engañará al consumo. Pero, este espejismo será provisional y provocará un efecto subyacente sobre la actividad, por lo que, una vez que el efecto se diluya, el ritmo de crecimiento volverá a decaer y aun más bruscamente hacia primeros de 2009.
Otros indicadores que debemos añadir al pastel de buenas noticias son un déficit por cuenta corriente que seguirá aumentando en 2008 debido al encarecimiento de la energía y otras materias primas importadas y al fuerte aumento de los pagos al exterior en concepto de rentas de inversión, un aumento de paro acusado y con un elemento nuevo en el ámbito de la inmigración sin ocupación ni formación, una inflación con problemas para corregirse por culpa de la subyacente que se ha enganchado a todo, un previsible aumento de los tipos a corto plazo por parte del Banco Central Europeo, un descenso en el ahorro de las entidades públicas que no podrán ejercer su bastón corrector el año que viene, un superávit público que desaparecerá por arte de magia e ineficacia porque el paro alcanzará los 3 millones de desocupados.
Finalmente quiero denunciar que, mientras sigamos engullendo conceptos como “fase de saneamiento del sector inmobiliario”, la cosa pintará mal, muy mal. Es imprescindible llamar a las cosas por su nombre, para diagnosticar y curar “una crisis estanflacionaria que desembocará en recesión profunda”.