Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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INSOLVENCIA BANCARIA

Hoy, la ministra de la vivienda, ha vuelto a insultar a la mitad de los españoles. A la otra mitad no ha podido pues aun no se ha enterado, pero es cuestión de tiempo. La señora dijo estar "convencida de que bancos y cajas, dentro de los criterios de prudencia y solvencia, van a asumir la responsabilidad social que les corresponde y ayudar al país concediendo más créditos”. O esta mujer no se entera de nada. Su ministerio parece una escultura de Lladró, algo inservible, de aspecto repulsivo, que nadie sabe donde colocar y que más bien molesta.

Los bancos no van a soltar un duro porque no lo tienen. Están al borde de la insolvencia cuando no de la quiebra, en Europa y en España, lo niegue quien lo niegue y lo diga como lo diga. La mayoría de entidades que arremetieron en el fastuoso mundo de las promociones sindicadas ahora no saben que hacer con tanto ladrillo junto. Los bancos centrales ahora callan como ratas. Pocos quieren recordar lo que hace tan solo unos meses era la gran operativa de rescates que nos librarían del Apocalipsis financiero. La realidad pesa como el plomo y ahora sabemos que ese colapso bancario es inevitable. Se han gastado ingentes cantidades de dinero en inyectar liquidez al mercado con un resultado desastroso, hundiendo los mercados de valores, limitando los escapes posibles y descendiendo al infierno de tesorerías insostenibles que demuestran un  diagnóstico incorrecto.

El ministerio de la vivienda no sé, pero los que nos movemos todo el día en ese zigzagueante ecosistema bancario si sabemos que el problema que tiene nuestro sistema financiero y los bancos, incluidos los españoles, no es de liquidez, como se han obcecado en decir esos “sabedores”. Dinero hay y mucho, es arroz pero dinero al fin y al cabo. El problema es de solvencia y de no tener capacidad para pagar sus deudas, de retornar el dinero que les deben a sus clientes.

Los bancos se han quedado sin recursos propios. Por mi pueden meterse sus Power Points de resultados donde les quepan pues son absolutamente falsos. Sus balances valen un 40% menos de lo que dicen y es evidente que el ejecutivo, ese del que la Corredor es miembro autista, deberá de ejecutar participaciones relevantes cercanas al 35% a fin de tomar la dirección de esas entidades. Es una pena porque tampoco será la garantía de nada y, en según que gobiernos, eso puede transformarse en un “intervencionismo” ideológico muy nocivo en las fases futuras de expansión moderada que más tarde que temprano volverán a escala inferior. La banca asegura que no pasa nada y la ministra se lo cree. Confíen en nosotros dicen, pero lo cierto es que ni ellos se fían de si mismos, como refleja la aparente y difusa diferencia entre la cotización del Euribor y la de los tipos de interés. Además, cuando hagamos las autopsias de esos balances que son cadáveres contables, y se demuestre que esas entidades no le pusieron el precio real a sus activos, entonces vamos a saber el porque de “la falta de crédito”.

La verdad aflorará en breve, a finales del ejercicio 2009 y evidenciará que el subprime español es el paquete ingente de préstamos inmobiliarios que hoy en día valen menos de la mitad del valor por el que están tasados y que tienen bien inoculados en sus sistemas internos.

Los bancos no financian a esas pymes que sufren el abandono, pero lo hacen por imposibilidad de hacer otra cosa. Alguien debería de hablar claro y poner remedio definitivamente. El rescate no es suficiente, es momento de tragarse el sapo y empezar de cero. Hay que asumir que esto está en el final del recorrido por mucho que estén logrando pintar de rosa una realidad muy gris. Por eso es insultante que toda una ministra, por muy de segunda división que sea, pretenda vender seguridad a partir de una patraña. Lo que deben empezar a analizar es si el gobierno debe comprar de una vez participaciones en entidades condenadas a la quiebra, pedir responsabilidades del tipo que sean y recapitalizar con recursos propios porque la verdad es la que es y no tiene otro nombre: insolvencia.