Keynes Para Ricos
Durante la merienda semestral del G20 que se ha celebrado este pasado fin de semana en Canadá, el consensuadísimo modelo de rescate para países en crisis ha sido puesto en entredicho. Resulta que los tipos que manejan este mundo, teóricamente de lo mejorcito de sus facultades, ahora no tienen demasiado claro si abrazar el keynesianismo fuera una gran idea.
Hace un par de años se dieron cuenta que el planeta estaba en peligro. Un riesgo sistémico acechaba y para evitarlo se fabricó dinero casi gratis para estimular una economía que se había infectado de una crisis financiera previa. Fijaros lo absurdo que suena años después querer taponar una fisura con el material que corroe el material con el que está hecho el muro quebrado. Poner dinero inexistente para estimular una economía que se detenía por culpa de que el sistema financiero había estado transfiriendo dinero inexistente es como echar gasolina a la hoguera para apagarla. Medio mundo aprieta los dientes y, tras descubrir, que tanto estímulo ha provocado un agujero de mayor tamaño que el que se pretendía tapar originalmente, hay países que ya divisan el precipicio y por derivación, los que soportan el peso de sus tesoros públicos, también.
Como sabemos, la economía keynesiana se centra en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada. Su objetivo último es el de dotar a las instituciones nacionales o internacionales de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis. Ese control se ejerce mediante el gasto presupuestario del Estado, ahora llamada política fiscal. En teoría, la justificación económica para actuar de esta manera, parte sobre todo, del efecto multiplicador que se produce ante un incremento en la agregación de demanda y la superposición del propio consumo.
Pero resulta que Keynes es para ricos. Un estado sólo puede tener una política expansiva en materia fiscal de tipo keynesiano si hay una economía robusta detrás. Con una economía débil, poco competitiva o desequilibrada en su modelo de crecimiento, como le pasa a España, las medidas de este tipo generan un déficit que puede rozar el no retorno puesto que la demanda agregada no tiene músculo para irse consolidando.
Mañana diseccionaré “los motivos” exactos de la subida de impuestos. Relacionaré los mecanismos fallidos que se han dispuesto y que ahora son la razón por la cual nos van a crujir a impuestos como, parece, nadie se imagina. Lo del IVA dentro de unos días quedará como una anécdota infantil en comparación a los costes tributarios que tendrá para todos el dispendio errático del gobierno zapatero. Era necesario poner en marcha políticas activas de estímulo pero está claro que no estaban encaminadas a un cambio de modelo ni a reformar ninguna estructura sino que se fundamentaron en ganar tiempo a la espera de que, por ciencia infusa, se desvaneciera la recesión.
Mientras recopilo esa lista de disparates, recordemos en que consistía aplicar Keynes para Salgado: “Este gobierno considera que ocupando cien parados para cavar zanjas y luego ocupar a otros cien para que las tapen, se genera el ciclo de la riqueza y, por derivación divina, éstos van a emprender proyectos que ocupen a unos cien y permita cobrar ayudas públicas al otro centenar. Según ellos el resultado serían doscientos consumidores apasionados por devolverle la vitalidad a nuestro maltrecho ciclo de consumo”.