Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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'Con miedo', en ABC

Ayer publiqué un artículo en mi columna de ABC que hacía referencia a un hecho vivido personalmente en un avión hace unos años. La casualidad hizo que mi compañero de viaje fuera un extraordinario periodista que, por desgracia, falleció este mismo año y con el que me unía un afecto especial y muchos Directs. El artículo intenta hacer una breve reflexión sobre el valor del miedo a la hora de emprender. Aquí hemos comentado el tema en más de una ocasión pero a veces no le damos el valor adecuado. Vienen tiempos muy duros, más de lo que nos dicen. Aquí tenemos experiencia en negar la evidencia y profundizar en lo oculto del análisis económico, pero en este caso no es una afirmación más. Hablamos de un parto, doloroso, pero de un parto, de algo nuevo y novedoso que pude ser una nueva y esperanzadora era o un desastre mítico. Dependerá de nosotros y de no perder el miedo del todo. Dependerá de que lo gestionemos adecuadamente.

La noche del 4 de septiembre de 2007 tuve el peor vuelo de mi vida. Embutidos en un Embraer 190ARB de la compañía Copa Air Lines que hacía la extinta ruta de Caracas a Managua, casi un centenar de pasajeros sufrimos el mayor catálogo de turbulencias y acrobacias que un vuelo comercial es capaz de soportar. A pesar de que estaba previsto y la ruta marcada de urgencia lo evitaba,  el huracán de fuerza cinco llamado Félix, nos dejó un regalo para la memoria que no se me borrará en la vida. Sus residuales secuelas alejadas de donde estaba el verdadero y destructor efecto, eran tan agresivas que motivaron el pánico colectivo de casi todos los viajeros. Las azafatas previamente nos sirvieron todo el espumoso que quedaba en el avión y nos aconsejaron estar preparados para la diversión. Mi compañero de fila era Camilo Durán, el desaparecido periodista colombiano al que siempre admiré por sus ocurrentes opiniones. Cuando la cosa empezó a moverse le pregunté si tenía miedo. Me respondió: “la falta de miedo es la verdadera cobardía”. Lo que vino después no lo describo por no tener espacio y porque no se lo creerían.

Defiendo que estamos a las puertas de una revolución como ya lo estuvieron nuestros antepasados, sólo que esta vez es digital, orgánica, distribuida y global, y afecta a dos elementos trascendentales que repercuten en todo cuanto nos rodea: los modelos de producción y la transmisión del conocimiento. La revolución industrial y tecnológica fueron grandes elementos de cambio, y convivieron con una crisis sistémica que adelantaba una mutación real y evidente en todos los estadios de la economía. La manera de traducir aquellos cambios siempre condujo a mejores escenarios pero también con una fractura notable del propio sistema.

El modelo financiero actual que se sustenta en un crecimiento del valor del dinero por encima del coste real del capital, ha provocado un desajuste insalvable a estas alturas. Sin embargo considero que tanto desastre más que una causa, no deja de ser una consecuencia de algo mucho más transversal y contundente y que la tecnología de la información ha acelerado. Se avecinan turbulencias que nada tienen que ver con lo que anuncian los “pilotos” de este vuelo, ni se va a anestesiar a nadie con subsidios, ni servirá de nada ajustarse el cinturón.

Esta tormenta tropical es la revolución del conocimiento y se lo va a llevar todo por delante tal y como lo conocemos, es cuestión de tiempo. Sus efectos surgirán del valor de las cosas y no del coste de las mismas, será el momento de las grandes factorías de ideas, de pensamientos, de dudas y de estructurar la fabricación en base a su precio esencial y no tanto al especulativo. Todo ello vendrá de la mano de gente emprendedora que arriesgará todo cuanto tenga. Asumiendo el riesgo y gestionando su propio miedo.