De revoluciones y milagros
Conocí a David Jones en Maryland hace unos años y ya me llenó la cabeza de una cosa que él definía como la ‘teletransportadora de cosas’. Ahora le llamamos impresoras 3D y son parte de la revolución inminente. David y su equipo presentaron a un grupo de inversores hace unos meses un prototipo que nos encantó y la mayoría nos comprometimos con ellos. Sin embargo, visto lo visto en la campaña que lideran en Kickstarter el dinero no va a ser un problema. Superando los tres millones de dólares la cosa queda en manos de la ejecución y del desarrollo final para el negocio. En 11 minutos lograron los 50.000 US$ que precisaban por cierto.
Todo parece indicar que lo que llamamos técnicas de impresión 3D avanzan de manera exponencial pasando de lo experimental a lo operativo. En Sant Cugat la empresa HP ya ha puesto su central de desarrollo de este tipo de producto por ejemplo y están trabajando a pleno rendimiento para atrapar al futuro.
Las impresoras 3D que bien podrán llamarse de muchos modos menos impresoras suponen un cambio en todas las cadenas de valor que ahora no somos capaces ni de imaginar. Todo se podrá reproducir, incluso aquello que ahora consideras imposible. La limitación sólo residirá en el material a clonar y la capacidad de moldearlo o trabajarlo. Ahora parece difícil cocinar algo con una impresora 3D, pero obviamente eso es sólo un problema técnico que se podrá solucionar con brazos articulados, transferencia de tiempos, procesos y ‘descarga de tintas’ comestibles. Es por poner uno de los ejemplos que Jones me comentó sobre lo distinto que será el mundo en breve.
La entrada de las impresoras 3D a los procesos industriales se va a llevar por delante conceptos residentes e inamovibles desde hace décadas. Va a haber una batalla y como en todas las guerras, unos ganan y otros pierden. De momento sabemos que la llegada de estos dispositivos a la vida de los ciudadanos será moderada y, como pasa ahora con la impresión tradicional, cada vez más la dependencia estará en los consumibles que en el hardware, así como, ‘imprimir’ en según que materiales lo dejaremos para las comercios capaces de disponer de muchos ‘cartuchos’ de materiales distintos. Tengo la impresión que las impresoras 3D entrarán en lo cotidiano cuando dejemos de llamarlas impresoras y las denominemos ‘creadoras’.
El traslado semántico de ‘printer’ a ‘maker’ es el enlace mental pendiente para una sociedad que puede aceptar la copia de objetos pero todavía no les puede dar el valor que tendrán esas reproducciones.
Estamos ante un momento brutal. El tiempo pasa y muchos se van quedando. Directivas políticas procurando el ralentí tóxico de toda una sociedad. Legislar contra todo avance y retrasarlo, generar espacios legales con excusas sobre la protección de las personas cuando en realidad sólo es la coartada para seguir controlando el asunto que perciben se les va de las manos. Un momento único que, este tipo de dispositivos nos muestran como puede llegar a ser.
La impresión 3D y todos los cambios en los procesos industriales que se van a producir, la Internet de las Cosas y la mutación disruptiva que supondrá ‘dar vida’ a máquinas y objetos conectados entre si, y, por supuesto, la eclosión de la red absoluta donde las personas no deberán atender a intermediarios donde no son necesarios.
La primera revolución, la de la impresión diferida, modificará el valor de la producción. La segunda, la de los objetos conectados, cambiará la percepción de la vida. La tercera, la de la eliminación de intermediarios, revisará el papel de los políticos, periodistas, abogados, médicos, etc.
¿Por qué durante cuatro años la política circula lejos de la ciudadanía cuando de manera electrónica se podría consultar, casi sin coste, en múltiples ocasiones y por múltiples temas? La respuesta es tan escandalosa que duele. Es como comentó José Crespo en este mismo blog hace unos días ‘Atrévete, desarrolla red, desarrolla software y desarrolla hardware, integremos a España en ese mundo global y tecnológico al margen de esta gentuza que nos dirige. Entonces empezaremos a ver cosas que hoy nos parecen auténticos milagros‘.