Sobre desapalancamientos, tropezones y el futuro digital
Hace apenas unos dos días un informe alteró muchas oficinas de inversión, despachos de análisis financiero y foros donde hace mucho se debate sobre si la ‘recuperación’ que vive el mal llamado occidente es real o no. Lo curioso, de nuevo, resultó ser lo difícil de localizar algún medio que referenciara dicho documento que, repito, puso de vuelta y media a muchos centros de análisis e inversión a lo largo y ancho de Europa.
Se trataba del informe del ‘International Center for Monetary and Banking Studies’ con sede en la calle Chemin Eugène-Rigot de Ginebra y en la Bastwick Street de Londres, titulado ‘Deleveraging? What Deleveraging?’ (‘¿Desapalancamiento? ¿Qué desapalancamiento?’) firmado por Luigi Buttiglione de Brevan Howard Investment Products, mi conocido Philip R. Lane del Trinity College Dublin, Lucrezia Reichlin de la London Business School y Vincent Reinhart de Morgan Stanley. En el han participado un buen número de gente significativa en el contexto del estudio económico mundial.
Dicho informe asegura que estaríamos ante una nueva crisis inminente por culpa de que nadie ha hecho su trabajo correctamente. El solicitado ‘desapalancamiento’ de deudas diversas no se ha producido sino que se ha engordado lo que se debe y eso, como ya sucedió antes, podría estar conduciendo el tren directamente contra un muro. Hay alguna frase memorable acerca del ‘no hemos aprendido nada’ o ‘estamos en manos de irresponsables‘ que, con educación suiza, viene a decir que hay dirigentes más preocupados por sus próximos cuatro meses que por los siguientes cuatro años.
De hecho el número 16 de los informes publicados por este Instituto es claro en su planteamiento y horizonte. Asegura que ‘la ruta de la política actual con respecto a la dinámica de la deuda es suicida. Que para evitar la reedición de todo ello se debe procurar un bajo crecimiento prolongado o una nueva crisis vendría en camino’
Que los que tienen que dirigir el mundo no lo hacen muy bien parece obvio. Que no se ha comprendido la dimensión de los cambios que vivimos como sociedad parece que tampoco está en la agenda de muchos de estos señores. Solicitar a quien apunta sus citas con pluma y tinta en una cartera de piel que guarda en el bolsillo interior de su chaqueta, que comprenda hacia donde van todas las nuevas lógicas económicas que rodean la gestión de datos, el dinero electrónico o la eliminación de intermediarios en casi todos los procesos económicos en los que nos vemos envueltos cada día, es complejo.
Y son ya varios los avisos en muchos foros los que regresan al discurso de ‘tengamos cuidado’ que nada está sujeto a no volver a tener problemas. Tras los discursos de políticos y mandatarios que permiten el gasto sin mesura para poder vender y venderse se esconde nuestro futuro y puede que, otra vez, estén jugando con él.
Es global. La economía china va entrando de nuevo en zona inestable últimamente. Las ganancias de las grandes empresas industriales se redujeron un 0,6% en agosto respecto al año anterior, tras crecer un 13,5% en julio. Y los datos recientes sugieren que está siendo muy difícil para estimular la economía a través de dinero barato. Si la desaceleración de China sigue así, podría ser un drama para los países que venden metales y energía a China.
Pero no es solo Europa y su deuda, o China y su desaceleración. En Estados Unidos no han aprendido nada. Increíblemente, los préstamos de alto riesgo están impulsando la economía americana de nuevo. El gasto que los consumidores de Estados Unidos es de casi el 70% de toda la actividad económica en los Estados Unidos y, curiosamente, una vez más impulsado por el auge de los préstamos subprime. Basta con mirar a los datos de los gastos personales de estos días y se detecta que la gente compra coches y productos de consumo doméstico a plazos como no lo hacía desde antes de la hecatombe de finales de la década pasada.
Y por España similar, aunque hay casos cuanto menos divertidos, la tendencia habla de cosas muy diferentes. Como dice el Financial Times, mientras se recuperan las ventas de viviendas, se conceden más hipotecas y barrios fantasma empiezan a tener habitantes que deberán hasta la vida de sus nietos, el mundo gira a su ritmo implacable. No aprendemos. El mundo cambia, se retuerce en sus viejos pliegues, en aquellas tramas que nos dijeron que eran lógicas. Supimos que todo aquello temblaba, que nada estaba anclado a una base sólida, y se cayó. Ahora cuando todos vamos aceptando la realidad, cuando la tecnología nos da la clave para enfocar un escenario nuevo con ilusión y esperanza, la política y sus derivados nos ponen el caramelo de consumir lo que consumió nuestro futuro.
Que los que mandan son tela marinera fijo, pero que los mandados tienen lo suyo también. No voy a escribir mucho más de esto. Agota y deprime. Por eso, aquí, seguiremos interpretando todos juntos hacia donde va este barco que ha entrado de pleno en una revolución gigantesca con decenas de factores que nos dan pistas y que son apasionante. Impresión 3D, drones, big data, vehículos autopilotados, economía distribuida, reducción de intermediarios, automatización de los comercios, internet de las cosas y tantos otros. Ahí esta el verdadero futuro, que no nos jodan los que todo eso no lo entienden o, por el contrario, entienden muy bien que pone en riesgo sus privilegios. Por suerte, el peso de lo inevitable, siempre, les pasó por encima. Es cuestión de tiempo. Ellos suelen procurar evitarlo, pero solo lograrán retrasarlo. Algo es algo.