Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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Gutemberg no buscaba cambiar el mundo, pero lo hizo.

El orfebre Joahnnes Gutemberg se pasó años experimentando el modo de hacer más eficiente el movimiento de los metales con los que finalmente lograría una prensa llamada ‘imprenta’. Eso sucedía alrededor del 1450. El avance que finalmente logró concretar significaba, de golpe, que se pudieran copiar 3.600 páginas en un solo día de cualquier texto o gráfico. Tengamos en cuenta que en una jornada apenas se lograban unas decenas por jornada.

Todo pasó muy rápido. En apenas unas décadas millones de personas estaban en disposición de acceder a ‘las escrituras’ y trabajos diversos en su propia lengua. Traducir textos a mano era algo inalcanzable económicamente en muchos caso si además debían replicarse.

Un suceso aparentemente de escasa trascendencia transformó la estructura de toda la sociedad. Una serie de intentos de un trabajador del metal acabarían convirtiéndose en uno de los hechos más revolucionarios que ha vivido la humanidad.

La gente accedió a la información. A partir de un momento determinado dejaron de aceptar como válido lo que otros leían. La autoridad, la iglesia, dejó de tener el monopolio de la transmisión del conocimiento.

Lo curioso es que Gutemberg no pretendía cambiar nada más que su pequeño negocio pero las consecuencias de su innovación acabaron por trastocarlo todo. Como dice Charles Handy, 'ese avance tecnológico supuso un salto cualitativo hacía la conquista de la libertad de las personas’.

Aquel instante brillante, explosivo, ese segundo mágico en un rincón de algún taller de Mainz que detonaron el cambio absoluto de nuestra sociedad aparentemente no fue mucho más que un cambio tecnológico que afectaba a la transmisión del conocimiento. Poco o nada se supo, al principio, de cual iba a ser la modificación de la vida económica que se iba a producir en todas sus capas.

La distribución del trabajo, las nuevas profesiones, la relación entre ellas y el horizonte perdido de todo ello, eran ideas todavía de difícil comprensión. El miedo a cuanto vendría no surgió de los que abrazaron ese avance, esos, al fin y al cabo, construyeron un futuro que indudablemente fue mejor.

Ahora seguimos igual. En algún rincón de cualquier lugar alguien está ideando y experimentando con lo que va a modificar nuestra manera de ver y entender el mundo. Unos lo abrazaran y otros no tanto, pero al final nos alcanzará.