Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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Artículo en Ecoonomia hablando del futuro laboral de nuestros hijos.

Ayer publicaba mi columna semanal en Ecoonomia del grupo Crónica Global y El Español. El tema de la misma giraba acerca de la dificultad para entender y predecir el mundo laboral al que se enfrentarán nuestros hijos que ahora están en primaria. Preguntamos a niños que ejercerán su profesión en la década del 2030 acerca de lo que quieren ser. Está bien como ejercicio pero, atendiendo a lo que ha pasado con nosotros en tan poco tiempo, debemos preguntarnos si realmente estamos preparándolos para la etapa de innovación y cambios más determinante que ha vivido la especie humana. ¿Los estamos haciendo? Probablemente no. Para hacerlo es imprescindible preparar previamente un mundo en el que el empleo, como ahora lo entendemos, no existirá y dónde se van a desligar conceptos como ingresos y empleo. No podemos crecer infinitamente. La economía circular, la sustitución de productos por servicios y una tendencia al uso en lugar de la posesión irán acompañando ese cambio. Os dejo la columna aquí mismo.

PREPARAR A NUESTROS HIJOS PARA UN MUNDO SIN EMPLEO

Cuando yo estudiaba primaria, en los años setenta, no había nada. Nada de lo que ahora me rodea. Nada de lo que ahora convierte mi vida en mi vida. Cuando empecé a trabajar aterrizaban los primeros indicadores de que mi mundo sería un mundo digital pero, ni de lejos, se podía interpretar lo que iba a significar eso. Ahora entras en un coche, como entonces, y te conectas a un universo binario que permite distribuirte de múltiples modos. Me hubiera encantado que mi educación me hubiera preparado para un mundo líquido, cambiante, innovador y digital. No lo hicieron porque no era factible. Ni siquiera era probable. Nada hacía presagiar cómo serían los años noventa o el principio del siglo XXI. La ciencia ficción situaba a dos o tres siglos de distancia el mundo que ahora vivimos.

Mi hijo, en primaria, tiene claro qué quiere ser de mayor. Sin embargo, no lo será básicamente porque lo que ahora interpreta que puede ser su profesión seguramente será un desarrollo tecnológico automatizado quien lo ejecute. En su escuela lo forman bajo el precepto de que lo que le espera es previsible. No hemos aprendido nada. Que nuestros niños todavía asistan a clases de ‘informática’ es de aurora boreal. ¿Cómo será su mundo profesional? ¿Cómo se relacionarán personas, empresas y organizaciones en el año 2033? No podemos saberlo pero deberíamos prepararlos para esa deriva para que extraigan beneficio. Una educación tecnológica y multidisciplinar que abrace el sentido de la disrupción, de la innovación y de lo imprevisible.

Cada año tengo esa sensación color sepia cuando llega el momento de comprar los libros de texto en papel. El motivo será el que tenga que ser. Educativo, cultural, económico, social o de insulto a la inteligencia colectiva. Un libro se puede descargar, actualizar cada año o a tiempo real, convirtiéndose en un concepto educativo sin principio ni final, más cerca de lo que va a ser el mundo en el que se van a tener que desarrollar nuestros hijos. Es sencillo crear contenidos digitales que se adapten al alumno y no alumnos que se adapten a un libro. Seguimos pensando con un prisma medieval en un mundo que está en plena erupción. No tenemos idea de cómo va a quedar la superficie tras esa lava en movimiento, pero lo seguro es que no se parecerá en nada al mundo que el sistema educativo actual dibuja en pizarras de exposición unidireccional.

Esto nos lo debemos de tomar en serio todos. Quienes diseñan los programas, los que los transmiten y quienes los pagamos. O lo hacemos, o el pasado se nos llevará por delante sin haber visto ni tan siquiera el futuro. Es urgente que los que van a conformar el gobierno de los recortes 2.0 empiecen por cómo poner en marcha una ley educativa capaz de resolver uno de los mayores problemas que deberemos digerir como sociedad en un futuro inminente.

¿Cómo vamos a preparar a nuestros hijos para un mundo sin empleo? ¿Cómo los preparamos para que su modo de vida tenga que ver con la imprevisible textura que nos regala cualquier revolución tecnológica? Ellos son hijos de la tecnología más intensiva que jamás ha vivido la humanidad. No permitamos que desperdicien esa cualidad que les ha otorgado la historia. Permitamos que construyan el mejor mundo posible. Hagámoslo mostrándoles el valor que la tecnología nos concede para ser más humanos. Hagámoslo borrando nuestro modo de entender la educación y la preparación para el futuro. El futuro de aquellos que usaban un plano de papel para orientarse.