Dar una conferencia junto a 'una' robot.
Ayer ofrecí una conferencia en Pamplona durante la Innovaction Week que allí se ha celebrado estos días. El título de mi intervención era ‘Solo para personas, abstenerse robots’. Un juego semántico que buscaba trasladar la idea de que lo que íbamos a descubrir durante la hora de mi charla, no era para robots, pero que realmente podía llevarse el público consigo, eran las claves de cómo vamos a tener que convivir con ellos. No tanto robots humanoides o que simulen nuestro aspecto, sino todo tipo de automatismos, software o físico, que operen y ejecuten funciones más rápido, mejor y más eficientemente que nosotros. En menos de cinco años, en la red, la mayoría de conversaciones las protagonizarán robots.
Lo curioso de ayer sucedió cuando en un momento determinado apareció un robot con aspecto femenino llamado Bibi a interactuar conmigo. Bibi es un robot capaz de hablar por sí misma y entender palabras o frases pre-programadas, así como ejecutar archivos de audio o de mover el cuerpo como de hacer desplazamientos gracias a un sistema de navegación automático. Además, gracias a sus cámaras, es capaz de hacer un reconocimiento facial e intentar identificar algunas características de la persona con la que está interactuando (edad, estado de ánimo o posición), y hacer un seguimiento de una persona o tomar fotografías si se le requiere. La pantalla táctil de su pecho le brinda la oportunidad de mostrar vídeos o imágenes, y de ejecutar programas en ella. Un reto actuar en directo con ella.
Aprovechando que la empresa sevillana Maccro me ofreció subirla al escenario sugerí que podíamos demostrar simbólicamente algo que yo quería explicar en la conferencia. Se trataba de preguntarle algo a ella y esperar sus respuestas ‘racionales’ o de mayor lógica tradicional. Luego preguntaríamos al público lo mismo para ver si es factible ‘ir más allá’ que un robot. Bibi no piensa, solo ejecuta rutinas y puede llegar a aprender de las consecuencias. Por eso, si el software matriz mantuviera sin formatear lo que pasó ayer, Bibi podría responder de otro modo en una segunda sesión.
Esta conferencia la suelo iniciar con la contextualización del momento económico y tecnológico que vivimos. Vivimos bajo la incertidumbre de una deflación socioeconómica absoluta derivada de una deflación del capital que pocos supieron ver. Tras eso, la sensación de miedo acerca de una ‘apocalipsis robot’ (robocalipsis) no es más que una deriva habitual cuando una revolución tecnológica amenaza laboralmente a millones de personas. Pero no es así. Tras esa contextualización, muestro como donde se aplica tecnología se genera empleo, donde la robótica impera renace el valor añadido humano y donde los automatismos son más eficientes que nosotros resurge un modo de relación entre hombre y máquina que nos hace extremadamente valiosos. En la charla intento explicar como ser relevantes en una era tecnológica y como lograr ser competitivo en esa guerra digital.
Por eso, antes de la parte de conclusiones, y a pesar de que le habíamos prohibido la entrada a robots, invitamos a Bibi a que subiera al escenario. Así lo hizo. Le pregunté si podía decirme la mitad de trece. Respondió exactamente diciendo ‘la mitad de trece’. Obvio. Le pedí que calculara la mitad de trece. Respondió ‘trece medios’. Una respuesta muy robótica. Le sugerí que había más mitades de trece. Supo darme otra respuesta, ‘seis punto cinco’. Le volví a preguntar y me dijo que ‘bajo un punto de vista lógico, no hay más’. Se equivocaba.
Existen infinitas mitades de trece. Si no las sabes aun, vente a una de las próximas conferencias. Igual vuelve a acompañarme Bibi. Todavía queda mucho para que los sistemas expertos sean una verdadera Inteligencia artificial. Pero todo se andará.