La verdadera destrucción de empleo aún no ha empezado.
El Foro Económico Mundial concluyó en un informe reciente que ‘una nueva generación de máquinas inteligentes, impulsada por rápidos avances en inteligencia artificial y robótica, podría potencialmente reemplazar una gran proporción de trabajos humanos existentes y que eso no iba a hacer más que acelerar por la situación actual.’ La robótica y la inteligencia artificial causarán una ‘doble interrupción laboral muy grave pues el coronavirus empujó a las empresas a acelerar el despliegue de nuevas tecnologías para reducir los costos, mejorar la productividad y depender menos de las personas’.
A estas alturas, millones de personas ya han perdido sus trabajos debido a los efectos de la pandemia y ahora las máquinas aumentarán estas cifras. El propio Foro asegura que ‘la automatización suplantará alrededor de 85 millones de empleos antes de 2025’. No obstante también aseguran que, si se tiene en cuenta de manera estratégica, no deberíamos temerlo pues en ese análisis anticipa que la futura economía impulsada por la tecnología podría crear a su vez 97 millones de nuevos empleos. El problema será que falte esa previsión estratégica. Actualmente, el 30% de todas las tareas las realizan máquinas y las personas hacen el resto. Sin embargo, en 2025, ese equilibrio cambiará drásticamente a una combinación de un 50% para humanos y dispositivos tecnológicos.
La automatización no es mala. Ni los robots. Lo que es tóxico es no tener en cuenta que esto está pasando. Esos 97 millones de empleos no se crearán de manera uniforme en todas partes. Algunos países concentrarán la mayoría y otros muchos menos. La primera y segunda división de la economía futura dependerá de tener esta medida en cuenta. Pensemos que, mientras la crisis sanitaria, económica y social, se despliegan en toda su magnitud, por debajo, arriba o al lado, da igual, la automatización del mundo, su robotización y la incorporación de la inteligencia artificial se está produciendo sin pausa. Cuando esta pesadilla sanitaria termine, que terminará, el mundo habrá cambiado definitivamente. El mundo se habrá robotizado mientras estábamos pensando en otras cosas. No prever eso, supondrá una crisis laboral que dejará como si fuera un juego de niños la que se vaticina provocada por los confinamientos y los cierres de sectores económicos que estamos viviendo actualmente en medio planeta.
Y a medida que los seres humanos están experimentando pérdidas récord de puestos de trabajo y la incertidumbre económica se derrama por todas partes, los robots se están convirtiendo en un relevo inesperado. Inesperado que sucediera tan pronto. Muchos fabricantes de tecnología informan de la creciente demanda de sus productos durante el transcurso de la pandemia: desde máquinas similares a drones que pueden vagar por los pasillos para realizar entregas, a software de servicio al cliente impulsado por inteligencia artificial que reduce la interacción entre personas, hasta un mayor uso de los autoservicios en los supermercados por ejemplo. Es algo absolutamente general que ocupa a todos los sectores y posiciones laborales.
El costo de la automatización está bajando, la tecnología está mejorando y estamos viendo cómo la innovación funciona de manera efectiva en algunas partes del mundo como en el hotel FlyZoo de Alibaba, que cuenta con tecnología avanzada en todos los procesos, desde el check-in hasta el servicio de habitaciones. Si bien la idea de ser atendido por un robot o un sistema inteligente en un hotel puede parecer futurista, la pérdida permanente de empleos en la industria, incluida la turística, aumentará a medida que los actores del sector adopten nuevas tecnologías para tratar de ahorrar en costos laborales.
Pero la automatización no va a materializarse ahora mismo. Normalmente, y tenemos pruebas de ello, empieza realmente a acelerar cuando la crisis toma cuerpo, no antes. El impacto de una recesión motivada por el aumento de la automatización ha documentado que su despliegue no es constante, sino que ocurre a ráfagas. Es más probable que las empresas se automaticen después de sufrir una crisis, cuando ya tienen necesidad de ahorrar en mano de obra humana.
En un estudio publicado en 2016, investigadores de la Universidad de Rochester revisaron 87 millones de ofertas de trabajo antes y después de la Gran Recesión de 2008. Descubrieron que los empleadores de las ciudades más afectadas por la recesión reemplazaron a los trabajadores con tecnología de manera más importante. La intensidad en esa sustitución aumentó de manera exponencial en 2009, inmediatamente después de la quiebra del sistema en medio mundo, particularmente en la industria manufacturera.
Algo que puede ser bueno si se comprende en su justa dimensión y se prevé estratégicamente puede convertirse en un barrizal si no se actúa previamente. Un aumento en la automatización puede ser bueno para los trabajadores formados y puede ayudar a estimular la economía. Se ha demostrado que las nuevas tecnologías tienden a dejar atrás a los trabajadores con salarios bajos. El motivo por el que la mayor virulencia de esta sustitución laboral por tecnología no se produce durante una crisis es de tipo técnico y de capacidad inversora. La inteligencia artificial no es capaz de causar oleadas masivas de despidos sino que la configuración de la nueva economía automatizada requiere mucho dinero, tiempo y recursos, algo que muchas empresas no tienen durante una crisis. Pero sí inmediatamente después. Lo vamos a ver otra vez y de manera mucho más intensa que en otros momentos de la historia.
Es cierto que no deberíamos preocuparnos por perder el trabajo a manos de un robot habilitado para Inteligencia Artificial en este momento. Si va a perder su trabajo a causa de la automatización, será por alguna automatización probada y conocida que tiene más de 10 o 15 años de uso en estos momentos. Probablemente no vas a perder el trabajo, pero sí vas a cambiar el modo en el que lo haces. Esto no quiere decir que se deba dejar de tener en cuenta lo que puede suponer en menos de una década y asumir una realidad: probablemente un robot no te va a quitar el empleo, pero sí te lo va a quitar alguien que se lleve mejor que tú con ese robot.
Hay muy pocos países que lo estén teniendo en cuenta. Pocos están generando un ecosistema capaz de combinar una era tecnológicamente más humana. Sabemos que la IA tiene un tremendo potencial para hacer que seamos más productivos y, hacerlo, sin reemplazar a los humanos. Sin embargo, para ello es preciso adoptar un enfoque centrado en el ser humano para beneficiarse de esos avances tecnológicos. La formación, el cambio de modelo económico y laboral es imprescindible. Sin la voluntad política para cuidar de los que sí perderán el trabajo y capacitándolos para nuevas ocupaciones, el impacto de la automatización puede ser devastador y, tras una crisis sanitaria como la que nos está golpeando, el desastre podría ser monumental.
La preocupación por las nuevas tecnologías que impactan en la fuerza laboral y provocan la pérdida de puestos de trabajo es constante. Y sabemos que por un lado la automatización creará mejores empleos nuevos y eliminará la necesidad del trabajo físico, pero también sabemos que impactará de manera notable en las personas sin las habilidades adecuadas y acabarán desplazadas con todo lo que eso conlleva. Estamos hablando de un problema crónico si no se actúa con previsión y, visto lo visto, aquí nadie se está ocupando de esto.
Hablamos de todos los sectores, de todos. Los empleados de servicios bancarios y financieros, los trabajadores de fábricas y el personal de oficina se enfrentarán a la pérdida de sus trabajos o necesitarán encontrar una manera de reinventarse en este nuevo mundo. Millones de personas tendrán que volver a capacitarse para hacer frente al cambio, mientras que los gobiernos tendrían que proporcionar redes de seguridad más fuertes para los trabajadores desplazados. El escudo social, el ingreso mínimo vital u otras fórmulas actuales, se antojan un juguete comparado con lo que vamos a necesitar.
Más de 120 millones de trabajadores en todo el mundo necesitarán volver a capacitarse en los próximos tres años debido al impacto de la inteligencia artificial en los puestos de trabajo. La cantidad de personas que se verán afectadas es inmensa. No estamos preparados para la que viene. Algunos economistas, empresarios, divulgadores y un pequeño número de políticos estamos alertando hace tiempo sobre los posibles efectos dramáticos de esta transición tecnológica y la sustitución de todo tipo de trabajadores. Elon Musk dijo hace poco que ‘las computadoras, las máquinas inteligentes y los robots serán la fuerza laboral del futuro. Y a medida que más y más empleos sean reemplazados por la tecnología, la gente tendrá menos trabajo que hacer y, en última instancia, se mantendrá gracias a los subsidios’.
Andrew Yang, un ex candidato presidencial demócrata, fue uno de los pocos políticos que han expresado su preocupación por el predominio de la Inteligencia Artificial. Su web oficial decía literalmente que ‘los avances en la automatización y la inteligencia artificial tienen el potencial de generar nuevos niveles de prosperidad que los humanos nunca han visto. Pero también tienen el potencial de perturbar nuestras economías, arruinar vidas a lo largo de varias generaciones y, sí, hay que creer a expertos como Stephen Hawking y Elon Musk, que dicen que podría destruir a la humanidad “. Igual exageró con lo último o buscaba un titular, pero, esencialmente, tiene razón en la primera parte del mensaje. Sin un plan estamos encaminados al precipicio.
La inteligencia artificial, la robótica y la tecnología avanzan a un ritmo vertiginoso mientras muchos miran hacia otro lado. Nos dirigimos a un territorio inexplorado sin las regulaciones, la supervisión o las conversaciones adecuadas sobre lo que esto generará socialmente. Es un territorio absolutamente desconocido. ¿Qué pasará si los políticos de la inercia permanente se equivocan y no podemos encontrar trabajo para los millones de ciudadanos en los países del denominado primer mundo que van a perderlo en los próximos cinco años? Personas que no tienen las habilidades de que precisa la Cuarta Revolución Industrial y menos aún para la siguiente Quinta Revolución Industrial que asoma al fondo. La innovación tecnológica no tiene por qué detenerse, pero debe ser monitoreada, analizada, prevista y gestionada para asegurar que no pasamos de un punto sin retorno. El problema es la absoluta miopía en la que residen nuestros dirigentes, en esa endogamia obscena en la que se mueven a diario y que vive a años luz de la problemática real e inminente. No sé si es por falta de preparación, conocimiento o por mala fe. Lo lamentable es que el futuro precisa de liderazgo, no sólo de voluntad. Toca pedirles que se pongan las pilas, y el resto, de irnos preparando en todos los sentidos. La oportunidad de entrar en un mundo mucho mejor está ante nuestras narices. Desperdiciar esta oportunidad sería una pena.