Cosmopolitismo o Globalismo
El cosmopolitismo nació en el siglo IV a. C. como un acto de desafío, cuando Diógenes el cínico, que provenía de Sinope, una ciudad de habla griega en el Mar Negro, afirmó por primera vez que era un kosmopolitês. La palabra, que parece ser un neologismo propio, se traduce más o menos como “ciudadano del mundo”. A Diógenes le gustaba desafiar el sentido común de su época, y esta palabra pretendía ser una paradoja pues un politês era un ciudadano varón adulto libre de una polis, una de las ciudades griegas autónomas en el sureste de Europa y Asia. Pero Minor, y el kosmos, eran la totalidad del universo. Habría sido obvio, para cualquiera de los contemporáneos de Diógenes, que no se podía pertenecer al universo de la misma manera que se pertenecía a una ciudad como Atenas.
Era una contradicción en términos de “aldea global”, concepto acuñado por el teórico de los medios Marshall McLuhan hace poco más de medio siglo. Básicamente porque ‘pueblo es igual a pequeño’ y ‘globo’ es igual a enorme. El cosmopolitismo toma algo pequeño y familiar y lo proyecta en todo un mundo de extraños. No obstante, esta formulación paradójica ha llegado a gozar de un atractivo extraordinario en todo el planeta. Casi las tres cuartas partes de los chinos y nigerianos que encuestó hace unos meses la BBC, junto con más de la mitad de los brasileños, canadienses y sudafricanos encuestados, dijeron que se veían más como un ciudadano global que como un ciudadano de su propio país. Ser cosmopolita se relaciona con globalización y no es lo mismo. Muchos insisten, desde el FMI, Davos u otros, que debemos abrazar la globalización sin miramientos ni crítica, que lo que viene no es una desglobalización sino una re-localización.
Vienen tiempos en los que estos términos serán claves para entender la diferencia entre ciudadanos libres y ciudadanos dependientes. Hay herramientas disponibles para evitar que seamos lo primero. Aquí lo hemos comentado y seguiremos comentando. Pero el vídeo de hoy es una carta informativa repleta de armas para pelear en el futuro conceptual que nos espera. Al final te las describiré. Recuerda que la guerra no sólo será con misiles. La gran batalla volverá a ser de deudas. Lo digo en plural porque no sólo será económica, que también, sino de todas las derivadas que la dependencia económica genere. Dependerán países, dependerán sectores, dependerán las monedas y dependerás tú.
Por esta y otras razones te voy a contar que lo cosmopolita y la globalización han dejado de ir parejas. Ya no casan. En las últimas décadas Estados Unidos y Europa han dejado de ser los talleres del mundo y dependemos cada vez más de la importación de productos del exterior. Desde 1998, el creciente déficit comercial de Estados Unidos, por ejemplo, ha costado al país cinco millones de empleos manufactureros bien remunerados y ha llevado al cierre de casi 70.000 fábricas. Los pueblos pequeños han quedado vacíos y las comunidades destruidas. La sociedad ha crecido más desigual a medida que la riqueza se ha concentrado en las principales ciudades costeras y las regiones industriales abandonadas. Esto ha sucedido en Europa también y, cada vez más, en los países denominados como desarrollados.
La globalización ha tenido un impacto enorme en la economía mundial desde la década de 1980. Ha habido un aumento significativo en el comercio internacional y la inversión extranjera, lo que ha llevado a una mayor interconexión entre los mercados de todo el mundo. Esto ha permitido a las empresas producir en el lugar donde pueden obtener los costos más bajos, lo que a su vez ha llevado a la deslocalización de la producción. Aunque esto ha tenido algunos beneficios, también ha planteado algunos problemas, como el aumento del desempleo en algunos países y la pérdida de empleos en otros debido a la competencia con países de bajos costos laborales.
Las multinacionales han sido una de las principales fuerzas detrás de la globalización y han utilizado su poder y recursos para expandir sus operaciones a nivel internacional. Esto ha permitido a las empresas producir y distribuir sus productos a nivel global, lo que ha llevado a una mayor disponibilidad de bienes y servicios en diferentes partes del mundo. Además, la globalización ha llevado a una mayor interconexión entre los mercados, lo que ha permitido a las empresas acceder a materias primas y mano de obra más baratas en diferentes partes del mundo. Como resultado, los consumidores hoy en día tienen acceso a una mayor variedad de productos a precios más bajos.
De hecho, que hoy podamos cambiar de móvil cada año o disponer de frutas exóticas fuera de temporada, tiene que ver con esto. Para bien y para mal. Pero algo ha cambiado. Ya no sale tan rentable irse a fabricar a miles de kilómetros. Aunque es cierto que en algunos casos la deslocalización de la producción ya no puede ser tan rentable debido a factores como los costos de transporte y el aumento de los salarios en algunos países, en otros casos todavía es rentable para las empresas producir en el extranjero debido a la disponibilidad de mano de obra más barata y otros costos más bajos. La deslocalización de la producción a menudo se ha relacionado con el aumento de la desigualdad económica y la pérdida de empleos bien remunerados en algunos países. También ha habido preocupaciones sobre el impacto ambiental de la producción en el extranjero, incluyendo la contaminación y la degradación del medio ambiente. Pero si hay un defecto de forma, que se ha visto claramente durante la crisis sanitaria, es la dependencia y la organización radical en base a los intereses de unos pocos.
La crisis financiera de 2008 y la crisis sanitaria han tenido un impacto en la economía mundial y han acelerado de algún modo la deslocalización de la producción. Aún así, la globalización es un fenómeno complejo que se ha desarrollado a lo largo del tiempo debido al avance tecnológico, los acuerdos comerciales internacionales y la reducción de las barreras arancelarias. Una de las consecuencias de la globalización y la deslocalización de la producción ha sido la creación de cadenas de suministro muy largas y complejas, que a menudo involucran a muchas empresas y países diferentes. Esto ha permitido a las empresas obtener costos más bajos, pero también ha aumentado la vulnerabilidad de las empresas a los choques económicos y a otros riesgos.
En respuesta a esto, ahora vemos como muchas empresas han comenzado a tratar de acortar sus cadenas de suministro y aumentar la resiliencia de sus operaciones, pero este proceso puede ser lento y costoso debido a la complejidad y la escala de las operaciones globales. Vuelve a aparecer el concepto de dependencia y la vulnerabilidad de la economía global. Es muy probable que se vayan a establecer en el mundo dos grandes áreas comerciales óptimas, que compartan rasgos económicos y culturales. El mundo probablemente va a reconfigurarse en grandes áreas económicas y grandes áreas comerciales porque ahora estamos descubriendo que lo único importante no es tener productos baratos, sino simplemente tener productos.
Es posible que en el futuro se establezcan áreas comerciales más grandes y más integradas en todo el mundo. En cualquier caso, es probable que la economía mundial siga siendo una combinación de integración y fragmentación, con algunas áreas que se integran más y otras que se fragmentan más. Pero volvamos. La desglobalización se refiere a una tendencia o proceso en el cual la economía global se vuelve menos interconectada y menos dependiente de la libre circulación de bienes, servicios, personas y capital a nivel internacional.
Ahora sabemos que la globalización sin límites daña a las democracias. A medida que Estados Unidos y Europa intentan poner en marcha industrias tradicionales que puedan afrontar la desglobalización, se necesita enfocar en adquirir los materiales y componentes para las industrias del futuro. China actualmente tiene el 76% de la capacidad de producción de baterías de litio del mundo y el 60% de los metales raros necesarios para la construcción de vehículos eléctricos, turbinas eólicas y energía solar. Europa cuenta con recursos mínimos en cualquier tipo de material de este tipo. Por eso, es muy relevante saber donde ubicamos la desglobalización, la recolocación y el cosmopolitismo.
Ahora la desglobalización puede ser una ventaja con con algunos riesgos. Pero como es muy probable que sea imposible revertirla, los países con un plan estratégico adecuado deberían centrarse en las oportunidades que ofrece este nuevo escenario. Todo ello sin abandonar un carácter cosmopolita que puede convivir sin una dependencia global que debilita. Algunos de los factores que contribuyen ahora a este fenómeno incluyen la creciente protección comercial y las barreras al comercio internacional, el creciente papel de los gobiernos en la regulación de la economía global y el aumento de la inestabilidad política y los conflictos internacionales. No hay vuelta atrás. No sabemos la intensidad de esa desglobalización, sólo sabemos que se ha iniciado relativamente. Por eso quiero hablarte de herramientas socioeconómicas que te permitan seguir sintiéndote cosmopolita sin que nadie pueda tacharte de lo contrario porque pongas en duda el futuro de la globalización como hasta ahora se ha entendido e impuesto.
Te dirán que ambos conceptos no pueden defenderse a la vez, o que ser cosmopolita no encaja con la libertad individual o, peor aún, que esa visión más global no puede encajar con la defensa absoluta de la descentralización. He llegado a oír que bitcoin no es cosmopolita porque no defiende el bien común igualitario cuando probablemente sea quien mejor lo defienda. Solo que no habla de igualar, sino de ofrecer libertad entre iguales. El cosmopolitismo se refiere a la idea de que los individuos pertenecen a una comunidad global y tienen responsabilidades y obligaciones hacia otros seres humanos en todo el mundo. Esta filosofía promueve la cooperación y la solidaridad entre las personas de diferentes países y culturas y se opone a la idea de que los intereses de un solo país o grupo deben prevalecer sobre los intereses globales.
Si en algún momento te encuentras en un debate que separe ambos términos, recuerda que la libertad individual es el derecho de las personas a vivir sus vidas de acuerdo con sus propios valores y preferencias, sin interferencia excesiva o coacción por parte del gobierno o de otras entidades. La libertad individual incluye derechos como la libertad de expresión, la libertad de asociación y la libertad de movimiento, y es considerada una condición esencial para el desarrollo personal y la plena participación en la sociedad. El cosmopolitismo promueve la libertad individual al garantizar el respeto por los derechos universales de todas las personas. Una red descentralizada sin un control superior es lo más cosmopolita que hay.
Y llegados a este punto del análisis veamos que pasa con la economía. Las empresas van a tener que valorar adecuadamente la envergadura de esta tragedia sin olvidarse que superarla dependerá de la capacidad de adaptación. Esta fase de tránsito entre lo global por los beneficios netos y lo cosmopolita y desglobalizado por la libertad, no será gratis, ni saldremos indemnes. Pero el ser humano ha vivido momentos mucho peores y siempre ha descubierto como sobrellevarla. Nuestros ancestros, en periodos de glaciación, cazaban y en las épocas templadas, se volvían agricultores. Tras esta crisis vendrán cambios profundos, en el comportamiento social y, especialmente, en el comportamiento económico.
Esos cambios llegarán, no hay otra. Pero nos tocará reflexionar y analizar que tipo de modelo social y económico queremos tener tras ellos. La globalización, la recolocación, la desglobalización o lo que sea, va a definirse en los próximos meses y definirá el mundo para los próximos veinte años. Deberemos estar atentos porque está en juego la libertad de nuevo… mi obsesión. Al igual que nos obligarán a elegir entre seguridad o privacidad, nos irán induciendo a elegir entre cosmopolitismo y desglobalización. En ambos casos será una trampa. Se puede estar a favor de la seguridad sin perder privacidad y se puede apostar por un mundo menos frágil en sus cadenas económicas y seguir creyendo en la globalidad de la humanidad. Ambos debates solo buscan eliminar nuestra libertad y generar dependencia social.
Y aquí llegaremos a una elección individual sobre conceptos como el éxito o la realización personal. Se querrá modificar significados. A finales de enero, en Davos, se reunirán quienes dicen definir nuestro porvenir. Lo harán en base al claim ‘Cooperation in a Fragmented World’, La cooperación en un mundo fragmentado. Que mejor idea para defender la nueva semántica de lo que nos querrán trasladar como éxito colectivo y personal. Ser cosmopolita es amar el mundo y su desarrollo a partir de las personas de un modo individual que suman sus éxitos y sus fracasos en el conocimiento colectivo. Eso si es global, no la basura pseudotrascendente de la que nos hablarán esta gente.
A base de éxitos y fracasos, yo he llegado a la conclusión que existen innumerables formas de llegar al destino que uno desea, en cualquier ámbito. Todos tenemos nuestro propio camino, que es diferente al de los demás. Lo que tú consideres ‘éxito’ tal vez no sea lo mismo que para mí, pero en todo caso siempre exigirá pasión, conocer tu propósito y un importante espíritu de sacrificio. Por eso, para mí, la palabra ‘desafío’ es más bonita que ‘riesgo’.