¿Es tu hora?
Aviso que en el último párrafo debería ser el primero, pero como todo en la vida, hay que empezar por el principio. Un principio que se sujeta a una lectura. Cuando leí que Martín Varsavsky (Fon), Anill de Mello (Mobuzz), y Michel Jackson (Skype) desestimaron utilizar Alcobendas a cambio de ir a Suiza, como sede central de una compañía nueva que estaban montando llamada Spotnik, una especie de operador móvil virtual para conectar todo tipo de chismes, pensé que era normal. ¿Pero porqué puede parecernos normal algo así? ¿Qué sucede en gran parte del mundo civilizado que nosotros no sabemos (o no queremos) reproducir? Hay modelos sociales como en Irlanda que el gobierno se hace cargo del coste del despido en las empresas de nueva creación. En España, una start-up media suele fracasar por culpa del coste laboral de renovar sus estructuras. Un despido suele ser el fin y los costes de recuperación inaccesibles.
Hace cuatro años, durante la fiesta de celebración de la victoria electoral de Barack Obama, en el Circulo de Bellas Artes de Madrid, Martin Varsavsky me confesó que cuando él decidía apostar en un territorio cualquiera a la hora de montar un nuevo proyecto su pensamiento era siempre el mismo: “voy, llevo dinero, tecnología y empleo, si sale bien, perfecto y si sale mal no perjudico a nadie, lo importante es probar. Las ayudas en esos países permiten que muchas cosas acaben funcionando, creando empleo y, en gran medida, tecnología y modelos de crecimiento más cualitativos”.
Está claro que en gran medida el hecho de que España tenga estructuralmente el doble de parados que el resto de Europa, siempre, está motivado por esa falta de capacidad para entender el “fenómeno emprendedor”, un aspecto que va mucho más allá del mero hecho de impulsar negocios tecnológicos o de “catalogar créditos ICO”, es generar tendencias de opinión y flujos presupuestarios hacía el valor fundamental de poner en marcha proyectos innovadores, que en la jungla de la economía actual, son los que acabarán perviviendo.
Si se potencia la cultura emprendedora de un país, si se le inyecta la obligación de no esperar los subsidios, la innovación llega tarde o temprano. A medida que los proyectos arrancan, estos se hacen cada vez más innovadores y las ayudas ofrecidas cada vez son más rentables. Poco a poco se genera una economía productiva de mucho más valor y de mayor competitividad. Apoyar la emprendeduría es más que aportar dinero a proyectos de Internet, es intensificar el estrato económico con la más alta tasa de cambio económico. Para ello, cuando hablamos de emprender lo hacemos desde el punto de vista de todo lo que tiene que ver con intensificar el movimiento de toda una sociedad que se ha adormecido creyendo ser (o estar) en la cúspide del bienestar, un bienestar ficticio proveniente de haber vivido en una especie de limbo diseñado por otros y que se la ha venido a llamar “clase media”. Un fragmento social que cada vez está compuesto por menos personas.
¿Por qué en España no hay esa mentalidad de cambio de manera más extendida? Fundamentalmente porque es una directiva inconsciente. Bernardo Hernandez (Google) nos comentaba a un grupo de analistas de inversión extranjera como se había comportado el gobierno español con Tuenti. Decía que, mientras que con la red social española líder, las cartas y requerimientos eran continuos acerca del tema de la protección de datos, regulaciones, fotos y la manía de colgarse monedas que no se habían ganado, con Facebook Europa las cartas y solicitudes se morían por silencio administrativo ya que ni tan siquiera había un seguimiento de las mismas.
Y más vale que se haga algo. Que se dejen de ridículas comparecencias y gesticulaciones. La política ya no es capaz por si sola de sacar a España del asunto. Llevamos 36 meses decreciendo en los últimos cuatro años y medio. Esto no lo aguanta nadie. El empobrecimiento es definitivo y el saqueo al que hemos castigado al capital es de pena.
La CIA publica un informe llamado “The World Factbook” donde España cada vez sale peor parada. España ha bajado al puesto número 14 en el ranking de países en relación a su Producto Interior Bruto (PIB) en términos de paridad de poder de compra. Naciones como Canadá, Corea del Sur o México ya están por delante de España. E inmediatamente detrás se han colocado países como Indonesia o Turquía por lo que es cuestión de minutos que pasemos al 16. Lejos queda el año 2007, cuando, según el Banco Mundial, obviando que nuestro PIB era producto de la mentira, la burbuja crediticia y de la idiotez generalizada, España llegó a situarse como el octavo país del mundo.
La causa de este declive tiene que ver con un hecho incuestionable. De los 217 territorios que la CIA incluye en su informe, nada menos que 200 crecieron el año pasado por encima de España. Como consecuencia de ello, el PIB per cápita (también en términos de paridad de poder de compra) se ha reducido hasta los 30.400 dólares, por debajo de los 31.000 de un año antes o de los 30.900 de 2010. La renta per cápita española, de hecho, ha descendido hasta situarse en el puesto número 44 a nivel planetario. Ahora bien, lo que es demoledor es la tasa de paro. España todavía ocupa un puesto mucho más adverso en cuanto al ranking de países en función de la tasa de desempleo. En concreto, desciende hasta el puesto número 172 a nivel mundial, inmediatamente antes del territorio caribeño de Granada, Serbia y Maldivas.
Ya no sólo es cuestión de cambiar modelos de crecimiento, de impulsar políticas activas, de renovar acciones complementarias, de estimular la emprendeduría, de mejorar las tasas tributarias o de impulsar la exportación y la internacionalización, ni siquiera es tema de tecnología sólo o de entender los tiempos que corren. Lo que realmente toca es un cambio de actitud, un gesto global y entendible, la composición de un sueño colectivo que sea capaz de disolver en la nada tanta pesadumbre y tristeza. Es la hora de los soñadores, de los valientes, de los que ven en cada dificultad una aventura y en cada ruina una lección. ¿Es tu hora?