Forbidden Phrases
There are three shunned sentences in my life. “This is the way this has been always done”, “That’s not possible” and, the worst, “Be careful, you’ve never been there”. The first one is typical in discussions on business innovation. The second is typical in economic fields where the parameters outside of conventional logic are not examined. The third refers to going to unknown places to gather momentum and working on projects from the unknown. This last one is especially stimulating to me. To be an entrepreneur is something more than defining an economic model; it has to do more with an attitude and with the will to take control of your own destiny. Is not always doable, but we have an obligation, as a species, to not be annihilated. I only know one way, though there are others; mine is to embark.
Every one of the thousands of entrepreneurs that banish their fears and disregard apparent limitations are the ones that will wake up a sedated society that has idiotized itself to the extreme. The representatives of that anesthetized social body, incapable of facing the challenge of taking control of its own existence, but aware of the fact its life is a socio-economical privilege that no other generation before has enjoyed, I call the “low cost micro-bourgeoisie”.
Starting right now, we are delving into the values of a society that will decide in coming years if this is a “glorious opportunity” or a “situation without opportunities”. Once a society lets itself be dragged by the tide, then it’s a dead society.
A few years ago, during winter, I used to have the pleasure of giving a lecture to a thousand students from different Andalusian schools of economics in the auditorium of La Cartuja in Seville. They were usually students in their last year. Each year, halfway through the talk I asked the same question:
How many of you intend to undertake something — a project, a business, or whatever — within the next five years? Their response was worse every year. Normally, barely a dozen students would raise their hands. Then I came back at them with another question:
- So, How many of you want to become public servants?
More hands go up, but it still isn’t exactly a forest of arms I see in front of me. Finally I pose the question to the rest (which is well over half of the students left) whether they want to be prostitutes, arms dealers, contestants on Big Brother, or football players. The laughter that usually creates leaves me speechless.
It’s not their fault; the fault belongs to the environment we have created which numbs the desire to get moving. Life seems to be extremely easy these days and the middle class lifestyle has become so accessible that you don’t even actually need to be middle class to enjoy it. Unbridled consumerism does not require having money; all you need is someone to lend it to you.
At the end of that annual conference in Seville, five or six students would approach me at the end. On one memorable occasion, a girl walked towards me with tears in her eyes, extremely moved. She told me that she was one of the few that understood me; that she was now looking forward to take “the reins of her own existence.” I do not deny that left me with my face twisted, unable to respond. It just so happens that it’s necessary to address and act on the problem: the passivity of a society that takes sleeping pills before starting up each morning to numb away criticism towards anything that surrounds it, and with much less ability than those previous societies that passed down to us most of the privileges we now enjoy and manage so badly.
For the first time since World War II, this new batch of youngsters will live worse than their parents. Spurious improvements in travel, higher education and media have generated an illusory sense of wealth for contemporary young people, as it arises from a model of parasitic dependency on one’s family. The number of young people in Spain that enjoy full economic independence decreased from 26% in 2004, to 11% 2011, and that tendency is spreading throughout Europe. When these students mature and enter the labor market they are only going to find temp jobs for the rest of their days. They are people who could enter the labor market at age 35 and then face being laid off at 50.
Emprendeduría en la sangre
A veces pienso que el emprendedor tiene una composición molecular peculiar. Se diferencia de otros individuos por ser creativo en mayor o menor medida, disponer de una gran intuición, incluso si fracasa, de un grado de optimismo patológico que puede perfectamente mezclarse con un espíritu crítico y analítico de la realidad, un emprendedor no es un iluso, es un valiente que decide tirarse por un acantilado sin saber, muchas veces, que le espera allí abajo. Lo hace porque disfruta. A pesar de que vivimos momentos de incertidumbre, de cambio de modelo y de que, en gran medida, muchos emprenden por que no hay más remedio, la verdad es que algunos de ellos, en ese tránsito cercano al acantilado descubren que su condición natural, su ADN, era el de emprendedor.
El emprendedor tiene un ADN compuesto por empuje, decisión, observación y energía para soportar los temporales que se encontrara en su camino. En España, además, el emprendedor suele tener dos caracteres más: la paciencia para tolerar la pesada administración pública y su burocracia e inconsciencia bien entendida para sobrellevar el riesgo de exclusión si te arruinas en este país. Me gustaría destacar que no sólo de emprendedores es la tarea de mejorar nuestro entorno, tiene que ver con muchos otros elementos sociales. La multitud es el todo y es quien debe poner en marcha los resortes del cambio. Los gobiernos y los poderes políticos, públicos, financieros y privados, todos son la clave, pero la sociedad en su conjunto, emprendedores y emprendidos, todos adeudan ese impulso hacía un futuro más equilibrado y activo, donde ser concursante de Gran Hermano no sea el objetivo de millones de jóvenes por que consideran que siendo famoso la vida será más fácil.
En este sentido leí este artículo en Bloomberg Business que os transcribo y traduzco sobre algunas de las consideraciones de nacer, ser o crecer como emprendedor o empresario y que nos viene a cuestionar si eso de ser emprendedor es algo que se lleva en la sangre.
“Se nace empresario. El resto es sólo una cuestión de revelar tu talento oculto”. Eso, al menos, fue la opinión expresada por la empresaria francesa Aude de Thuin durante la aceptación del galardón de la “Mujer Empresaria del Año en el World Entrepreneurship Forum en Lyon”. Dijo que ese es un viejo debate, por supuesto, cuando se trata de tener éxito en su campo elegido, lo que realmente cuenta solo pueden ser dos aspectos: la naturaleza o la educación. Yo no creo que haya mucha discusión que Usain Bolt nació para correr, o que Miguel Ángel era un genio con un pincel. Al parecer cada vez que aportamos un argumento en uno u otro sentido aparece el contrario para equilibrarlo.
Pero ¿qué pasa en el negocio? Para mí, el empresario es un producto de sus valores de educación, sociales, momentos cruciales de vida y, por supuesto, la buena fortuna de estar en el lugar correcto en el momento adecuado. Después de todo, ¿no es así en la universidad de la vida que se desarrolla nuestra actitud frente a la toma de riesgos, nuestro deseo de emular a otros empresarios, a ruina momentos de pérdida, o aprovechar los destellos de inspiración, o simplemente la necesidad de encontrar una manera de pagar las cuentas al final de cada mes?
A pesar de la dislexia como elemento diferenciador que mostraría algún elemento biológico pues es una condición compartida por muchos empresarios exitosos-como Steve Jobs, Walt Disney, Charles Schwab y Ingvar Kamprad de Ikea, es cada vez más corriente pensar que la educación es la clave. Incluso si nacemos con ciertos talentos es imprescindible educarlos para explotarlos adecuadamente. Esto da una oportunidad sin precedentes para las escuelas de negocios para ayudar a desarrollar la próxima generación de creadores tanto de la riqueza y de la justicia social.
Dado que es difícil encontrar una escuela de negocios que no pretenda enseñar el espíritu empresarial en estos días, ¿podrían realmente ser los catalizadores para crear la próxima generación de Zuckerbergs, Bransons, o pioneros como Muhammad Yunus? Echemos un vistazo a la India, por ejemplo. En los últimos 20 años ha habido una proliferación de la educación empresarial en el país, hasta el punto que ahora tiene una de las mayores poblaciones de MBAs en el mundo. Y al mismo tiempo, el prestigio de las carreras tradicionales en el derecho, la medicina y la administración pública parece estar disminuyendo. Los empresarios indios son ahora las nuevas estrellas de Bollywood. ¿Podrían las dos tendencias, posiblemente, estar conectadas?
En definitiva, el artículo habla de talento, genética y poco de situación y coyuntura. Creo que hay que tener en cuenta que hay momentos que provocan la proliferación de emprendedores, estos tiempos pueden ser evidentemente uno de ellos. Sin embargo un consejo: ni caso a los hipotéticos planes para apoyar a emprendedores y simulacros parecidos, no existen, son más de lo mismo, discursos vacíos para fanboys de partido que no han montado una empresa en su vida, y lo peor, no tienen intención de cambiar.
Dreamers
Reclamo el derecho a ser un soñador, a creer que todo es posible. Es demasiado sencillo asumir la derrota y hacerlo sin mover un dedo. Yo no lo voy a hacer y por eso la esencia de este blog sigue siendo analizar la realidad (cada uno habla de la que puede ver), oportunidades de negocio, descripción de proyectos y recopilación de estímulos para afrontar la vida con un sentido emprendedor. Eso es lo que se puede leer aquí, no mucho más. Lo de ser emprendedor en serie es una manera de ver la vida, ni buena ni mala, una manera. Es clave hacerlo desde blogs que llevamos un lustro “acertando“ con la diagnosis, en teoría tenemos algo que opinar sobre el tratamiento. En mi caso, por mi experiencia, sólo veo las opciones que se encuentran dentro de la emprendeduría digital, de la internacionalización y de la mejora de procesos estratégicos.
Ahora bien, no cejaré en criticar el discurso ofialisto al respecto de los temas que tratamos aquí. Resulta que en ocasiones se acusa al sistema de no proporcionar a los emprendedores las herramientas precisas para poder activar sus negocios. Es por ello que a veces no vemos más que ese problema, el de la falta de presupuesto. La falta de dinero no es un problema, o no debería de serlo en si mismo. Durante una tarde en la que participé en un Foro promovido por la Fundación Príncipe de Asturias, una serie de emprendedores, de edad insultante y con proyectos en marcha que eran la envidia de miles de empresarios que les doblaban en años, aseguraron que el dinero no importaba.
En gran medida pienso que tenían razón. En una era en el que el Business Plan debería de enterrarse en un baúl y bajo cuerda, en el que las empresas pueden nacer, crecer y morir en cinco o seis años y no pasa nada pues un modelo de negocio puede ser intensivo en un período e inservible en otro, en una sociedad donde los negocios pueden ser sin ingresos, donde la economía de la atención o relacional es la que más crece y donde los derechos de autor deben alejarse al máximo de los condicionantes de las sociedades generales de autores que dicen defender sus intereses, en una época así es preciso entender que “todo ha cambiado” como decía mi amigo Enrique Dans. Yo uso los BP para analizar “de que va la empresa“, no “cuanto piensa ganar“. Ha cambiado tanto que cuando un tipo de apenas 20 años como Pau Garcia-Milà, cofundador de EyeOS explicó que empezaron sin dinero, vendiendo sus ideas Web a la gente de su pueblo hasta que consiguieron 3.000 euros para registrar la empresa se te caen (los prejuicios) al suelo.
El bueno de Pau, alguien con quien he compartido radio, eventos, incluso espacio televisivo y al que tuve el placer de invitar como ponente en uno de los eventos anuales que organizaba, es un caso especial pero no único. Decía que “no sabían la diferencia entre sociedad limitada o sociedad anónima, pero creíamos en nuestro proyecto”. Es una simple anécdota que posiciona la importancia de la voluntad y de la idea por encima de los temas puramente técnicos, la iniciativa por encima de los inconvenientes. La ilusión del emprendedor siempre ocupa más espacio que sus miedos. Pau, cuando hablas con él de estos temas, admite un momento clave en su andadura. En primer lugar, a EyeOS les salió un competidor importante norteamericano y un día “merendando unas magdalenas” tuvieron que decidir si continuar con la empresa o no y finalmente se arriesgaron, lo que les salió bien, comentó, porque con el tiempo vieron que su proyecto tenía ventajas que el otro no ofrecía.
Otro tipo brillante es Javier Fernández-Han, el creador de una tecnología disponible para reciclaje de residuos, creación de biomasa y cultivo de alimentos para países en desarrollo. El chico que suele mostrar en los eventos que participa los primeros inventos que hizo en su vida con material reciclado, tenía apenas 16 años cuando se puso en marcha. Su frase favorita: “tenemos que crear inventores que solucionen los problemas del mundo. ¡emprendamos!”. Es tan simple que dinamiza la mente de cualquiera. La falta de financiación es un escollo muy difícil de saltar pero no puede ser el fundamental, por lo menos, no para arrancar. La falta de crédito y de apoyos económicos ahora están a la orden del día, además, eso sólo puede que empeorar con el tiempo, por lo que si ponemos como elemento clave este problema no lograremos dar el giro en base a la acción privada, emprendedora y social que se precisa.
Está claro que a quien más está castigando esa sequía crediticia es a los que necesitan capital para arrancar un negocio. Ahora bien, se ha analizado en los últimos años el comportamiento del emprendedor en sus primeros cinco años de desarrollo y hay algo que está marcando claramente el tema. Si bien los emprendedores gastan el 90% de su esfuerzo en la fase inicial buscando financiación y arrancando el modelo, a partir de que eso se logra, gastan apenas un 10% en la gestión de los recursos adquiridos. Es decir, lo importante es equilibrar ese aspecto. Modificar en gran medida el hecho de que una vez arrancado el proyecto siga teniendo una atención de recursos destacable. Durante mucho tiempo pensé que observar la realidad, analizarla y describir un pronóstico, aunque fuera desastroso, era el papel que debía jugar un analista. Como emprendedor me sirvió para poner en práctica resortes y acciones defensivas para no caer en trampas que la historia económica reciente nos deparaba. Sin embargo eso no era acertado. Si uno quiere cambiar el guión de su propia vida, de trascender en la medida que se pueda y procurar construir, es necesario incorporar algo del virus existencial del optimista patológico que acompaña a muchos ilusos. En realidad lo ideal es un punto intermedio entre el optimista agresivo y el pesimista reactivo. Existe un método que mezcla los dos grupos. Para mi gusto, lo mejor es observar con criterio, analíticamente, atender a la realidad con, incluso, pesimismo, pero no dejarse atenazar por ello. Eso diferencia al optimista simplón del pesimista constructivo.
Es la Nueva Economía, idiota.
Empieza un nuevo curso, una nueva oportunidad para el cambio. En mi caso he decidido intentar ser algo más idiota, si eso es posible. A pesar de que hay que ser un iluso para no ver que el monstruo no ha desistido, que no se alejó dejando a su presa tranquila, que lo peor no ha pasado y que las heridas que hemos sufrido en la defensa de su primera agresión no tendrán tiempo de cicatrizar, he tomado la decisión de no darle importancia. A pesar de todo ello, me niego a hacer una lista de todo lo malo que se cierne sobre nuestras existencias de color rosa. Y me niego porque tras pasear por algún paseo marítimo de este país, uno comprueba que el que se preocupa es porque quiere. Los grandes datos, las cifras macroeconómicas en rojo sangre no son nada comparadas con una buena mariscada a crédito o una fiesta VIP de tres días financiada en doce cómodas cuotas. La verdad es que siendo idiota se vive mejor. Que lo malo llegará es evidente, pero mientras no llegué que me quiten lo bailao.
Voy a dejarme de preocupar de que el 86,75% del ahorro del Fondo de Reserva de la Seguridad Social esté invertida en papeles de Deuda Española. ¿Por qué voy a preocuparme? Digamos que eso es motivo de tranquilidad, quiere decir que el gobierno se fía de su capacidad para gestionarla. No vayan a ser mal pensados, agoreros o catastrofistas creyendo que es muy arriesgado que uno se juegue todas sus opciones en la misma tirada. Al fin y al cabo, ¿cuántas familias no han calzado sobre su hipoteca avalada por su vivienda, otro crédito al consumo sujetado por el contrapeso de la primera de las deudas? Que tire la primera piedra quien no haya hecho lo mismo que el gobierno. Si a la mayoría le ha ido bien, si son legión los requetehipotecados que siguen disfrutando de vacaciones de lujo riéndose como la cigarra, ¿porque no le va a ir igual al todopoderoso Estado?
Voy a dejar de preocuparme por los Ayuntamientos de este país, por si van a entrar en quiebra a puñados. Alguien lo pagará, ya veréis. No me preocuparé viendo que el consumo minorista cae, pues ya bajarán los precios y todo volverá a su cauce y esos que decían que “la deflación era algo muy malo” tendrán que comerse sus propias palabras con sobrasada mallorquina. No voy a preocuparme más por el paro. Seguramente la mayoría de los que están en paro encontrarán trabajo tarde o temprano. Además, hay un montón de ayudas para que eso no sea un trauma. Por ejemplo, la prórroga de los 400 euros es un acto de responsabilidad política que tranquiliza una barbaridad. Además, la nueva reforma laboral aventura que los parados son una especie que se extinguirá en breve. Ya lo veréis.
Preocuparse por la crisis sistémica es de tonto a las tres. ¿Desde cuando una crisis de tipo sistémico puede afectar a España? ¿No recuerdan cuando Zapatero (amigo íntimo e inseparable del otro gran enviado desde un Universo paralelo, un tal Barack) decía que eso que llamaban crisis en medio planeta aquí no dejaba de ser una “desaceleración” controlada? Pues eso, ahora tampoco va a ser para tanto. El mundo se arreglará y España no va a ser menos. Total, que cierren 1000 microempresas y PYMES al día desde principios de año es un saneamiento gradual de nuestro sistema económico. ¿Qué mejor?
Les aseguro que no pienso preocuparme por cosas sin importancia. Ahora lo que me va a ocupar es un esfuerzo integral en idiotizarme al máximo. Dejaré de leer el crecimiento negativo del PIB interanual contando desde hace un par o tres de años y lo empezaré a comparar con el inmediatamente anterior, así me engañaré profesionalmente y me parecerá que ya salimos de la recesión técnica. No volveré a pensar en crisis (última vez que pronuncio esta palabra que creo están pensando borrar de la Wikipedia) ni en que, ahora con la guerra sucia al déficit público, los ministerios van a generar una sequía inversora que seguramente provocará lo contrario a lo que esperan. Pensar que reducir inversión pública y aumentar impuestos va a generar que el déficit no decrezca sino todo lo contrario, es una indecente apuesta por ensuciar la democracia. Como yo soy demócrata no pienso llevarle la contraria al gobierno, ni a doña Elena, válgame Dios.
Aunque si me permiten un motivo más íntimo, más real y menos irónico, les diré que para poder enfrentarme al día a día como emprendedor o como gestor de empresas lo mejor es apartarse un poco de ese panorama. Dicen que emprender en este país es difícil, que es cosa de locos, pero también es obligatorio alejarse de la realidad durante ese proceso. Si bien se debe atender a las dificultades, los sueños deben buscarse independientemente de la mierda que tengamos alrededor. No obstante una cosa es obviar la realidad y pelearse con el escenario que nos ha tocado vivir y otra es negarla.
Acepto que ya no es necesario seguir anunciando el final del mundo. Ya no son cinco o seis los que cada día enumeran el sinfín de pruebas y elementos que así lo hacen ver. No parece necesario seguir insistiendo en todo ello. Pero, no obstante, me niego a olvidar los nombres y caras de sus responsables. Una cosa es obviar, otra negar. Que el territorio a cruzar es un barrizal está claro, que lo embarraron unos tipos en concreto también, que hay que prepararse para una segunda recesión es algo que ya descuentan hasta los que votarán a Trinidad Vacunas Jiménez.
A cambio, propongo hablar de la otra economía, la que ha venido a llamarse Nueva Economía. Para ello deberemos hacer cada semana un doble análisis. Por un lado interpretaremos algún dato de la economía tradicional y la enfrentaremos a las opciones que tenemos desde puntos de vista más innovadores. Una Nueva Economía basada en conceptos como la Economía Digital, los negocios sin ingresos, el consumo relacional, las energías sustitutivas, los patrones financieros del futuro, los nuevos espacios de inversión, los productos mejor capacitados según que países, la gestión económica en red y en lo social, la emprendeduría colectiva, la vinculación entre universidad y empresa,
El incendio no está extinguido, sólo parece controlado. Sin embargo parece que el viento volverá a soplar y en varias direcciones reactivando las llamas. Dependiendo de en que planta o estancia estemos del edificio, y antes de que colapse, deberemos buscar la salida de emergencia más cercana. Aquí intentaré aportar alguna para los que cada día se enfrentan a la dura empresa de abrir sus negocios, montar nuevos proyectos, internacionalizar sus ideas o buscar el escaso trabajo que existe.
Tal vez todo esto sea innecesario pues, como dicen, seguramente no hay de que preocuparse. ¿Verdad?
Artículo publicado en mi columna semanal de Cotizalia