La red cumple 30 años y medio mundo sigue sin conexión.
Ayer se cumplió el 30 aniversario de aquel día en el que se establecía el concepto de la red y se mostraba como se podía poner en práctica técnicamente. El 12 de marzo de 1989 Berners-Lee propuso con un documento diseñado con un ordenador Next de Steve Jobs, crear un espacio abierto para que todo el mundo compartiera ideas y conocimientos y que, sin duda, se ha convertido en una de las herramientas de transformación social más importantes jamás creadas por cuantos elementos afecta y cambios sociales ha provocado y sigue provocando.
Ayer se cumplió el 30 aniversario de aquel día en el que se establecía el concepto de la red y se mostraba como se podía poner en práctica técnicamente. El 12 de marzo de 1989 Berners-Lee propuso con un documento diseñado con un ordenador Next de Steve Jobs, crear un espacio abierto para que todo el mundo compartiera ideas y conocimientos y que, sin duda, se ha convertido en una de las herramientas de transformación social más importantes jamás creadas por cuantos elementos afecta y cambios sociales ha provocado y sigue provocando.
No obstante es importante diferenciar otras efemérides complementarias. Realmente lo que llamamos Internet tiene unos 50 años, la red, como decía 30 y la web propiamente dicha unos cinco años menos pues la primera página fue publicada el 6 de agosto de 1991. Por aquel entonces los que tuvimos la suerte de estar por allí, por donde se hablaba de todo esto, no podíamos tener ni idea de lo que iba a suponer todo ello. Recuerdo una conversación durante la Expo de Sevilla de 1992 en la que un miembro de la organización nos preguntaba a unos jóvenes que estábamos en unos de las visitas que se organizaron, si habíamos oído hablar de algo parecido a Internet.
En aquel 1992, hace muy poco, se organizó el evento en el que todos los países del mundo mostraban sus avances, su innovación, su tecnología, y ningún pabellón del mundo tenía internet. Ninguno. Recordemos que lo que hubo en Sevilla fueron los quioscos de información multimedia de IBM llamados PINAS, unos puestos de información no asistida. A través de ‘potentes’ servidores conectados con enlaces de fibra óptica estos sistemas, diseñados por la propia IBM para la Expo, representaron una innovación tecnológica que se adelantó a lo que era inminente: la llegada de Internet. El sistema proporcionó acceso a noticias, música, vídeo, imagen, y otros tipos de información con una interface similar a las páginas web de Internet. La información no era accesible desde el exterior del recinto de la Expo.
Ahora bien, al igual que era imposible prever lo que iba a suponer todo ello, ahora tenemos dificultad para comprender los verdaderos efectos de la economía digital en las empresas y en muchos casos la opinión de éstas en cuanto a lo que significará en el futuro inmediato suele ser excesivamente simples. La economía hiperconectada es la derivada de todo aquello que empezó sin saber muy bien a donde iba.
Pues eso, 30 años después de la propuesta original de un científico del CERN para un sistema de gestión de la información, sólo la mitad del mundo está conectado. Seguramente está bien alegrarse de hasta donde ha llegado todo, pero no estaría de más analizar donde debería llegar para que su valor sea pleno y tenga sentido.
La web se ha convertido en una plaza pública, una biblioteca, un consultorio médico, una tienda, una escuela, un estudio de diseño, una oficina, un cine, un banco y mucho más. Por supuesto, con cada nueva característica, cada nuevo sitio web, la división entre los que están conectados y los que no aumentan, por lo que es indispensable hacer que la web esté disponible para todos.
Los gobiernos deben traducir las leyes y regulaciones para la era digital. Deben garantizar que los mercados sigan siendo competitivos, innovadores y abiertos. Tienen la responsabilidad de proteger los derechos y libertades de las personas que usan Internet. Necesitamos defensores de la web abierta dentro de la función pública y también en el ámbito político. Que conozcan y entiendan la profundidad de lo que puede significar el uso del blockchain y sus beneficios sociales.
Las empresas deben hacer más para garantizar que la búsqueda de beneficios no sea a costa de los derechos humanos, la democracia, los hechos científicos o la seguridad pública. Las plataformas y los productos deben diseñarse teniendo en cuenta la privacidad, la diversidad y la seguridad. La clave de la Internet inmediata serán los datos y como la inteligencia artificial los maneja.
Lo dijo recientemente su creador. La red, hoy en día, está en la mitad del mundo. Unas 3500 millones de personas tiene acceso a la red. Es urgente garantizar que la otra mitad siga sin conexión y que todos contribuyan a una web que impulse la igualdad y las oportunidades para todos. Estamos ante una de las amenazas al equilibrio más grande que jamás hemos vivido y tiene que ver con el movimiento de millones de personas por el mundo buscando uno modo de vida determinado, en la mayoría de los casos buscando sobrevivir. La red no da de comer, pero ayuda a que se genere el conocimiento para que eso pueda pasar antes.
La web es para todos y colectivamente tenemos el poder de cambiarla. Estamos en la última etapa de la Cuarta Revolución Industrial en medio mundo, pero queda otro anclado en alguna revolución anterior. Internet, lo digital, fue la clave de está transformación digital que vive nuestro entorno pero no lo ha sido para todos, no lo está siendo. Usemos la red, todos, desde la perspectiva de que fue un regalo, un regalo a la humanidad que podía cambiarlo todo y a bien. Exijamos el uso correcto y razonable a todo tipo de organizaciones e instituciones. El blockchain, la inteligencia artificial, el big data, la privacidad, el conocimiento, la desigualdad y el desafío del acceso universal serán las claves para que la red cumpla más años y los cumpla con salud.
Lo que puede afectarnos se está creando en algún garaje y lo que afectará a nuestros hijos no lo sabe nadie.
Ahora son las Universidades de Oxford y Yale. Ambas han publicado un estudio que asegura que ya podemos ir buscando que hacer con el tiempo libre porque solo tendremos eso, tiempo y libre. Lo diferencial de este informe con respecto a otros es que en este caso se sustenta en el consenso de 352 investigadores que trabajan a diario con Inteligencia Artificial. Según ellos, en 2027 no vas a ver camiones conducidos por humanos, ni a ningún tipo de cirujano en 2053. Aseguran que en 50 años desaparecerán las ocupaciones vinculadas al beneficio económico ejercidas por personas. Y se quedan tan tranquilos. Se apoyan en la alarma que la propia Casa Blanca emitió hace algún tiempo. De análisis sobre la 'robocalipsis' hay por todas partes.
Ahora son las Universidades de Oxford y Yale. Ambas han publicado un estudio que asegura que ya podemos ir buscando que hacer con el tiempo libre porque solo tendremos eso, tiempo y libre. Lo diferencial de este informe con respecto a otros es que en este caso se sustenta en el consenso de 352 investigadores que trabajan a diario con Inteligencia Artificial. Según ellos, en 2027 no vas a ver camiones conducidos por humanos, ni a ningún tipo de cirujano en 2053. Aseguran que en 50 años desaparecerán las ocupaciones vinculadas al beneficio económico ejercidas por personas. Y se quedan tan tranquilos. Se apoyan en la alarma que la propia Casa Blanca emitió hace algún tiempo. De análisis sobre la 'robocalipsis' hay por todas partes.
La diferencia con otros estudios está en que en este caso, la directora del trabajo Katja Grace, asegura que la sustitución ya no será únicamente relevante en empleos mecánicos y repetitivos sino que se tratará de todo tipo de ocupaciones. De hecho llega a la conclusión de que se va a sustituir todo, todito, todo. Considera que la traducción lingüística artificial superará el rendimiento humano en 2024 y el software robótico escribirá ensayos al nivel de cualquier estudiante de secundaria en 2026. No se detiene ahí. Que los robots compondrán hits musicales en 2027 o que en 2047 el New York Times lo escribirá un software por completo. Dice que las tareas más complejas y creativas, como escribir libros y realizar matemáticas de alto nivel serán sustituidas por máquinas como máximo en 2051. De hecho asegura que a partir del 2060 y con el 2136 como hito final, ¡ole! no quedará nada que hagamos los humanos. ¿2136? Eso si que es previsión. Me recuerda a los que aseguran que será opcional a partir de 2050. Es un buen negocio. Lanzas previsiones a medio siglo vista y, a menos que se cumpla eso de la inmortalidad, no vas a estar vivo para que te dejen en evidencia.
Lo complicado es deducir a 3 o 4 años vista. Ahí está la dificultad y la hemeroteca (ahora llamada Internet). Se cumplieron predicciones recientes sobre la IoT, los wearables o la impresión 3D, pero no se cumplieron jamás otras como la que hizo Steve Jobs que decía que 'nadie se compraría un teléfono grande', la de Kenneth Olson, fundador de Digital Equipment que decía que 'no había razones para que alguien quiera tener una computadora en su hogar' o la de Robert Metcalfe, fundador de 3Com que aseguraba que 'Internet pronto estallará en una Supernova y en 1996 se colapsará catastróficamente'.
Dejando de lado que cualquier cálculo sobre el futuro a medio siglo vista es cuanto menos de aurora boreal, también es cierto que los cambios se van a producir sí o sí. El problema es que publicar según que cosas desacredita a todos en general, a los que se les va la olla y a los que intentamos aterrizar tanto avance a la realidad aceptable. La aceleración real de esa mutación social y económica está por ver. Las cosas están cambiando y rápido. No obstante, cómo y donde se producirán esos avances es la clave. En apenas 15 años hemos vivido más innovación que en los 150 anteriores y en ese siglo y medio más que en 150.000 años. Dicho así parecería que en tres lustros hemos avanzado más que desde que el Neanderthal se pateara el sur de Europa en busca de cuevas donde cobijarse. Aún eso, sin embargo, aún quedan zonas en este mundo que parecen ancladas en el neolítico. En lo tecnológico, en lo político y en lo social.
Por eso, lo que más me preocupa no es si va a suceder o no. Sucederá. Seguramente no se va a parecer en nada a lo que dicen la mayoría de esos estudios, pero sucederán cosas que ahora no podemos ni imaginar. No podemos saber que avance tecnológico va a desencadenar la próxima cadena de innovaciones a medio plazo. Sabemos que va a ser relevante en cinco años, no mucho más. En 1992, durante la Expo de Sevilla, ningún pabellón llevaba entre sus avances nada parecido a Internet. Uno de los más vistosos estaba en el pabellón de Rank Xerox que presentaba un revolucionario artefacto que hacía fotocopias en color. En 1992 faltaban tres años para que medio planeta iniciara la conquista digital e incorporara la red a su vida cotidiana y lo único que pudimos probar fue una especie de Intranet a la que podías acceder desde diversos puntos colocados por todo el recinto de La Cartuja y consultar la prensa y datos a una velocidad 'espeluznante'. La previsión más cercana a como sería nuestro mundo la había hecho Julio Verne asegurando que el mundo estaría conectado de algún modo a mediados del siglo XX. Arthur C. Clarke también se acercó al explicarnos a finales de los sesenta que las computadoras del mundo acabarían conectadas y que de ahí surgiría una nueva manera de entender la vida, el empleo y la sociedad en sí misma.
En 2003 le explicabas a alguien que iba a significar Facebook y se hubiera reído intensamente. En 2005 pocos medios de comunicación entendieron la que se les venía encima. En 2009 hablabas con los taxistas y ni las veían venir. Ahora es difícil saber donde está la próxima disrupción ni que tecnología la va a provocar. Lo interesante, en todo caso, para una empresa que no quiere vivir una situación como esa es la de incorporar a su modelo de gestión escenarios de innovación, estudio y análisis sobre que es lo que pasa en su mundo. En eso trabajo, eso es lo que hago y a muchas empresas les está suponiendo un acierto importante de cara a definir nuevos modelos de negocio y, por supuesto, afrontar un futuro que por mucho que nos lo encuadernen en Oxford, es difícil de prever a tantos años vista. Tal vez, lo mejor, es ir revisando el presente y sus derivadas para afrontar con garantías los próximos cinco o seis años, sea pensar que lo que puede afectarnos ya se está creando en algún garaje y lo que afectará a nuestros nietos no lo sabe nadie. Una cosa es deducir y otra predecir. El negocio de lanzar predicciones que difícilmente se podrán comprobar es una deducción.