Economía, Industria 4.0, Sociedad Marc Vidal Economía, Industria 4.0, Sociedad Marc Vidal

Cuándo todo cambia, el que cambia casi siempre gana y el que no cambia, siempre pierde.

Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’

Los humanos tenemos una vieja costumbre de convertir los productos de utilidad en productos decorativos, por lo que tal vez sea inevitable que las máscaras faciales se conviertan en accesorios de moda después de esta pandemia ¿Quién sabe? Es más, donde hay moda, también existe el potencial para el lujo. Dentro del mercado de las máscaras, ha surgido un pequeño segmento de alta gama en forma de máscaras de diseñadores caros y estilos codiciados que se comercializan con una prima en los sitios de reventa. Es factible reinventarse, ese es el discurso que viene. Esa va a ser la cantinela oficial, el estribillo de ‘todos podemos’, ‘reinventa tu negocio’ o, peor aún, ‘la oportunidad que ofrece esta crisis’

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Todo es cierto, es real que una crisis, por enorme que sea, puede convertirse en un punto de inflexión y se puede aprovechar su intensidad para tomar un impulso distinto y hacia otra dirección. Una dirección mejor. Pero para que eso suceda hay que hacer algo, algo que va más allá de la capacidad de las personas, de las empresas, de los proyectos. Es imprescindible que se planteen políticas activas que permitan esa reactivación, reinvención e innovación. Penalizando la tecnología o presionando sobre la recuperación del empleo de menor valor añadido, peor pagado y dependiente de los ciclos positivos no se logra. Seguir conjugando el verbo ‘reconstruir’ no vamos a mejorar nada, no vamos a aprovechar esta oportunidad histórica y la vamos a convertir en una nueva y más profunda recesión. Lo peor es que, a los países que no interpreten este momento adecuadamente, la historia los juzgará obligándolos a descender de categoría. 

El verbo no es ‘reconstruir’, el que debemos conjugar es el de ‘reiniciar’. El sistema operativo no podemos cambiarlo, como mucho actualizarlo. El software sigue siendo el mismo, pero en nuestro computador existen cadenas rotas, archivos que ralentizan nuestro sistema y, múltiples fotografías repetidas. Si lo reiniciamos es factible construir algo nuevo y no rehacer lo que ya no iba bien o no iba a ser competitivo en el futuro. No hacerlo es como si tuviéramos una copia de seguridad, un backup de lo que funcionaba, para volver a instalarlo sobre las cenizas de esta gigantesca crisis.

Y es muy sencillo entender lo que viene. De hecho tenemos la hoja de ruta redactada. Se trata de lo que iba a pasar en cinco años, en diez, que ahora pasará en cinco meses, en un año. La robotización de todo se ha iniciado a una velocidad que pocos detectan. La automatización de casi todo acelera. Mientras tanto unos siguen pensando que hay que recuperar el empleo en suspensión a medio plazo, otros están definiendo el futuro de un modo muy distinto. Los países que han estructurado un escudo social dependiente de ERTEs (Expedientes de regulación de empleo temporal) o por el Ingreso Mínimo Vital, no están pensando en una economía futura más tecnológica, más eficiente y competitiva. El motivo es claro y respetable: primero demos empleo, que la gente pueda vivir, luego ya veremos. 

El problema radica en lo que supone hibernar el empleo, intervenir el mercado laboral con un artilugio administrativo como los ERTEs, que estaba pensado para utilizarse durante 15 días, perpetuado en el tiempo. Manteniendo este recurso la herida no hace más que crecer. No se está presionando al tejido productivo y empresarial para que se adapte a la economía del futuro inmediato, una economía de escaso contacto, más estrecha. Los patrones de demanda de los ciudadanos van a cambiar y el tejido de producción económico deben cambiar también, no hay otra. De ahí que mantener esta intervención tan radical de la economía en muchos países lo único que hace es, desde lo público un desgaste de deuda brutal, y desde lo privado, un retraso evidente de actualización de negocios. Ambos efectos son muy tóxicos y de no retorno.

Las empresas deben asumir que van a vender menos. Sin embargo, vendiendo menos se puede ganar más, pero para ello hay que ponerse ya en marcha. Hay que detectar las oportunidades, identificar los procesos y acelerar la transformación digital. No la de Zoom y Whatsapp, hablo de la transformación digital de verdad. Los negocios de hace unos meses que eran exitosos, hoy pueden ser obsoletos, irrealizables e invendibles. Mantener este tránsito anestesiado por la ‘crisis’ lo rompe todo. Si la economía no se adapta a lo que viene, si las empresas no tienen presión para hacerlo y los trabajadores no sienten la urgente necesidad de entender un nuevo mercado, esto se va a convertir en el mayor lodazal que hayamos visto cuantos estamos vivos. 

Un ejemplo entendible. Si esta crisis se estuviera produciendo en otro momento y por otro motivo, habría un tipo de fabricante y de un producto determinado que estaría frotándose las manos. Históricamente, cuando se avecina una crisis económica se disparan las ventas de pintalabios de color rojo. Hay múltiples teorías al respecto, pero parece ser que tiene mucho que ver con una instintiva reacción de contención del gasto. Parece ser que en el caso de las usuarias de este tipo de complemento, en momentos de recesión, deciden suprimir de sus compras productos más caros como zapatos o ropa y lo sustituyen por algo más accesible que responda al mismo motivo estético. Un pintalabios no sustituye a unas botas, pero si funcionan con un objetivo similar. El color rojo, además, según algunos fabricantes responde a su versatibilidad y precio como la mejor opción.  Pero esta vez no va a ser así. Resulta que ese producto recurso en épocas de crisis, no puede ser el sustitutivo de nada en tiempos en los que su efecto queda bajo una mascarilla de seguridad sanitaria. De ahí que las ventas de pintalabios se ha desplomado en todo el mundo. Los gigantes de la cosmética se han visto sorprendidos por una recomendación u orden, según el caso y país, de llevar mascarilla. 

Por eso, en países con el mercado laboral intervenido, a los fabricantes de pintalabios no se les ejerce presión sobre su modelo laboral, productivo y organizativo. Nadie puede garantizar que el mercado volverá a ser el mismo en el futuro. Esperar a que eso suceda no ayuda. Esperar nunca ayuda. El cloroformo es muy tóxico en economía. Es preciso que la presión laboral se produzca sobre las empresas y la presión empresarial sobre las administraciones. En Dinamarca las ayudas no fueron destinadas a los trabajadores, fueron a las empresas que tuvieron que diferirlas a cubrir los sueldos de los trabajadores en empresas que sufrían la parada de la economía. El resultado es una urgencia por poner en marcha la innovación y los modelos de producción tecnológica. Donde no hay presión no hay innovación.

Para terminar. El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente. 

La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’. Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata.

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Salarios, gastos y devaluaciones

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Mantengo la idea de que no estamos en crisis. Defiendo que lo que vivimos es un estado de transformación irrenunciable y traumático que nos llevará a un nuevo sistema económico y social que lo va a cambiar todo. Sin embargo incorporo el concepto que en ese proceso unos lo están haciendo más llevadero y otros más insoportable. El caso de España es el segundo y el de las obligaciones “contractuales” que tenemos con Europa lo empeoran incluso más.

La petición de bajada de salarios que nos llegó desde la Comisión Europea y que Krugman ya proponía hace un tiempo es un tema recurrente debido a la necesidad de alcanzar una mayor competitividad de la economía española. Sin competitividad no alcanzaremos a una velocidad razonable el destino fijado en ese cambio radical que sufrimos. Las cadenas de valor, la transformación del reparto del trabajo y la tecnología que modifica la transmisión del conocimiento están generando nuevos negocios, nuevas maneras de relacionarnos y distintas claves para generar riqueza. En ese campo de esperanza algunos no hacen más que hundirse y el barro ya llega a las orejas.

Es cierto que para ser más competitivos debemos ser más baratos. Eso es una máxima que desgraciadamente en estos tiempos es verdad absoluta. Sin embargo a esa realidad se le asocia la necesidad de la reducción de salarios para lograrlo.

España perdió competitividad durante la burbuja inmobiliaria, sobretodo con respecto a los países de la eurozona, aquellos que al tener la misma moneda impiden devaluarla. Cuando un momento económico concreto afecta a la competitividad de manera crónica y creciente sólo se pueden hacer dos cosas para luchar contra ello: devaluando la moneda o reduciendo los costes económicos en la productividad.

Debido a la crisis de 1976 se devaluó la peseta tres veces. Fue en 1976, al año siguiente y en 1982. Más tarde, en la crisis de los noventa se volvió a desinflar la moneda hispánica en tres ocasiones. La devaluación total fue de un 18% en un solo año. Hoy en día eso es inviable por que el Euro no es nuestro. Por lo tanto la única manera de mejorar la competitividad de nuestra economía es reduciendo los costes de la misma, lo que se define como “devaluación interna”.

Muchos de los que vendemos a todo el mundo ya hace tiempo que aplicamos “devaluaciones internas”. Los ajustes que estamos llevando a cabo giran en torno a muchos factores y, curiosamente, la mayoría no son salariales.

Debemos tener en cuenta que la economía española tiene un buen sector exterior. Precisamente el que más rápido ha aceptado los cambios y antes ha asumido la realidad. El ajuste de salarios puede ser en gran medida lo que está permitiendo ese crecimiento, pero sobretodo son los factores asociados a la producción lo que lo está permitiendo. Desde 2009 se ha registrado un ritmo de crecimiento de la exportación que ni siquiera Reino Unido, Francia o Italia han logrado igualar. En el primer trimestre de 2013 el crecimiento del 4,3% se enfrenta al coeficiente negativo de países como Alemania por ejemplo.

¿Estamos saliendo de la crisis? No. No hay ninguna crisis de la que salir, pero esos datos son sencillamente la evidencia de por donde van los tiros. Al no haber nada que recuperar, al no tener que retomar modelos económicos pasados, la oportunidad de cambio real está ante nuestros ojos. Los que lo han entendido antes y se basan ya en modelos de la nueva socioeconomía digitalizada, horizontal, flexible, líquida y distribuida están obteniendo los primeros datos favorables. Un distribuidor de embutidos que hasta ahora lo hacía de manera local y con márgenes tradicionales, ahora utiliza modelos dropshipping y en una economía de escala logra, desde su pueblo, vender a todo el mundo manteniendo márgenes reducidos y procesos ajustados. Hay miles de ejemplos que toco todos los días.

¿Tienen algo que ver los que dirigen? No. Básicamente están impidiendo que eso suceda a tiempo y en el momento justo. Esperan que las cosas mejoren por ciencia infusa y poder apuntarse el tanto. La no disposición de crédito desde la banca, la hipoteca monstruosa del Estado que sigue aumentando, el robo organizado que se lleva a cabo en bancos malos o derivados, la inexistencia de una hoja de ruta para estimular la nueva economía y la incapacidad para controlar el gasto público, sencillamente demuestran que ellos van a lo suyo y lo suyo va con ellos.

Miremos los datos que nos demuestran la automatización de la economía moderna. Las exportaciones en España aumentó en 2012 casi un 12% y en lo que llevamos de año más de un 8%. Digamos que esa competitividad exterior se debe a una más que evidente devaluación interna que de manera sectorial se está llevando a cabo sin orden ni dirección gubernamental.

Reducir salarios no es la solución. Ni tan siquiera se acerca. La devaluación interior si que lo es. Para lograrla hay muchas más opciones. Solo hay que tener voluntad. Si hay algo roto desde hace años en España es el consumo. Reducir los salarios no haría más que liquidar definitivamente el débil proceso comercial que aun sobrevive.

Si de verdad se quiere trabajar por la competitividad y para lograrla debemos rebajar los costes de producción vayamos a los que de verdad están causando agujeros contables. Sin entrar en demagogia o meriendas diversas como la corrupción y la monstruosa herida financiera que vive la economía española si se pueden localizar bolsas de gasto excesivos.

La receta para reducir costes de producción y mejorar la competitividad de manera que la “devaluación interna” se produjera pasa por adecuar a la media europea los precios de comunicaciones, transportes, carburantes, Internet, energía, formación, investigación y tributarios incluso. Cierto que los costes de producción y las tasas no tienen nada que ver pero seguro que se me comprende cuando digo que aumentar el espacio de inversión ayuda a derivarlo a los precios finales y a la competitividad.

Curiosamente los países más debilitados por la “crisis” económica y con la mayor caída de ingresos públicos al no haber actividad económica han incrementado los impuestos. España lo ha hecho muy eficientemente. Eso si. Pero empiezan a haber algunas propuestas que deberían poner en alerta a esos de la VISA oro y el coche oficial. Por ejemplo, Portugal busca ahora una salida en la dirección contraria, y el Gobierno portugués ha decidido rebajar, aunque de forma gradual, el impuesto de sociedades. Será a partir de 2014, la tasa del 25% pasará al 19%.

No se puede pretender bajar salarios para mejorar la competencia si eso no se acompaña de una reflexión global.

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Flash Crash

En algunas conferencias hablo de la escasez de tiempo para razonar, de la voluntad ordenada y sofisticada de los que dirigen el planeta para que estemos bajo la sensación de que todo está bajo control y que, si se escapara, ellos tienen el elemento que lo solucionaría. Obviamente es una ilusión que tiene mucho que ver con los modelos de gestión modernos de la información, de la viralidad y de los aspectos más automáticos de la toma de decisiones. Hoy Luis Benguerel nos habla del High Frequency Market y de sus curiosidades. Vale la pena leerlo pues proviene de alguien que “pelea” a diario con este modelo de trade altamente tecnificado. Cuando yo me retiré del trading y de los mercados como broker delegado este sistema de gestión del trading no existía, o por lo menos era absolutamente insignificante su importancia. Ahora es todo lo contrario. Os invito a disfrutar del maestro.

Hoy hablaremos de la maquinas de alta frecuencia que actúan en los mercados. Muchas veces cuando hablamos de los mercados pensamos que detrás de ellos está una persona malvada (hedge fund) actuando sobre ellos.  Se desconoce la realidad. No siempre es así. Actualmente en el mercado actúa software creado por ejércitos de matemáticos que estructuran sistemas  que compiten entre si a tal velocidad que son imposibles de detectar por el ojo humano. En milésimas de segundo se suceden millones de operaciones en el planeta organizadas por estos programas de aritmética informática.

Es bueno tener presente que estos programas se crean para todos los mercados, tanto de renta variable, futuros, divisas o renta fija. Su objetivo es entrar y salir muy rápido del mercado para ir a ganar muy poco, valores insignificantes en su unidad pero valiosos en el conjunto. Cuando logran mucho volumen aportan grandes ganancias a fin de mes. Cuando estás comprando o vendiendo algún valor menos liquido que los grandes, puedes ver como actúan esta maquinas y es alucinante. Por ejemplo, si introducimos la orden en la primera posición, en un abrir y cerrar de ojos un grupo de entre 6 y 8 maquinas se ponen al mismo precio que nosotros o por delante nuestro. El funcionamiento de los programas es muy complejo y no entraremos a analizarlos ya que por norma general son secretos y muy sofisticados, pero lo que si vamos a intentar es interpretar son las consecuencias de estos diablillos binarios.

Los creadores y defensores de los programas nos dicen que son los que dan liquidez al mercado. Hay que tener presente que se dice que a día de hoy, por ejemplo, en el caso de la renta variable en Estados Unidos (el mayor mercado del mundo) son el 70% de las operaciones que se cruzan cada día, en Europa se habla de un 40%, de ahí que en estos términos empiece el problema.

Primero y mas importante tengamos presente que el objetivo principal de los programas es seguir la tendencia y ser los primeros en estar en el mercados adelantando la acción de la competencia. Para entender que son y que son capaces de provocar, hablaremos de un caso que se hizo famoso en su día y que demostrará que no es oro todo lo que reluce. El peligro que suponen estos artilugios es muy alto.

El el 6 de mayo de 2010 alguien vendió a mercado (una orden real) una gran cantidad de futuros del índice Standard and Poors. Eso provoco en primer momento una pequeña caída del mercado entorno del 1%. Sin embargo, después, lo que sucedió fue que se activaran todos los programas en ordenes de venta. Fue entonces cuando en pocos minutos viéramos caer los índices Americanos cerca de un 10%. Tened en cuenta que un 10% en un mercado como los que hablamos es una hecatombe. Miles y miles de millones que se desvanecen y se pierden por el desagüe.

No obstante eso no fue lo peor. Vimos caer cerca de un 90% algunos de los grandes valores. Se produjeron devaluaciones de acción que pasaron de 40$ a  0,01$. Todos los traders y brokers del mundo que seguimos aquello a tiempo real nos preguntábamos que leches estaba pasando.  ¿Qué había detonado tantas ordenes de venta?,  ¿qué noticia no sabíamos o se nos escapaba? No había respuesta. Hasta pasados unos pocos minutos, justo cuando el mercado se empezó a recuperar, se nos comunicó que los sistemas habían actuado todos a la vez y en venta.

Habíamos asistido al primer Flash Crash de la historia. Después se anularon varias operaciones en valores que vimos con esas caídas tan fuertes y el mercado se relajo durante unos días. Fue entonces que salieron las voces asegurando que se tomarían medidas para que esto no sucediera nunca más. Para los que estéis pensando que esto no afecta a los que no tocan renta variable quiero comunicar que se equivocan. Los hfm lo tocan todo. Suelen ser responsable de que se coloque deuda soberana más cara de lo que seria de esperar, suele implicar que paguemos más interés en algunos casos y que los gobiernos de turno tengan que actuar de modo alcista en materias primas o alimentos. Al final nos afecta a nuestros bolsillos.

¿Por qué no se regulan estos dispositivos? Hay mucho dinero en juego y algunos lobbys controlan bien su funcionamiento. ¿Volverá a pasar un Flash Crash? Parce ser que ya ha vuelto a pasar. Según Serenity Markets eso le pasó a Apple hace bien poco. De hecho, hace muy pocas semana lo vimos en el oro por ejemplo, lo que es ciertamente preocupante.

El mercado está estimulado por programas que no tienen sentimientos, ni analizan nada de fundamentales, ni noticias. Su único objetivo es ganar el máximo de dinero en el menor tiempo posible y, sobretodo, siendo los primeros en estar dentro del mercado en busca de la siguiente operación. Los demás tenemos que aprender a convivir con estos sistemas y ser prudentes. Lo que nos diferencia de esas maquinas está por ver si nos da ventaja. Regular el mercado es complicado, hay mucha resistencia. La todo poderosa Merkel habló de regulaciones en los mercados hace poco y la city de Londres  casi la liquida. En poco salió su primer ministro a desmentir: “El Reino Unido se desmarca del acuerdo para reforzar la Unión Europea”.

Por el momento, que se sepa, la única solución que es que los propios sistemas algún día se terminen devorando los unos con los otros. Es posible que con las perdidas que ello produzca, estos sistemas tengan que autorregularse por narices. Ya veremos, pero eso en el corto plazo parece imposible. Volveremos a tener otro Flash Crash, eso es seguro. Recemos para que, por lo menos no nos empuje más al precipicio. Solitos ya nos hemos puesto en la cornisa.

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Marc Vidal Marc Vidal

Fortalecer a la banca "in vitro"

Que el mundo del análisis económico se ha vuelto loco es una obviedad. Hemos llegado a extremos de difícil digestión. Hace algún tiempo hablé de las apuestas en mercados que se hacen a las catástrofes, pues ahora se pueden encontrar opciones de inversión sobre las especies de animales que puedan desaparecer a partir de un accidente medioambiental, un casino siniestro.
Sin embargo, lo que parece un juego de bufones es todo este ruido sobre que la banca española y europea ha superado los controles de solvencia de la semana pasada. Está claro que la prensa económica está en manos de becarios a los que le piden hacer mil funciones estos días, por lo que el análisis de la documentación al detalle es una quimera, ahora bien, que los jefes de inversión de muchos gestores patrimoniales estén aceptando como buenos esos informes es para ponerse a temblar.

No sólo con respecto a que la banca española ha jugado a maquillar sus números delante de las narices de todo el mundo. Han contabilizado los activos inmobiliarios por valores que ni el Tato se puede creer, que sólo interesa al interesado, que se han puesto de FROB hasta el culo y así cualquiera y que si por si fuera poco, se han metido la deuda soberana por donde han podido a fin de que esta no fuera perjudicial para los intereses respectivos. Pero eso lo han hecho todos en Europa.

Las pruebas de solvencia de la Unión Europea han ignorado la mayoría de las carteras de deuda soberana de los bancos pues los reguladores decidieron no someter a examen los títulos de las carteras en sus entidades prestamistas. Es decir, no se han contabilizado las grandes pérdidas y sólo se aplican a las carteras de negociación, por cuanto no se considera ninguna suposición de impago. Eso es trampa. Todo esto ya hacía un tufo horrible, pero tras la publicación es más nocivo aun. Pero ¿a quien conviene decir la verdad esta vez? A nadie. Ahora sería un drama. Es tan sencillo hacer que quede bien en “plástica contable” cualquier cuadrante, que no sé porque se le llama “prueba de solvencia”.

Por ejemplo, los creadores de crédito tienen alrededor de 90 por ciento de sus bonos gubernamentales griegos en sus carteras de banca europea y 10 por ciento en sus carteras de negociación. Eso no lo digo yo, lo dice Morgan Stanley por ejemplo.

Cuando aparecen las sombras, los afectados sólo tuvieron que hacer una reducción valorativa de bonos en su cartera de banca por si hubiera alguna duda sobre la capacidad de un Estado de pagar por completo su deuda o de hacer pagos de intereses. De manera que los bancos que manejan deuda soberana europea como los españoles se han librado de apuntar ese desfase, como se han salvado de otras rebajas. ¿Cómo se puede permitir que el valor de los activos patrimoniales de uno mismo lo valore uno mismo? Es como si para avalar un crédito que le solicitamos a un banco, el tasador de nuestro patrimonio fuéramos nosotros mismos. Yo me pido un crédito de 3 millones de euros avalado por una hipotética propiedad de 30 m2 en la periferia de Castellón por ejemplo, valorado, según mi propio criterio en unos 5 millones de euros. Además me pido un crédito al mismo banco que me ha de dar el valor de solvencia por valor de otros 3 millones. Total, tengo un Tir de los buenos, dispongo de un valor patrimonial garantizable de más de 8 millones.

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