Los Presupuestos Generales del Estado 2021 analizados en 'El Cascabel'
Me invitaron a participar en el programa 'El Cascabel' de TreceTV para analizar la situación económica en la que se encuentra España y cómo afectarán los Presupuestos aprobados por el Gobierno español aquel mismo día. Según mi opinión empezamos mal porque lo que tiene que ver con el déficit, con la deuda y con los ingresos, no se van a cumplir.
Me invitaron a participar en el programa 'El Cascabel' de TreceTV para analizar la situación económica en la que se encuentra España y cómo afectarán los Presupuestos aprobados por el Gobierno español aquel mismo día. Según mi opinión empezamos mal porque lo que tiene que ver con el déficit, con la deuda y con los ingresos, no se van a cumplir.
Los ingresos tributarios tal y como se habían reflejado en los presupuestos no van a llegar, de hecho van a bajar entre un 20 y un 30% atendiendo a la recaudación del tercer trimestre. Además, tenemos que tener en cuenta que los gastos planteados se van a incrementar porque no refleja lo que ha estado pasando los últimos 2 meses y los cierres que podrían provocarse después de Navidad en algunos ámbitos.
Opiné al respecto del incremento de la presión fiscal sobre los ciudadanos y las empresas. Lo que sabemos ya es que nos van a subir los impuestos a todos, esto de que solo suben los impuestos a los más ricos es una falacia, existe un concepto que se llama traslación fiscal que cuando se aplica, se aplica a todos los ámbitos de compra o de venta o de fijación de esos tributos.
En cuanto a otro de los temas clave, el de los sueldos públicos, opiné que otra cosa es que se suban los tipos como lo que se ha planteado en el ámbito del funcionariado o de los políticos cuando están cayendo los sueldos en el sector privado. Ahora mismo tenemos una deflación en todos los sentidos. Estos presupuestos nacen con un problema de base y es que no refleja ni el momento actual ni alguna previsión consensuada.
Con respecto a estas previsiones quise ejemplificar que en estos presupuestos no hay un reflejo de aplicación de nuevos ERTEs, no hay ni un céntimo aplicado a eso, lo que nos van a decir si lo criticamos es que los presupuestos tienen que tener un punto de flexibilidad, es un concepto que utilizan mucho algunos economistas cuando quieren decirnos que no lo tienen muy claro, que no saben ni cuanto van a ingresar ni cuánto van a gastar, y es la antítesis a lo que deberían ser los presupuestos, que deberían ser lo más fijos posibles.
Finalmente, sobre la fiscalidad de España en comparación con otros países, es falso que sea ‘baja’ como define el Gobierno. En España hay una presión fiscal muy poquito por encima de la OCDE pero habría que compararla con el esfuerzo fiscal, que es el presión fiscal aplicados a cada una de las personas que trabajan y en España eso nos da un esfuerzo fiscal mucho más alto que en otros países. El problema es que pagamos mucho pero el gasto que tenemos no se aplica adecuadamente, porque tenemos muchos parados, una economía sumergida importante y el 97% de las PYMES españolas están en perdida.
Los Presupuestos Generales del Estado de España 2020 a debate.
Estos días hay un debate en España acerca de la tributación de los diferentes territorios autonómicos por culpa de la aprobación de los PGE2020. Hay cierta presión por parte de algunos socios de investidura que el gobierno actual busque la manera de subir impuestos a Madrid, comunidad que aplica un modelo fiscal más bajo que otras.
Estos días hay un debate en España acerca de la tributación de los diferentes territorios autonómicos por culpa de la aprobación de los PGE2020. Hay cierta presión por parte de algunos socios de investidura que el gobierno actual busque la manera de subir impuestos a Madrid, comunidad que aplica un modelo fiscal más bajo que otras.
Las ideas centrales según mi opinión son que aunque digan que España tiene una baja presión fiscal habría que tener en cuenta que en realidad es superior a la media de la UE y la OCDE, pero lo que tenemos a un nivel mucho más alto es el esfuerzo fiscal. Tengamos en cuenta que la presión fiscal es la división de la recaudación tributaria entre el PIB y el esfuerzo fiscal mide el peso que representa la fiscalidad en la renta per cápita de los ciudadanos que pagan.
Hay que diferenciar entre pagar y recaudar. Pagamos mucho pero recaudamos poco. Porque en España tenemos mucho desempleo, mucha empresa pequeña (en pérdidas muchas de ellas) y una enorme economía sumergida (que aumentará durante la crisis de 2021)
Sobre el dumping fiscal, considero (viví en Irlanda 7 años y es un tema recurrente) que no se puede acusar de eso a un territorio cuando el resto de territorios tienen las mismas opciones de hacerlo. En todo caso es una opción, no un privilegio.
El peligro de unos presupuestos que van en dirección contraria.
El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.
El gobierno de Pedro Sánchez no ha tomado conciencia de que se está gestando, de manera lenta pero uniforme, una nueva crisis económica. El mantra actual consiste en repetir que viene una desaceleración y que la crisis no será tan profunda como ‘la otra’. Por desgracia, va a ser igual o peor. Igual porque no hemos modificado muchas de las cosas que produjeron la anterior. Igual porque en gran medida no se ha hecho nada para modificar los modelos de crecimiento y se recurre a estimular lo mismo de nuevo. Igual porque se vuelve a desacreditar a quienes lo advierten retrasando la toma de decisiones que la amortigüen. Igual porque no habíamos salido de aquella crisis y ya hablábamos de recuperación. Peor porque no se trata sólo de una deflación del capital. Peor porque no es sólo un asunto financiero. Peor porque no se atiende a una inminente destrucción de empleo por culpa de la automatización que no será recuperable ni sustituible en cifras netas. Y peor porque nadie parece darse cuenta de esto último. Ni los que han llegado con (de nuevo) políticas expansivas, ni los que aspiran a regresar por el aparente desconocimiento del verdadero problema.
Y es que no aprendemos. El modo que mejor conozco para interpretar la proyección económica que se avecina es a partir del análisis de los presupuestos generales que un gobierno presenta y, por derivación, de su capacidad para aplicarlo. Así ha sido siempre y en la mayoría de las ocasiones, la tipología presupuestaria cómo la que ha presentado el gobierno de Sánchez, nos ha llevado a un desastre importante si ha sido con el ciclo económico a pie cambiado. El primer intento de poner en práctica políticas expansivas en democracia fue del gobierno socialista de Felipe Gonzalez. Partía de una tasa de paro, inaceptable para un país que quería plantearse su ingreso en Europa, del 16,6%. De la promesa para crear casi un millón de empleos se pasó a la cruda realidad y que supuso la terrible cifra de paro de un 22,8%. Más tarde lo volvió a intentar Zapatero. La situación no era mala, la economía iba como un tiro y se crecía como nunca. El empleo se creaba automáticamente gracias a un modelo económico que necesitaba revisión y preparación para más que posible desaceleración. Algunos lo avisamos poco después. A principios de 2007, mucho antes de que explotara todo, se nos llamaba ‘agoreros’ a los que gritábamos que se avecinaba una explosión brutal del modelo expansivo.
La miopía o desidia sobre el análisis de una realidad económica que no aventuraba nada bueno, le sobrevino la acumulación de déficit en cuanto se quiso amortiguar el desastre inicial. Se le llamó ‘pequeña desaceleración’ y nos comimos un déficit comercial y otro, de regalo, en el sector público. El crecimiento se paró y se reprodujo algo que tiene un consenso unánime: España no crea empleo por debajo de un crecimiento del 2,3%. De ahí, a los diez años que vinieron de crisis, recesión e, incluso, depresión, todo fue un castillo de naipes. El paro superó el 25% y el que afectaba a los jóvenes alcanzó cifras tercermundistas. Las medidas, una vez se vio inevitable el hostión, fueron puramente expansivas de nuevo, gasto y más gasto poco estratégico que supuso el alejamiento a un planteamiento necesario para modernizar el modelo productivo. El uso de dinero impreso artificialmente pasa factura.
Y la catástrofe llegó. Atendiendo a los que gobernaban, lo hizo sin avisar. Y ahora tenemos otro intento expansivo. El del gobierno legítimo de Pedro Sánchez. Su voluntad, a tenor de unos presupuestos de aurora boreal, es la de estimular la economía a partir del gasto y de la protección social. Para ello, el truco consiste en incrementar la recaudación a la vez que advierte que no sube los impuestos casi a nadie. El gobierno actual ha reinventado las matemáticas. Por experiencia sabemos que las crisis económicas que ha vivido España han sido estimuladas por la coyuntura internacional y dinamizadas por la acción política local. Tras épocas de bonanza vienen otras de estancamiento y es en éstas que es imprescindible establecer modelos de gasto estratégicos que sitúen el esfuerzo anterior en un espacio de competitividad y modernidad. Ni antes ni después. Sin embargo, visto lo visto y viendo lo que veremos, una nueva oleada de millones se irán depositando en agujeros no productivos para garantizar el aplauso fácil y rápido, pero que a la vez irán envejeciendo un modelo de crecimiento cíclico cada vez menos competitivo. Al final, el resultado será el de siempre: paro y una crisis a medio plazo. Hay manera de revertirlo pero hay que saber dónde, cómo y con quién.
¿Sabías que el 40% de los trabajadores ocupados en investigación y desarrollo en nuestro país tienen contratos temporales y precarios? Nadie niega que las coberturas de una sociedad moderna como la nuestra deba de cubrir obligatoriamente a todos sus ciudadanos. Para ello las políticas sociales deben ser prioritarias, pero no es menos cierto que acentuarlas a expensas de un castigo recurrente a la fuerza productiva, tecnológica o de vanguardia, es un suicidio a medio plazo. Subir el salario mínimo es algo de pura decencia social, pero esperar que eso genere empleo es muy naif. En un país como este, dónde el principal problema que tiene, y que va a tener, es el paro, proponer medidas que compliquen la generación del mismo es una irresponsabilidad brutal. Hace muchos años describíamos esto como una especie de ‘realismo socialista’.
Los presupuestos que se están discutiendo y que se aprobarán sí o sí, son un peligro formidable. Está claro que no hay ecuación de segundo grado capaz de resolver que se llegue a una recaudación récord de 227.000 millones de euros, a la vez que no le subes los impuestos a ‘todos’ como se dice. Tampoco es demasiado creíble que un país que ha iniciado una desaceleración, tal y cómo demuestran las sucesivas revisiones a la baja del crecimiento del PIB previsto, vaya a recaudar más que nunca y eso no genere consecuencias. No sale bien nunca. Subes impuestos a sectores productivos tecnológicos y a la vez esperas que las empresas tecnológicas elijan tu país para prosperar. Ni de coña. Eso sí, mientras tanto te montas un ‘tour’ exponiendo la nueva ley para startups que así nos entretenemos todos y te olvidas de aplicar inversión al I+D de manera ordenada. Con el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado ya presentado, se puede comprobar que el gasto del Gobierno en investigación, desarrollo e innovación sigue siendo algo secundario. Ante un récord de recaudación y gasto, el I+D español solo sube un 5%, lejos todavía de los 8.200 millones de euros que se destinaron en 2009.
En la carta que le escribí a Pedro Sánchez le pedía que trabaje en el cambio del modelo productivo de este país, para que sea capaz de enfrentarse al desafío del futuro inmediato. Una carta que no quiso ser dramática, sólo proyectar un futuro de vanguardia, el que merecemos, el que se supone debe darles una sociedad con menos empleo humano y más tiempo para ser humano. Un modelo básico que otros países han empezado a tener claro y que supone abrazar la tecnología industrial para afrontar la robotización de todo. Pero nada, seguimos en el lodazal. Y es tremendamente preocupante la falta de conciencia de que todo ha cambiado y lo ha hecho muy rápido. Que aquello que unos llamaron recuperación no recuperó nada, que el hipotético viento de cola no era más que una brisa y que ahora es viento de cara. Suave todavía, pero que ganará virulencia. Volverán a llamarnos agoreros, mesías de la recesión, gurús de la tecnología como solución, lo dirán, seguro. Pero el susto será mayúsculo de nuevo, porque muchos seguirán evitando los datos que advierten del desastre diciendo que sólo son coyunturales. Que al igual que hizo el estadista Zapatero, ante la ‘desaceleración’, aumentan el gasto. Ante la crisis, optimismo tributario. Ante el colapso siempre saldrán los que dijeron que era inevitable y que nadie lo pudo ver venir. Pues eso, lo dejamos aquí escrito.