Prepárate para ser el valor añadido del empleo robótico inminente.
En días de ataques a sistemas masivos por todo el planeta y de anuncios apocalípticos, parece imprescindible que busquemos explicaciones serenas y alejadas del sensacionalismo habitual. Es obvio que estamos gestionando muy mal el asunto de los datos, la seguridad de los mismos y el importantísimo aspecto de la privacidad en la era de la información. También es más que evidente que las informaciones que se lanzan por todas partes sobre el hipotético mundo robótico que se avecina son de una falta de rigor preocupante.
En días de ataques a sistemas masivos por todo el planeta y de anuncios apocalípticos, parece imprescindible que busquemos explicaciones serenas y alejadas del sensacionalismo habitual. Es obvio que estamos gestionando muy mal el asunto de los datos, la seguridad de los mismos y el importantísimo aspecto de la privacidad en la era de la información. También es más que evidente que las informaciones que se lanzan por todas partes sobre el hipotético mundo robótico que se avecina son de una falta de rigor preocupante.
Suplementos dominicales que hablan de la deshumanización de todo, del catastrófico horizonte de un mundo sin empleo o repletos de ridículos comentarios sobre el dichoso asunto de que los robots paguen impuestos. Obviamente vamos a tener que modificar muchas cosas y adaptar nuestro modelo económico, productivo y laboral, ¡faltaría más!, pero eso no es compatible con el continuo discurso sobre el futuro de mierda que nos espera a todos los que no nos enchufamos a una toma de corriente para cargarnos las baterías.
Siempre ha pasado. Una tecnología ha modificado todo y ha generado complicaciones mientras se asimila su potencial. Ahora no es diferente, es únicamente más rápido. El futuro reflejado en una innovación exponencial está provocando que las tonterías también lo sean. Pegas una patada a una piedra y de debajo salen decenas de expertos asegurando que vamos a ser inmortales, no vamos a trabajar, la renta mínima es la solución y en tres décadas no sé qué. Sólo uno de cada mil millones de personas es capaz de decirnos como va a ser todo esto en treinta años. Arthur C. Clarke habló de una especie de Internet en los años setenta pero en la Expo de Sevilla, a tres años de la llegada masiva de la red, ningún pabellón mostraba alguna cosa que tuviera que ver con ella. Pues eso, que ni puta idea de lo que será de nosotros en cinco años, a saber que sucederá en treinta. Mirar el video inferior y la actitud del niño es ilustrativo.
Podemos intuir pero no saber. No soy experto, es imposible. Soy especialista. Que es muy distinto. Ser experto hoy en día en todo esto de lo digital o lo robótico es imposible y además no puede ser. En seis meses todo lo que consideras que conoces lo puedes desconocer totalmente. Sólo puedes ser especialista y estar al día de las cosas que pasan, llegan o aparecen. Un especialista investiga y muestra lo que aprende. Experto sólo se puede ser en materias cuya mutación sea lenta. No es el caso. De ahí que sorprenda como el discurso aceptado por los medios proveniente de expertos sea el que habla de un mundo interpretado desde el miedo, el temor, la falta de comparativa histórica y la nula confianza en el propio ser humano.
La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, incluso, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. Es obvio que los avances tecnológicos obligan a sustituir personas en muchos lugares por inteligencia artificial, robots y automatismos. Pero no deja de ser cierto que muchas empresas que abordan esa transformación con energía y estrategia decidida alcanzan pronto resultados muy positivos que les lleva a contratar más personas para nuevos espacios laborales que no existían hace unos meses.
Las cadenas de montaje en múltiples sectores son territorios sin humanos hace tiempo. Esas fábricas no están destruyendo todo el empleo neto que resultaría. En realidad están generando nuevo basado en el diseño, la creatividad y el valor añadido que supone hacer cosas que ningún robot podrá hacer en mucho tiempo. Tal vez el problema está en que seguimos pensando que lo que viene es una agresión y no una oportunidad. Deberíamos pensar que mucho de lo que hacemos ahora en nuestro tiempo libre, en el futuro, será empleo. Todo va a cambiar pero con según que titulares, políticas pérdidas y meriendas diversas no lo vamos a solucionar.
El ejemplo más notable está en la educación. En toda. La formación profesional sigue ocupando horas y horas de jóvenes que quieren prepararse para empleos del futuro inminente y la oferta no se adecua a lo que van a tener que saber. Menos soldar y más diseñar. Seguramente cuando aterricen al mercado laboral esos jóvenes no podrán soldar nada. Lo hará una máquina. En la educación, en general, seguimos preparando a nuestros hijos en lo que consideramos el mejor escenario posible. Se les dice que tienen que saber programar, calcular, saber de memoria listas infinitas, leyes o lo que sea, pero, con toda seguridad, lo que deberían de desarrollar son habilidades muy alejadas de todo ello.
La creatividad, la intuición, el valor de la sociabilidad, la sostenibilidad en la economía circular o la propia ética. Expliquemos a los jóvenes como se ejecuta un algoritmo, su naturaleza, su composición, su estructura, pero dejemos que lo desarrolle un software y ellos ocupen su tiempo, comprendiendo el modelo, en crear.
El reto es enorme. Dejar de escuchar jinetes del apocalipsis y empezar a exigir una nueva formación social y educativa a todos a fin de que en el futuro incierto veamos un territorio de conquista y no un campo arrasado. A cada revolución tecnológica surgió una industrial y a cada industrial le sucedió una sociedad exigiendo derechos, amortiguando el cataclismo. Sucedió antes y sucederá ahora. En lugar de temer un futuro robótico, prepárate para él. El ser humano siempre lo ha hecho. ¿Por qué esta vez iba a ser distinto?
Cuando 2+2-5 son 4
Normalmente a los datos económicos oficiales les suelo dar la credibilidad exacta tras una revisión lógica. Aquellos que representan aritmética de primer grado los digiero sin contemplaciones, pero cuando son resultado de una triangulación de operaciones o de interpretaciones del anunciante los pongo en cuarentena. Lo he hecho siempre y eso me ha permitido en muchas ocasiones descifrar y leer entre líneas para luego tomar decisiones. Incluso le llaman ‘método’.
En época electoral mi confianza es incluso menor. Aquí ya no cabe nadie con cordura. Los informes, titulares y fuegos artificiales se mezclan en una orgía infecta de declaraciones que sólo buscan puñados de votos tras cada frase. Es un insulto a la inteligencia publicar que según la EPA ‘el paro ha bajado en 2.300 personas durante el primer trimestre de 2014, registrando así su primer descenso en un primer trimestre desde hace diez años’. Sino fuera por lo serio del asunto, y de que estamos en cifras de que 1 de cada 4 españoles en edad y condición de trabajar no lo hace, un titular como ese, debería de ser penalizado por tóxico y falto de la más mínima ética. Las cifras reales son las que son y deben de ‘triangular’ de manera objetiva y no tomando la parte que interesa. Tienes 2, te dan 2 más y te olvidas que debes 5. Resultado según el método ‘ibérico’, te quedan 4.
La realidad pesa como el plomo y la verdad es que en el primer trimestre de este año se destruyeron 184.600 empleos, 51.000 de los cuales eran indefinidos. Además, para maquillar en la medida de lo posible en fechas tan ‘señaladas’ los empleos destruidos entre enero y marzo pertenecían al sector privado, pues el público ni se toca aunque no haya manera de pagarlo y el déficit siga disparado. Es más grave aun, resulta que para que esas cifras sean menos dramáticas en cuanto a destrucción de empleo
Hemos dicho muchas veces que ante nosotros se presenta una oportunidad histórica y trascendental. Convertir nuestro entorno inmediato en un enclave tecnológico, emprendedor y de cambio intenso. Sin embargo seguimos en manos de quienes consideran más importante inventar discursos anestésicos que en ponerse el arriesgado trabajo de cambiar la sociedad y su modelo de crecimiento anticuado.
Sin embargo no sólo es culpa de los que dirigen. Hay para todos. Empiezan a notarse los primeros síntomas de ‘recuperación’ en las ganas de comprar vivienda, invertir en suelo o de tocar ladrillo. Si, lees bien. Resulta que las ‘clases propietarias’ tienen la confianza recuperada, la que perdieron con el pinchazo de la burbuja, que les dice que si no aprovechan ahora el momento ‘low cost’ del tocho estarán perdiendo ‘la gran oportunidad’.
Triste panorama si volvemos a eso. Por suerte el mundo se mueve en paralelo a estos genios. La empresa, muy castigada por años de desinversión, se ha adaptado y empieza a dar frutos en la vertiente de la innovación, de la internacionalización y en la consecución de retos. Lo hizo por su cuenta, lo sigue haciendo. Los emprendedores y empresarios que no leen periódicos sino libros electrónicos están dando la vuelta a la situación con un esfuerzo que los políticos no pueden ni siquiera imaginar.
Mientras unos organizan ‘foros de debate’, desayunos coloquio y meriendas distinguidas para hablar, hablar y hablar sobre lo de siempre y sobre ‘nuevas tecnologías y emprendedores’ donde solo van políticos y funcionarios, otros, los que deben pagar nóminas, impuestos y poner en juego todo, siguen pensando como innovar, competir en el exterior y sumar para generar riqueza y empleo del de verdad.
La austeridad se llevó por delante a millones de personas, la crisis financiera a miles de empresas y los discursos que manipulan se ventilaran el ímpetu de muchos que creyéndoselos podrían perderlo todo. Hay que dar herramientas concretas y reales a los que pretenden apostar todo su patrimonio por un sueño que podría ser motor de cambio social y estímulo para una mejora de la economía a medio plazo.
¿No han aprendido nada? De aquella hostia monumental que llamaron ‘desaceleración’ al insulto a la inteligencia de los ‘brotes verdes’, no hay mucha diferencia a decir que ‘la recuperación ha llegado’
Yo no quiero recuperación, no hay nada que recuperar. Si lo que vamos a estimular es el deseo de comprar vivienda para especular, de generar valor sobre la nada y a dar sentido a todo cuanto se convirtió en barro, habremos perdido la gran oportunidad como generación.
Vivimos tiempos de cambio, un cambio de época, hay países que lo han entendido, se han puesto manos a la obra. Vivo en uno de ellos. Ya nada será igual y mantenerse en frases hechas, discursos biensonantes e interesados, electoralistas o cobardes, alejados de la alta política que exige sacrificios de los dirigentes, inversiones en talento, tecnología y redes, que obligará a terminar con oligopolios industriales y de comunicación, donde las cosas que son normales en otros países (ahora ya más avanzados) también lo sean en el nuestro y donde, a medida que lleguen, los avances tecnológicos se asuman con entusiasmo y no con preocupación.
Hay países donde las leyes permiten el avance de la tecnología, son el futuro. Hay otros que mantienen normas o imponen nuevas para inmovilizar esa llegada implacable de lo irremediable. Solo lograran retrasarlo, pero en ese esfuerzo, el daño que harán es enorme.