La mitad del empleo sobrará
Llevamos unos días discutiendo en este blog sobre el futuro laboral en términos de modernidad y conceptualización. La semana pasada comentamos que oficios, al parecer intocables, podían dejar de serlo en breve. Como lo fueron otros, ahora, los robots, el software y cualquier otro elemento capaz de interferir en la operación humana, pasarían a protagonizar nuestro día a día. Aplicaciones capaces de encontrar y satisfacer nuestras necesidades casi antes que nosotros mismo sepamos que las tenemos y objetos comunicándose sin descanso entre ellos para establecer nuevas relaciones. Algunos lectores en este blog nos enlazan con informes, estudios que enlazo aquí, vídeos que incorporo abajo y datos que también detallo al final que nos hacen ver el mundo al que vamos.
Recientemente se hizo referencia a un informe que decía que el 47% de los puestos de trabajo que existen en el mundo son susceptibles de ser automatizados en las próximas dos décadas. Una mayor automatización supone una mayor eficiencia para las empresas, por ende, mayores ganancias y menos necesidad también de puestos de trabajo. Maquinistas, traductores, electricistas, gestores, e incluso vendedores, se prevé que desaparezcan.
Esto que puede ser muy malo podría convertirse en una tremenda ventaja en cuanto a la construcción de un mundo mucho más ‘mental’ y menos ‘físico’. Me imagino personas disfrutando de cosas que no son accesibles ahora porque precisan de costosas cadenas de valor. No obstante, de momento, solo detectaremos lo malo, lo que convierte este momento en un auténtico desastre socioeconómico, veremos que esa dinámica solo enriquecerá a los que puedan desarrollar máquinas inteligentes o logren establecer aplicaciones sustitutivas de la mano de obra. Eso sería terrible. Sería la continuación a las últimas tres décadas en las que la participación de la mano de obra en la producción se ha reducido a nivel mundial del 64% al 59%. Me niego a pensar en clave negativa y me gusta pensar que poco a poco, cambiando los tractores que conducen este cambio, personas por delante de líderes que no tienen perspectiva, podremos lograr un nuevo modelo de crecimiento basado en cosas que ahora nos parecen ciencia ficción.
El desempleo está en niveles inéditos en la mayoría de países del ‘primer’ mundo. “La riqueza del 1% de las personas más ricas del mundo, asciende a 110 billones de dólares, o es 65 veces mayor que la de la mitad más pobre del mundo”. Hasta ahora, hay muchos menos puestos de trabajo creados en la nueva economía basada en la información que los que creó la anterior economía basada en la producción. De hecho, el año pasado, Google, Apple, Amazon y Facebook valían más de 1 billón de dólares, pero solo emplean a 150.000 personas.
La revolución que vive el mundo, mucho más que una crisis, responde al posicionamiento de las piezas de un puzzle socioeconómico y vital entre hombres, tecnología y política. Una economía en funcionamiento que se ajuste a la nueva realidad precisa de compradores y de vendedores y si queremos vender conocimiento español deberemos de activar todos los mecanismos para que así sea. La empresa privada, la banca, los sindicatos, la política, la prensa y la sociedad deberán poner de su parte. Todos están en condiciones de entenderlo pero no todos están dispuestos a hacerlo.
La empresa privada está a contrarreloj y las prisas suelen ser malas consejeras. La banca mantiene el discurso del saneamiento que no se cree ni el famoso Tato pues con un banco malo no se deja de ser el ‘ídem’. Los sindicatos a sus cosas (y nunca mejor dicho), la política valiéndose de su posición aristocrática para no meterse en el barro, la prensa dudando de cual es el discurso correcto y luchando contra un cambio de tiempo (que les pilló a destiempo) y la sociedad descubriendo que es eso de dejar de ser clase media. Con este panorama cuesta aprovechar el momento y darle la vuelta a la colcha.
Cuando en el siglo XIX entró una máquina de vapor a una fábrica de 400 trabajadores para que la llevaran sólo dos, hubo 398 personas que creyeron estar en una crisis absoluta y no sabían qué hacer. La sociedad nombró “crisis Industrial” a lo que siglos más tarde hemos llamado “Revolución Industrial”. Aquella sociedad aprendió a colocar a todas esas personas en diferentes sectores y a mejorar la vida de todos. Nosotros estamos aprendiendo a modificar nuestros ritmos vitales, económicos, sociales, políticos para que la gente se incorpore en esta revolución tan absoluta. Hoy la respuesta al momento actual no está en recuperar nada, ni en hablar de crisis, sino en intervenir teniendo en cuenta que estamos viviendo una revolución en todos los sentido
Sobre los datos que quiero hacer saltar desde la zona de comentarios de este blog hacia la del propio post y que me habéis hecho llegar os dejo con que en “el tema del transporte la robotización de logística, entrega, y procesamiento de containers ya es un hecho”.