Las profesiones del futuro inminente y más allá.
El listado que hoy ocupa este post reúne 37 de los centenares de posibilidades profesionales que el futuro nos ofrecerá. Las primeras 17 que voy a listar se refieren a un mundo lejano, en la próxima década. El segundo, inmediatamente después, se refiere a las 20 que ahora mismo son las más solicitadas.
El listado que hoy ocupa este post reúne 37 de los centenares de posibilidades profesionales que el futuro nos ofrecerá. Las primeras 17 que voy a listar se refieren a un mundo lejano, en la próxima década. El segundo, inmediatamente después, se refiere a las 20 que ahora mismo son las más solicitadas.
En la lista que resaltaré a continuación, que surge del libro publicado por el grupo Cognizant ‘When Machines Do Everything’, se formula un juego sobre la generación de nuevos modelos de negocio, empleos o tipos de empresa, incluso rozando la ciencia ficción, a fin de ver hasta donde somos capaces, hoy en día, a aceptar la necesidad de repensarlo todo. Ahí van 17 ideas de las 21 que el libro describe:
La empresas que ahora se dedican a estudios de mercado deberán convertirse en ‘detectives de datos’. Analizarán los datos de todo tipo de dispositivos IoT para proporcionar a otras empresas información basada en datos. Sus proveedores serán Alexa y compañía.
Las empresas que ahora se dedican a cualquier tipo de entretenimiento, en el futuro necesitarán profesionales del tipo ‘walker/talker’ (algo así como caminante-hablador). Este trabajo es para un futuro cuando, gracias a la biotecnología, las personas vivan más que nunca y exista una población de ciudadanos de la tercera y cuarta edad proporcionalmente enorme. Personas mayores que necesitarán a alguien con quien hablar.
Las empresas que se dedican a ofrecer servicios de instalaciones energéticas o lampistería bien podrían ser en el futuro ‘analistas de ciudades inteligentes’ pues a partir de los billones de datos que las ciudades emitirán, será necesario recopilarlos con los sensores disponibles, pero sobretodo, mantener el valor de esos datos y saber modificar lo que recolectan según las necesidades.
Las empresas constructoras y promotoras inmobiliarias de hoy en día deberán, tal vez, evolucionar hacia una especie de constructores de espacios virtuales, bien diseñados, conforme a necesidades humanas pero en entornos no existentes. Calcular esos espacios deberá ser muy distinto a lo que físicamente necesitamos. El éxito de un espacio virtual dependerá de cosas muy distintas a las que rigen en un lugar analógico.
Las agencias de viajes podrían convertirse en el futuro en una especie de creadores de experiencias virtuales y ser pioneros en lo que se denomina la economía experiencial. Hablamos de que el agente de viajes podría ser un escritor con mucha imaginación, capaz de crear argumentos y espacios únicos para clientes con poco tiempo o capacidad de viaje tradicional.
Los gimnasios del futuro podrían precisar de un profesional que se intuye ya cuando vemos el uso masivo de algunas aplicaciones para estar en forma. Hablamos de que se deberán convertir en una especie de ‘consejeros virtuales para el compromiso físico’. Para ello el usuario cederá el acceso a sus constantes vitales, agenda diaria, dieta, etc., a estos centros que estarán permanentemente encima del cumplimiento de todos los preceptos para estar saludable. Muchas empresas exigirán en el futuro, o no, esta cadencia informativa a los candidatos a otros empleos. Los clientes del fitness del futuro permitirán que un rastreador de actividad, y un consejero de compromiso de actividad física, los mantenga motivados en su guerra diaria por estar en forma.
Los centros sanitarios del futuro van a cambiar mucho. Por lo menos los de asistencia ambulatoria, de primer contacto o de asistencia básica. Estas organizaciones precisarán ‘técnicos de asistencia sanitaria asistida por Inteligencia Artificial’. Los pacientes no irán al médico, los técnicos de asistencia sanitaria asistidos por IA aparecerán en tu puerta antes de que tu sepas que los necesitas. Todos ellos utilizarán un software para realizar diagnósticos en base a un sistema experto e incluso, realizarán pequeñas cirugías con ayuda de sistemas robóticos portátiles sin necesidad de tener titulación alguna.
Si en tu empresa te dedicas ahora mismo a cualquier labor comercial sabes que tienes los días contados. El futuro es de la venta predictiva y de la automatización de todo lo que tiene que ver con el marketing. Inclusive algunos aspectos creativos pueden estar en juego. Pero, ¿que pasa con los datos que se generan masivamente ahora que ya no se pueden vender entre empresas? Facebook ya no puede vender tus datos a Amazon. Por lo que un nuevo empleo puede nacer al necesitarse ‘un intermediario de datos personales’ que supervise y comercialice esos datos personales de un cliente para que éste obtenga datos por ello.
Una vez se prohíba la circulación de vehículos conducidos por humanos en las ciudades, los coches autónomos tomarán las calles. Eso pasará antes de lo previsto por algunos y además sucederá fundamentalmente en vías urbanas y en autopistas. Algún día, en todas partes. Cuando esto pase todo no podrá estar en manos del control autónomo de los vehículos, será imprescindible una especie de ‘controlador de vehículos autónomos’ asistido por sistemas inteligentes. Se necesitarán 'controladores para dirigir y administrar las carreteras y calles para garantizar que se gestionen de manera correcta atendiendo a las predicciones de sistemas inteligentes.
El día que entremos en una tienda de ropa para comprar ropa pero no haya ropa estaremos ante el comercio del futuro hecho presente. Poco a poco el comercio digital va imponiendo sus reglas. Iremos a centros comerciales a visualizar cosas que allí no estén, pero tal vez, podamos sentir, tocar virtualmente y tener la asistencia física de un vendedor. Esas conversaciones, sensaciones y datos irán directos a un ‘sastre virtual’ que tomará esos aspectos para ofrecerte en un rato una oferta ideal para ti.
Los bancos tienen un futuro raro por decirlo suavemente. En el futuro inmediato aquellos profesionales de banca que no se adecúen a un espacio de relación muy distinta lo tienen crudo. En un mundo donde el dinero físico se va a desvanecer, los pagos con criptomonedas y los microcréditos vinculados a los Neobanks o los iBanks, vayan creciendo, se impondrá la necesidad e una especie de ‘asesor de gestión financiera virtual’ que atenderán virtualmente en cada momento como hacen algunas Fintech ahora mismo pero personalizando el trato. Un asesor financiero será una especie de App humana.
Surgirán problemas médicos en el futuro. Limitaciones que nuestro cuerpo no podrá superar fácilmente. Las personas viviremos más que nunca, pero los avances en la memoria y otros cuidados de salud relacionados con el cerebro difícilmente podrán estar al mismo nivel de progreso. Nos harán falta empresas que sean capaces de conservar nuestra memoria creando espacios virtuales con nuestros propios recuerdos. Los notarios de hoy en día deberán transformarse en ‘fedatarios de la memoria virtual’.
En todo tipo de empresas hará falta un profesional muy especial. No tiene que ver con un sector concreto, de hecho lo interesante es que habrá empresas que ofrecerán este servicio. Se trata del gestor o ‘manager de relaciones hombre-máquina’. El futuro del trabajo depende de qué tan bien puedan colaborar los seres humanos y las máquinas. El gerente de los equipos del futuro inmediato será el responsable de descubrir cuáles son los puntos fuertes de la máquina y cuáles son las fortalezas de los humanos, y combinarlos para formar un equipo de trabajo mucho más productivo.
Las aseguradoras ya saben que su futuro está muy comprometido. La aparición de modelos industriales que reducen los costes de asegurar algo es enorme. El entrenamiento virtual en escenarios de riesgo, los coches autónomos sin accidentes, la impresión 3D que elimina los problemas de transporte, el blockchain que modifica la cadena de valor del seguro tradicional, etc. Por eso, entre tanta complicación de relaciones con la confianza, estas empresas deberán ofrecer un nuevo servicio, ‘el director de confianza’ que otorgue nuevas ofertas en el sentido de la transparencia que precisará un usuario o cliente en la era de lo virtual y de la falta de riesgo más allá del dinero digital.
Las empresas de consultoría tradicional también tenemos los días contados. Muy felices nos las prometíamos los que nos dedicamos a decirles a otros como deben hacer las cosas para afrontar la disrupción. Resulta que eso también llega por aquí. Para los trabajos de análisis de negocios tocará aprender a gestionar de un modo completamente diferente. Los consultores del futuro inmediato serán ‘responsables de combinar el procesamiento cuántico de la información’ con el aprendizaje automático para estimular soluciones mejores y más rápidas a los problemas comerciales del mundo real. El objetivo final será siempre construir sistemas de inteligencia que puedan aprender de los datos. De ahí que el consultor futuro tendrá que saber muy bien que supone todo esto y, seguramente, algo de matemáticas.
Sabemos que los responsables de recursos humanos también deberán abrazar a los algoritmos, los periodistas tienen ante sí el reto de comprender su verdadero papel, los responsables de marketing o cualquiera que se considere intocable será tocado. Entre ellos hay dos responsabilidades muy interesantes. Los directores de compras y los directores generales. Los primeros no podrán superar a la eficiencia de cálculo de un algoritmo decidiendo que es mejor comprar, como y en base a que negociación. Los segundos no podrán establecer criterios estratégicos que un modelo de análisis de datos empresariales y de inteligencia artificial. Tarde o temprano, ambos, precisarán ofrecer una habilidad imposible de sustituir por una máquina: la ética. Se precisarán empresas o profesionales que se denominen ‘supervisores de compras ética’ o ‘directores éticos’. Un trabajo para cuando las grandes corporaciones decidan tomar decisiones basadas en lo que es ético, no en lo que es rentable.
y si en los próximos 10 años vamos a ir entrando con vaselina en el mundo de los metaversos unificándolos todos y experimentando la navegación por la red de un modo tridimensional y donde cada uno de nosotros ya no tendrá sólo una IP que le identifique sino una identidad digital propia en forma de avatar, todas las necesidades, meta-necesidades que ahora tenemos en un entorno digital como el actual, las tendremos en ese nuevo entorno. Profesiones del futuro en ese mundo serán meta-replicas de las digitales o las analógicas de hoy. Psicólogos para nuestro avatar, abogados que defiendan nuestra actividad en ese entorno, vendedores de todo, asesores de moda para vestir nuestro personaje del metaverso, asesores de todo tipo y, porque no, políticos que gestionen comunidades determinades. Quien sabe…
Bueno, algunas parecen locuras, pero otras bien podrían ser. Seguro que se te ocurren más, pero estas nuevas profesiones podrían empezar a responder a la pregunta ¿qué haremos cuando las máquinas lo hagan todo? Si esa respuesta te crea ansiedad, o no, piensa en que algo se está transformando hoy mismo en eso de las profesiones del futuro.
Como sabéis, la red social donde tengo mayor cantidad de seguidores es Linkedin, allí suelo ir para aprender e identificar muchos temas ligados al mundo laboral o profesional. De ahí que me llamara la atención la edición 2022 de la clasificación Empleos en auge de según esta red social, donde se revela las 20 profesiones que más han crecido en los últimos cinco años.
Para preparar el ranking de este año, han analizado los datos que tiene LinkedIn para calcular los puestos con mayor crecimiento desde enero de 2017 a julio de 2021. El requisito es que las profesiones tengan un crecimiento sostenido y hayan experimentado un aumento considerable en 2021.
Muchos consideran esa lista como un elemento en el que focalizar para formarte en el futuro. Pero yo no considero esta lista solo como una herramienta para buscar empleo sino que también permite asomarse al futuro del mercado laboral y vislumbrar las potenciales oportunidades que ofrecerá. Si antes te he explicado las profesiones de la próxima década seguramente, esta otra lista habla de los empleos de estos próximos dos o tres años.
Ingeniero/a de fiabilidad del sitio, estos ingenieros trabajan entre el desarrollo y las operaciones; se sirven del software para gestionar sistemas, resolver problemas y automatizar tareas operativas.
Responsable de desarrollo de negocio, se encargan de identificar y evaluar nuevas oportunidades de negocio, de crear y supervisar planes de crecimiento y de potenciar la imagen corporativa de la compañía.
Arquitecto/a de sistemas en la nube, son los responsables de gestionar la arquitectura computacional en la nube de una empresa
Ingeniero/a de machine learning, se encargan de diseñar, construir y producir modelos de aprendizaje automático para resolver los desafíos a los que se enfrenten sus respectivas empresas.
Experto/a en ciberseguridad, velan por la privacidad y la protección de los datos de las empresas y son los encargados de diseñar e implementar planes, programas y herramientas para garantizar la seguridad informática.
Ingeniero/a de aplicaciones, ejercen de puente entre el departamento técnico y los clientes: proporcionan soporte en torno al producto, diseño, instalación, sustitución/reparación y resolución de problemas.
Responsable de ensayos clínicos, son responsables de ejecutar y supervisar estudios y ensayos clínicos.
Ingeniero/a de infraestructura, su trabajo consiste en testar, diseñar, construir y mantener las infraestructuras informáticas de una empresa
Responsable de cadena de suministro, estos profesionales gestionan las áreas de planificación, aprovisionamiento y compras, almacén y transporte.
Site specialist, entre sus funciones figuran la identificación de lugares para el desarrollo de estudios clínicos o la recopilación de datos para nutrir las bases de datos de investigación
Agente hipotecario, se encargan del asesoramiento y acompañamiento de clientes que buscan un préstamo hipotecario.
User experience researcher, planifican, diseñan y ejecutan estudios para detectar las necesidades de los usuarios.
Desarrollador/a back-end, se ocupan de la arquitectura interna de una web o aplicación móvil.
Responsable de sostenibilidad, se encargan de diseñar e implementar las estrategias de sostenibilidad de las empresas.
Ingeniero/a de datos, son responsables de diseñar, construir y gestionar los datos de una empresa, así como la infraestructura necesaria para almacenarlos y procesarlos.
Responsable de planificación estratégica, a diseñar, implementar y supervisar la hoja de ruta que la empresa debe seguir para cumplir sus objetivos.
Customer relationship management analyst, forman parte del equipo de ventas y se encargan de responder a las necesidades de los clientes posventa.
Técnico/a de selección de personal, se ocupan de encontrar y contratar el talento que mejor se adapte a las necesidades de las empresas.
Ejecutivo/a de cuentas de software, estos profesionales de las ventas están especializados en la comercialización de herramientas de software.
Supervisor/a mecánico/a, son responsables de tareas de mantenimiento y de realizar inspecciones periódicas para garantizar el cumplimiento de las medidas de seguridad.
Bueno, independientemente de si son los empleos del futuro a medio plazo o corto plazo, lo que sí es cierto es que se está produciendo un cambio laboral cada vez más profundo. Que quien cada mañana tiene que levantarse a las 6 de la mañana, abrir la persiana de su taller o de su bar, pagar sus autónomos y rezar para que tu gestor no se dejara algo en la declaración, no esté pensando en este cambio absoluto, que no esté razonando como le va a afectar la implementación de la inteligencia artificial o que no esté distinguiendo que la analítica de datos le está afectando sin saberlo, es hasta cierto punto normal.
El problema es que quienes tienen que estimular que todo eso no le afecte en negativo, le ayude a digerir esos avances y estimule a que nuestros jóvenes se formen en todo ello, ni se les ve ni se les espera. El futuro no se hace por inercia. El futuro se conquista y mantener esa actitud ‘a la espera’ no hace más que enviarte directo a la irrelevancia como país. Sobretodo porque sí hay países que el futuro lo contemplan como una oportunidad de progreso poniendo las luces largas, mientras otros lo siguen viendo a cuatro años vista en el mejor de los casos y con los cuatro intermitentes puestos.
¿La gran renuncia o el gran reinicio?
Seguro que has oído hablar del “éxodo laboral” que se está gestando desde abril de 2021 en Estados Unidos y va a ir desplegándose por el resto del mundo en el futuro. Resulta que en EEUU un porcentaje muy importante de profesionales a todos los niveles están renunciando a sus empleos.
Seguro que has oído hablar del “éxodo laboral” que se está gestando desde abril de 2021 en Estados Unidos y va a ir desplegándose por el resto del mundo en el futuro. Resulta que en EEUU un porcentaje muy importante de profesionales a todos los niveles están renunciando a sus empleos.
Se considera que el número de ‘renuncias’ se eleva ya a mas de 6 millones de bajas. A esto se le llama ‘the great resignation’. Según varios trabajos, pocos aún, que he podido leer, es posible que se esté gestando la mayor modificación laboral desde la segunda guerra mundial. Se trataría de una metamorfosis que va mucho más allá de modificar las opciones de empleo, sino que radica en aspectos de tipo ético, sociológico y no tanto de tipo económico.
El descontento, hasta ahora, tenía un territorio intocable: el empleo. Si tenías empleo, tenías un tesoro. Algo que parece estar cambiando en algunos lugares. La sociedad del bienestar que garantiza los mínimos vitales proporciona la opción de renunciar al crecimiento personal temporalmente o para siempre. Pero como todo en la vida, cuando un cambio es profundo, intenso y rápido, las consecuencias suelen ser importantes e impredecibles.
El término ‘la Gran renuncia’ fue creado por Anthony Klotz, profesor de la Texas A&M University y si bien implica que las personas están abandonando su empleo, en realidad la gran mayoría de estos trabajadores lo que están haciendo es reconfigurar sus expectativas vitales.
La Gran Renuncia es un fenómeno que va tomando impulso desde el año pasado. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU, casi el 3% de la fuerza laboral de EE. UU. renunció en octubre pasado, tras llegar a una cifra récord en el septiembre anterior.
¿Qué es lo que hacen estos empleados que renuncian? Según varios informes, algunas renuncias son personas que se toman un tiempo sabático, se jubilan anticipadamente o abandonan la fuerza laboral por nuevos intereses familiares. Pero en realidad, estas opciones solo cuentan una parte de la historia.
En realidad, los trabajadores a nivel mundial, en muchos casos, no están simplemente abandonando la fuerza laboral; millones de personas están reconfigurando sus carreras. Algunos están aprovechando la actual crisis de contratación para ocupar mejores puestos por ejemplo. Otros, han decidido trabajar por su cuenta El número de trabajadores autónomos en Estados Unidos ha aumentado en más de 500.000 desde la crisis sanitaria.
Pero hay más razones. Al parecer, muchos trabajadores están simplemente cambiando a nuevas industrias y a carreras que ofrecen salarios más altos o se alinean más con sus valores. La pregunta sería si este hecho es simplemente un fenómeno inducido por el confinamiento y sus derivados o está cambiando a gran escala el camino del futuro del empleo. Si es así, esto podría tener implicaciones a largo plazo que ahora es difícil ver.
Si bien ha habido grandes cambios en el mercado laboral en otras ocasiones, ya sean nuevas oportunidades laborales con el auge económico de la posguerra o pérdidas de empleos con la Gran Depresión del 29 o la Gran Recesión del 2008, el movimiento de masas que estamos viendo hoy tiene una gran diferencia.
Resulta que ahora, por lo que se va identificando, las personas que deciden dejar su empleo actual porque no les convence, tienen la opción de elegir otro o, sencillamente, esperar a que aparezca algo mejor y no hacer nada durante un tiempo. Igual piensas que eso no es así pero las estadísticas que maneja Grace Lordan, profesora de ciencias del comportamiento en la London School of Economics, aseguran que esto está creando un grupo social insatisfecho que prefiere no trabajar a trabajar en algo que no les ‘llena’.
Lordan cree que la gran parte del movimiento en el mercado laboral en EEUU, es en realidad una reorganización: los trabajadores cambian su trayectoria profesional, abriéndose camino gradualmente hacia empresas que ofrecen beneficios laborales que coinciden con sus preferencias.
Esto podría provocar algún desajuste que no se está teniendo en cuenta. Podríamos ver un mercado laboral inestable a medida que las personas se mueven y las empresas intentan brindar soluciones que saquen lo mejor de sus empleados, y eso llevará un tiempo. Y tiempo no es lo que tenemos precisamente. En los próximos días, en otros vídeos te hablaré de la realidad económica que vamos a vivir, dejando de lado el maquillaje y los calmantes que nos administran los medios a diario. Veremos que tiempo, lo que se dice tiempo, no tenemos tanto como para esperar a ver que pasa.
Pero volvamos al tema. Todo empezó con el estímulo del empleo remoto mal llamado ‘teletrabajo’. Muchos trabajadores se están trasladando a los sectores con más probabilidades de ofrecer un trabajo híbrido. Según cifras de LinkedIn en Reino Unido, de agosto a octubre de 2021, el flujo neto de trabajadores que se cambiaron a un modelo de este tipo aumentaron el doble de un año a otro. Por el contrario, la educación experimentó una salida neta durante el mismo período, siendo el comercio minorista el más afectado en términos de abandonos.
Este fenómeno, que algunos analistas económicos le llaman como te decía, la "gran renuncia”, y que otros la llaman la ‘gran reorganización’ se está apoderado de todo el mundo. Un año y medio de cierres, incertidumbre, ansiedad, examen interno y agotamiento en general, ha llevado a muchas personas a dar un paso atrás y han reevaluado sus vidas. Al reflexionar sobre su empleo, su remuneración, sobre si son valorados en su puesto de trabajo o si lo que hacen tiene sentido. Han sido muchos meses viendo fotografías en Instagram, muchas horas de Netflix y demasiados libros de autoayuda. Tantas horas, que algunos pueden estar perdiendo el horizonte real de la vida.
Lo curiosos es que de momento nadie está atendiendo a este suceso. En ningún lugar del mundo. Y como todas las grandes revoluciones que se germinan en el descontento, si no se atienden a tiempo real, explotan de mala manera. En abril de 2021, la cantidad de trabajadores que renunciaron a su trabajo en un solo mes rompió un récord de todos los tiempos en los EE. UU. Y ha seguido rompiendo ese récord todos los meses desde entonces. Esto está sucediendo en todas las industrias, pero en algunos sectores como el ocio y la hostelería, es particularmente grave, donde 1 de cada 14 personas deja el trabajo antes de un mes.
Según una encuesta reciente del Reino Unido, el 48% de los hombres y el 45% de las mujeres tienen la intención de dejar su empleo durante el próximo año. Los trabajadores quieren reducir sus horas y ser medidos en función de los resultados. A pesar de que el 50% de los trabajadores en el Reino Unido registraron más de 40 horas a la semana durante el año pasado, solo dos tercios de los encuestados creían que esas horas son necesarias para hacer el trabajo. Mientras tanto, el 73% de los trabajadores a nivel mundial están pidiendo que se les mida por resultados en lugar de por las horas que trabajan.
Aunque lo parezca, no te estoy hablando de la novela de Aldous Huxley, ‘Un mundo feliz’. Esto es real. Resulta que esta gran renuncia, que pasará a ser la gran reorganización, acabará siendo la ‘gran inflación’ por no decir la gran improductividad. El cambio es sociológico, no económico. El descontento se traduce en renuncia, la falta de espíritu de sacrificio de una sociedad acomodada e incapaz de protestar políticamente se traduce en una masa social que se construye una realidad del bienestar laboral que no responde al mercado real.
Veamos, en Reino Unido, por ejemplo, los salarios están aumentando a la vez que los precios también lo hacen. Más incluso. La creencia de que esa reorganización derivada de esa gran renuncia mejora el poder adquisitivo es falaz. Un nuevo empleo, menos productivo y mejor pagado, incrementa los precios. Sube la inflación a la vez que se deconstruye un modelo social y laboral que llevaba décadas funcionando. Esto creará problemas importantes para las empresas a medida que aumentan los costos y muchos puestos quedan vacantes durante un tiempo considerable y creará problemas para los trabajadores que irán viendo como pierden poder adquisitivo aunque sus salarios y modelos de vida parezcan mejores.
Se genera empleo. Así lo dicen las cifras. Y aunque lo que pasará en el futuro será muy distinto, de momento esta gran renuncia y reorganización irá en aumento. Pero hay un término más importante todavía que la gran renuncia o la gran reorganización. A nivel mundial, se utiliza un nuevo término: “el gran REINICIO”.
El gran reinicio podría ser el principio de un modelo económico vinculado a la tecnología, a la recompensa justa o a la capacidad de ofrecer respuesta sociopolítica a un mundo desequilibrado gracias a la automatización y robotización. Pero también podría ser la evidencia de que el mundo que se nos va a quedar va a ser un mundo infantilizado, débil, incapaz y adormecido. La dosis de calmantes podrían ser empleos nuevos, mejor pagados pero menos productivos.
La verdadera revolución era un nuevo contrato social llamado 'empleo'.
El siglo XXI empezó con dos décadas de retraso. En concreto lo hizo en marzo de 2020. Aun no lo percibimos en toda su intensidad, pues se precisa perspectiva para verlo en toda su dimensión. Lo descubriremos en unos años, cuando se estudien las repercusiones en las relaciones laborales, personales, culturales y económicas de todo lo que ha pasado en los últimos meses. Será en el ámbito acerca del puesto de trabajo, que esos cambios habrán sido absolutamente radicales. Algo que, aunque lo parezca, no tiene que ver tanto con el teletrabajo u otras variables tecnológicas, sino con el conjunto de transformaciones que estamos sufriendo precisamente de la mano de esa tecnología y del modo en el que trabajamos con ella. Es mucho más profundo de lo aparente.
El siglo XXI empezó con dos décadas de retraso. En concreto lo hizo en marzo de 2020. Aun no lo percibimos en toda su intensidad, pues se precisa perspectiva para verlo en toda su dimensión. Lo descubriremos en unos años, cuando se estudien las repercusiones en las relaciones laborales, personales, culturales y económicas de todo lo que ha pasado en los últimos meses. Será en el ámbito acerca del puesto de trabajo, que esos cambios habrán sido absolutamente radicales. Algo que, aunque lo parezca, no tiene que ver tanto con el teletrabajo u otras variables tecnológicas, sino con el conjunto de transformaciones que estamos sufriendo precisamente de la mano de esa tecnología y del modo en el que trabajamos con ella. Es mucho más profundo de lo aparente.
Algo ha cambiado para siempre. El puesto de trabajo exige una nueva definición. Seguramente, el propio contrato social que denominamos ‘empleo’ vaya cambiando. Por ejemplo, Amazon ha anunciado que permitirá que sus trabajadores tecnológicos y corporativos continúen trabajando de forma remota de forma indefinida, siempre que puedan viajar a la oficina cuando sea necesario. La nueva política se anunció en una publicación de su blog corporativo y es un cambio en la expectativa anterior de Amazon en la que la mayoría de los empleados tendrían que estar en la oficina al menos tres días a la semana cuando las oficinas vuelvan a abrir después de la crisis sanitaria.
La mayoría de los más de 1 millón de empleados globales del gigante minorista en línea no pueden trabajar de forma remota porque realizan sus funciones en la división de cumplimiento y transporte de la empresa, recogiendo pedidos y entregándolos a los clientes. Pero alrededor de 50.000 empleados de oficina y tecnología trabajan en la extensa sede de la compañía en el campus del centro de Seattle y en el vecindario South Lake Union.
Es evidente que esto tiene repercusiones y es preciso atenderlo estratégicamente o nos explotará en la cara. La ausencia de estos trabajadores en sede perjudicará a los restaurantes y otros negocios cercanos. La actualización de Amazon de su política de regreso al trabajo siguió movimientos similares al de otras grandes empresas de tecnología. De hecho, Microsoft anunció el mes pasado que había pospuesto la reapertura de sus oficinas por tiempo indefinido.
En definitiva, el nuevo empleo ya no es algo del futuro. El siglo XXI dejó de esperar. Empezó hace poco, pero acelera a una velocidad inédita.
¿Qué empleos están en riesgo en los próximos cinco años?
El Foro Económico Mundial asegura que ‘la automatización suplantará alrededor de 85 millones de empleos antes de 2025’. También asegura que, si se tiene en cuenta de manera estratégica, no deberíamos temerlo pues en ese análisis anticipa que la futura economía impulsada por la tecnología podría crear a su vez 97 millones de nuevos empleos. El problema será que falte esa previsión estratégica. De hecho, esa implementación correcta de la tecnología no será igual en todas partes ni afectará igual a los modelos productivos de cada país.
El Foro Económico Mundial asegura que ‘la automatización suplantará alrededor de 85 millones de empleos antes de 2025’. También asegura que, si se tiene en cuenta de manera estratégica, no deberíamos temerlo pues en ese análisis anticipa que la futura economía impulsada por la tecnología podría crear a su vez 97 millones de nuevos empleos. El problema será que falte esa previsión estratégica. De hecho, esa implementación correcta de la tecnología no será igual en todas partes ni afectará igual a los modelos productivos de cada país.
Actualmente, el 30% de todas las tareas las realizan máquinas y las personas hacen el resto. Sin embargo, en 2025, ese equilibrio cambiará drásticamente a una combinación de un 50% para humanos y dispositivos tecnológicos. Algo que puede ser bueno si se comprende en su justa dimensión y se prevé estratégicamente puede convertirse en un barrizal si no se actúa previamente. Un aumento en la automatización puede ser bueno para los trabajadores formados y puede ayudar a estimular la economía. Se ha demostrado que las nuevas tecnologías tienden a dejar atrás a los trabajadores con salarios bajos
Durante la crisis no veremos que esto se acelere, pero en una hipotética recuperación, la cosa cambia. La inteligencia artificial no es capaz de causar oleadas masivas de despidos sino que la configuración de la nueva economía automatizada requiere mucho dinero, tiempo y recursos, algo que muchas empresas no tienen durante una crisis. Pero sí inmediatamente después. Para ver cómo afectará todo esto al trabajo del futuro, utilizaré un estudio de Randstad Research que asegura que la mitad de los empleos que tenemos ahora mismo en España se automatizan a lo largo de esta década.
Uno de cada cinco empleos tiene una alta probabilidad de ser realizado por un robot y un 30 por ciento más tienen una probabilidad significativa de ser ocupados por una máquina autónoma. Lo cierto es que de la misma manera que los trabajos de hoy en día no tienen nada que ver con los de hace dos o tres décadas, los que tendremos en unos años probablemente sean distintos a los que estamos viendo ahora mismo.
Concretamente en el caso de España, un 52 por ciento de los puestos de trabajo podrían automatizar a lo largo de los próximos años, lo cual no significa que se vayan a destruir empleos, sino que se sustituirán por otros nuevos. Esto es algo que empieza a ser un discurso oficial y habría que ir con cuidado porque esa sustitución no es algo automático. Se produce siempre y cuando tengas una hoja de ruta para amortiguarlo.
Lo que es cierto es que hay dos estimaciones apuntalan esta tendencia. La OCDE calcula que el 65 por ciento de los niños terminará trabajando de algo que ahora mismo no existe. El Foro Económico Mundial apunta que a partir de 2022 surgirán 133 millones de empleos nuevos. Es evidente que cambiarán las cualidades más demandadas por los empleadores. Será importante, por supuesto, tener conocimientos digitales en el ámbito tecnológico, pero también otras competencias (las soft skills o habilidades blandas). Se suelen enumerar algunas: el pensamiento crítico, la inteligencia emocional, la creatividad…
Muchos son los retos, los desafíos. Por ejemplo el ‘modelo de empleo’. A lo largo de esta década se prevé que se mantenga la tendencia incremental de la flexibilidad laboral, es decir, la temporalidad, que en el caso de España afecta a uno de cada cuatro trabajadores. 10 puntos más que la media de la Unión Europea. El informe que he comentado y los estudios de las instituciones que te apuntaba hablan de la percepción de una automatización cada vez más profunda de todo. Pero esa percepción la tiene mucha gente. Hazte la pregunta ¿tu puesto de trabajo es robotizable ahora? ¿Y en cinco años? ¿A que te vas a dedicar cuando eso pase? ¿Cuales serán tus funciones? ¿En qué vas a formarte para afrontarlo?
La percepción que tienen los trabajadores, según estos informes, también es parecida. De hecho, muchos españoles creen que sus actuales puestos de trabajo hay muchas tareas que podrían hacer perfectamente un robot en el presente. Un 45 por ciento de 2500 españoles encuestados dijo que su trabajo lo hará un robot antes de 10 años. ¿Qué hacemos pues? Prepararnos y rápido. Rápido porque nos va el futuro en ello y la posibilidad de amortiguar las dificultades que tiene toda transición tecnológica en lo laboral.
Resulta que España, por ejemplo, ha empezado a acelerar en este sentido. Fijaros, a día de hoy España ya está entre los países del mundo con más robots trabajando, según los últimos datos de la Federación Internacional de Robótica. Estamos lejos de Singapur, de Corea del Sur y de Japón, que son quienes lideran este ranking, pero ocupamos el décimo tercer lugar en esa clasificación. En los últimos cinco años, de hecho, hemos pasado de 70 robots por cada 10 mil trabajadores a 113. En tan solo cinco años.
¿Dónde está el problema? En hacerlo mal. En Corea del Sur, en Japón o en Singapur no hay paro. Son líderes en implementación robótica sustituyendo tareas humanas y no hay paro. Básicamente porque lo han hecho bien. Han sido estratégicos. A mayor robotización, mayor eficiencia y a mayor eficiencia mayor productividad y, ésta, genera empleo. Lo que pasa que no lo genera donde antes lo hacía. Por eso, paradójicamente, que haya más robots asumiendo trabajos que ahora hacemos los humanos no tiene porqué suponer un aumento del paro. De hecho, eso es lo que dicen los expertos y los mismos informes que apuntan a que cada vez habrá más robots.
Los expertos añaden que se crearán más empleos en otras funciones que ahora no existen, pero hay varios puntos interesantes al respecto:
¿Qué empleos están en riesgo de caminar este proceso en estos próximos años?
Estamos hablando de aquellos empleos que son más rutinarios, de menos valor añadido, que incorporan menos elementos de creatividad por ejemplo. En definitiva, estamos ante algo que no es nuevo. Nos lo podíamos imaginar, pero poco a poco se está convirtiendo en una realidad. La aparente contradicción sobre el hecho de robotizar y generar empleo la tenemos que analizar a dos tiempos distintos. De ahí que sea muy importante medir esa transición o nos haremos mucho daño.
Hay que distinguir en los empleos que existen hoy y los empleos que existirán en el futuro.
Simplemente pensemos en hace 20 años cuando no existían los smartphones y el uso de internet era muy menor a hoy. Pues la cantidad de empleo que generan estas actividades es enorme. Eso es algo nuevo que en estos momentos es difícil pronosticar. Por tanto, si nos fijamos solamente en qué lo va a pasar con los empleos que existen hoy, la lectura es muy pesimista, pero hay que pensar en que a lo largo de la historia, la experiencia nos apunta a que se han ido creando muchas oportunidades con nuevos modos de trabajar.
Esto es difícil de defender cuando una segadora autónoma se ventila una hectárea de campo cultivado en el tiempo que una cuadrilla de personas segaba 10 metros cuadrados. Pero, repito, es fundamental abordarlo de un modo global y en el tiempo. Los gobiernos deben medir ese tiempo y ajustar los elementos necesarios para que el daño, durante el tiempo que la herida esté abierta, se lo más leve posible.
Los robots no reemplazarán a los humanos, trabajarán con nosotros.
“No perderás tu empleo en manos de un robot o de una computadora, sino en las de alguien que se lleve mejor que tú con esa computadora o con ese robot. Hoy no podemos saber que tecnología va a cambiarlo todo. Pero no lo dudes, la habrá. Como siempre ha pasado. Podemos pensar en la IA o en los datos, o en robots con aspecto humano, pero será otra cosas. En 1992 nadie pudo enviar ni un mail durante la inauguración de los JJOO de BCN. Y estábamos a diez minutos de un cambio brutal. Ahora estamos a diez minutos de otro cambio profundo e impactante. No debemos imaginar que será, debemos prepararnos para lo que sea, y que no podemos deducir antes. Prepararnos para el cambio. No nos va a preguntar.
Esos nuevos empleos que pueden surgir en este proceso están muy vinculados a las soft skills, a las habilidades blandas. Hablan en el informe de habilidades como la creatividad, inteligencia emocional, capacidad de negociación. Pero la pregunta es ¿se están preparando, ya no sólo los trabajadores del futuro, sino también los empleados actuales para adquirir estas capacidades que requerirán los nuevos puestos de trabajo?
Sinceramente no lo veo. Hay esfuerzos pero no los veo que estén siendo eficaces. En ocasiones tengo la sensación que llevamos a nuestros hijos a escuelas para que les enseñen cosas de un mundo que ya no existe. En el que no vivirán. Fíjate en nosotros mismos. Se nos ha educado para creer en las certezas, para hacer lo que se nos dice… Pero todos hemos visto que ya no hay nada seguro, que no existe el trabajo para toda la vida, que el futuro es casi imposible de predecir. Así pues, nuestros hijos no deberían ser educados con las mismas limitaciones que a nosotros.
¿En cuantas empresas trabajó tu padre o tu madre? ¿En cuantas tú? Los niños de hoy trabajaran en más de veinte a lo largo de su vida. Por ello, debemos enseñarles a establecer relaciones entre ellos, a trabajar en equipo, a innovar, a asumir riesgos y a ser ciudadanos globales. Será necesario también que sean muy buenos comunicadores porque en la vida del futuro, comunicar será algo que los robots nos pedirán que hagamos en su nombre. Por eso hay que empezar hoy a enseñar estas cosas en las escuelas.
Y todo esto al mundo empresarial. Lo mismo con los trabajadores. Tengo la sensación que formamos para un mundo que ya no existe, en el que no trabajarán. Por eso, tal vez, lo interesante es quedarse con una buena noticia que tiene que hacer reaccionar a todos. Resulta que todo este tipo de habilidades se pueden adquirir. No son habilidades innatas que si no las tienes estás jodido.
Hoy día las empresas valoran que seamos capaces de hacer el empleo para el que nos están pagando hoy. Pero también están pensando en que seamos capaces de hacer el del futuro. Por eso se pide pensamiento crítico, saber resolver problemas complejos, un conocimiento de que es capaz de hacer la tecnología (no programar, comprenderla). Pero en España hay un problema que supone un muro importante. Tenemos una proporción gigantesca de personas sobre cualificadas o infra cualificadas para el empleo disponible. No hay ‘match’ y eso lastra cualquier cambio de modelo productivo y tensiona salarialmente a todo el mundo.
En España, uno de cada cuatro jóvenes entre 25 y 29 años no tiene ningún tipo de cualificación profesional. Sus perspectivas laborales son complicadas y en paralelo conviven con muchos jóvenes sobre cualificados para el trabajo disponible. Al final ese desajuste que tenemos en España, tanto por infra cualificación como por sobre cualificación, termina generando tasas de paro juveniles de aurora boreal.
Probablemente, en lugar de hablar del ‘empleo robótico del futuro’ o ‘¿a qué nos vamos a dedicar cuando los robots lo hagan todo?’ estaría bien modular esa demanda y prepararla para un escenario de oferta futura más acertada. El mundo ha cambiado y cambiará mucho más. Los empleos actuales ya no son puestos de trabajo para toda la vida vida, ni en una misma oficina y con los mismos compañeros para siempre. De hecho el futuro laboral ya no tiene que ver con una carrera profesional dirigida.
El problema es la absoluta miopía en la que residen nuestros dirigentes, en esa endogamia obscena en la que se mueven a diario y que vive a años luz de la problemática real e inminente. No sé si es por falta de preparación, conocimiento o por mala fe. Lo lamentable es que el futuro precisa de liderazgo, no sólo de voluntad. Toca pedirles que se pongan las pilas, y el resto, de irnos preparando en todos los sentidos. La oportunidad de entrar en un mundo mucho mejor está ante nuestras narices. Desperdiciar esta oportunidad sería una pena.
La generación estafada o los hijos que vivirán peor que sus padres.
Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias.
Si tienes entre 20 y 35 años perteneces a la generación sándwich. Algunos le llaman la generación precaria, otros, la llaman la generación estafada. Algunos estudios reflejan que los menores de 34 años son el único grupo de edad más preocupado por las consecuencias económicas que está teniendo la situación actual que por las que pudieran haber de tipo sanitarias.
Estamos hablando de jóvenes de hasta treinta y cuatro años. Son los grandes perjudicados de la doble crisis que hemos vivido, la de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la que acaba de empezar. En la crisis de 2008, el paro general se fue del 8%, el que teníamos cuando la construcción tiraba de la economía, al 26%. Pero entre los jóvenes ese paro se fue del 17 al 56%. Prácticamente dos de cada tres jóvenes estaban en el paro. Hoy la situación es muy similar. El paro ha crecido hasta el 16%, pero entre los jóvenes ha crecido hasta el 40%.
Y es que hay un motivo para ello. Los jóvenes acaparan siete de cada diez contratos temporales firmados en España. Hay territorios en los que ser joven es equivalente a no trabajar. En Ceuta y Melilla, por ejemplo, el paro juvenil es de más del 65%. Más de la mitad de los jóvenes están en paro en Andalucía y en Canarias un 57,7%. Con estos datos, la edad de emancipación de muchos de esos jóvenes se sigue retrasando y está ya casi en los 30 años, según Eurostat. Muy lejos de los 19 años en Noruega o los 21 años de Dinamarca.
El incremento de las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza se va a extender y va a afectar mucho a los jóvenes. Paradójicamente, en la anterior crisis, las personas que más la sufrieron fueron las que menos habían contribuido a desencadenarla, y ahora está sucediendo algo similar. Quienes están engrosando mayoritariamente las filas del desempleo son los jóvenes y personas con niveles de cualificación relativamente bajos en el sector servicios.
Y esto trae consecuencias sociales importantes, hasta el punto de que esta generación empieza a vivir lo que se denomina como envidia generacional. Esta es la generación de los hijos que saben que van a vivir peor que sus padres. También trae consecuencias políticas. El CIS reflejaba en su último estudio que, uno de cada cinco jóvenes menores de 24 años, un 21,9% defiende literalmente que en algunas circunstancias un régimen autoritario puede ser mejor que una democracia
Si esto te preocupa, espera. Hay otra consecuencia terrible a esta situación que parece nadie atender correctamente. Hablamos de una generación golpeada, de una generación vulnerable, de una generación que vive en casa de sus padres, en una especie de ‘ERTE familiar y social’. Lejos de poder emanciparse, de iniciar la construcción de una vida propia. Es un tema de primer orden y que rompe ese contrato entre generaciones que se debería respetar, porque algunos estudios reflejan que cuando se sufre esta quiebra generacional, se arrastra a lo largo del resto de la vida laboral y lo puede convertir en permanente. A esto le podemos llamar una vida en provisional.
Tenemos un problema muy serio en cuanto al contrato ínter generacional que, como se rompa, puede ser muy peligroso. A esta generación se les ha dicho: fórmate todo lo que puedas y después accederás a un empleo, a un salario y comenzarás una vida. Algo que no es mayoritariamente posible. Es, técnicamente, una generación estafada. Una generación sobre cualificada para un mercado laboral que no los necesita. De momento, sólo puede darles una respuesta temporal. Así es nuestro mercado laboral.
Y a todos ellos, pronto les vamos a decir, además, que las pensiones no las queremos reformar y que por lo tanto, a ellos les tocará empezar a pagarlas a los que ya estén jubilados. En un mundo en el cual, prácticamente va a haber un trabajador y medio por cada jubilado, les vamos a decir que no vamos a hacer reformas y que van tener que pagarlas por nuestro sistema solidario de pensiones. Tú pagas con tus cotizaciones, las que se ganó una generación anterior.
Y la pregunta ahora mismo es ¿cómo se soluciona? ¿Cómo se soluciona ahora mismo un mercado laboral roto en dos? Roto entre quienes tienen derechos y trabajos consolidados y quienes tienen precariedad y sólo aspiraciones. Habrá que volver a reconstruir ese contrato entre generaciones o muchos de nuestros jóvenes se irán para no volver y los que se queden cada vez trabajarán en empleos que repercutan menos en la recaudación pública.
Los nuevos tipos de empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o no lo asuma como parte de su currículum formativo. ¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como derecho y arte?, ¿o económicas y filología clásica?, ¿o teatro y administración de empresas?, ¿o ingeniería analítica y diseño gráfico?, ¿o arquitectura y programación? O, más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Quizá mecánica e historia del arte?, ¿analista de datos y agroindustria?
El papel de la educación será el de entender que, en la formación del futuro, no será fácil identificar los límites entre el conocimiento necesario y las habilidades humanas de soporte. Nuestro hijos quizá tengan alguna ocupación similar a las que hoy existen, pero la abordarán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello es relevante el papel de la tecnología.
Si la tecnología nos va a hacer cambiar el propio concepto del trabajo, la educación también lo ha de hacer. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones. Yo vinculo el empleo del futuro con la formación del futuro. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar un cambio socioeconómico inédito.
Nuestra sociedad nunca deja de cambiar, y nosotros nunca dejamos de aprender. Como resultado, nuestros sistemas educativos están bajo una presión constante para incorporar nuevas ideas y nuevas tecnologías, lo que en última instancia nos permite desarrollar medios innovadores para inspirar a la próxima generación.
En 2018, los avances en los planes de estudio y las políticas educativas nos permitieron empezar a educar a las personas de un modo que era inalcanzable en épocas anteriores. Simultáneamente, a través de los desarrollos en el acceso a la información y a los avances en las tecnologías digitales, hemos permitido que algunas generaciones puedan gozar de la oportunidad de aprender sin límites, diseñando e innovando acerca del mundo en el que quieren vivir.
Y a todo esto, que donde todo el mundo ve un problema, en el llamado ‘empleo del futuro’, yo veo la oportunidad para salir de este atolladero social, laboral, económico y generacional. Yo veo 5 claves que estaría bien estimular, acelerar, apoyar, para que en la medida de lo posible, la generación sandwich pueda subirse a este carro y las que vienen no lo pasen tan mal como esta.
1. La automatización, la robotización y la digitalización son diferentes según el sector y la industria. Lo importante es determinar el grado de disrupción de cada sector. En apenas una década, las automatizaciones invadirán todos los sectores productivos y el empleo se reconfigurará en ese tiempo de manera radical. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
2. Existe una perspectiva de creación neta de nuevos empleos, a pesar de la interrupción inminente del modelo productivo basado en la mano de obra humana. Para 2024, en términos puramente cuantitativos, 75 millones de puestos laborales actuales serán desplazados por el cambio en la división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos; pero parece ser que 133 millones de nuevos empleos podrían ir surgiendo al mismo tiempo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
3. Debo decirte, si trabajas, que es muy probable que no se quedes sin trabajo, sino que te quedarás sin el trabajo que haces ahora. Y a los que no trabajan, que es seguro que el empleo que buscas deje de existir muy pronto, pero que aparecerá otro tipo del que tendrás que saber algo. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
4. La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando rápidamente. Incluso las tareas de trabajo realizadas de forma abrumadora por el ser humano en la actualidad (comunicación, interacción, coordinación, gestión y asesoramiento) comenzarán a ser asumidas por las máquinas, aunque más lentamente. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
5. Las nuevas tareas están estimulando una demanda de nuevas habilidades. Para el año 2023, las habilidades requeridas que aumentarán en importancia incluirán el pensamiento analítico y el aprendizaje activo, así como habilidades como el diseño de tecnología, destacando la creciente demanda de diversas formas de competencia tecnológica. Sin embargo, el dominio de las nuevas tecnologías es sólo una parte de la ecuación de habilidades de 2022. Recuerda que todo lo que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable y eso te convertirá en un aprendiz de por vida. ¿Qué estamos haciendo en ese sentido?
Seguramente estás pensando que todo esto es muy bonito pero que de momento ‘no tengo trabajo o el que tengo es temporal’. Pues tiene mucho que ver, solo debes localizar el punto de enlace entre lo que te pasa y lo que te he expuesto. En el futuro inmediato, iremos al trabajo a aprender casi todo el tiempo. A aprender a preguntar cosas. A aprender a entender cómo funciona el software que hace el trabajo que hacíamos nosotros hace un tiempo, para que, aprendiendo, logremos que aún lo haga mejor cada vez.
Sin duda, la optimización de los 140.000 millones de euros que le van a corresponder a España del Fondo de Recuperación Next Generation de la Comisión Europea será clave. Nunca hemos sido demasiado eficientes con los fondos europeos. Me preocupa que sólo un 38% de los Fondos de Cohesión fueron ejecutados en los últimos 12 años. Da igual quien mande, ninguno fue capaz.
Ahora, nuestro país podría, en dos o tres años, salir de esta crisis más fortalecido de lo que entró. España tiene un excelente capital humano, infraestructuras y grandes empresas con capacidad de inversión. Ahora nos ha tocado una especie de lotería que sería un error limitarnos a usar esos recursos para garantizar la recuperación. Quizá el crecimiento no sea mayor en el corto plazo, pero sí podría ser óptimo. Ese objetivo exige inversiones dinamizadoras en sectores tecnológicamente intensivos, en transición energética o en digitalización. Pero sin abordar profundas reformas, habremos perdido la gran oportunidad de entendernos con las máquinas en una economía repleta de máquinas. Debemos pensar en ellas. Van a ser el mecanismo por el cual, esos fondos, sean transformadores o simplemente un parche enorme.
Las máquinas son muy buenas respondiendo preguntas, pero no tanto haciéndolas. De ahí que, si somos cada vez más capaces de cuestionar mejor a esas máquinas, ellas nos responderán de un modo más útil. Iremos a trabajar pero sólo para aprender de ellas, para conocerlas mejor y para poder definir cada vez mejores preguntas.
Ese empleo es el verdadero empleo del futuro. Lamentablemente algunos no lo entenderán, otros sí. Si esperas que el gobierno te solucione algo, busca una silla. Esto depende de como gestionamos las pocas herramientas de las que vamos a disponer. Entender que tu trabajo no depende tanto de un empleador como de que tú comprendas que el ‘contrato social llamado empleo’ va a cambiar, está cambiando, será la clave. Seguir pensando igual que antes solo paraliza. Demasiado análisis crea parálisis. Es hora de descifrar el futuro. No va a esperarnos.
La necesidad de ofrecer datos reales.
A veces dudo de que muchas de las declaraciones que hacen los políticos sean sólo un modo de retrasar el momento de la crítica, la de aceptar que las cosas no van bien. Nadia Calviño, ministra de economía, dijo que el impacto económico del coronavirus sería ‘poco significativo’. La caída del PIB ha sido del 11%, sólo comparable con la postguerra. No puede ser que pensara eso. En marzo, tras el inicio del confinamiento, algunos escribimos que el desastre iba a ser monumental, que había que poner la economía en punto muerto, que no sería suficiente con plantear ayudas, sino que había que paralizar los costes fijos de la gente y de las empresas. No se hizo y ahora tenemos lo que tenemos.
A veces dudo de que muchas de las declaraciones que hacen los políticos sean sólo un modo de retrasar el momento de la crítica, la de aceptar que las cosas no van bien. Nadia Calviño, ministra de economía, dijo que el impacto económico del coronavirus sería ‘poco significativo’. La caída del PIB ha sido del 11%, sólo comparable con la postguerra. No puede ser que pensara eso. En marzo, tras el inicio del confinamiento, algunos escribimos que el desastre iba a ser monumental, que había que poner la economía en punto muerto, que no sería suficiente con plantear ayudas, sino que había que paralizar los costes fijos de la gente y de las empresas. No se hizo y ahora tenemos lo que tenemos.
Supongo que, al igual que se genera un discurso oficial en clave positiva cuando todo augura un desastre absoluto para ganar tiempo, cuando la evidencia demuestra la catástrofe, se disfrazan las cifras o se modifican los sumandos. Así se hace con el desempleo. En este vídeo expliqué en la Sexta la verdadera cuenta del paro en España, el motivo de tal desastre y su relación con el PIB. Además, algo que no se suele hacer, vinculé el motivo de caída del PIB con la parálisis de los motores económicos. Espero os sea útil, en televisión no es fácil explicar estas cosas, hacerlo así, y en tan poco tiempo.
Y es que España cierra 2020 como el peor país de las economías desarrolladas y de la Unión Europea en caída del PIB y desempeño del empleo. La decisión de mantener y subir impuestos y a la vez ser el país que menos apoyo al tejido productivo ha dado ha dejado a España en riesgo de no estar bien posicionado para una necesaria transformación digital y tecnológica de todo el modelo productivo. Las empresas han quedado heridas gravemente por esta crisis y la irregular gestión de la misma. Según el Banco de España, casi el 25% de las empresas españolas están al borde de la quiebra hoy. Una dificultad añadida para reabsorber a los 5 millones de parados que hay en España.
Que en una entrevista al presidente Sánchez de Europa Press, dijera que ‘la gran innovación de esta pandemia han sido los ERTE’ demuestra en el terrible escenario en el que entramos. España se enfrenta a 2021 sin capacidad de atraer inversión, más dificultades impositivas y burocráticas para crear empleo y con una escasa capacidad histórica para gestionar los fondos europeos que deberían estimular el cambio de modelo. Una economía compleja tiene crisis menos profundas y sale antes de ellas. No veo por ningún lado que la idea sea hacerla más compleja.
Tutorial sobre el Plan de Recuperación del Gobierno de España.
El Gobierno de España ha presentado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para superar la crisis económica y social generada por el shock de oferta y demanda que vivimos hace unos meses y que se ha ido trasladando en el tiempo a todos los sectores productivos. Recordemos que el pasado mes de julio, los países de la UE fueron capaces, con una guerra interesante, de acordar un Plan de Recuperación para Europa. La idea era comprometer los objetivos estratégicos europeos a medio plazo.
El Gobierno de España ha presentado el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para superar la crisis económica y social generada por el shock de oferta y demanda que vivimos hace unos meses y que se ha ido trasladando en el tiempo a todos los sectores productivos. Recordemos que el pasado mes de julio, los países de la UE fueron capaces, con una guerra interesante, de acordar un Plan de Recuperación para Europa. La idea era comprometer los objetivos estratégicos europeos a medio plazo.
Entre los acuerdos estuvo la creación de Next Generation EU. Un programa que pondrá, entre 2021 y 2023, 750.000 millones de euros al servicio de la recuperación y transformación de la economía europea. Su objetivo es apoyar a los Estados y sus reformas, incentivar las inversiones privadas para dinamizar la economía y reforzar los sistemas nacionales de salud. A España le tocaron 140.000 millones. Una pasta. La idea, según lo presentado ayer por el gobierno español, es dar prioridad en el uso de estos recursos a acuerdos internacionales, como la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, y programas europeos, como el Pacto Verde Europeo que se traducirán en volcar un 37% de esos recursos a la transición ecológica, un 33% a la transición digital y el resto a cohesionar la sociedad y el territorio y a la igualdad de género.
¿Como te quedas? Pues en realidad estos ejes ya estaban en los programas como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima o la agenda España Digital 2025 que ya se habían presentado y que vivían en la mayor ineficiencia pública conocida. El plan no es más que el resultado de un ‘mix’ de planes ya existentes que buscaban modernizar nuestra economía pero que no lo ha logrado todavía. Una de las explicaciones bien podría estar en la incapacidad para gestionar fondos europeos. La prueba más evidente de esto es que España solo ha ejecutado el 39% de los fondos estructurales, por lo que, cuando estamos a punto de empezar a recibir todo ese dinero que tiene que engrasar el ‘Plan’, aparecen muchas dudas de si vamos a ser capaces de utilizarlos correctamente o con garantías.
De las promesas de creación de empleo y de crecimiento del PIB gracias a estos planes y estos recursos, si acaso no digo nada. Felipe González ya prometió en 1982 la creación de 800.000 puestos de trabajo. Años después lo que había creado eran 800.000 parados más. El mismo expresidente dijo una década más tarde: ‘he aprendido que el empleo no se prometen desde un gobierno pues el empleo lo crean empleadores y empresas’. Pues eso. Y no seré yo quien niegue que, una fuente tan importante de recursos orientados a la modernización del modelo de crecimiento de este país, es algo positivo y que, obviamente, se convierte en una oportunidad única. El problema no radica en las intenciones, el asunto está en la capacidad y en la dimensión exacta de esas transferencias y créditos que vendrán de Europa. Hablamos de un monto que, bien analizado, igual no es suficiente.
Podría no ser suficiente dadas las elevadas previsiones de deuda y déficit (11,3% del PIB en 2020 y del 7,7% en 2021). Veremos como se conjuga la obligación de colocar deuda a niveles inéditos cuando Europa deje de comprarla como si fuera un pozo sin fondo. Eso no durará siempre. Por eso, lo que se haga o no se haga en los próximos tres años repercutirán en los próximos treinta. Y es que hay algunos escollos que se van a presentar y que requerirán de que este gobierno, y los que vengan, se dejen de modelos de comunicación y espectáculos diversos y se centren en la capacidad de gestión. La deuda bruta de las Administraciones Públicas, es decir, los pasivos en circulación a 30 de junio sumaban 1.886.011 millones de euros, el 161% de nuestro PIB que se estima en 1.171.748 millones de euros para este año. De momento lo que sabemos es que este gobierno es buenísimo endeudándose. En seis meses han crecido en 125.000 millones. Si añadimos la deuda de empresas públicas, 38.282 millones, el monto total de la deuda bruta asciende a 1.924.293 millones: 164% del PIB. El remate. El déficit público cosechado hasta 30 de junio se eleva a 61.589 millones de euros, cuando el año 2019 se saldó con un déficit 35.195 millones. Pinta complicado.
Y entonces, ¿va a servir este plan? ¿va a ser capaz de generar un nuevo modelo de crecimiento? ¿es factible crear empleo en sectores verdes y digitales sin afectar al resto del cuerpo laboral? Es posible que sí, pero alguien debería decir que la transición no es neutra. Rediseñar todo un modelo productivo no se hace en tres años ni se puede plantear sin una acción real sobre la educación y la formación. Por eso observo ausencias importantes en este plan que se presentó con tanta modernidad. Hablo de cómo se soporta unas cifras de paro absolutamente brutales que se irán evidenciando cuando los ERTE se conviertan en estructurales. Hablo de la nula referencia a la sostenibilidad de las pensiones. Hablo de cómo se piensa flexibilizar el mercado laboral para que sea atractivo contratar. Hablo de cómo piensan reducir el coste fiscal para las empresas que necesitarán capacidad de inversión y no de pagos impositivos. Hablo de que no aparece nada en ese plan que se refiera a la necesidad de aumentar la dimensión de las empresas que ahora son demasiado pequeñas para ser eficientes y con excesivas barreras para incorporarse a la corriente de la digitalización, la internacionalización o la innovación. Hablo de cómo se piensa adoptar una reforma en profundidad para modernizar el sistema fiscal.
También hablo de que no veo ni una referencia a la economía del dato, del estímulo de la inteligencia artificial, de la dinamización de la investigación tecnológica, de la atracción de empresas innovadoras y tecnológicas de otros países con un plan fiscal que les haga atractivo venir. Y hablo de que el desembolso de las transferencias del fondo de recuperación a España, dependerá de que cumplamos con las reformas y criterios de inversión establecidos y que se refieren en gran medida a ejecutar algunas políticas muy distintas a las que defiende el gobierno actual. Veremos cómo se conjuga esto.
Recordemos, también, que si obviamos las reformas estructurales y fiscales necesarias, las inversiones provenientes del fondo de recuperación no podrán obtener el máximo rendimiento, lo que establecería una mayor desigualdad económica entre el norte y el sur de Europa. Nosotros más deuda y dependencia de Europa y mayor justificación para los ‘frugales’ para no autorizar más transferencias. España no se había recuperado de la crisis de 2008, no hizo los deberes y no parecía importarle hasta marzo pasado que nos explotó todo esto frente a nuestras narices. Por eso, Europa, no tiene tan claro que seamos capaces de implementar todas las condiciones que se nos va a exigir. Por eso incorporaron mecanismos de ‘veto’ a las transferencias y ayudas. Una vez se envíen los proyectos para utilizar esos fondos, se tendrán que autorizar por todos. Ya verás como eso no va a ser tan sencillo, ya verás.
Articular políticas para ayudar a que las empresas inviertan más en innovación de manera más sostenida en el tiempo con resultados positivos es más difícil que crear kilómetros de AVE infrautilizados o aeropuertos que sólo sirven para filmar anuncios publicitarios en sus pistas de aterrizaje. No critico al actual gobierno, eso lo han hecho todos. De un color u otro. La mala previsión estratégica no tiene color. La conveniencia de no hacer reformas cuando todo parece ir bien, no tiene ideología. La clase política no suele arriesgar, no suele ser atrevida y vienen tiempos en los que tocará arriesgar y conquistar el futuro en lugar de esperarlo. De ahí que sería fundamental tomar decisiones duras pero imprescindibles. Es obligatorio saber ya cuantos ERTEs son paro, cuantas empresas sujetas a un ICO son empresas zombies y, cuantos modelos productivos y de crecimiento son factibles ahora mismo de abrazar esa tecnología verde y azul. Si no se hace, partimos de un punto inicial incorrecto, falso y abocado al error.
¿Qué aplauden exactamente? La primera etapa del optimismo es el realismo.
El discurso oficial de que, en lo económico, hemos tocado fondo no es más que eso, un discurso oficial. Se basa en índices y cifras que, obviamente, no van a llegar más abajo. Por lo menos en caída del PIB, en personas que no van a trabajar o en falta de ingresos en las empresas. Venimos de una congelación casi absoluta de los ciclos económicos e industriales. De ahí que esa apreciación no se pueda rebatir. Otra cosa es lo que busca una afirmación de ese tipo. Desde la óptica de quién tiene que ofrecer un relato de superación y de mejora, comparar una caída del PIB del 20% trimestral con el siguiente en un 10%, por decir algo, supone un avance positivo comparativamente hablando, pero objetivamente y en ciencia económica no sirve para evaluar la dimensión de la tragedia.
El discurso oficial de que, en lo económico, hemos tocado fondo no es más que eso, un discurso oficial. Se basa en índices y cifras que, obviamente, no van a llegar más abajo. Por lo menos en caída del PIB, en personas que no van a trabajar o en falta de ingresos en las empresas. Venimos de una congelación casi absoluta de los ciclos económicos e industriales. De ahí que esa apreciación no se pueda rebatir. Otra cosa es lo que busca una afirmación de ese tipo. Desde la óptica de quién tiene que ofrecer un relato de superación y de mejora, comparar una caída del PIB del 20% trimestral con el siguiente en un 10%, por decir algo, supone un avance positivo comparativamente hablando, pero objetivamente y en ciencia económica no sirve para evaluar la dimensión de la tragedia.
El asunto no es si comparativamente hemos llegado a lo más profundo. Eso ni de lejos se ha producido. El mercado laboral esta intervenido, la liquidez a las empresas se ha estimulado con préstamos y el pago de tributos se ha aplazado sin intereses durante un tiempo. De ahí que las impresiones de tipo inmediato son, en la comparación también inmediata, hasta favorables. Pero nada más lejos de la realidad objetiva y científica. El desastre en economía, por lo menos no en los países con ciertos amortiguadores casi automáticos que se disponen en momentos de quiebra, suelen retrasarse unos años. Lo vimos en la anterior crisis, la inmobiliaria y financiera. El sistema mundial se desplomaba en 2008 pero hasta bien entrado el 2010 no lo vimos reflejado en la economía real. Los datos indicaban estabilización, una pequeña recesión o, incluso, una recuperación que se llamó ‘brotes verdes’. Después vino el diluvio universal.
Ahora todo es distinto, en su génesis y en su embrión, pero no en sus efectos. Afecta a otros sectores, especialmente a otro motor, el turístico, pero derivará a toda la economía. Primero, los elementos estabilizadores que se pusieron en marcha aumentando el gasto y prometiendo alcanzar una deuda impagable, disfrazan la realidad. Incluso, no lo dudes, a finales de este mismo año alguien hablará de ‘nuevos brotes verdes’. De hecho una ministra que optaba a presidir la comisión europea, con una formación excelente y un alto grado de perspectiva en materia económica, ha llegado a decir que ‘lo peor ya ha pasado y que se inicia la recuperación’. Eso ni es cierto, ni puede serlo.
Lo peor vendrá en dos oleadas. Una cuando el mercado laboral deje de estar dopado y otro cuando venzan los créditos públicos que se han ido otorgando a empresas con dificultades de liquidez. Si me apuras hay otra tercera oleada que será más sutil. Las prórrogas tributarias y los retrasos concedidos a los pagos se irán actualizando y cumpliendo. Cuando eso pase, todo a la vez, el agujero será de tal calibre que cabrá toda la economía productiva española y, potencialmente, la de algunos países de nuestro entorno.
España ha ido decreciendo en innovación, en inversión tecnológica y en aportar presupuesto en cambiar un modelo de crecimiento que supone demasiada dependencia. Nadie podía esperar lo que nos ha pasado, o sí, pero lo cierto es que estamos en un muy mal puesto de salida. En la ‘pole position’ están muchos por delante. Desde el final de la parrilla vemos al resto. Rugen sus motores. El nuestro sigue parado y en manos de un ERTE.
El escudo social era y es imprescindible pero no puede dirigirse todo en ese sentido. Se debe equilibrar o lo pagaremos muy caro. Esto no va de tener que devolver las ayudas europeas, ya se verá, tampoco de aguantar la presión social gracias a subvenciones y rentas básicas, tampoco se tratará de aplanar la curva de datos negativos en lo económico o de interpretar una recuperación económica cuando los cocientes sean algo favorables. El problema es otro. Esto va de cómo vamos a quedar al final de esto. En que puesto de la parrilla estaremos al terminar. En 2023 la cosa podría rozar una potencial igualdad de producto interior bruto. Podría ser. No obstante, más que nunca, será el momento de detectar si ese PIB surge de lo mismo de siempre o de un escenario más moderno y tecnológico, menos dependiente de ciclos y menos frágil cuando se produce una crisis.
Cualquiera que sea tu opinión sobre el impacto de la automatización en la mano de obra, podemos estar de acuerdo en que el trabajo futuro requerirá un análisis profundo de en que vamos a ocupar a todo el mundo. Una sociedad que alcanzará la cuarta edad cada vez con mayor intensidad y número, un planeta tecnológico y competitivo, un modelo exportador distinto donde el producto quedará sustituido por el servicio y donde el capital deflacionará en beneficio del valor de las cosas y no de su coste de producción, ese mundo, será otro y será pronto.
¿Qué hay pensado? ¿Quién está al volante? ¿Qué podemos hacer los empresarios y los trabajadores? ¿Cómo pensar en el futuro a medio si mi presente y futuro inmediato pinta gris marengo? Tengo la impresión que no hay mucho pensado, que quien dirige esto o quién pretende dirigirlo algún día no lo están pensando y que lo que podemos hacer nosotros tiene que ver con un nuevo modo cultural de entender las crisis. Tengamos en cuenta que la crisis no se irá por mucho que lo digan los noticiarios o una ministra. No se irá, se instalará por tiempo. Tengamos en cuenta que la nueva normalidad no era lo que describió el presidente del gobierno en base a unas normas y protocolos de seguridad en el día a día, no, era otra cosa. La nueva normalidad no era más que la aceptación de paradas técnicas de la economía, de la incertidumbre y de la fragilidad. La nueva normalidad no es teletrabajar, es convertir el teletrabajo en un modelo de rescate laboral y de seguridad en lo imprevisible.
Verás en los próximos meses como el cierre de comercios, locales de ocio, restaurantes y hoteles se generalizará. Después, por pura deriva y de ‘vasos comunicantes’, se irán clausurando empresas de servicios, despachos profesionales, autónomos que dejarán de estar en alta y despidos masivos. Llegaremos a cifras inéditas. Y en todo ese desastre, a lo lejos, quedará una luz brillante indicando el camino. El inevitable camino. La modernización de una economía que ahora depende de la mano de obra mal pagada y temporal y de un consumo ineficiente e ineficaz. Una luz indicando que la economía de un país debe ser diversa y su estructura de crecimiento no puede depender de ningún sector más allá del 5 o 6%. Para eso hay que reflexionar, rápido, y ejecutar un plan que no sólo puede ser un ‘escudo social’. Esa trampa nos lleva al desastre.
El gran desafío no es recuperar el empleo perdido, ni tan siquiera volver a tener el turismo a pleno rendimiento. Tampoco es recomponer el modelo de crecimiento anterior. Ni proteger a desempleados, ni rentas básicas, ni nada. El gran reto es, y pronto volveremos a ver como se aparece en su total virulencia, la robotización de la industria, la automatización de los servicios y la sustitución de empleos en múltiples campos. La llegada intensa y sin miramientos de la inteligencia artificial y la gestión masiva de datos, se va a llevar por delante mucho de lo que, ahora, se pretende proteger artificialmente.
La urgencia no es el escudo social y ampararse en él. Lo urgente es recuperar el debate y el proyecto, si lo hubiere, acerca del futuro del empleo. No veo a nadie pensando en pasado mañana. Sólo veo discursos alejados del problema. Una vez la economía empiece a poder comparar cifras y, estéticamente, proporcione comparativas de crecimiento lento pero constante, en menos de dos o tres años, nos explotará frente a las narices algo que íbamos a denominar ‘quinta revolución industria’ y que, de no hacer nada, le llamaremos ‘la crisis de los robots’.
Esta pandemia nos ha dado un toque de atención brutal, equivocar el diagnóstico puede ser peor a medio plazo que la consecuencia inmediata. Confío en que vamos a ponernos en marcha, pero no confío en quienes dicen que nos van a ayudar a hacerlo. Por lo menos no puedo confiar mientras el discurso se disfraza, los datos se manipulan y a todo se le pone un cenefa de aplausos. No hay demasiado tiempo. Una vez pase medio año, el punto de no retorno se habrá alcanzado. Lo hagamos en los próximos cinco meses, afectará a los próximos quince. Esto no irá de recuperar nada, se tratará de reinciarlo todo. Para ello hay que reventar violentamente la burbuja de protección publicitada lo antes posible y descubrir el desastre bíblico al que nos enfrentamos.
Como consultor de empresas, en cada plan de modernización que ahora estamos desarrollando, incorporamos la realidad económica, la ineficiencia política y la interpretación tecnológica. Al final, todo va a depender de empresas, autónomos, directivos y emprendedores. El resto serán palos o ruedas, ya veremos.
¿Por qué no podemos salir de esta crisis del mismo modo de siempre?
Muy preocupante. Ante la peor crisis sanitaria, social y económica desde la postguerra, todo lo que son capaces de mostrar nuestros dirigentes políticos es un espectáculo bochornoso, deplorable y de un nivel intelectual muy preocupante. Estamos solos. ¿Dónde está la grandeza de la política tras tres meses de una crisis histórica y decenas de miles de muertes? ¿Por qué siguen con la retórica partidista de siempre? Siguen echándose en cara la misma montaña de temas de corto recorrido y de interés particular. Ninguno habla del medio ni el largo plazo. Y lo vamos a pagar los de siempre. Y es que estamos en la antesala de la mayor crisis económica que ninguno de los que estamos en edad de trabajar haya podido conocer. Y es cierto que de todas las quiebras surgen oportunidades, cambios y modelos de crecimiento personal y colectivo. Y cierto es también que esta no será una excepción, el problema es que hay diferentes maneras de vivirlo. Una depresión económica se explica en diez minutos pero se vive durante diez años. El modo en el que se viva depende de la estrategia y liderazgo de quienes tienen que marcar las políticas de salida.
Muy preocupante. Ante la peor crisis sanitaria, social y económica desde la postguerra, todo lo que son capaces de mostrar nuestros dirigentes políticos es un espectáculo bochornoso, deplorable y de un nivel intelectual muy preocupante. Estamos solos. ¿Dónde está la grandeza de la política tras tres meses de una crisis histórica y decenas de miles de muertes? ¿Por qué siguen con la retórica partidista de siempre? Siguen echándose en cara la misma montaña de temas de corto recorrido y de interés particular. Ninguno habla del medio ni el largo plazo. Y lo vamos a pagar los de siempre. Y es que estamos en la antesala de la mayor crisis económica que ninguno de los que estamos en edad de trabajar haya podido conocer. Y es cierto que de todas las quiebras surgen oportunidades, cambios y modelos de crecimiento personal y colectivo. Y cierto es también que esta no será una excepción, el problema es que hay diferentes maneras de vivirlo. Una depresión económica se explica en diez minutos pero se vive durante diez años. El modo en el que se viva depende de la estrategia y liderazgo de quienes tienen que marcar las políticas de salida.
Los que tendremos que lidiar con ese escenario incierto, complejo, que tenemos empresas o que dependemos de nosotros mismos para avanzar, sólo nos queda observar y tomar decisiones mientras se ponen o no de acuerdo en eso que han querido llamar ‘reconstrucción nacional’. Si aplicas la observación, en lo que viene, podrás localizar un modelo de negocio, serás capaz de mejorar tus procesos y lograrás atender, mejor que tu competencia, a tus clientes. Si lo haces, llegarás a tiempo a la meseta donde espero nos encontremos, la mayor cantidad de gente, en unos meses. Sin embargo, en esta travesía, que por experiencia sé que es apasionante, nutritiva y te hace crecer en lo esencial, muchos se van a quedar en el camino. Nunca llegarán al campo base. Por eso es importante no hacerlos invisibles, olvidarlos, dejarlos a la intemperie. Serán muchos. Muchos que ni siquiera ahora lo tienen presente. Seamos solidarios, no los borremos, no pasemos cerca de ellos como si no existieran. Algunos han abierto sus bares estos días creyendo que subiendo la persiana el perjuicio será menor. Que las medidas de restricción que la dichosa ‘nueva normalidad’ reducirá sus ingresos pero que, de un modo u otro, sobrevivirán. Pero no serán pocos los que, tras unas semanas, algún mes, descubrirán que el consumo se reduce y las opciones de ser rentable desaparecen.
Tenemos la oportunidad de afrontar este desastre de dos maneras. Una que tenía que ver con salvar empresas y otra con destruirlas. La primera requería una acción valiente y, tal vez, poco vistosa. Exonerar impuestos e inyectar liquidez a las empresas con el compromiso de mantener el flujo laboral anterior. La otra, convertir a medio país en desempleados, pendientes de que los ERTEs se conviertan en empleo por arte de magia. El tiempo corre en nuestra contra. En contra de los que apostaron todo su patrimonio al negro y par. A su empresa. Esos que hace semanas no duermen bien y juntan las monedas que descansaban en una botella de plástico para complementar en vacaciones, para pagar impuestos y cuotas fiscales. Esos a los que ahora acusan de que si no pagan el IVA del primer trimestre es por ser malos gestores. Se les acusa de que ese impuesto de valor añadido no es suyo, que ellos son los intermediarios y que deben de tenerlo siempre apartado para cuando llega el momento de pagarlo.
Los que dicen esto pocas empresas han montado o no han gestionado ninguna. En la lógica de caja de una empresa, especialmente las más pequeñas, el mundo no funciona así. Los ingresos se reparten en múltiples posiciones. Una factura cobrada en bruto, sin descontar el IVA o los IRPF, inmediatamente se convierte en liquidez. Muchos lo utilizan para invertir en mejoras de su propio negocio, para pagos especiales a sus empleados o, incluso, para mejorar su propio salario y así poder consumir más. Lo normal es que, si la economía no tiene ningún shock, como los que acabamos de vivir, y seguimos viviendo, ese empresario, autónomo o directivo, hace una previsión de pagos tributarios en base a la facturación inminente. Si esa facturación se detiene por orden gubernamental, ajena a cualquier opción de regate, si la alerta sanitaria se lleva por delante todas las opciones de aplicar estrategias de caja, tus cálculos se van a tomar viento.
Eso es lo que ha pasado. La economía de empresa es un puzzle. Las piezas están contadas. Si detienes la cadena de transmisión por ley, tienes que ofrecer una alternativa que no se lleve por delante a todo el tejido productivo de una país. Si no exoneras los impuestos inmediatos, gripas el motor. Si encima anuncias que vas a subir impuestos, asustas a quienes pensaban afrontar valientemente el reto de superar un trimestre cerrado y otro a medio gas. Si mantienes las obligaciones tributarias, tras haber quebrado la línea que une una caja estable con unos ingresos imposibles, no puedes hacer como si nada. No puedes mantener obligaciones fiscales y amortiguarlo con aplazamientos, retrasos o prorrogas. Eso no sirve. Quien ahora no tiene, no tendrá. Es incluso peor. En unos meses tendrá menos. El cierre de muchos comercios y pequeñas empresas puede ser una bola de nieve sin final a corto.
España no ha invertido en innovación ni en tecnología. No ha estimulado a las empresas a hacerlo. El tejido empresarial que tenemos es débil, dependiente y con poca liquidez. Y es normal. Mientras que otros países como Reino Unido, las grandes empresas (más de 250 empleados) suponen el 46,1% y las micro empresas (menos de 9 empleados) son el 17,3%, en España las grandes son el 27% y las micro el 40,5%. ¿Quién crees que está en mejores condiciones para innovar, invertir y aplicar planes de reconversión? ¿quienes crees que tienen mayor capacidad para aguantar una economía yerta, seca y en parada técnica? La media de liquidez de una empresa grande ronda los 18 meses, la de una micro pyme, apenas 18 días. En España el 90% de las pymes declaran su impuesto de sociedades en negativo.
Resulta que la clave para salir de esta fortalecidos dependerá de la capacidad de transformar digitalmente el sector productivo. El problema es que para eso se precisa capacidad financiera. Adaptarse a los cambios que van a ser imprescindibles, obliga a tener un músculo financiero que la mayoría no tienen. La parada técnica de la economía, la inapelable llegada de las obligaciones fiscales y el miedo a los recortes y subidas tributarias anunciadas, apartan a cualquiera de una pretendida inversión en tecnología. Como España es un país de micro empresas, invierte poco en innovación o en tecnología. Es normal y nos deja en una muy mala posición. Volvamos a comparar aunque sea feo. El Reino Unido ha aumentado su inversión privada en innovación y desarrollo un 62,4% en apenas diez años. Alemania un 34,6% y la media europea un 21,8%. España, en una década ha recortado su inversión privada en investigación, desarrollo e innovación un -5,8%. ¡Se ha reducido! Así nos va, y lo que es peor, así nos irá.
Esa falta de inversión no es culpa sólo es de la empresa. Los gobiernos deben priorizar, estimular y marcar las líneas del desarrollo económico y marcar los modelos de crecimiento con políticas activas que la dinamicen. Tiene las herramientas para lograr el modo de que esos porcentajes sean los que el futuro nos exige. Lo que no hagamos en los próximos cinco meses, lo pagaremos en los próximos quince años. Y es que esta crisis no es la crisis de las finanzas. Esta será la crisis del comercio, de las pymes, de los autónomos. Será la crisis del paro porque en España, estos tres sectores son los que más empleo generan. Sólo hay que ver la dificultad para acceder a la liquidez que anunció el gobierno hace unas semanas. Apenas una cuarta parte de los solicitantes han logrado acceder a un ICO. Y casi que es normal. Si tu pequeña empresa pinta mal, es complicado que te den crédito. ¿Cómo era aquello del paraguas, la lluvia y los bancos?
Las pymes mueren por falta de caja. Lo he dicho más arriba. Al mantener la obligación de ‘no vender’ pero sí la de pagar, un 15% del tejido empresarial español ya es historia. En dos meses y poco, miles de sueños se han roto, miles de empleos se han esfumado, millones de euros se han quedado en el debe. Un debe que contagia, nunca mejor dicho, a toda la cadena empresarial. Tu impago daña a tu proveedor y así sucesivamente. Todo dependía de frenar esas dependencias y, desde el gobierno, había una herramienta buenísima para hacerlo: exonerar impuestos y declarar la economía, al prinicipio, en ‘contador a cero’. Y ahora viene lo mejor. Resulta que el gobierno anunció un paquete de ayudas. ‘La mayor movilización de dinero público de la historia de España’ le llamó. Eran 200.000 millones de euros. Lo curioso es que 83.000 millones eran avales sobre los créditos que deberían dar los bancos. Y en eso que le dejas la pelota botando a las entidades financieras. No vale sólo con un aval. Los bancos no se fijan sólo en eso. Miran si la pyme que solicita el crédito es factible de que sobreviva. Si no apuestan correctamente, el banco lo pasara mal a medio plazo y no lo van a conceder en esas condiciones. Estamos hablando de mucho dinero. La banca aprendió en la crisis financiera de 2008. Saben que por cada subida del paro del 1% los impagos de créditos sube un 0,80%. Si sumas los 3 millones de ERTEs que podrían convertirse la mitad en parados, el millón en cese de actividad de autónomos, los parados que ya han aumentado en medio millón y la caducidad de los contratos temporales, la mora para la banca en breve será demasiado importante. España es un país de hipotecados. Recordemos esa dependencia y el escaso interés de la banca en convertirse, otra vez, en una gigantesca inmobiliaria en saldo.
La solución pasaba por exonerar impuestos, vincular las ayudas a la modernización del tejido empresarial y los créditos con avales a mantener la liquidez directamente en las empresas para que ésta llegue a los trabajadores. Pasa por aplicar medidas urgentes en los sectores turístico y de servicios y, pasa también, por estimular la nueva concepción de suma pymes españolas a fin de generar nuevas marcas capaces de ser más grandes. De esta crisis podremos aprender cosas. La importancia de dinamizar la economía con tecnología, de hacerlo con empresas más grandes, concentrando a las pequeñas. Si tuviéramos el porcentaje de empresas medianas que tiene de media Europa, nuestra productividad sería casi un 20% superior al actual. De esa cifra derivaría una mejora salarial que ahora se antoja imposible. Aprenderemos, sin remedio, con una hostia con la mano abierta, que con micro empresas no se puede modernizar un país, que para lograrlo necesitamos empresas más robustas, más grandes y capaces de pelear en un escenario económico veloz, repleto de grandes empresas y muy tecnológicas. Es una oportunidad que vendrá tras un drama de dimensiones gigantescas. Las decisiones que se tomen ahora, en ese sentido, marcarán la dimensión de la tragedia, pero también el nivel de aprendizaje que vamos a sacar de todo esto.
En mi sector, el de la consultoría económica y tecnológica, muchos estamos trabajando por la concentración de pequeñas empresas. En mi caso lo hago porque en otros momentos aprendí que afrontar la reducción de demanda, impagos, subidas de impuestos y problemas salariales, es mejor hacerlo colectivamente, el que te proponga tu sector, en lugar de hacerlo solo.
El futuro será digital. De hecho nadie ha hecho más por esa evidencia que la actual situación sanitaria. O te digitalizas o te digitalizaran. No va a haber otra opción. Por eso es tan importante que si abandonas el análisis de tu propio negocio, pensando en que los de ‘arriba’ te ayudarán o dirán que tienes que hacer, pierdas un tiempo precioso. Tienes que tomar decisiones, poner en marcha una hoja de ruta que permita liquidar lo que ya ha quedado viejo. La crisis de tu empresa podría depender de que no dejes morir lo antiguo para que nazca algo nuevo. Esto sirve para una pyme y para un país. No esperes que las directrices gubernamentales te digan lo que tienes que hacer. Las decisiones debes tomarlas tú. Lo peor que te pueda pasar es que tu sector las tome por ti y no puedas ser participe. Debes darte prisa porque el retraso en tomar decisiones, por mi buenas que sean, las puede convertir en malas decisiones por el simple hecho de tomarlas tarde. Ya expliqué la metáfora del volcán. No te quedes esperando hasta el final. No pretendas ser un héroe. En realidad, un héroe es alguien que no huyó a tiempo. Huye del modo de trabajar de antes, del mundo analógico, ponte en marcha, el tiempo se va a reducir. Esta es tu gran oportunidad, vívela así.
La última bala tras un triple 'shock' económico
En Europa llevamos más de un mes congelados. Tras las primeras noticias de algunos casos puntuales de infectados por coronavirus, llegó la bofetada que supuso descubrir que el epicentro de la pandemia se había trasladado a la puerta de nuestras casas. Tras esa sorpresa, llegaron las dudas y, tras ellas, las decisiones. La mayoría de países europeos cerraron sus fronteras y decretaron el estado de alarma unos, o de confinamiento otros. La consecuencia inmediata fue la paralización de los flujos económicos y se nos explotó frente a nuestras narices una situación económica inédita. Una crisis de triple ‘shock’ económico y que tardará todavía unos meses en materializarse con toda su envergadura y violencia.
En Europa llevamos más de un mes congelados. Tras las primeras noticias de algunos casos puntuales de infectados por coronavirus, llegó la bofetada que supuso descubrir que el epicentro de la pandemia se había trasladado a la puerta de nuestras casas. Tras esa sorpresa, llegaron las dudas y, tras ellas, las decisiones. La mayoría de países europeos cerraron sus fronteras y decretaron el estado de alarma unos, o de confinamiento otros. La consecuencia inmediata fue la paralización de los flujos económicos y se nos explotó frente a nuestras narices una situación económica inédita. Una crisis de triple ‘shock’ económico y que tardará todavía unos meses en materializarse con toda su envergadura y violencia.
Y hablo de una triple crisis, por lo menos en su origen, pues estamos ante un ‘shock’ de oferta, sucedido por otro ‘shock’ de demanda y, finalmente, un ‘shock’ en el valor de los activos. El primero se produjo cuando se decretó el cierre del flujo económico de un modo u otro. Se obligó a cerrar tiendas, comercios, bares y restaurantes, a cancelar viajes y a cerrar el espacio aéreo. El flujo económico quedó quebrado y, en una fase posterior, se canceló cualquier actividad económica no esencial.
La economía es un puzzle complejo y cuando una pieza no aparece es muy difícil componer el conjunto. Y la realidad es que hemos perdido un buen número de piezas. A esa falta de oferta se le sucedió la falta de demanda. No hay necesidad de comprar nada que no sea de carácter primario. El bloqueo de los flujos económicos ya es una realidad. A estos dos candados se sumó una caída de todos los mercados. El valor bursátil se desplomó al inicio de la crisis sanitaria y no logra remontar. En esencia, ahora no compramos, no se puede vender y además el valor patrimonial de todo se ha devaluado.
El triple ‘shock’ tendrá consecuencias a medio plazo pero que ya se pueden identificar. En un país como España, además, dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido, el problema no sólo es inédito, va a ser monstruoso. En los próximos meses viviremos otro ‘shock’, pero de tipo laboral y al que le sucederá una deflación económica, un aumento del coste público, una reducción de los ingresos de la administración, un incremento de impuestos y la intervención final del Eurogrupo.
Vamos a tener el incremento de paro más intenso de la historia en cuanto al tiempo en el que va a suceder. Las cifras, absolutamente brutales, aportadas por el Ministerio de Trabajo no son explicativas de lo que realmente está pasando. Parecen una capa de barniz que no deja ver con claridad la dimensión de la tragedia. No fueron sólo 300.000 los nuevos parados. Se trataba de algo mucho peor. Esa cifra, incluye únicamente los que dejaron de trabajar y se inscribieron en las listas de desempleo. Faltan los otros 600.000 que ni siquiera se apuntaron y que han dejado de trabajar. Son los que vieron cómo sus contratos temporales vencían en esos días de parálisis. Faltan otros 4 millones de trabajadores con contratos precarios o temporales que vencerán en los próximos cuatro meses. No renovarán.
Pero faltan más. Los tres millones de trabajadores sujetos a un expediente temporal de regulación de empleo no son, según la ministra de trabajo y el gobierno, parados a pesar de cobrar desempleo y no ir a trabajar. Para que no se contemplen como parados el gobierno derogó los artículos 45,47 y 51 del RDL 1/1995 que decía que 'un trabajador afectado por un ERTE está jurídicamente en desempleo y por eso obtiene prestación aunque no está dado de baja de la seguridad social’. Ahora ya no lo pone, pero lo ponga o no, son parados. Y si no lo son por alguna razón técnica, lo serán en un buen porcentaje. La cifra de parados debe sumar a los 700.000 autónomos que cesarán actividad. El desempleo en España bien puede llegar a cifras inéditas rozando los 6 o 7 millones de personas aunque lo escondan con epígrafes y variables ocurrentes. Lo peor es que la realidad explosionará. Y si explosiona sin avisar, porque hay un esfuerzo ridículo por esconderla, las consecuencias serán terribles.
Y no soy yo que lo interpreto. El propio gobierno español ha cuantificado ‘en 6,3 millones de trabajadores, los que van a recibir protección de rentas del Estado. La mayoría de ellos, un 60%, por entrar en ERTE. El resto dicen que son los 1,4 millones de autónomos que recibirán un beneficio económico de 950 euros por cese de actividad o desplome de sus ingresos y, finalmente, unos 900.000 que recibirán prestación por desempleo sin reunir todos los requisitos para ello’. Bueno, igual no son parados, pero se le parecen mucho.
Y en eso que, cuando los datos que se manejan son poco menos que un cuento de Disney comparado con lo que esconden, aparece el FMI. El Fondo Monetario Internacional que no acierta ni una y que se compone de un tipo de economistas de tipo ‘prospectivo’ y que nos advierte que ‘vienen tiempos muy difíciles’ tan solo una semana después de decir que ‘esta crisis sería similar a la de 2008’. Son una calamidad, una montaña de burócratas lanzando informes muy bien pagados que, para entenderlos, debemos multiplicar por dos cualquiera de sus cifras.
De ahí que nos sirva su último informe como elemento de análisis de tendencia. Veamos. El FMI dice que el crecimiento del PIB español caerá un -8% este año. Pongamos un -16% como cifra más posible. Nada visto desde la Guerra Civil o la pérdida de las últimas colonias como Cuba en 1898. La CEOE habla de un -9%, PwC de hasta un -15% y empieza a haber ya (por fin) consenso de que esto no tiene nada que ver con la mini-crisis de 2008. Replico mi apuesta. Caeremos un 16%.
Y es cierto que esto le va a pasar a muchas economías. El problema es que España no es como el resto de economías. Ni tampoco estamos en las mismas condiciones que cuando nos llegó el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y dejó el país como un solar. No, estamos peor que entonces y en el punto de partida. Por aquel entonces estábamos creciendo, aunque fuera sobre un suelo de cristal. Ahora, igual ni te acuerdas, hace un par de meses estábamos desacelerando, no creábamos empleo y éramos incapaces de reducir la deuda.
El FMI advierte que España llegará a una deuda potencial del 115%. Será más. Nos iremos a un 125%. Y aunque parezca mucho, no es tanto comparado con lo que hemos aumentado en una década esa deuda. Si no sirvió para mucho pasar del 52% en 2009 al 96% hoy, no sería tanto pasar del 96% al 125%. De ahí que algunos defiendan que la deuda es impagable y por eso se puede seguir aumentando. Terrible. En el caso de que fuera impagable, lo que sí se tiene que abonar son los intereses, eso te lo piden religiosamente en los mercados. Si no pagas, olvídate de políticas públicas. Esos mismos suelen advertir que hay países de nuestro entorno con deuda pública superior y que no les pasa nada. Suelen referirse a Japón o a Italia. Cierto, tienen una deuda superior, pero es de una composición muy diferente. Japón e Italia tienen una deuda pública mayoritariamente interna. Nosotros tenemos deuda pública externa. No hace falta que detalle lo que significa eso, ¿verdad? Una cosa es deberle dinero a tu familia y otra al casero.
Además, lo que caracteriza a nuestro país es la dificultad de crear empleo con crecimientos inferiores al 2,1% por lo que somos una máquina de crear paro cuando la cosa no va bien. De hecho, no hemos creado suficiente empleo como para afrontar ningún reto de este calibre. En la crisis de 2008 España tenía 1,8 millones parados, ahora partimos con 3,6 millones. El doble antes de empezar a contar la hecatombe. Un país en el que la inversión en modernizar la economía ha vuelto a ser nula durante estos años. Esta crisis traerá consigo un cambio en los modelos productivos y en las cadenas de valor y estamos mucho peor preparados para la disrupción tecnológica que antes. La inversión en modernizar la economía se ha ido reduciendo y comparar es feo, pero, en 2018 España invirtió en Industria 4.0 140 millones mientras que Francia volcaba 24.000 millones en ese tipo de sector de futuro.
La dependencia de una economía cíclica, con una estructura del PIB muy débil y de escaso valor añadido, dificultará el arranque de los flujos económicos dependientes para salir del -16% que deduzco. Veamos nuestro modelo productivo y su peso en el PIB: turismo 15%, comercio interior 13%, restauración y ocio 10%, automóvil 10% e inmobiliario 9%. Por lo que cuando sale algún ministro o ministra asegurando que de esta salimos en 'V' o en 'U' o en 'Nike' es por que, o bien creen que realmente será así por ciencia infusa, o porque nos ven muy entretenidos aplaudiendo cada día a las 8 de la tarde.
Han pasado 12 años desde el estallido de una crisis que nos explicó que no podíamos pagar deudas infinitas, que el paro no tiene límites si estalla el sector motor y que cuando te rescatan (UE) te recortan hasta que no queda nada. Y en 12 años no se cambió demasiado. Seguimos sin apoyo a las empresas tecnológicas, se les castiga con tasas raras, sin estimular el modelo de crecimiento y acentuando la dependencia de sectores cuyo empleo cada vez era más precario. España está mucho peor que en 2008 y parece que nadie quiere reconocerlo o se les ha nublado la memoria.
Por si fuera poco, por primera vez desde nuestra entrada en UE, España será pagador neto y ya no receptor de fondos de cohesión para cubrir el agujero del Brexit. Esto lo complica todo aún más. De aquí que sin ingresos a la vista, pues tarde o temprano se deberán exonerar impuestos, y los pagos del 20 de mayo se podrían volver a aplazar como se hizo el 20 de abril, el relato en Europa no puede ser sólo que 'nos dejen dinero para pagar los agujeros'.
Europa no es que sea un club de gente con mucha empatía. Son burócratas con poco instinto pero sí con una idea muy clara: si nos dejan más dinero (que tendrán que hacerlo) se deberá utilizar en direcciones previstas y ordenadas por la misma UE. Y es normal, quien paga manda. Creo que, aunque las vamos a pasar canutas, tenemos una sola oportunidad más y acaba de aparecer. Una con la que, realmente, no contábamos. A pesar de que el barro nos llegará al cuello, hay una vía para que todo esto tenga algún sentido y se utilice el crédito europeo, la quiebra laboral y la falta de ingresos tradicionales, para cambiar de una vez por todas nuestro modelo y estructura de crecimiento.
El uso de los 200.000 millones que dijo Sanchez iba a movilizar y que ya sabemos que no son ni 200.000 ni los va a usar, serían un gran aporte a ese cambio. De momento no tiene pinta. En realidad eran sólo 17.000 millones, el resto eran avales que no aceptan siempre los bancos y créditos privados que no fluyen. De ahí que solo nos queda una opción: exponer un gran acuerdo de estado, aceptar la intervención europea (que será más pronto que tarde), no malgastar el mal acuerdo del Eurogrupo y plantear un modelo de salida estimulando una nueva economía.
La financiación de todo el colchón laboral y el escudo social dependerá de esa negociación aceptando que no puedes tenerlo todo sin dar nada a cambio. No puedes esperar que Europa acepte darte ayuda a cambio de no hacer lo que te piden que hagas. Si esto lleva a recortes, subida de impuestos y adelgazamiento de la administración, pues que así sea, sobretodo lo último. Poner a dieta el Estado cuando la gente lleva ya días sin cobrar, no está de más.
Fue una lástima haber desaprovechado las vacas gordas construyendo como si no hubiera un mañana, las flacas estimulando el empleo precario y las vacas, ni gordas ni flacas, en no bajar impuestos que hubieran dinamizado una economía que ahora se enfrenta a un rescate inevitable. Estamos ante la última oportunidad. Ante una crisis bíblica, pero también ante una oportunidad. La recesión perjudicará la lucha contra una crisis sanitaria como esta y, si llegara una segunda oleada o una nueva pandemia, el no haber podido invertir en ello se transforma en un desastre brutal. No es sólo un elemento productivo, es también un ejercicio de seguridad y para ello se deben practicar políticas que retengan el talento.
Ya lo hemos vivido. La crisis inmobiliaria que Zapatero insistía en llamar 'pequeña desaceleración' hasta que fue demasiado tarde para tomar medidas, supuso un éxodo de profesionales de alta calificación como nunca antes en nuestro país. Aunque España está por encima de la media europea en volumen y formación de profesionales con doctorados, no aprovecha ese talento por un modelo de investigación descuidado desde 2011 sin salida comercial y un escaso número de patentes registradas.
Los salarios de nuestros científicos son ridículos y la falta de financiación para programas de gran envergadura científica están detrás de que casi 100.000 trabajadores de alta cualificación emigraran a otro país de la UE entre el 2007 y el 2017. Volverá a pasar. Los sectores con mayor potencial de innovación han tenido pocos estímulos para implantarse en España como las fintech, big data, biotecnología o la ciberseguridad. Y esa tendencia de 2007 no ha hecho más que empeorar, gobierne quien gobierne, da igual.
El futuro al que vamos va a ser aun más exigente. La capacidad pública para afrontar los retos como el desarrollo sostenible, sanidad protegida, el empleo automatizado y digitalizado, las brechas sociales u otros, se van a reducir aun más por la necesidad económica que viene. En las vacas gordas (hasta 2004-09), como he dicho antes, no se invirtió en investigación o nuevas tech, sólo en amontonar ladrillos. En las vacas flacas (2010-16) no se invirtió en cambiar el modelo y se creó una bolsa de empleo temporal inasumible. En las vacas ni gordas ni flacas (2017-29) no se estimuló el cambio de modelo económico y se acentuó la dependencia de sectores cíclicos como el turismo. En las vacas raquíticas que vienen (2020-24) no va a haber capacidad para nada más que pagar los intereses de lo que va a costar 'reconstruir' en el solar económico que nos va a quedar. Espero, no obstante que el verbo del futuro no sea ‘reconstruir’ y se cambie por el de ‘construir’, construir algo nuevo.
Hay países que han ido revisando sus períodos de ciclos económicos para versionar sus estructuras del PIB. Nosotros no. Ya sé que no vienen tiempos de inversión pública en sectores estratégicos. Vienen tiempos de inversión táctica para taponar hemorragias. De ahí que, si se quiere aprovechar este momento como punto de inflexión para modificar el modelo de crecimiento futuro con sentido, se deberá hacer de un modo quirúrgico y asumiendo costes y daños colaterales irremediables. La industria tecnológica, la investigación, las pymes innovadoras que todavía quieran invertir en modernizarse y digitalizarse, se las debe cuidar especialmente y se las debe exonerar impuestos en la medida de lo posible a partir de esas ayudas europeas. De hecho la mayoría de empresas no quieren subvenciones, quieren ayudas fiscales y poder ejecutar planes de contención, de inversión y de crecimiento localizando oportunidades.
El futuro, aunque no pinte bien, podría ser un escenario de oportunidades. El jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel dijo que ‘nunca desaproveches una buena crisis’ refiriéndose a que durante un momento como este, las grandes decisiones pueden ser igual de duras que en otros momentos, pero se entienden mejor. España ha caído en los rankings de innovación, productividad, tecnológicos y, a cambio, hemos subido en los de playas repletas. Es evidente que no podemos depender de si los bares están abiertos o no. Una economía globalizada no puede soportarlo. Pero cuando los sistemas colapsan, la gente se levanta. Todos haremos lo necesario, nos ajustaremos los cinturones, nos enfrentaremos a un mundo complejo, seremos capaces de recuperar espacios. Todos lo haremos, pero sin embargo, para eso se precisa un liderazgo claro, con decisiones que permitan que ese esfuerzo se materialice en algo. Nos hemos encerrado semanas, sin rechistar, entendiendo responsablemente lo que significaba hacerlo. Y lo volveremos a hacer, pero esta vez no será gratis. Sólo queda una bala.
Invertir en innovación cuándo las vacas gordas se ponen a dieta
A los que ahora mandan y a los que les toca aportar una oposición responsable, se les exige un poco de visión estratégica, menos táctica y de alarma ante un ciclo económico malo para el que no tenemos ni un sólo amortiguador adecuadamente engrasado. Estamos a tiempo, por supuesto, pero hubiera sido mucho mejor haber actuado durante las vacas gordas y no tanto, ahora, con las vacas empezando la dieta.
Entre las economías más innovadoras del mundo no está España. Tampoco ningún país latinoamericano. La revista económica Bloomberg presentó recientemente su clasificación anual sobre las economías más innovadoras del planeta, que en esta ocasión encabeza Alemania tras adelantar a Corea del Sur. Como decía, los países de habla hispana no aparecen en ese ranking hasta el puesto número 33, con España como el mejor situado y Argentina, en el puesto número 45. Que sigamos descendiendo en esa clasificación, tres posiciones en un año, no es sólo por la baja inversión destinada a la innovación, sino también por el incremento de ese tipo de inversión que hacen los países de nuestro entorno.
Y es que tenemos un problema de productividad derivado de esto que se traduce en un modelo de crecimiento de escaso valor añadido. Un sistema económico focalizado en servicios muy básicos. Las tecnológicas no aportan demasiado al conjunto de la economía todavía pues esas inversiones no se centran en el capital intelectual. La industria tiene un aporte de un 11,2% al PIB. Estamos anclados en los servicios que representan un 67% del mismo producto interior bruto. Unos servicios, no obstante, que no son de alto valor tecnológico sino de modelos de bajo coste. Esta ecuación genera empleo precario con sueldos bajos. Precisamente el target más expuesto a cada cambio de ciclo o ante la automatización de la economía.
Y a todo esto nos ponemos a mirar nuestro índice de competitividad por el talento global y descubrimos que tras un salario insuficiente y una carencia de formación tecnológica, nuestro país sigue embarrado en puestos que no suponen liderar nada. Nos adelantaron Portugal, Chipre o Eslovenia. Nos mantenemos en el puesto 32 que establece una clasificación entre 132 países. Suiza y EEUU encabezan el ranking 2020 por cierto.
Nos sorprendemos con que los datos de empleo no sean buenos. Algo que no tendría que suceder si hubiéramos aprovechado adecuadamente los ciclos alcistas para crear ocupación en sectores que no dependan de la estacionalidad o de una potencial automatización que se los lleva por delante sin aportar recambio o alternativa.
Los datos de paro publicados ayer inciden en el bucle que hemos entrado y sobre lo que llevamos años advirtiendo. La fragilidad de un modelo de crecimiento como el nuestro no tiene herramientas para revertir una oleada negativa en la generación de empleo. La dependencia del sector servicios y del empleo de escaso valor produce paro a carretas. Enero ha sido nefasto con un aumento de 90.248 parados nuevos, el aumento más pronunciado desde 2014. Además en términos relativos esto supone una caída del 2,85% (el peor dato desde 2013). Ahora bien, en términos generales, lo grave es que enero destruyó 244.000 empleos, más de la mitad de todo el creado en 2019. Cae esa afiliación a la seguridad social tanto en el el régimen general con 224.909 personas como en el régimen de autónomos que ha perdido 17.969 de éstos.
¿Quieres más datos para enmarcar el momento histórico y los elementos con los que vamos a enfrentarnos? Veamos. Las pensiones y el paro sostienen la economía de todo el oeste de España por ejemplo. Desde Asturias hasta Andalucía; un tercio de la renta disponible de los hogares procede de las transferencias sociales, básicamente pensiones y seguros de desempleo. ‘En Galicia y Castilla y León, el porcentaje de la renta disponible de los hogares que procede de las transferencias sociales supera el 31%; esto es, casi uno de cada tres euros. En el suroeste, por el contrario, la dependencia de las transferencias sociales no se debe solo a las pensiones, sino también al elevado desempleo. La tasa de paro en Extremadura supera el 19% y en Andalucía todavía es del 22%. Tal nivel de desempleo no solo afecta gravemente al desarrollo económico de estas regiones, sino que también genera una elevada dependencia. Esto explica que en Extremadura las transferencias sociales supongan el 32% de la renta de los hogares y en Andalucía superen el 30%’.
Pero no acaba aquí. La plataforma sobre la que se sujeta la economía española tiene otros aspectos muy preocupantes. Veamos otra vez. En 14 provincias españolas, ‘más del 25% de los asalariados son funcionarios. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en España hay aproximadamente 3.150.000 trabajadores del sector público, lo que supone que casi uno de cada cinco (en concreto, el 19,41%) asalariados está ocupado en alguna administración pública’. Las que tienen una mayor proporción, casi rozando lo insostenible, son Cáceres y Teruel, con más de un 30%. Y si a esto le sumas que el gobierno está formalizando un plan de contratación pública tal y como ha hecho durante el 2019, la cosa no va a hacer que empeorar. Y sí, mientras no tengamos una economía automatizada capaz de soportar el peso de una estado de servicios de esta envergadura, algo así es una mala noticia.
Pero no te vayas todavía, que aún hay más. Ya tenemos alguna provincia donde hay más pensionistas que ocupados. Ourense es un ejemplo. La merienda es de espanto. Envejecemos con dificultad para soportar las pensiones, aumentamos el peso del empleo público, no innovamos como nuestros competidores, facturamos mucho y generamos cantidad de empleo en sectores frágiles y, por si fuera poco, ‘el Índice de Precios de Exportación caen, los precios de las importaciones aceleran su descenso, el Índice de Producción Industrial tiene una evolución anual negativa, los Indicadores de Confianza Empresarial publicados el 16 de enero experimentaron un retroceso del 0,4% respecto al cuarto trimestre de 2019, el total de empresas creadas durante la parte final de 2019 supone un 8% menos que en 2018, caen las transmisiones Derechos de la Propiedad, la compra-venta de viviendas inscritas, cae el Índice de Garantía de la Competitividad un 1,8% en el mes de noviembre del año pasado y las Entradas de Pedidos en la Industria experimentaron una caída del 20,2% hasta noviembre pasado también’.
La cruda realidad es que estamos ante el inicio de un ritmo de expansión que va a ir decreciendo y que se nos acaba el tiempo para poder aplicar políticas de modernización, reducción de costes laborales, estimulación de una economía tecnológica, de innovar, de reducir la fiscalidad y de, en definitiva, flexibilizar una estructura económica que necesita facilidades para afrontar un reto industrial, digital y de transformación socioeconómico. Impedirlo ahora es suicida. Sino se hace ahora, una verdadera apuesta por el cambio de modelo pero en todos sus frentes, laboral, tecnológico, fiscal, industrial y de automatización responsable y estratégica, o no se podrá hacer. A la caída de ingresos tributarios que más pronto que tarde se van a producir, la urgencia estará en los gastos sociales indispensables y poco quedará para afrontar ese reto. El tren se escapará y nos quedaremos en la estación de los países que la vieron venir y la dejaron pasar.
Pero espera, el problema no termina aquí. Los datos del sector agrícola, que ha llegado al límite atendiendo a las movilizaciones que se están produciendo estos días, son la antesala de lo que sucederá en otros sectores dónde el salario no puede asociarse a la productividad por diferentes motivos. Los problemas laborales estimulados por la automatización y digitalización del campo, sin una estrategia de modificación del modelo en su momento, anticipa el mismo problema en la transformación de la pequeña industria e, incluso, los servicios o el empleo más básico y asociado, especialmente, al turismo y hostelería.
La solución ya no puede ser un tratamiento previo. Se trata de cuidados paliativos o de aplicar medidas urgentes sobre una masa líquida de problemas líquidos. Me temo que vamos a ver infinidad de despropósitos visto lo visto. Nadie parece darse cuenta de que tras el discurso pro tecnológico debe haber una verdadera estrategia de gestión al respecto. Algo que, por cierto, no podrá contentar a todos y que se deberá de apartar de las políticas buenistas o de tipo ‘social’ que exijan altos impuestos y poca inversión en innovación empresarial.
Un ejemplo. En la configuración del consejo de ministros se ha troceado la política estratégica que debía afectar a la modernización del campo. La cohesión territorial necesaria para aplicar modelos de innovación no aparece en el cartapacio ministerial. Por lo menos depende de cinco ministerios ahora. Flipa. El de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el de Política Territorial y Función Pública, el de Inclusión Seguridad Social e Migraciones, el de Agricultura y, también, el del vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. Todo separado y muy mal separado. El futuro del campo pasa por la capacidad de entender que el problema es parte de uno mucho mayor y que nace en la Cuarta Revolución Industrial y en la globalización. Todo esto, por sí solo, no va a solucionarse.
Es urgente el cambio de modelo. Lo dice la OCDE y lo dice cualquiera con dos dedos de frente. Que el 40% de los jóvenes españoles piensan que se van a dedicar a profesiones que desconocen que van a desaparecer (o el modo en el que se van llevar a cabo será muy distinto al que piensan) antes de que puedan dedicarse a ellas, no hace más que evidenciar la lejanía del modelo económico necesario e imprescindible y el que nos están diseñando y estimulando. Las expectativas laborales de los jóvenes y las particularidades del mercado laboral influyen en el riesgo de que los empleos elegidos desaparezcan. Este riesgo supera la media es los países de nuestro entorno. Es muy grave que las diez expectativas principales para los jóvenes de hoy en día se encuentran muy concentrados en unas diez profesiones. Pero no es culpa de ellos ni de sus orientadores. El catálogo laboral español es el que es. Cuándo un modelo de crecimiento se basa en tres grandes sectores como son el turístico, el inmobiliario y los servicios en general, no puedes esperar que los que deben pensar en su futuro detecten expectativas en nuevos espacios profesionales.
Tengamos en cuenta que esto no hará más que ampliarse ante la pasividad de las políticas educativas, tremendamente politizadas y de escasa visión estratégica, modificando planes educativos en cada legislatura, ante una estructura económica sujetada por profesiones de escaso valor añadido y, una expectativa de paro juvenil superior al 30%. Es evidente que podemos exponer a nuestros jóvenes videos explicativos de un mundo tecnológico de todo tipo, pero la realidad no encajará con lo que les vamos a mostrar. Si a eso le sumas la gestión política de aurora boreal de las últimas dos décadas, en la que no se ha preparado nuestro país para un momento de emergencia tecnológica, tienes un cocido llamado paro. Los ingredientes que acompañan fueron aquellos que animaban el caldero con políticas seguidistas de impulso a los sectores de siempre, los que generaban ocupación rápida y pocos problemas a corto.
A los que ahora mandan y a los que les toca aportar una oposición responsable, se les exige un poco de visión estratégica, menos táctica y de alarma ante un ciclo económico malo para el que no tenemos ni un sólo amortiguador adecuadamente engrasado. Estamos a tiempo, por supuesto, pero hubiera sido mucho mejor haber actuado durante las vacas gordas y no tanto, ahora, con las vacas empezando la dieta.
En El Periódico: 'Con empleo precario, no pagaremos las pensiones'
Es habitual que el ser humano cuando llega una era revolucionaria en cuanto a la tecnología la identifique como un riesgo, algo que le agrede. Ya pasó en la primera revolución industrial. Además, cada vez el tiempo de transición es menor, el plazo de adaptación y adopción de la tecnología es cada vez más corto.
Con motivo de hablar sobre mi último libro ‘La Era de la Humanidad’, me contactó Fran Leal del suplemento Byzness de ‘El Periódico’ para conversar de temas que se tratan en el libro. El enlace de la entrevista publicada originalmente es este, pero si quieres leerlo aquí mismo te lo transcribo a continuación.
‘Con empleos cada vez más precarios, no pagaremos las pensiones’.
El desarrollo tecnológico ya está transformando nuestra manera de vivir y trabajar. Y, en el futuro más cercano, esos cambios serán más profundos. ¿Estamos en disposición de afrontarlo? Sobre ello charlamos con Marc Vidal, autor de 'La era de la humanidad'
El futuro próximo, en muchos aspectos, es toda una incógnita. En buena parte, debido al desarrollo tecnológico al que estamos asistiendo y a su llegada de forma masiva a los centros de trabajo, que tendrá un impacto muy importante. En este contexto, prepararnos para los cambios que va a conllevar la automatización generalizada es una cuestión primordial que no estamos abordando como país. Marc Vidal, experto en el área de la Transformación Digital, hace hincapié en esta idea en su último libro, ‘La era de la humanidad’ (Deusto, 2019), donde repasa de manera pormenorizada los cambios, las disrupciones y las innovaciones que vamos a ver en el corto plazo, derivados precisamente de esta revolución tecnológica, y que impactarán directamente en los negocios y, también, en nuestro día a día como ciudadanos.
El título del libro resulta muy evocador, pero no se corresponde con lo que muchos piensan que está por venir… ¿Por qué mostramos tanta resistencia al cambio, en este caso tecnológico?
Es habitual que el ser humano cuando llega una era revolucionaria en cuanto a la tecnología la identifique como un riesgo, algo que le agrede. Ya pasó en la primera revolución industrial. Además, cada vez el tiempo de transición es menor, el plazo de adaptación y adopción de la tecnología es cada vez más corto.
Sin embargo, no hay que olvidar que nosotros somos herederos de nuestros ancestros más miedosos. Es normal que veamos la tecnología como algo inabarcable muchas veces, pero lo cierto es que, a mediados de la próxima década, estaremos en una situación en la que prácticamente llegaremos a un escenario cercano a la singularidad, es decir, la tecnología por sí misma será capaz de ser más inteligente que nosotros e incluso repararse o mejorarse a sí misma. Y eso asusta.
¿Llegaremos a ver realmente ese salto tecnológico?
Hay cierto consenso global en cuanto a que llegará un punto en que, simplemente en el ámbito de la capacidad de cálculo, a finales de la próxima década, habrá ordenadores que computen más o menos a la misma velocidad que nuestro cerebro. Si somos capaces de desarrollar esa tecnología, tendremos que ir adaptándonos a esa tecnología que será más rápida que nosotros, que desde el punto de vista técnico será más inteligente y que lo único que no podrá hacer serán cosas que los seres humanos vamos a tener que estimular, que tienen más que ver con las habilidades desde el punto de vista creativo, el sentido crítico, la socialización, etc.
Unas nuevas habilidades que se reclaman desde el mercado laboral, junto a los perfiles técnicos. En empleo, ¿nos estamos preparando para lo que viene?
Hay de todo: unos, no; otros, un poco, y muy pocos, bastante. Esto va por barrios. Hay países que no están en el debate para nada en estos momentos y España es un ejemplo de ello. Aquí estamos debatiendo si son convenientes o no las luces de navidad en una población, si unos van a ser o no ministros, pero nadie está debatiendo si va a haber una cartera que se llame, por ejemplo, ministerio del futuro, y que desde un punto de vista metafórico sea transversal y capaz de aportar valor de futuro a cualquier área de cualquier gobierno.
Un buen ejemplo es Suecia, que tiene una cartera que, aunque no es un ministerio sí tiene rango de tal, e impregna prácticamente al resto de ministerios de aspectos que tienen que ver con el análisis del futuro. O Arabia Saudita, un país que consideramos petrolero, pero que tiene todo un desarrollo ministerial vinculado a la Inteligencia Artificial (IA). En definitiva, hay ejemplos de países que, al contrario de lo que hacemos nosotros, tienen planteamientos de cuál va a ser su estrategia en el despliegue de la IA.
Cuando nuestro modelo de crecimiento debía haber empezado a cambiar, con la explosión de la burbuja inmobiliaria, todo el dinero que salió disponible no se utilizó para cambiar el modelo por uno más tecnológico. En lugar de modernizarlo, seguimos dependiendo en un 30% del inmobiliario y el turismo.
Para los políticos de aquí, el tema es como si no existiera...
En el debate de televisión de los candidatos de la última campaña, en el minuto 178 (de los 181 que duró), aparece por primera vez la palabra innovación. Pero es que la palabra digital no aparece, ni tan siquiera en plan cosmético para quedar bien. Esto demuestra que, claramente, no es un aspecto que esté en el debate.
Y no es tanto hablar de digital, como hablar claramente de qué se va a hacer, por ejemplo, con una renta básica universal a medio plazo, qué se va a hacer con la gente que no se va a poder reciclar… No va a ser fácil reciclar a personas de 55 años, porque donde han estado trabajando siempre de forma manual, llega una máquina y empieza a hacer las cosas mejor que ellos. Y ninguna empresa los va a mantener en el empleo.
¿Se avecinan épocas muy duras, entonces?
Yo soy muy optimista en todo, pero hay características de nuestra situación económica y de planteamiento de cómo vamos a afrontar esta situación que no dan motivos para serlo. No tenemos un plan estratégico en nada que tenga que ver con el futuro, ni con un cambio de modelo de crecimiento. De hecho, no hay ni un modelo de modernización de los sectores en los que somos punteros. Esto es un problema enorme.
El gran reto es cómo un país con el 14% de paro se enfrenta a una situación en la que la destrucción de empleo nadie la está previendo, con una creación de empleo cada vez más precario y con cada vez más pobres asalariados. Y aquí tenemos un problema, porque las pensiones las tendrá que pagar alguien, y con empleos precarios no se pagan.
Pero en el caso de la renta básica, sobrevuela la etiqueta de ser una medida ‘de izquierdas’. ¿Cómo se puede desterrar este mantra?
El problema de las soluciones al futuro inmediato es que se les mete ideología por medio. La ideología es buena, siempre y cuando sirva para estimular cosas, no para pararlas. El problema es cuando ideologizamos cosas que desde un punto de vista técnico se deberían analizar de otro modo.
La renta básica universal, cuando la miras desde el punto de vista de izquierdas, te plantean que es algo que se tiene que sumar a una serie de subsidios y ayudas que ya existen. Desde la derecha, se retiran todos los subsidios y todas las ayudas, y se crea una única renta para todos. No es tanto qué modelo es mejor, sino que resulta inevitable poner el tema sobre la mesa.
Otro de las esferas más polémicas es la educativa. ¿Hacia dónde nos tenemos que dirigir?
La tendencia global es que aquello en lo que deberíamos estimular a los críos, las habilidades, algunas de ellas son más que revisables. No puede ser que sigamos entrenando a nuestros hijos para que sean robots, porque siempre habrá robots más potentes que ellos. Y es lo que estamos haciendo, mientras que las habilidades que van a ser esenciales cuando trabajemos con robots no hay manera de que las entrenemos adecuadamente.
Al final, la IA se basa en datos, que transforma en información, pero son los humanos los que lo transforman en conocimiento. Hasta que no entendamos eso, seguiremos con el problema educativo.
En la situación de emergencia climática en que estamos inmersos, ¿cuál es el papel que juega la tecnología?
La tecnología consume energía y en ese consumo no todo lo estamos haciendo en la dirección correcta. Eso es evidente. A la vez que empresas desarrollan algún tipo de tecnología, también se debería saber que ese desarrollo quizá tiene que ir a una velocidad no tan alta. Parar un poco y ver que esos avances no suponen una agresión a la naturaleza. Es decir, en vez de inventar 3 cosas, inventemos 2, que se haya innovado lo suficiente como para que no sean tan contaminantes.
De todos modos, creo que el ser humano es capaz de encontrar soluciones a todos los problemas. Este del clima es un problema tan global, genérico y evidente, que ponerlo en duda es difícil. Pero yo lo que sí pongo en duda es que el ser humano no vaya a ser capaz con la tecnología de paralizar algunas de las grandes agresiones al planeta que estamos viviendo. Precisamente en esta mezcla entre conciencia y tecnología es donde podría estar la solución a este asunto. Porque, sinceramente, me cuesta entender que el ser humano se vaya a llevar por delante algo tan bello como la Tierra.
Es urgente formar a 120 millones de trabajadores en ‘nuevas’ habilidades.
El próximo 22 de octubre, de la mano de Ediciones Deusto de Planeta Libros, se publicará mi nuevo libro. Será el tercero en este grupo editorial y llevará por título ‘La Era de la Humanidad’. Se trata de un ensayo en el que analizo los cambios que estamos viviendo y los que vamos a vivir, no sólo tecnológicos sino también en aspectos económicos y sociales. Nos encontramos ante el mayor desafío socioeconómico de la historia, en la antesala de algo que llamaremos Quinta Revolución Industrial y que nos acercará a un mundo en el que todo aquello que hacemos ahora de un modo determinado, deberá ser repensado. En lo laboral, en lo social y en lo político. Llevo mucho tiempo defendiendo que, aunque aparentemente la automatización del mundo no parece una gran noticia, lo más probable es que la era más humana de la historia, acabe siendo la era más tecnológica jamás vista’. Algo que no es incompatible.
El próximo 22 de octubre, de la mano de Ediciones Deusto de Planeta Libros, se publicará mi nuevo libro. Será el tercero en este grupo editorial y llevará por título ‘La Era de la Humanidad’. Se trata de un ensayo en el que analizo los cambios que estamos viviendo y los que vamos a vivir. No sólo tecnológicos sino también en aspectos económicos y sociales. Nos encontramos ante el mayor desafío socioeconómico de la historia, en la antesala de algo que llamaremos Quinta Revolución Industrial y que nos acercará a un mundo en el que todo aquello que hacemos ahora de un modo determinado, deberá ser repensado. En lo laboral, en lo social y en lo político. Llevo mucho tiempo defendiendo que, aunque aparentemente la automatización del mundo no parece una gran noticia, lo más probable es que la era más humana de la historia, acabe siendo la era más tecnológica jamás vista’. Algo que no es incompatible.
Por eso hoy quiero hacerme eco de una encuesta realizada por IBM y que se suma al informe de PWC sobre el teórico robo de empleos en manos de robots. En ella se dice que más de 120 millones de trabajadores en todo el mundo necesitarán capacitación específica en los próximos tres años debido al impacto, especialmente, de la inteligencia artificial en los trabajos. Aquí no aparecen las cifras vinculadas a la robotización puramente industrial. Sin duda esta debería ser una de las grandes preocupaciones de todas las administraciones públicas. Si hay escasez de talento en las áreas dónde va a ser obligatorio enfocar el trabajo humano ¿porque no estamos estableciendo el camino para que no tengamos un choque frontal con una realidad que podría ser un drama bíblico?
Fijémonos en una cifra. Hoy en día, de media, los trabajadores necesitan 36 días de capacitación para eliminar una fisura en sus habilidades. Hace apenas cinco años se precisaban únicamente tres días. Esto se debe a que los ‘skills’ que hoy en día se empiezan a requerir, y que irán en aumento en los próximos tiempos, son de naturaleza más conductual. Hablamos del trabajo en equipo o la comunicación y de otras altamente técnicas, como las capacidades en la ciencia del análisis de datos. Amy Wright, directora del área de talento en IBM dijo en esta entrevista que ‘el cambio de habilidades técnicas generalmente se basa en una educación estructurada con un objetivo definido con un comienzo y un final claros y que desarrollar este tipo de habilidades del comportamiento conlleva más tiempo y es mucho más complejo’.
Yo no soy un experto en gestión del cambio ni en recursos humanos, pero en mi equipo hay gente que sí sabe mucho y me cuentan que, atendiendo a los cambios que la transformación digital está provocando en las organizaciones de todo tipo, esas habilidades del comportamiento, como la capacidad de trabajar bien en equipo, la comunicación, la creatividad y la empatía, se desarrollan mejor a través de la experiencia en lugar de hacerlo a través de programas de aprendizaje estructurados como un seminario cualquiera. De todos modos decir que ‘tenemos que formarnos en nuevas habilidades’ me parece curioso. Esas habilidades que se requieren son tremendamente humanas, por lo que es más hacerlas emerger que crearlas. De ahí que me cueste hablar de ‘nuevas’ habilidades y prefiera hablar de seres ‘tecnológicamente’ más humanos.
No tengo claro que la escasez de esas habilidades esté claro en todas partes. Cuando asesoro a alguna empresa en su proceso de transformación, muchas veces las preguntas desde la dirección de recursos humanos se dirigen a la voluntad de formar el talento existente en experiencias de tipo técnico. Eso es imprescindible, obviamente, no conozco ninguna revolución tecnológica sin tecnólogos por medio, pero también se debe comprender que en esa fase de incorporación tecnológica hay que abordar un nuevo papel de las personas. Cada vez que un robot, un sistema experto de inteligencia artificial o un automatismo sustituye en un proceso determinado a un trabajador humano, nace un escenario nuevo de relaciones entre tecnología y humanidad. De ahí que los empleadores que tienen claro esa visión pidan cada vez con un mayor énfasis, personal con un amplio desarrollo en las habilidades denominadas blandas. Hablan de capacidad de comunicación, de ética y de creatividad.
Solucionar el asunto está en manos de los que marcan las lineas estratégicas en materia económica, laboral, social y política establecer mecanismos para que todos lo entendamos. España, gran parte de Europa, toda Latinoamérica, no están previendo el impacto que esto va a tener en las cifras de ocupación. Es factible pensar que los avances en Inteligencia Artificial no solo desplacen los empleos sino que también creen otros nuevos. De ahí que el desafío será capacitar a los trabajadores para llenar los nuevos trabajos. Unos lo están teniendo en cuenta y otros siguen con sus cosas muy alejadas del problemón que se acerca. Si no se ejecutan planes educativos, de formación profesional, universitarios, académicos y en el sector privado, si no se premia la inversión en ese tipo de formación, si no se establecen paquetes de reducción fiscal para que las empresas puedan abordar ese reto, si no se generan planes integrales desde las instituciones, el paro se hará endémico, irreversible y con él caerá la eficiencia, la productividad real y el nivel económico.
Algo que parece complejo no lo es tanto. Se trata de poner sobre la mesa los requerimientos de la economía de la sociedad inminente, diseñar programas para cumplir con un nuevo modelo laboral, estimular su ejecución con políticas activas de todo tipo y premiar a quienes lo hagan. Finalmente acelerar el despliegue de la tecnología, ayudando a los sectores que lo permiten de un modo más rápido, y sentarse a esperar. Lamentando la caída de turistas, de los que depende en España el 14% del empleo, o de la caída de la venta de coches, de las que depende un 10% de la población activa, no vamos a solucionar nada.
La cosa no va de listas sobre empleos que van a ser destruidos por los robots. Habrá muchos casos en los que será así. Ha pasado siempre con cualquier avance tecnológico. Lo interesante no será que profesionales se van a sustituir sino que nuevos profesionales, utilizando tecnología para trabajar, seguirán en lo mismo. No te preocupes por que un robot te vaya a quita tu empleo, preocúpate por que alguien que se lleve mejor que tu con un robot te quite el empleo. De eso va. Y urge entenderlo.
¿Cuál será el empleo de nuestros hijos? ¿De qué trabajarán?
Cena de amigos. Todos por encima de la edad imprescindible para ser Milenials. El tema de conversación gira alrededor de lo que deberían estudiar nuestros hijos si quieren tener empleo en el futuro. Hijos de entre ocho y catorce años que sobreviven en una primaria con pocos cambios o en un bachillerato exhausto, pendientes de una universidad que ofrece un catálogo cada vez más alejado de las necesidades en el futuro y cuyos valores suelen estar a años luz de los que nos ocupaban a nosotros. Y la pregunta siempre es la misma ¿de qué trabajarán nuestros hijos?
Cena de amigos. Todos por encima de la edad imprescindible para ser Milenials. El tema de conversación gira alrededor de lo que deberían estudiar nuestros hijos si quieren tener empleo en el futuro. Hijos de entre ocho y catorce años que sobreviven en una primaria con pocos cambios o en un bachillerato exhausto, pendientes de una universidad que ofrece un catálogo cada vez más alejado de las necesidades en el futuro y cuyos valores suelen estar a años luz de los que nos ocupaban a nosotros. Y la pregunta siempre es la misma ¿de qué trabajarán nuestros hijos?
Y la pregunta no debería ser es tanto en ‘qué’ sino ‘cómo’. Muy probablemente nuestros hijos se ocuparán de los mismos oficios, las mismas tareas y los mismos objetivos profesionales que nosotros pero lo harán de un modo muy diferente. A excepción de los trabajos repetitivos y automatizables, el resto seguirán dependiendo de la intervención humana. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes?
En una conferencia reciente pregunté a los asistentes si sabían a qué se querían dedicar sus hijos. La mayoría respondieron que sí. Solemos pensar que los anhelos profesionales de nuestros pequeños podrán cumplirse porque miramos el futuro con la óptica de nuestro pasado reciente. Y la verdad es que, aun sabiendo lo que quieren ser, ninguno de esos padres podía saber cómo serán las profesiones de sus hijos en la década de 2030. La dificultad para entender y predecir el mundo laboral al que se enfrentarán nuestros hijos que ahora están en primaria es gigantesca. Sin embargo lo que debemos preguntarnos es si realmente estamos preparándolos para la etapa de innovación y cambios más determinante que ha vivido la especie humana.
Cuando yo estudiaba primaria, en los años setenta, no había nada. Nada de lo que ahora me rodea. Nada de lo que ahora convierte mi vida en mi vida. Cuando empecé a trabajar aterrizaban los primeros indicadores de que mi mundo sería un mundo digital pero, ni de lejos, se podía interpretar lo que iba a significar eso. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar. Ahora entras en un coche, como entonces, y te conectas a un universo binario que permite distribuirte de múltiples modos. Me hubiera encantado que mi educación me hubiera preparado para un mundo líquido, cambiante, innovador y digital. No lo hicieron porque no era factible. Ni siquiera era probable. Nada hacía presagiar como serían los años noventa o el principio del siglo XXI. La ciencia ficción situaba a dos o tres siglos de distancia el mundo que ahora vivimos.
Mi hijo, iniciando la ESO, tiene claro qué quiere ser de mayor. Sin embargo, no lo será básicamente porque lo que ahora interpreta que puede ser su profesión seguramente será un desarrollo tecnológico automatizado quien lo ejecute. En su escuela lo forman bajo el precepto de que lo que le espera es previsible. No hemos aprendido nada. Que nuestros niños todavía asistan a clases de ‘informática’ es de aurora boreal. ¿Cómo será su mundo profesional? ¿Cómo se relacionarán personas, empresas y organizaciones en el año 2033 o 2038? No podemos saberlo pero deberíamos prepararlos para esa deriva para que extraigan beneficio. Una educación tecnológica y multidisciplinar que abrace el sentido de la disrupción, de la innovación y de lo imprevisible.
Cada año tengo esa sensación color sepia cuando llega el momento de comprar los libros de texto en papel. Sí, todavía se exigen. El motivo no sé si es educativo, cultural, económico, social o de insulto a la inteligencia colectiva. Un libro se puede descargar, actualizar cada año o a tiempo real, convirtiéndose en un concepto educativo sin principio ni final, más cerca de lo que va a ser el mundo en el que se van a tener que desarrollar nuestros hijos. Es sencillo crear contenidos digitales que se adapten al alumno y no alumnos que se adapten a un libro. Seguimos pensando con un prisma medieval en un mundo que está en plena erupción. No tenemos idea de cómo va a quedar la superficie tras esa lava en movimiento, pero lo seguro es que no se parecerá en nada al mundo que el sistema educativo actual dibuja en pizarras de exposición unidireccional.
Y es que esto nos lo debemos de tomar en serio. Quienes diseñan los programas, los que los transmiten y quienes los pagamos. O lo hacemos, o el pasado se nos llevará por delante sin haber visto ni tan siquiera el futuro. Es urgente que los que dicen gobernar y lo que aseguran quieren hacerlo, empiecen por definir una ley educativa capaz de resolver uno de los mayores problemas que puede tener la sociedad futura: la dura digestión de un futuro inminente, automatizado y sin el empleo que ahora ocupa al 50% de la gente.
¿Cómo vamos a preparar a nuestros hijos para un mundo sin el empleo tal y como lo conocemos? ¿Cómo los preparamos para que su modo de vida tenga que ver con la imprevisible textura que nos regala cualquier revolución tecnológica? Ellos son hijos de la tecnología más intensiva que jamás ha vivido la humanidad. No permitamos que desperdicien esa cualidad que les ha otorgado la historia. Permitamos que construyan el mejor mundo posible. Hagámoslo mostrándoles el valor que la tecnología nos concede para ser más humanos. Hagámoslo borrando nuestro modo de entender la educación y la preparación para el futuro.
Podemos intuir pero no saber. En seis meses todo lo que consideras que conoces lo puedes desconocer totalmente. La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, incluso, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. Es obvio que los avances tecnológicos obligan a sustituir personas en muchos lugares por inteligencia artificial, robots y automatismos. Pero no deja de ser cierto que muchas empresas que abordan esa transformación con energía y estrategia decidida alcanzan pronto resultados muy positivos que les lleva a contratar más personas para nuevos espacios laborales que no existían hace unos meses.
Si no tienes más remedio que participar en una de esas tertulias de sobremesa en la que aparezca el tema de la educación de tus hijos, su futuro laboral o derivados, piensa que lo que es seguro es que nada es seguro. Considera que en el futuro lo que no sea susceptible de ser sustituido por un robot o por un software tendrá un valor incalculable. Estimula la formación de tus hijos en los valores humanos, en la creatividad, en la intuición, en la ética y en la socialización. A mi hijo yo le he recomendado que, a pesar de que le fascina la robótica, que lea poesía y que no deje de estudiar filosofía.
Así se lo recomiendo a él y así lo recomendé a esta mujer que se me acercó tras una conferencia. Os lo replico de nuevo porque representa muy bien lo que pienso y ejerzo profesionalmente. Ella me preguntó qué debía estudiar su hijo de 12 años. No tengo ni idea qué recomendar, pero lo interesante no es qué carrera estudiar sino el desarrollo de habilidades concretas que se puedan ejercer a partir de funciones insustituibles por un software, porque todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable. Ella insistió.
¿Qué debería estudiar entonces? Y le dije algo que creo firmemente. ¡Que estudie filosofía! ‘¿Filosofía? Sí. Como la clave del futuro es la tecnología y sus avances empiezan a ser complejos de adecuar a nuestra vida, estoy seguro que la visión ética y moral que un filósofo podrá aportar, será demandada cada vez más en las empresas. Se quedó algo sorprendida y me hizo una última pregunta. ¿Qué libros le puedes recomendar? García Lorca o Dylan Thomas. ¿Poesía? Sí. toca reinventarse cada muy poco tiempo. Se acabó eso de ser lo mismo, en el mismo lugar y con las mismas coordenadas. Lo que nos quedará siempre es el valor añadido que supone ser humano. A medida que la tecnología vaya ‘deshumanizando’ mucho de lo que ahora contemplamos como tradicionalmente analógico, vamos a precisar ‘explicarles’ a las máquinas quiénes somos, qué esperamos, cómo consumimos y cómo sentimos. ¿qué mejor que la poesía para comprendernos como humanos?
Cinco noticias positivas sobre el empleo del futuro.
Hace dos semanas que no publico ningún artículo en este blog. Sé que no hay excusa pero a veces la carga de trabajo y viajes lo hace realmente difícil. En apenas tres semanas he impartido conferencias en Santiago de Chile, Quito, Fort Lauderdale Florida, Santiago de Compostela, Málaga, Jerez de la Frontera y ayer mismo en San José de Costa Rica. Tras todas estas charlas hubo siempre un denominador común que la audiencia me traslada muchas veces. El modo en el que las personas debemos afrontar el desafío que supone convertirnos en la respuesta humana al tsunami tecnológico. Suelo apelar a que lo importante no es saber la respuesta sino conocer la pregunta. Una cuestión que nos lleva irremediablemente a que el uso tecnológico siempre será el método, el cómo, pero lo relevante siempre deberá ser el porqué, el motivo y ese no es otro que mejorar empresas, sociedades y personas.
Hace dos semanas que no publico ningún artículo en este blog. Sé que no hay excusa pero a veces la carga de trabajo y viajes lo hace realmente difícil. En apenas tres semanas he impartido conferencias en Santiago de Chile, Quito, Fort Lauderdale Florida, Santiago de Compostela, Málaga, Jerez de la Frontera y ayer mismo en San José de Costa Rica. Tras todas estas charlas hubo siempre un denominador común que la audiencia me traslada muchas veces. El modo en el que las personas debemos afrontar el desafío que supone convertirnos en la respuesta humana al tsunami tecnológico. Suelo apelar a que lo importante no es saber la respuesta sino conocer la pregunta. Una cuestión que nos lleva irremediablemente a que el uso tecnológico siempre será el método, el cómo, pero lo relevante siempre deberá ser el porqué, el motivo y ese no es otro que mejorar empresas, sociedades y personas.
Por ello, el primer artículo tras este ‘descanso’ quiero dedicarlo desde un punto de vista positivo a esa relación entre tecnología, futuro y empleo. Lo creo y lo quiero creer. Viajar permite tener una perspectiva global de cómo se percibe esta revolución industrial que vive nuestra generación. En cada uno de estas últimas visitas, y en cualquier momento, un tema surge siempre a la hora de poner en análisis crítico el estado de cambio económico, industrial, social y económico que vive el mundo: el empleo. Y es que la obsesión por dar respuesta a este desafío va desde la potencial desaparición de todo tipo de trabajos hasta las nuevas habilidades requeridas para afrontarlo. Muchos son los que me preguntan ¿a que deberá dedicarse mi hijo? ¿qué debería estudiar un niño para garantizarse el empleo? Mi respuesta es que no tengo ni idea, que no sabría decirle una tipología de estudios, una carrera determinada con mayor garantías que otras. Lo único que puedo explicar es que sea lo que sea que estudie, lo importante siempre será ‘cuanto de computerizable’ sea esa persona en el futuro, porque haga lo que haga, tendrá que ser algo que una máquina no pueda hacer y que, a la vez, suponga una comunión intensa con ella.
Si me preguntas ¿a que nos vamos a dedicar cuando las máquinas lo hagan todo? La respuesta es a todo lo demás. Para identificar como llegaremos a ese ‘todo lo demás’ es muy interesante la reflexión que Vesselina Stefanova hizó para el World Economic Forum recientemente y que utilizo con algunas aportaciones a continuación:
1. La automatización, la robotización y la digitalización son diferentes según el sector y la industria.
Internet móvil de alta velocidad, inteligencia artificial, análisis de grandes datos, la realidad aumentada, el aprendizaje automático y tecnología en la nube están configurados para liderar la adopción de esas nuevas tecnologías por parte de las empresas en los próximos cinco años. Lo importante es determinar el grado de disrupción de tu sector. En apenas una década las automatizaciones invadirán todos los sectores productivos. Identificar el modelo de negocio que vamos a crear será cuestión de vida o muerte.
2. Existe una perspectiva de creación neta de nuevos empleos, a pesar de la interrupción inminente del modelo productivo basado en la mano de obra humana.
Para 2022, en términos puramente cuantitativos, 75 millones puestos laborales actuales serán desplazados por el cambio en la división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos, pero parece ser que 133 millones de nuevos empleos podrían ir surgiendo al mismo tiempo. Dependerá de políticas activas para que eso suceda pero es evidente que las ocupaciones del futuro incluyen espacios profesionales que se basen significativamente en el uso de la tecnología y que además sean empleos mejorados por ésta. Sin embargo, también se espera que crezcan los modelos de trabajo basados en rasgos distintivamente ‘humanos’, como el Servicio al Cliente, los profesionales de Ventas y Mercadotecnia, los de Capacitación y Desarrollo y los Especialistas en Desarrollo Organizacional, en gerencia e innovación. Es muy probable que no te quedes sin trabajo, sino que te quedarás sin el trabajo que haces ahora.
3. La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando rápidamente
Los empleadores anticipan un cambio significativo en la división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos para las tareas de hoy. Actualmente, los humanos realizan un promedio del 71% del total de horas de trabajo en la industrias en comparación con el 29% de las máquinas o algoritmos. Para el año 2022, se espera que este promedio se haya desplazado al 58% por los seres humanos y al 42% por robots o software. Para 2022, el 62% de las tareas de procesamiento de datos y de búsqueda y transmisión de información en cualquier organización serán realizadas por máquinas. Incluso las tareas de trabajo realizadas de forma abrumadora por el ser humano en la actualidad (comunicación, interacción, coordinación, gestión y asesoramiento) comenzarán a ser asumidas por las máquinas, aunque más lentamente. Llevarse bien con las máquinas será clave porque el empleo de cualquiera de nosotros no nos lo quitará un robot, sino una persona que se lleve mejor que nosotros con ese robot.
4. Las nuevas tareas están estimulando una demanda de nuevas habilidades.
Para el año 2022, las habilidades requeridas para realizar la mayoría de los trabajos habrán cambiado significativamente. Las habilidades que aumentarán en importancia incluirán el pensamiento analítico y el aprendizaje activo, así como habilidades como el diseño de tecnología, destacando la creciente demanda de diversas formas de Competencia tecnológica. Sin embargo, el dominio de las nuevas tecnologías es solo una parte de la ecuación de habilidades de 2022. Las habilidades ‘humanas’, como la creatividad, la intuición y la iniciativa, el pensamiento crítico, la persuasión y la negociación, también conservarán o aumentarán su valor, al igual que la atención a los detalles, la capacidad de recuperación, la flexibilidad y la resolución de problemas complejos. La inteligencia emocional, el liderazgo y la influencia social, así como la orientación al servicio, también se fijan para ver un aumento particular en la demanda en relación con su importancia actual en la actualidad. Recuerda que todo lo que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable.
5. Todos necesitaremos convertirnos en aprendices de por vida.
En promedio, los empleados necesitarán 101 días de entrenamiento y capacitación en 2022. La brecha en habilidades emergentes, tanto entre los trabajadores individuales como entre los líderes sénior de las empresas, será un riesgo para el desarrollo corporativo de una empresa. Dependiendo de la industria y la geografía, es probable que entre la mitad y dos tercios de las empresas recurran a subcontratas externas, personal temporal y trabajadores independientes para abordar sus brechas en habilidades. El enfoque exhaustivo de la planificación, la preparación de personal y la mejora de la capacidad laboral será la clave para una gestión positiva y pro activa de tales tendencias. Seguramente, en el futuro inmediato, iremos al trabajo a aprender, todo el tiempo. A aprender a preguntar cosas. Aprender a entender como funciona el software que hace el trabajo que hacíamos nosotros hace un tiempo, para que, aprendiendo, logremos que aun lo haga mejor cada vez.
¿A que nos vamos a dedicar cuando las máquinas lo hagan todo?
American Express nació en 1850 como empresa de transportes en lo que se conocía como Diligencia. A medida que la experiencia de usuario les ofrecía datos para entender las necesidades de un mercado en crecimiento, decidieron convertirse en una compañía que ofrecía cheques para viajeros. Mucho tiempo después, pues la primera tarjeta de crédito fue creada por Diners Club, entendieron la enorme oportunidad que se les ofrecía en el sector financiero. De hecho, de alguna manera, no han dejado de vender lo mismo, pero con diferentes puntos de contacto con el cliente. Ahora inician una carrera muy interesante hacia la oferta de servicios vinculados a la Inteligencia Artificial.
American Express nació en 1850 como empresa de transportes en lo que se conocía como Diligencia. A medida que la experiencia de usuario les ofrecía datos para entender las necesidades de un mercado en crecimiento, decidieron convertirse en una compañía que ofrecía cheques para viajeros. Mucho tiempo después, pues la primera tarjeta de crédito fue creada por Diners Club, entendieron la enorme oportunidad que se les ofrecía en el sector financiero. De hecho, de alguna manera, no han dejado de vender lo mismo, pero con diferentes puntos de contacto con el cliente. Ahora inician una carrera muy interesante hacia la oferta de servicios vinculados a la Inteligencia Artificial.
La empresa del gladiador no ha hecho nada que no pueda hacer cualquier otra empresa, grande o pequeña, con mayor o menor dificultad. Adaptarse a los tiempos, pero a partir de la gestión de la tecnología existente y del conocimiento de las necesidades del cliente contemporáneo. Curiosamente, muchas empresas que ahora se dedican a vender productos concretos bien podrían derivar en la oferta de servicios tremendamente revolucionarios. Mi trabajo consiste en eso, en localizar modelos de negocio nuevos, a innovar a partir de la transformación digital, en todo tipo de empresas que deciden enfrentarse a la disrupción desde dentro. Por eso, me vais a permitir que en la lista que resaltaré a continuación que surge del libro publicado por el grupo Cognizant ‘When Machines Do Everything’, formule un juego sobre la generación de nuevos modelos de negocio, empleos o tipos de empresa, incluso rozando la ciencia ficción, a fin de ver hasta donde somos capaces, hoy en día, a aceptar la necesidad de repensarlo todo. Ahí van 16 ideas de las 21 que el libro describe:
La empresas que ahora se dedican a estudios de mercado deberán convertirse en ‘detectives de datos’. Analizarán los datos de todo tipo de dispositivos IoT para proporcionar a otras empresas información basada en datos. Sus proveedores serán Alexa y compañía.
Las empresas que ahora se dedican a cualquier tipo de entretenimiento, en el futuro necesitarán profesionales del tipo ‘walker/talker’ (algo así como caminante-hablador). Este trabajo es para un futuro cuando, gracias a la biotecnología, las personas vivan más que nunca y exista una población de ciudadanos de la tercera y cuarta edad proporcionalmente enorme. Personas mayores que necesitarán a alguien con quien hablar.
Las empresas que se dedican a ofrecer servicios de instalaciones energéticas o lampistería bien podrían ser en el futuro ‘analistas de ciudades inteligentes’ pues a partir de los billones de datos que las ciudades emitirán, será necesario recopilarlos con los sensores disponibles, pero sobretodo, mantener el valor de esos datos y saber modificar lo que recolectan según las necesidades.
Las empresas constructoras y promotoras inmobiliarias de hoy en día deberán, tal vez, evolucionar hacia una especie de constructores de espacios virtuales, bien diseñados, conforme a necesidades humanas pero en entornos no existentes. Calcular esos espacios deberá ser muy distinto a lo que físicamente necesitamos. El éxito de un espacio virtual dependerá de cosas muy distintas a las que rigen en un lugar analógico.
Las agencias de viajes podrían convertirse en el futuro en una especie de creadores de experiencias virtuales y ser pioneros en lo que se denomina la economía experiencial. Hablamos de que el agente de viajes podría ser un escritor con mucha imaginación, capaz de crear argumentos y espacios únicos para clientes con poco tiempo o capacidad de viaje tradicional.
Los gimnasios del futuro podrían precisar de un profesional que se intuye ya cuando vemos el uso masivo de algunas aplicaciones para estar en forma. Hablamos de que se deberán convertir en una especie de ‘consejeros virtuales para el compromiso físico’. Para ello el usuario cederá el acceso a sus constantes vitales, agenda diaria, dieta, etc., a estos centros que estarán permanentemente encima del cumplimiento de todos los preceptos para estar saludable. Muchas empresas exigirán en el futuro, o no, esta cadencia informativa a los candidatos a otros empleos. Los clientes del fitness del futuro permitirán que un rastreador de actividad, y un consejero de compromiso de actividad física, los mantenga motivados en su guerra diaria por estar en forma.
Los centros sanitarios del futuro van a cambiar mucho. Por lo menos los de asistencia ambulatoria, de primer contacto o de asistencia básica. Estas organizaciones precisarán ‘técnicos de asistencia sanitaria asistida por Inteligencia Artificial’. Los pacientes no irán al médico, los técnicos de asistencia sanitaria asistidos por IA aparecerán en tu puerta antes de que tu sepas que los necesitas. Todos ellos utilizarán un software para realizar diagnósticos en base a un sistema experto e incluso, realizarán pequeñas cirugías con ayuda de sistemas robóticos portátiles sin necesidad de tener titulación alguna.
Si en tu empresa te dedicas ahora mismo a cualquier labor comercial sabes que tienes los días contados. El futuro es de la venta predictiva y de la automatización de todo lo que tiene que ver con el marketing. Inclusive algunos aspectos creativos pueden estar en juego. Pero, ¿que pasa con los datos que se generan masivamente ahora que ya no se pueden vender entre empresas? Facebook ya no puede vender tus datos a Amazon. Por lo que un nuevo empleo puede nacer al necesitarse ‘un intermediario de datos personales’ que supervise y comercialice esos datos personales de un cliente para que éste obtenga datos por ello.
Una vez se prohíba la circulación de vehículos conducidos por humanos en las ciudades, los coches autónomos tomarán las calles. Eso pasará antes de lo previsto por algunos y además sucederá fundamentalmente en vías urbanas y en autopistas. Algún día, en todas partes. Cuando esto pase todo no podrá estar en manos del control autónomo de los vehículos, será imprescindible una especie de ‘controlador de vehículos autónomos’ asistido por sistemas inteligentes. Se necesitarán 'controladores para dirigir y administrar las carreteras y calles para garantizar que se gestionen de manera correcta atendiendo a las predicciones de sistemas inteligentes.
El día que entremos en una tienda de ropa para comprar ropa pero no haya ropa estaremos ante el comercio del futuro hecho presente. Poco a poco el comercio digital va imponiendo sus reglas. Iremos a centros comerciales a visualizar cosas que allí no estén, pero tal vez, podamos sentir, tocar virtualmente y tener la asistencia física de un vendedor. Esas conversaciones, sensaciones y datos irán directos a un ‘sastre virtual’ que tomará esos aspectos para ofrecerte en un rato una oferta ideal para ti.
Los bancos tienen un futuro raro por decirlo suavemente. En el futuro inmediato aquellos profesionales de banca que no se adecúen a un espacio de relación muy distinta lo tienen crudo. En un mundo donde el dinero físico se va a desvanecer, los pagos con criptomonedas y los microcréditos vinculados a los Neobanks o los iBanks, vayan creciendo, se impondrá la necesidad e una especie de ‘asesor de gestión financiera virtual’ que atenderán virtualmente en cada momento como hacen algunas Fintech ahora mismo pero personalizando el trato. Un asesor financiero será una especie de App humana.
Surgirán problemas médicos en el futuro. Limitaciones que nuestro cuerpo no podrá superar fácilmente. Las personas viviremos más que nunca, pero los avances en la memoria y otros cuidados de salud relacionados con el cerebro difícilmente podrán estar al mismo nivel de progreso. Nos harán falta empresas que sean capaces de conservar nuestra memoria creando espacios virtuales con nuestros propios recuerdos. Los notarios de hoy en día deberán transformarse en ‘fedatarios de la memoria virtual’.
En todo tipo de empresas hará falta un profesional muy especial. No tiene que ver con un sector concreto, de hecho lo interesante es que habrá empresas que ofrecerán este servicio. Se trata del gestor o ‘manager de relaciones hombre-máquina’. El futuro del trabajo depende de qué tan bien puedan colaborar los seres humanos y las máquinas. El gerente de los equipos del futuro inmediato será el responsable de descubrir cuáles son los puntos fuertes de la máquina y cuáles son las fortalezas de los humanos, y combinarlos para formar un equipo de trabajo mucho más productivo.
Las aseguradoras ya saben que su futuro está muy comprometido. La aparición de modelos industriales que reducen los costes de asegurar algo es enorme. El entrenamiento virtual en escenarios de riesgo, los coches autónomos sin accidentes, la impresión 3D que elimina los problemas de transporte, el blockchain que modifica la cadena de valor del seguro tradicional, etc. Por eso, entre tanta complicación de relaciones con la confianza, estas empresas deberán ofrecer un nuevo servicio, ‘el director de confianza’ que otorgue nuevas ofertas en el sentido de la transparencia que precisará un usuario o cliente en la era de lo virtual y de la falta de riesgo más allá del dinero digital.
Las empresas de consultoría tradicional también tenemos los días contados. Muy felices nos las prometíamos los que nos dedicamos a decirles a otros como deben hacer las cosas para afrontar la disrupción. Resulta que eso también llega por aquí. Para los trabajos de análisis de negocios tocará aprender a gestionar de un modo completamente diferente. Los consultores del futuro inmediato serán ‘responsables de combinar el procesamiento cuántico de la información’ con el aprendizaje automático para estimular soluciones mejores y más rápidas a los problemas comerciales del mundo real. El objetivo final será siempre construir sistemas de inteligencia que puedan aprender de los datos. De ahí que el consultor futuro tendrá que saber muy bien que supone todo esto y, seguramente, algo de matemáticas.
Sabemos que los responsables de recursos humanos también deberán abrazar a los algoritmos, los periodistas tienen ante sí el reto de comprender su verdadero papel, los responsables de marketing o cualquiera que se considere intocable será tocado. Entre ellos hay dos responsabilidades muy interesantes. Los directores de compras y los directores generales. Los primeros no podrán superar a la eficiencia de cálculo de un algoritmo decidiendo que es mejor comprar, como y en base a que negociación. Los segundos no podrán establecer criterios estratégicos que un modelo de análisis de datos empresariales y de inteligencia artificial. Tarde o temprano, ambos, precisarán ofrecer una habilidad imposible de sustituir por una máquina: la ética. Se precisarán empresas o profesionales que se denominen ‘supervisores de compras ética’ o ‘directores éticos’. Un trabajo para cuando las grandes corporaciones decidan tomar decisiones basadas en lo que es ético, no en lo que es rentable.
Seguro que se te ocurren más, pero estas nuevas profesiones podrían empezar a responder a la pregunta ¿qué haremos cuando las máquinas lo hagan todo?
No te vas a quedar sin trabajo, te vas a quedar sin el trabajo que haces ahora.
Ya hay fecha. Será en 2025. Según el trabajo presentado por el World Economic Forum, The future of jobs 2018, basado en una encuesta a directores de recursos humanos y a los principales ejecutivos de empresas de doce sectores en veinte economías desarrolladas y emergentes representantes del 70% del PIB mundial, ese año habrá más máquinas inteligentes trabajando que personas. A falta de apenas 7 años para eso, el 29% de la actividad económica la soportan robots y automatismos. Mucho más de lo que, escuchando nuestros gobernantes, algunos consideran. La cifra que aporta el WEF deja claro que el proceso de sustitución se está acelerando sustancialmente. En apenas un rato, en el 2022, ya estaremos en un nada despreciable 42%.
Ya hay fecha. Será en 2025. Según el trabajo presentado por el World Economic Forum, The future of jobs 2018, basado en una encuesta a directores de recursos humanos y a los principales ejecutivos de empresas de doce sectores en veinte economías desarrolladas y emergentes representantes del 70% del PIB mundial, ese año habrá más máquinas inteligentes trabajando que personas. A falta de apenas 7 años para eso, el 29% de la actividad económica la soportan robots y automatismos. Mucho más de lo que, escuchando nuestros gobernantes, algunos consideran. La cifra que aporta el WEF deja claro que el proceso de sustitución se está acelerando sustancialmente. En apenas un rato, en el 2022, ya estaremos en un nada despreciable 42%.
Lo interesante de este estudio no es la cifra. Hasta ahora cualquier informe sobre este asunto era como el anuncio de una catástrofe sin remedio. En este caso, sin dejar de mostrar preocupación, es algo más positivo en cuanto a las opciones que tenemos de aprovechar todo este cambio. Vivimos una revolución industrial como otras veces, la Cuarta, y por ello el discurso oficial ha sido parecido al que vivieron los contemporáneos de cada una de las tres anteriores. Miedo y preocupación ante la sustitución de la fuerza laboral por algún tipo de máquina. Ahora, sin embargo, el mensaje está mutando hacia una especie de soflama que pone en valor las oportunidades económicas, laborales y sociales que se nos presentarán en breve.
Pero no todos vamos en el mismo tren. Lo digo una y otra vez. Esto no es automático, hay que plantear políticas activas que posibiliten que suceda sin traumas o minimizando las consecuencias negativas, hay que pensar en Ministerios del Futuro. Hablamos de que la mayoría de los empleados de todo tipo de empresas deberán reciclarse y rápido, asumir que las plantillas serán recortadas y que los cambios de empresa, sector o habilidades serán imprescindibles para muchos de ellos. No te vas a quedar sin trabajo, te vas a quedar sin el trabajo que haces ahora.
La revolución robótica supondrá un recorte de plantilla fija en el 50% de las empresas, según ese informe. Aunque se estima un crecimiento neto del empleo, este cambiará significativamente en calidad, ubicación, formato y permanencia. Va a ser imprescindible invertir en personas a parte de en la compra de automatismos, software inteligente y robots. Y eso habría que ir haciéndolo ya. Muchas empresas están cometiendo un error estratégico importante. En el informe, especialmente cuando se refiere a Europa, detecta una limitación en la inversión prevista en capacitar a empleados durante los próximos años. Se considera que muchos de ellos no estarán preparados para asumir el cambio y será mejor contratar bajo demanda a personal en cada operativa que surja. Un error importante que aleja el papel de la tecnología en esta revolución: la transformación digital no es una metodología en sí misma, sino un modo cultural que engloba al personal existente y que permite cambiar procesos y modelos de trabajo digitalizándolos para hacerlos más eficientes.
Mi trabajo consiste en ayudar a empresas en este tránsito, formando equipos o trabajando en su propia transformación estratégicamente. En algunas de las primeras reuniones con quienes nos contratan se habla de sustituir personas y/o comprar tecnología. Mi tarea consiste en demostrar que eso es un error mayúsculo muchas veces y que lo que debemos abordar es un salto tecnológico para modificar procesos entre otras cosas pero formando al propio personal. Generar valor a partir de un cambio cultural en la compañía que permita extraer todo lo bueno de la inteligencia artificial, del big data, de la automatización, pero también del trabajo colectivo desarrollando nuevas habilidades en todos los miembros de la empresa, por grande o pequeña que sea.
Y es que habrá más trabajo, pero será muy distinto y pronto. Cambiarán calidades, formatos, ubicaciones e, incluso, el concepto de empleo y su deriva real. Se avecina una destrucción de empleo notable a la vez que se debería preparar el tejido industrial para generar uno nuevo. La pérdida de empleos prevista en sector del consumo es enorme. Entre los empleos que se estima tendrán más demanda figuran los basados en la tecnología o potenciados por ella. Los fundamentados en habilidades humanas también irán a más. Todo lo que no sea automatizable tendrá un valor incalculable. En cambio, los que se basan en rutinas desaparecerán.
Y la cosa puede verse desde dos vértices. Esta carrera comportará nuevos problemas pero también oportunidades. Dice el WEF que con los robots se destruirán 75 millones de empleos en el mundo en 5 años, pero que surgirán nuevas funciones que permitirán crear 133 millones. Una creación neta de 58 millones. El problema es el de siempre: ¿dónde se van a crear? ¿Que países se están preparando y cuales no? ¿Nuestra clase política se ha puesto en marcha? ¿Lo saben las empresas? ¿Somos conscientes del monumental desastre o maravillosa oportunidad que se avecina?
Esto va de tener conocimiento, analizar la situación, plantear una hoja de ruta y ponerla en marcha. Hay, como hemos visto, opciones de que este cambio bíblico no se nos lleve por delante, pero también existen amenazas de que sí lo haga. Depende, como siempre de dos agentes: un liderazgo político que se deje de menudencias y una revolución íntima de todos nosotros para entender el punto exacto en el que nos encontramos. No todo es asunto del gobierno, se trata de si nosotros hemos entendido la suerte de vivir este momento histórico.
No es momento de subir impuestos, eso es un error monumental ahora mismo. Se trata de estimular la inversión para afrontar los cambios que vienen. A cada décima impositiva de más, son millones de empleos que peligran por la falta de inversión en la transformación de las empresas. A cada intento por penalizar a una empresa tecnológica por el mero hecho de serlo miles de empleo se van por la alcantarilla del futuro inmediato. Es urgente saltarse esta pantalla y ponerse a jugar en la siguiente, una que por cierto ya va con Realidad Aumentada.
La destrucción de empleo previsible en los próximos años, especialmente a partir de 2022, no habrá manera de detenerla sino se hace algo desde ya. Aun estamos a tiempo. A tiempo de poner en marcha un plan para crear las vacantes necesarias, modificar las existentes y estructurar una sociedad que soporte un empleo muy distinto al actual sin situaciones dramáticas. Un plan para ejecutarlo. Menos análisis pues sólo crea parálisis.
Será imprescindible formar a las personas. Los robots no van a quitarte el empleo, en todo caso, tu trabajo peligra en manos de alguien que se lleve mejor que tu con un robot. Son necesarias políticas activas que estimulen la inversión en ese sentido y en la integración de tecnología estudiando el impacto en el personal y en los requerimientos obligatorios. Se deben abrir debates urgentemente acerca de jornadas laborales distintas, de renta básica, etc. Discusiones que quienes deben plantearlas desconocen en su verdadera envergadura o consideran que suponen desgastes electorales que no quieren asumir. También es necesario saber que piensas hacer tú. Empresario que debe invertir en transformar su empresa o trabajador que tiene que tiene que sentirse en ‘beta’ constante y donde no hay empleo seguro. En unos minutos sale el tren del futuro inmediato. En España me temo no hemos comprado ni el ticket. Para los amigos que me leen desde otros países, la pregunta también es válida.
Signos de desaceleración, los retos del futuro y la Tierra es plana.
Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.
Hay quien asegura que la Tierra es plana. Hay millones de personas que lo creen y se reúnen para mostrarle al mundo sus teorías e, incluso, llegan a mostrar curiosas pruebas. En frente, los que pensamos que nuestro planeta es una esfera que flota en el espacio, no solemos entrar en ese debate porque está fuera porque nos parece totalmente absurdo hacerlo. En realidad discutir si este mundo es plano o esférico parece, a simple vista, una pérdida de tiemp. El debate debería centrarse, en ambos bandos, en la calidad de vida de la gente que lo habita, de su futuro, de las oportunidades que tenemos todos en él, ya sea una lámina o una pelota.
Algo así pasa con el debate político en España estos días. En lugar de alarmarnos ante un futuro realmente incierto, el que va a afectar a nuestros hijos, el de la automatización de todo, el de la incorporación de la inteligencia artificial en nuestro entorno, el de cómo una economía no robotizada va a ser capaz de soportar la competitividad y a su vez pagar nuestras pensiones, en lugar de todo eso, el debate está ubicado en una aurora boreal parlamentaria y periodística que asusta.
Cuando acabe este año, 300.000 robots destinados a realizar tareas básicas en cadenas de producción, cocinas industriales, obras públicas y privadas, grandes almacenes, zonas de vigilancia, etc., y más de 120.000 sistemas de software inteligente creados para instalarse en despachos profesionales de todo tipo, habrán sido solicitados por empresas de todo tipo en Europa. A finales de 2020 los pedidos de este tipo de automatismos en hardware o software alcanzarán el millón. Los pedidos a estas empresas que los están desarrollando así lo certifican. Cuando se entreguen estas comandas, al no haber preparado el cuerpo laboral para ser colaboradores imprescindibles de estos robots, la mayoría de trabajadores serán sustituidos irremediablemente. La forma vencerá al fondo.
Se puede impedir no obstante el colapso con la formación específica, la transformación del empleo buscando los sectores que generan valor y en valorar lo que significará trabajar en un futuro inmediato entendiendo una estrategia empresarial y económica para afrontarlo. El liderazgo debería ser político. Es lo único que se les pide. Es la política quién debe marcar el modelo de transformación necesario, estimularlo y dinamizarlo. La hostia va a ser inmensa como no se haga y se haga ya. Lo que pase en Europa nos afecta, pero lo que no hagamos aquí nos sentencia.
El futuro económico de un país se puede afrontar de dos maneras. Por un lado con la inacción de quienes desconocen el verdadero alcance de los cambios que se están produciendo en el mundo o, por otro, con la ilusión que tal desafío supone. En el primer caso se puede simular un interés por la tecnología y los cambios sociales aunque simplemente supongan pura cosmética. En el segundo se incluyen las políticas activas a fin de prever las necesidades de un futuro complejo y en el que pocas cosas van a mantenerse como ahora las entendemos. Los grandes contratos sociales van a modificarse integralmente y de manera rápida. Es en esta última manera con la que un país que depende del sector terciario, de los servicios y de una industria tradicional, debería apresurarse a trabajar. Las pensiones, el estado del bienestar y una clase media que no para de menguar sólo se pueden garantizar afrontando ese futuro inmediato con una estrategia económica y política que apueste claramente por modificar su modelo de crecimiento y sus estructuras sociales resultantes.
España, y otros países, parecen vivir de espaldas a la realidad que se avecina. La automatización va a expulsar del sistema laboral a millones de personas y nadie está haciendo nada relevante para evitarlo. El tiempo pasa y el mundo gira. Mientras la hipotética bonanza económica se iba afianzando en nuestro país, un sedimento que ya denuncié hace tiempo lo embarraba todo. Crecer a expensas de un empleo sin valor añadido, dependiente de ciclos estacionales y con cotizaciones insuficientes para soportar el estado del bienestar, no parecía una buena idea. Mientras, otros países de nuestro entorno han apostado decididamente por generar valor en una economía tecnológica más allá del titular o del ‘programa’ de turno, el nuestro se frena irremediablemente antes de tomar medidas relevantes.
España ya está en plena desaceleración. Tal vez nunca aceleró. Los datos macro a veces no muestran adecuadamente lo que está pasando. Por lo menos si no los descuartizas y los repasas en detalle. Creábamos empleo pero era un empleo de guardería. Un empleo que, como se ha visto a finales de agosto, dependía de un sector que como se resfríe vamos a pasar la madre de todas las gripes. Depender del turismo tiene su cosa. Y es que la propia OCDE avisa que la actividad nacional se deteriora más que en el resto de países. La pérdida de velocidad de la economía europea, de la que España parecía estar exenta, ya nos arrastra también. El bajón de la actividad en el mes de julio en España fue mayor que en sus parientes de la UE. El gobierno sigue considerando que vamos a crecer al 2,7% aunque ya hay quienes advierten que esa cifra podría verse recortada en una o dos décimas. Esto es muy destacable. En el caso de España, crecer al 2,7% o al 2,5% representa estar en zona de creación de empleo o todo lo contrario. Sabemos que nuestro país es incapaz de crear empleo neto por debajo del 2,4% de crecimiento. Ni tan siquiera empleo precario. No hablemos de empleo de alto valor.
Seguimos sin estrategia real hacía donde dirigir nuestro modelo productivo. Mantenemos la inercia de lo que siempre nos ha ido bien. Incluso de lo que nos dio el mayor de los sustos. España estimula la economía vinculada al turismo y al sector inmobiliario, lo hace por falta de acción política y por un factor cultural y social. Pero la menor actividad de Europa será el detonante de una recesión inminente, ya que el 70% de nuestras exportaciones se dirigen a los países de nuestro entorno. Las muestras son pura estadística, pero vale la pena abordarlas en su conjunto: la demanda exterior ya restó 0,2 puntos al crecimiento del PIB anual en el segundo trimestre. Entre abril y junio, las ventas al exterior menguaron un 1% frente a los tres meses anteriores. El consumo pasó de crecer un 0,7% en el primer trimestre al 0,2% en el segundo. El paro registró su peor agosto desde 2011. Es decir, los vientos favorables que llegaban de Europa con su recuperación, ahora es viento en contra. Lo jodido es que España no se preparó durante la bonanza de principios de este siglo, no supo abordar correctamente la crisis, no ha sabido estructurar un nuevo modelo de crecimiento aprovechando estos últimos años de recuperación y no está en la mejor condición para enfrentarse ahora a una mala racha en la economía global. No se han hecho los deberes y no hay intención de hacerlos visto lo visto. Hay temas más importantes parece ser.
Para que no me llamen catastrofista, eso ya lo sufrí hace más de una década, diré que una desaceleración no es algo de lo que preocuparse. Lo grave es cuando se ignora como dice Daniel Lacalle. Como se ha ignorado en general el futuro al que se avecina nuestro mundo, no teniendo en cuenta cual debe ser el modo de afrontar este desafío que supone una sociedad vinculada a la Cuarta Revolución Industrial.
Quedaremos a la espera de que se sintetice un plan económico lo más detallado posible por parte del gobierno actual una vez terminen los fuegos artificiales. Un plan que sea claro, que se deje de globos sonda, de opiniones dispares y de planteamientos que afectan y mucho a las opciones de inversión de empresas de tipo tecnológico. Al fin y al cabo son éstas las que suelen estimular los cambios en el modelo productivo. Así ha pasado en otros países. Flexibilizas el mercado laboral y haces atractivo el modelo fiscal y las empresas que protagonizarán el futuro, las que van a crear empleo de valor, se aproximan y te ayudan a transformar tu estructura económica. A cambio, nosotros tenemos sólo preguntas en el aire: ¿Será verdad lo del 15% de Sociedades? ¿Habrá impuesto a las transacciones financieras? ¿Y a las tecnológicas? ¿Se endurecerá la tributación de las sicavs? ¿Seguirán teniendo deducciones los planes de pensiones?
Nos dirán que la desaceleración no es para asustarse. Probablemente no, pero los indicadores que la explican si son destacables. Las ventas minoristas disminuyeron en julio, el indicador de sentimiento económico que retrocedió al peor nivel desde abril de 2017, las ventas en grandes empresas y el índice de producción industrial perdieron impulso en junio, el mismo mes que se amplió el déficit comercial, la constitución de hipotecas y la cifra de negocios empresarial se desaceleraron en junio, las salidas netas de capital fueron por valor de 11.127 millones, muy superior a la de mayo en que salieron 884 millones.
Y, por si fuera poco, tenemos el asunto del turismo como decía antes. La caída del número de visitantes se achaca a diversos motivos: recuperación del sector en el entorno mediterráneo, el mundial u otros. Son ciertos. Como también que asegurar que los turistas gastan más y con ello se compensa la caída bruta de unidades es hacerse trampas al no contemplar la propia inflación que maquilla resultados cuando nos interesa. El problema no es ese, el verdadero asunto es que pocos ven el aviso que supone que el turismo tenga momentos mejores o peores dependiendo de factores externos.
La economía española tiene una dependencia de este sector cercana al 15% y posiblemente si aplicamos factores secundarios un poco más. El empleo vinculado roza el 17% directo. Ojo a esto. Da bastante igual si la caída depende de Turquía o de la lluvia. El problema es que dependemos de su crecimiento. Si este motor se detiene no hay sustituto. Ya pasó con el sector inmobiliario, se detuvo y el motor que debía sustituirlo, la industria, no estaba engrasado. Ahora ¿qué motor tenemos listo? Deberíamos correr para preparar uno que tenga que ver con un nuevo mundo, el que gira ahí afuera y el que a muchos de sus señorías les va a explotar en las narices. Lo chungo es que a nosotros también nos va a manchar. Por eso, si tienes una empresa, si eres un directivo con responsabilidades, déjate de titulares, de lecturas ajenas a la realidad que se muestran por todas partes, y ponte en marcha, transforma tu empresa, fórmate y construye tu futuro. El tiempo vuela.
Educación 'freelance' para un futuro laboral 'freelance'.
La semana pasada la pasé en República Dominicana, concretamente en Santo Domingo, invitado por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional de ese país. El motivo era ofrecer dos conferencias junto a los ministros de Trabajo, Educación y Presidencia. Se me encargó reflexionar en ambas charlas sobre la importancia de la formación profesional en el mundo empresarial justo ahora que vivimos una revolución industrial afectada por múltiples tecnologías. La primera de ellas fue a la comunidad educativa y la segunda a los principales empresarios y empresarias del país. Aprovechando la estancia pude conocer de cerca el modelo de transformación digital en algunos ámbitos de la administración pública y de algunas de las empresas locales. Retorciendo la agenda y gracias a un equipo magnífico pude, también, pasar por diversos programas de radio y televisión y por algunos medios escritos. No hubo playa, no hubo tiempo.
La semana pasada la pasé en República Dominicana, concretamente en Santo Domingo, invitado por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional de ese país. El motivo era ofrecer dos conferencias junto a los ministros de Trabajo, Educación y Presidencia. Se me encargó reflexionar en ambas charlas sobre la importancia de la formación profesional en el mundo empresarial justo ahora que vivimos una revolución industrial afectada por múltiples tecnologías. La primera de ellas fue a la comunidad educativa y la segunda a los principales empresarios y empresarias del país. Aprovechando la estancia pude conocer de cerca el modelo de transformación digital en algunos ámbitos de la administración pública y de algunas de las empresas locales. Retorciendo la agenda y gracias a un equipo magnífico pude, también, pasar por diversos programas de radio y televisión y por algunos medios escritos. No hubo playa, no hubo tiempo.
De todo lo vivido quiero destacar la conferencia que se destinó para la comunidad educativa y a la que asistieron más de mil profesionales vinculados a la formación profesional del país. Concretamente a los agentes educativos que dedican su esfuerzo a vincular la capacitación técnica a la oferta laboral existente. El problema, en este caso, aparece cuando esa oferta futura es ciertamente desconocida o tremendamente cambiante. No tenemos muy claro hacia donde irá el mercado laboral en breve, sólo sabemos que está cambiando y muy rápido. El mercado laboral, especialmente el más técnico, está en plena transformación y eso exige un modo nuevo de entender la formación profesional. De eso hablé y aquí os dejo un resumen de lo que consideré esencial en este ámbito.
Sabemos que, tal y como señala el propio Foro Económico Mundial, las nuevas condiciones económicas implicarán una decena de habilidades laborales para afrontar con garantías lo que denominamos Cuarta revolución industrial. Según el último informe que en este sentido publicó estas son: la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico, la creatividad, la gestión de personas, la coordinación con los demás, la inteligencia emocional, la toma de decisiones, la orientación a servicio, la negociación y la flexibilidad cognitiva. Seguramente a todas ellas hay que añadir la ‘computerización personal’. Con esto quiero decir que una de las habilidades principales será la capacidad de cada uno de nosotros a trabajar con inteligencia artificial, robots, automatismos y, en definitiva, en como abrazaremos la tecnología para hacernos mucho más eficaces. Hazte la pregunta ¿cuánto de ‘computerizable’ eres? En la respuesta y en el nivel que te aparezca tendrás de manera clara cual es la tarea pendiente a nivel íntimo y personal.
Todas estas habilidades nos llevan a un escenario donde las instituciones formadoras de esos profesionales deben estar preparadas para abordarlas. Planes de estudio que no se alejen de la tecnología, indispensable para entender el mundo laboral futuro, pero también que sean capaces de aportar el desarrollo de habilidades profesionales totalmente humanas. Todo aquello que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable en el futuro inmediato y esa es la esencia, considero, que debe impregnar la formación profesional. Es obligatorio por ello, combinar programas formativos técnicos con modelos educativos humanistas.
Se avecina una pérdida de un tipo de empleo muy concreto de forma masiva. Será el primer paso de algo mucho más profundo. El cociente entre nuevos empleos y el derribo de un sistema antiguo no será la única de las respuestas. Esa destrucción vendrá acompañada de millones nuevos empleos que requerirán personas con nuevas habilidades. El impacto se verá en todas las industrias. La magnitud de esta nueva revolución industrial nadie la conoce. Nadie. No alcanzamos a dimensionar los retos que implicará para la sociedad y para la política. Es evidente, no obstante, que sólo están listos para hacerle frente en muy pocos lugares. De hecho ni en Europa se tiene claro como afrontarlo, ni en América Latina se está teniendo demasiado en cuenta. Lo grave es que, por ejemplo en España, el debate circula en un escenario tremendamente distante a la guerra que se avecina como si, al igual que en otros momentos de la historia, la deriva y la inercia fueran capaces de solucionarlo todo. En este caso no va a ser así y los que antes lo tengan claro, antes lograrán superarlo. Liderar y presidir un nuevo escenario económico y laboral no será opcional.
De ahí que hay que replantear la política en general y la formación profesional en concreto. Su papel será relevante. Los países que se plantean afrontar con garantías el futuro tecnológico en la Cuarta Revolución Industrial y quieran hacerlo enfrentándose a los desafíos de la Era de la Transformación Digital, deberán de un modo u otro preguntarse acerca de la gestión tecnológica en la educación, de los sistemas de información en los centros educativos y del modo en el que se incorporen metodologías de estudio innovadoras.
¿Puedes imaginarte un centro educativo profesional, o cualquier otro, sin acceso a ambientes virtuales, redes de trabajo, automatismos en la gestión de datos, capas de inteligencia artificial vinculando archivos con sucesos prácticos, articulado de nuevos procesos lectivos que generen nuevas maneras de relacionar lo que se enseña con lo que se aprende, los actores implicados y las modulaciones y métricas finales? Seguramente no. El futuro es ese. Pero no lo es por capricho. Las exigencias de un nuevo empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o lo asuma como parte de su catálogo formativo.
¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como Derecho y Arte? ¿Económicas y Filología Clásica? ¿Teatro y Administración de Empresas? ¿Ingeniería analítica y Diseño Gráfico? ¿Arquitectura y Programación? O más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Mecánica e Historia del Arte? ¿Analista de datos y Agroindustria? Imagina. El papel de la educación será ese. Entender que en la formación del futuro no será fácil identificar los límites del conocimiento necesario y habilidades humanas de soporte.
Muy probablemente nuestros hijos se ocuparán de los mismos oficios, las mismas tareas y los mismos objetivos profesionales que nosotros pero lo harán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello el papel relevante de la propia tecnología en el centro de todo el análisis. La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, también, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. De ahí que la educación también lo haga. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones.
Los factores determinantes de los cambios en la educación institucionalizada, la rebasan en si misma y se dan fuera de ella. Son factores económicos, políticos, culturales o tecnológicos, los que inciden de manera determinante en las tendencias educativas, por la influencia que tienen en la toma de decisiones. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar el cambio socioeconómico inédito. De no hacerlo, de no darse cuenta que no era opcional, el riesgo de perder el tren de la historia es enorme. La obligación de los diseñadores de los programas educativos, ya sean de tipo profesional o no, van más allá de generar la sociedad de la información, debemos estimular la sociedad del conocimiento.
La Inteligencia Artificial y el control de los trabajadores sigue sin legislación.
Hay países, con sus gobiernos, sindicatos y patronales, están debatiendo y analizando la repercusión inevitable que va a tener en nuestra vida la Inteligencia Artificial y sus derivados. En Francia, hace pocos días, se debatía al más alto nivel hacia donde vamos, como se debe regular y que repercusiones va a tener todo ello en nuestro mundo inmediato. No me imagino a ningún político español en una entrevista para Wired. En Suecia se considera que un Ministerio del Futuro no es una frivolidad sino una necesidad estratégica. En el golfo Pérsico, tras asumir que el petróleo dejará de ser la gallina de los huevos de oro, han decidido liderar la aplicación de tecnologías inteligentes y su debate ético y sociológico. Otros, como España por ejemplo, no tiene debate abierto, ni intención de abrirlo. Aquí hay temas más importantes que mantienen la mente ocupada. Llegará el día que se todo esto se nos llevará por delante y no habremos preparado nada al respecto. La automatización, la robotización, la inteligencia artificial y todas las innovaciones derivadas de la Cuarta Revolución Industrial no se van a esperar a que sus señorías resuelvan sus meriendas. A veces echo de menos, y me sorprende especialmente, que la prensa tradicional no insista en esto.
Hay países, con sus gobiernos, sindicatos y patronales, están debatiendo y analizando la repercusión inevitable que va a tener en nuestra vida la Inteligencia Artificial y sus derivados. En Francia, hace pocos días, se debatía al más alto nivel hacia donde vamos, como se debe regular y que repercusiones va a tener todo ello en nuestro mundo inmediato. No me imagino a ningún político español en una entrevista para Wired. En Suecia se considera que un Ministerio del Futuro no es una frivolidad sino una necesidad estratégica. En el golfo Pérsico, tras asumir que el petróleo dejará de ser la gallina de los huevos de oro, han decidido liderar la aplicación de tecnologías inteligentes y su debate ético y sociológico. Otros, como España por ejemplo, no tiene debate abierto, ni intención de abrirlo. Aquí hay temas más importantes que mantienen la mente ocupada. Llegará el día que se todo esto se nos llevará por delante y no habremos preparado nada al respecto. La automatización, la robotización, la inteligencia artificial y todas las innovaciones derivadas de la Cuarta Revolución Industrial no se van a esperar a que sus señorías resuelvan sus meriendas. A veces echo de menos, y me sorprende especialmente, que la prensa tradicional no insista en esto.
Veamos como afecta en el empleo y en el modo en el que las empresas utilizan el uso de la Inteligencia Artificial en estos momentos. Lo contaba The Economist. Nadie está regulando al respecto de un modo coherente y adecuado. Empresas de todo tipo ya aprovechan la Inteligencia Artificial para pronosticar su demanda, contratar trabajadores y tratar con sus clientes. En 2017, las empresas gastaron alrededor de 18.000 millones de euros en fusiones y adquisiciones relacionadas con la Inteligencia Artificial, unas 26 veces más que en 2015. Existen informes que aseguran que en la próxima década el beneficio que puede repercutir en el mundo empresarial a partir de la utilización de la IA en marketing, logística y ventas superará los 2,5 trillones de dólares. De hecho, el máximo responsable de Google ha asegurado que la Inteligencia Artificial será más determinante para la humanidad que el fuego o la propia electricidad.
En frente de este mensaje tan positivo aparecen voces que aseguran lo contrario. Hay quien teme que la IA destruya empleo de manera indiscriminada y que las barreras de acceso a esta tecnología creará un espacio de empresas dominantes y de compañías dominadas. No obstante, pocos delimitan con claridad que supondrá la implementación general de tecnologías inteligentes capaces de ‘razonar’ en base a criterios empresariales. Los ejemplos que tenemos en la mayoría de los casos derivan del ‘machine learning’, de sistemas expertos, de desarrollos cognitivos dependientes de Watson u otros, pero pocos, repito, son capaces de mostrarnos que la Inteligencia Artificial es algo más que un módulo más eficiente, sofisticado e incomprensible para un humano de lo que hemos llamado durante mucho tiempo sencillamente ‘business inteligence’.
Pero es evidente que la IA va a transformar el puesto laboral. Ya lo hace. Hoy en día muchos directivos pueden obtener un control extraordinario sobre sus empleados que rozan los límites éticos asumidos durante décadas. Por ejemplo, Amazon ha patentado una pulsera que rastrea los movimientos de las manos de los trabajadores de almacén y usa vibraciones para estimularlos a ser más eficientes. Workday, una firma de software, analiza alrededor de 60 factores para predecir qué empleados se irán de la empresa y cuales no. Humanyze, una startup que vende credenciales de identificación inteligentes, permite rastrear a los trabajadores en la oficina y revelar qué tan bien interactúan con sus colegas. Y es que, de momento, la IA tiene un uso que ha dinamizado el control laboral. Algo que no es nuevo pero ahora es realmente preocupante. En un mundo que se dirige a un modelo ‘freelance’ donde la productividad queda asociada al cumplimiento de tramos de proyecto, parece poco adecuado un control tan férreo de la jornada laboral. No obstante, desde el punto de vista de la eficiencia, no se puede negar que la IA es tremendamente exacta en el momento que se le requiere para mejorar la gestión y los procesos.
De hecho es difícil negarse a los beneficios empresariales de la Inteligencia Artificial aplicada a los procesos de empresa y, especialmente, en la gestión de los recursos humanos. Sin duda mejora la productividad en casi todos los casos. Como decía, la empresa Humanyze combina los datos que generan los empleados de cualquier departamento con los calendarios y correos electrónicos de éstos para determinar, por ejemplo, si el diseño de una oficina o un almacén favorece el trabajo en equipo o no. Otro ejemplo es Slack, una aplicación de mensajería en el lugar de trabajo, que ayuda a los directivos a evaluar la rapidez con que los empleados realizan sus tareas. Las empresas ven cuándo los trabajadores no sólo se despistan, procastinan o, sencillamente, hacen algo inadecuado, sino que combinada con Cogito, otro desarrollo con una génesis de IA, puede escuchar las llamadas del servicio de cliente y asigna una valoración de empatía basada en cómo han interactuando con el consumidor y la capacidad de respuesta. Un algoritmo juzgando nuestras competencias humanas. Temazo para debatir. El mismo debate que surge cuando hablamos de que los jueces olímpicos en Tokio 2020 serán sistemas inteligentes combinados con comisarios humanos.
Sigamos viendo lo que la IA está ya haciendo en algunas empresas y que, sin un coste demasiado elevado, ya puede hacer por la tuya. Las máquinas pueden ayudar a garantizar que los aumentos salariales y las promociones vayan a quienes realmente las merecen. Las personas a menudo no son fácilmente medibles en sus competencias por culpa de las valoraciones no reflexivas o las que sufren influencias puramente humanas, pero los algoritmos, si se diseñan correctamente, pueden ser más imparciales. El software puede marcar patrones que un humano no aplicará nunca del mismo modo. Por ejemplo, Textio, una startup que usa IA para mejorar las descripciones de trabajo, descubrió que las mujeres son más propensas a responder a un trabajo que menciona ‘desarrollar’ un equipo en lugar de ‘administrarlo’. Los algoritmos recogen las diferencias salariales entre géneros y razas, así como el acoso sexual y el racismo que los humanos ignoran consciente o inconscientemente en la selección de personal o en el ejercicio de sus funciones directivas.
Es cierto que da reparo. Hemos visto demasiadas películas donde robots inteligentes eran malos y nos daban la vuelta. Se daban cuenta que los esclavizábamos y se revelaban. Nunca pasará. Los robots del futuro inmediato, esos a los que vamos a irnos acostumbrando la próxima década, se parecerán más a un cajero automático que a Sophie. La Inteligencia Artificial no es algo negativo de por sí. En todo caso el uso que le demos lo puede llegar a representar, pero el control de su utilización también estará basado en el sistema operativo cada vez más global en términos de ética digital. Y es que no hay beneficios sin inconvenientes. Los algoritmos podrían no estar libres de prejuicios. Sus programadores los tienen y pueden derivarlos en sus creaciones. El personal de mayor edad podría trabajar más despacio que los más jóvenes y podría correr el riesgo de perder su empleo si lo único que busca la IA es la productividad en lugar de aplicar factores no tan evidentes.
Lo humano será siempre el valor añadido, pero no será fácil confrontarlo a la eficiencia. El futuro inmediato es el campo de batalla. Todo aquello que un software no sea capaz de hacer tendrá un valor incalculable. Seguramente, el factor humano, tendrá que ser ese elemento diferencial. Los humanos nunca resolveremos un cubic rubik tan rápido como un robot, pero sin embargo, localizaremos como exponer el resultado desde un punto de vista emotivo, creativo y atractivo. Esa combinación no está claro que se esté entendiendo.
A mi, realmente, lo que me preocupa es el riesgo de la vigilancia orwelliana. Algo delicado atendiendo incluso a la comparecencia del creador de Facebook ayer ante los congresistas de Estados Unidos. Veriato, una firma de software, rastrea y registra cada golpe de teclado que los empleados hacen en sus computadoras para medir qué tan comprometidos están con su compañía. Las empresas pueden utilizar la IA para examinar no solo las comunicaciones profesionales de los empleados, sino también sus perfiles de redes sociales. Es como curioso que una de las herramientas de trabajo colaborativo de mayor crecimiento en el mundo, Slack, tenga un nombre que surge del acrónimo de ‘searchable log of all conversation and knowledge’, algo así comno ‘registro de búsqueda de todas las conversaciones y del conocimiento".
A medida que diversos gobiernos analizan como regular la utilización de la IA estaría bien que tres elementos se tuvieran claro. Primero, los datos deben ser anonimizados cuando sea posible. Microsoft, por ejemplo, tiene un producto que muestra a los individuos cómo administran su tiempo en la oficina, pero brinda información a los gerentes solo en forma agregada. En segundo lugar, el uso de IA debe ser transparente. A los empleados se les debe decir qué tecnologías se usa en sus lugares de trabajo y qué datos se están recopilando. Como cuestión de rutina, los algoritmos utilizados por las empresas para contratar, despedir y promover deben ser evaluados por si tuvieran sesgos y consecuencias involuntarias. Por último, los países deben permitir que las personas soliciten sus propios datos, ya sean ex trabajadores que deseen impugnar un despido o personas que buscan trabajo con la esperanza de demostrar su capacidad a posibles empleadores. Estaría bien, como decía al principio, se empiece a regular, legislar o, cómo mínimo, hablar en sede parlamentaria de estos temas. Probablemente esto no sucede porque nadie sabría que decir.