Se escapa el futuro
Has oído hablar de la ‘I’, de la ‘D’, de la otra ‘i’ y sobre todo de la ‘d’ final. Todas juntas componen una cosa que queda super ‘cool’ y que no hay político que no utilice en un momento u otro del día como si de una necesidad fisiológica se tratara. Hablamos del I+D+i+d. Investigación, desarrollo tecnológico de sus resultados, innovación aplicada a la producción de nuevos productos y servicios y el diseño de los mismos para conectar con las necesidades y demandas del mercado. Lo hacen para parecer modernos y por que seguramente han escuchado que la creación de nuevas actividades generadoras de empleo capaces de estimular un nuevo modelo económico y productivo que España necesita urgentemente, dependen en gran medida de esas siglas que riman.
Sin embargo las palabras se las lleva el viento, la idiotez supina, la falta de memoria y las discusiones sobre la repetitiva y pueril rueda de prensa de algún futbolista venido a héroe. Las promesas de inversión en lo que esas siglas significan son eso, promesas. La realidad es que han descendido los programas que los impulsan. Y no solo es grave que se recorte en lo estratégico, en aquello que debería marcar la nueva esencia del crecimiento económico, sino que lo terrible es que se de muestra tan clara de la incapacidad de construir y articular un modelo eficiente para los requerimientos de las empresas que quieren y no pueden ser competitivas muchas veces por no encontrar ninguna facilidad, e incluso por estrellarse contra dificultades severas.
No es necesario inventar, con copiar los modelos que funcionan extraordinariamente en países mucho más avanzados tecnológicamente que el nuestro. Por lo menos deberíamos preguntarnos el motivo por el que no hay manera de lograrlo. Seguramente es que no está en la agenda real. A mi modo de ver, no deberíamos votar a nadie que no plantee un verdadero diagnóstico esencialmente correcto del estado del asunto y que, por derivación, trasladara las decisiones necesarias para construir un eficaz sistema en I+D+i+d. Esa debería ser la prioridad nacional, el punto de partida de la revolución socioeconómica que nos conectaría con el mundo.
La escasa inversión aplicada a la investigación y al desarrollo tecnológico nos aleja del futuro, nos condena. Los presupuestos generales del estado necesitarán más de dos décadas para ponerse en niveles de inversión anteriores al 2008 o 2009. De lo perdido ya no se puede hacer mucho, pero de lo que queda por conquistar si. Mantener esta atonia, esta desidida y sazonarla con discursos vaciós y falaces debería ser delito. Seguimos en eso de la política en ‘play back’. Unos hacen como que cantan y otros finjen que se lo creen.
Un buen amigo mio, dedicado a la investigación que vive en París, me contaba como la innovación aplicada surge de la creatividad y del diseño, siempre es así. Me decía que una Europa innovadora depende de sus gentes creativas, de su capacidad para gestionarlas y de darles escenarios de desarrollo. Lo vemos y lo sabemos. Este buen amigo pertenece a la agencia francesa de investigación y planificación y de él emanan muchos de los programas que están modelando nuestro futuro. De esto sabe algo. Me decía que los que inventen serán libres. No es cuestión de emprender o no. El futuro ni tan siquiera depende de los que dicen cuidarlo en nuestro nombre. El tiempo pasará y seremos nosotros los que recogeremos sus migajas o sus retos.
Yo no me voy a esperar a que un pelotón de asustados por perder sus butacas rebosantes de privilegios decida por mi. Yo ya he decidido a título personal e íntimo pero se hace imprescindible que esta gente que asegura trabajar para y por nosotros convoquen un auténtico cataclismo intelectual que conforme de manera disruptiva las claves del futuro y del progreso tecnológico. Si no hacen nada, el futuro se escapará de nuevo. Hace décadas se decía que ‘los inventos venían de fuera’ y parece que nos eso nos está bien. Ya pasó antes y tiene pinta de que va a volver a pasar a menos que hagamos algo.