EL LABERINTO FRANCES
[Comentarios en la versión catalana]
El esperado debate de la pasada noche entre Ségolène Royal y Nicolás
Sarkozy ha sido un brillante ejercicio de esgrima política y de
dialéctica estética, pero en su conjunto han supuesto dos horas largas
decepcionantes. Un susurro programático empaquetado en papel celofán.
En rojo por ella y en azul por él. Gane quien gane no atacará los
problemas estructurales de la France. El modelo francés está agotado y
todos lo saben pero el riesgo de fractura es tan elevado que nadie se
atreve a acometer las reformas que precisa. Tampoco parece, a tenor de
lo visto, que lo vayan a hacer ninguno de los dos aspirantes.
En Francia uno de cada cuatro franceses cobra del estado, vive de él porque es funcionario. El gasto público supera el 53% del PIB, nada comparable con el resto de la Unión Europea. En nuestro país vecino cualquier crisis se arregla concediendo subvenciones y ayudas. Ayer los dos candidatos no hicieron más que prometer alegremente incrementos presupuestarios inasumibles desde la situación actual del país galo. Ninguno de los dos insinuó algún mecanismo para cambiar esa dinámica. Ni el liberal ni la socialdemócrata, ninguno atacará la esencia de un Estado omnipresente, hipertrófico que desprecia a la sociedad civil al más puro estilo y regusto jacobino.
No obstante, la deriva de un estado gigantesco y omnisciente no es el único problema grave que al parecer, sea quien sea el próximo presidente de la Republica, piensa o sabe solucionar. Existe un rompecabezas histórico, un gravísimo factor que hipoteca el futuro de este maravilloso país: el paro. Mitterrand tiró la toalla en 1993 cuando dijo “lo hemos intentado todo” y Chirac, aun priorizando su gestión en materia de ocupación, no logró bajar nunca la tasa de desempleo por debajo del 8%. En Francia los jóvenes dispuestos a trabajar que permanecen inscritos en las listas del paro rondan el 22% y en algunas periferias alcanza el 45 %. Casi uno de cada dos jóvenes de las “banlieues” no trabaja ni tiene expectativa de lograrlo a corto plazo. Ayer Ségolène propuso crear medio millón de puestos de trabajo y Nicolás la mitad. Los bostezos generalizados en Francia debieron de escucharse en territorio alemán. No dijeron como. Nuestro país vecino ha ensayado medidas impactantes como la reducción de la semana laboral a 35 horas que no han dado resultado y que han repercutido en que en Francia se trabaje menos por el mismo dinero y que por ello el Estado desgrave cada año cerca de 22.000 millones de Euros a las empresas en concepto de compensación. La izquierda francesa debe perder el temor a enfrentarse a ese fantasma que supone la semana de 35 horas y rectificar y la derecha debe no hacer una carnicería por ello.
España debería de mirar con atención a su vecino. Estamos a puertas de que el paro empiece a aumentar como ya avisan algunas federaciones de empresarios y nadie hace ni dice nada. España no es Francia. En el país galo las 40 principales empresas obtuvieron un beneficio neto de 97.000 millones de Euros el pasado año. España precisa cinco veces ese número de empresas. Como quinta economía del planeta, Francia cuenta con 11 de las 80 principales empresas del mundo. España cuenta con dos. En Francia los debates políticos reales por lo menos se producen, en nuestro país se evitan.