ILUSIONISMO SOCIOPOLITICO
Tengo una afición muy molesta: leo la prensa económica internacional. Me encanta el color salmón que se edita fuera de nuestro país por su objetividad aséptica cuando, por ejemplo, analizan la economía española. Hace más de un año que en esos medios se avisa de la gravísima situación en la que ahora ingresamos, al tiempo que los nuestros no hacían más que trucos de magia aritmética.
El silencio ibérico respecto a las advertencias que provenían de fuera ha sido escandaloso e incomprensible durante este tiempo. Cómo dificil es ahora, a puertas de una campaña electoral que retornará el discurso y el debate en el terreno del “y tú más”, asistir a un diálogo económico claro. Por un lado los socialistas pretenderán que creamos que la cosa no está tan mal y que los síntomas se están magnificando. Advierten, hace días, que anunciar ese vendaval es ser antipatriota. Me supone un ejercicio vergonzoso tratar con tanta indigencia intelectual y con tan poco respeto por las personas que van a sufrir en sus carnes los despropósitos de una década enloquecida y sin planificación política y económica ninguna. Por otro lado los populares se agarrarán al populismo simplista haciendo suyos los mensajes de algunos economistas que llevamos años anunciando el estropicio. Se plantarán ante la sociedad como los únicos capaces de sacarnos del atolladero sin recordar que en el origen del problema también encontraríamos algún ministro popular.
En uno de esos medios europeos hoy se puede leer que España es más vulnerable que ningún otro país de Europa a la incipiente crisis del crédito que afecta a los mercados y que el desajuste de nuestra economía es enorme. Según la editorial económica de Le Monde, “la orgía española procede de un enriquecimiento inmediato a crédito, aprovechándose de las ventajas de la adhesión al Euro sin pagar el precio que tenían. Ahora toca pagar y será difícil hacerlo sin una recesión de la economía de España”. Acaba diciendo que “Zapatero puede lamentar no haber sido sincero y comunicar a los ciudadanos que el precio de sus viviendas se desplomará y esperar que suceda después de las elecciones”.
En el Frankfurter Allgemeine Zeitung destacan las palabras de Trichet durante un congreso en Alemania. Según el presidente del Banco Central Europeo, España es el ejemplo más claro de las malas prácticas en el ámbito laboral y dudó de las cifras que las autoridades españolas transmiten sobre el empleo. Concretamente, el responsable del precio del dinero en Europa, que algo debe saber de esto, asegura que es difícil creerse el extraordinario volumen de creación de empleo español durante los últimos años. Este descrédito de los datos que llegan desde nuestro país a Europa viene de lejos y es algo la prensa española no ha sabido reflejar nunca. Las autoridades europeas llevan años cuestionando esas cifras de ocupación por la preexistencia de una economía sumergida anterior.
En otros medios se acuerdan a diario de nuestra ridícula tasa de productividad, del nulo aprovechamiento digital, del retraso tecnológico o de la tipología de nuestra exportación, extremadamente doméstica y basada en la eurozona, exageradamente dependiente de la tónica e impulso que los motores de Europa dispongan.
Es interesante observar, leer y digerir lo que pasa en nuestro entorno. En Irlanda, la economía más parecida a la nuestra, triplican la caída de nuestro Ibex llegando a un descuento de más de un 35% en diez meses. Resulta que comparar España e Irlanda no es un ejercicio de retórica sin sentido, sino todo lo contrario puesto que los economistas europeos han relacionado ambas estructuras económicas desde hace tiempo y han sido definidas como las más expuestas a los efectos de la paralización del sector de la construcción e inmobiliario. Por ejemplo, Standard & Poor’s explicaba a través de uno de sus analistas más importantes, Trevor Cullinan, que ambos países han dependido en exceso de la construcción en términos porcentuales y eso lo van a pagar. Otra similitud es la inflación, los dos superan el 4%, muy superior a la media europea justo cuando, paradójicamente, los pisos empiezan a bajar. El caso español es más grave que el irlandés pero reventará más tarde. En Irlanda, la mayoría de empresas inmobiliarias no cotizan, por lo que su dependencia de la propia obra es mayor.
En definitiva, que aunque unos digan que todo va bien y otros que todo va mal, lo mejor es seguir atendiendo aquellas fuentes de las que hemos bebido durante estos últimos años y que nos adelantaron estas hieles.