Marc Vidal - Conferenciante, Divulgador y Consultor en Economía Digital

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Emprendedoras

asedLa mujer juega un papel fundamental en este espacio tan concreto de la emprendeduría. Su papel ha cambiado notablemente y su potencia social puede ser determinante para despertar esta sociedad. Toman las riendas sin reparo y asumen con valentía y energía sus proyectos de empresa y vida. Demuestran cada día que el éxito no es cuestión de sexos pero que el modo de afrontar el asunto si se diferencia de hombres a mujeres. Este capítulo juega un papel determinante en el libro pues encarga a todo el género femenino que asuma el nuevo rol de liderazgo social, económico y cultural que ya no puede postergar por más tiempo.
Cuando le preguntas a un emprendedor, hombre o mujer, los motivos del porqué emprende, las respuestas son, según el informe GEM, redondeando los porcentajes, en un 75% por oportunidad, entendiendo “oportunidad” como obtener una mayor independencia, aumentar o mantener los ingresos o para poder desarrollar un proyecto, y en menor proporción por tener una empresa familiar.

La otra motivación, un 15%, es la necesidad. Nos queda un 10% de emprendedores, que aducen “otros motivos principales” para emprender. Dentro de estos “otros motivos”, dividido por sexos, vemos que un 65% son mujeres, mayormente concentradas en las Comunidades de Cataluña, Andalucía, la Comunidad Valenciana y Madrid, de negocios y sectores muy variados, destacando algo el sector hostelero y el comercio. Por desgracia todavía, la mujer debe buscar un factor de facilidad para conciliar la vida personal y familiar por encima de lo que lo hace el hombre.

Las mujeres ganan menos que los hombres. En puestos directivos, la diferencia es de un 15% para el mismo puesto y la misma formación. Las mujeres con estudios superiores abandonan más el mercado laboral que los hombres, con lo que hay una evidente pérdida de talento. Esto crea sentimiento de frustración e injusticia que es muy perjudicial para la sociedad pues está desestimando el valor de todo un cuerpo social imprescindible.

Otro factor determinante en el mercado empresarial de nuestro país que determinará definitivamente el impulso emprendedor de las mujeres es el llamado “techo de cristal”, o superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide seguir avanzando. Su carácter de invisibilidad viene dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son difíciles de detectar. Obviamente este elemento genera un sentimiento de frustración e injusticia que se suma a la pervivencia del sistema patriarcal mal entendido.

Otro de los hechos que establecen un estímulo a la emprendeduría femenina por reacción es que, la cultura empresarial predominante y vigente propugna que para llegar a ser alguien en la empresa hay que hacer una cesión completa de la vida personal ya que si no se hace no se tiene en cuenta a esa persona. Esta forma de gestión de los recursos humanos responde a ese prototipo masculino y a una sociedad basada en la división sexual del trabajo. También responde a un modelo basado en la generación de dinero y no de riqueza. Cuando un emprendedor sólo piensa en el dinero y no en la riqueza suele acumular números para el fracaso. Las mujeres han superado de origen ese asunto.

Finalmente, entre los elementos que determinan la perdida de potencia en la emprendeduría femenina que puede lastrar el futuro de este país, está el factor crisis. La crisis ha afectado tanto a hombres como a mujeres, pero la participación en actividades emprendedoras ha disminuido en un 22,1% en el primer caso y en un 35% en el segundo. En el año 2008 las diferencias entre ambos sexos en cuanto a participación en el conjunto de la actividad emprendedora se habían reducido notablemente y permitía ser optimistas en cuanto a una equiparación entre emprendedores y emprendedoras. Esta claro no que es así y que la emprendedora femenina sigue siendo mucho más frágil que el emprendedor hombre, y que como consiguiente aún falta mucho para lograr la igualdad. La sociedad debe esforzarse en ello si quiere enriquecerse de ello, lo mismo que la administración impulsar esa igualdad sin la “discriminación positiva” como único método, más contraproducente y enquistador de problemas que como valor.

Y es que, a medida que se las aparta de los espacios de decisión, que son, mal nos pese a muchos, tradicionalmente masculinos, la mujer crea los suyos propios, con modelos distintos. El autoempleo, la creación de una empresa propia, son modos de superar las dificultades con las que se enfrentan muchas mujeres en España y en el resto del mundo.

Si miramos fuera de nuestras fronteras veremos que el ratio de emprendedores/as depende de muchos factores. En países con economías poco desarrolladas, como en Uganda, Tonga o Guatemala, la tasa de emprendedoras es superior a la de los hombres. En muchos países de sur América el gap de género es imperceptible (aquí entraríamos en la polémica de si consideramos emprendedoras a todas las mujeres de Bolivia, Perú o Ecuador que dejan sus países de origen, marido e hijos, para ir a España a trabajar, generalmente en el servicio doméstico); en otros países, sobretodo en Oriente Medio, a la mujer le es imposible emprender por una cuestión cultural-religiosa. En los países con economías menos desarrolladas suele ser más abundante el negocio femenino relacionado con el sector primario, la manufactura y el comercio, y en los desarrollados la diversidad es mayor y la innovación, en el sentido amplio de la palabra, está mucho más presente. Si nos comparamos con nuestros vecinos de la UE España se sitúa en una posición favorable, por encima de Italia, Francia, Dinamarca, Bélgica o Eslovenia. En Europa los países donde el espacio vacío de género es menor son Alemania, Suiza y Finlandia.

¿Pero son iguales las tendencias emprendedoras femeninas? Obviamente no. La actividad emprendedora femenina es, por término medio, menos ambiciosa que la masculina, opera poco en sectores tecnológicos y se concentra en actividades orientadas al consumo (en un 71% v un 42% de los hombres), i es prácticamente nula en el sector primario e industrial. En el sector en que están prácticamente igualados los dos sexos en porcentajes es en el de servicios a otras empresas (15% hombres y 11,4% mujeres). Las emprendedoras son innovadoras, pero no aportan este componente en muchos sectores en que operan hombres de forma muy mayoritaria y proporcionalmente son más generadoras de empleo que los hombres, pero su aportación global es muy escasa comparada con la que proporcionan los hombres porque, de nuevo, la dimensión de sus iniciativas y el tipo de sector tienen un impacto mucho menor que el gestionado por los hombres en el conjunto de la economía.

Emprendedores y emprendedoras se igualan en el autoempleo, que ronda una tasa del 22%. Desde un punto de vista ideal, la crisis debería de transformarse en una oportunidad para cambiar el rumbo del emprendimiento femenino, especialmente, fomentando la concienciación de futuras licenciadas en la creación de empresas, en sectores que hasta la fecha han sido mucho más desarrollados por hombres. Así, se echan de menos ingenierías, informática, productos de base tecnológica, electrónicos, energéticos e industriales en general, promovidos por mujeres o por equipos mixtos, cuando el conocimiento necesario para ello está completamente al alcance de una población femenina joven cuya presencia en las universidades es mayoritaria en estos momentos.

En un escenario de crisis se pone en evidencia la mayor debilidad de la actividad femenina, a pesar de la resistencia inicial frente a la recesión. Factores como la financiación, sector, dimensión de las iniciativas y muchos más subyacen tras este fenómeno y son bastante comunes en todos los países de la zona. Parece ser que la mujer, con la crisis, se ha vuelto más conservadora, y no se embarca en proyectos más ambiciosos, a la vez que abandona menos sus negocios y proyectos, en comparación con el hombre.

El prototipo de la mujer emprendedora española tiene entre 30 y 50 años, es de clase media o media alta y tiene estudios medios o superiores. El 70% de ellas está casada y tiene una media cercana a los dos hijos. Respecto al nivel educativo, mujeres y hombres alcanzan cifras similares en la tasa formación superior (27% en hombre y 26% en mujeres). Y en cuanto al nivel de renta, cabe reseñar que en el tramo de renta alta los hombres presentan un porcentaje ligeramente superior (44% frente a 35% de las mujeres), situación que se invierte para los niveles de renta baja. Esto puede reflejar que cuanto menor sea la necesidad económica de la mujer, menores son las probabilidades de que recurra al autoempleo. Entre las emprendedoras hay un mayor porcentaje de mujeres extranjeras en comparación con los emprendedores.

La mujer que se pone al frente de un negocio propio y se la juega en España tiene muy marcada necesidad de obtener resultados, un alto grado de responsabilidad, prefiere utilizar sus propios recursos y asume riesgos moderados. La emprendedora confía en conseguir un resultado y se propone en general objetivos que cree que puede y tiene las capacidades y habilidades para alcanzarlos. Suele ser una persona que desarrolla una enorme actividad, ya que si la tiene, se ocupa de la logística familiar. Posee la habilidad de organizar y de innovar, sobretodo para mejorar un producto o servicio existente, o de crear uno nuevo. Suele ser más tolerante, adaptable y persevera. Las emprendedoras son capaces de definir sus objetivos, saben definir el camino para conseguir estos objetivos y se proponen objetivos realistas. Independientemente del género, los emprendedores deben ser esa punta de lanza que impulse el despertar de una sociedad, pero la mujer, lo hace con un planteamiento de riesgo más racional según algunas cifras.