Ante la crisis del coronavirus, pongamos el contador a cero
Hace unos años, durante un vuelo que sobrevolaba Centroamérica, el avión pasó por encima de un volcán en activo. Sólo exhalaba humo, pero su ladera era toda de material volcánico solidificado hacía ya mucho tiempo. Hoy recordaba aquellas vistas y pensé que eran pura metáfora de lo que hoy vivimos. Cuando un volcán entra en erupción, todos sabemos que lo va a hacer por un tiempo, no sabemos cuánto, pero sí que no va a apagarse de un modo inmediato. Tampoco sabemos cuánta lava va a escupir, ni en que dirección. Sólo sabemos que a medida que se solidifique ese material incandescente, éste se irá depositando en la falda del volcán y que, lo que quede, cuando se apague o se duerma, será una ladera completamente distinta a la que teníamos antes. Sabemos lo que va a pasar y de lo único que podemos estar seguros, hoy, es que esta erupción va a dejarnos un paisaje totalmente distinto.
Va a costar encontrar un contexto económico similar al que vamos a vivir en los próximos meses y años. Con todas las reservas, sólo en un período entre guerras o al finalizar la segunda guerra mundial, podemos localizar un momento de la historia que represente una parálisis absoluta del flujo económico, lo que se llama ‘shock de oferta’. Es cierto que hoy hay diferencias notables que nos permiten ser algo más optimistas con respecto a esos períodos. La digitalización de los procesos, el teletrabajo, la automatización de muchas de las cadenas de distribución y de valor, son aspectos suficientemente robustos como para que, en principio, tengamos la sensación de que todo no se ha parado.
En 1931, el sistema monetario internacional se derrumbó cuando el Reino Unidos abandonó el patrón oro. A nivel mundial, la producción industrial cayó un 37% y el comercio internacional cayó un 60%. Ahí es nada y sin globalización. Esa crisis se agudizó después porque cada país trató de exportar su desempleo con medidas proteccionistas y porque se pensó que las políticas para lograr un presupuesto equilibrado, por temor a la inflación, se sucedieron en el tiempo. La salida de aquel callejón tuvo como estímulo la creación de un incremento de precios a partir de reactivar el crecimiento económico con gasto público. En 2008 también se consideró adecuado hacerlo. Ahora, ante la crisis o depresión inminente, se habla de hacer algo parecido. Espero que no se equivoquen pero me da la impresión que no nos enfrentamos a una falta de liquidez, sino más bien, a una parada técnica del propio sistema económico. Cuantos más días de parálisis se sucedan, más complejo será abordar las soluciones al ‘viejo estilo’. En aquellos tiempos, a ese modelo se le llamó ‘New Deal’ y supuso la primera vez que se autorizaba una intervención estatal en el modelo económico capitalista del mundo. ¿Y ahora?
Aunque lo que se avecina es global, genérico, de cambio de modelo, cada país va a interpretar sus propias medidas. En España, bajo el estímulo del Banco Central Europeo, el gobierno de Pedro Sánchez pretende que paguemos nuestras obligaciones adquiridas sin la facturación de la que dependen. El plan que moviliza 100.000 millones públicos, más 17.000 en flexibilizaciones y 83.000 que serán créditos privados. Tengo la impresión que esto es puro cloroformo. Es muy aventurado, por no decir irresponsable, enunciar una salida en 'V' de una situación que es completamente inédita, inconexa con cualquier otra crisis y que estalla cuando nuestra economía estaba desacelerando. Tengo la sensación de que aportar medidas desde un consejo de ministros en el que muy pocos comprenden lo que es ‘pagar nóminas a final de mes’, es de aurora boreal. Si ya íbamos mal, ¿que vamos a recuperar?
Va a ser muy difícil que, por mucho crédito blando, ERTEs ágiles, flexibilización tributaria y millones para parchear impagos inmediatos, el consumo se active. Las cajas seguirán vacías, la producción no se pondrá en marcha por arte de magia y la dependencia del turismo, que he denunciado múltiples veces, se llevará por delante el empleo. Y sin empleo, no hay recuperación ni en ‘V’ ni en ‘J’. En España hay 3,2 millones de parados. En la crisis de 2008 había 1,8. El empleo temporal (en 6 meses vencen 5 millones de contratos) es del 27%. Esta recesión inminente no es sectorial, ni de deuda, es un shock de oferta y una parálisis de demanda. Es inédita. Si los EEUU no descartan un 20% de paro desde el 3,5% actual, no es descabellado pensar que nosotros nos podemos ir a un, nunca visto 40%. Además, los 3 millones de autónomos no necesitan aplazar sus cuotas, no precisan que nadie les diga que pueden retrasar sus obligaciones. De hecho eso ya lo podían hacer. Ni tan siquiera establecer pagos fraccionados de impuestos, eso también es factible con la norma actual. El problema es que no facturan, ni facturarán y no saben durante cuanto tiempo será así. Eso es desempleo, de ellos y de los que dependen de ellos.
Si el mundo se para, no tiene sentido hablar de aplazar. Solo tiene sentido pararlo todo, incluso el sistema. Lo que está pasando es inédito y requiere medicamentos nuevos, nunca antes puestos en marcha. Los remedios de la teoría económica tradicional no evitarán la depresión. Una moratoria hipotecaria, sola, no sirve. Y menos si sólo es para los que 'demuestren' que la crisis les ha afectado. ¿En que planeta viven? La economía es una sucesión de flujos encadenados. Se ha parado el 90% de todo. Especialmente se ha detenido uno de los motores de nuestro PIB, el turismo. El 15% del empleo depende de ello, el 14% de la producción también. De ahí se derivan otras industrias en la más elemental de las teorías de flujos económicos dependientes. Eso, por mucho que se acelere una hipotética recuperación, no será ni inmediato ni igual a lo que teníamos.
La oportunidad de recomponer lo existente es tentador, pero la opción de crear algo nuevo es mucho más estimulante. Pensemos que en EEUU, el 35% del nuevo empleo generado el año pasado provenía de startups, con nuevos modos de entender la economía e innovadores modelos de relación con su entorno productivo. De ahí que las soluciones de tipo tradicional difícilmente permitirán activar el modelo económico del futuro. Sin una moratoria de todo, solo veremos heridos por todas partes. Arrendadores y arrendatarios, por falta de cobro y por incapacidad para pagar. Empresas descontando los minutos para despedir por incapacidad de facturar. Esto requiere otra visión y mucha más valentía.
El sacrificio será obligatorio. En la era de los 'derechos' tocará ejercer nuestros 'deberes'. Pero para ello, sería imprescindible que las medidas a adoptar no sean fuegos artificiales, que por cierto, ya sabemos serán carísimos. Esos 117.000 millones ‘públicos’ se deberán avalar o pagar. Los 83.000 millones 'privados' se deberán devolver. Y solo puede ser por vía de subir impuestos tarde o temprano (aceptable, pues es cosa de todos) o por la rebaja de servicios (algo que ya lo hemos vivido). Si malgastamos todo eso, no habrá recuperación nunca y encima nos habrá costado un dineral y habremos hipotecado el futuro.
Se trata de cirugía fina. No de disparar con un cañón en todas direcciones. Vamos a comprometer el 20% del PIB español. No habrá otra oportunidad. Una cantidad de ese calibre es para un sólo intento. Aun estamos a tiempo de coordinar medidas inéditas ante algo inédito. Tal vez el mundo entrará en una especie de suspensión de pagos. Tal vez la solución sea poner el contador a cero. Las medidas anunciadas se encuadran en la palabra ‘flexibilidad’. Algo que no es más que burocracia. ¿No hubiera sido más sencillo garantizar todos los sueldos de las empresas durante dos meses que anunciar la facilidad para declarar ERTEs por ‘fuerza mayor’? La primera, realmente, era mucho más económica y automática. La segunda es un lío monumental que además conduce a una gran cantidad de éstos expedientes temporales en definitivos. Tiempo al tiempo.
Es evidente que pensar en una solución no dramática a lo que se nos viene es imposible. Nos hablan de ‘salida V', 'recuperación rápida' o 'breve crisis’. Estamos en manos de gente sin capacidad para entender la catástrofe a la que nos dirigimos, a una depresión global donde, para nada, la solución es factible con medidas paliativas. Repito que uno de los pocos referentes económicos e históricos similares a lo que vivimos se encuentra en el Reino Unido de 1946, tras las II Guerra Mundial. Aquella parada técnica se llevó por delante el Imperio Británico por cierto.
El momento actual, que aun no ha empezado, que no pasará ni rápido ni con sus medidas ‘flexibles’ por mucho que lo diga Sánchez, necesita de una conceptualización completa, nueva y teórica, que abarque todas las medidas a disponer. Unas medidas que no pueden ser solo créditos, avales o aplazamiento de obligaciones tributarias, debe analizar 'el cómo va a quedar el tejido productivo y los flujos de caja de la economía'. Para ello hay que empezar a pensar en genérico, en Europa, en el mundo. Se debe poner sobre la mesa la necesidad de la Renta Básica y pronto, la automatización de todo, el uso de la Inteligencia Artificial para diseñar un nuevo modelo laboral que necesariamente deberá ser distinto al que ahora está en jaque. La tecnología no se debe ver como otro modelo de creación de parados. Eso vendrá sólo. Se debe interpretar como un mecanismo por el cuál, cuándo no sea necesario, y no tardará, se pueda producir en un mundo sin empleo. Eficiente, sostenible, nuevo. Ahora no toca, pero de las pensiones tendremos que hablar en breve.
Asegurar que de esta crisis se saldrá como se salió de la ‘subprime’, de la de deuda financiera o de la inmobiliaria, es un error brutal. Esto no es comparable pues aquella tuvo un sector detonante y una cadena de flujos dependientes. Esta es una parada técnica del mundo. Nada que ver. Será peor en lo inmediato, pero una oportunidad única, tal vez la última, para cambiarlo todo, para mejorarlo todo, de una vez.
Técnicamente, los 750.000 millones movilizados por el BCE, no son más que metadona sino se utilizan para algo distinto. ¿Porque no se incorporan al sistema que va a aumenta su déficit y deuda como nunca antes para poner el contador de pagos y cadenas económicas en punto muerto y cubrir con ese capital esa detención? Ya hay demasiada deuda en el sistema. Las administraciones podrían ponerse al día con sus proveedores y rebajar cotizaciones sociales, pero al final tendremos que hacer una recapitalización de la economía (comprar deuda privada y convertirla en capital). Como dice Daniel Lacalle, ‘avales y retraso de impuestos por unos meses no son soluciones ante un cierre generalizado por shock epidémico. La inmensa mayoría de pequeños negocios, autónomos y pymes no tendrán qué avalar ni caja disponible’. Bloquear ciudades enteras y cerrar el espacio aéreo para contener la propagación del coronavirus lleva, irremediablemente, a una crisis masiva ahogada en liquidez. Una liquidez que no tiene que ver con impagos, un flujo de caja complejo o una falta de suministros puntual. No, se trata de que no hay nadie comprando ni vendiendo. Es muy simple. Algo que irá ‘in crecendo’. La solución no es retrasar nada, se trata de pararlo por consenso, por ley.
El océano de liquidez que quiere aporta el BCE no va a producir ningún efecto en la economía real. La deuda soberana en la eurozona ya se negocia con un rendimiento negativo. Agregar una facilidad monetaria para las PYMEs o autónomos solo ayudará a aquellos que estén endeudados pero no servirá de nada a las que fueron prudentes durante todos estos años y ahora se enfrentan a un colapso en las ventas y la acumulación de costes estructurales. Los ingresos se van a desplomar, ya lo han hecho. Las facturas impagadas se acumularán a los costes fijos y a los impuestos que, parece, no piensan paralizar. Sin exoneración de impuestos, sin una moratoria tributaria no se saldrá de esto. Ese 20% del PIB que se va a movilizar, que sea para este elemento indispensable. La mayoría de empresas vinculadas al sector servicios en Europa, especialmente en España, no tienen liquidez para soportar dos meses de inactividad y cumplimiento de obligaciones tributarias dependientes de ejercicios pasados.
Retrasar el pago de algunos impuestos durante seis meses no mitiga el efecto de un colapso de ventas o la situación ya desafiante que existía antes de cualquier epidemia, en 2019. De ahí que la es urgente anunciar varias adopciones fiscales muy distintas a las que ya se han dicho con respecto a que ‘se mantendrán los plazos y obligaciones en los impuestos según el Ministerio de Hacienda’. Es urgente reducir los impuestos durante el período de crisis. Sería una gran noticia eliminar temporalmente las contribuciones sociales en los impuestos laborales para evitar el desplome del empleo a la vez que se procede a eliminar el impuesto de sociedades en todos los sectores a cambio de planes de empleo. No es el momento de soflamas como del ‘haremos lo que sea necesario’. Las medidas presentadas solo ayudan a aquellos que ya están endeudados. Los que más van a sufrir son los que invirtieron su caja en crecer y crear empleo. Se va a rescatar a quienes no fueron prudentes y lo van a pagar los que se plantearon su futuro con una racional cautela.
Concluyendo. Ningún plan de reactivación económica es mejor que bajar impuestos. Ninguno. El plan de compra del BCE no es más que un 'plan E' a lo bestia. Una impresión de dinero que no va a sufragar el 'shock' de oferta. El dinero para comprar deuda suele acabar en las estructuras macro en lugar de ir a salvar a miles de empresas, autónomos y empleos. Importante recordar que el empleo lo crean las empresas. Sin empresas no habrá empleo. El billón del BCE debe distribuirse en sufragar el incremento del déficit previsto del 20% a fin de exonerar impuestos ya, de modo urgente. Hasta que se reactive el modelo productivo y shock de oferta (y escasez de demanda) se estabilice. En EEUU se dará dinero a fondo perdido a familias y empresas con la condición de que lo gasten en un plazo predeterminado para reactivar y mantener la economía mientras dure la crisis. Es una vía, aunque como digo, prefiero 'tranquilizar' la presión de pagos inminentes.
El problema es que aquí, el dinero se va a utilizar para comprar Bonos que, cómo ya paso en 2008, se utilizan para mantener estructuras de estado y similares. ¿porque el gobierno no ha creado un Gobierno de Crisis? Sin ministerios innecesarios, estructura innecesaria, dando ejemplo de como abordar esta situación inédita con una acción inédita. Si actúan como en 2008, y esto no tiene nada que ver con un pinchazo de una burbuja, se prestará dinero a empresas y ciudadanos que no quieren préstamos pues no va a haber actividad económica para poder devolverlos más tarde. El resultado va a ser una recesión inmediata con afectación al empleo, una depresión posterior de larga duración y luego ya veremos. Ahora mismo mi duda es si vamos a una deflación del capital otra vez.
1. El BCE lleva desde la crisis de 2008 esforzándose en situar el IPC en el entorno del 2% y ahora, con la crisis del #coronavirus, la caída del consumo y el desplome de las materias primas, se trasladarán a los precios industriales. A esto se le llama #deflación
— MΛRC VIDΛL | #YoMeQuedoEnMiCasa (@marcvidal) March 20, 2020
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Estamos en la sala de espera de una catástrofe. Pero de cualquier erupción se puede esperar una tierra fértil en el futuro. De todo lo malo se puede crear algo bueno y nuevo. El tiempo disponible para preparar esa sociedad inmediata se va a agotar si seguimos con medidas tradicionales y clonadas de otros momentos. No se debe presionar a empresas y autónomos (y sus empleados por derivación) para que paguen la parada técnica de la economía. Recuerda que en 2008 llamaron 'Crisis' a era una 'deflación del capital' y 'recuperación' a una deflación social. Si estamos en ‘situación de guerra’, estamos en situación de guerra, por lo que el Estado, debe ponerse en situación de guerra, como estamos haciendo todos. Sólo tenemos una bala, el 20% del PIB.