Ciclos de crisis: cómo las élites redibujan el mundo mientras tú pagas la factura.
En el vasto telar de la historia, las civilizaciones han tejido sus hilos a lo largo de ciclos que se han repetido innumerables veces. Estos ciclos, ya sean cíclicos de 80 o 90 años como argumentan Strauss y Howe, o más maleables como los de Polibio, han influido en el curso de la humanidad y han dejado una huella imborrable en nuestro presente. Este artículo es un intento de comprender esos ciclos y, al mismo tiempo, explorar cómo podemos enfrentar el futuro en un mundo en constante cambio y transformación. Hubo un momento de cambio profundo que marcó un punto de inflexión en la historia, y creo que comenzó con la catástrofe de 1914: el estallido de la Primera Guerra Mundial y la creación de la Reserva Federal. Este evento catastrófico, junto con la desaparición del patrón oro en 1971, provocó un crecimiento masivo del Estado depredador a expensas de las personas comunes, quienes son las verdaderas constructoras, sostenedoras y renovadoras de la civilización.
La Primera Guerra Mundial fue una conmoción que sacudió los cimientos de la sociedad y alteró el equilibrio del poder económico. La Reserva Federal, creada en 1913, otorgó al gobierno un mayor control sobre la moneda y la economía, restringiendo la libertad económica que caracterizaba al siglo XIX. El patrón oro, que había mantenido un cierto grado de disciplina fiscal, se desvaneció en 1971 bajo la presidencia de Richard Nixon, abriendo la puerta a la manipulación monetaria y al crecimiento del Estado. Los ciclos de la historia son una constante en la narrativa humana. William Strauss y Neil Howe, en su obra de 1997, propusieron la idea del "Cuarto Giro", un ciclo que involucra crisis, destrucción y, en última instancia, renacimiento. Según su modelo, el ciclo actual comenzó en 1946, lo que significa que, a partir de 2006, ya estábamos retrasados en la crisis.
En contraposición, el antiguo historiador Polibio, en el año 146 a.C., delineó un ciclo político que también abarcaba cuatro etapas. Su ciclo comenzaba en la crisis, tiempos difíciles que finalmente se calmaban cuando líderes fuertes emergían en el poder. La diferencia fundamental entre Strauss, Howe y Polibio radica en la duración de estas etapas. Mientras que Strauss y Howe definen ciclos de casi 20 años para cada etapa, Polibio sugiere que la duración es más maleable. La historia parece inclinarse hacia la perspectiva de Polibio, ya que algunos tiempos difíciles pueden ser breves o extenderse durante siglos, mientras que otros pueden crear líderes fuertes que, paradójicamente, empeoran la situación.
En un mundo que parece estar inmerso en un ciclo de cambio y crisis, enfrentamos un desafío único. Conscientes de que venimos de una época de gran prosperidad y estabilidad relativa en las últimas décadas, el hambre y la crisis parecen preocupaciones lejanas para el ciudadano promedio. Pero, como la historia nos ha enseñado, los tiempos de bonanza pueden desvanecerse rápidamente si no estamos preparados. La buena noticia es que, si estos ciclos tienen la amabilidad de prolongarse, no estamos destinados a sufrir tiempos difíciles de manera inevitable. A lo largo de la historia de Estados Unidos, hemos retrocedido y avanzado varias veces. Desde la resistencia de Andrew Jackson al banco central hasta la expansión de los derechos económicos y políticos después de la Guerra Civil, estos momentos marcan puntos de resiliencia en la historia.
Incluso la era posterior a la Guerra Civil de Estados Unidos (1861-1865), conocida como la Gilded Age / “Edad de Oro” Dorada", que tuvo lugar aproximadamente entre 1870 y 1900. Durante este tiempo, hubo un auge económico significativo, principalmente debido a la industrialización. "Morning in America" fue un eslogan político y de campaña utilizado por el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan durante su campaña de reelección en 1984. El término evocaba una sensación de optimismo y renovación en los Estados Unidos, tras un periodo de estancamiento económico y desafíos sociales durante los años 1970.
El eslogan fue destacado en un anuncio televisivo icónico que presentaba escenas positivas de la vida americana, como personas yendo a trabajar, casas siendo construidas y parejas casándose. El mensaje subyacente era que, bajo la administración de Reagan, el país había experimentado un renacimiento económico y social, y que los ciudadanos podían esperar más prosperidad y progreso si Reagan era reelegido para un segundo mandato. La "Mañana en América" de Reagan suele ser vista como una era de recuperación económica y un tiempo de crecimiento. Durante su presidencia, Reagan implementó políticas económicas, conocidas como "Reaganomics", que incluían reducciones de impuestos, contención del gasto público (excepto en defensa), y desregulación. Estas medidas, según sus proponentes, ayudaron a revitalizar la economía estadounidense.
Sin embargo, aquí viene la mala noticia: si no tomamos medidas, una crisis está garantizada, y no hay garantía de que su duración sea limitada a 20 años. La historia de la humanidad está llena de períodos de decadencia que se prolongaron durante un siglo, resultando en desgracia para millones de personas. A veces, esos períodos estudiados posteriormente por Roggoff u otros, nos indica que hay pequeñas detonaciones anteriores a la gran explosión. La clave es localizar si son puntuales o pertenecen a las primeras fases de la etapa definitiva.
Pongamos por ejemplo lo sucedido en Grecia hace unos años y que indica como pudiera estar aplicándose una creciente fase de deuda soberana fallida. La crisis de deuda en Grecia comenzó a fines de 2009, desencadenada por la combinación de factores estructurales, como niveles significativos de deuda pública y un elevado déficit fiscal. Grecia fue el epicentro de la crisis de deuda europea durante este período. La cronología fue la siguiente:
2009: La crisis de deuda de Grecia comenzó oficialmente cuando el país admitió que su déficit fiscal era del 12,7% del PIB, más del triple del límite permitido por la Unión Europea. Esto llevó a una falta de confianza en la capacidad de Grecia para pagar su deuda.
2010: Grecia solicitó un paquete de rescate internacional a la Unión Europea y al FMI para evitar la insolvencia. Este primer rescate fue de aproximadamente 110 mil millones de euros.
2011-2012: A pesar del rescate, la economía griega continuó deteriorándose, lo que llevó a un segundo rescate en 2012 de aproximadamente 130 mil millones de euros.
2015: Grecia solicitó y recibió un tercer rescate financiero, llevando el total de fondos de rescate a más de 260 mil millones de euros. En los años siguientes, Grecia implementó medidas de austeridad significativas, que incluyeron recortes en los salarios y pensiones públicas, así como aumentos de impuestos. Estas medidas tuvieron un fuerte impacto en la economía y en la sociedad griegas, pero fueron necesarias para estabilizar las finanzas del país y eventualmente permitirle salir de la crisis.
De hecho aquellos recortes mermaron las opciones de quienes llevaban toda la vida cotizando a acogerse a los beneficios de la sanidad pública por ejemplo. Recuerdo una charla que tuve con un un viejo amigo por aquel 2011 y del que he escrito aquí alguna vez. Un ex directivo que se pasaba horas tirando piedras contra los coches oficiales en Tesalónica. Me confesaba su indignación y su resignación mezclada con miedo hacia lo que será de sus padres muy mayores y con necesidades médicas que él no puede comprar. Llevaban seis años de recesión y de ‘rescates’, recortes y otros sucedáneos. Cuándo nos preguntamos que significará para nuestros hijos el desastre contable al que nos tienen sumido los responsables de haberlo controlado todo, de la emisión de deuda indiscriminada y de que los propietarios de toda esa deuda no seamos nosotros, que de soberana no tiene nada, es bueno mirar hacia aquella Grecia que ayuda a entenderlo.
La teórica austeridad exigida y que se nos exigirá, se convirtió en puro estiércol servido en raciones diarias y sin preguntar si te apetece. El gasto público griego se redujo cerca de un 60% en Sanidad y, por derivación, en otros aspectos de la vida que consideramos una especie de derecho. Estar endeudado por encima de tus posibilidades es irracional. Eso lo hacen familias y estados. Lo hacen por considerar que, o bien la vida irá a mejor y podremos devolver cuanto nos prestaron o, si no pagamos, alguien nos perdonará una parte o lo que sea. Pero eso no siempre es así. Tarde o temprano te encuentras que debes pagar y sino lo haces, al que le debes le ofreces una única opción: controlar cómo utilizas el aumento de crédito y lo que haces con él para ir devolviendo tu agujero. Con Grecia pasó y pasará con muchos otros. Pensar que eso de la deuda infinita es factible es vivir en Disney y no conocer los mercados donde están los verdaderos dueños del mundo.
Y no era nuevo, ni lo será. Eduardo III sembró el caos en Florencia a mediados del siglo XIV por el impago de una serie de préstamos. Todos los países de América Latina, además de Brasil, hicieron lo mismo a principios del siglo XIX. Más recientemente, Rusia sorprendió por los mercados mundiales no pagando en 1998, al igual que Argentina en 2001. En el caso florentino se eliminó el principado, en los de América Latina se estructuró un modelo económico dependiente que aun permanece en gran medida repleto de desequilibrios, en Rusia se evidenció una destrucción del proyecto capitalista y en Argentina se le jodió la vida a millones de personas.
Ahora, mientras tenemos la mirada puesta en el Próximo Oriente y las repercusiones económicas de una escalada militar en la región, en el mundo se cierne otra amenaza muy preocupante. Es una de las ‘mega amenazas’ que nombra Nouriel Roubini en su último libro. Resulta que la escalada en las rentabilidades de los bonos estadounidenses, acompañada de una apreciación consistente del dólar en los últimos días, han hecho sonar todas las alarmas respecto a un potencial de incumplimiento de deuda en numerosos países emergentes.
Me explico, porque el tema es grave. Un bono estadounidense es un título de deuda que el gobierno de los Estados Unidos emite para financiar sus gastos. Una mayor rentabilidad en los bonos, provocada por la subida de tipos de interés que estamos viviendo, encarece la refinanciación de las deudas que van venciendo. Si encima el dólar se fortalece, como es el caso, y muchos países emergentes tienen deudas denominadas en dólares, el riesgo de impago se multiplica.
Muchas economías denominadas emergentes, han acumulado volúmenes gigantescos de deuda americana durante la pandemia. En un contexto donde la deuda se convertirá en el principal problema global, empiezan a subir los Credit Default Swaps. Recordemos que un Credit Default Swap es un contrato financiero en el que una parte paga primas periódicas a cambio de protección contra el riesgo de incumplimiento en un crédito. Así mismo, la otra parte asume el riesgo en caso de incumplimiento.
Pues bien, esa cobertura de impago se ha disparado en Argentina, Colombia, Arabia Saudita, Etiopía, Túnez, Pakistán, Ecuador, Bolivia, Egipto, Mozambique, Maldivas, Gabon o Kenia entre otros. De hecho, Bloomberg listaba ayer 21 países que están en condiciones de quebrar a medio plazo. Te pongo dos ejemplos. Pakistán necesita urgentemente 22.000 millones de dólares a 1 de enero de 2024 o quebrará. México ha visto como su cobertura de riesgo de impago ha subido un 30% en un sólo mes.
Y esto nos puede afectar, pues una oleada de impagos soberanos en mercados emergentes no sólo afectaría a los implicados. Estos países son el plan B para el crecimiento futuro y si se debilitan, nos afectará a todos. La inestabilidad financiera derivada de impagos en economías emergentes acabaría por provocar más Volatilidad de los Mercados, revisión en las Tasas de Interés, distorsionaría las inversiones de algunas multinacionales, estimularía más inmigración irregular incrementaría el precio de materias primas y, de un modo u otro, acabaría afectando a nuestro día a día.
Aunque si pasa, no será de inmediato, en economía nada es de golpe, estaría bien ir pensando en ello, por que no es algo menor. Una cosa es una quiebra puntual en algún lugar del mundo. Otra es un efecto dominó junto a lo que el exgobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez me confesaba el pasado sábado; la próxima crisis financiera será monumental y provendrá de una noticia sobre un banco importante.
Entonces, ¿cómo podemos prepararnos para el futuro en un mundo en constante cambio? Con flexibilidad y resistencia. Algo que implica fortalecernos ante la eventualidad de tiempos difíciles. Esto se logra al resguardar nuestros activos, desarrollar nuestras habilidades y construir una red social sólida en la que podamos confiar. En otras palabras, debemos aislar nuestros activos, aumentar nuestro potencial de ingresos y adquirir habilidades prácticas. Ahora es algo que tiene que ver con la tecnología también. Pero no para subir fotos a una red social sino para estimular nuestro trabajo de siempre y convertirlo en más eficiente y rentable. Pero la flexibilidad y la resistencia no es suficiente. También debemos centrarnos en la prevención. Esto implica una organización política y social que pueda revitalizar las instituciones que ahora ya son fallidas, para que puedan mantenerse por sí mismas. Los tribunales, las escuelas, el ejército y las instituciones sociales, tanto seculares como religiosas, pueden ser baluartes contra el declive si se gestionan adecuadamente y si se apartan de la dependencia constante del Estado.
Es como mantener un dique contra un mar embravecido. Requiere esfuerzo constante, pero las consecuencias de no hacerlo son catastróficas. La historia está repleta de ejemplos de civilizaciones que permitieron que sus instituciones se desmoronaran y pagaron un precio elevado por ello. Civilizaciones que dejaron todo en manos de la clase política y del Estado mediocre. Los ciclos de la historia son una realidad innegable, y estamos en una situación precaria en un mundo en constante transformación. No te lo dirán. Es mejor distraerte con grandes acontecimientos puntuales. A partir de ahí todo es mucho más sencillo. Esto no va de destruir al mundo, va de controlarlo. Dirigirlo.
La manipulación monetaria, como la que ocurrió con la Reserva Federal y la eliminación del patrón oro, puede tener un impacto profundo en la estabilidad económica. La disciplina fiscal y la comprensión de conceptos económicos complejos, como la oferta monetaria y la inflación, serán esenciales para evitar que la economía sea víctima de los ciclos de la historia. Lo preocupante es que se lo están saltando de nuevo. Han aprendido algo muy peligroso. Puedes manipular los datos semánticamente o cambiando el punto de vista de medición. Así nunca parece extremadamente grave ninguna cifra. Sin embargo, detrás de esa pantalla se esconde la realidad que se va enquistando. Como en economía todo es muy lento, un gobierno, unos dirigentes bancarios o lo que sea, pueden mantenerse en el cargo abrazando ese decorado. El problema es que hay un día que se derrumba y el dolor es mayor. Pero también es verdad que, a pesar de estos ciclos, con sus desastres, la perspectiva siempre ha sido en positivo. Si no insisten los de la catástrofe climática o del desastre universal que siempre rondan por ahí solicitando impuestos a todo, la realidad puede tener un grado de optimismo.
Los que piensan que el mundo va a peor se imaginan que nos dirigimos hacia una sociedad desigualitaria, con una gran cantidad de gente pobre mientras unos pocos ricos viven con buenos servicios educativos, sanitarios y sociales. Los pesimistas suelen imaginarse que la tecnología va a complicarlo todo, y los optimistas creemos que la pobreza extrema será erradicada dentro de un par de décadas. Otra cosa será a que llamaremos pobres o que será clase media. Ya te he hablado antes de que eso está mutando seriamente. A principios del siglo XIX, la pobreza extrema en el mundo llegaba al 94 por ciento de la población, mientras que hoy es el 10 por ciento. Entonces, ¿por qué parece que vamos a peor? El médico y estadístico sueco Hans Rosling lo achacaba al «pesimismo social», un efecto intelectual que aparece cuando desconocemos algo en concreto. Si no lo sabemos, nuestro cerebro suele interpretar que estamos peor que ayer.
En nuestro caso hemos avanzado especialmente gracias a las revoluciones industriales. A la tecnología. De hecho eso va a cambiarlo todo en breve. Todos necesitaremos convertirnos en aprendices de por vida. En promedio, los empleados necesitarán unos cien días de entrenamiento y capacitación en 2024. La brecha referida a las habilidades emergentes, tanto entre los trabajadores individuales como entre los líderes sénior de las empresas, será un riesgo para el desarrollo corporativo de una empresa. Dependiendo de la industria y la geografía, es probable que entre la mitad y dos tercios de las empresas recurran a sub-contrataciones externas, personal temporal y trabajadores independientes para abordar sus brechas referidas a las habilidades. Seguramente, en el futuro, iremos al trabajo a aprender casi todo el tiempo. A aprender a preguntar cosas. A aprender, a entender cómo funciona el software que hace el trabajo que hacíamos nosotros hace un tiempo, para que, aprendiendo, logremos que aún lo haga mejor cada vez.
Las máquinas con inteligencia artificial son muy buenas respondiendo preguntas, pero no tanto haciéndolas. De ahí que, si somos cada vez más capaces de cuestionar mejor a esas máquinas, ellas nos responderán de un modo más útil. Iremos a trabajar pero sólo para aprender de ellas, para conocerlas mejor y para poder definir cada vez mejores preguntas. Estamos definiendo un nuevo contrato social que llamaremos empleo pero que será muy distinto. Si nuestra civilización colapsa, como lo hicieron otras antes, si la deuda se nos come o si las élites mantienen su cruzada contra nuestra libertad, sólo nos quedará el conocimiento.
Recuerda que la deuda global no es global ni abstracta. Ellos tomaron créditos en tu nombre que ahora te exigen pagar con menos servicios, más impuestos y mayor dependencia. A cambio te piden que les entregues tu privacidad. Hoy parecería que te he hablado de como colapsan, por culpa de la deuda, las civilizaciones. Pero en realidad te he hablado como se transforman gracias a la gente y al uso que hacen de la tecnología disponible. Que sea un colapso o una transformación depende de quien gane el pulso. ¿Ellos o nosotros?