Emprender en Francia
El modelo francés es algo especial. En Francia, la crisis y la acción política asociada ha conllevado un auténtico boom de emprendedores, una de las claves de que la recesión se haya visto más amortiguada al otro lado de los Pirineos. Está claro que los emprendedores pueden ayudar a una salida de la crisis de tipo inesperado y valorable. Desde 2009 el Gobierno francés no para de lanzar iniciativas para promover el emprendimiento, de todo tipo y con verdadero alcance sobre la sociedad. Un país que aparentemente vive adormecido por la ayuda pública, sale a la calle en cinco minutos si algo no les parece bien. Sus derechos sociales alcanzados durante mucho tiempo de lucha se han convertido en aliados más que en problemas. Ahora están asumiendo que la crisis reduce algunos de esos modelos de uso y cobertura pero, al contrario de lo esperado, está emergiendo una generación de emprendedores de todo tipo y condición que aprovechan un modelo subsidiario como motor de cambio. Parece una extraña incoherencia pero no lo es. He vivido en Francia y puedo asegurar que las incoherencias en Francia son de lo más coherentes.
Los paquetes de medidas adoptadas sobre la emprendeduría en Francia giran alrededor de una nueva ley, según la cual, los emprendedores franceses podrán tener su patrimonio a salvo en caso de que fracase su empresa y si el cierre no esté motivado por una negligencia en la gestión. Para ello, se pueden inscribir en un Registro específico los bienes afectos a la actividad empresarial que, en caso de quiebra, serán con los que responderán a las deudas contraídas. Esta nueva ley equiparará el nivel de responsabilidad del emprendedor individual al que disfrutan los emprendedores que operan a través de una sociedad mercantil. La ley entró en vigor en enero del 2011.
Como esta hay otras. Diferentes acciones dirigidas desde la decisión política que va más allá del subsidio o del estímulo puramente líquido. Ataca al problema, al meollo. Para alguien que arriesga todo su patrimonio en una apuesta empresarial como hace un emprendedor, cualquier apoyo encaminado a salvaguardar su histórico económico es un gran soporte. En 2009 los franceses crearon más de medio millón de empresas frente a las poco más de 300.000 puestas en marcha en el 2008.
Algo que es habitual comparar entre España y el resto del mundo es el método de puesta legal de cualquier proyecto empresarial. Mientras que en nuestro país eso se puede hacer eterno, el trámite administrativo de creación de empresas para emprendedores en Francia se ha simplificado a un solo formulario, que se puede rellenar por Internet en tres minutos. Hay un pago simplificado de las cotizaciones sociales y del IRPF, lo que ha supuesto un avance revolucionario en la economía privada francesa.
En el país galo, el comercio y los servicios son los sectores que más han aprovechado este cambio legal, aunque se ha experimentado una importante progresión en la educación, el arte y los espectáculos, los servicios de atención a la persona, la información y la comunicación. La Agencia para la Creación de Empresas de Francia detectó un crecimiento superior al 135% en estas áreas. Curiosamente todo lo contrario a lo que pasa en España que está estrechando a muy pocos nichos esa apuesta por la empresa propia. Mientras que otros países diversifican las pequeñas acciones privadas, aquí más de la mitad de los proyectos que se abrieron en los últimos seis meses tienen que ver con los servicios Web o la prestación digital. Aunque a primera vista parece que eso es un síntoma de la modernización empresarial y de sector en España, bien puede ser también un mal síntoma si no somos capaces de estructurar negocio y emprendeduría en todo el arco productivo.
Mientras que en Francia aumentan los nuevos negocios por encima de la destrucción de empresas, en España sucede todo lo contrario. En este país más de diez mil autónomos desisten en sus proyectos cada mes. Esto pasa por diversas cosas, pero sobretodo por un clima social y empresarial vinculado a una moral plana y anestesiada de nuestra sociedad.
El valor del trabajo
Leo en “Le Monde” que el líder gaullista francés y candidato a la presidencia Nicolás Sarkozy, aseguró ayer que si gana las elecciones a la jefatura del país vecino en mayo, emprendería una “revolución económica real” a través de incentivar a los trabajadores con mayores sueldos si se trabaja más. Para él la “prioridad de prioridades” será restaurar el valor del trabajo e impulsar el lento ritmo de crecimiento económico en Francia”. Según el actual ministro de interior galo “la crisis moral” de su país “es la crisis del trabajo”.
Las elecciones presidenciales francesas van a aportar aire fresco a la política europea. Eso es un hecho. Las puertas de los edificios ideológicos más rancios ya se han abierto y circula un airecillo de renovación por todas sus estancias. Ségolène Royal está revolucionando desde la segosphere el concepto de la relación de los políticos con sus votantes y militantes. Nicolás Sarkozy está construyendo su propia red social alrededor de propuestas políticas en su blog, inteligentemente dosificadas y que después al regresar por métodos interactivos son recibidas con entusiasmo por sus analistas de campaña
Ese nuevo clima ideológico que se esta cimentando tanto en el centro-izquierda como en el centro-derecha está logrando, a base de pinceladas, desvirtuar las fronteras ideológicas de cada uno de ellos. Que para mí Royal es una esperanza más instintiva que racional, es un hecho conocido y que espero que Francia retome un nuevo curso político de la mano de esta eficaz mujer, también. Pero sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo en algún vértice de esa pretendida salida a una crisis social y económica que vive el país vecino planteada por el líder de la derecha. Las medidas fiscales que propone son interesantes. No pagar impuestos por los beneficios de las horas extras, recortar impuestos fiscales y sociales para reflotar el consumo y suprimir el impuesto de sucesiones. De hecho, algunos economistas independientes aseguran que esas horas que excederán a las 35 semanales podrán incrementar en unos 1.900 euros anuales la renta de los sueldos mínimos.
Desde el 14 de enero, Sarkozy lleva liderando la agenda política en Francia de un modo casi ensordecedor. Ségolène Royal ha desaparecido de escena. Cuando aparezca no debe caer en el error de negar a la mayor. Igual que el líder de la UMP no debió enfrentarse a ella en temas que la ciudadanía entiende que son objetivamente razonables y beneficiosos, el PSF no debiera construir muros infranqueables delante de ideas interesantes como esta.
Volver a poner el trabajo en el centro de los valores. Vale para Francia como para el conjunto de la sociedad occidental. Parecería que el concepto trabajo como valor esta en crisis porque no hacemos otra cosa que trabajar pero la verdad es que trabajamos porque no tenemos otro remedio. Existe la concepción de que eso del trabajo es un atraso de la humanidad y por eso buscamos métodos para minimizar su carga. El hombre ha progresado por ese esfuerzo en el trabajo, por esas ganas de construir, de creer. Arte, cultura y trabajo constituyen los elementos de evolución que el hombre ha precisado históricamente. En un mundo en el que lo moderno es echarse a dormir es preciso analizar a que damos valor y a que no. No estoy hablando de la cultura del esfuerzo que es otra cosa que suena más a penitencia y sumisión, a explotación y entierro, no, yo apelo al valor del trabajo como elemento de progreso, no como distorsión de la libertad individual. Esta apreciación sobre la crisis moral de Francia bautizada como la crisis del valor del trabajo es compartida por individuos de derechas y de izquierdas que entienden necesario que hay que dejar de vivir del cuento y pasar a la ejecución de proyectos personales.