Si crees que transformarse digitalmente es caro, prueba con el coste de no hacerlo.
La expresión ‘transformación digital’ ha multiplicado por diez sus búsquedas en Google en apenas un par de años. Se menciona en redes y se colonizan todo tipo de eventos con este concepto. La combinación cloud, mobile y big data han retorcido definitivamente nuestras relaciones sociales y económicas sin posibilidad de vuelta atrás.
La expresión ‘transformación digital’ ha multiplicado por diez sus búsquedas en Google en apenas un par de años. Se menciona en redes y se colonizan todo tipo de eventos con este concepto. La combinación cloud, mobile y big data han retorcido definitivamente nuestras relaciones sociales y económicas sin posibilidad de vuelta atrás.
Los procesos de transformación son irreversibles y afectan a todos los sectores. Son oportunidades para nuevos negocios y para nuevos modelos de empresas tipo startup con menos necesidades estructurales y muy ágiles dando nuevas soluciones, pivotando cuando algo no funciona o innovando para un mercado que conocen bien gracias a la gestión de datos masivos.
La velocidad con la que está sucediendo conduce a empresas e instituciones a diseñar acciones tácticas de transformación digital en lugar de un guión estratégico sólido. Para muchos el simple hecho de estar en Internet y tener un desarrollo de perfiles en redes sociales se confunde con lo que estoy comentando. No es táctica lo que se necesita sino estrategia.
Como he dicho a veces una cosa es digitalizarse y otra muy distinta es transformarse digitalmente. Es una tarea muy compleja porque no hablamos de ‘crear’ nada sino de transformarlo cuando, en muchos casos, me refiero a empresas que funcionan perfectamente y cuyo mercado sigue aceptando de buen grado sus productos y servicios.
La digitalización no debería ser sólo tecnología. La transformación digital es competitividad y una oportunidad única para repensar las empresas. Lo que llamamos ‘re-thinking companies’ trata de preparar las estructuras de una empresa para ser capaz de innovar constantemente y de un modo eficiente para estar más cerca de un cliente futuro que en menos de cinco años va a tener una relación con la empresa de mayor proximidad digital y con multitud de nuevos servicios.
Decirle a una empresa que ‘debe transformarse’ cuando va bien es complejo pues suele haber reticencias ante lo que identifican como una tarea no urgente y que acabará siendo costosa y compleja. El problema tiene mucho que ver con el modo en el que hemos ido viendo la propia evolución de Internet. Cuando nació pocos vieron en la red algo más que una pantalla complementaria a la televisión, luego con la llegada del comercio electrónico, muchas empresas no lo consideraron urgente, ni adaptarse en dispositivos móviles porque ‘¿quién va a comprar desde un teléfono?’ Básicamente el 60% de los usuarios.
Del ‘no corre prisa’ de muchos estamos pasado al ‘házmelo rápido’ de otros. Ahora todo el mundo sabe que el uso de datos, de la nube, de la automatización de procesos, del conocimiento de cliente, de modificar o crear nuevos modelos de negocio, de enfrentarse a startups que hacen lo mismo que tú y de un modo que te va a costar competir y de la omnicanalidad del usuario que se mueve en un frontera difusa entre competidor, cliente y productor, son elementos imprescindibles. Las dudas son cuándo, cómo y con quién.
Sin embargo, a mi modo de ver, la pregunta inicial debería ser ¿por qué? Sino se hace se corre el riesgo de considerar que transformar digitalmente nuestra empresa es ‘gastar en tecnología’ exclusivamente cuando en realidad es algo más profundo e integral. Digitalizar una empresa no debe ser el objetivo en si mismo, sino que esa digitalización debe convertirse en un elemento de mejora competitiva, de disponer de una empresa mejor, más eficiente, más feliz e innovadora.
Esto no va de vender lo mismo de un modo distinto. Eso es cosmética. Es abrir un nuevo espacio de venta utilizando tecnología únicamente. Por decirlo con un ejemplo, un hotel no se transforma digitalmente por el hecho de permitir una reserva de manera remota a sus potenciales clientes. La verdadera mutación digital se produce cuando el hotel ofrece un servicio nuevo que sólo es factible de un modo digital: la opción de ver a unos padres que hacen sus hijos de un modo remoto en la guardería del propio establecimiento mientras ellos se bañan en la piscina.
Transformarse no es vender pizzas por la web sino permitir que los clientes por aportar datos de manera automática obtengan una experiencia más enriquecedora en un restaurante al acceder a un nuevo ‘servicio o producto’ inexistente en él sino existieran sensores digitales o módulos de captación de datos.
Actualmente las operaciones que realizan los clientes de Caixabank y que se hacen desde un teléfono móvil crecen un 55% anual a pesar que el Fintech sigue devorando cuota de mercado. Nunca es tarde, pero la dicha no es buena si te retrasas. La cuestión no es si pasas tu modelo a digital y móvil sino si eres capaz de ofrecer un nuevo servicio imposible de ofrecer si no es desde un dispositivo móvil. Esa es la clave. Hay tantos ejemplos como tipos de empresas o situación de éstas. Llevo más de una década trabajando en algo que antes se llamaba de otro modo y lo único que tengo claro es que cada caso, cada momento y cada sector requiere estrategias diferenciadas y aplicaciones individuales.
Por este motivo es clave que los directivos o empresarios tengan claro lo imprescindible de implicarse en ese cambio. No es opcional, lo digo muy en serio, es su obligación impulsarlo. Hubo empresas intocables que han caído. Grandes corporaciones que pasaron de ser referencia mundial a cerrar estrepitosamente. Hay miles de pymes que estando en calidad de adaptar sus modelos a un modo de trabajo de tipo ‘startup’ retrasan su cambio y corren el riesgo mayúsculo de llegar a un callejón sin salida a medio plazo. Siendo cada vez más corto ese plazo.
Y es que cuando se apela a que el coste de poner en marcha toda una estrategia de transformación digital es muy alto, sería interesante empezar a revisar la factura que ha tenido para muchos el no haberlo afrontado a tiempo. En sectores como el turístico, entretenimiento, música, cine, prensa, transportes, servicios personales, comercios tradicionales y otros pueden observarse la dimensión de la tragedia. Lo único que tengo claro es que en los próximos tres o cuatro años vamos a vivir una nueva revolución de tipo tecnológico que se llevará por delante a quien no esté ahora mismo activando sus módulos de despegue. La aceleración sigue aumentando y, cómo ya pasó, muchos ni se dan cuenta.
Diferenciar entre digitalizarse y transformarse digitalmente. El caso del 'Mall-Data'.
La Asociación Española de Centros Comerciales me propuso dar una conferencia en su XV Congreso Nacional. Me pidieron que ofreciera una exposición que tratara de manera general el momento que vivimos a la vez que expusiera algunos casos de transformación digital en clientes que pudieran ser comparables a los que asistían al congreso. La idea era cambiar el habitual modelo de conferenciante que habla de un modo teórico, casi académico, de cosas que el público ya sabe, conoce y quiere cambiar, y que se olvida de dar claves concretas para mejorar la fase de transformación de todo un sector y aporta ejemplos para inspirarse en cómo hacerlo. Así me lo pidieron y así lo intenté hacer
La Asociación Española de Centros Comerciales me propuso dar una conferencia en su XV Congreso Nacional. Me pidieron que ofreciera una exposición que tratara de manera general el momento que vivimos a la vez que expusiera algunos casos de transformación digital en clientes que pudieran ser comparables a los que asistían al congreso. La idea era cambiar el habitual modelo de conferenciante que habla de un modo teórico, casi académico, de cosas que el público ya sabe, conoce y quiere cambiar, y que se olvida de dar claves concretas para mejorar la fase de transformación de todo un sector y aporta ejemplos para inspirarse en cómo hacerlo. Así me lo pidieron y así lo intenté hacer.
Habitualmente mis charlas giran alrededor de un debate que yo mismo propongo y que considero fundamental a estas alturas. ¿Es suficiente digitalizarse? ¿supone una transformación en sí misma esa digitalización? ¿es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente? Obviamente, según mi opinión, no es lo mismo. La primera es claramente un foco de cambio, por supuesto, pero no es suficiente dado el volumen de cambios que vivimos actualmente. Digitalizados lo estamos todos, transformados no. Digitalizarse es quedarse en algún escalón anterior, en el paso previo necesario para transformarse gracias a esa digitalización. Uno de los casos que explico es el de un viejo cliente que tuve y que fue bautizado como ‘el chatarrero digital’.
Hace un par de años un amigo me llamó para pedirme ayuda. Su negocio estaba en quiebra. Tenía un desguace de vehículos y, contrariamente a lo previsto, la crisis no le estaba beneficiando. Sus ventas habían caído en picado. Su modelo de negocio dependía de que los automóviles que debía descuartizar no eran suficientes para ofrecer un recurso atractivo a los escasos compradores que se acercaban a su superficie en las afueras de una pequeña población al norte de Barcelona.
Me instalé en su empresa durante dos semanas. Examiné los procesos y hablé con los implicados. Al poco le ofrecí una solución que resultó ser muy beneficiosa. Lo primero que le comenté era que su sistema de desguazar los autos debía estar sintetizado. Para ello compré una base de datos que aportaba la mayoría de modelos y marcas del mercado. El sencillo software que instalamos en una PDA permitía que el desmontaje se codificara y concediera una ubicación ordenada de todas la piezas. Asi se lograba una eficaz distribución y una eficiente inventario a tiempo real. Ese listado se incorporaba a una base de datos en las oficinas de la empresa.
Hasta ese punto nada nuevo, nada especial. No disponíamos de ninguna característica que diferenciara ese negocio de otros que ya hacían algo parecido. La singularidad, el diferencial, el valor añadido se logró en el preciso instante que esa base de datos, esa eficiente máquina de ordenar las existencias, se digitalizó en la red. A partir de ese instante las ventas online empezaron a producirse. En menos de un año la facturación aumentó a niveles impensables durante la crisis.
A pesar de todo esto, no nos paramos. Ramón, que así se llama el hombre que decidió no detenerse ante las dificultades, preguntó si era factible vender piezas de coches clásicos por Internet. Fue posible. Esa es ahora una de sus principales ofertas. Se ha convertido en un hub de captación para los coleccionistas y un conector para los exclusivos clientes que se esconden tras el apasionado mundo de los coches de autor. Ahora sus ventas se miden por países y no por comarcas.
En este caso que acabo de recuperar, la primera fase era la de convertir todos sus procesos en pasos digitalizados. Una base de datos, una manera de interactuar entre administración y operarios, etc. Pero no se transformaron hasta que todo ello empezó a generar datos, a poder trabajar con ellos, a comercializar digitalmente, a generar una marca realmente digital.
Y es que Internet ha ido evolucionando rápidamente. De hecho cada vez lo hace más rápido. Del propio nacimiento de Internet se dijo que era como una pantalla más accesoria a la televisión. Del ecommerce se dijo sería un simple canal de venta más y está clara la importancia comercial que tiene. De las redes sociales que se dijo sería un simple entretenimiento y es evidente que no es así. Que se lo digan a quienes gestionan la nueva publicidad. Del e-mobile se dijo que era como Internet pero en pequeñito y sabemos que una cosa son las aplicaciones y otra adaptar una web a ese formato. De las plataformas sociales se dijo serían para gente solidaria nada más y ahora mismo sabemos que están poniendo en juego modelos de negocio que parecían intratables.
En la ponencia a la que me he referido expliqué lo que solemos hacer cuando un cliente nos solicita iniciar un proceso de consultoría acerca del grado de transformación que una empresa u organización ha alcanzado. Para saber si hablamos sólo de digitalización o de transformación buscamos valorar el estado de uso digital de la comunicación, el modelo de digitalización expuesto hasta la fecha, el modelo de comercialización y sus automatismos de procesos, la penetración de los aspectos de socialización, el modelo de movilización de todo el cuadro estratégico de la empresa y los usos colaborativos de todo el circuito comercial. Todo ello nos conduce a una valoración, a una nota, a una hoja de ruta a tratar a fin de llegar a la ansiada ‘optimización’ que en este caso es la traducción de la verdadera ‘transformación digital’. Sin esto, y a pesar de estar digitalizados’ no tenemos garantizada la eficiencia.
Para vivir adecuadamente una transformación digital debemos dirigirnos hacia la eficiencia, hacia la optimización. Digitalizarse no lo garantiza como decía, es algo más complejo. Entre los casos que expliqué y que desde mi despacho hemos desarrollado hablé de dos en concreto. El primero fue el del Centro Comercial de Miami y el segundo con el ‘mall’ de DrunDrun en Dublín. Con el caso de Florida lo que hicimos fue gestionar las bajas laborales provocadas por un software que sustituía a un tipo de trabajadores concretos, solicitando que éstos pasaran a ser agentes digitales del propio parque comercial. Fue un éxito y ya estamos preparando la segunda fase.
El caso del segundo centro comercial, el irlandés, es más sofisticado. Se trata de omnicanalidad, de gestionar diferentes dispositivos para trazar todos los datos posibles de la gente que visita el parque. En realidad son ‘beacons’, radares que localizan movimientos, actitudes, datos en general y que permiten aportar una gran cantidad de elementos desestructurados que se analizan con los que si estan bajo una estructura. Sin llegar a ser ‘big-data’ se logra ofrecer productos y servicios a los visitantes que incrementan ventas, interacciones de marca y valoraciones positivas. Esta gestión de datos menor se le suele llamar ‘small-data’ y en este caso, al modelo de uso y gestión que hemos registrado y presentado públicamente, le pusimos el nombre de ‘Mall-Data’. Hay naming para todo.
Ordenando el puzzle de la transformación digital.
Un científico estaba trabajando en su laboratorio cuando entró su hijo de cinco años dispuesto a ayudarle. El científico, que tenía mucho trabajo y no quería ser interrumpido, pensó en darle un entretenimiento al niño para que no le molestase. Recortó de una revista un mapa del mundo, lo cortó en muchos trocitos y se lo dio a su hijo para que lo reconstruyera. El científico pensó que tardaría horas en hacerlo porque su hijo nunca había visto ese mapa.
Un científico estaba trabajando en su laboratorio cuando entró su hijo de siete años dispuesto a ayudarle. El científico, que tenía mucho trabajo y no quería ser interrumpido, pensó en darle un entretenimiento al niño para que no le molestase. Recortó de una revista un mapa del mundo, lo cortó en muchos trocitos y se lo dio a su hijo para que lo reconstruyera. El científico pensó que tardaría horas en hacerlo porque su hijo nunca había visto ese mapa.
Cuál fue su sorpresa cuando al cabo de unos minutos el niño le dijo: — ¡Ya está papá, ya lo terminé! El científico se quedó sorprendido por unos momentos, pero se giró pensando que no vería más que la chapuza típica de un niño con apenas idea de geografía. Sin embargo, el niño le mostraba el puzzle totalmente resuelto y con todas las piezas en su sitio. Le preguntó asombrado: — ¿Cómo lo has hecho, hijo? — ¡Muy fácil, papá! He ordenado la foto del señor que me has dado. El hombre giró la hoja y descubrió que en el reverso había la fotografía de una persona, algo que para el niño sí era factible de componer. Sencillamente el niño, desestimó lo que no reconocía, le dio la vuelta al problema y había arreglado el mundo.
Este microcuento que conocí de la mano de uno de mis antiguos alumnos en la Universidad de Barcelona, Rafa Camacho, describe metafóricamente la clave de cómo debemos afrontar en nuestro entorno empresarial y personal la revolución tecnológica y digital que vivimos. En Europa muchos se resisten en aceptar que vivimos tiempos de redes, de comunidades inteligentes, de empoderamiento ciudadano, de capacitación compartida y de transformación transversal del propio sistema, un sistema que se vino abajo hace seis o siete años. No hay planos del destrozo, no hay reglas para repararlo. La modernidad y la tecnología al servicio del conocimiento traerá consigo mejores tiempos, estoy seguro, pero seguimos en manos de quienes piensan que debemos ordenar un puzzle por la cara del mapa y no por la que facilita hacerlo independientemente de conocer exactamente los detalles técnicos de lo que estamos haciendo.
La parte más interesante de lo que estamos viviendo, de esa transformación digital que lo está retorciendo todo, que de manera disruptiva trastoca definitivamente todas las cadenas de valor o de intermediación, son las propiedades emergentes. Las propiedades emergentes son el conjunto de las relaciones entre las partes de un sistema de cualquier tipo. La propiedad del todo generada es mayor que la suma de las propiedades individuales. Existen propiedades que no poseen los miembros individuales pero que sí emergen de la red; por ejemplo, una hormiga es un animal con un comportamiento bastante simple y con reglas muy definidas; sin embargo, un hormiguero posee un comportamiento complejo, muy flexible y fruto de la interacción entre sus miembros.
Las redes no son nada nuevo. La red eléctrica dispuso un nuevo mundo en su momento, ya hace más de un siglo. Las partes de un sistema juntas hacen cosas que no harían por si mismas. Pensar en las partes de modo aislado es reduccionista. El observador convencional mira a los árboles de manera individual o lo hace globalmente hacia el bosque. Los de los árboles consideran que los detalles son esenciales, lo inmediato, la táctica. Los del bosque piensan que importa el contexto, el conjunto, la estrategia. Pero Imaginemos la combinación, que pudiéramos observar bosque y árboles de un modo dinámico. Lograríamos ver que aspectos de los árboles son relevantes para el bosque.
El mundo que vivimos, en función del análisis de sus componentes individuales, ha pasado a entenderse en virtud de sus redes y, sobre todo, de las interacciones de sus elementos. Por eso, el valor de la interacción se vuelve tan importante en el mundo empresarial. A esto le llamamos sencillamente, transformación digital y uso de las propiedades emergentes que toda compañía puede alcanzar en un plazo determinado.
Cuando hablamos de tiempos de transformación digital, de economía en red, de tecnología aplicada, asumimos que vivimos una etapa de vínculos, de comunidades y de cómo la comunicación, los procesos y la conversión a ventas se explican desde el mismo ecosistema. En el año 2040 la capacidad de la Web superará la capacidad de procesamiento de la humanidad, de todos los cerebros juntos de los seres humanos vivos. De este modo, la Red se convertirá en la mayor y más fiable máquina creada jamás por el hombre en su historia.
La frontera de las redes, la Internet de las cosas, la nube de procesadores, dentro de la que viviríamos, la inteligencia artificial, el big data y la eliminación de procesos intermedios serán (en algunos casos ya lo es) el territorio de la batalla comercial para todo tipo de empresas. Las empresas que estén implicadas en esa revolución, en esa transformación, las que consideren que estas redes y su aplicación compleja son importantes para ellas, serán imprescindibles en el futuro y ésta puede ser una de las claves de la supervivencia y crecimiento. O te transformas o te transformarán.
¿Has analizado en que punto de transformación está tu sector? ¿Y tu empresa? ¿Te ayudo?
Niños del futuro en escuelas del pasado.
Si tienes hijos debes estar con eso de comprar ‘libros de texto’. Un momento que afecta considerablemente a la contabilidad familiar. Le llaman la ‘verdadera cuesta de enero’. Algo que me hace pensar en la cantidad de metáforas fuera de su tiempo que seguimos utilizando. ‘Cuesta de enero’ debería de pasar a ser la febrero pues hace mucho que la gente fracciona sus pagos navideños o los incorpora a la liquidación del segundo mes del año. Algo así como mantener un icono que representa un ‘disquette’ como símbolo de guardar archivos informáticos cuando hace mucho tiempo que hacerlo con ese objeto es imposible.
La ‘vuelta al cole’ en España, este año, supone un gasto más alto que nunca debido al cambio de los libros de texto ordenado por la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. Un gasto que ascenderá a los 200 millones de euros para las familias de los alumnos de 1º, 3º y 5º de Primaria, los cursos a los que afecta ya la reforma. No voy a entrar en el tema de la reutilización, o de la justificación de esa revisión de los contenidos si es que es necesaria. De hecho es hasta doloroso ver como se organizan entidades diversas para ‘aprovechar’ libros viejos o usados, obviando el tiempo que nos ha tocado vivir.
Me produce una especie de impotencia y tristeza detectar en todo ese ejercicio curioso lo lejos que está el sistema educativo en su conjunto de la realidad y el tiempo que vivimos. O bien por intereses empresariales o bien por inutilidad manifiesta, no hay manera de que nadie en eso que llaman Ministerio de Educación, Consellería d’Ensenyament o lo que sea, vea que todo esto es un despropósito fuera de la lógica del siglo XXI, de la modernidad y de una sociedad digitalizada.
El asunto del libro de texto ‘en papel’ no es más que la evidencia del esfuerzo por detener el progreso, el conocimiento y el empoderamiento de una sociedad que tarde o temprano progresará, conocerá y se empoderará de verdad. Que sigan dirigiendo el tren, la carreta, que el mundo va en una nave espacial. La lástima es que cada segundo (curso) que pasa ese cohete se aleja y costará más de tomar.
No tengo ni idea, ni me importa, de lo que costaría digitalizar todo el momento educativo español. Seguro que mucho menos de lo que se gasta en cualquier paquete de medidas para ‘incentivar’ la economía del ladrillo puesta en marcha una y otra vez, sea a la vista o por detrás.
Es de aurora boreal mantener este desperdicio. Nos aleja de los tiempos que corren, nos empobrece moralmente y nos desprotege como sociedad. Que los libros de texto fueran en formato digital, descargables, actualizables cada año, incluso semanalmente, no es una quimera.
El problema es que seguramente, de golpe, eso es inviable. Existen barreras en el profesorado, en las empresas, en la administración, en algunos padres, en los propios alumnos y en la brisa del mar. La merienda que nos evitaríamos sería de valor calculable y el efecto educativo exponencial. Que no se puede comparar una lectura tradicional de un libro a la divertidamente e instructiva funcionalidad del hipertexto, es algo obvio. Además, nuestros hijos son nativos digitales que se mueven mejor entre ‘tablets’ que con lápiz y papel. Sin dejar de utilizar tan sagrados elementos, los dispositivos digitales no son simplemente anécdotas divertidas y ‘cool’ para que el aula quede más moderna. Son sencillamente la puerta natural del futuro educativo, la ventana por la que las generaciones del nuevo mundo entran en el conocimiento.
No es nada raro, es sencillamente una revolución que también debe llegar urgentemente a las aulas. Mientras los que mandan siguen discutiendo la lengua, la reforma y el objeto educativo, el tiempo pasa y con él las oportunidades. La educación es algo que debería de ser prioridad digital, un ultimátum de los tiempos futuros. Tenemos niños que siguen releyendo el pasado sin que sus profesores sepan que dominan el inglés de los videojuegos, que navegan con facilidad en entornos complejos y que cuando necesitan saber algo no van a sus libros ‘de texto’, ni a ninguna biblioteca, sencillamente tocan con un dedo una pantalla.
Es imprescindible tomarse esto en serio o se nos llevará por delante el pasado sin apenas haber visto el futuro. Dejen de discutir sobre como será la escuela de sus viejos sueños y empiecen a pensar en una escuela que no precisa de tanto gasto ridículo e insultante en libros de texto. Un libro que se puede descargar y actualizar puede ser perfectamente un ‘concepto educativo’ que no tiene ni principio ni final. Sencillamente es una especie de app que se adapta al alumno y no un alumno adaptándose al texto de un libro.
Esto que parece tan difícil ya funciona en un buen número de países, obviamente, avanzados. Lugares donde ya se están analizando como será la educación de los próximos años. Modelos educativos que forman al ciudadano de este siglo que deberán ser creativos, capaces de emprender, críticos con su entorno, muy digitales y preparados para un modelo laboral completamente distinto al que ahora vivimos y que ya se insinúa.
El liderazgo de las administraciones es algo más que redactar reformas una tras otra. La digitalización de la sociedad es un hecho y las escuelas no pueden permanecer más tiempo en un escenario analógico, lejos de los modelos de gestión basados en la inteligencia artificial, colectiva o social.
Los contenidos también pueden ser revisados pero sobre todo ‘actualizados’. Ahora ya no tiene sentido eso de ‘reutilizar’ libros, sino que lo que debemos hacer es ‘descargarnos la actualización’. Es imprescindible que se atienda a una verdad absoluta que nos dice que el analfabetismo inminente será el de los que no son capaces de establecer actos digitales complejos.
Esto no es solo un tema de contenidos, libros o formatos. Va de nuevos modos de evaluación y de nuevas materias o habilidades a examinar. No es tanto si se memoriza algo o se adquieren muchos contenidos, eso lo hace Google, se debe premiar la capacidad de trabajar esos contenidos en modelos colaborativos. Hoy en día la economía colaborativa está poniendo en jaque muchos modelos económicos. Algún día la educación socializada pondrá en la picota a la enseñanza tradicional.
Sin llegar a la ansiedad tecnológica, es obvio que la educación, hoy en día y según que lugares, ya no educa a tiempo real, lo hace con modelos y sistemas lejos de la vida que nuestros hijos conocen y disfrutan.
Digitaliza tu vida, será más real
A medida que la vida se fue digitalizando se hizo más real. O por lo menos la información tiene un criterio social y compartido que la hace más auténtica. Fijaros sino en lo que ahora es noticia en cualquier medio ‘analogico’, u oficial y lo que es en el mentidero de las redes, blogs y comentarios de los medios digitales que no existían hace apenas tres o cuatro anos. Hay ejemplos de cómo el mundo respira independientemente a lo que se nos dice que sucede.
Este mapa del Frontex European Commission publicado en el Wall Street Journal que hoy acompaña este post muestra los flujos y el aumento de los emigrantes que llegan a la UE. En concreto los que han sido detectados sin documentación adecuada aumentó un 48%. Más de cien mil personas ‘sin papeles’ que prioritariamente utilizan la ruta marítima que va de Libia a Italia.
Parece mentira que cuando el foco hiriente de la televisión en directo se apaga, pareciera que los problemas se diluyen con las sombras. Sin embargo la realidad es de plomo y pesa, permanece allí y es el espejo de nuestra vergüenza y egoísmo. Las cifras son espeluznantes y, por ejemplo, la ‘crisis’ no ha frenado la avalancha. Italia afirma que ha rescatado a unos 25.000 inmigrantes en esta ruta desde comienzos del año. La ‘primavera árabe’ no hizo más que agravar el éxodo en lugar de limitarlo. El resto de países que recibían históricamente la inmigración africana y asiática seguimos siendo receptores. Cada dia se lanzan en un intento suicida centenares de subsaharianos esperando ser, irónicamente, como nosotros.
La asignatura pendiente no es sólo la modernización del mundo, también es la de equilibrarlo. Podemos hablar de ‘cambio de modelo’, de socieadad de la información, de big-data y de todo cuanto nos parezca ‘cool’ y estimulante, pero el planeta seguirá siendo tremendamente injusto con quienes les tocó habitarlo en algún lugar donde no se goza de las ventajas que otros si tenemos.
La tecnología debe servir para eso, para equilibrar. Invertir en la sociedad del conocimiento desde la empresa privada y que ella llegue a territorios donde merece la pena hacerlo y donde con muy poco se logra mucho. Si no hacemos nada seguiremos igual. Pasará como cuando la ‘crisis’ se nos llevo por delante, permanecieron los responsables y sufrieron los de siempre. Todos participaron del desastre mirando hacia otro lado durante mucho tiempo. Muchos se creyeron ricos por tener concedida una hipoteca inmensa.
Hace unos años, el The Economist dijo que España y en gran parte ‘Europa regresaría a su innegable mediocridad’. Lo dijo cuando se derribaban los primeros pilares de una burbuja inmobiliaria que no era más que la fachada de todo el desmantelamiento general que viviríamos en breve. Ahora, esa mediocridad, permanece. Ahora si que es culpa nuestra. Ahora si que tiene que ver con que la sociedad civil ha elegido desayunar cloroformo. Ahora si puedes ponerte en marcha y procurar los cambios desde tu propia revolución íntima.
La falta de vergüenza y decoro se ha trasladado por todas las cañerías y ha derivado en un consumo generalizado de analgésicos sociales.
Desde territorios en conflicto o donde comer es una epopeya diaria llegan personas con la desesperación bajo el brazo. Seguimos ignorando que pasa y seguimos pensando que cuanto tenemos, lo merecemos por algún tipo de suerte divina. Pensemos donde estan las reglas, los límites y las oportunidades. A veces, revisar lo que pasa no es mirar el telediario. Digitaliza tu vida, será más real.