Próxima estación: 'emergentes'
La semana pasada se vivió la peor liquidación de divisas registrada en los mercados emergentes en cinco años. La reducción gradual de los estímulos monetarios en Estados Unidos están provocando los primeros síntomas de tipo global. Hay monedas con las que no solemos interactuar o saber poco pero que tienen un papel muy importante en, por ejemplo, la internacionalización de una compañía o de una startup. No todo funciona en dólares ni tampoco, en caso de que al final las pasarelas de pago locales así lo determinen, se puede operar con él.
La lira turca, el rand sudafricano y las monedas de Brasil o Mexico se fueron a niveles de 2008. En este cuadro yo no incluyo ni a Argentina ni a países de órbita compleja como Venezuela. Estos tienen otros problemas y son países donde yo no invitaría nunca a invertir ni un céntimo.
Mientras que Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica fueron algunos de los motores del crecimiento mundial tras la crisis financiera de 2008, los mercados emergentes estarían empezando a representar una amenaza para la estabilidad financiera mundial. Nada es gratis en esta vida y lo que te dieron se lo vendrán a cobrar. Países como Colombia, que suponen un destino muy interesante para los que exportamos tecnología y que pertenece a un modelo comercial ideal pues su penetración digital es creciente, su nivel de vida ha mejorado notablemente y la proyección productiva es espectacular, también pueden estar en la sala de espera de su propia equivocación. Son crecimientos poco orgánicos y muy vinculados a que muchos inversores buscaban resquicios por donde invertir en el momento que el ‘primer mundo’ flaqueaba. Es importante ahora asegurar lo que era auténtico de lo que era fachada.
Me temo que pueden encontrarse en una encrucijada para la que no se han preparado y eso que llamaron crisis y que yo denomino ‘revolución’ esté iniciando su segundo capítulo ahora en ‘los países emergentes’. Oiremos cosas como que “el entorno actual es potencialmente muy tóxicos para los mercados emergentes“ o “es mejor no aconsejar invertir en mercados emergentes“. Ambas frases las pronunció la semana pasada Eamon Aghdasi de Société Générale, un tipo que conocí hace unos cinco años en Nueva York y que era el abanderado de la inversión en China, Brasil, México y otros.
Y es que el susto lo tienen en el cuerpo unos más que otros. China se puede contraer por primera vez en seis meses, sumándose a la preocupación de que el crecimiento está perdiendo empuje en la segunda economía más grande del planeta. Eso nos guste o no tiene que ver con ese macroajuste universal al que se está viendo sumida la humanidad. Tiene que ver con unos tiempos que parecían sólo afectar a las economías más desarrolladas y que, esa revolución, solo atacaba y se producía en el occidente desarrollado. La revolución digital y socializada tiene ya una expresión financiera y productiva en todos los países, incluso aquellos que no parecían implicados en esta metamorfosis socialmente y tecnológicamente planetaria.
Esto el principio del gran ajuste. De nuevo, como ciudadanos, pagaremos el desconocimiento general de quienes nos gobiernan. No es culpa de ellos, es, básicamente, motivo de que vivimos tiempos de cambio de época.
El Fondo Monetario Internacional pronostica que la ventaja que tuvo en el pasado el crecimiento de los mercados emergentes en relación a las economías más avanzadas, se reducirá este año a su menor nivel desde 2001. Que lo diga el FMI no es garantía de que tenga que suceder. No es necesario listar toda la cantidad de sandeces que han pronosticado estos burócratas alejados de la realidad. Sin embargo es cierto que, sin explicar el motivo, lo que se avecina es un cobro brutal por parte de los países ‘avanzados’ sobre los que ‘se aprovecharon de la crisis de éstos’. El cobro puede ser sangrante. Ya lo veremos.
De momento, sólo aconsejar a los que estamos trabajando modelos de negocio basados en escenarios complejos vinculados a países que van a vivir tormentas financieras, productivas y de, probablemente, cambios políticos y convulsiones sociales, que reajusten los planes de expansión y preparen diferentes modelos de flexibilización de esas campañas internacionales. Ya no va a ser tan fácil, será preciso tener un buen background, experiencia y espíritu de sacrificio para soportar muchos más viajes a fin de concluir operativas abiertas que se pueden romper en minutos.
Aunque hablamos de divisas, y hace muchos años que dejé de trabajar en ese mundo de la mano de Forex, la realidad y mi memoria me hace percibir que las antesalas de muchos procesos económicos empiezan o por la deuda o por el cambio de moneda. Mi consejo es asesorarse bien, no aventurarse si no se conoce el escenario y sumar con experimentados exploradores si es el caso. El mundo sigue su transformación, dura en los países ‘avanzados (sumergidos)’, progresiva en los ‘emergentes’. Para que todos floten será preciso un mundo más equilibrado y la tecnología lo estimula pero el hombre lo retrasa. Tengo claro que la primera se llevará por delante la voluntad de los segundos. De momento la siguiente parada de la revolución ya se ve a lo lejos: los mal llamados emergentes. ¿Porque no les contamos lo mal que lo hemos hecho nosotros?
EL DOLAR FANTASMA
Mientras que el oro ha triplicado su valor en los últimos ocho años, el dólar lo ha reducido en un 67% frente al euro en el mismo período. Está claro que uno de los motivos por los que el oro sube es la preocupación de que la creciente deuda de Estados Unidos continúe debilitando el dólar. El presidente Barack Obama ha aumentado la deuda negociable del país a un nivel sin precedentes. Lo ha metido a 7,1 billones de dólares, al tiempo que el Gobierno se endeuda para reactivar el crecimiento. Goldman Sachs Group pronostica que Estados Unidos venderá deuda por unos 2,9 billones de dólares en los dos años que concluyen en septiembre de 2010. Algunas de las cifras que se empiezan a tocar son inasumibles y lo saben.
Mientras que el oro ha triplicado su valor en los últimos ocho años, el dólar lo ha reducido en un 67% frente al euro en el mismo período. Está claro que uno de los motivos por los que el oro sube es la preocupación de que la creciente deuda de Estados Unidos continúe debilitando el dólar. El presidente Barack Obama ha aumentado la deuda negociable del país a un nivel sin precedentes. Lo ha metido a 7,1 billones de dólares, al tiempo que el Gobierno se endeuda para reactivar el crecimiento. Goldman Sachs Group pronostica que Estados Unidos venderá deuda por unos 2,9 billones de dólares en los dos años que concluyen en septiembre de 2010. Algunas de las cifras que se empiezan a tocar son inasumibles y lo saben.
Del oro hablaremos esta semana e intentaremos escudriñar algunas causas de su revalorización desmesurada, pero hoy vamos a remontarnos a la madrugada del jueves al viernes de la semana pasada. A las 4 de la mañana hora española, los que estábamos viviendo en directo algunas de las órdenes que los bancos centrales asiáticos estaban dando, se nos hizo un nudo en el estómago. Guardando las distancias y, sobretodo, el bien en curso, aquello se parecía muchísimo a las órdenes sin mesura que se lanzaron el mítico 17 de agosto de 2007. Similar a cuando los bancos centrales que, al ver como el sistema devoraba los paquetes tóxicos sin poder venderlos al descubrir de que estaban hechos, empezó a pinchar la burbuja financiera en la que vivía el planeta.
Pues bien, la semana pasada nadie quería dólares. El primer aviso viene de oriente y las órdenes para salvar una divisa devaluada conscientemente por la Reserva Federal fueron imprescindibles para unos mercados financieros que no pueden permitirse el lujo de ver caer el valor de sus inversiones en dólares. Por eso algunos decidieron suicidarse. En menos de 2 horas el importe de compra de dólares contra sus propias divisas fue equivalente a la segunda complementaria inyección de liquidez que la Unión Europea estipuló cuando empezó la crisis financiera.
A los que nos apasionan los mercados asiáticos por el condicionante de “futuros” que tiene, vivimos una de esas noches épicas. Vimos intervenir en los mercados de divisas a seis bancos centrales para apuntalar el dólar. La preocupación de que sus monedas locales estuvieran subiendo demasiado rápido era un virus por el que debían vacunar a sus economías.
Curiosamente el primero en dar órdenes de huida fue el banco central de Tailandia. Se confirmaba la caída irremediable de la moneda americana y nadie sabía a ciencia cierta el motivo. Desde Bangkok se sucedieron las órdenes de compra hasta la extenuación. De hecho, algunos de los excesos que se cometieron entre las 5 y las 6 de la mañana, hora española, se pagarán caro a medio plazo pues supera cualquier fundamento de la economía interdivisa. El baht (moneda tailandesa) precisó de venta cuando nadie quería venderlo y el dólar fue comprado cuando nadie quería tener uno solo. Artificios.
Pero no fueron sólo los bancos asiáticos los que intervinieron el pasado viernes. El banco central de Rusia, recibiendo órdenes directas del Ministerio de Economía moscovita se dispuso a la compra de dólares sin reparo. A las 7 de la mañana, a medida que cerraba el primer circuito de mercados de divisas, el ruso era el segundo banco que más dólares había comprado tras el tailandés. ¿Curioso? No mucho. Miren en que venden los del rublo. Exacto, en dólares. Aquí todo cristo intenta mantener una moneda muerta porque nadie sabe como jubilarla sin cargarse el sistema.
Son muchas las voces que describieron el principio de la quiebra definitiva del sistema financiero mundial de este modo. Dudo que sea el momento, no tengo claro si, en el caso de que se produzca, lo sabremos que se esté produciendo. Tal vez nos ocultarán el cataclismo, saben como hacerlo. Ni nos enteraremos, lo pagarán los de siempre. Lo que si sé, no obstante, es que por mucho que hablen de “fin de la recesión” o “principio de la recuperación”, la verdad es que se aproxima una segunda ola de mierda.