¿Te preocupa la Cuarta Revolución Industrial? Pues relájate, esto no ha hecho más que empezar.
Hablan, hablamos mucho de la cuarta revolución industrial. A veces hasta parece como si ya la estuviéramos superando, como si de un momento a otro alguien vaya a inaugurar la quinta. Y la realidad es que nuestra revolución tecnológica está en fase embrionaria. Y eso que puede parecer apasionante, también asusta. Si todo lo que estamos viviendo no es más que la antesala, ¿qué nos espera en cinco, diez o veinte años?
Hablan, hablamos mucho de la cuarta revolución industrial. A veces hasta parece como si ya la estuviéramos superando, como si de un momento a otro alguien vaya a inaugurar la quinta. Y la realidad es que nuestra revolución tecnológica está en fase embrionaria. Y eso que puede parecer apasionante, también asusta. Si todo lo que estamos viviendo no es más que la antesala, ¿qué nos espera en cinco, diez o veinte años?
Esta cuarta revolución industrial, denominada desde un punto de vista económico como Industria 4.0, es mucho más que eso. En ocasiones ofrezco una conferencia denominada ‘reWorld’ y diferente a otras más económicas pues se centra precisamente en el significado que tiene para todos los ámbitos de la vida el momento inédito e histórico que estamos viviendo. Suelo buscar la dimensión de lo que vivimos y el estadio en el que nos encontramos. Sabemos que esta revolución está siendo impulsada por los más de 5.000 millones de personas en el mundo conectadas a través de sus millones de dispositivos móviles, pero sólo está viviendo su primera etapa precisamente porque está sujeta a ellos.
Esta revolución tiene un problema actualmente. Arrancó sin afianzar unas bases sólidas que puedan cimentarla bien. Ninguna revolución de ningún tipo puede ser realidad si no hay un sustento tecnológico, económico, socializado, político y cultural que lo sujete y lo haga coordinadamente. Los fundamentos de la transformación que vivimos pasan por redes más avanzadas, seguridad demostrable, cambios en la cultura empresarial, economía circular, modificar el sistema de empleo, acotar las habilidades humanas para afrontar el futuro, diseñar espacios para compartir, entender que datos son relevantes y cuales no, apreciar el valor de la inteligencia artificial, etc.
Pongamos un ejemplo de cómo no estamos haciendo las cosas bien. Hoy el móvil es el centro de nuestra vida como decía, pero cada vez lo será menos. Dentro de cinco minutos, en 2020, en la era del 5G, el móvil no ocupará la posición central que ahora ostenta o, al menos, será menos protagonista pues estaremos rodeados de infinidad de dispositivos inteligentes capaces de sustituir sus funciones. Todo será muy diferente. En apenas 18 meses tu vida va a cambiar para siempre y aun no lo sabes tal vez. Estamos amontonando en una montaña de necesidades futuras, de cambios necesarios y de análisis por hacer, todo cuando sucede sin orden ni previsión. No hay acción política, ni económica en la mayoría de los casos, ni debates éticos, ni culturales, ni análisis de la utilización de los datos masivos que emitiremos en ese cercano 2020 por múltiples vías.
Seguimos en manos de la táctica social bajo la sombra de la estrategia empresarial. El móvil está muerto, es el pasado, no es el futuro. Le pasará como le pasó a Internet. La red de redes ha tenido diferentes etapas y cada una de ellas ha jugado en una interfaz diferente. Hubo una etapa de 1995 a 2005 en la que la interfaz era la pantalla grande de un ordenador de sobremesa. Se trataba de una red reflexiva. A partir de 2005 y hasta hoy, la interfaz ha sido el móvil siendo más impulsiva, más veloz. Pero lo que empieza ahora es que la información de la que estamos hablando no la generamos nosotros, sino un sensor. Se trata de un flujo de datos que se genera sin que nosotros hagamos nada.
En una década, o menos, habrá sensores en tu tienda de chuches, en el coche, en el bar o en tu ropa interior. Tu cerebro no generará el contenido, sino que se generará a través de tu movimiento y tu relación con los objetos. Esa Internet de las Cosas pasará a ser la Internet del Todo. Por mucho que imagines no crearás casi nada en la red, eso lo hará tu actividad y tu relación con el entorno. Y eso no es fácil de asimilar empresarialmente, ni culturalmente, ni políticamente.
Ayer estuve en una de las sesiones de consultoría con un cliente de cierta envergadura del sector servicios. Como es habitual, cuando llegamos a una fase concreta del trabajo, el debate sobre el diseño de nuevos modelos de negocio asociados a la transformación de procesos y de conocimiento del cliente, se acabó atascando en la dichosa ‘planificación’. Un mundo donde la planificación como se entendía en el siglo pasado está muerta, no cabe su utilización. El mundo cambia muy rápido y las empresas que no marcan el ritmo ni por tamaño o capacidad y que dependen de ‘como lo definen otros’ deben tener una hoja de ruta a 18 meses vista como máximo y un plan de acción a tiempo real flexible y optimista. No siempre es fácil entenderlo, hacerlo entender y ponerlo en práctica.
El mayor problema es que no hay una cultura empresarial generalizada, socialmente entendida, laboralmente analítica, políticamente valiente para este tipo de modelos nuevos y disruptivos. Para conseguir adaptarse a los cambios y tener éxito, los proyectos de innovación y de transformación (puede que digital) de una empresa (y de una sociedad) han de ser permanentes, no episódicos. La mayoría de los grandes cambios que la Cuarta Revolución Industrial va a traer aun están por llegar. No hemos llegado ni a la primera meta volante. Esa primera etapa será el 5G, el big data genérico, la inteligencia artificial rodeando nuestras vidas, una nueva relación con el poder, ciudades estado, etc. Estoy seguro que, empresas y sociedad, deberemos entender y hacer comprender a quienes nos gobiernan política y económicamente que las relaciones tal y como las conocemos van a cambiar de manera radical en breve. Lo que antes eran 10 años, ahora son 5 minutos. Qye vayan esperando.
Cuando la economía colaborativa no es colaborativa y cuando regular no es prohibir.
Ayer, durante la mesa redonda propuesta por el Consejo Alumni de la Universidad Abat Oliva, y tras la conferencia introductoria que ofrecí, la moderadora nos preguntó que opinábamos de las plataformas de economía colaborativa. Hay que decir que ayer era un día marcado por la huelga de taxis en Barcelona. Los miembros de la mesa eran la que fuera presidenta de la Asociación Española de Economía Digital, Elena Gómez de Pozuelo, el fundador de MyTaxi precisamente, Antonio Cantalapiedra, el como yo ciudadano dublinés Adolfo Fernandez de Google y el jefe de márketing de Caixa Bank, Javier Mas.
Ayer, durante la mesa redonda propuesta por el Consejo Alumni de la Universidad Abat Oliva, y tras la conferencia introductoria que ofrecí, la moderadora nos preguntó que opinábamos de las plataformas de economía colaborativa. Hay que decir que ayer era un día marcado por la huelga de taxis en Barcelona. Los miembros de la mesa eran la que fuera presidenta de la Asociación Española de Economía Digital, Elena Gómez de Pozuelo, el fundador de MyTaxi precisamente, Antonio Cantalapiedra, el como yo ciudadano dublinés Adolfo Fernandez de Google y el jefe de márketing de Caixa Bank, Javier Mas.
Las respuestas, cuando se producen desde la óptica de gente que nos dedicamos o tenemos relación directa con lo que supone esta disrupción tecnológica, la digitalización de todo y la transformación de sistemas, modelos y fracturas en las cadenas de valor, suelen ser habitualmente muy laxas con las plataformas que se denominan ‘economía colaborativa’. Se suele contemplar a plataformas como AirBnb, Uber u otras como si fueran plataformas dónde la gente colabora con otras para que a ambas se les genere un beneficio de algún modo. Ahí está uno de los mayores errores a mi entender.
Airbnb ya no es economía colaborativa. Uber tampoco. Como mucho lo serán en un porcentaje determinado cada vez menor. Ahora son espacios en los que participan revendedores, grupos empresariales, agencias de colocación, propietarios de varios coches o lo que sea. Es justo decir lo que son. Plataformas que facilitan que utilices tu casa o coche, tu tiempo libre o tu tiempo de trabajo como desees y que por ello obtengas rédito. Eso originalmente era economía colaborativa. Ellos disponen una plataforma y tu la utilizas, ellos facturan por el servicio que se genera gracias a tu producto. Pero ya no es sólo así. Hay derivadas y negarlo por mucho que seamos ‘tecnófilos’, por mucho que nos guste defender la bonanza de una tecnología hambrienta por cambiar estructuras y guetos económicos, no ayuda en nada.
Airbnb es el ejemplo más claro. Ahora es un cúmulo de revendedores de metros cuadrados al mejor postor. Es el motor de crecimiento del precio de los alquileres en muchas ciudades y un estímulo a prácticas ilícitas. Eso no es ‘economía colaborativa’. Tampoco Uber ni otros similares. Se trata de plataformas que han generado una disrupción que considero positiva en sectores que, como le pasó a muchos otros, precisaban de una disrupción. El taxi la necesitaba, el sector hotelero la necesitaba, los grandes fabricantes de coches la necesitan. De ahí que deben seguir funcionando. De ahí que, por ejemplo, los taxistas deben focalizar en ser un servicio concreto y competitivo y no procurar la eliminación de una competencia que, no se dan cuenta, es mucho mayor de lo que creen. El rival de taxi ya no es sólo un VTC.
El error de llamar economía compartida a algo que no lo es, es probablemente es parte del origen del problema. En todo caso son plataformas que reducen aspectos que hasta ahora eran determinantes en la cadena de valor y que eliminan en la práctica intermediarios. Y lo pueden hacer porque la transacción se produce en un lugar llamado ‘Internet’. Pensar que lo que pasa en la red requiere de una legalidad calcada a lo que pasa en el mundo físico es de aurora boreal. No es lo mismo, no hay las mismas fronteras, las legislaciones son distintas según de donde venga el último ‘bit’, las leyes de competencia son irrelevantes en muchos ámbitos y las regulaciones locales se encuentran descolocadas. Es un error considerarlo todo igual por que no lo es.
No obstante, muchas de esas ‘plataformas colaborativas’ no son más que muestras importantes de la ‘economía circular’. La utilización de espacios, tiempo, productos a fin de que la vida de los mismos sea optimizada. Sé que es coger el tema con pinzas pero es lo más parecido a la realidad actual. De ahí que mi respuesta ayer fue que 'no hay que prohibir nada, hay que regular. No es lo mismo. No hay que impedir algo que crece en la optimización de recursos y en la reducción de procesos. Que ofrece servicios y experiencias para el consumidor que eran impensables hace unos pocos años'. Cuando un taxista se queja de que los Cabify son competencia desleal, denotan el escaso interés por el cliente y por mejorar el servicio y sólo buscan mantener un status quo que pertenece a otro milenio.
La transformación digital de todo, la disrupción del mundo digital en muchos campos tiene en el negocio del transporte de personas un ejemplo interesante. El cliente es el centro, en la cadena de valor el consumidor es el protagonista y todo tiene que girar en ese sentido. Los taxistas, en sus reivindicaciones no lo hacen, en su ejercicio no lo evidencian y en su servicio no lo aportan. Ese es su problema y en la economía circular o la mal llamada economía colaborativa sí sucede desde que solicitas un vehículo hasta que te bajas de él.
El debate que debe establecerse de forma seria. No se trata de prohibir o regular como se regulaba antes. No es cuestión de poner ventajas a quienes tienen un servicio analógico frente a quien lo mueve por Internet. Se trata de entender un mundo diferente y con reglas distintas y de ejecutar un plan para que la transición a la obligatoria convivencia de dos mundos muy distintos se produzca. Esto no lo va a parar nadie y sería bueno que se le denominara como es.
Ni los que se benefician mucho de esas plataformas ni los que sufren su competencia son ecuánimes. No lo son por intereses creados. Por eso sería bueno que unos aceptasen definirse como lo que son, otros aceptaran que vivimos en un mundo distinto y, finalmente, los legisladores deberían de dejarse de tirarse bolas de mierda en el congresos los unos a los otros y tomarse en serio de una vez, y urgentemente, el mundo que viene. Un mundo que les va a explotar en la cara y, por desgracia, no los va a despertar pero como siempre nos lo van a cobrar.
¿Te has planteado vivir sin coche propio? Bipi y otras apps que te lo ponen fácil.
Llego a Barcelona. Tengo que estarme unos días como cada mes. Al vivir a caballo entre Dublín y la capital catalana decidí no disponer de vehículo propio en ningún lugar. Hace mucho que me los vendí. Por eso, ahora, antes de decidir cómo moverme por ambas ciudades analizo los desplazamientos que tengo que hacer. A mi disposición hay un buen número de opciones que representan lo que ahora mismo es la movilidad en las grandes ciudades. De la posesión de un automóvil, o del alquiler tradicional de un coche, hemos pasado a un abanico de opciones que se amparan en la tecnología digital y en una nueva manera de entender el paso de producto a servicio.
Llego a Barcelona. Tengo que estarme unos días como cada mes. Al vivir a caballo entre Dublín y la capital catalana decidí no disponer de vehículo propio en ningún lugar. Hace mucho que me los vendí. Por eso, ahora, antes de decidir cómo moverme por ambas ciudades analizo los desplazamientos que tengo que hacer. A mi disposición hay un buen número de opciones que representan lo que ahora mismo es la movilidad en las grandes ciudades. De la posesión de un automóvil, o del alquiler tradicional de un coche, hemos pasado a un abanico de opciones que se amparan en la tecnología digital y en una nueva manera de entender el paso de producto a servicio.
Viviendo en una gran ciudad, disponer de coche propio es muy poco rentable. Se sabe que tu preciado auto estará el 93% del tiempo parado en algún lugar. Es algo parecido con lo que pasa con los taladros. ¿Sabías que en el mundo hay aproximadamente 600 millones de taladros que sólo se van a utilizar 13 minutos de media cada uno? Sí, ya, estás pensando que como los han contado. En todo caso, los contasen o no, lo cierto es que mi ‘Black & Decker’ lleva años en su caja bien guardada y sin usarse. Metafóricamente, el coche de las personas que viven en una gran ciudad se parece mucho a ese taladro.
Como decía, hay muchas opciones. Alquiler por horas de motos, de coches, compartir vehículo, utilizar VTCs, taxis, autobuses, metro y andar. Lo interesante es que el disponer de ese coche o moto ya no es una opción tan destacada como lo fue antaño tener tu casa hipotecada. La tendencia al alquiler, al uso y no a la propiedad, está claramente creciendo. La idea que reinaba de que, cuando te jubiles, sino tienes una casa propia lo vas a pasar mal, va cediendo espacio al ‘vamos a vivir como queramos ahora y ya veremos como viviremos después’. Me ha quedado muy Millenial, pero es descriptivo. Además, considerar una inversión segura esa vivienda destinada a acogernos en la vejez es cuanto menos revisable.
Comprarse un coche empieza a estar reservado a quienes siempre lo han tenido y a jóvenes que viven fuera de las grandes ciudades donde servicios de ‘car-sharing’, ‘moto-sharing’ u otros van generalizándose. Cómo decía, y describiendo un día cualquiera en la ciudad de Barcelona, la cosa suele ir así:
Desayunando analizo el plan de desplazamientos del día. A primera hora hay que ir a la oficina y el mejor modo de ir es cogiendo un ciclomotor eléctrico. En este caso el de e-cooltra. Una distancia de unos 4,2 Km, apenas 10 minutos. La aplicación se encarga de todo. No hace falta llevar cash ni casco. A media mañana debo ir a una reunión en la otra punta de la ciudad. Debo llegar en buen estado. Mejor un coche. Por lo tanto, abro mi aplicación para coches que preciso con cierta urgencia y busco uno eléctrico que pueda estar en un parking cercano a mi despacho. Elijo un Bluemove. En apenas 10 minutos tengo un vehículo de alquiler por horas.
Tras la reunión devuelvo el coche y solicito un Cabify. Tengo tiempo para esperarlo y el servicio, experiencia y trato me encantan. Al salir del restaurante algo tarde no hay tiempo de espera. Necesito moverme rápido. Levanto la mano y aparece un taxi convencional. La experiencia es distinta y lo sé. Pero es muy útil en circunstancias concretas, especialmente por el factor de urgencia. Pago y salgo. Es el único método de transporte que me va a exigir que pague en efectivo. Si quería pagar con tarjeta debería haberlo dicho al entrar en él me dice el taxista. Habría conectado el TPV. Al no hacerlo, debería de esperar unos minutos que no tengo. Podría haber utilizado una aplicación tipo MyTaxi, pero el problema de tiempo hubiera sido el mismo por el que no tomé un Cabify en esta ocasión.
Llega el momento de ir a TVE. Un trayecto exterior a la ciudad. En esta ocasión, mi opción es la aplicación que para mi gusto tiene la mejor experiencia de usuario de todas cuantas he comentado antes. Bipi te pone un vehículo, incluso un Tesla, en el punto de recogida que tú decidas. Vienen a recogerlo cuando y dónde tú precises. Con un coste muy correcto y un servicio excepcional, dispones de coches de gama media y alta que alquilas temporalmente. Todo el proceso de contratación y gestión de la llegada del vehículo es también una maravilla. De todas las aplicaciones probadas esta es la que me ha dado mayor seguridad de estar bajo la cobertura de un servicio de atención al cliente excelente. Alquilas y chateas con ellos desde la aplicación. Te van informando con un mapa donde está tu coche y cuando va a llegar. Una llamada final de comprobación a pocos metros de ti y listo.
El cálculo es tremendo. Con lo que no gastas en un coche propio de gama media, asegurado a todo riesgo sin franquicia, con un crédito a cuatro años, un parking en el centro de la ciudad, las revisiones, reparaciones y sustituciones de piezas obligatorias como los neumáticos y otros y todos los gastos asociados a la posesión de un vehículo, puedes disponer entre 11 y 13 días al mes un coche de alquiler como los de Bipi, por ejemplo. Cuando los taxistas se manifiestan en las grandes ciudades acusando a los VTCs de todos los males de la humanidad, olvidan que su competencia real ya no son ellos. Es la vida. En esa jornada que he descrito, hace unos años habría tomado 4 o 5 taxis y hubiera tenido mi coche en el parking una buena parte del día. Esa es la idea que cambia. Movilidad imprescindiblemente sostenible. La primera ley de la Economía Circular. La Economía colaborativa ya representa el 1.4% del PIB español y en unos pocos años llegará al 3%. Ahí vamos.
Cumbres sobre el clima, Economía Circular y millones de taladros.
En el mundo hay más de 600 millones de taladros. La media de uso a lo largo de su vida será de no más de 13 minutos. No es sostenible. Estoy seguro que como este hay miles de ejemplos de productos que compramos, utilizamos muy poco y permanecen eternamente en un limbo inútil. Así, de ese modo, la industria de los taladros puede seguir fabricando más y más piezas que irán engordando la cifra completa y reduciendo la media de uso. No obstante, la conciencia que examina el motivo por el que compramos cosas que luego, al no utilizarlas más, pasan a una nueva vida en lo que denominamos ‘economía circular’, va en aumento.
En el mundo hay más de 600 millones de taladros. La media de uso a lo largo de su vida será de no más de 13 minutos. No es sostenible. Estoy seguro que como este hay miles de ejemplos de productos que compramos, utilizamos muy poco y permanecen eternamente en un limbo inútil. Así, de ese modo, la industria de los taladros puede seguir fabricando más y más piezas que irán engordando la cifra completa y reduciendo la media de uso. No obstante, la conciencia que examina el motivo por el que compramos cosas que luego, al no utilizarlas más, pasan a una nueva vida en lo que denominamos ‘economía circular’, va en aumento.
El pasado lunes fue el día Mundial del Medio Ambiente y mi intervención semanal en TVE se centró en diferentes aplicaciones que nos ayudan a mejorar su conservación. Puedes conocerlas en el video que acompaña este post. Aunque no hablamos de la denominada economía circular puesto que dedicaremos de nuevo un programa a ella en concreto, si es cierto que uno de los modos más efectivos de conservar el planeta parte de este nuevo paradigma económico y social. La economía circular plantea la reducción del uso de materias primas y energía reutilizando y reciclando todo tipo de residuos. Es un intento de cambiar el sistema de producción lineal basado en la compra de productos y el consumo masivo.
A medida que las nuevas generaciones van imponiendo un modo de entender el consumo muy distinto al que se tenía en el siglo pasado, la economía circular va tomando posiciones. ¿Por qué comprar un vehículo si lo puedo compartir? ¿Por qué adquirir productos si puedo utilizar servicios? En una economía circular el valor de los productos se mantiene en un ciclo productivo superior por lo que la generación de residuos se reduce. También, es cierto, se reduce el beneficio de la explotación intensiva que conocemos. Por eso, cuando grupos de presión abogan por mantener modelos productivos caducos amparados en la contención laboral, el discurso debe referirse a las opciones económicas que también surgen de este tipo de modelo productivo.
El usar y tirar se va a ventilar el planeta. No tenemos recursos ilimitados y cada vez es más evidente. Dejando de lado las meriendas esas en las que se reúnen centenares de mandatarios para gloria y disfrute de ellos mismos como en Kyoto o París, solo nos queda la percepción individual de que desde la propia acción personal podemos hacer mucho. Yo no hago ni caso de los grandes acuerdos que no son vinculantes. Un cálculo rápido nos da el coste de lo que en la Cumbre sobre el Clima de París, esa que ha abandonado Estados Unidos, es imposible que se ponga en marcha. Les mola mucho eso de levantarse del asiento y aplaudirse a ellos mismos. Lo hacen a menudo y no recuerdan que en el tiempo transcurrido entre el anterior masaje y este no ha sucedido nada. Nada de nada que dependa de ellos.
Sin embargo en el mundo si pasan cosas. Pasan las cosas que las personas hacen. La estimulación de los cambios viene de la mano de la conciencia individual y la economía circular es uno de los motores más claros. De hecho son las acciones políticas más inmediatas, las municipales, las que desde el principio han supuesto un impulso importante. Fue la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, la que hace apenas tres años puso en marcha medidas que giraban en torno a la economía circular. Fue el primer modelo público que logró la participación ciudadana de manera importante. Además acertó en colocar en la mesa de análisis a plataformas tecnológicas cuya genética es precisamente imponer el servicio al producto.
Al año siguiente se sumaron a este tipo de iniciativas municipales ciudades como Milán, Londres, Lisboa, Copenhague, Bruselas, Ámsterdam o Roma. Las ciudades españolas tardaron algo más. De Latinoamérica aun estamos pendientes. Tuvieron que pasar dos años hasta que algunas ciudades españolas, como Sevilla o Granada, se sumaran a una de esas soflamas que quedará por ver si son útiles de verdad. Ya he comentado en otras ocasiones que el futuro pasa por las ciudades. Nos guste más o menos el hecho de que en un par de décadas tres cuartas partes de la población mundial vivirá en ellas. De ahí que términos como ‘smart city’ o ‘sostenibilidad municipal’ tomen una importancia radical. El problema es que, al igual que las ciudades inteligentes, podemos estar ante mucho discurso equivocado. Una ‘smart city’ no es un bosque de farolas que se encienden cuando pasa alguien o con wi-fi gratuito. Es mucho más complejo y parece que no todos lo ven necesario para autodenominarse ‘smart’.
Los días internacionales a favor del Medio Ambiente están muy bien. Ayuda a que se hable y no cueste demasiado dinero hacerlo, pero en nuestro modo de vida actual existen miles de formas para participar de esa conciencia que debe garantizar un mundo a nuestros hijos. Se espera que en 2030 se espera reducir un 65% los residuos totales en Europa y en gran medida vendrá de incentivar el consumo colaborativo, la transformación del producto en servicio y de la iniciativa de proyectos empresariales y tecnológicos que lo rentabilicen también. ¿Tú que apps utilizas para mejorar el medio ambiente? Piénsalo.
Colecciona momentos, no cosas. Aplicaciones para regalar objetos.
En la píldora de hoy de Economía de Futuro abordamos el mundo de las aplicaciones que permiten donar objetos a terceros concediéndoles una segunda vida cuando ya no los necesitamos. Pura Economía Circular. Ahora, regalar aquello que no usas a personas que realmente lo necesitan es más fácil que nunca. Solo tienes que darte de alta en una aplicaciónde consumo colaborativo como Helpin o Utilever y ofrecer lo que tienes. La persona interesada se encargará de recogértelo, o pagar los gastos de envío, y darle el uso que se merece.
En la píldora de hoy de Economía de Futuro abordamos el mundo de las aplicaciones que permiten donar objetos a terceros concediéndoles una segunda vida cuando ya no los necesitamos. Pura Economía Circular. Ahora, regalar aquello que no usas a personas que realmente lo necesitan es más fácil que nunca. Solo tienes que darte de alta en una aplicaciónde consumo colaborativo como Helpin o Utilever y ofrecer lo que tienes. La persona interesada se encargará de recogértelo, o pagar los gastos de envío, y darle el uso que se merece.
Pregúntate lo mismo que hemos preguntado a personas que nos encontramos por la calle. ¿Eres de los que acumula trastos en casa? ¿Cuántas cosas tienes en casa que no usas nunca? ¿Cómo te deshaces de lo que no utilizas? ¿Conoces las aplicaciones de consumo colaborativo? ¿Cuáles? ¿Las has utilizado alguna vez?
Si has decidido ponerle fin a tu incipiente síndrome de Diógenes, apuesta por el consumo colaborativo y regala tus objetos, en lugar de venderlos. Valora si realmente necesitas la cantidad de dinero que obtendrías por esa venta y si no es determinante para ti, dónalo. Tu acción, no solo te favorecerá a ti, sino que ayudarás a personas con menos recursos y participarás de una gran cadena de favores de la que algún día podrás beneficiarte. ¿Sabías que cada año, cada uno de nosotros genera más de media tonelada de basura? ¡Más 500 kg de residuos ocupan muchísimo espacio! Si conseguimos que parte de esta cantidad logre tener una segunda vida, podríamos reducir nuestros residuos enormemente y hacer del mundo un lugar un poco mejor. Colecciona momentos, no cosas.
Hablando de Economía Circular y del paso de producto a servicio en TVE.
El pasado jueves en ‘Economía de Futuro’ dentro del programa Tips de TVE conversamos del concepto ‘Economía Circular’. Existen muchos modos de afrontar el futuro inmediato, tecnológico, automatizado y robótico pero está claro que no se puede desligar esta Revolución Industrial 4.0 del hecho de que cada vez los recursos a los que atacamos se van a ir agotando y que el crecimiento económico y social debe tomar en consideración que éstos son finitos.
El pasado jueves en ‘Economía de Futuro’ dentro del programa Tips de TVE conversamos del concepto ‘Economía Circular’. Existen muchos modos de afrontar el futuro inmediato, tecnológico, automatizado y robótico pero está claro que no se puede desligar esta Revolución Industrial 4.0 del hecho de que cada vez los recursos a los que atacamos se van a ir agotando y que el crecimiento económico y social debe tomar en consideración que éstos son finitos.
Si toda la tecnología existente sigue basándose en el modelo económico lineal de ‘tomar, hacer y desechar’ en breve llegaremos al límite de la capacidad física de nuestro planeta. La economía circular es una alternativa viable explotan algunas empresas. Dos de esas empresas españolas fueron las que aparecieron en el programa. Se trató de dos vinculadas a la automoción: Avantcar y Drivy.
Ambas funcionan bajo un precepto que va calando en la generación Millennial: el paso de producto a servicio, el cambio de propiedad por uso compartido. Los Millennial no ven tan claro, como si hacen otras generaciones anteriores, que ventajas tiene el poseer algo en lugar de usarlo cuando se precisa. Le otorgan mucho más valor a la experiencia y al uso que a su propiedad. El futuro avanza hacia un universo de servicio y de arrinconamiento de la propiedad.
La economía circular, en algunos casos en relación con la economía colaborativa, y los entornos de relación empresarial que ahora sólo gestionan servicios en lugar de productos, de experiencias en lugar de propiedades, no harán más que cambiar.
Cambiarán en el diseño sin residuos, en el aumento de la resiliencia permitiendo los ‘upgrades’ de productos a fin de no desecharlos continuamente, trabajando en el uso de energías renovables, pensando en ‘sistemas’ en lugar de elementos para averiguar como influyen las partes de un todo y mejorar las relaciones entre ellos y, cómo definen en la Fundación Ellen MacArthur, pensar en ‘cascadas’ que significa extraer el valor adicional de cualquier producto o material en su propia destrucción. El ejemplo sería la descomposición por fases de algunos materiales naturales.
Sin duda un tema apasionante que ya no es una opción sino una obligatoria estrategia industrial y política. El tiempo corre en nuestra contra y en la de nuestros hijos y diseñar un futuro mejor, vinculado a la tecnología, exige que atendamos el significado de un ‘mundo automático’ desde una óptica sostenible.
El cambio radical en la sustitución tecnológica del trabajo profesional ya está en marcha.
Nos llegan noticias del futuro que cuentan que la Inteligencia artificial y los robots están listos para reemplazar en gran medida la fuerza laboral de hoy en día. La mayoría de profesionales creativos, o que precisan un punto de vista intuitivo e interpretativo como médicos, abogados, diseñadores y otros, creen que van a resultar indemnes a esa sustitución masiva. Se suele repetir que los trabajos amenazados son los repetitivos, los rutinarios. Tareas que puedan ser asumidas por máquinas y que permitirá siempre que la creatividad siga en manos de los seres humanos.
Nos llegan noticias del futuro que cuentan que la Inteligencia artificial y los robots están listos para reemplazar en gran medida la fuerza laboral de hoy en día. La mayoría de profesionales creativos, o que precisan un punto de vista intuitivo e interpretativo como médicos, abogados, diseñadores y otros, creen que van a resultar indemnes a esa sustitución masiva. Se suele repetir que los trabajos amenazados son los repetitivos, los rutinarios. Tareas que puedan ser asumidas por máquinas y que permitirá siempre que la creatividad siga en manos de los seres humanos.
La Harvard Business Review está trabajando en publicar todos los estudios y análisis que ponen en guardia esas afirmaciones de nuevo. Consideran que en apenas un par de décadas, justo en el punto exacto en que nuestros niños entren en la subasta laboral, todas esas profesiones habrán sido desmanteladas tal y como las conocemos ahora y, peor aún, como se las estamos presentando a los profesionales del futuro. Existen ocho campos profesionales vinculados a la salud, el derecho, la educación, la auditoría, los impuestos, la consultoría, el periodismo, la arquitectura y, como novedad, la religión. El diagnóstico de la Harvard Business Review es parecido al que muchas veces comentamos aquí. La evidencia de que el cambio radical en la sustitución tecnológica del trabajo profesional ya está en marcha y avanzando de un modo exponencial.
Más de 60 millones de desacuerdos entre los comerciantes de eBay se resuelven mediante ‘resolución de conflictos en la red’ en lugar de entre abogados y jueces. Tres veces el número de demandas presentadas cada año en todo el sistema judicial americano. Las autoridades fiscales de Estados Unidos en 2014 recibieron las declaraciones de impuestos electrónicos de casi 50 millones de personas que habían confiado en el software de preparación de impuestos online en lugar de profesionales de impuestos humanos. En WikiHouse, una comunidad digital diseñó una casa que podría ser ‘impresa’ y montada por menos de 50.000 euros. En 2011 el Vaticano concedió la primera impronta digital a una aplicación llamada ‘confesión’ que ayuda a la gente a prepararse para confesar sus pecados y recibir las instrucciones para redimirlos. La Iglesia considera que Dios está online.
La Harvad Business Review considera que estos indicadores, entre casi un millar más que en su espacio web publican regularmente, son la muestra de que el desafío más determinante al que se ha enfrentado la humanidad en cuanto a su modo de vida, ya ha empezado y nada lo va a detener. Cuentan que los médicos están utilizando listas de comprobación, los abogados se basan en los precedentes, y los asesores trabajan con metodologías. Todos bajo un prisma de automatización y sustitución como nunca antes habíamos pensado y cuya adopción se ha acelerado en los últimos cinco años de manera exponencial. Cosas impensables hace 6 meses están en marcha de manera natural en muchos despachos.
La afirmación de que algunas profesiones ‘son inmunes a los desplazamientos por la tecnología’ generalmente se basa en dos supuestos. El primero se refiere a que los ordenadores deberían ser incapaces de ejercer un juicio, ser creativos o sentir empatía. Cualidades indispensables en la prestación de un servicio que, digamos, se sitúa en territorio puramente humano. Sin embargo esa afirmación ya no se aguanta. Ahora sabemos que cuando el trabajo profesional se desglosa en varios componentes, muchas de las tareas que implica llegar a una resolución no dejan de ser rutinarias y basadas en procesos. La Inteligencia Artificial y la gestión masiva de datos no estructurados logran simular la creatividad al dividir procesos en partículas. Logran algo parecido al ‘juicio’ en base a un método interpretativo que no tiene nada que ver al modo en el que los humanos razonamos.
Existe otro problema que es de tipo conceptual. La insistencia en que los resultados de asesores profesionales sólo pueden ser alcanzados por los seres humanos que son creativos y empáticos, por lo general se basa en la idea de que la única manera de conseguir máquinas para superar a los mejores profesionales humanos sería copiando la forma en que trabajan estos profesionales. El error aquí es no reconocer que los profesionales humanos ya están siendo superados por una combinación de fuerza bruta de procesamiento con inmensas cantidades de datos y resoluciones derivadas de algoritmos notables.
Estos sistemas no replican el razonamiento humano ni nuestro pensamiento. Estos sistemas ya vencen a los mejores seres humanos en juegos difíciles, predicen la probabilidad de fallos en los tribunales con mayor precisión que los abogados, o resuelven de modo más exacto las probables epidemias permitiendo a los sistemas sanitarios actuar independientemente de órdenes humanas. La idea de que los sistemas piensan como humanos es un error conceptual.
La conclusión que nos sugieren es que nos preparemos y dejemos de lanzar balones fuera. No es ‘inteligente’ afirmar que todo eso no va con nosotros o que sucederá en un futuro lejano. Ya está pasando y llegará toda su intensidad en apenas una década. No atender esa llamada del futuro será un trágico error. Abrazar la automatización no será cómodo si se hace de improviso y precipitadamente. Existen pruebas de que no necesariamente se debe destruir empleo. Sabemos, analizando como se están industrializando algunos países que han ingresado en la Cuarta Revolución con mayor intensidad que otros, que el empleo no desaparece, se transforma.
Si se diseña un modo para compaginarlo todo, para atender a un mundo con una ocupación distinta, menor en algunos campos, superior en otros, con una economía circular y con una reinvención del concepto empleo que distinga entre ocupación y productividad, lograremos vivir en un mundo robótico, automático y tecnológico que nos permitirá ser más humanos, sociales y solidarios con nuestro entorno.