Estantes que interrogan
En una entrevista reciente cuestioné el futuro del márketing tal y como lo entendemos. Menos creatividad y más matemática dije. De hecho sigo pensando que los encargados en hacer atractivo un producto para que alguien lo compre deberá tener en cuenta “el gusto” de una nevera en lugar del de su dueño. Aquello que vimos en la película Minority Report está a la vuelta de la esquina. Tecnología de marketing lista para que los supermercados rastrean la edad y el género al pasar sus clientes. De hecho, en el gigante de los supermercados como Mondelez, ya hay estantes dispuestos con sensores integrados de Microsoft Kinect (más conocido por su utilización en gaming) que pueden determinar edad y sexo de los potenciales compradores que pasan frente a ellos.
Tengo claro que la internet de las cosas, la que necesita de dispositivos para establecerse, nos dará la clave en breve. Quien quiera vender algo en la red, deberá “convencer” a una máquina. Digamos que si nuestra nevera se queda sin queso y ella se encarga de pedirlo por la red, la selección algún día se basará en criterios técnicos o sustanciales a lo que un software pueda decidir. Big-data, algoritmos, experiencias o lo que sea marcará que quien te compré el queso no será un humano, lo acabará haciendo una máquina atrapada en el modelo móvil de su dueño.
A pesar de que Mondelez asegura que no piensa registrar los datos individuales si está empezando a gestionar la información agregada que obtiene del cruce de datos y así mejorar sus campañas de comunicación haciéndolas a medida. No deja de ser un estudio de mercado pero con un contundente cambio del modelo. Está claro que esos sensores no son más que la punta del iceberg de algo mucho más complejo y que a buen seguro interactuarán con teléfonos inteligentes y todo tipo de dispositivos. Relojes inteligentes o las propias Google glass podrían ser devices ideales para “informar” a una plataforma como las que Mondelez ya está instalando en sus supermercados.
Es el big data analógico y dispuesto para atacar los más pequeños detalles. Un sensor capaz de medir tiempos, elecciones de productos según posiciones, atender miradas y sofisticados cuadros de descartes determinarán nuevos aspectos de la comunicación empresarial.
Hay ejemplos que pueden dar detalles e intuir por donde iremos. El socialshopping, grupos de compra o visualización comparativa y otros, pero creo que todo eso está a años luz de lo que se avecina. Son aristas de algo mucho más transversal y disruptivo. Tendrá que ver con el talento global que se reproduce en ese escenario, con ideas conectadas que permitirán que la sociedad sea mejor en sus hábitos de consumo, estimularán una sociedad más inteligente y donde esos cambios aparecerán desde la inteligencia comercial colectiva y desde la gestión de datos como nunca antes se ha visto. El big data parecerá un juguete de pre-escolar. Nada permanecerá como lo vemos hoy, el futuro acaba de empezar.
Imaginemos que un cliente coge un objeto (el sensor lo detecta cual) pero al cabo de un tiempo (el sensor detecta cuanto) lo deposita de nuevo. Finalmente elige otro o simplemente cambia de producto (también lo detecta). Un mundo de datos y análisis empiezan en ese instante. Si además el smartphone del cliente potencial ofrece en abierto información a cambio de recibir ofertas o derivados y eso permite a la empresa saber que modelo de gasto, frecuencia y gustos genéricos tiene la ecuación es infinita pero tremendamente eficiente.