Sin hoja de ruta
Dicen que algunos políticos añoran ser como Mickey Mouse, “alguien que encandila a todos y que es el protagonista de la fiesta a la vez que logra que todo el mundo olvide que no es más que una rata”. Viendo como va tomando camino el ridículo espectáculo sobre Eurovegas o el BCN World, está claro que la voluntad de los que dirigen el asunto no es más que sobrevivir y a costa de lo que sea. Durante dos décadas dejamos pasar que la bonanza económica fuera testigo de dispendios, corruptelas y onanismo generalizado. Al evidenciarse el desastre y con él la apertura de un telón siniestro pudimos ver el verdadero espectáculo. No había nada, sólo tochos y ladrillos mal puestos uno encima de los otros en una orgia infecta que no permitirá salir del agujero a un país que se las prometía de octava potencia mundial.
Ahora, ante la irrenunciable asignatura del futuro a medio plazo, una pandilla de inservibles que permanecen por no tener competencia directa, mantienen la esperanza humillante de construir una mierda enorme donde ludópatas de medio mundo puedan acercarse y saciarse a gusto. Lo peor no es eso. De hecho, atendiendo a que seguramente cualquiera de las dos propuestas fueran un fuente turística complementaria a la actual que ya tiene España, podría incluso ser aceptable. Lo tóxico es el discurso que acompaña todo esto y lo vacío del concepto. Por supuesto, en cada nuevo macro proyecto hay un “creará empleo” como si eso permitiera saltarse cualquier barrera de la decencia. Además la merienda en cuestión carece de destino, eficiencia (hasta la fecha), credibilidad (financiera) y estudios que lo soporten.
Asociarse con según quien es prostitución en segundo grado, pretender convencernos a todos de la benevolencia de estos proyectos es tomarnos por “idiotas a las tres” y asegurar que todo esto generará miles de puestos de trabajo es campaña electoral en modo “borderline”. Que me perdonen sus señorías, excelencias y maestros del disfraz, pero continuar con este cuento de los dos super complejos es un error de libro que además, previendo que no se llevarán a cabo o que serán meras maquetas de lo previsto, todo el ruido generará más daño que bien. Aun recuerdo cuando un Conseller de la Generalitat me convocó para “hablar del futuro Sillicon Valley en Europa que pensaba ubicarlo en terrenos del Baix Llobregat”. En mi memoria, de todo cuanto pasó, me quedo con la maravilla de café y de pastas que puso sobre la mesa el hombre…
Estamos ante un error más moral que ejecutivo pero que desembocará en lo inútil, caro y nocivo. Primero porque una cosa es mostrar lo que quieres hacer y otra que lo puedas llevar a cabo. Ninguno de los dos logrará el paquete económico para empaquetar el bollo. No tienen un duro ni lo tendrán hasta la cifra que se necesita. Si llega, lo que llegará será dinero hipotecado a fondos externos que se quedarán el asunto. Deberemos agradecer que empresarios chinos, rusos e indios gestionen todo ese tinglado a cambio de empleos que todavía no sabemos ni de que pie calzarán.
En segundo lugar, es una fábula creer que el turismo español no se resentirá por una apuesta exterior tan “fabulosa” (siento la redundancia). La competencia a la gallina de los huevos de oro (turismo) está en franco crecimiento. Países con algunos conflictos internos se preparan para, una vez los abandonen, asaltar al cliente que viene al imperio ibérico. Tenemos constancia de que otros ya nos van ganando la partida poco a poco. Mantener el escenario turístico de los años sesenta y estimularlo al máximo con estas entelequias es un error mayúsculo. El cambio de modelo debe ser transversal y atender también a sectores como este que no puede mantenerser inmóvil ante este desastre. Muchos activos del turismo ven en esos dos focos de atracción de turistas la salvación. Consideran que están cerca de donde todo pasará y que de ese modo rascarán. Es el típico ejemplo de las lavanderías. Nos dicen que como habrá muchos hoteles, las lavanderías de las ciudades cercanas tendrán mucho trabajo. Olvidan que lo normal, en este tipo de macrocomplejos es que los trapos sucios se los laven en casa.
Lo tercero es la clarísima apuesta por al economía sin valor añadido y sin futuro al que nos abocan aquellos que no entienden de esto. Sinceramente dudo que algunos de esos que dicen “tener clara la hoja de ruta” tengan clara la “ruta donde está la hoja”. Creo sinceramente que escribieron dicha ruta en papel higiénico y luego se limpiaron lo pertinente. Era más rápido, seguro y menos arriesgado. Apostar es duro, tomar medidas complejo.
Aquí dejo varias opciones alternativas para crear empleo lejos de lo que supondría recuperar sistemas caducos, repletos de fisuras y lejos de opciones de valor. El modelo de crecimiento de este país precisa de un cambio real que aproveche el nuevo rumbo de la economía y las aventuras que se proponen. Si ese tren nos esforzamos en no cogerlo a cambio de quedarnos en la estación porque nos han montado un circo enfrente, el tema será dramático a medio plazo, ese plazo que los que deberían de pensar en él, no son capaces de ver. Aun quedan opciones, oportunidades y camino por recorrer. Mucho que sufrir y aportar, sacrificar, pensar y arriesgar. Pero aun se puede. Depende de nosotros pues de “esos“ poco o nada, en estos momentos, podemos esperar. La mayoría están pendientes de no caer en las listas del paro. Así es difícil esperar gobiernos valientes, tambien es verdad.
Ecosistema emprendedor
Desde hace unos meses participo en uno de los programas de innovación impulsados por el BCIE que vincula el territorio con la innovación. Obviamente las diferencias entre Europa y Guatemala, por ejemplo, son enormes y las características de la llamada smart city de vanguardia y los proyectos de desarrollo para generar territorios inteligentes son todavía muy distintas. Sin embargo pienso que hay una génesis que iguala espacios y políticas, voluntades y experiencias y sobretodo espíritu emprendedor con acción pública. Cuando hablo de administración lo hago desde el punto de vista que es ella la que debe facilitar los mecanismos para lograr que un espacio concreto se convierta en un ecosistema de innovación y emprendeduría tecnológica. Las hiperciudades se fomentan desde todos los ámbitos.
Al hablar de ecosistemas me refiero a algo más que un barrio super cool en la parte norte de una ciudad o un saco de empresas desarrolladoras de software replicado que ocupe tres edificios pintados con letras gigantescas. En el reto latinoamericano lo que prima es la voluntad de estimular ciudades que generen proyectos. En Europa eso podría bien establecerse como entornos urbanos con vocación innovadora que por ahora son demasiado puntuales y no responden a una verdadera explosión creativa.
Escenarios como Boston, Sillicon Valley, Singapur, Bangalore y Shanghai son ejemplos de lo que sería un ecosistema para la innovación. Son ciudades que no hacen más que atraer talento pues son tremendamente creativas y donde lo público y lo privado se mezclan en las fases de investigación de manera natural y donde los incentivos fiscales y administrativos sólo hacen que facilitar los procesos.
En Europa es más complicado encontrar territorios amplios que puedan entenderse como ecosistemas por si mismos, es más habitual concretar en edificios que se denominan parques tecnológicos o de investigación. Por supuesto son destacable e imprescindibles, de hecho IDODI tiene una de sus sedes, concretamente la que se dedica a incubar empresas, en el Parc Científic i Tecnològic de la UDG. En Toulouse, Dublín, Londres, Helsinki, Goteborg, Estocolmo, Heidelberg, Munich o Berlín se están desarrollando modelos más complejos y que pueden dar por válido que las fronteras de un Valley tecnológico no son definibles de modo sencillo.
El futuro de Europa en general, de cada uno de sus comunidades, dependerá de la capacidad de evolucionar el sistema económico hacia actividades cada vez más intensivas en los elementos del conocimiento. Ya sabemos que pasa cuando un modelo económico se centra en actividades de baja cualificación. Lo peor no es haber simulado un estado económico irreal, lo duro es comprobar como ahora no hay nada bajo nuestros pies que sea capaz de soportar la cimentación de un nuevo mundo.
El desarrollo de actividades que se centren en el talento surge en entornos urbanos muy concretos y que podemos denominar de muchos modos. Pueden ser ecosistemas y pueden ser innovadores, pero a mí me gusta vincularlos con el estímulo emprendedor pues considero que es el gancho propicio para que esos espacios sean realmente volcanes de creación y que ayuden a estructurar un nuevo modelo de crecimiento. Los llamaré ecosistemas tecno emprendedores.
El trabajo en el que participo y que estamos elaborando sobre las ciudades tecno emprendedoras se centra en la digitalización productiva pero también en la modernización del concepto de ciudad tal y como la entendemos ahora. Trabajan sociólogos, arquitectos, emprendedores y agentes públicos en el diseño de un territorio mucho más estimulante y que estoy seguro puede ser inspiración para otras partes del mundo.
Las ciudades del conocimiento o también llamadas ciudades compactas surgen como un nuevo modelo de espacio para la innovación y espero que para emprender. Si se mezcla el entorno urbano natural reformado para la acomodar un modelo de vida más abierto y actualmente cultural con la estrategia económica en pools empresariales conectados internacionalmente y además con los canales que permitan la investigación para la innovación se propicia una nueva actividad económica capaz de atraer talento y empresas de todo el mundo para facilitar el nacimiento de tecnoemprendedores.
Hace varios años, fui invitado por un Conseller de Innovación de la Generalitat para que tratáramos este tema. Cuando le expliqué lo que yo veía al respecto el hombre me dijo que “no me entendía”. Le agradecí la sinceridad pero obviamente fue el detonante para que me levantara y dejara la reunión de un modo educado. Yo no tenía tiempo que perder, al parecer él si. Hace unos días me citó un Director General de otro departamento pero del nuevo gobierno catalán. A parte de relatarme como Messi se convertirá en el mejor jugador de fútbol del universo conocido me hizo la relación de los motivos por los que no dedicarán un centavo a este tipo de iniciativas, además, como dijo “cuando venga Eurovegas todo esto no tendrá importancia, hay que aceptar lo que somos y lo que tenemos”.
Intenté hacerle ver que este tipo de ecosistemas desde una perspectiva local pueden ser un ejercicio interesante para definir las acciones a tomar en el futuro inmediato. El buen hombre, debido a tantos años desayunando naftalina en su despacho municipal, me dijo “ya tenemos parques y sitios donde la tecnología se desarrolla y además nos cuesta un dineral que nos iría muy bien para otras cosas”. Obviamente no entendió que muchos de los parques científicos y tecnológicos que existen hoy en día en nuestro entorno no están diseñados para evolucionar hacia ecosistemas innovadores que bien pudieran dinamizar la tecnoemprendeduría. La consecuencia es que sus resultados son más que previsibles y su contribución al proceso de cambio ineficiente.
La inversión en investigación y desarrollo no se traslada a la competitividad. Seguramente se debería de trabajar de otro modo y así lograr pulir esas diferencias con otros entornos que si lo están consiguiendo. ¿Por qué no intentarlo? En lugar de anunciar recortes, subidas impositivas y programas de juguete para apoyar hipotéticamente a emprendedores con un puñado de euros, deberíamos pensar como vinculamos la universidad y el mundo emprendedor desde un punto de vista tecnológico y con voluntad de generar ecosistemas tecnoemprendedores de una vez.