¿Crisis o revolución?
Yo no soy emprendedor, soy saltador. Tenemos la suerte de estar viviendo un instante en la línea del tiempo que trastocará definitivamente el mundo que conocemos. Considero que lo que seamos en este período no es lo fundamental sino que lo esencial es como lo vivimos y en que participamos. La cosa no está en ser emprendedor, funcionario o asalariado, lo destacable es integrarse en el proceso que define este extraordinario momento de la historia. Todas las revoluciones se vivieron como crisis en el momento que sucedían. Suelen ser llamadas crisis por quienes son contemporáneos a esa franja de la historia y revolución por quienes la sobreviven o estudian años después. Este es nuestro caso pues vivimos revoluciones asociadas y en un cruce extraordinario de tipologías.
Lo de ahora es como un parto, doloroso y crítico, pero que en el tiempo nos mostrará que no era más que una revolución como lo fuera en su día la industrial o la imprenta. En estas cuatro o cinco décadas, mientras muchos conviven con su crisis, otros disfrutamos de nuestra revolución. Para dejar de vivir en crisis y vivir la revolución yo incorporo a mi vida cuatro rasgos: la incertidumbre, la vitalidad, la inestabilidad y la deconstrucción.
Hace años que interpreto mi vida como una constante búsqueda (deseo de innovar) de retos, experiencias y sueños. Siempre lo hago bajo la esperanza de que, si este es un momento excepcional de la historia, que no se me pase la oportunidad de haberlo vivido. Las características de mi circuito son la incertidumbre, la vitalidad, la deconstrucción y la inestabilidad. ¿Los tuyos?
Sueña o muere
En el país de las “desimputaciones” el sol se pone al revés. Los que deberían estimular desaniman y los que tienen la obligación de atemperar incendian. Así ha sucedido siempre y costará que deje de pasar por arte de magia. Pero pasará que sin mediar palabra la sociedad se alzará y causará un destrozo considerable, eso es ya casi una apuesta segura. Nada puede mantenerse como sigue, ni por cansancio ni por ineficiencia. Sin embargo, mientras llega ese momento, los que nos jugamos a diario todo cuanto tenemos, seguimos atados de pies y manos a la inservible maquinaria de los hombres de piedra.
No es resentimiento, ni rabia, ni nada que se le parezca, es simplemente asco. Cuantos han logrado convertir en fango los sueños de una generación desahuciada a diario merecen un castigo. Los que han humillado a miles de adultos que ahora se arrastran por el comedor de sus padres, ya jubilados, esperando no molestar como mendigos de su pensión, merecen un bofetada con la mano abierta. Somos herederos de banqueros que siguen riéndose de todos los llantos y toda la mierda que han acumulado en la puerta de sus despachos porque a ellos el ambientador emocional les funciona que ni hecho a medida. Somos responsables de haber elegido a quienes siguen otorgando favores a éstos.
Y en eso, ahora, nos venden que aquí todo dios puede ser emprendedor, que todos deben casi serlo por obligación. De este modo el listado de inservibles viviendo del asunto ahora llamado “emprender” aumenta de forma exponencial. Tenemos asesores de emprendedores que no emprendieron nada, estimuladores del emprendimiento que no estimularían a nadie, dinamizadores de emprendedores totalmente desanimados, aceleradores de startups que no conocen ese pedal, eventos emprendedores que no son más que un bucle con subvenciones bien estructuradas, becas emprendedoras que lavan la conciencia de bancos y organismos públicos, leyes que nunca llegan y que si llegan no serán más que cosmética populista y programas de ayuda que no son más que modalidades sofisticadas y empapeladas en celofán que obligan a endeudarse de una u otra forma previamente.
Según la OCDE, el 44% de los españoles entre 25 y 30 años que tienen ocupación, están trabajando en algo que requiere menos habilidades de las que tienen. Los jóvenes españoles no van al trabajo pendientes de vivir retos, sueños y expectativas de crecer emocional y profesionalmente. Muchos van pensando que allí no va a pasar nada excitante, que lo importante es que pase el tiempo. La educación es pura instrucción, no hay debate, pensamiento o crítica. Nadie enseña a nuestros hijos el valor del fracaso, a perseguir sueños a pesar de no ser “rentables”, a emprender como valor de libertad y no como factor de enriquecimiento. No les enseñan a entender que un negocio es mucho más que una oficina, una fábrica, un campo de cultivo, un comercio o un escenario de venta, nadie les indica que también son espacios de conclusión, de rescate espiritual y de relación humana, de cooperación, de suma intelectual, de talento y de prosperidad.
Hubo un tiempo, cuando yo estudiaba, que me decían que la vida “ahí afuera” era una jungla, una competencia feroz donde solo sobrevivían los más fuertes, los más preparados y los más fríos. Me lo creí. Tardé tiempo en ver que así no se disfrutaba y que no era el mundo exactamente así, era yo que lo veía de ese modo influenciado por la manera de mostrarmelo que tuvieron en la facultad. Hoy, los que representan el pasado, las formulaciones antiguas de los negocios analógicos, oscuros y lejanos de los tiempos que vienen (y llegarán) mantienen esa actitud agresiva, defensora de valores en quiebra. Se equivocan.
El desastre social, financiero, político y ético que vivimos no es más que esa fractura que se ha empezado a producir justo encima de nuestras cabezas. Estemos tranquilos, dañará a muchos inocentes, pero sobretodo a los que estén pendientes de si se les cae el techo. Mientras tanto recomiendo seguir disfrutando de este momento histórico que nos tocó vivir. No es una época de cambios, es un cambió de época como nunca antes hemos vivido. Tal vez no hay momento en la historia que se pueda equiparar por su trascendencia a los treinta o cuarenta años que nos están pasando por encima.
No dejemos que los que se apuran por aminorar la marcha de esta fase histórica logren alguno de sus objetivos. La corrupción y su medicación dosificada es desastrosa para la modernidad y las mejoras. Convivimos con esa bacteria que corroe, que ensucia a la buena gente por verse incapaz de enfrentarse a la injusticia. Por desgracia, parece que no nos queda más que gritar e indignarnos. Confío en que a medida que todo un cambio genérico y generacional vaya tomando cuerpo, muchos de esos que ahora perseveran en su mediocridad manifiesta, pierdan su sillón de alcántara, su visa oro pagada por todos y los privilegios que nadie les otorgó y que tomaron sin preguntar. Sigamos firmes en eso que algunos llaman indignarse, otros emprender, algunos votar y muchos simplemente vivir. Yo me decanto por soñar, viajar, emprender y vivirlo con mi gente, mi equipo. Cada uno debe tomar una decisión acerca del momento que nos ha tocado vivir.
Vengo de una familia humilde. Nadie me ha regalado nada. Mi madre trabajó hasta la rotura y mi padre vio como su negocio se desvanecía ahogado a impuestos, tasas, recargos e impagos. Son gente extraordinaria que me anima a seguir haciendo lo que hago si eso es lo que deseo. Sigo firme en mis convicciones, en montar empresas, en hacerlas crecer y en venderlas, en poner todo lo que tengo una y otra vez, siempre con la misma energía. Me la seguiré jugando por lo que creo y disfruto a pesar de que cada vez es más arriesgado. Lo haré de nuevo aunque pudiera salir mal. Lo haré a favor de mis anhelos, pero en contra de los que quieren vernos parar, detenernos, dejar de ser críticos, analíticos y soñadores.
Hay mucha gente cazando #dreamers, muchos que esperan agazapados hasta que te ven volar. Conozco a muchos que, a pesar de ello, seguiremos montando empresas incluso con lo yerto que está el terreno. Lo haremos en España o donde sea, donde nos permitan levantar de nuevo el vuelo. Lo haremos con la misma energía, valor y responsabilidad, sabiendo que muchos amigos, colaboradores y socios van a nuestras oficinas pensando que nuestros sueños son, en gran medida, de la misma sustancia de la que se componen los suyos.
Lo haré aunque sea para que estos sinvergüenzas, esqueléticos morales e inservibles no me quiten lo único que nos queda: la dignidad. No te creas eso del “emprende o muere” que repiten estos días hasta la extenuación, quédate con el “sueña o muere”, pues esa es la verdadera esencia de lo que te hablo todos los días en este blog.