Un 4% más de tierra cultivable deberá alimentar a 2.000 millones de bocas más.
Hectáreas y hectáreas cultivadas sin intervención humana. Por lo menos aparentemente. Trabajadores del campo que ven como su actividad es sustituida por automatismos, robots o sistemas inteligentes. Algunos lo ven como una amenaza, como siempre, y otros lo vemos como un desafío, una oportunidad inédita. De esa segunda opción hablé hace un par de semanas en Lisboa durante mi conferencia ‘reWorking, the future doesn’t wait’ en la versión en lengua inglesa. El evento, organizado por la sociedad de capital riesgo portuguesa Naves, mostraba la evidencia de que en Europa se está disputando una batalla por capitalizar el concepto ‘agrotech’. Lisboa, París, Berlín y Málaga son los que están apostando más fuerte. De hecho la candidatura española para serlo se mostrará en el Smart Agrifood Summit de junio y que llevará a la capital andaluza toda la vanguardia de la tecnología en el sector.
Hectáreas y hectáreas cultivadas sin intervención humana. Por lo menos aparentemente. Trabajadores del campo que ven como su actividad es sustituida por automatismos, robots o sistemas inteligentes. Algunos lo ven como una amenaza, como siempre, y otros lo vemos como un desafío, una oportunidad inédita. De esa segunda opción hablé hace un par de semanas en Lisboa durante mi conferencia ‘reWorking, the future doesn’t wait’ en la versión en lengua inglesa. El evento, organizado por la sociedad de capital riesgo portuguesa Naves, mostraba la evidencia de que en Europa se está disputando una batalla por capitalizar el concepto ‘agrotech’. Lisboa, París, Berlín y Málaga son los que están apostando más fuerte. De hecho la candidatura española para serlo se mostrará en el Smart Agrifood Summit de junio y que llevará a la capital andaluza toda la vanguardia de la tecnología en el sector.
El sector agrícola tiene tres referencias mundiales cuando hablamos de cómo le afecta la Industria 4.0., son Silicon Valley, Reino Unido e Israel. Especialmente este último. Un país que crea 2 startups cada hora no hace más que trasladar todo el talento e innovación a todos los campos industriales que puede. De ahí que no diferencien en incorporar la Inteligencia Artificial a un coche autónomo o a un campo de cultivo de remolacha. Para ellos es lo mismo: eficiencia y futuro sostenible. Y es especialmente de eso que hablé en esa conferencia, de eficiencia, tecnología y futuro. Aun no siendo experto en temas agrícolas, intenté comparar el estado de desarrollo tecnológico actual en el sector y mostrar los retos a los que se enfrenta a partir de las herramientas que ya son realidad en muchos lugares.
Plantar, mantener y cosechar cultivos lleva tiempo, energía, dinero, mano de obra, recursos y muchas cosas más. Uno de mis clientes es la compañía americana NatureSweet, la cuál, está experimentando con el uso de la inteligencia artificial para controlar los tomates a lo largo de su temporada de cultivo. Las cámaras instaladas en el invernadero toman imágenes frecuentes de las plantas, y un algoritmo identifica señales visuales de problemas emergentes como plagas y enfermedades. La retroalimentación instantánea de este método permite a los productores tomar medidas inmediatas para remediar los problemas, mientras que antes, solo los buscaban una vez a la semana, momento en el que cualquier daño significativo podía ser irreparable.
La agricultura moderna, llamada agrotech (e-agricultura se queda corto) obliga a que los agricultores tomen decisiones sobre el uso de los recursos existentes, del suelo, del agua o de la energía mediante el uso de esa nueva tecnología. El ‘farmer’ moderno no pisa tanto el campo, lo observa con una cámara. O mejor dicho, lo lee tras ver como un algoritmo analiza lo que ve esa cámara. Pero un agricultor tiene cualidades que no tiene ningún algoritmo: intuición, experiencia, creatividad y décadas de técnicas tradicionales en sus cajas de herramientas. De ahí que estén combinando ese conocimiento irremplazable con algunas de las tecnologías más avanzadas que existen hoy en día. Este compromiso con la agricultura de precisión les ayuda a usar menos recursos mientras mejoran las cosechas y reducen su impacto sobre el medio ambiente.
Y es que esto va de ‘eficiencia’ no de crecimiento. Va de medio ambiente, va de ser sostenible. La tecnología debe ser para eso y ahí no hay una expulsión sistemática del ser humano sino un nuevo espacio de relación con la producción agrícola o ganadera. Y es que las operaciones agrícolas son cada vez más sofisticadas, una tendencia que se acentuará. Los primeros éxitos para el sistema de inteligencia artificial de NatureSweet como decía, incluyen rendimientos en la cosecha que llegará hasta un 20% más eficientes.
Entonces, ¿es la Inteligencia Artificial el futuro de la agricultura? Con drones, robots y sistemas inteligentes de monitoreo que ahora se utilizan con éxito en investigaciones y ensayos de campo, inteligencia artificial o aprendizaje automático, es evidente que se revolucionará el futuro de la agricultura a medida que la próxima fase de la agricultura de ‘ultraprecisión’ vaya llegando. Eso es innegable. Pero, ¿por qué es necesario ser tan insistente con estas adopciones tecnológicas? ¿por qué considero que esa necesidad es especialmente importante en cuanto a la Inteligencia Artificial en la agricultura? Te lo diré. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la población mundial llegará a 9.200 millones para el año 2050. Dentro de 10 minutos. Esto significa que el sector agrícola mundial estará sometido a la mayor presión que jamás haya tenido con 2.000 millones más de bocas que alimentar en las próximas tres décadas. Sí, justo cuando tu hijo tenga tu edad. Es decir, repito, en un rato.
El problema viene de que sólo hay un planeta si Elon Musk no pone remedio. La superficie disponible estimada que se podrá aumentar a la existente será solo de un 4% adicional. Me da que no será una opción sembrar más campos. Lo que se necesitará, por lo tanto, será una mayor eficiencia dentro de los métodos agrícolas actuales ya que los agricultores deberán ‘hacer más con menos’. Esto si me apuras vale para todos los sectores, evidentemente tambien en el ámbito urbano. Aprendamos a conjugar el verbo ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’.
El papel del capital riesgo en el cambio de modelo de crecimiento de un país.
En los últimos meses se está viviendo un aumento significativo de las inversiones internacionales en startups en la zona de inversión cercana a las denominadas ‘Series A’, momento en el que entran en acción los Venture Capital en rondas que no suelen ser superiores a los 5 millones de euros de startups, que en la mayoría de los casos aun no tienen beneficios pero si importantes ingresos. Suele ser el momento en que por primera vez la compañía se ofrece a inversores profesionales.
En los últimos meses se está viviendo un aumento significativo de las inversiones internacionales en startups en la zona de inversión cercana a las denominadas ‘Series A’, momento en el que entran en acción los Venture Capital en rondas que no suelen ser superiores a los 5 millones de euros de startups, que en la mayoría de los casos aun no tienen beneficios pero si importantes ingresos. Suele ser el momento en que por primera vez la compañía se ofrece a inversores profesionales.
Dónde estoy pudiendo vivir en primera persona el auge de este punto de inversión es en Irlanda. Las startups con base en Dublín, Cork, Galway o Limerick especialmente están viendo un aumento sin precedentes de capital por parte de inversores norteamericanos que han dejado de lado el interés en las grandes compañías y se están centrando en las de este tamaño más moderado.
A pesar de que algunas compañías locales cierran rondas muy significativas como Intercom con casi 44 millones de euros, lo normal es que el grueso de la inversión se centre en Series A y Series B de entre 2 y 10 millones. El total de capital invertido, en lo que llevamos de año en este pequeño país ya dobla al que se invirtió en el mismo período el año pasado. Digamos que sigue viniendo y cada vez en mayor cantidad capital procedente de los venture capital americanos que tienen aquí uno de sus puntos principales de inversión. De hecho sólo superado por Israel.
Por poner ejemplos, en un año, en sólo 8 rondas se han invertido 220 millones en startups locales. Como decía la mayoría de este capital proviene de fondos de Estados Unidos donde el mercado está algo sobre calentado y dónde encontrar rondas en Series A asequibles cada vez es más complicado.
Un estudio de Partners Mooreland muestra que Irlanda es el segundo mayor mercado dónde se producen ‘exits’ per cápita. También refleja un dato que podría ser interesante para otros mercados e incubadoras de negocio en otros países. Aquí en Irlanda la inversión semilla es tremendamente baja, poco eficiente y relativamente difícil de alcanzar. Digamos que, cómo los foros de inversión están plagados de fondos americanos, la exposición que se genera es la que puede ser atractivos para éstos que suelen buscan Series A.
La diferencia entre una Serie A en España a la que suele vivirse aquí radica en el importe y en el método. En España y otros países europeos las rondas Serie A suelen ser de acompañamiento. Se buscan entre 2 y 5 millones y se diluyen los primeros inversores. Pocos suelen acompañar y mucho menos vender su parte. En Irlanda esto suele ser un gesto anecdótico. Lo que suele pasar es que en plena Serie A un fondo americano ponga entre 5 y 10 millones y elimine del accionariado a los primeros inversores dejando sólo a los emprendedores. Esto permite hacer un ‘exit’ rapido si has invertido en ellas. Justo lo que planteamos en Idodi Venture Capital por cierto.
Irlanda apenas tiene 7 millones de habitantes. Un cuarto de millón de su población trabaja en algo vinculado a la tecnología. Se crean 147 startups diarias y el índice de mortalidad de estas empresas suele ser la mitad que en otros lugares. El monto el año pasado en inversión proveniente de capital riesgo fue de casi 700 millones de euros, del cual sólo un 6% fue para capital semilla.
En este país el 94% del capital público que se aporta en estas rondas es para modelos de internacionalización. El crecimiento no se entiende de otro modo puesto que el mercado local es muy pequeño. Además ese crecimiento debe enfocarse a Estados Unidos lo que encaja muy bien con lo que espera el capital privado ‘yankee’ que busca invertir en estas mismas empresas en rondas posteriores. Estos fondos americanos especialmente no suelen invertir sino perciben que el capital público local también lo hace.
Por eso, la institución Ireland Entreprise invierte en una gran cantidad de proyectos de la mano de estos fondos. Se coordinan, se establecen reglas y modelos de seguimientos conjuntos. No es a fondo perdido, no es 'ahí te dejo la pasta y ya me la devolverás si puedes', no son créditos. Es inversión estratégica y conjunta. Implicación directa en el día a día de las startups. Está todo encajado y muy bien diseñado. Tengo la suerte de colaborar en sus programas desde hace un año y me parece excepcional el modelo que bien podría exportarse a nuestro país.
En los últimos cinco años, en plena crisis crediticia, 1000 startups basadas en Irlanda han recibido 2,4 billones de euros en capital riesgo, recaudados casi exclusivamente por los gestores de fondos de capital de riesgo internacionales apoyando durante este periodo a la creación de hasta 20.000 puestos de trabajo tecnológico.
Sin embargo, sin querer establecer comparativas odiosas, sin querer desmerecer nada que suceda en España por ejemplo, es importante mirar que sucedía al mismo tiempo en nuestro país. Cómo se nos vende una cosa y sucede otra. En España se dice que la financiación en capital riesgo está en un gran momento. Que se levantaron cerca de 600 millones de euros en startups locales el año pasado.
Una inversión algo inferior incluso a la de Irlanda que si comparamos el papel que juega la economía de uno y otro país en la escena internacional veremos que no es razonable estar satisfechos con esa cantidad. Visto per cápita es incluso insultante. El atractivo de un mercado de inversión lo es por la rentabilidad que ofrece, por el ecosistema que se potencia y por la proyección de las startups que nacen. El capital público debe ser inteligente, influyente, no sólo puede ser un crédito a fondo perdido.
Esperar que el cambio de modelo de crecimiento de una sociedad se produzca por casualidad es un error. España y otros países europeos deben apostar por este tipo de compañías que llevan en su ADN la innovación y el potencial cambio en todos los modelos económicos. Viviremos en breve una revolución sin precedente en el sector bancario con el denominado ‘Fintech’ al igual que pasará en otros sectores. Es urgente que los programas de aceleración, creación y apoyo a startups basadas en España sean potentes. Una legislación más sencilla y eficiente, una fiscalidad atrayente y un mercado laboral atractivo para atraer talento exterior es la clave. A partir de ahí viene se puede pensar en que el capital venga a invertir en esas empresas.
Sólo a título informativo. Muchas de las startups que están ubicadas en Irlanda no tienen beneficios. Invierten todo en crecimiento. De este modo no se benefician del único tributo realmente interesante que hay en la fiscalidad local, el impuesto de sociedades que sólo sirve si tienes beneficios. El resto de impuestos y mínimos laborales son mucho peores que en España por ejemplo. Sueldo mínimo de algo más de 1600 euros, seguros, despachos, controles y otros logros laborales suponen dificultades notables que se contrarrestan a lo verdaderamente interesante. Un atractivo marco para atraer trabajadores extranjeros, ayudas para financiar programas de investigación, soporte legal y administrativo muy intenso y, sobretodo, la facilidad para montar una empresa, transferencia tecnológica entre universidad y empresa y todo lo que tiene que ver con la administración de la misma. A veces, no todo es un tema fiscal. Atraer inversión depende de tener el talento y el talento se le tiene que formar y facilitar su acceso.
Cuando hablamos de inversión en capital riesgo solemos ver sólo un modelo especulativo. Sin embargo cuando el ecosistema de inversión es eficiente se genera un modelo que se transfiere a todos los aspectos de la economía, la moderniza, aplica en el mercado laboral y permite un crecimiento sostenido. Irlanda crece cerca del 7% y lo hace fundamentalmente apoyado en la exportación, la tecnología y en los nuevos modelos económicos que van asentándose en nuestro mundo moderno.
'Smart Regions' y políticas activas para afrontar el futuro.
Me pedía un amigo que explicara algo de cómo podría un gobierno afrontar el momento actual y de cómo una país, región o ciudad, abrazar ese futuro tecnológico y revolucionariamente digital que vivimos. Os traigo un ejemplo que vivo de cerca y que es, sin ser perfecto, significativo e inspirador.
Me pedía un amigo que explicara algo de cómo podría un gobierno afrontar el momento actual y de cómo una país, región o ciudad, abrazar ese futuro tecnológico y revolucionariamente digital que vivimos. Os traigo un ejemplo que vivo de cerca y que es, sin ser perfecto, significativo e inspirador. La revolución industrial en la que estamos sumergidos, la cuarta, la nueva o la última, llámenla como quieran, el nominativo definitivo lo pondrán nuestros nietos, es algo que en algunos lugares se está teniendo en cuenta y en otros se está dejando pasar. El pasado lunes destacaba cómo Europa, ante ese dilema, no se está tomando la vía adecuada. Pero no toda Europa espera, hay una que se sí se ha subido al tren.
La clave de todo responde a algo más que las ‘smart cities’, tal vez, y en eso si que hay un avance significativo, deberíamos hablar de ‘smart regions’, algo mucho más acorde con lo que realmente significa un proceso de cambio como el que vivimos y un encuentro real con la transformación del territorio y de sus activos principales que supone.
Parece que todo gira entorno a ‘las ciudades’. De San Francisco a Berlín, de Barcelona a Dublín, de Dubai a Boston. Da igual, el futuro tecnológico parece ligado sólo a un territorio localizado en una ciudad por compleja y grande que ésta sea. Y tiene sentido pues las ciudades con el futuro en innumerables aspectos pues acudimos a ellas en masa y son redes socializadas que permiten la interacción de los exponentes de esa modernidad que comentamos cada día. Internet de las Cosas en ciudades inteligentes, socialización y economía compartida, impresión dimensional que precisa de puntos de recogida, automóviles automatizados o gestión de datos masiva de cuanto hacemos sus habitantes.
Hoy escribo desde Cork, segunda ciudad de Irlanda y dónde Apple tiene su HQ europeo con miles de trabajadores ubicados en un edificio situado pocos minutos de la ciudad. Lo digo porque si algo me ha sorprendido del modelo de crecimiento tecnológico de este país es el esfuerzo gubernamental de extenderlo en todo el territorio. No son palabras, acaban siendo hechos. Los ecosistemas de tecnología identificables han dejado de ser monopolio de Dublín, Belfast, Galway, Limerick o el mismo Cork. Es muy significativo como el esfuerzo radica ahora, con el plan Irlanda 2015-2017, darle mayor contenido y profundidad a todo ese cambio que se viene gestando hace años y que ahora requiere de implantarse de manera genérica en toda la isla.
El tamaño ayuda, pero no es sólo eso. Se trata de potenciar un modelo productivo y hacerlo de manera integral en todo un territorio, de permitir el acceso a la banda ancha y a un precio reducido, de comprometerse desde la administración con lo que supone impulsar startups que precisan de un recorrido muy distinto al de las empresas más tradicionales y que pueda, en definitiva, ir ocupando cada vez más espacio un modelo productivo tecnológico, sostenible y vinculado al conocimiento.
Sabemos que el futuro depende de que podamos atender a un mundo sin empleo generando nuevos más ‘humanos’, más creativos, menos orientados a lo repetitivo o a lo que cualquier automatismo pueda hacer y para ello hay que trabajar duro en como se define un entorno propenso a esos cambios y permeable a ese progreso.
Las ciudades están muy bien, de hecho sirven para exponer claramente una marca ligada a un territorio, pero el problema es cuando se queda en eso. Aquí hablo de Barcelona y todo la vincula a la tecnología móvil y al turismo de ciudad. Si pregunto por Catalunya es mayoritaria la relación con las playas o las pistas de esquí. Está bien que así sea, pero ¿es eso síntoma de que el trabajo por una Smart City sólo está enfocado en la capital y se ha dejado de lado lo que podría ser una Smart Region? Tengo el convencimiento que es así y que eso es replicable a infinidad de lugares de España y de Europa.
Israel es una ‘smart region’, Irlanda está trabajando en ello. Algunos Landers alemanes también. Van más allá de una ciudad y su radio de influencia, se trata de derramar conocimiento a lo largo de un territorio amplio para ir preparando el futuro, un futuro que se nos viene encima sin miramientos.
Estoy invitado a trabajar en los próximos meses en el proyecto que comentaba. Es especialmente estimulante pensar que vamos a aprender mucho los participantes de cómo un entorno concreto puede convertirse en un hervidero de innovación. Vamos a conocer más de lo que venimos a explicar. Estoy seguro.
Este plan, que ofrecimos explicar a diferentes administraciones españolas, es puro futuro inmediato. Algún día comentaré las respuestas de cada uno, define muy bien el papel que juegan nuestros ‘líderes’ y la visión que tienen de ‘lo que hay que hacer’. El diseño de un programa integral que implica aquí a todo el mundo y que se ha diseñado con el firme propósito de convertir una región con opciones en la economía digital en una región inteligente para que abrace el futuro con entusiasmo en lugar de hacerlo con miedo.
Cualquier país que quiera definir zonas inteligentes precisa multiplicar sus esfuerzos técnicos y prácticos. Es momento de abandonar discursos repletos de tópicos. En época electoral que parece no acabar nunca, es incluso peor. De verdad es desesperante a veces ver como todo pasa y no pasa nada. Como las oportunidades se desvanecen y nadie toma decisiones o pone en marcha acciones que puedan arrancar el motor.
Esto no va de discutirse, pronto no habrá nada por lo que discutir. Esto sigue siendo un tema de planificación y acción. El caso que más claramente habla de lo que quiero decir vuelve a poner en punto de comparación donde nací y donde vivo. El presidente de España lanzaba una soflama de vergüenza ajena asegurando que creará 3 millones de empleos sin aportar ni una sola herramienta o plan sostenible que pueda soportar eso. Mientras este hombre que la historia juzgará como lo hará con Zapatero y derivados, sustenta su potencial ‘recuperación’ económica y creación mágica de empleos en empleos puramente vinculados a lo de siempre, a lo que a medio plazo no serán empleos sino estatuas en el caso de lograrlo, en otros lugares se asume que el empleo del futuro sólo puede ser creado en entornos tecnológicos o de conocimiento con valor añadido.
Rajoy aportaba sus 3 millones en un país de 50 y que intuimos no van ligados a ninguna revolución tecnológica. No nos aportó nada al respecto por lo menos. Enda Keny, primer ministro irlandés, con decenas de decisiones erróneas en su mandato, con un buen número de problemas sociales que solucionar y con múltiples conflictos que provienen de la austeridad impuesta desde la UE, aportó sólo 40.000 empleos que dice piensa crear en un país de 5 millones.
A simple vista parece poco, pero la diferencia radica en algo más interesante. Definen claramente cómo se debe afrontar el modelo de creación de empleo y su espacio real que puede ocupar en un momento de la historia más parecido a la Revolución Industrial que a época de Postguerra.
1. El gobierno de Irlanda presenta ese plan enfocado a crear empleos en una zona amplia y concreta del país. Cork y Kerry deberán acomodar esos empleos bajo la filosofía ‘smart region’. Para ello el programa vincula a todo Dios, incluidos algunos que venimos de fuera. El programa lo contempla todo.
2. Vincula ese empleo a la creación de la Universidad Tecnológica de Munster donde la creatividad multimedia generen los recursos necesarios para las empresas vinculadas al plan.
3. No se olvidan del problema de la sostenibilidad. El talón de Aquiles del futuro automatizado y del progreso inmediato. Para ello se incorpora en todo el territorio miles de dispositivos IoT listos para gestionar masivamente tráfico y servicios públicos vinculados a las nuevas empresas.
4. Se asume desde el minuto uno que los empleos no especializados en tecnología, creatividad o innovación, serán residuales. Construcción y servicios podrán ser asumidos por los que ya lo hacen actualmente y se focaliza en que el empleo del futuro sólo puede ser creado en ‘nuevas profesiones’ que se determina crear en ese nuevo entorno inteligente. Es decir, se constata que en un mundo con cada vez menos empleo humano, si queremos empleo hay que inventarlo y no esperar alguna ‘recuperación’ mágica que no se va a producir con la intensidad necesaria.
5. Las startups y las pymes serán el tejido básico de ese modelo. Se obliga a las grandes compañías instaladas en el territorio a implicarse en el nacimiento y crecimiento de las nuevas otorgando líneas de colaboración entre ambas que beneficien a las más débiles. El tejido tecnológico debe ser transversal.
6. Asumen que el comercio electrónico es el modo de compra y venta inmediato. No se prepara ninguna política activa para potenciar el comercio de siempre sino que todo se encamina en ofrecer un camino digital a todo el que venda algo. Sin costes, pagado, sin fricción. El gobierno asume que si ahora les pagan lo que vale estar online a todos a medio plazo los ingresos por impuestos crecerán, si no lo hacen, muchos desaparecerán. Es como invertir en futuro.
El plan es interesante, sólo es uno de tantos, pero es un ejemplo de cómo se puede trabajar en algo que se puede definir ‘smart region’ pero también, sencillamente, conquistar la Nueva Economía y con el menor impacto social posible. Esto no va de crear empleo, va de crear futuro.
Startups como modelo de cambio económico
El discurso oficial dice que la recuperación económica de España es un hecho que ilumina tanto que deslumbra y por eso no lo vemos todos. Que siete años después de que la realidad nos explotará en las narices, el sector que se lo llevó todo por delante, ha vuelto a resurgir. Frases como ‘la construcción ha dejado de ser un lastre para el PIB y ya aporta de nuevo tasas positivas a la riqueza nacional’ son cada vez más recurrentes. Y, curiosamente, de algún modo es cierto. El ‘ladrillo’ generó el año pasado casi 100.000 puestos de trabajo nuevos, lo que obviamente es significativo.
Pero la ruta pasa por muchas esquinas y la explicación, de fondo, no es tan simple. La inversión institucional en activos inmobiliarios, por ejemplo, fue de casi 15.000 millones de euros, un volumen que solo se superó en los años ‘locos’ del decenio pasado, 2006 y 2007. Pues eso, que la pasta poco a poco, quienes disponen de ella, la vuelven a ir moviendo hacía el mismo lugar y quienes podrían impulsar que se distribuyera en sectores de alto valor y menos cíclicos no lo hacen.
Ese rejuvenecido sector inmobiliario convive con un paro descomunal no obstante en todos los ámbitos. A pesar de ese destello de ser la economía que vuelve a maravillar a todo el universo conocido, se sigue con un desempleo cercano a la cuarta parte de la población en edad de trabajar, y donde la mitad de los jóvenes no tienen idea de a que se van a dedicar en los próximos meses o años, cuando no es que se han ido a buscarse la vida. Parece que algunas ‘recuperaciones’ son puro celofán. De hecho la EPA, si se mira al detalle, te explica que, aunque estemos modificando el estadio, nada desde un tipo estructural está pasando de manera significativa y mucho menos está generándose ninguna metamorfosis en lo que sería el modelo de crecimiento.
La economía española creó el año pasado casi 450.000 empleos. Bien. Ya ‘sólo’ quedan 5 millones y medio de parados. La generación de ese empleo tampoco es que sea muy rápida, seamos realistas, pero lo peor es donde y como se crean. El sector tecnológico crea lo que crea, aporta lo que aporta, pero si no se le impulsa o se hace integral en el ámbito de que todo cuanto suceda tenga que ver de algun modo con ella, menos vamos a producir. Una economía tecnológica es la ideal, pero con tener una economía tecnificada ya me vale. Y eso tampoco es que sea de tirar cohetes.
La economía española no tiene mercado laboral para los jóvenes que acaban de terminar sus carreras o sus grados tecnológicos. No se ha creado, ni cuando había dinero o ahora que vuelve a fluir según nos dicen, empleo en la economía del conocimiento y digital que nos tocaría liderar a todas luces. ¿En que vamos a ser un país de interés? La respuesta siempre es el turismo, como si fuera un campo petrolífero sin límites.
Lo malo de este año 2015 es que quienes deben estimular se lo van a pasar dando mítines. Los que tienen que aportar claves, trabajar para que se cumplan e inspirar a una sociedad a la que le urge modernizarse, seguirán incluyendo una ‘@’ delante de su nombre como máximo signo de digitalización.
Y mira que este 2015 la recuperación esa de la que hablan y bajo los términos en los que la definen se producirá. Más como consecuencia de los procesos de ajuste que han situado a la demanda interna en condiciones de volver a crecer y por el impacto de shocks externos de carácter transitorio. Hablamos de la bajada de los tipos de interés a largo plazo, la caída del precio del petróleo, la bajada de impuestos en según que puntos y la depreciación del euro frente al dólar.
De nuevo, ante nosotros, oportunidades de generar un escenario de crecimiento. De nuevo, ante todos, la opción de aprovecharlo para amontonar ladrillos en cada esquina y especular con ellos o, por el contrario, la de construir futuro a partir de la tecnología, la sociedad del conocimiento y el crecimiento digitalizado como hacen e hicieron otros.
Convertir un país en líder en innovación no es algo que se pueda poner el programa electoral de los próximos cuatro años, es un pacto de estado, algo genérico y que debe desdoblarse en el tiempo e independiente a los gobiernos puntuales. A los que les está saliendo así lo hicieron y lo mantienen.
¿Dónde hay más innovación que genera riqueza? ¿dónde esa innovación genera empleo, liderazgo y competitividad tecnológica? Allí donde el modelo startup es un modelo creíble y defendido, no sólo una moda. Allí donde el ecosistema de creación de empresas tecnológicas con emprendedores de alto potencial de crecimiento, repito, startups, es algo consustancial con programas públicos y privados, donde equivocarse es un valor añadido y donde las trabas a la propia idea de innovar no existen.
El segundo escenario de startups más potente del mundo por detrás de Silicon es Israel. Un diminuto pais que también es el que cuenta con más compañías cotizadas en el NASDAQ, solo por detrás de los EEUU. Con apenas ocho millones de habitantes, geográficamente ubicada en una enredadera, lejos de todos los centros de negocio y finanzas del planeta, es sin embargo el referente en startups del planeta tras California.
Tel Aviv, Israel en su conjunto, convirtieron las dificultades, su propio momento complejo, su crisis de hace dos décadas en una oportunidad evidente. Desde legislar a favor del Venture Capital, hasta el trabajo de concienciación al inversor tradicional israelí que hacerlo en tecnología y startups era una apuesta de Estado. Eso sucedía en los años 90, cuando todo esto era una especie de discurso hipnótico que entendían pocos. Muchos países decidieron poner ladrillo sobre ladrillo y otros, el entorno de Tel Aviv, pusieron bits, sobre bits.
Fondos impulsados desde órganos públicos marcaron el camino que luego otros siguieron. Las startups necesitan de financiacion continua para crecer rápidamente y hacerlo a costa de pérdidas. Evangelizar sobre eso no es sencillo y en el caso israelí salió bien. The Yozma Group fue el primer fondo de Venture Capital impulsado por el Gobierno de Israel en Enero de 1993. Hace mucho pero fue pionero y público. Luego vinieron otros y ahora es un hervidero.
España tiene de todo, incubadoras, aceleradoras, capital riesgo, atractivos para inversión, talento, ideas, ambición entre los creadores, emprendedores, innovadores, empresas capaces de apostar por todo ello. Sin embargo sigue sin hoja de ruta. Una ruta que nos debe llevar a una estación parecida a la que otros ya rozan y que lo hacen gracias a estrategias claras, bien pensadas, fuera de tácticas electorales y, sobretodo, sacrificando la riqueza inmediata y de barro que suponen modelos de crecimiento de juguete y peligrosos y sacrificar esa velocidad inicial por una economía escalable, inteligente y de alto valor tecnológico.
Que ya no llegamos a la fiesta a tiempo es casi evidente, pero que más vale tarde que nunca, también.