Un robot low cost que enseña a programar a niños
Mi hijo de 10 años me cuenta que se aburre en la clase de ‘informática’. De hecho el nombre ya lo mata. Dice que durante horas aprenden ‘Office’ y una cosa llamada 'ofimática'. Lo más sofisticado hasta la fecha fue el día que se adentraron en el apasionante mundo del ‘if/then’ en algo parecido al ‘Basic’ que ya masajeábamos los más viejos del lugar con nuestro ZX Spectrum Plus.
Mi hijo de 10 años me cuenta que se aburre en la clase de ‘informática’. De hecho el nombre ya lo mata. Dice que durante horas aprenden ‘Office’ y una cosa llamada 'ofimática'. Lo más sofisticado hasta la fecha fue el día que se adentraron en el apasionante mundo del ‘if/then’ en algo parecido al ‘Basic’ que ya masajeábamos los más viejos del lugar con nuestro ZX Spectrum Plus. La verdad es que eso de que exista la clase de informática ya es un error en su concepción, cuando lo que debería de ser es un hecho omnipresente en la formación de cualquier niño más allá de una hora o dos a la semana en un aula concreta y exenta de una escuela. No se trata de poner ordenadores o tablets, no se trata de enseñar a programar, se trata de que los sistemas educativos se adecuen a un modo de pensamiento y tecnología social que poco o nada tiene que ver ya lo de seguir un libro de texto, o el de adecuar los programas educativos a un nuevo formato visual y plástico gracias a las pantallas cada vez con mayor resolución que algunas escuelas pueden comprar.
Hablamos de otra cosa. De interpretar la tecnología en cada gesto, en cada acción, en familiarizarse con su uso pero también con sus ventajas y, sobre todo, con su manera de ‘ser’. Los niños aprenden idiomas con facilidad, es su momento, son capaces de asimilar conversaciones con niños de otros países sin complejos ni dificultad. Pones un crío que no sabe nada de inglés junto a otro que no tiene ni papa de español y en menos de diez minutos se están entendiendo. Con el lenguaje computacional, no en su rama técnica, sino en su base de comprensión de un mundo que viene y que nos rodea, los niños deberían familiarizarse. Es una ventaja competitiva.
Hay cierta mitología, creo que interesada, acerca del concepto 'analfabetismo' del futuro. Cuando comentamos que sería bueno que los niños de hoy en día se eduquen ‘codificando’, aprendiendo a programar en algún lenguaje como el que aprende una segunda lengua, no nos referimos a que todos los niños tienen que ser una especie de ingeniero de sistemas o parecido. El mito habla de eso, la realidad es otra cosa y es importante resaltarlo para que se vea a la vez lo interesante del concepto y no levantemos muros donde no los hay ni los habrá a menos que alguien se esfuerce en ello.
Lo haremos con un ejemplo que me parece paradigmático de que es eso de ‘enseñar código’ a los niños. Un ejemplo de cómo jugando se puede entender la lógica de la programación y no a programar pues eso es en si otro campo por el que, aunque no sepas, puedas comprenderla. En el futuro inmediato no sabremos como una aplicación hace una cosa u otra, pero si el método por el que se ha logrado que lo haga. Los sistemas educativos que se lancen a este tipo de enseñanza unipersonal, atemporal, predictiva y tecnológica avanzarán más rápido en la digestión de esta revolución tecnológica que precisa de su propio lenguaje.
El ejemplo de cómo se puede hacer lo ha creado la empresa DFRobot. Una startup que acaba de poner su último gadget de Vortex en Kickstarter en la búsqueda de fondos para poder mostrar en el mercado su robot de código.
En muchos padres de países nórdicos, asiáticos e incluso en Estados Unidos, hay un deseo por enseñar a sus hijos codificación desde una edad temprana. Vortex de DFRobot es un pequeño dispositivo sensible y con una aplicación instalada que permite a cualquier niño dictar órdenes con cierta lógica de programación a su robot a fin de completar la creación de juegos. Funciona en iOS y Android (vía Bluetooth).
Cada Vortex es un kit de desarrollo y la aplicación permite programar robots para niños en un entorno sencillo, educativo y divertido. Tiene unos juegos precargados pero cualquier crío puede crear otros basándose en temas básicos de programación tremendamente simples y que se comportan como cualquier modelo de creación en software bajo procesos prediseñados. Se aprende la lógica de programación, no a programar, eso será un paso posterior que cada uno podrá elegir en su vida. Entender como funciona una máquina nos puede hacer menos analfabetos en el futuro con respecto a lo que significan y representarán todos los robots y software que nos inundará.
Obviamente Vortex es algo más que un juguete. Es un intento de acercar la cultura de la programación, sus estructuras y procesos a las generaciones venideras y por menos de 65 euros. Si fuera directivo de alguna empresa en fase de transformación digital, me compraría unos cuantos. Si sirve para niños ¿por qué no probar con mi equipo?
La mano que imprime
El criterio que utilizo para proponer proyectos tecnológicos a este blog responde a cuatro aspectos: que tengan un modelo de negocio disruptivo y escalable o que sea fácilmente identificable en un mercado genérico, que signifiquen un avance notable en algún campo de la gestión de procesos lo más sencillos posible y que permitan establecer un enlace inteligente entre usuario y objeto. El último requisito es que lo conozca de primera mano o bien por tener contacto con los emprendedores o bien por la invitación al uso del producto.
En mi opinión, hablar de hacia donde se está dirigiendo nuestra sociedad en base a los avances tecnológicos y disruptivos debe ‘mezclarse’ y desdramatizarse con la incorporación de otros avances menos ruidosos y espectaculares pero que, en su esencia, responden a la creatividad, la tecnología aplicada y lo cotidiano.
A mi modo de ver Mini Mobile Robotic Printer alcanza algunos de esos puntos. Es cierto que la impresión como apoyo de lectura no goza de un futuro brillante, tal vez todo lo contrario, es evidente que el soporte digital evitará cada vez más la impresión sobre papel. Sin embargo creo que este dispositivo se presenta para ocupar un espacio muy interesante y huérfano. El prototipo que he podido testear es fascinante. Fabricado por Zuta Labs gira entorno a la movilidad, a los tiempos actuales y espera reinventar la impresión personal.
Guardando la distancia necesaria hacia lo que en esencia es una impresora, me interesa cómo se pueden repensar algo tan esencial. No dejamos de darle vueltas todos los días a la robótica y sus derivadas en todos los campos. ¿Qué podemos aprender de la manera en que estos chicos han llevado a cabo este desarrollo? A mi modo de ver, lo esencial es como lo han pensado, como lo han conceptualizado y a que respuesta han llegado.
¿Qué es una impresora? Básicamente una mano computerizada. A partir de ahí nace la curiosa innovación. Se observa un documento y lo escribe de un lado a otro de la hoja. A partir de ahí la idea principal era retirar el corsé que supone considerar que la impresora debía tener un tamaño, ancho o largo, similar a la hoja donde se iba a trabajar. La esencia de este ‘device’ es que la impresora ‘se arrastra’, la mano robótica escribe.
El resultado es que una vez colocas este aparato sobre la página en blanco, el software inteligente define el movimiento, el espacio y su gestión. Para documentos de varias páginas, sólo tiene que levantar el Mini Mobile y colocarlo sobre otro papel en blanco en el momento que se detenga. Su mayor hándicap es su lentitud pues tarda un minuto por hoja, pero se compensa con detalles como que permite el uso de cartuchos tradicionales de tinta y que su coste rondará los 100 Euros.
Por cierto, si quieres una puedes reservar una aquí donde ya han logrado recaudar el dinero necesario para afrontar el reto de su comercialización básica.
Candados inteligentes
Sabéis que me fascinan las fixies. Es a partir de este tipo de bicicletas que descubro algunos objetos y diseños que me fascinan. Una de las cosas que más me interesa en general es descubrir como se relacionan los objetos analógicos y tradicionales con la tecnología digital y sus aplicaciones. De hecho es uno de los canales por los que suelo entrar en escenarios de innovación ya sea a partir de mis propios procesos o de los de otros emprendedores.
Esperar que algún proyecto de base tecnológica resuelva problemas o situaciones que tienen que ver con lo cotidiano es muy estimulante. En ocasiones esto es realmente muy relativo y superficial pero pueden esconder grandes expectativas.
El que hoy os traigo es el de un candado de seguridad que a partir de un modelo de seguridad tradicional interpreta dos tecnología asociadas y que permite sumarle muchas más. Hablo de utilizar un smartphone para integrar lo inalámbrico y los códigos de seguridad vía bluetooth a un objeto tradicional. Se generan derivadas como la geolocalización y otros.
BitLock es una especie de cerradura inteligente para bicicletas que utiliza Bluetooth LE/4.0. Intenta acabar con las teclas físicas, lo que te permite bloquear y desbloquear tu viaje basado en la proximidad de tu smartphone. Sólo existe un prototipo por ahora, ya que sus creadores en San Francisco buscan unos 120.000 dólares para entrar en producción. ¿Alguien dispuesto a mejorar este proyecto por aquí?