¿Recuperación económica o rebote coyuntural?
Estamos escuchando que la economía española se está recuperando. Qué lo peor ya ha pasado y que gracias a los ERTE y las ayudas del gobierno estamos en la ‘senda de la recuperación’. Algo que, si me estás viendo desde otros países, seguro que también lo estás escuchando. La matemática tiene un factor ventajoso en este caso. Compares lo que compares en 2021 con respecto a todo lo que pasó a partir de marzo de 2020, te sale cojonudo. Lo que pasa es que la realidad pesa como el plomo y la aritmética no puede con todo.
Estamos escuchando que la economía española se está recuperando. Qué lo peor ya ha pasado y que gracias a los ERTE y las ayudas del gobierno estamos en la ‘senda de la recuperación’. Algo que, si me estás viendo desde otros países, seguro que también lo estás escuchando. La matemática tiene un factor ventajoso en este caso. Compares lo que compares en 2021 con respecto a todo lo que pasó a partir de marzo de 2020, te sale cojonudo. Lo que pasa es que la realidad pesa como el plomo y la aritmética no puede con todo.
Parece evidente que la economía remonta, así lo dicen los indicadores más básicos y los que la prensa tradicional nos expone día sí y otro también. Pero muchas empresas se quedarán en el camino. El Banco de España estima que el 25% de las empresas están en situación de insolvencia ahora mismo.
Tras el derrumbe de la economía en 2020 (-10,8%) toca hacer cuentas. Y eso es lo que ha hecho el Banco de España, que ha estimado que como consecuencia de la crisis, el porcentaje de empresas con patrimonio neto negativo se habría disparado hasta el 25%. Esto supone, en concreto, un incremento de 10 puntos respecto de la situación anterior.
Este aumento, sostiene el banco central, habría sido algo más moderado en las empresas de mayor dimensión, en las que esta proporción ha crecido desde el 8,6% hasta el 15,3%. Por sectores, de nuevo habrían sido las ramas más afectadas por la crisis (turismo, comercio o transporte) las que habrían experimentado un aumento más acusado, elevándose el número de compañías con patrimonio neto negativo hasta un 34%.
Esta circunstancia contable se produce cuando las pérdidas son superiores a la suma del capital social y las reservas de una compañía, y su importancia radica en sus consecuencias sobre su viabilidad, ya que para su supervivencia dependen directamente de su capacidad de endeudamiento. Aunque a partir de 2021 lo previsible es que se consolide algo una hipotética recuperación económica, no será hasta 2023 cuando “la empresa mediana recupere los niveles de rentabilidad de antes de la crisis sanitaria.
La velocidad de la recuperación dependerá, lógicamente, de si se cumple el escenario más favorable de los dos que contemplan los técnicos del banco central. En el escenario menos favorable, se mantendrían niveles de rentabilidad algo inferiores, especialmente en 2021 y 2022.
Me he leído el informe del Banco de España sobre este tema en el que hace estimaciones de que la deuda no será sostenible para un 25% de las empresas, es decir, el dinero con dificultades para devolverse, se sitúa entre 9.000 millones de euros y 18.600 millones. La mayor parte de este importe se concentraría en el segmento de pymes por cierto.
Esto pone de manifiesto, ni más ni menos, que la crisis se ha cebado en las empresas de más reducido tamaño. Por sectores, esta deuda no sostenible se acumularía en buena medida en los sectores donde se ofrecen millones de empleo que ahora (ellos no lo saben) pende de un hilo.
La conclusión que saca el estudio no deja lugar a dudas: el aumento del endeudamiento que las empresas españolas habrían experimentado desde el primer trimestre de 2020, junto con el descenso de los flujos de caja futuros esperados, “se habría traducido en un deterioro de su situación de solvencia” acercándose muchas a la insolvencia y quiebras. No todas las que están muertas han cerrado. Hay algunas que siguen en una especie de ‘The Walking Dead’ catastrófico
Para avalar esta conclusión, el Banco de España sostiene que la proporción de empresas sobre endeudadas, pero viables, entendidas como aquellas que mantendrán una rentabilidad positiva en 2023, pero que tendrían problemas para hacer frente a los intereses y a la devolución del principal de sus deudas, se elevaría, otro cinco por ciento más.
Pero si esto es grave, hay otro escenario peor. El de las empresas que se consideran inviables ahora mismo, en su mayoría pymes, y que según las define el banco central son aquellas con resultados corrientes negativos en el próximo 2023. Es decir, se trata de compañías que no pueden cubrir, a largo plazo, sus gastos de explotación con sus ingresos. A estas se les llama directamente ‘empresas zombies’. Y hay muchas.
En este caso el deterioro de su rentabilidad en 2020 y su persistencia posterior se traducirá, en algunos casos, en un incremento de las empresas vulnerables y que corren el riesgo de ser inviables. Muchas más de las que ahora se consideran factibles.
Pero lo peor no es eso, si aun sigues mirando este vídeo y no te has cortado las venas, piensa en que no se han tenido en cuenta los posibles cambios estructurales en la demanda asociados a la crisis, por lo que estos resultados "podrían subestimar el impacto de la crisis sobre la proporción de empresas inviables".
Ese informe del Banco de España está basado en el análisis que realizan sus técnicos de las principales partidas de la cuenta de resultados conocidos en el modelo económico que teníamos antes y a partir de una muestra de unas 300.000 empresas.
Todo eso es ‘lo previsto para 2021 y 2022 pero la debacle empresarial a la que nos asomamos ya es que la insolvencia empresarial en España se ha disparado un 69%. Esto sin contar ese 25% de empresas que ya se les considera insolventes aunque aún no se reflejan en el informe del Banco de España.
Nuestra economía depende directamente en un 14% y más de 20% indirectamente de los sectores más afectados: hostelería y el turismo. El 61% de las empresas que ya se han declarado insolventes en lo que va de año pertenece al sector servicios y el 53% de las disoluciones empresariales también pertenecen a este sector.
El segundo sector más afectado es el de la construcción, ocupando el 21% de las insolvencias y el 22% de las disoluciones empresariales de este año. Cuando hablo con la gente sobre como ven la economía, a muchos les parece exagerado preocuparse por un desastre bíblico. Dicen que viene dinero de Europa, que la deuda lo soporta todo y que si el gobierno se endeuda al final nos beneficiará a todos con ayudas.
No hay nada peor que ser un optimista sin información. Yo les llamo ilusos. Para ser optimista hay que tener información de los escenarios desfavorables y actuar con garantías sobre ellos. Algo que, de momento, nadie está haciendo. Resulta que nunca había habido tanta deuda ni nos había importado tan poco.
Hago una paréntesis para hablarte de la deuda: la deuda pública mundial ha alcanzado el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial, superando la producción económica anual del mundo. Tendrá consecuencias, es cuestión de tiempo. lo que pasa que lo pagarás tú, no ellos. Los defensores de esta estrategia de sumar deuda afirman que este gasto podría dar paso a un período de sólido crecimiento mundial.
Pero si esta percepción es errónea, el mundo podría arrastrar deudas que solo sería posible absorber mediante la inflación, los impuestos elevados o incluso el impago. La combinación de los enormes niveles de deuda y la falta de preocupación mostrada por los mercados no tiene precedentes. Como tampoco los tipos a los que se trabaja ahora.
La deuda del Gobierno central de Japón está a punto de superar el trillón de yenes, lo que se traduce a casi 10 billones de dólares. Incluso con una deuda pública total de más del 250% del producto interior bruto, Tokio no gasta más en intereses cada año que a mediados de los 80, cuando la deuda pública era de unos dos tercios del PIB.
Grecia, el eterno campeón de la deuda, está acumulando ahorros, y los inversores están aceptando bonos con rendimientos aún más bajos que los del Tesoro de Estados Unidos. Incluso algunos países en vías de desarrollo, como la India, están pregonando las virtudes de un mayor endeudamiento público, sin que se produzca una reacción notable por parte de los mercados.
Tengo la impresión que hemos quedado atrapados por una política de tipos de interés bajos que fomenta los excesos y el riesgo. El aumento de los tipos de interés podrían causar problemas gigantescos y no hacerlo también. En otro vídeo os expliqué que pasa con la inflación.
Podría ser que todos los gobiernos, aquí y allí, no hicieron lo suficiente en la crisis anterior, así que esta vez se van a exceder. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, en 2020, la deuda pública mundial ascendió al 105% del PIB mundial, cuando antes de la crisis sanitaria se situaba en un 88%. La deuda pública total podría aumentar 10 billones de dólares más este año, hasta alcanzar los 92 billones, y la mayor parte del aumento se produciría en las economías desarrolladas.
Hasta España ha descubierto que puede seguir acumulando deuda gracias a los bajos costes de los préstamos, que el BCE ayuda a controlar. Ya nadie se acuerda de la traumática crisis de Grecia, que estuvo a punto de sacar al país mediterráneo de la zona del euro con aquella deuda sobre deuda.
Pero, si los bancos centrales de las economías avanzadas tienen que subir los tipos de interés para combatir la inflación, los gobiernos se verán obligados a tomar decisiones políticamente dolorosas: subir los impuestos y recortar el gasto. A veces parece que el singular y el plural hacen que las cosas cambien mucho, la deuda se puede no pagar, pero las deudas las debes pagar. Un país tiene una deuda, tu tienes deudas.
Pero volvamos al origen. Ahora sabemos que la deuda global nos va a afectar, la nuestra también, la inflación, las insolvencias, las quiebras, la caída del consumo post vacacional, la nueva estructura de la demanda de ese consumo y el deterioro de los sectores de los que vive este país. Ahora sabemos que los fondos europeos no permiten hacer de tractor de una economía paralizada. Cambiar el modelo productivo no es garantía de empleo y que mantener el colchón social genera deuda.
Pues si todo esto ya lo sabes, espera… aún hay más. Vuelvo a las insolvencias y al sentimiento económico que nos afecta. El índice compuesto de indicadores líderes (CLI), que sirve a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de termómetro económico para detectar cambios de tendencia en la coyuntura, advierte en su última lectura (la de julio) de la presencia de síntomas de moderación en el crecimiento de la economía española, aludiendo a que el consumo tras el encierro podría estar detrás de un simple rebote coyuntural y no estructural
La mayoría de indicadores adelantados incluidos en el CLI para España aportaron en julio una contribución positiva al crecimiento, cierto, pero es curioso que la mayor contribución al índice de confianza es únicamente la del consumidor. De ahí que la propia OCDE dice que «el ritmo de expansión económica en España, aunque sigue siendo importante, ha muestra signos de ralentización.
Si te sirve de consuelo, esto está pasando también en toda la zona euro. Todos se están ralentizando. El problema es grave aunque en España, al haber caído más que nuestros vecinos, se nota menos por pura comparación. Si caes un 7% y ahora estás recuperando a una velocidad del 4% en realidad vas mejor que el que cayó un 11% y ahora sube al 5%. Seguro que se entiende, pero como no todos lo entienden, nos repetirán una y otra vez que crecemos más rápido y mas que nadie. Pero solo será una ilusión. Cuando el tren del rebote se pare, y entremos en zona de peligro, cuando nos suban los impuestos más, nos reduzcan los servicios y la deuda y el déficit se coma las opciones de inversión en la economía real, veremos que la aritmética si tiene sentido. A todo esto, el problema, es que los fondos europeos presentados como la gran solución no son para solucionar nada de todo esto. Lo explico en otro vídeo.
Súmale una inflación tremenda. La luz no será lo único que subirá (pronto habrá vídeo con sorpresas y noticias que nadie te cuenta sobre este tema), lo hará el gas, lo hará la cesta de la compra, lo hará todo. Con ello, los tipos, y con ello la deflación social que ya vivimos en 2009 al 13. Al no poder devaluar moneda, devalúas por salario y poder adquisitivo. Es fácil.
¿Qué se puede hacer? Visto lo visto, a corto poco. Vamos a tener que negociar con este desastre. Pero ya que tenemos que proyectar bueno sería inspirarse en otros (Te voy a hablar de países que conozco) y que están haciendo para estimular de verdad un cambio de modelo productivo. En este caso focalizado en la economía digital. A ver si somos capaces:
Reino Unido: bajo el paraguas de su UK Digital Strategy publicado originalmente en 2017, el gobierno británico llevó a cabo una actualización en marzo de 2021 habla sobre sus 10 prioridades tecnológicas.
El ministro de finanzas Rishi Sunak y el presidente Johnson han buscado relajar las reglas para que los fondos de pensiones inviertan en nuevas empresas. Los han incitado a generar un "big bang" que ayude a recuperar la economía tras la pandemia. Oh! He vivido allí 2 años.
Irlanda: "Estarías loco si no inviertes en Irlanda”. Con esta frase, pronunciada en un foro de inversión en 2012, el presidente Bill Clinton resumió el sentir de muchas empresas estadounidenses que en aquella época vieron la postura impositiva laxa del gobierno de la Isla Esmeralda y su posición geográfica como una combinación perfecta para sentar sus bases europeas.
Pero la realidad es que el número de startups por cada millón de personas en Irlanda es de 666, lo que deja al país gaélico en segunda posición del continente y muy por encima de la media europea de 190.
La razón detrás de este gran volumen de startups es lógica, a la sombra de grandes tecnológicas como Apple o farmacéuticas con una fuerte presencia en el país como Pfizer, han surgido pequeños actores que se han beneficiado de aceleradoras como el National Digital Research Centre, un programa de aceleración irlandés que busca "colocar a Irlanda en el top 5 de emprendimiento en el 2030”.
Allí hablan poco y hacen mucho. No verás a su presidente explicar lo que van a hacer, sueles verlos cuando ya lo están haciendo. He vivido allí 7 años. La burocracia y los impuestos son reducidos, y medidas como el Knowledge Development Box ofrecen ayudas impositivas en activos como las patentes que están gestionadas y ubicadas en el país. Irlanda es hogar de centros de investigación y compañías mundiales de primer nivel de las que beneficiarse gracias a programas de transferencia de conocimientos como el Knowledge Transfer Ireland.
Estonia, trabajé un año con instituciones públicas de este pequeño país: con menos de 1,5 millones de habitantes, Estonia sin duda es la referencia europea en cuanto a digitalización y facilidades burocráticas para startups, emprendedores y nómadas digitales.
Además de ofrecer e-residencias a ciudadanos tanto de la Unión Europea como extranjeros que quieran situar su negocio en Estonia por tan solo 290 euros — lo que permite abrir cuentas bancarias, generar facturas o pagar impuestos desde cualquier parte del mundo —, Estonia también ofrece visas específicas para startups.
Hay muchos ejemplos que demuestran que por mucho informe, estudio, plan integral o lo que sea, si no hay una verdadera capacidad de gestión, una voluntad de hacerlo real, un planteamiento ideológico de no intervención pero sí de estimular la nueva economía a la vez que se informa de que lo que viene no es gratis, que va a costar, si no se hace no vale.
Tenemos un problema laboral, económico, empresarial, de sector, de falta de estímulos a la innovación, de falta de inversión, de penalizaciones y burocracia, que penalizan el paso al nuevo nivel. No vamos a pasar de pantalla si seguimos dando los pasos de siempre.
Faltan nuevas ideas y menos mediocridad partidista. Sé que es desesperante, pero igual me equivoco y esto no es un rebote sino una recuperación que nos trae un modelo económico moderno y capaz de ofrecer sueldos altos, rendimientos fiscales suficientes para reducir deuda, un aumento de servicios públicos de calidad y una bajada de precios al ser tan eficientes. Igual Papa Pitufo existió, igual…
¿Qué pasará con la economía 'contactless'?
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? Y además, ¿qué es eso de la economía ‘contactless’? Pues es un nuevo comportamiento económico basado en una serie de restricciones y elementos que te relato a continuación:
Cuando todo cambia, el que cambia no gana siempre, pero el que no cambia casi siempre pierde. Supongo que estás pensando, me parece muy bien pero ¿qué hago yo con mi pequeña empresa? ¿qué hago si soy autónomo? ¿cómo le digo a mi jefe que tiene que innovar ahora más que cuando las cosas iban bien? Cuando todo va mal, lo va para muchos. La mayoría deja de invertir. Es momento de adelantarles. Con precaución, con estrategia, pero es tiempo de acelerar. Lo veo cada día. Entre nuestros clientes, algunos han decidido detenerse por completo, otros reducir velocidad y, unos pocos, han empezado a acelerar y a plantear modelos de innovación. Éstos últimos, ya empiezan a tener resultados muy esperanzadores. No sabemos en gran medida como va a ser esa Nueva Normalidad, pero se puede empezar a interpretar. En una economía en caída, en retroceso, donde se venda menos, deberá ser más certero en las ventas y eficiente en los procesos. Para eso hay una llave maestra: la transformación digital.
Y si estás pensando que mejor esperar, lo respeto pero no comparto que deba ser por mucho tiempo. El movimiento es lo correcto. Moverse es experimento. Es riesgo, pero es oportunidad. Evita el riesgo extremo, vaciar la caja a una sola apuesta o a contratar perfiles que no sabes si van a ser útiles en el medio plazo. Innova con tu conocimiento, con la experiencia. Aparta un fragmento del presupuesto de emergencia, para innovar. Hazlo sin abandonar tu negocio actual. En la medida que el mundo se vaya equilibrando, parte de lo que vendías hace unos meses, volverás a venderlo. Tal vez menos, pero seguirá siendo parte de tu negocio. Mientras llega, paraliza lo no rentable, lo que no se vende. Intenta conocer a tu cliente, el que tenías, el que tienes y el que tendrás. Averigua qué compra y el motivo. Utiliza tecnología para lograrlo. Ejecuta un plan. Solicítalo si no sabes como hacerlo. Trabaja en equipo, busca la colaboración.
La nueva economía, la que viene, la de bajo contacto permanecerá por tiempo. En gran medida va a quedarse. Dará paso a una economía formada por nuevos hábitos y normas basadas en una interacción más reducida y con restricciones importantes. Esta situación lo va a cambiar todo. ¿No vas a cambiar tu negocio? ¿No vas a modificar tu manera de trabajar? Y además, ¿qué es eso de la economía ‘contactless’? Pues es un nuevo comportamiento económico basado en una serie de restricciones y elementos que te relato a continuación:
Reducción del 80% viajes internacionales y gasto turístico y un aumento considerable del turismo interior. Preparemos la plataformas para ello.
Aumento del comercio electrónico. Han aumentado las entregas: lo entregado en 8 semanas equivale a lo entregado en 10 años. El que no venda por la red perderá clientes.
No habrá recuperación en V o U ni asimétrica ni nada. En Europa se paliarán las pérdidas con la deuda y el impacto económico será más atenuado, pero hay 4 años por delante de duros ajustes. Aumentará todo lo que tienen que ver con las aplicaciones y los modelos de negocio de la economía circular.
Aumento del comercio de proximidad. En la cadena agroalimentaria será clave. Las tiendas de productos de proximidad y las ventas por internet crecerán. Todas.
El hogar se re-configura como la nueva cafetería, restaurante, centro de ocio y entretenimiento. Allí se concentrará el entretenimiento y la televisión en múltiples dispositivos y será clave el streaming.
El teletrabajo ha aumentado exponencialmente. Se ha multiplicado por 30 el uso del teletrabajo en 6 meses. Las videoconferencias son la clave pero hay que diferenciar entre teletrabajar y trabajar desde casa. El uso de Zoom se ha multiplicado por 30. Teams le sigue en segundo lugar.
En Telemedicina el aumento de citas virtuales se ha multiplicado por 20 durante la crisis sanitaria. El seguimiento online del paciente será una tendencia creciente. Las apps moviles y conectadas a todo tipo de dispositivos serán claves
Respecto a educación y formación, más de 250 millones de estudiantes en todo el planeta fueron el mayor experimento de formación a distancia de la historia. Será necesaria una revisión de los modelos para una vuelta a las aulas con otro modelo híbrido, presencial y virtual. Es interesante saber que el 35% del contenido en Netflix ya se usa en educación.
Los eventos tendrán que adaptar su oferta. Todos los grandes eventos han migrado a plataformas tecnológicas online y aunque volverán los eventos estamos ante una nueva configuración de la capacidad híbrida de éstos.
Los pagos online con tarjeta y contactless han experimentado un fuerte crecimiento y posiblemente el dinero en metálico comience a tener un uso minoritario. No obstante vamos hacía un pago totalmente digital sin contacto y vinculado a bancos digitales y ofertas en criptomonedas probablemente.
Recuerda que la sociedad contactless no consistirá en que llevemos mascarilla todo el día. Tampoco que nuestra privacidad se vea comprometida por culpa de apps que nos digan si estamos contagiados o no. Y por descontado, no pasearemos a expensas de que un robot nos avise si no respetamos la distancia de seguridad. En un tiempo, todo volverá a ser como era, solo habrán cambiado aspectos metodológicos o tecnológicos. Pero hay algo que sí debemos tener en cuenta: quien está dispuesto a adaptarse al cambio, por muy acelerado que sea, tiene muchas posibilidades de ganar.
Es una ‘crisis en funciones’, no una ‘desaceleración económica’.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
Y es que el primer gran error es de análisis histórico. Recuerdo lo que escribí hace mucho tiempo. Lo que explotó en 2008 no tenía un origen en sí mismo, ni tan siquiera era sólo motivado por una exposición excesiva a la deuda privada y bancaria. La caída del modelo económico dependiente de un capital ubicado en bienes inmobiliarios no era más que una consecuencia de algo más grave que se define bajo el concepto ‘deflación del capital’ y que surge casi siempre de cualquier revolución tecnológica. Esa no fue una excepción.
Y en eso mismo estamos. La diferencia es que ahora tenemos a unos y otros anunciando la que se acerca como si fuera inevitable. Es de vergüenza ajena escuchar al gobierno preparar a la audiencia ante una ‘desaceleración’ a la vez que anuncia electoralmente un aumento del gasto y una subida de la recaudación fiscal. Ya me dirán como casa eso. Si lo que viene es una ‘nueva’ crisis, sería interesante establecer un patrón de análisis que nos fije la foto actual y las más que probables instantáneas futuras. Es el único modo en el que se puede definir una hoja de ruta, urgente, para afrontarlo con ciertas garantías
La próxima recesión económica global asoma. Ya no se trata de las predicciones o análisis de voces expertas, sino de tendencias y estadísticas apuntaladas en el tiempo. La afiliación a la Seguridad Social en España está con las peores cifras desde 2008. La creación de empleo se ha paralizado y la tendencia empieza a ser la de fabricar desempleo. El poco trabajo que se estimula es precario, de escaso valor, temporal y dependiente del turismo y servicios mayoritariamente. La creación de ocupación industrial está en parada técnica y sin embargo poco o nada se está haciendo en ese sentido. España ha dejado de crear empleo al ritmo que solía hacerlo durante el último lustro, a la vez que la economía se está contrayendo. Una contracción que se refleja en múltiples sectores. Las matriculaciones firmaron su peor agosto y su peor septiembre desde 2008, con un desplome del 30,8%.
Por si fuera poco, el turismo, el motor económico de nuestro país, se va a enfrentar a un muro digital que no sabemos si está preparado para afrontar. España pierde el 1,3% de turistas internacionales de Reino Unido y Alemania. Hay quien argumenta que lo que le va a pasar a España es inevitable porque tiene una conexión absoluta con el resto del planeta. España creció al 2,3% interanual durante el segundo trimestre de 2019, un ritmo tres décimas por debajo de su crecimiento en 2018. Si echamos la vista aún más atrás la tendencia es clara: la economía se expandió un 3,6% en 2015; un 3,2% en 2016; y un 3% en 2017. 2019 representa la desaceleración más acentuada desde 2011. Las estimaciones para 2020 oscilan entre el 2,1% y el 1,9%. Me inclino por un 1,8% incluso. Es un fenómeno común al resto de la eurozona, y a casi todas las economías del mundo. Y a eso se agarran. Francia ha pasado del 1,5% en 2018 al 1,3% en 2019; Canadá del 1,8% al 1,5%; y China del 6,6% al 6,1%. Y si Alemania es el motor de Europa y quien marca el camino, las perspectivas son aún peores: del 1,5% en 2018 a la considerada parada técnica que supone un 0,8% en 2019. El país germano está en realidad a las puertas de la recesión pues creció en negativo el anterior trimestre.
Al igual que en la ‘otra crisis’, España vuelve a estar muy mal posicionada ante esta situación. Aunque es cierto que hemos mejorado mucho en la capacidad de nuestro comercio exterior, las exportaciones son muy dependientes del automóvil, y este tiene muy malas perspectivas. Estamos mal preparados porque venimos de una deflación de los salarios muy acusada. Si bien esa contención obligada ha supuesto la facilidad para contratar, ahora supondrá un verdadero quebradero contable. ¿Recuerdas cuándo un milieurista era un pobre de solemnidad? Ahora son millones los trabajadores que aspiran a ser eso como mínimo. Estamos en la era del asalariado pobre. Una indecencia de la que no tiene culpa el sector empresarial sino la ineficiencia política por generar un entorno económico que estimule la creación de un empleo cualificado y bien pagado. No hay estímulos, ayudas, modelos de dinamización de la economía del conocimiento, industria 4.0 o de, en serio, generar un nuevo modelo de crecimiento. Llamaron crisis a una deflación del capital y ahora llaman recuperación a una deflación social.
Es hora de entender que el mundo, y España, van directos a una crisis menos rápida, menos profunda, menos intensa, pero algo más larga y sin herramientas para modificar la deriva. Tras la crisis, esta vez, no habrá recuperación, únicamente estancamiento. La vivienda ya no podrá ayudar a recomponer el rompecabezas. Ya no está de moda comprar. Hay países que invierten en modificar el modelo de crecimiento de manera robusta. Francia invierte 23 veces más que España en la estimulación de la Industria 4.0. Un modelo industrial que será el único que sobrevivirá en una década y que genera derivas en todos los sectores. Si no tienes industria no tienes nada.
La recesión es la variación negativa del Producto Interior Bruto durante dos trimestres consecutivos. Un tema técnico. Pero a diferencia de una recesión, una crisis económica es un periodo de inestabilidad que desata consecuencias durante un largo periodo de tiempo. Sacude la estabilidad financiera en las inversiones y afecta a la estabilidad adquisitiva de las familias. Suele generar una depresión si no se actúa estratégicamente.
Y es en esa que nos encontraremos. No es tan complicado verlo. La diferencia con aquello que se le llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’ o como quieras recordarla, es notable. Aquella fractura se evidenció de golpe, con un pinchazo de una burbuja. La actual quiebra no será por un reventón sino por un fallo técnico del modelo económico. Una paralización que tiene su origen, de nuevo, en la no adopción de medidas valientes, ineludibles y necesarias que adecúen un modelo económico digital, automático, robótico que llega sin avisar ni pedir permiso. Liderar esa fórmula económica es lo que podrá hacer más llevadera o no, la próxima década. Y es que esto no va de tener un plan político táctico y digital sino de entender que el mundo ha cambiado para siempre y que no hay parches que lo adecúen a tus intereses.
En un país en el que las pensiones dependen de las cotizaciones solidarias de los que trabajan, no parece una gran idea ir reduciendo el sueldo medio, incrementando la precariedad laboral y la estimulación de un tipo de empleo muy alejado de la eficiencia tecnológica, digital y automatizada. De ahí que no se comprenda la desidia política, retorciéndose en sus propio estiércol y sin indicativos de que han entendido la gravedad del momento.
No te dejes engañar por las cifras de creación de empleo. Son métricas trucadas. España requería crecer como mínimo al 2% para crear empleo, tras la reforma laboral es necesario solo un 0,7%, porque ahora se crea un empleo tremendamente precario. Es más fácil crearlo, pero no nos vale para lo que se nos viene. La evolución va a ser a peor porque vivimos en un impasse político que aumenta la incertidumbre, un nivel de la tasa de ahorro que reduce el dinamismo económico y tenemos un retraso evidente en el cambio de modelo económico que otros países ya están llevando a cabo.
La diferencia entre un gobierno en funciones y otro que no lo esté, es que el primero no puede oficializar una situación grave a nivel económico por estar sujeto con alfileres. De ahí que lo que llaman ‘desaceleración económica’ en realidad es una ‘crisis en funciones’. Como dice mi admirado Xavier Ferrás ‘la globalización, la digitalización y la innovación tecnológica están creando un triple cambio de paradigma debido a la superposición de tres factores. La convergencia global hacia un estándar económico único, la aparición de una nueva dinámica de desigualdad y el paso de una economía industrial a una economía del conocimiento, digitalizada y virtualizada’.
Sabemos que cada robot industrial destruirá dos empleos. La implantación de robots industriales supone la pérdida de casi dos empleos por cada nuevo robot, según el estudio How Robots Change the World, realizado por Oxford Economics. Según el estudio, el ritmo de destrucción se multiplicará por cuatro en la próxima década, pasando de la destrucción de 400.000 empleos en 2016 a 2 millones en 2030. Que eso no sea un drama bíblico depende de entenderlo primero, de redactar planes al efecto y de ejecutarlos. Esos empleos destruidos deben reconvertirse en ocupaciones insustituibles y que requieren una formación muy distinta, un plan muy distinto y una estrategia a largo plazo y valiente. Que chungo. Largo plazo y valiente no encajan en la misma frase en la que se incluya el vocablo ‘político’.
¿Quién está preparando nuestra economía para los cambios que llegan sin avisar (o sí)? La tecnología crea una segunda economía, cada vez más productiva y autónoma, más digital. Pero aquí seguimos con un modelo antiguo, esperando que alguien tome decisiones estratégicas, que imponga un plan integral en Inteligencia Artificial, que desarrolle un plan fiscal de estímulos para modificar la estructura de crecimiento y que, de una vez, ponga las luces largas para atender la Era de la Humanidad.
Dueños de nada, usuarios de todo. Aquí las dos razones.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Te voy a hablar de un comportamiento económico que se expande irremediablemente. El cambio por el el consumo tiende, en la última década, por el pago por uso en lugar de la propiedad. Es lo que llamamos pasar los productos a servicios. Voy a exponerte dos puntos de vista al respecto. Uno parte de un aspecto ideológico. El que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global. El otro tiene que ver con la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Al igual que en su día nos hablaron de crisis cuando en realidad era una deflación del capital, ahora no estamos viviendo ninguna recuperación sino una deflación social. De ahí la que se avecina. En esta deflación social se pueden incluir modelos laborales ineficientes, precarios y poco seguros, costes fuera de la capacidad adquisitiva de los más jóvenes y una deriva hacia lo temporal y lo provisional que, en gran medida, es también lo que está acelerando este comportamiento del que hablamos. Sumados ambos factores, la urgencia empresarial para adecuarse es absoluta.
Parece que el segmento más joven de la llamada generación del milenio y los que vienen detrás, los denominados centennials, prefieren reutilizarlo todo y no practican de forma general el comprar, usar y tirar. Así justifica la marca ‘low cost’ Forever 21 el motivo por el que se han declarado en bancarrota. La enseña estadounidense advierte a otras empresas que las nuevas generaciones ya no quieren moda de usar y tirar. De hecho cada vez es más evidente que nuestra sociedad ha iniciado un camino sin retorno hacia un cambio de mentalidad contraria a la propiedad y favorable al uso de la mayor cantidad posible de cosas. Una modificación creciente en el modo en el que se consume y que está transformando la economía y el modo en que las empresas ofrecen sus productos. Algo que en los entornos urbanos es mucho más acusado pero que se expresa a partir de dejar de lado la adquisición a favor de rentar todo tipo de servicios.
No está claro si empezó por convencimiento o por necesidad, pero la cuestión es que este modelo se está desplegando de un modo exponencial. En la vertiente más ideológica, los jóvenes no sólo optan por el uso y no por la propiedad, sino que además suman un escaso interés por un consumo que no sea sostenible. Y, como decía antes, en términos más técnicos es factible que un panorama laboral demasiado precario no ayuda a querer acumular propiedades.
La bancarrota de Forever 21, tal y como apuntan en un extenso artículo en The New York Times, puede estar estimulado de manera importante por el cambio del comportamiento de sus clientes habituales. Un cliente que se transforma en usuario, que compra en línea y con criterios muy distintos a generaciones anteriores. ’El motivo más llamativo no tiene tanto que ver con la forma de consumo, sino con el cambio de mentalidad: según informan los analistas, la marca no ha sabido anticiparse y adaptarse a la creciente preocupación de los jóvenes por llevar una vida más sostenible. Los consumidores más jóvenes tienden a sentirse más atraídos por marcas que llevan la sostenibilidad por bandera. Comprar ropa de segunda mano o alquilar parte del armario, son también tendencias en alza entre muchos consumidores’.
Hace unos días hablábamos de Thomas Cook y su efecto Kodak. Ahora el caso de Forever 21 es uno más de los casos que demuestra que no hay negocio seguro, que ningún modelo de consumo tiene crecimiento ilimitado y que cuando no comprendes realmente lo que quiere tu público corres mucho peligro. Colocar al cliente en el centro de la cadena de valor exige entenderlo, darle lo que quiere y hacerlo como quiere. Hazte una pregunta sobre tu negocio, seas el empresario o seas un trabajador: ¿crees que a la generación Z le interesa lo que vendes y como se lo vendes? Piensa que ya compran mucho pero que lo harán cada vez más y en apenas una década serán una fuerza importantísima en la decisión de consumo social e, incluso, incurrirán en las compras de tipo profesional B2B2C.
Los millennial y la Generación Z han empezado a consumir menos o hacerlo de una manera más responsable. La preocupación por el daño ecológico no solo afecta al reciclaje o a aspectos vinculados con el medio ambiente. Tiene un punto de contacto mucho más profundo. Vivimos ya en una sociedad nueva. Por eso lo importante no es saber si tienes una estrategia digital para tu negocio, lo importante es saber si has entendido que el mundo realmente ha cambiado. Hablamos de un mundo en alquiler, de pago por acceso y de contrato por uso. Un mundo que tiende cada vez menos a la propiedad, que es más digital y menos físico. Esta modificación se está desplegando a todo tipo de productos. Desde la ropa, oficinas, licencias de software, muebles, electrodomésticos, trasteros, consumo energético, coches, a patinetes, hasta viajes o lo que se te ocurra. Todo lo que puedas imaginarte se puede alquilar o usar mediante una suscripción. Hay cosas que parecen que no son posibles de alquilar o de utilizar por uso y no por compra, pero no, cualquier cosa sufrirá ese efecto, la tecnología se va a encargar.
Piensa en este ejemplo del que escribí hace un tiempo. Se trata de como un producto de usar y tirar como son los fuegos artificiales, han pasado a ser un servicio vinculado al alquiler de drones haciendo figuras de un modo coordinado en el cielo. Piensa en otro nivel. Mucho de lo que hacemos ahora ya funciona en ese paradigma. Tus libros, tu música o tus películas que ya no están en una estantería sino en el cloud gracias a empresas como Netflix o Amazon. Vivimos en la sociedad del renting que esas empresas han desplegado de manera cada vez más profunda. Más de 140 millones de personas no compran música, la usan en Spotify, y más de 100 millones no compran películas, las usan en Netflix. Esta tendencia totalmente irreversible, y que pone a las empresas ante un desafío enorme, es la mayor evidencia de que ‘tener en propiedad está a la baja, ahora la tendencia es usar’.
Ahora bien, si hay un país en el mundo que tiene muy arraigado el concepto de la propiedad es España. Pero también está mutando. Medio millar de empresas ofrecen un catálogo de productos convertidos en servicios colaborativos, bajo uso por demanda y de acceso por suscripción. Según informa la Fundación EY, del que se hace eco el artículo con titulo muy similar al de este post y que dice que ‘la economía colaborativa representa ya un 1,4% del PIB español. En 2025 se duplicará aseguran. De hecho, para comprender el verdadero cambio y a la velocidad que se está produciendo, la misma fundación indica que tan sólo hace tres años, esas plataformas del usar y no comprar sólo eran el 0,2% del empleo y al 0,3 % del PIB de España.
La consultora PwC calculó que la economía colaborativa alcanzaría un negocio mundial cercano a los 570.000 millones de dólares en 2025. Prácticamente todo el capital que se perderá en 2020 por culpa de la guerra de los aranceles según la Comisión Europea por cierto. Vieja economía contra la nueva. Una nueva economía que no se está analizando de manera estratégica por parte de gobiernos, instituciones económicas o entidades reguladoras. Y, como siempre, las medidas para hacer de todo esto una ventaja competitiva, un modelo sostenible o un factor de cambio social a mejor, llegara tarde.
Sorprende tanta lejanía por parte de quienes deberían de diseñar como liderar una economía que ya ha cambiado definitivamente y no va a dejar de hacerlo de un modo cada vez más rápido y de una manera más intensa. Los consumidores cuyo comportamiento es el que defino en este post no va a dejar de crecer. Hablo de mercados todavía inmaduros con un perfil de cliente millennial o centennial y que son totalmente digitales. Con el tiempo, además, otras generaciones mayores irán sumándose a este modelo. En mi entorno, de aquella otra generación X, con mayores de 40 años, e incluso de 50, muchos han entrado de pleno a este comportamiento económico. Alquilan coworkings, usan coches que no han comprado, utilizan herramientas que necesitan un tiempo o lavan su ropa en espacios de lavado por uso.
En las grandes ciudades la gente está dejando de querer un vehículo que está parado el 95% del tiempo. El Foro Económico Mundial ya habla de una ‘sociedad del alquiler, un mundo en el que nadie tenga coche, nadie sea dueño de nada y base su vida en el uso eficiente de todo lo que precises’. Muchas de las noticias económicas que nos muestran sectores con problemas para crecer, que exigen ayudas gubernamentales para sobrevivir, son ejemplos evidentes de que el cambio no tiene espera. El mejor de estos ejemplos es el de automóvil.
Los jóvenes gastan la mitad en comprar un coche de propiedad que tan sólo hace una década, según datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones. Además, en el segmento que va desde los 18 a los 25 años los que se sacan el carné de conducir ha disminuido casi a la mitad en tan solo diez años. Los fabricantes deben estar pensando en presionar a los gobiernos reguladores con tal que aceleren los permisos para la conducción autónoma. A este paso no va a ser un problema el que la gente no quiera coches en propiedad, sino que no sabrán conducirlos. Permitidme la exageración para entender lo que realmente está pasando y que no tiene mucho que ver con la opción financiera del renting, es algo mucho más profundo y que se ubica más en el carsharing.
A una velocidad de vértigo llega el mundo del uso bajo demanda. Las empresas que sean capaces de convertir lo que venden en servicio tienen un futuro algo más diáfano que si no lo hicieran. Hablo de todo tipo de empresas, cada una en su correcta profundidad. Unos podrán servirizarlo todo, otros una parte, habrá quienes modificarán su modelo de negocio en base a procesos y otros mejorando la experiencia del cliente. Incluso, en según que sector, lo importante será el modo en el que los profesionales adapten sus habilidades para afrontar un mundo en el que nadie quiere comprarte nada pero sí pedirte que se lo dejes un rato.
Detrás de esto, si hablamos de empresa y no sólo de sociedad, aparece el concepto de la Transformación Digital. Algo que va de modificar procesos, colocar al cliente en el centro de la cadena de valor, de captar datos para transformarlos en información, de incorporar sistemas expertos de inteligencia artificial y de adquirir nuevas habilidades, pero que, en este caso, para que se cumpla aquella máxima de que ‘no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente’ se deben generar nuevos modelos de negocio.
Ahora bien, no nos engañemos. Te recuerdo lo que te dije al principio. Si bien uno de los grandes estímulos para que se esté modificando el comportamiento de consumo que tiende a preferir el uso en lugar de la propiedad, es el ideológico, el que deriva de una responsabilidad y conciencia medioambiental, sociocultural y de comprensión global, no podemos dejar de entender que otro gran dinamizador de esto es la devaluación económica en la que viven las generaciones más jóvenes. Es también la deflación social la que está acelerando este comportamiento del uso en lugar de la adquisición. En todo caso, gobiernos y empresas tienen que adaptarse. No hay otra.
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Picture: Eslam Mohamed
¿Hay alguien ahí? Políticos de tertulia y tele-realidad sin ningún plan para la que se avecina.
La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.
La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.
Mientras toda la ‘clase’ política muestra su poca clase, el mundo sigue girando. Al mismo tiempo que los abonados a la refriega le dan vueltas obscenas a una realidad que sólo les interesa a ellos, a unos cuantos periodistas y a los consumidores de tele-realidad política masiva, el mundo sigue dando vueltas hacia el futuro. Un futuro cada vez más retorcido, cercano y evidente. Evidente para unos y desconocido para la mayoría de los que deberían establecer amortiguadores sociales y preparar la maquinaria para evitar un desastre bíblico.
España tiene más de tres millones de parados. Todavía, sí. Cerca de un millón de familias que sobreviven en una economía descompuesta y sumergida, a dos millones y medio se les considera pobres de solemnidad y a otros ocho millones se les considera en riesgo de exclusión social. Súmale que aún hay un tercio de los jóvenes que permanecen aquí sin opciones laborales o a los pensionistas dejando de tomar su medicación por no poder atender el co-pago. Piensa en los 10.000 trabajadores de banca que se veían tranquilos tras el mostrador y que ahora tienen una carta de despido sobre él. A todo esto, nuestro modelo productivo sigue siendo incapaz de incorporarlos a la economía del conocimiento. Además, por si fuera poco, ha nacido una clase social conocida en otros lugares del mundo pero inédita en Europa, llamada ‘el precariado’ y que conforman aquellos que, aun teniendo trabajo, viven en la miseria.
Que sus señorías sigan en sus meriendas es de aurora boreal. Un país que sufre el un desequilibrio histórico entre el aumento de los costes de vida y el descenso notable del poder adquisitivo de la mayoría. Un lugar donde el futuro de las generaciones más jóvenes sigue siendo incierto. Estarás pensando que la reducción del desempleo ha sido notable en los últimos años. Cierto, como también lo es que se ha generado empleo en sectores muy expuestos a ser inversamente proporcionales o que en gran medida más de un millón de españoles se piraron a buscar trabajo a otros lugares, se generaron muchos puestos en la función pública y otros tantos regresaron a sus países de origen al no poder sobrevivir aquí. Esa resta también se debe hacer.
España es un país increíble pero no es suficiente con decirlo. Ni siquiera hablando de que el sector turístico es el más potente del mundo. A este país, ahora, le hace falta compromiso con su futuro. Nada de lo conseguido es suficiente. Nada servirá. La velocidad a la que el mundo se mueve es exponencial y la innovación necesaria no entiende de discursos vacíos o soflamas patrióticas. Se debe debatir de todo, por supuesto, y se debe hacer política también en aquello que repercuta en el reconocimiento de todo el mundo.
El problema es que sólo se tratan esos temas y ninguno más. Y lo vamos a pagar caro. La unidad territorial es tan importante como la reducción de cualquier discriminación que viva un colectivo social. Una exhumación es tan relevante como conformar un pacto de gobierno. Estoy de acuerdo que esos debates se deben efectuar. El problema es que sólo debatimos de eso y de lo que realmente se está fraguando nadie habla. La economía global está regando un campo ya inundado. En España es similar. La irrupción tecnológica en el campo laboral suele entrar de un modo desequilibrado. No es igual en todo, tiene intensidades variables. No es lo mismo el sector servicios que el industrial. Cada uno lo va a vivir de un modo distinto y a diferentes velocidades. No obstante, la intensidad, será igual de profunda en general más pronto que tarde.
Pero ellos a lo suyo. El impacto de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático va a llevarse por delante un modelo social y económico sin casi haberlo visto venir. Afectará a la población activa y las políticas públicas. Si la sociedad necesita menos trabajadores debido a la automatización y a la robótica, y muchas de las prestaciones sociales están ligadas a tener un empleo, ¿cómo va a percibir asistencia sanitaria y pensiones durante un periodo prolongado de tiempo la población no activa? Mientras tanto ellos a lo suyo, que si tu pactaste con aquel, que si yo te convoco otras elecciones y tú más.
Y es que la experiencia nos demuestra que son un grupo muy peligroso. Los políticos son muy chungos en general. Me cuesta ver la diferencia entre ellos. Pocos se van y cuando se van no es por que han perdido la voz gritando a sus superiores que no se están centrando en el problema real, el de fondo, el del futuro de quienes les votaron. Excepto honrosas, y conocidas y cercanas excepciones, se van porque no les dan el cargo deseado o la relevancia esperada. Lo visten con papel celofán de crisis interna, de giro ideológico o de meada fuera del tiesto a la vez que obvian que los problemas económicos se acumulan en España. La clase política habla, en general, de otras cosas.
Pero eso no pasa en todas partes igual. Hay países, como Suiza, que organizan referéndums sobre una una renta mínima universal de 2.260 euros libres de impuestos durante toda la vida para sus residentes y se permitieron el lujo de tumbar la propuesta. También se negaron a elevar el salario mínimo a más de 3.200 euros al mes. Lo hicieron, según parece, porque no quieren afectar a la competitividad de sus empresas. Es evidente que no somos Suiza. Aquí lo pasamos mejor y tenemos el gazpacho. No obstante, aunque seamos campeones en disfrutar nuestro tiempo libre, hay algo que no estamos haciendo bien y que lo vamos a pagar a medio plazo. Nos falta el sentido común de otros países como Suiza, Dinamarca, Irlanda u otros en los que llevan mucho tiempo atendiendo y gestionando el cambio de paradigma socieconómico que la Cuarta Revolución Industrial nos ha traído y la Quinta nos va a traer. Francia gasta 23 veces más que nosotros en preparar el coste social que conllevará la automatización de su industria.
Lo curioso es como obviamos los avisos. Me peleo periódicamente en los medios en los que colaboro en televisión, radio o prensa, en que deberíamos hablar de esto y no tanto de las peleas navajeras de toda esta pandilla. Porque hay notas que atender. El Banco de España anunció esta semana que PIB rebajó su crecimiento al 0,6% en el segundo trimestre de este año. Si no tienes estabilidad y planes de acción gubernamental, si la política se instala en lo provisional, al final se paga. Y es que España es un país con desequilibrios graves. En lo público y en lo social. En lo productivo si me apuras. ¿Qué vamos a hacer con un sector, como el automovilístico, cuando no se vendan coches? Hoy se examinan del carnet de conducir la mitad de personas que hace una década. Esto no va de compartir coche o de pasar de producto a servicio. Va de algo más grave, de que los ‘centenials’ no van a conducir, no les interesa. Ese sector en España ocupa a mucha gente por cierto. Gente que paga impuestos de momento.
Es evidente, como dice la OCDE, que este mundo va a ser automático en una década. Se van a automatizar una cuarta parte de los trabajos existentes con nuevas tecnologías. Tecnologías que van a crear empleos nuevos, pero nadie está trabajando en lo que supone reciclar a los trabajadores para su reinserción o, en su defecto, en prever un escenario dónde se tendrá que atender una demanda social de trabajadores innecesarios. Este país está en manos de gente sin perspectiva, que leen muy poco y cuyo objetivo vital es maquillarse para salir en alguna tertulia de tele-realidad política. Para trabajar en ese futuro inminente hay que legislar. Hay que crear leyes, normas y hacer política. Elementos que permitan afrontar este desafío inédito.
Muchas de las decisiones a tomar no serán políticamente rentables y ese es el problema. Cuando escucho a muchos hablar de la renta mínima y de sus costes admisibles me entran escalofríos. La renta mínima y universal no es de derechas ni de izquierdas, es irremediable. Pero el problema radica en que no se podrá desplegar simplemente por ley. Subiendo impuestos no funcionará. Irá lastrando la economía y reduciendo las opciones de mantenerla a largo plazo. Para que una renta mínima sea viable, hay que automatizar el país. Desde la función pública hasta la actividad privada. Menos empleo y más rendimiento. Sin esa base tecnológica, la renta mínima es inviable y además imposible.
Y es que esto es urgente, de verdad. Visto lo que vemos, nos vamos a dar un hostión importante. Mira como dije en 2007. Pensar que llega julio, que luego agosto, que más tarde la incoherencia nos llevará a la falta de acuerdos y después a otras elecciones y dale a la rueda Manuel, me indica que vamos a estar un año en la parálisis más absoluta. Algunos dicen que sin política el país va mejor y eso no es verdad. Sólo se cumple en lo inmediato, pero como te decía antes, la economía tiene un ‘delay’ razonable. Lo que ahora no se hace, lo pagas con intereses en un tiempo. Y lo vamos a pagar.
Vamos a ver. Los programas políticos públicos deben afrontar cuestiones de gran trascendencia proporcionando prestaciones sociales en la nueva economía digital. No hay otra. El número de robots industriales ha aumentado en todo el mundo desarrollado. En 2013, por ejemplo, se calculaba que había alrededor de 1,2 millones de robots en uso. Esta cantidad ascendió hasta casi 1,5 millones en 2014 y 1,9 millones en 2017. Japón tiene la cifra más alta, con 306.700 y Alemania 175.200. En total, se espera que el sector de la robótica crezca de los 15.000 millones de dólares actuales hasta los 67.000 millones en 2025. Los robots representan hoy una alternativa viable al trabajador humano. También va a pasar aquí. Los pedidos a entregar en robótica de servicios e industrial se amontonan en las fábricas europeas. En dos años los verás instalados y sustituyendo humanos. Lo grave no es eso. Lo realmente dramático es que nadie está preveyéndolo. La oportunidad no es sólo de productividad y eficiencia, es además de propuesta de una nueva economía donde las personas hagamos aquello que se nos da mejor: hacer de personas y no de máquinas. ¿Alguien pensando en esto?
Vayamos por partes. Un sector que nos toca, el turismo. El turismo ocupa un 15% del empleo español. Casi nada. Un empleo cíclico y muy dependiente del contexto. Afecta al 12% del PIB por cierto. Un resfriado tipo Brexit o una incorporación masiva de automatizaciones en el sector se te ventila la creación de empleo de golpe. El vertiginoso crecimiento de las nuevas tecnologías están teniendo un impacto sustancial en la población activa. Muchas de las grandes empresas tecnológicas han alcanzado economías de escala con una plantilla moderada. El momento en que las máquinas pueden reemplazar al hombre en la mayoría de los empleos de la economía actual es ya una posibilidad y es algo que va a ir pasando exponencialmente. En toda una serie de sectores, la tecnología está sustituyendo a la mano de obra, y esto tendrá consecuencias drásticas en el empleo y la renta de las clases medias.
Supongo que nuestros políticos dan por sentada aquella máxima que se ha convertido en ‘mantra’: ‘la tecnología destruirá empleos, pero también creará otros nuevos y mejores’. Cierto, es posible que sea así, pero no lo va a ser por arte de magia o por ciencia infusa. Lo que va a pasar, como no se activen modelos de sustitución, estructura ocupacional tecnológica y de habilidades humanas a desarrollar, es que la tecnología destruirá empleos y creará otros nuevos pero en mucha menor cantidad.
Martin Ford dice en uno de sus libros que ‘a medida que la tecnología se acelera, la automatización podría acabar penetrando en la economía en tal medida que los salarios no proporcionarán al grueso de los consumidores unos ingresos lo bastante holgados ni confianza en el futuro. Si este problema no se ataja, el resultado será una espiral económica descendente’. Yo añadiría, si no se ataja o no se prevé. Esto va de estrategia y liderazgo político asumiendo lo que viene, conociendo lo que se está fabricando. No va de táctica en el momento. De eso sabemos mucho. De como la táctica te explota en toda la cara como nos pasó antes.
Para que veamos la dimensión de la tragedia debemos comprender que, aunque la tecnología está revolucionando muchas empresas, lo hace transformando su manera de operar y no incrementando el número de puestos de trabajo. La tecnología puede estimular la productividad y mejorar la eficiencia, pero lo consigue reduciendo el número de empleados necesarios para generar niveles de producción iguales o mayores. Podemos ver en videos y conferencias lo divertido de que un robot se mueva por un hospital o te atienda en un hotel, pero detrás de eso hay un verdadero cambio laboral que llega sin avisar. Bueno, si que avisa, otra cosa es que nadie esté escuchando. Suena a lejano, a algo que no te va afectar.
Los políticos parecen no saber que este es el peor momento para un trabajador que solo puede ofrecer conocimientos y habilidades ‘tradicionales’. Los ordenadores, los robots y otras tecnologías digitales están adquiriendo sus conocimientos y sus destrezas a una velocidad extraordinaria. Y superándolos. ¿Hay alguien preparando un modelo educativo para ese empleo del futuro? ¿Hay alguien estableciendo los criterios políticos para que se prepare el cuerpo laboral ante esas exigencias? Y lo que es peor, ¿hay alguien preparando un amortiguador social para un escenario sin empleo de calidad y de valor añadido? El futuro es factible de ser conquistado, de vivirlo con entusiasmo, de fabricar un ecosistema en el que las personas trabajemos en cosas que las máquinas no harán jamás, un lugar donde podamos ejercer la innovación puramente humana.
El problema es que eso no es automático, no surge de una fuente ni de una tertulia televisiva. Se fabrica políticamente y la administración debe administrar, liderar y legislar para que la tecnología sea un aditivo favorable y no un veneno. Existe algún modo para que las personas lleven vidas plenas aun cuando la sociedad necesite muchos menos trabajadores. El gran debate político debe hacer frente a este problema mayúsculo antes de que se acumulen millones de personas en un escenario marginal de individuos ‘subempleados’. El problema es que esto exige hacer política, en muchos casos a muy largo plazo. Para esta gente trabajar en plazos superiores a 4 años es mucho tiempo. Años luz.
El rescate bancario y el cambio de modelo de crecimiento pendiente.
Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.
Cuando en un gran premio de Formula 1 deja de llover los bólidos pasan por boxes y cambian los neumáticos. Lo hacen para no gastar la goma blanda prevista para suelo mojado. De ese modo logran no desgastarla y, a pesar de que inicialmente no se agarran tanto, a medida que pasa el tiempo, esas ruedas se convierten en la mejor opción. En la gestión de la economía pasa algo parecido. Si deja de llover, si la situación abandona la tempestad, es momento de cambiar la fijación que sustenta un modelo de crecimiento que se amparaba en el desgaste y la gestión de una hipotética liquidez perdida inicialmente.
Sin embargo, eso no siempre se ejecuta correctamente. A veces, se pierde el ritmo de la carrera y se apuesta por un cambio de ruedas inverso. Se ponen gomas para mojado en seco y las de seco en mojado. Por esta razón en momentos de crecimiento económico no se apuesta por industrias y sectores de largo recorrido no cíclicos y de valor añadido y, en momentos de decadencia, se deja todo el peso de lo relativo a la capacidad individual de muchos en lugar de dejarlo en manos del liderazgo político. Me refiero a que, en España cuando las vacas eran gordas, gordísimas, no se hizo nada o muy poco por generar un nuevo modelo de crecimiento basado en las nuevas tecnologías, la automatización de sectores y la competitividad por valor añadido.
Cuando las vacas se pusieron a dieta, y se murieron la mitad, poco o nada se estableció desde el liderazgo político para que el peso del PIB español traspasara su caudal de sectores responsables de la hecatombe a otros que permitieran creer en un futuro moderno. De lo inmobiliario, de la construcción y de los servicios operados desde el bajo valor añadido no se hizo la reconversión hacia una economía con garantías y preparada para afrontar un futuro robótico y tecnológico. No se hizo, no se hace, no pinta que se vaya a hacer. Todo depende del desordenado ejercicio del sector privado que se muestra convencido de que su futuro pasa por su propia apuesta. El problema es que hay países que sí tienen un plan que ocupa menos folios que los nuestros, menos asesores, menos comités de expertos y menos meriendas, pero que a su vez contienen más ejecución, más presupuesto y un modelo asentado en el convencimiento de que la conquista del futuro no es algo que se pueda hacer con nuestro ‘waiting for…’ permanente. Al futuro se va, no se le espera.
Se perdió la oportunidad de invertir masivamente en conocimiento en su día, en innovación, en tecnología. Se malgastó todo en ladrillos, preferentes, desayunos de hotel, kilómetros de vías inservibles y aeropuertos innecesarios. Y ahora, a medida que los datos económicos respiraban ‘recuperación’ a costa de salarios, capacidad adquisitiva y anhelos de clase media de juguete, vamos abandonado las exigencias y la perspectiva y volvemos a pensar que lo importante es lo que suceda en los próximos cinco minutos en lugar de ir preparando el pasado mañana de nuestros hijos.
Seguimos en manos de gente con poca capacidad para interpretarlo. Ahora toca la guerra de las ideologías y el derrame verbal continuo. Lo vamos a pagar caro. Y lo vamos a pagar todos. Te plantan la noticia de que el coste de la salvación bancaria habrá supuesto 6.640.000.000.000 de aquellas pesetas, céntimo arriba, céntimo abajo. Que no pasa nada. Que es normal. Que ya lo dijimos. Que es mejor eso que otra cosa. Que la fiesta de rescatar un sistema financiero la tiene que pagar alguien. Recuerdo cuando dijimos que eso no lo pagaría nadie más que los ‘paganinis’ de siempre. Tú y yo. Era de aurora boreal, pero había quien lo defendía a capa y espada, que el hecho de que tras fusionar tres o cuatro bancos, la entidad resultante valía menos que la mayor de las fusionadas. Era algo aceptado por norma como un ‘mal controlado’. Pues no lo era. El tiempo no lo cura todo, pero ayuda a olvidarlo. Y ahora el olvido es un mecanismo insertado en la era de la información ‘fast food’.
Aquel rescate fue un fraude. Una quimera inventada para evitar una intervención a la irlandesa. La hipoteca a pagar es inmensa. Aceptada incluso. Lo grave, no es el coste que se ha reflejado en recortes, deuda, menos servicios y más impuestos. El tabique está en lo que dejaremos de invertir desde dónde se debe invertir lo recaudado por nuestros impuestos. No se hizo, no se hace y no parece que se vaya a hacer. El nuevo modelo de crecimiento vinculado al valor añadido, a la exportación de conocimiento y la tecnología, tendrá que esperar. Depende de la apuesta privada, del riesgo que tomen unos sin el amparo de otros. Un amparo que otros países, nuestra competencia, si ofrecen.
El crecimiento actual se sujeta en un andamio poco estable. Los que anuncian mes tras mes los buenísimos resultados macroeconómicos olvidan voluntariamente de donde venimos. Solo por comparación, resulta difícil ir a peor. Pero, como decía, no se ha hecho mucho. Se ha derivado, se tira de inercia. Las afiliaciones de la seguridad social ya dan muestras de desaceleración. En agosto casi 180.000 cotizantes dejaron de cotizar. Casi el doble de lo previsto. El sector servicios no da más de sí. El consumo deja de tirar y empieza a perder dinamismo. La confianza del propio comprador cae a medida que el empleo deja de fluir como antes. España crece, pero más despacio y el PIB rozará el 3%. Un registro notable, no lo niego, que además es mucho más equilibrado que en tiempos de la burbuja, pero que parece muy dependiente de sectores y modelos económicos que no garantizan un futuro de eficiencia y optimización de nuestra economía. Ahí está el problema. Un problema que, por cierto, sigue sin aparecer en ningún discurso político mucho más atento al recuento de manifestantes.
Sigo esperando un debate donde se hacen los debates sobre como vamos a afrontar como país un futuro sin empleo (o el mismo empleo), la renta mínima, la robotización, la automatización de sectores que ahora sujetan la economía y el crecimiento y un debate sereno sobre como vamos a conseguir los millones que se han quedado embarrados en el rescate bancario en lugar de haberlos invertido en la modernización de una economía, de un país. Aquí lo único que se ha modernizado es el método de hacer desaparecer un conejo de la chistera.
Recuperación 'low cost'.
Europ Assistance publicaba un estudio hace unos días asegurando que los españoles vamos a viajar más este verano pero que nos vamos a gastar menos pasta. Más de la mitad, un 58%, prevé irse de vacaciones, 9 puntos porcentuales más que en 2016, aunque el presupuesto que destinarán al viaje será un 12% inferior al del año pasado, unos 1.600 euros. A estos datos unos hablan de ‘datos que ponen de manifiesto la recuperación de la economía’ y otros de ‘la expansión de un turismo cada vez más low cost’.
Europ Assistance publicaba un estudio hace unos días asegurando que los españoles vamos a viajar más este verano pero que nos vamos a gastar menos pasta. Más de la mitad, un 58%, prevé irse de vacaciones, 9 puntos porcentuales más que en 2016, aunque el presupuesto que destinarán al viaje será un 12% inferior al del año pasado, unos 1.600 euros. A estos datos unos hablan de ‘datos que ponen de manifiesto la recuperación de la economía’ y otros de ‘la expansión de un turismo cada vez más low cost’.
Hablar de recuperación no ayuda cuando se expone así. Es cierto que la cosa avanza, que las políticas desarrolladas en los últimos años algún efecto están teniendo, pero seguir anunciando el fin de una etapa muy dolorosa es, en ocasiones, una provocación. Hay demasiada gente todavía sin empleo, en situación precaria, que lo perdieron todo con uno de los centenares de miles de desahucios que se han producido en los últimos años. La desaparición de bancos y cajas a coste irreversible para todos y la precariedad de un empleo que imposibilita la emancipación de una generación desesperada lo hacen complicado de aceptar.
Hablar de recuperación es más que examinable. Venimos de muy abajo. Cualquier signo de mejora se evidencia numéricamente. Sin duda estamos mejor que hace un par de años y, con toda seguridad, estamos peor que dentro de dos. Vamos creciendo. Otra cosa es de que tipo de crecimiento hablamos, que grado de consistencia tiene, de que modelo se ha elegido o, peor aun, que no se ha podido elegir. ¿Alguna idea sobre cual va a ser el motor económico en los próximos cinco años? ¿Lo mismo? ¿Mantenemos el estímulo sobre sectores intensivos?
Como decía al principio, los españoles gastaran menos de vacaciones. Curiosamente no lo van a hacer por tener menos disponibilidad, no, sino porque para tener esa opción serán más cortas. De las 2,3 semanas del año pasado nos iremos a las 1,9 semanas este próximo verano. De ahí que el presupuesto familiar para disfrutarlas se reduzca un 12%. ¿Signo de recuperación o evidencia de un nuevo escenario que exige más trabajo por menos salario? La deflación del capital nos ha traído una deflación social que se nos presenta, entre otros modos, con la incapacidad de disponer de unas vacaciones como teníamos antes.
Por eso es complejo hablar de recuperación cuando realmente hablamos de una deflación estructural en todos los ámbitos de relación social y que, por cierto, no se arregla con las políticas de ‘Alicia en el país de las Maravillas’ basadas en más gasto social, más ayudas, más subvenciones, más impuestos, más y más. En todo caso eso será un parche parecido a aquel ‘Plan E’ que se fulminó 8.000 millones de euros alicatando baños o los 100.000 de un FROB con el que así nos ha crecido el pelo.
La excusa de hablar de turismo como ejemplo de una caída de gasto sobre el mismo no es casual. El turismo representa un modelo económico que poco o nada ha modificado su oferta. Sin embargo el mundo si ha cambiado su demanda. De Airbnb a los coches compartidos. Del carsharing a las experiencias de plataformas turísticas. De un día para otro, el sector se llevará una sorpresa mayúscula. Ese día detectaremos que el modelo de crecimiento de todo un país no podía depender así de nada. Ya lo hizo hace unos años dependiendo de lo inmobiliario. Así nos fue. Ahora dependemos de que los turistas no se vayan a otros destinos, que los españoles sigamos (aunque menos) manteniendo las vacaciones en casa y que, y esto es de aurora boreal, el turista del futuro inmediato no haga ni caso de la oferta tecnológica, socioeconómica, innovadora y ajustada a un modelo digital y circular como si hace el resto del mundo moderno.
El pasado martes impartí uno de los Workshops que ofrezco sobre Transformación Digital e innovación disruptiva al sector de la hostelería, concretamente al de la provincia de Barcelona. Fue muy interesante aunque realmente con diferencias notables con otros que he impartido en Irlanda, en Reino Unido o en Francia, y al mismo sector. Detecto que la tecnología no es un aliado en muchos casos, se ha convertido en una urgencia que genera problemas, ajustes y costes innecesarios. Percibo una especie de táctica al respecto y no una estrategia de innovación. La finalidad debe ser vender más y enfrentarse a un estado social y económico que, aun habiendo elementos para dudarlo, está en plena y brillante recuperación.
Pues eso, sigamos pensando que aquí, pase lo que pase, no pasa nada. Sigamos recuperándonos sin tomar medidas para que esa recuperación discurra en el territorio de lo que realmente garantiza un futuro. Un futuro automatizado y robótico, con debates pendientes serios y urgentes y que, by the way, sigue siendo una especie de fábula a la que no hacen ni puto caso ni los que gobiernan ni los que aspiran a gobernar. Un debate que otros, nuestros competidores, si están haciendo.
El sector biotech alcanza en facturación al sector turístico. ¿Listos para un cambio de modelo productivo?
El paro baja en 216.700 personas a final del segundo trimestre de 2016. Y lo hace hasta una tasa del 20% según la EPA. Ahora ya ‘sólo’ quedan 4.574.700 personas sin trabajo en España, lo que pone el índice al mismo nivel que teníamos en 2009. Todo parece ir por el buen camino dicen. Incluso seríamos capaces de decir que ‘sin gobierno’ las cosas avanzan relativamente mejor.
El paro baja en 216.700 personas a final del segundo trimestre de 2016. Y lo hace hasta una tasa del 20% según la EPA. Ahora ya ‘sólo’ quedan 4.574.700 personas sin trabajo en España, lo que pone el índice al mismo nivel que teníamos en 2009. Todo parece ir por el buen camino dicen. Incluso seríamos capaces de decir que ‘sin gobierno’ las cosas avanzan relativamente mejor.
Sin embargo, si bien los hogares con todos sus miembros en paro bajó un 7,3% con respecto al trimestre anterior, son todavía casi 1,5 millones las familias sin nadie trabajando. Un tema grave que se suma a otro aún más dramático y que esconde el verdadero problema estructural de nuestra economía. El paro joven se mantiene estable cerca del 47%.
Que la mitad de los jóvenes dispuestos a trabajar menores de 25 años no tengan empleo no es comparable con ningún país civilizado. Además, habría que sumar los centenares de miles que huyeron en busca de oportunidades en otros países. Jóvenes con dos carreras, ‘másters’ e idiomas, recogiendo cucharillas en un café turístico de cualquier capital europea.
La respuesta a toda esa generación con talento y habilidades para ofrecer sus capacidades a fin de cambiar un modelo de crecimiento que se llevó por delante millones de empleos, familias, propiedades y sueños, está siendo escasa. Se está permitiendo que se vayan por no activar políticas que puedan suponer un espacio de desarrollo actual, homologable con nuestro entorno. Crear empleo es siempre algo positivo pero el que se está creando es ciertamente revisable. Sigue siendo muy escaso el que proporciona valor añadido, está vinculado con las nuevas tecnologías o el conocimiento.
Y es que seguimos con la idea de que ‘la recuperación’ es algo bueno. ¿Recuperar qué? Un modelo productivo ineficiente destinado a acumular ladrillos en cualquier esquina, a especular con solares y terrenos que nadie utilizaría en su sano juicio o a la estimulación de un modelo dependiente del turismo de bajo coste. ¿Eso es lo que queremos recuperar? Perdimos la oportunidad de subirnos a un carro de la modernidad hace años, cuando las vacas gordas pudieron pagar el coste de modernizar todo el tejido empresarial e industrial, la administración y sus procesos, pero no se hizo. Ahora con las vacas flacas, que se acentuarán, menos lo haremos.
Se avecina el mayor ajuste en tiempo, las exigencias europeas así lo estiman. La pérdida en e sector turístico aun no se han descontado por el ‘brexit’, la caída de ingresos fiscales explican que aunque haya más empleo este genera menos beneficios y el gasto público sigue fuera de la envergadura que se nos ordenó. A menos recaudación, más impuestos. A más recortes, menos crecimiento. A menos crecimiento, mayor destrucción de empleo. No es bueno vanagloriarse de una cifras que cuando se miran al detalle tienen muchos aspectos que muestran los alfileres con los que se sujetan.
Pero es así. Vivimos en plena recuperación pues los bancos vuelven a otorgar hipotecas al 100% con financiación camuflada. No hemos aprendido nada. Al cierre de 2015 las hipotecas que de manera evidente suponen la totalidad del coste de una vivienda suponían el 15,6% del total y sabemos que ahora mismo esto puede estar muy por encima. Sin duda es lo que explicaría el hecho de que el número total de hipotecas se incrementara un 20% llegando a diciembre del año pasado a un cuarto de millón concedidas. Sí, 250.000 hipotecas en el país de los desahucios.
Pero entre tanta 'buena' noticia se esconde otra mucho mejor. El problema es que es una información económica que no afecta al empleo, pues resulta que uno de los sectores de mayor crecimiento en España es uno de los que menos puestos de trabajo genera. Un sector vinculado al futuro, a la tecnología y a las opciones de generar un cambio de modelo productivo que nos aleje del que hasta la fecha nos ha llevado a múltiples desastres.
Hablo del sector Biotech. Un sector industrial que ha logrado superar por primera vez los 100.000 millones de euros anuales de facturación. Hay que tener en cuenta que el sector biotecnológico español en 2008 sólo representaba el 2,98% del PIB y ahora supera el 10% llegando a la misma tasa de importancia que el todopoderoso sector turístico. Pero sin embargo, la curiosidad aparece en la afectación al empleo que tiene. Apenas 190.000 personas trabajan en este sector cuya mayoría está en Catalunya. La explicación según el propio gremio es que no hay trabajadores cualificados y, el que había, se fue de España.
Es evidente que la apuesta por sectores de futuro que se alejan de la manoseada ‘recuperación’ es la mejor opción. Sin embargo se debe preparar el mantel. Mejores sueldos, mayor ambición desde la administración en su potenciación soportando programas de formación y de I+D+I y, por supuesto, arremeter de una vez un plan fiscal beneficioso para sectores tecnológicos o al final, muchos, se irán dónde sea más cómodo generar riqueza.
Pero me interesa vincular todo esto con la necesidad de estimular un cambio económico que sea capaz de aportar un futuro adecuado a un país como España. Modernidad, liderazgo político y empresarial capaz de generar un espacio tecnológico y competitivo con el futuro. Una revisión real de cómo va a ser el futuro inmediato dónde la automatización y los robots no van a ayudar a la creación de empleo. Un mundo inminente que habla de pensiones en riesgo, sociedad del bienestar en jaque y modelos productivos obligados a vivir una disrupción inevitable.
El empleo no se va a generar masivamente en los sectores de futuro. Ahí se va a instalar la eficiencia. Debemos ir pensando en que modelo social y económico, de salvaguarda de derechos y servicios, vamos a soportar como sociedad. La oportunidad, cómo demuestra el sector biotech está trazada. Con un poco de ayuda, hoja de ruta y visión de hacía dónde va el mundo, la oportunidad de 'no recuperar' nada y si 'construir un futuro mejor' es evidente.
La verdadera 'recuperación' es asunto de todos
Sabemos que se crean más empresas, pero que se hacen con menos capital. Aunque hablo de España, es algo que se repite en algunos de países de nuestro entorno. Obviamente el primer elemento a tener en cuenta es que no hay financiación, por lo menos no la que nos prometieron cuando dijeron que ‘todos los sacrificios de la banca por sanearse repercutirán en una apertura del grifo’.
De momento, lo único que sabemos es que en términos generales es que ‘el grifo’ sigue goteando y para nada ha aparecido el chorro y lo que va trascendiendo sobre los motivos de la denostada mala salud (anterior) del sistema es pura basura. La recuperada buena salud (que pagaremos todos) resulta que no acaba de trasmitirse donde es urgente que se traslade. O se estimula la financiación o será imposible tratar ‘face to face‘ contra los competidores asiáticos, americanos y, pronto, africanos.
Es muy preocupante, utilizando datos nacionales, que sean 170 millones de euros menos invertidos en la creación de empresas según el informe de Axesor. El mismo estudio asegura que en los 30 días del mes anterior, se necesitaron 263 millones para poner en marcha 6.147 empresas, mientras que el promedio anual en esta partida es de 531,4 millones. La anunciada ‘recuperación’ no llegará si las empresas no tienen capital para invertir por muchas que se funden. Hablamos de la gasolina para competir, para investigar, para crear compañías de la nueva era que nos ha tocado vivir.
¿Dónde está la explicación? En tres campos. Uno bueno y dos malos. El bueno es que a medida que pasa el tiempo, la economía digital permite fundar empresas, startups, modelos de negocio que requieren menor capital inicial y mucho de talento, dedicación y métricas que luego pueden lograr inversión. A esto, sin embargo, habría también que sacarle punta pues, mientras que en Israel, Estados Unidos, Irlanda, Eslovenia, Chile, Corea, Nigeria, Sudáfrica, Reino Unido, Polonia, Rumania, Canadá y dos docenas de países más que se están comiendo el pastel del futuro inminente, a pesar de generar empresas de esta índole, la capitalización inicial supera año con año al anterior.
Pedir que la Nueva Economía, la sociedad del conocimiento, la empresa tecnológica y el cambio de modelo en el crecimiento de un país se apoye en compañías sin dinero, sin financiación y sin capacidad para lograrlo, a expensas de que todo dios se dedique a poner horas y talento, es mucho pedir. Competir en este nuevo escenario requiere de talento, de una buena formación, de políticas dirigidas a estimularlo, de implicación, de liderazgo ejecutivo y, sobretodo, de dinero. Mucho dinero.
En eso de conquistar el futuro deben jugar todos. La lástima es que unos están preocupados en sus cosas pequeñas, en sus líos de juguete que dan lástima y otros en las grandes epopeyas que no sabemos a que responden visto lo visto. En eso de ser competitivos y tener empresas que sepan trasladar a riqueza cuanto crean y exploten, a ser líderes en impresión 3D, en conducción automatizada, en big-data, en gestión de la realidad virtual, en robotización de sistemas y procesos o en cualquier paisaje similar, hay que implicarse.
Políticos, que deben consultar a los que saben de esto, en cómo diseñar políticas a largo plazo capaces de reconducir este desastre mayúsculo y dejarse de dar porciones de un pastel infecto a grupos de presión con ‘cánones’ que son totalmente ilógicos.
Banqueros, que deben hacer un ejercicio sano de aceptar que son culpables en gran medida de haber dispuesto un crédito barato y soez durante años para que todo se aguantara en ladrillos de mentira. Que deben ser capaces de invertir y permitir la inversión para cambiarlo todo. Que no sirve que una entidad (y son varias) que obtienen beneficios netos de miles de millones de euros al trimestre, dediquen 10 de ellos a un fondo de inversión tecnológico. Que eso no es justo ni válido, de hecho no es nada en sí mismo. Y no pido que inviertan, cómo mínimo que concedan crédito. Sería suficiente.
De la sociedad ‘emprendedora’, que no puede ser que tras el desastre vivido, de la bola de estiércol que nos pasó por encima a todos, aun considere que el mejor proyecto empresarial que se puede montar es el inmobiliario. Una cuarta parte del capital invertido en la creación de nuevas empresas en España se ha destinado a la industria inmobiliaria. Has leído bien, 61 millones en un mes para nuevas sociedades vinculadas a la ‘recuperación’ del modelo, no a la ‘renovación’ del mismo.
Lo más grave no es el dinero aportado a la industria inmobiliaria, lo duro es ver que ese sector invierte como dios manda. El 23% del capital aportado a nuevas empresas representa sólo el 8% del total de éstas. De nuevo, el dinero, busca ‘lo seguro’ olvidando que la seguridad es algo más complejo. Se trata de construir algo de valor, un ecosistema en una economía cambiante, tecnológica y competitiva que en muchos lugares se está creando con valentía y decisión y en otros se está dejando al lento modelo de la inercia que el voluntarismo de algunos proporciona. Si esperamos conquistar el futuro, el de nuestros hijos, el de nosotros mismos atendiendo a la velocidad de todo, es preciso que todos lo quieran hacer.
Todavía queda algo de tiempo. La gran oportunidad de despertar de un letargo de fango y tocho depende de políticos, de la prensa, de los bancos y, por supuesto de la propia sociedad. Despertar una economía que no fabricaba nada. Que basaba la riqueza en el hecho comparativo sobre plano atendiendo a un valor especulativo del ‘los pisos no bajan jamás’, de la acumulación de apartamentos y casitas con sueldos duplicados a horas extras. A tiempo estamos de sonrojarnos de nuevo por haber considerado que una hipoteca a 75 años era una gran inversión. Quedan minutos para darle la vuelta al camino que parece que vuelve a iniciarse. Minutos para tomar otro tren pues en el que parece que vamos resulta ser que es de vuelta y ya no de ida. De vuelta al pasado en lugar de ida al futuro. Estamos a tiempo, pero depende de todos.
'Empleo para el futuro' en ABC
Mi artículo de esta semana en ABC se titula “Crear empleo para el futuro”, y trata de ilustrar la que considero mala digestión, que de este momento histórico, está viviendo la mayoría de países de nuestro entorno. Intento definirla como un escenario que está lejos de ser una crisis de tipo financiera o monetaria y que para la creación de empleo de calidad y con garantías de futuro hay que trabajar de manera seria en ello. Hablo de que es mejor dejar las simulaciones que nos hacen ver “burros voladores por donde no sopla ni el viento“ o “simulacros de inversión o de mejora donde lo que hay es parálisis y tarifa plana“. En el artículo defino en parte la “hoja de ruta” que interpreto deberíamos de asumir todos, inclusive los que se miran todo desde la barrera.
A continuación, os dejo el texto completo del artículo:
Crear empleo para el futuro
La tripulación dice que mires hacia la derecha. Por mi escotilla se puede divisar el Montblanc. Imponentes sus casi cinco kilómetros de altura te dejan pensativo. Se asoma entre la Europa decadente y la que dice estar saliendo de la crisis. Mirarlo en un día claro es ver la mancha que divide esas dos ‘Europas’ que no dejan de ser una misma pero mal interpretada. La mala digestión de este momento histórico por parte de la mayoría de países de nuestro entorno está lejos de ser una crisis de tipo financiera o monetaria. A parte nos quedan las simulaciones que nos hacen ver burros voladores por donde no sopla ni el viento. Simulacros de inversión o de mejora donde lo que hay es parálisis y tarifa plana. En lugar de vanagloriarse de que alguna personalidad tecnológica destacada decida invertir en constructoras con balances complejos, lo que se debería de hacer es localizar el problema real y no continuar con el engaño siniestro que nos podría hundir por mayor tiempo y desaprovechar la oportunidad que tenemos frente a nuestras narices y que, quienes deberían, no ven.
Siguen habiendo dudas sobre la capacidad de retornar inversiones en países como Grecia, Italia, Portugal o España por ejemplo. Se preguntan si estamos en condiciones de ser competitivos en un mundo global y por ello de ser atractivos a dicha inversión en el futuro. En España, por ejemplo, siempre habrá negocio, eso es evidente pues cincuenta millones de individuos lo generan por combustión espontánea. Pero ¿será atractivo siempre? El inversor medio busca rentabilidad y en ese punto localiza destinos atractivos.
Llegan noticias de que se trabaja para devolvernos a la ficha de salida. Eso es algo terrible. Inversiones millonarias en promociones inmobiliarias que nos conducen de nuevo a una vida anterior como si no hubiéramos aprendido nada del desastre monumental que hemos vivido. Se pretende convertir otra vez a este país en un polo de atracción por la vía de la construcción y el turismo. Dos sectores focalizados en la mano de obra (cada vez más barata) y no en el conocimiento o el valor añadido. Las cifras del paro en los próximos meses demostrarán que esta estrategia solo conduce al trabajo temporal y mal remunerado.
La solución para salir de este círculo vicioso pasa por la creación de empresas que aporten empleo de calidad. La austeridad a la que está siendo sometida la sociedad española (y europea) no tiene sentido si con esa política no se desarrollan planes de futuro y que impulsen modelos de crecimiento distintos. No vale de nada endurecerlo todo para luego volver a potenciar al sector que nos llevó al abismo o a la generación de empleo que nos encierra en una especie de microburguesía low cost que asusta. La mitad de los jóvenes en España está en paro. No tiene sentido mantener los modelos formativos que los empuja a las listas de desocupados y pretender que todos sean lo que no pueden ser. La huida es masiva. Aquí lo que hace falta son políticas concertadas que conduzcan nuestro modelo productivo a una economía del conocimiento, tecnológico y de alto valor que pueda complementarse de manera equilibrada con cuanto teníamos y que podemos recuperar ordenadamente.
La revolución que vive el mundo, mucho más que una crisis, responde al posicionamiento de las piezas de un puzzlesocioeconómico y vital entre hombres, tecnología y política. Una economía en funcionamiento que se ajuste a la nueva realidad precisa de compradores y de vendedores y si queremos vender conocimiento español deberemos de activar todos los mecanismos para que así sea. La empresa privada, la banca, los sindicatos, la política, la prensa y la sociedad deberán poner de su parte. Todos están en condiciones de entenderlo pero no todos están dispuestos a hacerlo.
La empresa privada está a contrarreloj y las prisas suelen ser malas consejeras. La banca mantiene el discurso del saneamiento que no se cree ni el famoso Tato pues con un banco malo no se deja de ser el ‘ídem’. Los sindicatos a sus cosas (y nunca mejor dicho), la política valiéndose de su posición aristocrática para no meterse en el barro, la prensa dudando de cual es el discurso correcto y luchando contra un cambio de tiempo (que les pilló a destiempo) y la sociedad descubriendo que es eso de dejar de ser clase media. Con este panorama cuesta aprovechar el momento y darle la vuelta a la colcha.
Cuando en el siglo XIX entró una máquina de vapor a una fábrica de 400 trabajadores para que la llevaran sólo dos, hubo 398 personas que creyeron estar en una crisis absoluta y no sabían qué hacer. La sociedad nombró “crisis Industrial” a lo que siglos más tarde hemos llamado “Revolución Industrial”. Aquella sociedad aprendió a colocar a todas esas personas en diferentes sectores y a mejorar la vida de todos. Nosotros estamos aprendiendo a modificar nuestros ritmos vitales, económicos, sociales, políticos para que la gente se incorpore en esta revolución tan absoluta. Las culpas están repartidas en diferentes medidas y estamentos. Está claro que hay gobiernos que han hecho menos que otros, hay sociedades que abusaron del crédito y de la especulación absoluta, o que España no aprovechó las bonanzas para impulsar un cambio de modelo de crecimiento. Aún así, la respuesta al momento actual no está en recuperar nada, ni en hablar de crisis, sino en intervenir teniendo en cuenta que estamos viviendo una revolución en todos los sentido
Para poder vender hay que seguir con la austeridad y ajustar costes en todos los ámbitos. Esto no es solo un tema de ajuste salarial, también tiene que ver con reducción fiscal y así pelear contra la miserable curva de Laffer en la que tanta presión tributaria no consigue recaudar más dinero sino todo lo contrario por pura estrangulación.
Si queremos convertir a España en una verdadera potencia económica, esta vez no basada en la especulación y en acumular ladrillos en cualquier solar recalificado o si lo que deseamos es ver los modelos productivos vinculados al conocimiento y la tecnología, nos conviene a todos irnos dando cuenta de que esto no es una crisis y que no hay nada que recuperar, que lo que nos toca ahora es aceptar el nuevo momento, aprovechar la oportunidad, apoyar a los que peor lo están pasando y ajustar el gasto y conducirlo a donde realmente puede aportar valor.
Asusta pensar que esa hoja de ruta que nos debe conducir de un entorno en quiebra a otro de alto valor económico esté en manos de la clase política actual. Una casta que no son capaces de conectar las luces largas de la alta estrategia y se limitan a mirar el futuro en fragmentos cuatrianuales. Ahora más que nunca toca hablar de lo que importa, diseñar el modelo y actuar. La fiesta está apunto de empezar. El cambio de modelo es inminente y los ciudadanos pasaremos lista, quien no esté ahora se lo va a perder y además lo recordaremos.
Detalles de la EPA
Si alguien aterrizara en España recién llegado de Urano podría creer que lo hace en un país donde todo lo que le dijeron que pasaba y por lo que pasaba el día que embarcó en aquel lejano planeta ya pasó. Un viaje desde los confines del Sistema Solar es largo y digamos que lo empezó hace cuatro o cinco años. El personaje en cuestión hubiera podido escuchar y leer que aquí ya hemos empezado a disfrutar de la “recuperación” económica que nos llevana anunciando desde hace siglos y que además, por si alguién tenía dudas, empieza a crearse empleo o algo parecido.
Obviamente en unos días el uranés se habría dado cuenta que lo único que falta en este país es sentido común, un poco de análisis y que se explique en foros autorizados la realidad.
Es de pena mantener el discurso, que analizaré otro día, sobre la supuesta buena salud del renovado sistema financiero. Ahora todos (los que quedan) ganan mucho dinero y pueden vanagloriarse de ello. En realidad lo que hacen es que dotan menos para así tener cuadros contables más chulos. Incluso hay quien dice que ahora ya tenemos un sistema financiero que soportará bien los tests de stress ya que lo malo se lo ha quitado de encima. ¿Dónde está todo lo que antes era tóxico? En tus impuestos, en tus recortes, en tu FROB y en un cúmulo de mierda acumulada en un banco malo que tarde o temprano pagaremos todos. Ya digo que creerse que esto ya se ha arreglado por arte de magia o por las “reformas” del ejecutivo vamos dados. Esto es más complejo.
Ahora bien, miremos la absurda fiesta montada con lo de que el paro baja.
El dato en el que debemos fijarnos es en el número de cotizantes. Dicen que la cifra del paro registrado, según la EPA, evoluciona positivamente. Eso es cierto pero que quede claro que eso no precisa necesariamente que se esté creando nuevos empleos por ejemplo si los parados que entran en edad de jubilación superan al número de nuevos ciudadanos con edad de trabajar o con intención de hacerlo. Eso en España es un número negativo pues se prolonga mucho el ingreso al mundo laboral.
También es factible que la EPA evolucione positivamente a pesar de no crear empleo si los desempleados emigran y no son reemplazados con nuevos demandantes de empleo inmigrantes. Esto es obviamente algo que tambén está sucediendo de manera efectiva.
Cuando la cifra de cotizantes no para de bajar a pesar de que aumentan autónomos y trabajadores de tiempos partidos y de empleos precarios. Es evidente que la caída de empleo real y consistente está llevándose por delante la clase media.
Hay que pensar que los parados que ante las dificultades de encontrar empleo se intentan reciclar o esperan emprendiendo montar un proyectos son borrados de la lista de demandantes por lo que, aunque no estén técnicamente trabajando de manera efectiva, ya no son parados.
Pueden seguir inventado escenarios que la cosa es más pesada que el plomo. La clase media es el mecanismo por el cual la Hacienda pública se aguanta y es el garante del Estado tal y como lo conocemos en los términos de bienestar social. Los países ahora dejan de estar en las listas de los desfavorecidos no por el puesto que ocupan sus ricos en el ranking de los que más tienen, sino por la dimensión y superficie de su clase media. Pero parece que la clase media está en franca decadencia. Estamos asistiendo a su destrucción, algo que no será inmediato sino prolongado en el tiempo.
Era papel mojado
Ya dije hace unos días, y replico textual, que “uno se cansa de que se manosee el término emprendedor y que a través del juego maniqueo de la política de juguete, los medios dirigidos por derivados parlamentarios y escritos por teletipófagos y por las manadas acríticas de militantes a la espera de una solución a su ruina personal, se le otorgue a los emprendedores características que no tenemos. No somos héroes, sólo queremos que me dejen en paz. De hecho no hemos pedido ninguna ley del emprendedor, en concreto tengo claro que cuando el Estado interviene suele ser un inconveniente. Lo que espero es que me permitan seguir como hasta ahora, rompiéndome la crisma cuando cometo errores y disfrutar de hacer lo que me gusta y me llena.
https://twitter.com/marcvidal/statuses/339155140764397568
Esto lo dije basado en la creencia de que cuando hablan de, con y para emprendedores no lo hacen de corazón sino por conveniencia. La ley que algún día llegará es ya papel mojado. Eso lo sabíamos, pero no lo que no podíamos pensar es que vayan tan descoordinados en esa casa llamada gobierno. Tres días después de esta foto donde se vanaglorian de reunirse con lo mejor de lo mejor de la emprendeduría nacional, admiten que la ley que les han explicado y vendido no se va a llevar a cabo, entre otras cosas, por que no se puede.
Y lo peor es la cobardía para comunicar su ineficiencia. A última hora y en fin de semana, casi como susurrando admiten que no se puede tirar para adelante. Pues eso, que lo que no se puede no se puede y además es imposible, pero lo que no se debe es lanzar falsas ilusiones basadas en las encuestas, las palabras de moda y en la prostitución conceptual de los tiempos políticos. Estos tipos calculan (y se lo creen ciertamente) que España va a empezar “la senda de la recuperación en el segundo semestre del año”. Cada vez es más evidente que estamos en manos de equilibristas.
la Comisión Delegada del Gobierno decidió retirar la propuesta de Ley de Emprendedores del Orden del Día de la reunión del Gabinete. Los motivos, en círculos próximos al Ejecutivo apuntan dos fundamentales: los numerosos errores técnico-jurídicos en su redacción y la discrepancias entre los ministerios implicados.
El dictamen del Consejo Económico y Social afirma que “la falta de rigor en la definición del objeto de la norma y del ámbito de aplicación explica la falta de coherencia sistemática del Anteproyecto, porque sus disposiciones normativas no están estructuradas”. La clave parece que está en que el Consejo Económico y Social reclama que se incluyan en la nueva norma “todos aquellos instrumentos que permiten mejorar el acceso al crédito y una mayor diversificación de las tradicionales fuentes de financiación. Medidas que impulsen los microcréditos, los fondos de capital semilla, los préstamos participativos o el refuerzo del papel de las Sociedades de Garantía Recíproca”.
Tampoco la introducción del régimen especial del IVA de caja para las pequeñas empresas se salva del suspenso general del CES a la Ley de Emprendedores, porque aún considerando que su implantación “es oportuna” el dictamen advierte de que “se ha optado por una regulación muy restrictiva que obliga a las empresas acogidas al criterio de devengo normal que contraten con ellas a establecer mecanismos de control adicional.“ Una complicación en la gestión del impuesto que eleva considerablemente los costes y, lo que es más importante, “conlleva renunciar a la devolución del IVA soportado con arreglo al criterio de devengo”.
Una ley que nace muerta antes de nacer en definitiva. Casi mejor. Cualquier ley mala es peor que su inexistencia. Repito, que nos dejen trabajar que bastante tenemos con la que se avecina a pesar de los dichosos brotes verdes que ahora se llaman “segundo semestre”. Siguen sin aceptar, entender y trabajar en base a que esto no es una crisis ni hay nada que recuperar. En otros países ya lo han entendido, y en aprovechar el cambio histórico están.
El Gobierno ha decidido matar a la prometida Ley de Emprendedores antes si quiera de haber nacido. El anuncio hecho ayer tras el Consejo de Ministros de la futura puesta en marcha de un Plan de Emprendedores supone la puntilla para una serie de medidas prometidas que nunca serán puestas en marcha.
Dicho plan pretende favorecer la creación, desarrollo y expansión de las pymes de nuestro país, por lo que parece que se quedará muy corto con respecto a las expectativas creadas en torno a aquella Ley prometida durante la campaña electoral y de desde aquí ya habíamos comentado que podría no llevarse a cabo.
Se esfuma la esperanza de algunos en la implantación del criterio caja en el IVA, que ya avisamos de que no se podría ejecutar y con toda seguridad también quedará aparcada la posibilidad de dar incentivos a la inversión privada en las pymes para que los proyectos emprendedores puedan captar capital.
#200 ideas
Ayer ABC Empresa dominical fue un número especial donde doscientas personas intentamos dar algunas claves sobre como afrontar el reto socioeconómico que vive occidente. La mayoría de ellos focalizaron en España como es lógico y en diferentes medidas de tipo económico que debían procurar una “recuperación” económica. Entre ellos los líderes de las empresas más importantes de España, de los sindicatos, de la patronal y de entidades económicas y educativas de primer orden. A mi sigue chirriando eso de “recuperar” pero digamos que al parto de un nuevo modelo en todos los cambios, algunos lo llamarán sin embargo “salir de la crisis”. Lo acepto aunque es sustancialmente muy diferente. En lo que yo defino aparece el elemento moral y de superación como individuo indispensable para entender porque para mí es clave el papel del emprendedor. Mi aportación estaba en la última página, el remate #200 me tocó a mí. Aquí os dejo con mi aportación.
Sin cloroformoDando una vuelta por la selva de tiendas dutty free que hay en el aeropuerto Hartsfield Jackson de Atlanta localicé el libro de Linda Stratman “Choroform: The Quest for Oblivion” y pensé que definía muy bien lo que se vivía en mi país. Rondaba enero de 2006. Apenas unos días después de una Navidad repleta de créditos y coches inalcanzables pero apretujados en el coste a treinta años de la hipoteca actualizada y engordada con turrones. ¡Que tiempos aquellos! Ahora vivimos el despertar disruptivo, el tránsito que nos lleva desde la opulencia a la realidad. Seguimos, no obstante viviendo un adormecido curso hacia no se sabe bien donde. Parece que seguimos sin ver que el plan consistía en adormecernos.
Que venía un cambio era evidente, que no se podría asumir el crecimiento en base a cosas que no necesitábamos también, pero sin embargo seguimos y seguimos hasta la extenuación. El sueño en el que entró la sociedad se ha terminado. Ahora el despertar es duro pero debemos reconocer exactamente lo que es: era un escenario onírico que retrasó el gran paso, la mutación de un modelo en el que todavía podemos participar y de manera determinantes. Los que se presentan a las elecciones, los que gestionan los procesos de reformulación bancaria y los que se han inventado un hipotético modelo de recuperación de una hipotética economía anterior siguen pretendiendo esclerotizarnos. Dicen: “no se molesten, ya nos encargamos nosotros”. Pero no se engañen, no se ocupan. Hablar así permite mantener a todo el mundo callado o en manifestaciones de escasa efectividad o huelgas generales tradicionalmente creadas para justificar a unos sindicatos que representan otros tiempos.
Es un cachivache muy efectivo para amansar a las fieras. Fue descubierto por los que asistieron a las meriendas aquéllas del G-20. ¿Recuerdan? Primero trasladaron que nos encontrábamos ante la peor de las crisis conocidas, que había sido algo imprevisto y que por lo tanto se ponían urgentemente a buscar soluciones. Inventaron la deuda infinita y santas pascuas. El efecto fue demoledor. Medio planeta cree que estamos saliendo del agujero. Funciona muy bien acobardar las ovejas primero y dejarlas pastar después. En España este efecto es superlativo. Somos un atajo de rumiantes. Se tragó tanta anestesia matutina que parece imposible reconvertirnos. Aquellos que ahora, en los albores de la cincuentena, de los sesenta, en plena facultad mental y física, capaces todavía de afrontar retos personales consideran que no van a poder ponerse de pie y liderar su propia vida.
La España de hoy es la de personas en plenitud derrotados por la versión oficial de que ya no tienen nada que aportar. Ya sea porque estoy a apenas una década de eso, sea porque conmigo trabajan jóvenes de cincuenta o que me niego a aceptar la meta como destino y prefiero saborear la carrera y el paisaje, no sé, pero la verdad es que invito y animo a tantos desahuciados laborales a inventarse su trabajo, a emprender y a proponer. Emprendedor no es sólo el que monta una empresa, es quien se descloroformiza y se lanza a la conquista de su propia existencia, dejando de lado convencionalismos, reglas y tópicos sociales.
Sin recuperación a la vista
Ayer Zapatero dijo que “la crisis” durará cinco años más y no dimitió. Rajoy le dijo que vale y el espíritu navideño se instaló en esa cosa que llaman cámara de representantes. Lo de ayer fue patético. Como lo lleva siendo hace mucho. El mismo que negó la crisis llamándola “desaceleración”, que nos acusó de antipatriotas a los que argumentábamos su llegada inminente, el mismo que se dedicó a buscar mil motivos y modalidades semánticas para no hablar de la que se nos estaba viniendo encima, el mismo que, por su retraso evidente en aceptarlo, nos hizo mucho más crónica la mala situación en la que estamos y el mismo que hablaba de brotes verdes, que ha anunciado una vez y otra que “lo peor ya ha pasado”, ese tipo, ahora, dice que nos queda para largo. Pues claro. Sin embargo la distancia a la que viven todos éstos es de espanto. Siguen sin aceptar que esto ya no es una crisis. De hecho me temo que no lo entienden. Siguen hablando de no se que “recuperación” y gases varios. Se acabó. Ahora toca que nos humillen como ciudadanos, que nos quiten lo poco que nos queda.
Lo de ayer fue un preacuerdo. Zapatero ha asumido que el desajuste es tan grande que no hay manera humana en lo que queda de legislatura de poder arreglarlo. Estos días que pasó junto a la nueva Presidenta de España, Angela, le sirvieron para recapitular todo lo que nos va a pasar en los próximos meses y años. Lo de la parada técnica de la economía igual ya lo ha empezado a definir, lo de que el “sistema financiero español es el más robusto del mundo” seguramente, a estas alturas, ya sabe que no es cierto y que en enero cuando empiecen a evidenciar el desajuste patrimonial de esas entidades tan sólidas, sigamos alejando el panorama de esa “recuperación” sucia y perversa.
Lo dicen por el mundo.
“España necesita una reforma “urgente” de su sistema de pensiones y podría tener que subir los impuestos para controlar el tercer déficit de presupuesto más elevado de la eurozona y evitar un incremento en el costo de la financiación para las empresas”
España encara un incremento en el costo de la financiación y está intentando convencer a los inversores de que puede reducir su déficit. El apoyo al gobierno socialista está cayendo al tiempo que este implementa las medidas de austeridad más severas en 3 décadas y planea aprobar una reforma de pensiones el 28 de enero que será entonces presentada al Congreso. Veremos quien se mueve en la calle. Veremos si la que tenemos liada en media Europa, si las hogueras que queman las plazas de las capitales europeas donde los recortes se hacen evidentes, llegan a la Castellana o la Diagonal. Veremos.
Las cosas están como están y no van a cambiar porque lo diga el Sun Sun Corda. Ayer leía a Charles Penty comentar que
“los bancos españoles, que este año se han visto afectados por los crecientes impagos y la menguante demanda de crédito, se verán más presionados en 2011 cuando los costos de financiación absorban más ganancias de sus préstamos para vivienda. La situación podría ser peor para los bancos con la mayor proporción de hipotecas, porque tienen menos margen para trasladar los costos de financiación a los clientes. Ibercaja, una caja de ahorros con sede en Zaragoza, tiene 53 por ciento de sus préstamos en hipotecas, mientras que Bankinter SA, con sede en Madrid, tiene 46 por ciento, según datos del Banco de España. La cantidad de hipotecas que un banco tiene nos da una señal sobre los que encararán más presión sobre los ingresos. A mayor número de hipotecas minoristas, más difícil es reajustar el valor de la cartera de préstamos. La preocupación de que España no logrará reducir el tercer déficit de presupuesto más elevado de la región lo suficiente para evitar un rescate de la Unión Europea ha hecho subir los costos de financiación para los bancos. La calificación del crédito de Aa1 del país podría ser rebajada, dijo el 15 de diciembre Moody’s Investors Service, que citó como razones las pérdidas bancarias, los déficit públicos regionales y los crecientes costos de financiación al tiempo que el gobierno y los bancos buscan refinanciar deuda por 260.000 millones de euros”.
Veamos, que pasa en realidad, resulta que el costo de asegurar deuda senior de Bankinter a 5 años ha subido a casi el doble desde abril, a unos 330 puntos básicos, según datos de Bloomberg. Es casi el doble que el costo de asegurar deuda de KBC Groep NV de Bélgica, que tiene la misma calificación de A1 de Moody’s que Bankinter. Ambos tienen una perspectiva negativa en la calificadora. El banco español es el quinto de peor desempeño en el índice Bloomberg Europe Banks and Financial Services de 53 miembros este año tras caer 40 por ciento.
En definitiva, todo parece indicar que Zapatero no aguantará la presión de tener un país sumido en una parálisis económica sin recuperación aparente y un descalabro de todos los elementos que podían reflotarla, justo cuando el sistema financiero español empiece a no poder engañarnos más.
Fortalecer a la banca "in vitro"
Que el mundo del análisis económico se ha vuelto loco es una obviedad. Hemos llegado a extremos de difícil digestión. Hace algún tiempo hablé de las apuestas en mercados que se hacen a las catástrofes, pues ahora se pueden encontrar opciones de inversión sobre las especies de animales que puedan desaparecer a partir de un accidente medioambiental, un casino siniestro.
Sin embargo, lo que parece un juego de bufones es todo este ruido sobre que la banca española y europea ha superado los controles de solvencia de la semana pasada. Está claro que la prensa económica está en manos de becarios a los que le piden hacer mil funciones estos días, por lo que el análisis de la documentación al detalle es una quimera, ahora bien, que los jefes de inversión de muchos gestores patrimoniales estén aceptando como buenos esos informes es para ponerse a temblar.
No sólo con respecto a que la banca española ha jugado a maquillar sus números delante de las narices de todo el mundo. Han contabilizado los activos inmobiliarios por valores que ni el Tato se puede creer, que sólo interesa al interesado, que se han puesto de FROB hasta el culo y así cualquiera y que si por si fuera poco, se han metido la deuda soberana por donde han podido a fin de que esta no fuera perjudicial para los intereses respectivos. Pero eso lo han hecho todos en Europa.
Las pruebas de solvencia de la Unión Europea han ignorado la mayoría de las carteras de deuda soberana de los bancos pues los reguladores decidieron no someter a examen los títulos de las carteras en sus entidades prestamistas. Es decir, no se han contabilizado las grandes pérdidas y sólo se aplican a las carteras de negociación, por cuanto no se considera ninguna suposición de impago. Eso es trampa. Todo esto ya hacía un tufo horrible, pero tras la publicación es más nocivo aun. Pero ¿a quien conviene decir la verdad esta vez? A nadie. Ahora sería un drama. Es tan sencillo hacer que quede bien en “plástica contable” cualquier cuadrante, que no sé porque se le llama “prueba de solvencia”.
Por ejemplo, los creadores de crédito tienen alrededor de 90 por ciento de sus bonos gubernamentales griegos en sus carteras de banca europea y 10 por ciento en sus carteras de negociación. Eso no lo digo yo, lo dice Morgan Stanley por ejemplo.
Cuando aparecen las sombras, los afectados sólo tuvieron que hacer una reducción valorativa de bonos en su cartera de banca por si hubiera alguna duda sobre la capacidad de un Estado de pagar por completo su deuda o de hacer pagos de intereses. De manera que los bancos que manejan deuda soberana europea como los españoles se han librado de apuntar ese desfase, como se han salvado de otras rebajas. ¿Cómo se puede permitir que el valor de los activos patrimoniales de uno mismo lo valore uno mismo? Es como si para avalar un crédito que le solicitamos a un banco, el tasador de nuestro patrimonio fuéramos nosotros mismos. Yo me pido un crédito de 3 millones de euros avalado por una hipotética propiedad de 30 m2 en la periferia de Castellón por ejemplo, valorado, según mi propio criterio en unos 5 millones de euros. Además me pido un crédito al mismo banco que me ha de dar el valor de solvencia por valor de otros 3 millones. Total, tengo un Tir de los buenos, dispongo de un valor patrimonial garantizable de más de 8 millones.
RECUPERACION DE CARTON
En mi columna de hoy en El Confidencial intento destripar eso que se ha venido a llamar “final de la crisis”. Advierto que en medio planeta esa recuperación es un simulacro, pero en el caso de que fuera cierta, en España el asunto se complica especialmente. A medida que se avance en el estancamiento, la llamada “postcrisis“, nuestro país chocará frontalmente con las carencias endémicas de nuestra economía. No aprovechar esta recesión será el mayor fracaso de nuestra generación.