¿Hay alguien ahí? Políticos de tertulia y tele-realidad sin ningún plan para la que se avecina.
La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.
La economía tiene un comportamiento perezoso. Las políticas de hoy no repercuten inmediatamente. En términos de análisis económico, las decisiones, o la falta de ellas, suelen provocar efectos a medio plazo. Y en eso estamos. En un país que para nada se ha recuperado de lo que se denominó crisis y que ahora parece instalado en una parálisis indecente. Desde que a principios de año, probablemente antes, el partidismo político se puso en portada, las grandes decisiones estratégicas no se toman. La actualidad prima. Salir en el revuelto de informaciones de vergüenza ajena disfrazadas de alta política cada mañana en uno u otro programa televisivo, no hace más que ahondar en el problema. A veces me pregunto si realmente hay alguien ahí con interés real por lo que nos pasa a todos o si hay alguien ahí que sepa realmente la que se nos viene encima.
Mientras toda la ‘clase’ política muestra su poca clase, el mundo sigue girando. Al mismo tiempo que los abonados a la refriega le dan vueltas obscenas a una realidad que sólo les interesa a ellos, a unos cuantos periodistas y a los consumidores de tele-realidad política masiva, el mundo sigue dando vueltas hacia el futuro. Un futuro cada vez más retorcido, cercano y evidente. Evidente para unos y desconocido para la mayoría de los que deberían establecer amortiguadores sociales y preparar la maquinaria para evitar un desastre bíblico.
España tiene más de tres millones de parados. Todavía, sí. Cerca de un millón de familias que sobreviven en una economía descompuesta y sumergida, a dos millones y medio se les considera pobres de solemnidad y a otros ocho millones se les considera en riesgo de exclusión social. Súmale que aún hay un tercio de los jóvenes que permanecen aquí sin opciones laborales o a los pensionistas dejando de tomar su medicación por no poder atender el co-pago. Piensa en los 10.000 trabajadores de banca que se veían tranquilos tras el mostrador y que ahora tienen una carta de despido sobre él. A todo esto, nuestro modelo productivo sigue siendo incapaz de incorporarlos a la economía del conocimiento. Además, por si fuera poco, ha nacido una clase social conocida en otros lugares del mundo pero inédita en Europa, llamada ‘el precariado’ y que conforman aquellos que, aun teniendo trabajo, viven en la miseria.
Que sus señorías sigan en sus meriendas es de aurora boreal. Un país que sufre el un desequilibrio histórico entre el aumento de los costes de vida y el descenso notable del poder adquisitivo de la mayoría. Un lugar donde el futuro de las generaciones más jóvenes sigue siendo incierto. Estarás pensando que la reducción del desempleo ha sido notable en los últimos años. Cierto, como también lo es que se ha generado empleo en sectores muy expuestos a ser inversamente proporcionales o que en gran medida más de un millón de españoles se piraron a buscar trabajo a otros lugares, se generaron muchos puestos en la función pública y otros tantos regresaron a sus países de origen al no poder sobrevivir aquí. Esa resta también se debe hacer.
España es un país increíble pero no es suficiente con decirlo. Ni siquiera hablando de que el sector turístico es el más potente del mundo. A este país, ahora, le hace falta compromiso con su futuro. Nada de lo conseguido es suficiente. Nada servirá. La velocidad a la que el mundo se mueve es exponencial y la innovación necesaria no entiende de discursos vacíos o soflamas patrióticas. Se debe debatir de todo, por supuesto, y se debe hacer política también en aquello que repercuta en el reconocimiento de todo el mundo.
El problema es que sólo se tratan esos temas y ninguno más. Y lo vamos a pagar caro. La unidad territorial es tan importante como la reducción de cualquier discriminación que viva un colectivo social. Una exhumación es tan relevante como conformar un pacto de gobierno. Estoy de acuerdo que esos debates se deben efectuar. El problema es que sólo debatimos de eso y de lo que realmente se está fraguando nadie habla. La economía global está regando un campo ya inundado. En España es similar. La irrupción tecnológica en el campo laboral suele entrar de un modo desequilibrado. No es igual en todo, tiene intensidades variables. No es lo mismo el sector servicios que el industrial. Cada uno lo va a vivir de un modo distinto y a diferentes velocidades. No obstante, la intensidad, será igual de profunda en general más pronto que tarde.
Pero ellos a lo suyo. El impacto de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático va a llevarse por delante un modelo social y económico sin casi haberlo visto venir. Afectará a la población activa y las políticas públicas. Si la sociedad necesita menos trabajadores debido a la automatización y a la robótica, y muchas de las prestaciones sociales están ligadas a tener un empleo, ¿cómo va a percibir asistencia sanitaria y pensiones durante un periodo prolongado de tiempo la población no activa? Mientras tanto ellos a lo suyo, que si tu pactaste con aquel, que si yo te convoco otras elecciones y tú más.
Y es que la experiencia nos demuestra que son un grupo muy peligroso. Los políticos son muy chungos en general. Me cuesta ver la diferencia entre ellos. Pocos se van y cuando se van no es por que han perdido la voz gritando a sus superiores que no se están centrando en el problema real, el de fondo, el del futuro de quienes les votaron. Excepto honrosas, y conocidas y cercanas excepciones, se van porque no les dan el cargo deseado o la relevancia esperada. Lo visten con papel celofán de crisis interna, de giro ideológico o de meada fuera del tiesto a la vez que obvian que los problemas económicos se acumulan en España. La clase política habla, en general, de otras cosas.
Pero eso no pasa en todas partes igual. Hay países, como Suiza, que organizan referéndums sobre una una renta mínima universal de 2.260 euros libres de impuestos durante toda la vida para sus residentes y se permitieron el lujo de tumbar la propuesta. También se negaron a elevar el salario mínimo a más de 3.200 euros al mes. Lo hicieron, según parece, porque no quieren afectar a la competitividad de sus empresas. Es evidente que no somos Suiza. Aquí lo pasamos mejor y tenemos el gazpacho. No obstante, aunque seamos campeones en disfrutar nuestro tiempo libre, hay algo que no estamos haciendo bien y que lo vamos a pagar a medio plazo. Nos falta el sentido común de otros países como Suiza, Dinamarca, Irlanda u otros en los que llevan mucho tiempo atendiendo y gestionando el cambio de paradigma socieconómico que la Cuarta Revolución Industrial nos ha traído y la Quinta nos va a traer. Francia gasta 23 veces más que nosotros en preparar el coste social que conllevará la automatización de su industria.
Lo curioso es como obviamos los avisos. Me peleo periódicamente en los medios en los que colaboro en televisión, radio o prensa, en que deberíamos hablar de esto y no tanto de las peleas navajeras de toda esta pandilla. Porque hay notas que atender. El Banco de España anunció esta semana que PIB rebajó su crecimiento al 0,6% en el segundo trimestre de este año. Si no tienes estabilidad y planes de acción gubernamental, si la política se instala en lo provisional, al final se paga. Y es que España es un país con desequilibrios graves. En lo público y en lo social. En lo productivo si me apuras. ¿Qué vamos a hacer con un sector, como el automovilístico, cuando no se vendan coches? Hoy se examinan del carnet de conducir la mitad de personas que hace una década. Esto no va de compartir coche o de pasar de producto a servicio. Va de algo más grave, de que los ‘centenials’ no van a conducir, no les interesa. Ese sector en España ocupa a mucha gente por cierto. Gente que paga impuestos de momento.
Es evidente, como dice la OCDE, que este mundo va a ser automático en una década. Se van a automatizar una cuarta parte de los trabajos existentes con nuevas tecnologías. Tecnologías que van a crear empleos nuevos, pero nadie está trabajando en lo que supone reciclar a los trabajadores para su reinserción o, en su defecto, en prever un escenario dónde se tendrá que atender una demanda social de trabajadores innecesarios. Este país está en manos de gente sin perspectiva, que leen muy poco y cuyo objetivo vital es maquillarse para salir en alguna tertulia de tele-realidad política. Para trabajar en ese futuro inminente hay que legislar. Hay que crear leyes, normas y hacer política. Elementos que permitan afrontar este desafío inédito.
Muchas de las decisiones a tomar no serán políticamente rentables y ese es el problema. Cuando escucho a muchos hablar de la renta mínima y de sus costes admisibles me entran escalofríos. La renta mínima y universal no es de derechas ni de izquierdas, es irremediable. Pero el problema radica en que no se podrá desplegar simplemente por ley. Subiendo impuestos no funcionará. Irá lastrando la economía y reduciendo las opciones de mantenerla a largo plazo. Para que una renta mínima sea viable, hay que automatizar el país. Desde la función pública hasta la actividad privada. Menos empleo y más rendimiento. Sin esa base tecnológica, la renta mínima es inviable y además imposible.
Y es que esto es urgente, de verdad. Visto lo que vemos, nos vamos a dar un hostión importante. Mira como dije en 2007. Pensar que llega julio, que luego agosto, que más tarde la incoherencia nos llevará a la falta de acuerdos y después a otras elecciones y dale a la rueda Manuel, me indica que vamos a estar un año en la parálisis más absoluta. Algunos dicen que sin política el país va mejor y eso no es verdad. Sólo se cumple en lo inmediato, pero como te decía antes, la economía tiene un ‘delay’ razonable. Lo que ahora no se hace, lo pagas con intereses en un tiempo. Y lo vamos a pagar.
Vamos a ver. Los programas políticos públicos deben afrontar cuestiones de gran trascendencia proporcionando prestaciones sociales en la nueva economía digital. No hay otra. El número de robots industriales ha aumentado en todo el mundo desarrollado. En 2013, por ejemplo, se calculaba que había alrededor de 1,2 millones de robots en uso. Esta cantidad ascendió hasta casi 1,5 millones en 2014 y 1,9 millones en 2017. Japón tiene la cifra más alta, con 306.700 y Alemania 175.200. En total, se espera que el sector de la robótica crezca de los 15.000 millones de dólares actuales hasta los 67.000 millones en 2025. Los robots representan hoy una alternativa viable al trabajador humano. También va a pasar aquí. Los pedidos a entregar en robótica de servicios e industrial se amontonan en las fábricas europeas. En dos años los verás instalados y sustituyendo humanos. Lo grave no es eso. Lo realmente dramático es que nadie está preveyéndolo. La oportunidad no es sólo de productividad y eficiencia, es además de propuesta de una nueva economía donde las personas hagamos aquello que se nos da mejor: hacer de personas y no de máquinas. ¿Alguien pensando en esto?
Vayamos por partes. Un sector que nos toca, el turismo. El turismo ocupa un 15% del empleo español. Casi nada. Un empleo cíclico y muy dependiente del contexto. Afecta al 12% del PIB por cierto. Un resfriado tipo Brexit o una incorporación masiva de automatizaciones en el sector se te ventila la creación de empleo de golpe. El vertiginoso crecimiento de las nuevas tecnologías están teniendo un impacto sustancial en la población activa. Muchas de las grandes empresas tecnológicas han alcanzado economías de escala con una plantilla moderada. El momento en que las máquinas pueden reemplazar al hombre en la mayoría de los empleos de la economía actual es ya una posibilidad y es algo que va a ir pasando exponencialmente. En toda una serie de sectores, la tecnología está sustituyendo a la mano de obra, y esto tendrá consecuencias drásticas en el empleo y la renta de las clases medias.
Supongo que nuestros políticos dan por sentada aquella máxima que se ha convertido en ‘mantra’: ‘la tecnología destruirá empleos, pero también creará otros nuevos y mejores’. Cierto, es posible que sea así, pero no lo va a ser por arte de magia o por ciencia infusa. Lo que va a pasar, como no se activen modelos de sustitución, estructura ocupacional tecnológica y de habilidades humanas a desarrollar, es que la tecnología destruirá empleos y creará otros nuevos pero en mucha menor cantidad.
Martin Ford dice en uno de sus libros que ‘a medida que la tecnología se acelera, la automatización podría acabar penetrando en la economía en tal medida que los salarios no proporcionarán al grueso de los consumidores unos ingresos lo bastante holgados ni confianza en el futuro. Si este problema no se ataja, el resultado será una espiral económica descendente’. Yo añadiría, si no se ataja o no se prevé. Esto va de estrategia y liderazgo político asumiendo lo que viene, conociendo lo que se está fabricando. No va de táctica en el momento. De eso sabemos mucho. De como la táctica te explota en toda la cara como nos pasó antes.
Para que veamos la dimensión de la tragedia debemos comprender que, aunque la tecnología está revolucionando muchas empresas, lo hace transformando su manera de operar y no incrementando el número de puestos de trabajo. La tecnología puede estimular la productividad y mejorar la eficiencia, pero lo consigue reduciendo el número de empleados necesarios para generar niveles de producción iguales o mayores. Podemos ver en videos y conferencias lo divertido de que un robot se mueva por un hospital o te atienda en un hotel, pero detrás de eso hay un verdadero cambio laboral que llega sin avisar. Bueno, si que avisa, otra cosa es que nadie esté escuchando. Suena a lejano, a algo que no te va afectar.
Los políticos parecen no saber que este es el peor momento para un trabajador que solo puede ofrecer conocimientos y habilidades ‘tradicionales’. Los ordenadores, los robots y otras tecnologías digitales están adquiriendo sus conocimientos y sus destrezas a una velocidad extraordinaria. Y superándolos. ¿Hay alguien preparando un modelo educativo para ese empleo del futuro? ¿Hay alguien estableciendo los criterios políticos para que se prepare el cuerpo laboral ante esas exigencias? Y lo que es peor, ¿hay alguien preparando un amortiguador social para un escenario sin empleo de calidad y de valor añadido? El futuro es factible de ser conquistado, de vivirlo con entusiasmo, de fabricar un ecosistema en el que las personas trabajemos en cosas que las máquinas no harán jamás, un lugar donde podamos ejercer la innovación puramente humana.
El problema es que eso no es automático, no surge de una fuente ni de una tertulia televisiva. Se fabrica políticamente y la administración debe administrar, liderar y legislar para que la tecnología sea un aditivo favorable y no un veneno. Existe algún modo para que las personas lleven vidas plenas aun cuando la sociedad necesite muchos menos trabajadores. El gran debate político debe hacer frente a este problema mayúsculo antes de que se acumulen millones de personas en un escenario marginal de individuos ‘subempleados’. El problema es que esto exige hacer política, en muchos casos a muy largo plazo. Para esta gente trabajar en plazos superiores a 4 años es mucho tiempo. Años luz.
El emprendedor que calló a la socióloga
Ayer me mostraba el director de IDODI Portugal el video que acompaña este post. No precisa mucha explicación el asunto. Basta con ver el minuto escaso que dura para darte cuenta de que el problema de nuestra sociedad es de sintonía con la realidad. El diálogo que muestra el vídeo es como una metáfora cínica y desgraciada que enfrenta el discurso oficial, la lejanía de la “casta” contra el esfuerzo, el riesgo y la valentía de un joven.
Se trata de un fragmento del programa en ‘prime time’ de la RTP1 llamado “Pros y Contras” en el que un joven de Cascais de apenas 16 años llamado Martim Neves explica que tiene una pequeña empresa de venta de ropa “fashion” llamada “Over It”. El alegato del joven ‘dreamer’ es un intento de animar a todos a tomar las riendas de sus propias vidas, de hacer por uno mismo lo que no hace nadie por nosotros y que en esa sintonía, seguramente, el futuro se terciará mejor.
Reconozco que es naif, si, pero hermoso y estimulante, con más razón y sustancia que la mitad de los discursos que a diario digerimos sobre concursos, ayudas y meriendas emprendedoras. Ahora bien, lo tremendo es lo que le dice la “excelentísima tertuliana a sueldo” e investigadora del Instituto de Historia Contemporánea de la Nueva Universidad de Lisboa, una tal Raquel Varela. La señora acusa al sector donde el chaval busca ganarse la vida y donde da trabajo a un grupo de personas, de explotar a los trabajadores, pues los “estudios” de la ONU dicen que ese es un modelo de negocio que apenas da un sueldo suficiente para vivir. La respuesta del chico le sale del alma.
Cada vez que me he ido a pique alguien me recordó que “ya te lo dije”, o el famoso “que como se te ocurre meterte en eso de Internet”, e incluso el “con lo bien que tú estabas trabajando para esa empresa tan grande”. Cada vez que he tenido que recoger cada uno de mis sueños del suelo, uno a uno, desperdigados y desordenados, manchados de lágrimas, sudor y deudas, al apretarlos de nuevo fuertemente con las puños cerrados, siempre he pensado que valió la pena. Siempre pensé “que en cuanto tenga un momento, la lío otra vez”.
La catástrofe no es "cool"
Ya no me suele apetecer hablar de “crisis” o de lo complicado que está todo. Me deprimo y me obliga a hacer un doble esfuerzo a la hora de arrancar proyectos. Pero la realidad a veces pesa como el plomo. Y es que estamos iniciando la fase final de todo este asunto es algo más que visible. La pérdida de moral y criterio de periodistas, opinadores, siervos de la gleba y derivados, dejan en evidencia que algo se derrumbó definitivamente. Recién aterrizado en Estados Unidos alguien me cuenta que hace pocos días un miembro de una tertulia de la Cadena SER recordaba un texto que escribí hace cinco años donde explicaba lo que se nos avecinaba y calificaba de terrible el escenario futuro pues dependía de nuestra clase política ponerle remedio. Pasé de ser calificado en esa misma tertulia y por las mismas personas de “antipatriota” a ser referenciado por mis textos. Miedo me da la verdad. El texto en cuestión es el siguiente:
Una gran bola de mierda se acerca desde el horizonte. Lo hace sin remedio y a un ritmo uniforme. No tengo ninguna intención de asustar ni de ser catastrofista pero los ciclos económicos siguen existiendo y en este país los dos últimos acabaron en recesión, paro y crisis. A finales de 1992 y principios de 1993, en la que el PIB llegó a caer durante cuatro trimestres seguidos más de un 3% acumulado, la tasa de paro aumentó de un modo desconocido hasta la fecha. El crecimiento económico gira entorno a los conocidos “ciclos de los negocios”, que de acuerdo a la certeza histórica sabemos que suelen durar un decenio. España sufrió una pequeña recesión en 1981 y otra más grave en 1992-93. La economía española lleva 14 años de crecimiento ininterrumpido con tasas superiores a la media europea. El actual ciclo expansivo se inicio a finales de 1993 ante las crecientes perspectivas de entrada de España en la Unión Monetaria que provocaron que los tipos de interés cayeran rápidamente. La clasificación crediticia española alcanzó la triple A aumentando la confianza en la económica española. La caída de tipos del 13,3% al 3,0 % desató un tsunami inversor inmobiliario por parte de familias y pequeños ahorradores. El aumento de demanda, aceleró la construcción y esta incorporó al mundo laboral a casi un millón de personas y entre todos agigantaron el consumo y las importaciones.
Es preciso definir con corrección los elementos que acercan a nuestro país a una situación límite. La burbuja inmobiliaria ha sido animada en la creciente demanda de vivienda por parte de europeos, inmigrantes y pequeños inversores que, con sus sociedades patrimoniales de juguete, pretenden adquirir cinco o seis pisos para poder vivir de la renta por alquiler algún día. Derivada de esa burbuja hay otra en el sector de la construcción que supone el 17 % del PIB en términos reales. El 20% de los empleos creados en los últimos diez años en España, que a su vez son el 33% del que se ha creado en la UE de los 15, proceden de la construcción. Esas dos burbujas han hecho que emergiera otra mucho peor y que aun es prácticamente invisible: la burbuja económica.
La fuerte demanda de empleo funcionó como un imán para la mano de obra inmigrante que acudió masivamente dando un empuje al consumo y al propio mercado inmobiliario. En general podemos decir que España ha tenido un periodo larguísismo de crecimiento ininterrumpido gracias a la globalización, en sentido financiero (dinero barato) y también en sentido real (inmigración creciente), lo que le ha permitido compensar el impacto negativo de los precios del crudo y de la competencia internacional. El efecto se traduce ya en una economía recalentada, con una inflación superior a la media europea y por una pérdida de competitividad. La economía española es próspera pero su crecimiento es desequilibrado y poco eficiente. La dependencia en los tipos de interés debilita la capacidad de consumo y el parón inmobiliario por el sobrestock es ya un hecho absolutamente demostrable. España dependerá de que la zona euro recupere su dinamismo y crecimiento en los próximos dos años para poder aguantar el choque de una cadena de acontecimientos que ya ha empezado. En primer lugar, la burbuja inmobiliaria seguirá desinflándose gradualmente dejado de crecer y posteriormente descendiendo. Como reacción a esa caída de valor, el número de viviendas se reducirá, cosa que ya ha empezado a pasar según los colegios de Arquitectos que durante este último trimestre han notado un descenso de visados. Esa reducción de viviendas nuevas en construcción provocará una caída en la demanda de empleo en la construcción y un alza en el paro. Carpinteros, electricistas, comerciales, arquitectos, aparejadores, yeseros y en definitiva todos los profesionales relacionados con el mundo inmobiliario vivirán su peor momento desde hace mucho tiempo. Teniendo en cuenta que el peso de este sector es brutal, la demanda en consumo también se verá afectada. La eliminación de ricos virtuales se representará con el descenso de la venta de coches, viajes y elementos de consumo muy variados. El coste de los créditos hipotecarios tocará franjas desconocidas por los nuevos propietarios que se verán obligados a sacrificar parte del consumo corriente para poder hacerle frente.
Al reducirse el consumo y al aumentar el coste del dinero las compañías ralentizarán sus inversiones en espera del próximo ciclo expansivo con lo que su demanda de empleo bajará. Esta situación desembocará en un crecimiento negativo del PIB que alcanzará su punto más profundo a finales de 2009 o principios de 2010. Que sea más o menos dramático depende de la política. Esa desaceleración cíclica podría pasar simplemente por ser un período de bajo crecimiento, si la caída de la construcción se compensa con obra pública y si el superávit presupuestario supera el 1% del PIB, si se incentivan los nuevos campos de gestión industrial y, como se hizo en EUA, si se convierten en empresarios, autónomos o pymes, a esos miles de inmigrantes jóvenes que ahora son mano de obra barata, para que encuentren alternativas a la perdida de empleo que sufrirán en la construcción fundamentalmente. En definitiva, que esa enorme bola de mierda nos aplaste depende de nuestros gestores públicos en gran medida. ¡Que miedo!
Hace unos años aquí pusimos en evidencia que el FROB y su mecanismo de nacionalización encubierta de todo el sistema era un siniestro plan de expolio. Que la excusa de una crisis global y el acecho de su veneno servirían para hacerle ver a la gente que las cosas no pudieron evitarse. De insultar han pasado a certificar el desastre. Ahora bien, lo más duro del asunto es comprobar como, tras toda esa cháchara victimista actual se esconde una enorme incultura económica por parte de algunos líderes de opinión que están confundiendo más que ayudando. Ahora el miedo es glamour. Ser catastrofista es lo más “cool”.
La aprobación ayer del nuevo fondo de rescate bancario, el FROB, es el ejemplo más evidente de que la sociedad española está muerta, que sus dirigentes son unos irresponsables sin criterio ni perspectiva y que el sistema financiero español está quebrado de punta a punta. Hemos pasado del “mejor sistema bancario del mundo” a las intervenciones, a las fusiones obligadas, al rescate de cajas insolventes y, ahora, a los fondos antiquiebra. Un Fondo de Rescate que es un refrito del que ya tuvieron que activar urgentemente de la mano de los banqueros ibéricos, el Fondo de Adquisición de Activos Financieros, que resultó ser a la práctica un mecano extremadamente sofisticado para poner a buen recaudo los intereses de los más grandes y dejar a la intemperie a los más pequeños.
Lo que sabemos en estos momentos sobre el FROB es que tiene pinta de hurto legal. Zapatero y Mariano de la mano con la mayoría de banqueros han decidido gestionar en crisis para perpetuarla. El gobierno espera que las entidades crediticias no quiebren y que, si lo hacen, no se evidencie, de ahí el voto con el PP. El PP espera que sus amigos no sufran. El hecho de que esos amigotes sean unos ineptos, corruptos, inservibles y peligrosos ayudó al voto con el gobierno.
En realidad ahora lo que tocaba no era un FROB, ni un FAAF, lo que tocaba era dejar que algunos quebraran por haber contribuido dedicadamente a generar el pufo económico de dimensiones bíblicas. En lugar de poner ante la justicia a muchos directivos bancarios de este país por haber hurgado en nuestro futuro de ese modo indecente, se les premia con el dinero de todos y se les garantiza el trabajo de modo vitalicio. A cambio sólo se les pide que sigan concediendo capital y crédito a quienes toque hacerlo y cuando sea preciso.
Por cierto, ¿Cuánto costó el FAAF y cuanto cuesta el FROB? Difícil de saber, pero la traducción estructural de todo es espantosa. España lleva emitida deuda pública por valor de casi 60.000 millones de Euros para intentar pagar todo lo que tenemos entre manos, pero lo jodido es que esa deuda no ha habido manera de colocarla en los mercados externos. Una emisión que multiplica por 30 la que se emitió durante todo el año pasado y sin comprador externo. Habéis leído bien, 30 veces la del año pasado y estamos en julio.
Ahora viene lo mejor. Como la deuda no se ha podido colocar se han tenido que activar los sistemas de flujo que permite la normativa. Por un lado solicitar al Banco de España que la suscriba y por otro buscar el capital donde sea, aunque tenga que meter la mano en los fondos previstos para ayudas sociales o lo que sea. Como la morosidad aumenta por culpa de los vencimientos de deuda en casi un billón de euros y la gestación de problemas integrales del sistema bancario crecen sin reparo, se ha aparecido por “generación espontánea” un nuevo Fondo de rescate. El curioso y malsonante FROB.
Ahora bien, lo importante ya no es que en el sistema bancario español haya insolvencias retrasadas, quiebras escondidas y fusiones obligatorias, no, lo grave es que no se ha definido el uso real de ese fondo, no se tiene certeza de cual va a ser su reparto, el método de control y como piensan atender el ingente desajuste de deuda que se avecina en términos de Estado. A fecha de hoy, la deuda total de España ya debe superar el 175 % del PIB. No hay precedentes en el mundo que pueda compararse a esa barbaridad. Podemos obviarlo y pensar “que todo se arreglará” o asumir que eso tiene muy mala pinta.
La catástrofe ya está encima. Prepárense, aunque sin prisa, para el mayor colapso económico y financiero conocido por los que estamos vivos. Piensen que van a hacer con su dinero, como piensan poner en marcha su negocio o como van crecer. La cadena de sucesos no van a dejar lugar a los experimentos que durante cuatro años han ido llevando a cabo los operarios de la ciencia económica mundial. Se han limitado a lo más simple: emitir dinero, imprimir papel y generar más deuda. Mi hijo de seis años me cuestionó hace pocos días que era eso de la crisis. Le dije que era algo que sucedía cuando el mundo se queda sin dinero o con el dinero que tienen la gente, de repente, solo se pueden comprar cosas más baratas. Me contestó como la Reserva Federal o como lo hubiera hecho el Banco Central Europeo: pues ¿porque no hacen más dinero con el papel blanco que sobra en el colegio? Luego, al decirle que eso no se podía hacer pues provocaría que los billetes de verdad nadie los querría pues no sabríamos lo que es de verdad y lo que no, me miró como diciendo “no te compliques papá”.
La política económica es más complicada que la que nos han representado esta generación que hemos tenido la desgracia de vivir. Una generación que habla por los codos y lo hace a veces con un sentido miserable de la decencia. Hace apenas unos días, el tipo que me catalogó de “charlatán” en un evento en el que dije que la “cultura del subsidio” era un modelo social perfectamente organizado por gobiernos de todo signo y territorio, inclusive la Generalitat en su día, para controlar a la gente, ahora se apunta el título (por casualidad) de mi último libro y lo asciende a todos los listados de búsqueda en la red. Afirma que la cultura del subsidio está instalada en Andalucía y que eso lo pagamos los catalanes. Lo desconozco y sabe mal que se llegue a la simpleza tan burda del discurso. Hay de todo. Como también en Catalunya donde el subsidio se disfraza de otras cosas. ¿Cómo deberíamos llamar a los 300 millones de euros que le soplaron a SEAT para que se mantuvieran los miles de puestos de trabajo en su día cuando no eran necesarios para la producción resultante? ¿Cómo debemos definir los 50 millones de euros que le ha soltado la Generalitat actual (en plena fase de recortes) a una deficitaria e ineficiente Spanair para mantener una estructura aeronáutica que no se aguanta por ningún sitio?
Y es que si hace un lustro hablé de “una gran bola de mierda que se acercaba por el horizonte” ahora cabe hablar de algo peor. La bola ya llegó y a su paso lo ha desajustado todo, abriendo puertas y cajones. La situación española es tan grave que ni tan siquiera podemos imaginar. No tiene que ver con la política, ni con la economía, ni la crisis, ni sus valores. Esto es otra cosa. El nombrado nuevo modelo viene inexorablemente y no lo hace de un modo cariñoso. Viene de culo. La velocidad que ha adquirido y la escasa atención que le están dispensando los agentes implicados es de susto. Lo van a retrasar con decenas de apretadas de mano finales y con planes diversos, ajustes y recortes, pero el sistema no da para mucho más. Es cuestión de tiempo, unos pocos años tal vez, pero sin recuperación real de la economía no hay milagros que permitan pagar todo lo que ya nos hemos gastado. Sin generar nada que estimule una economía del futuro habrá sido imposible vivir un nuevo futuro.
A medida que se vayan evidenciando varios temas concretos y que la terrible cadena de sucesos en Europa transmitan la caducidad de la economía tradicional amparada en los productos financieros de siempre. Esos temas concretos son:
- El ajuste de la banca española se finiquitará con diversas nacionalizaciones tras tres años de tomadura de pelo con nombre propio llamado FROB. La generación de riqueza depende de la liquidez y ésta ha desaparecido pues se está utilizando para salvar unas entidades financieras que no son más que cadáveres. Hay varias cajas y bancos que van a quebrar de un modo u otro. Me da igual como le llamen pero sus ahorros no están a buen recaudo en según que entidades. Recuerden el texto que copié sobre el Fondo de Garantía de depósitos que no garantiza el retorno de los famosos 100.000 Euros de un modo tan claro.
- Imaginemos que un banco decide darle valor real a sus propiedades y estas resultan ser una décima parte de lo que dicen tener capitalizado como valor patrimonial. ¿Estaría en quiebra? Todos sabemos que la mayor parte del sistema financiero español depende de una valoración hipotecaria totalmente ficticia que no se va a corregir en décadas. ¿A que estamos jugando?
- Algo que aun no ha sucedido pero que sucederá. Cuando corra la voz, y lo será con causa y efecto, los depositarios de una entidad requieran sus ahorros, pues no se fíen de las operativas descritas y garantizadas con un patrimonio inmobiliario que está por asumir que sea cierto, y esta entidad deba paralizar la fuga de liquido, ¿cómo se llamará entonces eso? ¿cómo afectará al resto del sistema? ¿habrá servido de algo todo el apretado nuevo mapa financiero de fusiones y tragones? ¿no será que todo esto es una fábula de barrigones engominados que juegan a mantener su imperio de estiércol a costa de lo que sea? ¿no seremos nosotros ese “lo que sea”?
- La deuda hipotecaria privada es inasumible por millones de españoles que ya no ingresan. Eso lleva a la situación de insolvencia manifiesta de familias que ven como, mientras a ellos les quitan su vivienda, un banco que ha sido “rescatado” con el dinero de todos, concretamente 80.000 millones de euros, les arrancan lo que tienen.
- Cuando se evidencie que hicimos como Grecia pues durante años hemos ido taponando la sangría de gasto metiendo en cajones sin fondo facturas sin pagar y deudas contraídas, la Merkel nos crujirá vivos.
- Cuando ya nadie pueda engañarnos con las cifras del turismo y se sepa que proviene de un plan turístico low cost que no es capaz de aportar valor en muchos casos y que el modelo no se está repensando salvo contadas excepciones.
- La crisis de consumo es la traducción evidente de una falta de trabajo y del aumento del paro. No se puede esperar mucho más de una economía que se reventó su plan de estímulo económico que tuvo que ser para modificar el modelo antiguo y crear uno nuevo, en el famoso e ineficiente Plan E.
- Ya no quedan balas y ahora todo depende de nosotros y de nuestro plan para salir de esta. Plan personal y plan social, pero planes lejos de la opción política existente o venidera. Ni unos ni otros, ni los minoritarios ni nadie nos va a ayudar a salir de esta. La clase política está rendida y sin ideas.
Vivimos tiempos apasionantes y de cambio, sin rumbo a veces, pero con un enorme potencial. Los cambios si son reales son dolorosos, aprovechemos que este va a ser el cambio de mayor duelo de la historia contemporánea para hacer algo positivo que ofrezca a nuestros hijos algo en lo que maravillarse de nosotros. Surgirá un nuevo escenario de empresa y producción mucho más cercano a la inteligencia que al producto.
La revolución del conocimiento surgirá del valor de las cosas y no del coste de las mismas, será el momento de las grandes factorías de ideas, de pensamientos, de dudas, de estructurar la fabricación en base a su precio esencial y no tanto al especulativo, de emprender para convertir los sueños en realidad. En esta nueva era, en este nuevo ecosistema plagado de ideas, en ese nuevo mar en el que deberemos navegar, los que antes entiendan que deben impulsarse con vientos desconocidos, los que sepan que es tiempo de veleros y no de lanchas motoras, esos sobrevivirán, crecerán y serán mucho más felices. Los que escuchen a sus mandatarios, a esos dirigentes aparentemente perdidos, a esos que cambian sus previsiones una y otra vez, los que esperen de ellos que les ayuden a sobrevolar este momento crucial de la historia sufrirán mucho más.