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Ser lo que quieres ser

Desde hoy, técnicamente, ya he pasado más días viviendo fuera del país en el que nací que dentro de él. No es gran cosa, mucha gente pasa el completo de su vida lejos de sus orígenes. En mi caso no significa mucho más que la evidencia de que he podido hacer lo que siempre soñé: explorar. Cuando de pequeño leía historias de un tal Marco Polo, escuchaba las aventuras de los viajeros medievales o de los sabios griegos recorriendo lugares diversos me entraba una envidia sana pero mayúscula. Siempre quise ser un caminante y vivir la vida como tal.
Escaso tiempo una vida para pensar, escribir, soñar y lograr todo cuanto deseo conocer. Lo importante no es que busco, sólo me interesa el como y el porqué. Para ello diseñé una hoja de ruta que he tenido que variar muchas veces y que se rige por la pasión de dirigir mi propia vida cueste lo que cueste. Arriesgar no es perder, es saltar. A veces ese salto te reserva un batacazo importante pero como lo importante para mí es el tránsito, el vuelo y la sensación de libertad que proporciona, si al final hay un golpe duele menos, me deja tonto menos tiempo y me permite reaccionar antes, recuperar el impulso y aprender mucho de todo ello. El verdadero reto no es acertar, es reponerse antes de lo previsto si sucede lo contrario.

Me apena cuando alguien dice que “es lo que puede ser” y no “lo que quiere ser”. Para ello decidí hace mucho que mi trabajo sería global por que me gusta vivir sin fronteras, agotador porque disfruto con él como si fuera ocio, apasionante porque me permite conocer personas que saben mucho más que yo todos los días, enriquecedor porque a cada paso, a cada vuelo, a cada noche de hotel los minutos se convierten en un reto pendiente, vibrante porque cada nuevo proyecto que asumo es el primero, electrizante porque todo pasa a una velocidad digital e innovadora y brillante porque me ciega la luz que emite todo cuanto quiero hacer todavía.

Hace mucho que renuncié a cosas que considero complementarias y que no me ayudan a perseguir mis retos o sueños. Ser feliz no depende del tamaño de las ruedas de tu coche sino de ese paseo tranquilo por tu barrio de la mano de quien quieres y pensando que la jornada que termina, aun habiendo sido un desastre, sólo era el día anterior a uno que mañana será genial.

A mi equipo les digo que no se dejen asustar por las cosas más genéricas. Que no se agobien, que eso no es vivir, y que aguanten cada embestida que nos reserva eso de emprender pues en cada una de ellas está la belleza del asunto. Está en las dificultades y en como superarlas. Si eso lo haces como, cuando y donde quieres has ganado. Has ganado la partida que la vida te propuso al principio de tus días. A mí, hace 43 años, la vida me dijo ¿juegas? Respondí, “dame un rato y me pongo”. Y me puse.

Una vez leí una descripción sobre los personajes que controlan en los campos de futbol lo que sucede en las graderías. Son unos personajes con chaleco rojo que están apostados entre el público y el terreno de juego. Tal vez son policías o cuerpos de seguridad privada. Pero esos personajes no miran el partido porque están de espaldas a él. Su función es precisamente fijarse en el público por si el público se desmanda. Lo que sucede en el campo de fútbol lo intuyen por el reflejo que ejerce en el rostro de la multitud. Ellos miran, piensan y se aburren. No pueden intervenir en su mundo. Pienso que así vive muchísima gente.

Hay millones de personas que no ven los goles de la vida porque tienen miedo o por mantenerse seguros en la “zona de confort”. Pero oyen el rugido del público e interpretan que ha habido un gol. El modelo social en el que vivimos intenta con todas sus fuerzas a que vivamos de espaldas a lo que sucede y muchos se resignan y se toman su tazón de cloroformo matinal para no sentirse mal. Es gente que en muchas ocasiones saben mucho, leen mucho, escuchan mucho y seguramente conocen tantas cosas que podrían llamarse “sabios”. Se puede ser sabio pero a la vez se puede no estar viviendo.

Yo decidí hace mucho tiempo no ser de esos que miran al público, ni tan siquiera de los que miran desde la gradería al campo. Yo quiero ser el puto delantero centro que va a meter el gol y sino lo logro, por lo menos me lo pasaré genial mientras juego.

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Vivir como otros no querrán

Este fin de semana ha sido especialmente duro. Mucho que hacer, demasiados vuelos acumulados en lo que llevamos de año y decenas de semanas sin apenas descanso. Las ganas de tomar un respiro no vencieron al peso de lo obligatorio y durante todo el sábado y domingo seguí peleando contra las ganas de recorrer Irlanda. Si la semana pasada estuvo repleta de emociones, reencuentros y mucho trabajo, esta empieza casi mejor. En unas horas tomo un avión a España de nuevo para dar más conferencias para hablar de creatividad y riesgos para emprender y terminará, el viernes, con destino a mi otro hogar: Miami. Pasar por Florida me ayuda a descansar habitualmente, sin embargo esta vez no habrá tiempo para eso. En apenas dos semanas debo estar con mis colaboradores en las sedes de Idodi de tres países más. El lanzamiento de Openshopen, Ebnto y Emailfy está siendo un éxito y vamos a mejorar equipos para aprovecharlo.
Este fin de semana ha sido especialmente duro y me vinieron a la cabeza cosas que he escrito, contado o vivido. Os dejo con ellas pues apesar de ser de hace tiempo, en las últimas horas tomaron una especial y emocionada presencia. Son sensaciones de lo solitario y frio que puede ser el cristal desde el que se ve la vida cuando te tienes que quedar un sábado y un domingo encerrado en tu despacho hasta la madrugada. Los que tengan el ADN emprendedor sabrán a lo que me refiero cuando aseguro que “nada está cerrado”, que “nadie lo tiene asegurado” y por ello es preciso no desfallecer y menos en estos tiempos. Esas horas fuera de orden además representan una apuesta más. Cuando empiezas un nuevo proyecto emprendedor esas noches, esos fines de semana, no son más que apuestas a un sólo número y a un color esperando que tarde o temprano la ruleta te conceda el privilegio de premiarte. Por eso escribí:

Cuando veas que no puedes más, que emprender se hace duro y difícil, que el sueño llega de madrugada y eres incapaz de teclear nada más, que el día a día se hace pesado y requiere hasta el último aliento, piensa en el motivo por el cual empezaste esta aventura y lo que ya sabías que suponía todo: “ahora te toca vivir como muchos no querrán, para en el futuro hacerlo como muchos no podrán”.

Tardaremos en girar la colcha pero la giraremos y una de las razones es que no hay otro remedio. Me niego a aceptar que esto ya no se moverá. Si se potencian redes de conocimiento, si se impulsa la proliferación del capital riesgo, si las administraciones reducen la fricción en los trámites, si el impulso a la innovación crece en lugar de menguar como en los últimos dos años, si la cultura emprendedora se transmite en las escuelas de secundaria y en las universidades, tal vez, si todo eso pasa, un asalariado que pasa a ser emprendedor lo tenga algo más fácil y con ello, un país como el nuestro, esté más cerca de la cabeza económica del mundo civilizado.

Emprender para muchos será la única salida, para otros no. Puede que muchos tengan otras opciones, pero, por higiene intelectual recomiendo ponerse en la piel del primero. Imaginemos que no tenemos más remedio que emprender. Poco a poco, conozco algún caso de emprendedores sobrevenidos, que llega el primer cliente, la primera factura, el primer empleado y el primer cobro. Esos momentos son gloriosos. Encajar la emoción que supone tocar la superficie de los sueños que hace unos meses desconocías tener es maravilloso.

Los que hemos puesto en marcha nuestros sueños, sin saber si era posible tan siquiera, sabemos que es eso depasar noches en vela, redactando, corrigiendo, trabajando en la soledad de las noches y los días que se amontonan unos encima de las otras. Vivir es ese domingo por la tarde, exhausto pero ilusionado, viendo desde la ventana del despacho como las familias pasean, las parejas hacen cola para el cine y el mundo no se detiene en su curso sinuoso de fin de semana. Obsesiones y retos, momentos duros que a veces no producen más que disgustos pero que cuando se reproducen con todo su brillo y belleza son la entrada perfecta a un club diferente, el “club de los soñadores”. Soñar y emprender van juntos, juntos en la búsqueda, tal y como están las cosas, de la única salida.

Ya os lo iré contando pues no pienso parar, ni de emprender, ni de aprender, ni de correr.

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Entrevista en El Mundo

El pasado domingo también apareció en El Mundo una entrevista que me hicieron hace unos días tras un conferencia en Mijas. Durante más de una hora la periodista Berta González de la Vega me estuvo preguntando acerca de diversos temas: emprender, crisis, nuevo modelo, viajar y sociedad. Evidentemente todo lo que dijimos no puede reflejarse en una página de un periodico pero en esencia es lo que aquí os dejo. No puedo enlazar la entrevista digital pues está en el dispositivo Orbit que no permite (por lo menos yo no lo logro) un permalink eficiente y conectarla aquí. Por eso os la transcribo y os dejo la imagen capturada. Espero que os guste.

«Este país parece que se levanta con cloroformo y se acuesta con diazepam»

BERTA GONZÁLEZ DE VEGA ANDALUCIA| Pág. 36 EL MUNDO

Después de escucharle en Mijas, una se pregunta por qué no le compran los servicios de empleo una charla a este hombre y la pasan en todas las oficinas, para motivar, para dejar de pensar que nuestro futuro depende de los políticos, para darnos cuenta de que uno se puede arruinar y salir, en fin, para acabar apreciando que no hay nada como ser tu propio jefe si esa es la salida

Pregunta.-Usted ha hablado de un chalé en Santa Mónica con varias empresas, ayudándose, es difícil de imaginar aquí.

Respuesta.-Puede que ese chalé tal cual no lo sea aquí. Pero en España lo que impide esa actitud es el miedo al fracaso o esas ganas que hay en España de decir “te lo dije” si eso pasa. Porque, además, el volver a intentarlo es la única manera de que te salga bien. Y a este país también le ocurre que tiene unos políticos de una tremenda indigencia intelectual de todos los colores. Aquí hay que bajar los impuestos, premiar el trabajo y evitar poner trabas burocráticas.

P.-Premiar el trabajo va en contra de la cultura del subsidio, título de su último libro…

R.-La sociedad precisa de unos subsidios mínimos para garantizar el bienestar social. El problema viene cuando muchas cosas se han fundamentado en la capacidad de conseguir ayudas. Y eso acaba haciendo que esperemos continuamente que la solución venga de arriba y eso, colectivamente, puede hacer que no sepamos que entre toda esa gente sí que puede haber agentes de cambio. En Latinoamérica pasa lo contrario ahora.

P.-Quién nos lo iba a decir…

R.-No es un conjunto idéntico, que conste, hay distintas realidades nacionales. Pero es un hecho que las diferencias sociales han disminuido a la vez que aumentaba el crecimiento económico. Y a veces te das cuenta de que podemos tener más en común con un serbio que con ellos, a pesar del idioma. Ahora los españoles nos estamos acostumbrando a escuchar en esos países ¿qué es lo que usted dice que hace mejor que nosotros? Porque es verdad que muchos españoles, por serlo, llegan con esa actitud allí, de dar lecciones. Pasa también a los políticos cuando se habla del ataque de los mercados, cuando no quieren entender que van a por el débil y que, a la vez, la mayoría de esas operaciones financieras están basadas en aritmética. Otra cosa es que haya acciones políticas que estimulen ese desconocimiento real y que pretendan hacer creer que saben más, como que Grecia es recuperable para Europa. Ponen en marcha medidas que los mercados más inteligentes absorben y deciden que no son factibles. Son jueces implacables.

P.-Intenta contagiar optimismo, pero a veces se le escapan vaticinios muy sombríos…

R.-Como sociedad estamos corriendo el riesgo de ir a un modelo en el que unos pocos trabajen mucho de manera eficiente para que otros muchos trabajen poco o nada y sobrevivan con unos subsidios.

P.-Puede que a los millones de parados en las oficinas del Inem les vinieran unas charlas de las suyas.

R.-Habría que ver qué cosas se están explicando, a quién y para qué. Pero estamos en un país que me da la sensación de que se levanta con cloroformo en la taza del desayuno y se va a la cama con diazepam y así no se estimula, no se consigue nada. Aumenta es el miedo, que nunca lleva a nada.

P.-Antes, en un corrillo, le he escuchado decir que no le preocupa en exceso los recortes en I+D…

R.-Es que son los recortes de unos cuantos. Me muevo mucho y me cuesta conocer a gente con acceso a esos fondos. En esa lista suelen estar siempre los mismos y es verdad que incide en la capacidad de desarrollo de algunas ideas pero tengo claro también que hay otras que no tienen por qué esperar a que les den ese dinero: si tienes ganas de comer, vas a la cocina y no esperas a que te lleven el plato a la mesa.

P.-Y no tenemos una educación que fomente esa actitud…

R.-Tenemos una universidad incapaz de conectar con las necesidades reales del mercado. La universidad la hacen las personas que las componen. La buena noticia es que vamos a tener que cambiar y, si no lo hace nadie, hay que empezar por uno mismo. Lo que está por ver es si van a ser muchos, porque esta crisis yo la veo como un parto, a ver qué nace. Es una oportunidad para cambiar como no la hemos tenido antes, aunque sólo lo es si se la ve como la puerta, que ahora está entreabierta, para ir a un sitio nuevo.

P.-No estaría mal que los medios diéramos más cancha a los que han sido capaces de reinventarse. En EEUU, cualquier canal de televisión está lleno de esas historias…

R.-Bueno, incluso llegan al ridículo de ensalzar demasiado el American Dream, pero sí es verdad que podríamos estimular contando un poco más de lo que es capaz cada uno de nosotros. Los referentes son necesarios pero tenemos que filtrar y no caer en la caricatura del emprendedor. Propuse hacer algo como Emprendedores por el Mundo, para enseñar en televisión a esa gente que me encuentro continuamente en mis viajes y no he tenido ningún éxito.

P.-Usted viaja mucho por el mundo, ¿está notando algún cambio en la manera de pensar de muchas empresas españolas?

R.-Tienen que dar más importancia a las ideas. Puedo tener una y que no sea rentable porque a lo mejor necesito a un grupo y alguno de ellos es capaz de rentabilizarla de otra manera. Pero si yo no lo pienso antes no ocurre. Sólo quiero pensar.

P.-Ganar un poco de dinero tampoco está mal…Es más, puede ser necesario.

R.-He vivido sin dinero, lo he pasado mal y no espero volver a aquello, pero se sale, no es algo que dure para siempre y depende de la actitud. No todo lo que tiene precio es rentable y no todo lo que es gratis no lo es. Lo estamos viendo con modelos como spotify o gente que da de comer algunas cosas gratis en los restaurantes y cobra por otras. Todo está cambiando.

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