La revolución socioeconómica pendiente y sus riesgos.
Cuando el hombre vivió la revolución lítica, hace miles de años, nos asentamos en comunidades donde cada uno asumía una función y se especializaba. Hoy, la construcción de una sociedad ambientada en la automatización de todo también generará especialización, como ocurrió con cada revolución que afectara a la distribución del trabajo. Cada vez la dependencia del trabajo ha sido mayor, por lo que ahora debemos preguntarnos: ¿qué pasará cuando millones de empresas reemplacen (ya lo están haciendo) muchos de sus puestos de trabajo por robots y algoritmos?
Tal vez debamos revisar la historia para respondernos. Por ejemplo, en Estados Unidos, la agricultura era una de las fuentes de empleo más importantes. Los avances en la forma de cultivar permitieron una mayor eficiencia, lo cual redujo el número de empleos de más de 10 millones a 3 millones en apenas cincuenta años. Durante ese tiempo, la industria tecnológica estadounidense creó 6,5 millones de empleos. Obviamente no todos los agricultores pasaron a ser desarrolladores. Fueron sus hijos quienes, en lugar de trabajar en el campo, estudiaron programación.
En la década de 1970, un informe publicado en el libro ‘The Limits to Growth’ firmado por científicos del MIT argumentó que la civilización industrial estaba destinada al colapso si las corporaciones y los gobiernos continuaban buscando un crecimiento económico continuo, sin importar los costes. En aquel informe que te enlazo abajo, se pronosticaban 12 escenarios posibles para el futuro, y todos predijeron un punto en el que los recursos naturales se volverían tan escasos que un mayor crecimiento económico se volvería imposible y el bienestar se desplomaría.
En concreto hay una predicción que destacaba por delante de todas las demás. El crecimiento económico mundial alcanzaría su punto máximo alrededor de la década de 2040 y luego sufriría una fuerte recesión, junto con la población mundial, la disponibilidad de alimentos y los recursos naturales. Si bien era poco esperanzadora esa deducción, no significaba que ese será nuestro final como civilización, sino que, como si se tratara de un comic de Horacio Altuna, ese escenario sería en realidad un punto de inflexión social que vería caer los estándares de vida en todo el mundo durante décadas. Eso será, según aquellos científicos, en 2040.
Pero recientemente, Gaya Herrington (una prestigiosa analista de socioeconomía) ha revisado aquel documento y las variables que utilizaba: la población, las tasas de fertilidad, los niveles de contaminación, la producción de alimentos y la producción industrial. Esta científica ha incluido diferentes elementos que en 1972 no se podían saber ni valorar. Internet, la robótica, la inteligencia artificial y la capacidad tecnológica para reducir la contaminación y aumentar el suministro de alimentos aunque se agoten los recursos naturales tradicionales. Herrington criticaba aquel documento, pero también lo hace con algunos de los modelos de prospección que ahora se utilizan.
Y en eso que nos quedan 18 años para que en 2040 estemos en ese escenario tan chungo. Menos de dos décadas. Igual te parece mucho pero recuerda que estabas haciendo en 2004 y así verás pasa volando. Llevo un año largo diciendo que no vivimos ninguna recuperación, que esto es un rebote. Ahora por fin lo ha aceptado el mismísimo FMI. Desde este organismo han asegurado que se prevé un enfriamiento mundial de la economía y que la inflación no parará hasta entrado 2023.
El Fondo Monetario Internacional ha alertado del enfriamiento de la economía mundial, con un drástico recorte en sus previsiones de crecimiento. Ahora se sorprenden de que ‘la economía global entre este año en una posición más débil de lo esperado. ¿Las causas? Desde el gran reinicio del que te he hablado en un vídeo anterior, problemas energéticos de los que también te he hablado, de la inflación o la deuda de los que puedes ver vídeos con mi opinión y análisis en este canal.
El futuro, tal y como nos pinta el informe del MIT a medio plazo y el FMI a corto plazo, no son buenos. Por eso es importante que no se manipule la realidad según los intereses de quién la explica. En primer lugar porque es mejor para tomar medidas, y en segundo lugar para no crear falsas expectativas. Ante todo, debemos exigir a cualquier discurso oficial acerca del empleo y la creación de puestos de trabajo de forma masiva que muestren claramente cómo piensan hacerlo.
Porque no vamos a un escenario de mayor empleo, sino todo lo contrario. Cada vez habrá menos empleos, ya que cada vez la automatización será más eficiente. Esto será exponencial, y donde ahora hay tres humanos haciendo algo pronto habrá un software o un robot haciendo lo mismo. En apenas cinco años veremos una importante reducción de empleos disponibles, y no un incremento. Contra esto no bastan discursos imposibles de cumplir, sino que hay que trabajar y prepararse para un escenario inédito. Inédito que se puede amortiguar o no, si se tienen en cuenta algunos factores problemáticos que nos afectan ahora mismo y a corto, y que si no se abordan, no lograremos superar los desafíos a medio plazo.
Deberíamos poner en cuarentena la recuperación mundial, especialmente la de España e Hispanoamérica allí donde digan que se está produciendo. Deberíamos coger los datos existentes y enfrentarlos directamente con una dura realidad. Vamos a ver los factores de esa dura realidad:
El enorme crecimiento de la pobreza. Uno de cada cuatro trabajadores españoles, por centrarlo aquí, es pobre según la Organización Internacional del Trabajo. El número de personas que ganan menos del 60 por ciento del salario medio aumentó en cuatro puntos porcentuales en la pasada década, del 18 por ciento al 22,2 por ciento. El número de hogares que no tienen fuente oficial de ingresos alcanzó un máximo histórico de casi un millón. Si no fuera por la llamada economía sumergida, una lacra real para el crecimiento de un país a medio plazo, el tejido social español se hubiera roto por completo ya.
Desactivación progresiva de la población. El desempleo ha caído por debajo del 14 por ciento, pero la población activa sigue disminuyendo a un ritmo importante.
La generación invisible. La mayoría de los nuevos pues- tos de trabajo creados no son para los jóvenes. Casi uno de cada dos no lo logra. Además, los pocos afortunados tienen un salario en caída libre. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el salario promedio mensual de los jóvenes trabajadores es mucho más bajo que el de sus mayores.
La precariedad laboral crónica. España ha creado miniempleos como churros. Según las estadísticas del propio Ministerio de Trabajo, los contratos de trabajo firmados normalmente cada mes son mayoritariamente temporales. La nueva reforma laboral que dicen evitará eso, tal vez no lo logre. Posiblemente muchos contratos pasarán a indefinidos, cierto, pero muchos otros no pasarán a nada. España tiene una dependencia del empleo cíclico y eso no se coordina bien con la contratación indefinida. Veremos.
La década perdida (la pasada). Mientras se habla de crecimiento del PIB, el nivel real de la producción registrada en 2020, por ejemplo, después de años de «recuperación» era prácticamente igual al nivel registrado en 2010. Teniendo en cuenta la evolución de estos indicadores, se puede hablar de «década perdida» cuando se quiere describir el período posterior a la crisis española. Ahora ya sabemos que una década te la ventilas fácilmente. Perderla es relativamente fácil. Ganarla es más complicado. De eso va, de ganar o perder otra década. La que viene, en la que estamos, pinta parecido. Tenemos una producción muy inferior a 2019 con los mismo ocupados. La matemática es muy clara en esto.
El futuro no se construye por inercia. Los fondos para la investigación, el desarrollo y la innovación se redujeron durante toda esa década perdida. La creación de polos de atracción del talento que se fue y de otro talento para vincularlo a la construcción de un país moderno y encauzado a los tiempos que vamos a vivir en Occidente siguen en punto muerto. Los fondos europeos no parece que estén cambiando esa dinámica. Las grandes industrias son clave, las pequeñas empresas tecnológicas también. Crear un nuevo modelo económico no es algo rápido, pero, o se empieza ya y de manera estratégica o no habrá tiempo efectivo de hacerlo.
A todo esto, la falta de visión panorámica del mundo en el que vivimos es de aurora boreal. Estamos ante un mundo, muy cercano, en el que trabajar apenas dos horas será suficiente y en el que el resto del tiempo tendremos que pensar qué hacer. No será necesario trabajar más, y sin embargo deberíamos ser igual de rentables gracias a la sofisticada ayuda de robots y algoritmos.
Habrá que recolocar a millones de personas en un mundo sin empleo tal y como hoy lo conocemos. Sin embargo, muchos empleos permanecerán. Cada vez que ha vivido un momento como éste, el ser humano ha avanzado más que nunca. La posibilidad de disponer de más tiempo para ac- tividades humanas, creativas, filosóficas, científicas, gracias a la reducción de tareas mecánicas, repetitivas o superables por una tecnología cualquiera, ha supuesto siempre avances inéditos que han permitido vivir cada vez mejor a todos.
Las recesiones generan innovación. Apple, Google, Microsoft o Facebook nacieron en momentos de crisis. Alrededor de 1870, durante una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad, se patentaron la bombilla, el teléfono, el fonógrafo, la red eléctrica y el metro urbano. Volverá a pasar. En todas las cosas que los robots y el software nos sustituirán tendrán que ver con la fuerza física o la fuerza bruta computacional ya sea vinculada al cálculo o a la inteligencia artificial derivada. De momento, mientras llega la «singularidad tecnológica», ese momento en el que los robots no nos necesiten para existir y regenerarse, no afectará a la creatividad, al detalle, a la empatía o las relaciones humanas.
No obstante un punto ciego aparece en ese vértice. Las muestras más recientes sobre androides, inteligencia artificial y robótica asociada explican un mundo donde algunos elementos «sólo humanos» también podrían ser modificados. El científico computacional Raymond Kurzweil asegura que «el futuro de los robots es más social de lo que pensamos, y pasaremos de ver en pocos años con naturalidad robots articulados con ruedas que lleven pizzas de un lugar a otro, a drones llevando objetos a sus clientes, a coches autónomos desplazándonos, a tener conversaciones con amigos virtuales capaces de simular interés, enfado, alegría o amor». Entonces esto va de un mundo de interrelación más que de sustitución, me temo. Nadie habla de esto. O, como mucho, se comenta como algo exótico. Esto es real y hay que abordarlo en todos los escenarios de decisión.
La sociedad ha cambiado gracias a este cosmos digital. Ha mutado con las redes sociales. La tecnología lo ha transformado todo. Casi sin aviso, sin planos que nos indicaran cómo hacerlo. Lo trascendental es que lo que ha pasado hasta ahora es sólo el prólogo. Muy muy pronto empezará el primer capítulo, un capítulo que llamaremos «quinta revolución», porque hay que diferenciarla de lo que ahora se está sembrando y que nos regalará tiempo útil. Los cambios masivos traerán tiempo para innovar si sabemos cómo afrontarlos. Si no hacemos nada, las crisis vividas hasta la fecha habrán sido una caricatura comparada con la que se nos viene encima.
Fuentes:
https://www.livescience.com/collapse-human-society-limits-to-growth.html https://www.vice.com/en/article/z3xw3x/new-research-vindicates-1972-mit-prediction-that-society-will-collapse-soon https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jiec.13084 https://racef.es/archivos/galeria/stiglitzracef2013.pdf