La revolución socioeconómica pendiente y sus riesgos.
Cuando el hombre vivió la revolución lítica, hace miles de años, nos asentamos en comunidades donde cada uno asumía una función y se especializaba. Hoy, la construcción de una sociedad ambientada en la automatización de todo también generará especialización, como ocurrió con cada revolución que afectara a la distribución del trabajo. Cada vez la dependencia del trabajo ha sido mayor, por lo que ahora debemos preguntarnos: ¿qué pasará cuando millones de empresas reemplacen (ya lo están haciendo) muchos de sus puestos de trabajo por robots y algoritmos?
Cuando el hombre vivió la revolución lítica, hace miles de años, nos asentamos en comunidades donde cada uno asumía una función y se especializaba. Hoy, la construcción de una sociedad ambientada en la automatización de todo también generará especialización, como ocurrió con cada revolución que afectara a la distribución del trabajo. Cada vez la dependencia del trabajo ha sido mayor, por lo que ahora debemos preguntarnos: ¿qué pasará cuando millones de empresas reemplacen (ya lo están haciendo) muchos de sus puestos de trabajo por robots y algoritmos?
Tal vez debamos revisar la historia para respondernos. Por ejemplo, en Estados Unidos, la agricultura era una de las fuentes de empleo más importantes. Los avances en la forma de cultivar permitieron una mayor eficiencia, lo cual redujo el número de empleos de más de 10 millones a 3 millones en apenas cincuenta años. Durante ese tiempo, la industria tecnológica estadounidense creó 6,5 millones de empleos. Obviamente no todos los agricultores pasaron a ser desarrolladores. Fueron sus hijos quienes, en lugar de trabajar en el campo, estudiaron programación.
En la década de 1970, un informe publicado en el libro ‘The Limits to Growth’ firmado por científicos del MIT argumentó que la civilización industrial estaba destinada al colapso si las corporaciones y los gobiernos continuaban buscando un crecimiento económico continuo, sin importar los costes. En aquel informe que te enlazo abajo, se pronosticaban 12 escenarios posibles para el futuro, y todos predijeron un punto en el que los recursos naturales se volverían tan escasos que un mayor crecimiento económico se volvería imposible y el bienestar se desplomaría.
En concreto hay una predicción que destacaba por delante de todas las demás. El crecimiento económico mundial alcanzaría su punto máximo alrededor de la década de 2040 y luego sufriría una fuerte recesión, junto con la población mundial, la disponibilidad de alimentos y los recursos naturales. Si bien era poco esperanzadora esa deducción, no significaba que ese será nuestro final como civilización, sino que, como si se tratara de un comic de Horacio Altuna, ese escenario sería en realidad un punto de inflexión social que vería caer los estándares de vida en todo el mundo durante décadas. Eso será, según aquellos científicos, en 2040.
Pero recientemente, Gaya Herrington (una prestigiosa analista de socioeconomía) ha revisado aquel documento y las variables que utilizaba: la población, las tasas de fertilidad, los niveles de contaminación, la producción de alimentos y la producción industrial. Esta científica ha incluido diferentes elementos que en 1972 no se podían saber ni valorar. Internet, la robótica, la inteligencia artificial y la capacidad tecnológica para reducir la contaminación y aumentar el suministro de alimentos aunque se agoten los recursos naturales tradicionales. Herrington criticaba aquel documento, pero también lo hace con algunos de los modelos de prospección que ahora se utilizan.
Y en eso que nos quedan 18 años para que en 2040 estemos en ese escenario tan chungo. Menos de dos décadas. Igual te parece mucho pero recuerda que estabas haciendo en 2004 y así verás pasa volando. Llevo un año largo diciendo que no vivimos ninguna recuperación, que esto es un rebote. Ahora por fin lo ha aceptado el mismísimo FMI. Desde este organismo han asegurado que se prevé un enfriamiento mundial de la economía y que la inflación no parará hasta entrado 2023.
El Fondo Monetario Internacional ha alertado del enfriamiento de la economía mundial, con un drástico recorte en sus previsiones de crecimiento. Ahora se sorprenden de que ‘la economía global entre este año en una posición más débil de lo esperado. ¿Las causas? Desde el gran reinicio del que te he hablado en un vídeo anterior, problemas energéticos de los que también te he hablado, de la inflación o la deuda de los que puedes ver vídeos con mi opinión y análisis en este canal.
El futuro, tal y como nos pinta el informe del MIT a medio plazo y el FMI a corto plazo, no son buenos. Por eso es importante que no se manipule la realidad según los intereses de quién la explica. En primer lugar porque es mejor para tomar medidas, y en segundo lugar para no crear falsas expectativas. Ante todo, debemos exigir a cualquier discurso oficial acerca del empleo y la creación de puestos de trabajo de forma masiva que muestren claramente cómo piensan hacerlo.
Porque no vamos a un escenario de mayor empleo, sino todo lo contrario. Cada vez habrá menos empleos, ya que cada vez la automatización será más eficiente. Esto será exponencial, y donde ahora hay tres humanos haciendo algo pronto habrá un software o un robot haciendo lo mismo. En apenas cinco años veremos una importante reducción de empleos disponibles, y no un incremento. Contra esto no bastan discursos imposibles de cumplir, sino que hay que trabajar y prepararse para un escenario inédito. Inédito que se puede amortiguar o no, si se tienen en cuenta algunos factores problemáticos que nos afectan ahora mismo y a corto, y que si no se abordan, no lograremos superar los desafíos a medio plazo.
Deberíamos poner en cuarentena la recuperación mundial, especialmente la de España e Hispanoamérica allí donde digan que se está produciendo. Deberíamos coger los datos existentes y enfrentarlos directamente con una dura realidad. Vamos a ver los factores de esa dura realidad:
El enorme crecimiento de la pobreza. Uno de cada cuatro trabajadores españoles, por centrarlo aquí, es pobre según la Organización Internacional del Trabajo. El número de personas que ganan menos del 60 por ciento del salario medio aumentó en cuatro puntos porcentuales en la pasada década, del 18 por ciento al 22,2 por ciento. El número de hogares que no tienen fuente oficial de ingresos alcanzó un máximo histórico de casi un millón. Si no fuera por la llamada economía sumergida, una lacra real para el crecimiento de un país a medio plazo, el tejido social español se hubiera roto por completo ya.
Desactivación progresiva de la población. El desempleo ha caído por debajo del 14 por ciento, pero la población activa sigue disminuyendo a un ritmo importante.
La generación invisible. La mayoría de los nuevos pues- tos de trabajo creados no son para los jóvenes. Casi uno de cada dos no lo logra. Además, los pocos afortunados tienen un salario en caída libre. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el salario promedio mensual de los jóvenes trabajadores es mucho más bajo que el de sus mayores.
La precariedad laboral crónica. España ha creado miniempleos como churros. Según las estadísticas del propio Ministerio de Trabajo, los contratos de trabajo firmados normalmente cada mes son mayoritariamente temporales. La nueva reforma laboral que dicen evitará eso, tal vez no lo logre. Posiblemente muchos contratos pasarán a indefinidos, cierto, pero muchos otros no pasarán a nada. España tiene una dependencia del empleo cíclico y eso no se coordina bien con la contratación indefinida. Veremos.
La década perdida (la pasada). Mientras se habla de crecimiento del PIB, el nivel real de la producción registrada en 2020, por ejemplo, después de años de «recuperación» era prácticamente igual al nivel registrado en 2010. Teniendo en cuenta la evolución de estos indicadores, se puede hablar de «década perdida» cuando se quiere describir el período posterior a la crisis española. Ahora ya sabemos que una década te la ventilas fácilmente. Perderla es relativamente fácil. Ganarla es más complicado. De eso va, de ganar o perder otra década. La que viene, en la que estamos, pinta parecido. Tenemos una producción muy inferior a 2019 con los mismo ocupados. La matemática es muy clara en esto.
El futuro no se construye por inercia. Los fondos para la investigación, el desarrollo y la innovación se redujeron durante toda esa década perdida. La creación de polos de atracción del talento que se fue y de otro talento para vincularlo a la construcción de un país moderno y encauzado a los tiempos que vamos a vivir en Occidente siguen en punto muerto. Los fondos europeos no parece que estén cambiando esa dinámica. Las grandes industrias son clave, las pequeñas empresas tecnológicas también. Crear un nuevo modelo económico no es algo rápido, pero, o se empieza ya y de manera estratégica o no habrá tiempo efectivo de hacerlo.
A todo esto, la falta de visión panorámica del mundo en el que vivimos es de aurora boreal. Estamos ante un mundo, muy cercano, en el que trabajar apenas dos horas será suficiente y en el que el resto del tiempo tendremos que pensar qué hacer. No será necesario trabajar más, y sin embargo deberíamos ser igual de rentables gracias a la sofisticada ayuda de robots y algoritmos.
Habrá que recolocar a millones de personas en un mundo sin empleo tal y como hoy lo conocemos. Sin embargo, muchos empleos permanecerán. Cada vez que ha vivido un momento como éste, el ser humano ha avanzado más que nunca. La posibilidad de disponer de más tiempo para ac- tividades humanas, creativas, filosóficas, científicas, gracias a la reducción de tareas mecánicas, repetitivas o superables por una tecnología cualquiera, ha supuesto siempre avances inéditos que han permitido vivir cada vez mejor a todos.
Las recesiones generan innovación. Apple, Google, Microsoft o Facebook nacieron en momentos de crisis. Alrededor de 1870, durante una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad, se patentaron la bombilla, el teléfono, el fonógrafo, la red eléctrica y el metro urbano. Volverá a pasar. En todas las cosas que los robots y el software nos sustituirán tendrán que ver con la fuerza física o la fuerza bruta computacional ya sea vinculada al cálculo o a la inteligencia artificial derivada. De momento, mientras llega la «singularidad tecnológica», ese momento en el que los robots no nos necesiten para existir y regenerarse, no afectará a la creatividad, al detalle, a la empatía o las relaciones humanas.
No obstante un punto ciego aparece en ese vértice. Las muestras más recientes sobre androides, inteligencia artificial y robótica asociada explican un mundo donde algunos elementos «sólo humanos» también podrían ser modificados. El científico computacional Raymond Kurzweil asegura que «el futuro de los robots es más social de lo que pensamos, y pasaremos de ver en pocos años con naturalidad robots articulados con ruedas que lleven pizzas de un lugar a otro, a drones llevando objetos a sus clientes, a coches autónomos desplazándonos, a tener conversaciones con amigos virtuales capaces de simular interés, enfado, alegría o amor». Entonces esto va de un mundo de interrelación más que de sustitución, me temo. Nadie habla de esto. O, como mucho, se comenta como algo exótico. Esto es real y hay que abordarlo en todos los escenarios de decisión.
La sociedad ha cambiado gracias a este cosmos digital. Ha mutado con las redes sociales. La tecnología lo ha transformado todo. Casi sin aviso, sin planos que nos indicaran cómo hacerlo. Lo trascendental es que lo que ha pasado hasta ahora es sólo el prólogo. Muy muy pronto empezará el primer capítulo, un capítulo que llamaremos «quinta revolución», porque hay que diferenciarla de lo que ahora se está sembrando y que nos regalará tiempo útil. Los cambios masivos traerán tiempo para innovar si sabemos cómo afrontarlos. Si no hacemos nada, las crisis vividas hasta la fecha habrán sido una caricatura comparada con la que se nos viene encima.
Fuentes:
https://www.livescience.com/collapse-human-society-limits-to-growth.html https://www.vice.com/en/article/z3xw3x/new-research-vindicates-1972-mit-prediction-that-society-will-collapse-soon https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jiec.13084 https://racef.es/archivos/galeria/stiglitzracef2013.pdf
La necesidad de ofrecer datos reales.
A veces dudo de que muchas de las declaraciones que hacen los políticos sean sólo un modo de retrasar el momento de la crítica, la de aceptar que las cosas no van bien. Nadia Calviño, ministra de economía, dijo que el impacto económico del coronavirus sería ‘poco significativo’. La caída del PIB ha sido del 11%, sólo comparable con la postguerra. No puede ser que pensara eso. En marzo, tras el inicio del confinamiento, algunos escribimos que el desastre iba a ser monumental, que había que poner la economía en punto muerto, que no sería suficiente con plantear ayudas, sino que había que paralizar los costes fijos de la gente y de las empresas. No se hizo y ahora tenemos lo que tenemos.
A veces dudo de que muchas de las declaraciones que hacen los políticos sean sólo un modo de retrasar el momento de la crítica, la de aceptar que las cosas no van bien. Nadia Calviño, ministra de economía, dijo que el impacto económico del coronavirus sería ‘poco significativo’. La caída del PIB ha sido del 11%, sólo comparable con la postguerra. No puede ser que pensara eso. En marzo, tras el inicio del confinamiento, algunos escribimos que el desastre iba a ser monumental, que había que poner la economía en punto muerto, que no sería suficiente con plantear ayudas, sino que había que paralizar los costes fijos de la gente y de las empresas. No se hizo y ahora tenemos lo que tenemos.
Supongo que, al igual que se genera un discurso oficial en clave positiva cuando todo augura un desastre absoluto para ganar tiempo, cuando la evidencia demuestra la catástrofe, se disfrazan las cifras o se modifican los sumandos. Así se hace con el desempleo. En este vídeo expliqué en la Sexta la verdadera cuenta del paro en España, el motivo de tal desastre y su relación con el PIB. Además, algo que no se suele hacer, vinculé el motivo de caída del PIB con la parálisis de los motores económicos. Espero os sea útil, en televisión no es fácil explicar estas cosas, hacerlo así, y en tan poco tiempo.
Y es que España cierra 2020 como el peor país de las economías desarrolladas y de la Unión Europea en caída del PIB y desempeño del empleo. La decisión de mantener y subir impuestos y a la vez ser el país que menos apoyo al tejido productivo ha dado ha dejado a España en riesgo de no estar bien posicionado para una necesaria transformación digital y tecnológica de todo el modelo productivo. Las empresas han quedado heridas gravemente por esta crisis y la irregular gestión de la misma. Según el Banco de España, casi el 25% de las empresas españolas están al borde de la quiebra hoy. Una dificultad añadida para reabsorber a los 5 millones de parados que hay en España.
Que en una entrevista al presidente Sánchez de Europa Press, dijera que ‘la gran innovación de esta pandemia han sido los ERTE’ demuestra en el terrible escenario en el que entramos. España se enfrenta a 2021 sin capacidad de atraer inversión, más dificultades impositivas y burocráticas para crear empleo y con una escasa capacidad histórica para gestionar los fondos europeos que deberían estimular el cambio de modelo. Una economía compleja tiene crisis menos profundas y sale antes de ellas. No veo por ningún lado que la idea sea hacerla más compleja.
A la espera de la lluvia de millones. ¿Preparados para reiniciarlo todo?
El gobierno español y muchos agentes económicos tienen puestas sus esperanzas en los fondos europeos que han costado sangre, sudor y lágrimas. Para sacar adelante este país ante la que se avecina, España recibirá140.000 millones de euros a repartir en varios años. La cuestión no es la cantidad, sino si ese dinero será bien utilizado. En primer lugar debemos dimensionar adecuadamente esto. Inicialmente debemos hablar únicamente de 26.000 millones, que son solamente dos décimas del PIB, algo que, desde luego, no va a cambiar la naturaleza de la economía española. En segundo lugar, los fondos desembarcarán en el mejor de los casos a partir de la segunda mitad del año. Si para entonces, ya tenemos la vacuna bien implementada, la economía española estará creciendo fuertemente. Aquí hay dudas. Pero pongamos que sí. Entonces los fondos vendrán a impulsar un crecimiento que ya se va a producir y pueden producir precisamente problemas adicionales, problemas de inflación. Un concepto del que nadie habla, pero que en algún momento volveremos a ver generando problemas de consumo pero que ya trataremos cuando llegue.
El gobierno español y muchos agentes económicos tienen puestas sus esperanzas en los fondos europeos que han costado sangre, sudor y lágrimas. Para sacar adelante este país ante la que se avecina, España recibirá 140.000 millones de euros a repartir en varios años. La cuestión no es la cantidad, sino si ese dinero será bien utilizado. En primer lugar debemos dimensionar adecuadamente esto. Inicialmente debemos hablar únicamente de 26.000 millones, que son solamente dos décimas del PIB, algo que, desde luego, no va a cambiar la naturaleza de la economía española. En segundo lugar, los fondos desembarcarán en el mejor de los casos a partir de la segunda mitad del año. Si para entonces, ya tenemos la vacuna bien implementada, la economía española estará creciendo fuertemente. Aquí hay dudas. Pero pongamos que sí. Entonces los fondos vendrán a impulsar un crecimiento que ya se va a producir y pueden producir precisamente problemas adicionales, problemas de inflación. Un concepto del que nadie habla, pero que en algún momento volveremos a ver generando problemas de consumo pero que ya trataremos cuando llegue.
El problema añadido es que no tiene ninguna pinta de que se vayan a gastar bien, o ni tan siquiera que se vayan a gastar todos esos fondos. Recordemos que España ha sido muy mala en eso de invertir fondos europeos. De hecho solo ha ejecutado el 39% de los fondos estructurales de la UE en los últimos años. Siempre ha tenido problemas para gestionar las ayudas que le llegaron antes de la pandemia. Hasta bien entrado el año pasado, España solo había ejecutado el 39% de los fondos estructurales concedidos por la Unión Europea y aún tenía un 20% de estas ayudas pendientes de asignación. De los cerca de 56.400 millones de euros en fondos estructurales concedidos a España para el período de 2014 a 2020, solo se habían gastado 22.000 millones de euros, otros tantos estaban en tramite y unos 11.275 peligraban porque ni siquiera se habían asignado.
Deberíamos preguntarnos a qué se debe y cómo solucionarlo. Apunto dos motivos: el primero, la excesiva burocracia y, el segundo, las dificultades financieras de muchas comunidades autónomas. Como se trata de proyectos co-financiados, muchas comunidades no tienen el suficiente músculo financiero para afrontar los proyectos. Ahí se paran.
Pero vayamos a la situación actual. El plan de inversiones tiene que presentarse antes de marzo y tiene que estar sujeto a algo importante. Las inversiones tienen que ir de la mano de reformas. Y esto es lo que viene a decir el artículo 16.3 del borrador actual sobre esas ayudas. La Comisión del Parlamento Europeo dijo explícitamente que ‘todos esos fondos están condicionados a los objetivos europeos de recuperación y modernización de las economías’ pero en base al cumplimiento de lo que se llaman directrices europeas específicas para cada país.
Por decirlo claramente, todo se sujeta a las tareas pendientes que la Comisión pone todos los años a los distintos países. Tareas que son fundamentalmente en base a tres reformas: la del mercado de trabajo, la reforma del sistema de pensiones y la reforma del sistema educativo y de la formación profesional. Todo eso tiene que estar en el programa. Ese famoso artículo 16 dice explícitamente que ‘si no se cumplen con esas reformas no habrá desembolso’. ¡Chimpum! Por lo tanto, no es dinero gratis, es a cambio de reformas económicas a las que el gobierno no está muy por labor pero que son innegociables. Por cierto, reformas que nos vienen bien y que ojalá se hagan.
Espero que seamos capaces de reconducirlo todo y replantear definitivamente el modelo productivo. Un ejemplo básico para ver lo monumental del trabajo pendiente. Sabemos que el sector más importante en España, tanto en producción como en empleo, es el que engloba al comercio mayorista y minorista, el transporte, el alojamiento y los servicios de alimentación, que supone un 23,5% del valor añadido total y un 29,6% de los puestos de trabajo. Por comparar, el sector con más peso productivo en la economía alemana es la industria, que genera un 24,3% del valor añadido. En España, en cambio, la industria ocupa el tercer lugar por valor añadido, con un 16,1%, y el cuarto lugar en volumen de empleos, con un 11,3%.
Si esos fondos son para darle la vuelta a eso, deberíamos localizarlo en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (“España Puede”) para acceder a los recursos del programa europeo Next Generation UE. La idea es crear 800 000 empleos en sectores innovadores, lo que implica coordinación y mejor legislación laboral, la capacidad de generar y gestionar proyectos para absorber esos millones a medida que lleguen y la capacidad de garantizar la creación de empleo estable y de calidad.
Escribí hace meses que en el futuro no se va a reconstruir nada. Recientemente el foro de Davos ha titulado así su edición virtual de este año. En toco caso vamos a un ‘reset’ que puede ser una gran oportunidad. Gestionar el tránsito no será sencillo pero, y depende de todos, escalar hacia ese nuevo mundo, más tecnológico, más humano, menos injusto y más sostenible, está más cerca que nunca. Perder esta oportunidad sería un error mayúsculo que pagaremos caro, especialmente nuestros hijos.
¿Los informativos televisivos tienen los días contados?
La jefa de informativos de la BBC, Fran Unsworth, explicó hace poco que los informativos en televisión tienen los días contados. Aseguraba que la corporación pública británica podría acabar emitiendo sólo una de las cuatro ediciones que ahora mantiene. El motivo: el éxodo de la audiencia cada vez más intenso hacia los smartphones o las tablets.
Cuando la crisis sanitaria pase, que pasará, llegará la crisis económica, que llegará. Pero la recesión derivada de todo cuanto ahora nos está sacudiendo también pasará. Y lo hará en dos frentes. Por un lado superando debates que no volverán, como la digitalización de muchos modelos de negocio y, por otro, recuperando el ritmo de lo que ya se preveía inevitable pero que la pandemia dejó en segundo plano. Hablo de la robotización, la automatización y la sustitución laboral en múltiples aspectos de la economía.
Lo relevante será quién lo tuvo en cuenta durante este tránsito y quién no. Aquellos que planteen mantener su hoja de ruta para modernizar, automatizar e incorporar la inteligencia artificial en sus relaciones comerciales, en sus procesos, en su generación de modelos de negocio y en, especialmente, estimular la formación de los equipos humanos para trabajar en un mundo nuevo, robótico, automático, sacarán la ventaja que en cada crisis unos pocos logran. Voy a poner un ejemplo que ocupa uno de los sectores aparentemente, y hasta hace muy poco, nadie consideraba amenazado laboralmente por los avances tecnológicos.
La jefa de informativos de la BBC, Fran Unsworth, explicó hace poco que los informativos en televisión tienen los días contados. Aseguraba que la corporación pública británica podría acabar emitiendo sólo una de las cuatro ediciones que ahora mantiene. El motivo: el éxodo de la audiencia cada vez más intenso hacia los smartphones o las tablets.
Fran Unsworth dijo que el boletín ‘News at Ten’ podría sobrevivir pero que seguramente el ‘News at Six’ u otros no. De hecho dijo que ‘el periodismo televisivo seguirá existiendo debido al poder de las imágenes para contar una historia, pero no necesariamente será recibido en el formato que tiene actualmente’. Desde su punto de vista todo ‘estará en el espacio digital y exigirá que se piense de otro modo, en otra dirección’.
Cuando ITN creó el primer boletín de noticias de media hora del Reino Unido en 1967, solo se encargó durante 13 semanas, porque los jefes temían que los espectadores lo encontraran demasiado aburrido. El Six O'Clock News de la BBC tenía, en ese momento, menos de 10 minutos de duración, mientras que el Nine O'Clock News tenía 15. Cincuenta y tres años después, los cuatro principales boletines de noticias diarios de la BBC son en este momento los programas más vistos en BBC One. Pero las cosas pueden cambiar rápidamente, algo que se puede trasladar a cualquier país, a cualquier sociedad. Digital News Report de Reuters señaló que el número de personas que sintonizan las noticias de televisión ha comenzado a disminuir de forma importante. Durante muchos años, el 75-80% de las personas veían regularmente un boletín de televisión, pero en enero de 2020 dijo que había caído al 55%. Aunque la crisis sanitaria lo ha ralentizado, la derivada es inevitable.
Probablemente siempre habrá una audiencia para un resumen diario de los informes de noticias de televisión, pero el mundo digital ofrece muchas opciones nuevas para presentar las noticias con mayor profundidad y claridad. La narración visual no está desapareciendo, está pasando por un momento extraordinario de innovación y transformación. El boletín de televisión tradicional con sus rígidas fórmulas de narración será para un número cada vez menor de personas, pero la pregunta es si los que hoy tienen entre 20 y 30 años desarrollarán ese hábito en años. Sospecho que no.
El asunto es más profundo. La televisión en sí misma es lo que ha dejado de interesar a muchos jóvenes y no tan jóvenes. El formato, el modo en el que se consume esa televisión es lo relevante. El contenido se ha convertido en el principal factor diferenciador, mientras que las tecnologías como la distribución, la búsqueda y la recomendación están utilizando los datos y la inteligencia artificial cada vez mejor. Las plataformas digitales se han convertido en meros canales de distribución, focalizadas únicamente en los aspectos técnicos de la entrega. El modelo de negocio de las empresas digitales ha cambiado ya que los consumidores no pagan por una plataforma específica, sino directamente por su contenido preferido.
En este escenario, los canales tradicionales han logrado con éxito su transformación digital y han asegurado una posición fuerte en el ecosistema de TV y vídeo. Los canales han evolucionado hacia plataformas digitales, estableciendo relaciones directas con los clientes y entregando contenido bajo demanda. Han incorporado nuevos servicios como la publicidad dirigida y las funciones de recomendación, que anteriormente estaban dominadas por las empresas de plataformas digitales. En el mercado coexisten las plataformas digitales, que desarrollan contenidos globales, y los canales tradicionales, centradas en el contenido local. Pero deberán mantener su reinvención. Nada es gratis.
Tengo claro que en el futuro, ver la televisión será una experiencia diferente para cada usuario y cada quien disfrutará de contenido distinto. Cada aventura televisiva será única donde la televisión tradicional y el contenido digital en vídeo se combinarán y se adaptarán a cada espectador con recomendaciones personalizadas creadas mediante tecnología de aprendizaje automático y opciones sociales para que la vida de los usuarios forme parte de sus experiencias.
Debate electoral: Ningún candidato pronunció la palabra 'digital'.
El debate electoral emitido por múltiples cadenas de televisión, organizado por la Academia de la Televisión, de ayer por la noche duró 178 minutos aproximadamente con pausas publicitarias incluidas. En teoría los candidatos que se postulan para presidir el gobierno español a lo largo de 2020, y en adelante, deberían haber hablado de futuro, que al fin y al cabo es para lo que les vamos a pagar, para lo que les vamos a votar. Pero no lo hicieron. Durante todo ese espectáculo no pronunciaron en ningún momento las palabras ‘digital’, ‘transformación’, ‘robótica’, o ‘innovación’. En el minuto 144 me han dicho que uno de los candidatos hizo referencia al término ‘tecnología’. No lo escuché, supongo que fue cuando fui al baño.
El debate electoral emitido por múltiples cadenas de televisión, organizado por la Academia de la Televisión, de ayer por la noche duró 178 minutos aproximadamente con pausas publicitarias incluidas. En teoría los candidatos que se postulan para presidir el gobierno español a lo largo de 2020, y en adelante, deberían haber hablado de futuro, que al fin y al cabo es para lo que les vamos a pagar, para lo que les vamos a votar. Pero no lo hicieron. Durante todo ese espectáculo no pronunciaron en ningún momento las palabras ‘digital’, ‘transformación’, ‘robótica’, o ‘innovación’. En el minuto 144 me han dicho que uno de los candidatos hizo referencia al término ‘tecnología’. No lo escuché, supongo que fue cuando fui al baño.
Los candidatos no dijeron ni pio sobre el futuro tecnológico y sus problemáticas que hay que prever. Los periodistas tampoco les cuestionaron por ello. Estaba pactado hablar de otras cosas. Por muy preocupante que sea, también tiene que decirse que en las tertulias de ‘tele-realidad’ y análisis ‘post-match’ tampoco se está haciendo referencia a este relevante silencio. Y no es que a mí me interese especialmente hablar de un futuro tecnológico por afinidad profesional. No, la verdad es que las cosas pintan complejas en materia económica y la única vía para afrontar el futuro a medio y largo plazo es comprendiendo que el mundo ha cambiado y precisa de planes, estrategias y modelos de crecimiento vinculados a la sociedad del conocimiento y no a la batería de temas manidos, endogámicos y retorcidos de la política de siempre.
Es cierto que cuando en la televisión generalista se trata el tema tecnológico es para empequeñecerlo. No se profundiza, no suele haber tiempo, y no se examina la inevitable reducción de puestos de trabajo tradicional que se avecina y a cambio se ofrece un robot simulando pensar o hablar. El tema es serio y se debería de poner en el centro de todo debate político. Y más cuando éste era tan importante. Llevamos años de parálisis y lo vamos a pagar. Otros países de nuestro entorno se pusieron en marcha hace un tiempo y esa ventaja no se reducirá hablando sólo con un maniqueísmo de vergüenza ajena. En 2 años, España ha caído 5 puestos en el ranking de los países más innovadores del planeta. El 80% de las pymes españolas desconocen que para competir en la próxima década precisarán automatizar, robotizar, gestionar datos y activar inteligencia artificial en procesos y nuevos modelos de negocio. El 100% de los participantes en el debate parece que también lo desconocían.
Si para que se discuta de un futuro tecnológico y automatizado hay que alarmar previamente con cifras de estructura económica, podemos hacerlo. Sin embargo hay que exponer una premisa. Ninguno de los datos económicos cada vez más negativos tienen que ver con una mala gestión económica de nadie, sino por una nula gestión económica de todos. Aquello que se llamó crisis era una deflación del capital, a la recuperación le vamos a acabar llamando una deflación social. De ahí deriva todo y de ahí va a derivar el desastre. No se hace un diagnóstico correcto. Si seguimos pensando en recuperar una economía que no va a ser competitiva cada vez creceremos menos y en un país donde para crear empleo antes se precisaba crecer por encima del 2,4%, eso es un problema enorme. Ahora, para crecer, con un 1,7% es factible crear empleo. ¿Cómo puede ser? Es muy fácil. El empleo que se crea es precario y precisa menos crecimiento para generarse. El ciclo es de aurora boreal y seguimos mirando hacia el océano. Y es que, ante una desaceleración económica que se acabará convirtiendo irremediablemente en crisis, estamos en una situación mucho peor que en 2007, cuando el mundo se cayó.
Hay quien defiende que la crisis no será tan dura. Lo que no será es tan abrupta, pero podría ser mucho más larga. Veamos algunos datos significativos para entenderlo. En 2007 teníamos una deuda pública sobre PIB del 37%, hoy es superior al 100%. No tenemos capacidad de respuesta a una crisis desde el ámbito público sin masacrar el tejido productivo con más impuestos. En 2007 el euribor estaba al 4,87%, hoy está en una tasa negativa del -0,46%. Ojo a esto. Tenemos el coeficiente de crédito 5 puntos largos por debajo lo que evidencia que el Banco Central Europeo no va a poder ayudarnos porque se ha quedado sin capacidad de maniobra en política monetaria. Entramos en tierra desconocida en materia económica. Nunca nadie estuvo aquí antes.
Sigamos. El paro en España en 2007, cuando explotó la anterior crisis, estaba en el 8,8%. Hoy lo tenemos en el 13,8%. El paro joven en 2007 era del 19,2% y hoy es de un dramático 32,2%. Es decir, ni con la hipotética recuperación no hemos sido capaces de crear suficiente empleo y el que se ha creado no llega a los jóvenes. Por cierto, hay un dato que dice mucho más sobre la capacidad empresarial de evitar el problema económico que se acerca. En 2007 en España había 3.420.000 empresas. Hoy hay 3.340.000 empresas, unas 80.000 menos que demuestran que estamos menos preparados aún para soportar el golpe que puede producir la reducción de inversión y de gasto privado.
Aun hay más. Las cifras de creación de empleo empiezan a ser ya una evidencia de que la máquina se ha parado. Mientras sus señorías se discuten sobre sus cosas, la gente va perdiendo su empleo de manera cada vez más rápida. Además, pocos analistas recogen algunas métricas que esconden un desastre aun mayor del que se evidencia en los datos de escaparate. Por ejemplo. Se dice que la variación trimestral de la ocupación, que ha sido la menor en siete años, en realidad ha sido buena porque se han generado casi 70.000 empleos netos. El problema es que nadie hacer referencia que de esos, la mitad del empleo creado es empleo público. Algo que nunca ha pasado. Es decir, si se elimina ese doping la variación trimestral es la peor en mucho más tiempo.
Y ahora vamos a las cifras de hoy. No me extenderé por no llorar. Se han ampliado en casi 100.000 los parados en octubre. La mayor subida del paro en un mes de octubre desde 2012. Y en términos relativos, desde 2008. Además, si analizamos los diferenciales fuera de estación veremos que estamos ya muy cerca de destruir empleo. ¿No te lo crees? Mira. En diciembre de 2018 teníamos 3.202.907 parados, en septiembre de 2019 eran 3.079.711 y en octubre ya son 3.177.659. Estamos a menos de 25.000 parados más para poder decir en términos anuales que se destruye empleo neto.
Saldrá algún ministro asegurando que la economía española es robusta y lo demuestra que, a pesar de las cifras de paro, la afiliación a la seguridad social subió un 2,3% de manera interanual. Lástima, pues esa cifra es la de menor incremento en los últimos años. Es decir, también se frena la afiliación. Se paraliza la reducción del paro pues el ritmo de descenso del paro es un 84% inferior al de 2018 y se crea un 23,8% menos de empleo que el año pasado. Por cierto, los autónomos crecen una tercera parte de lo que lo hicieron en 2018 también.
Pero nos queda el turismo, tranquilos. Lástima otra vez. El motor económico en España ya no crece. El turismo empieza también a frenar sobre todo en visitantes extranjeros. Se han encadenado varios meses en negativo y nadie ha tomado medidas para afrontar un posible desgaste del modelo. Seguimos pensando que la industria es secundaria y mientras vengan turistas y nos quede un ladrillo por poner, todo irá bien. El turismo supone el 15% del PIB y el 16% del empleo. Si sumamos el turismo y la construcción tenemos casi un tercio del modelo productivo español. ¿Que puede salir mal?
La solución no es sencilla, pero el futuro del turismo en España pasa por aumentar el gasto por turista y día. Para ello hace falta tecnología y transformación digital. Si se consigue se podrá crear más empleo y pagar mejores salario. Para ello es clave atraer más turistas americanos y asiáticos y menos europeos de tipo low cost que es tremendamente desleal y sólo busca ofertas. En muchos lugares que son competidores nuestros eso es lo que están haciendo. El sector turístico global más competitivo está profundizando en segmentos de turismo con valor añadido como el de salud, el de negocios o el de aprendizaje de idiomas que aumentan el tiempo de estancia y pueden realizarse en entornos menos masificados como la España vaciada. De momento pocos planes políticos al respecto por lo que, en resumen, la economía tradicional nos va a explotar en las narices.
Según la OCDE en 2050, cuando los nacidos en 1980 tengan apenas 70 años, es decir en la flor de su jubilación, habrá 77 pensionistas de cada 100 habitantes. Por ver la dimensión de la tragedia diremos que ahora son 29 y en 1970 apenas eran 19 por cada centenar de ciudadanos. De momento, para garantizar las pensiones en este país la tasa de desempleo no debería estar por encima del 6% en los próximos años o será insostenible. Ese es el gran desafío. Es desesperante contemplar como pasan los días y los años y el plan para afrontar ese riesgo no es más que un conjunto de improvisaciones que asustan.
Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a las personas que quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sujetar. O vamos a un modelo eficiente, tecnológico y que conjugue un verbo como el ‘optimizar’ antes que el de ‘crecer’ o nos vamos a dar una hostia de dimensiones bíblicas. Una sociedad digital y una economía transformada nos lleva a la eficiencia de los servicios y del reparto de pensiones más capaz. Mayor productividad y competitividad a ser modernos y capaces de reestructurar todo el sistema del bienestar y garantista del que somos incapaces de desprendernos. Por lo tanto, para garantizar las pensiones primero deberemos pensar en repensarlas como concepto, segundo apostar por una sociedad tecnológica y dejarse de idioteces como que los robots coticen y tres exigir a la clase política que se ponga en serio de una vez.
Estarás pensando, vale, pero ¿entonces que podemos hacer? ¿que debemos pedirles a estos candidatos?¿cómo se va a estructurar la entrada de nuestro país en el futuro? No se habla de hecho digital más que para incorporar tasas, costes o eventos diversos. Sin embargo debemos advertir al futuro nuevo ejecutivo que lo digital no sólo es algo que afecte a modelos de negocio, sino que lo hace en todos los aspectos y modelos sociales. Esta revolución tecnológica que empezó hace años, aunque algunos ni siquiera lo hayan percibido en gran medida, es como otras que ya sucedieron. Por lo menos como las que fueron relevantes. Esta tendrá como resultado un modelo nuevo de organización social donde conceptos como propiedad, empleo, libertad o estado deberán repensarse.
Y mientras unos seguimos dando vueltas al tiovivo otros están manos a la obra. En Francia, el presidente Macron presentó hace unos meses un plan nacional de Inteligencia Artificial. Suena a película pero no es ficción. Se trata de afrontar el futuro con sus propias herramientas. El mismo presidente galo apareció en Wired explicando para que era ese plan y que perseguía. Dijo que esta revolución tecnológica era en realidad una revolución política. Y tiene razón. Es evidente que cuesta imaginarse una entrevista en un medio como ese, aportando registros de valor, a cualquier político español.
Macron no es el único de nuestro entorno que se ha empollado las Buzznews de turno o se ha pasado un montón de horas leyendo blogs tecnológicos. Hay otros. Merkel impulsó en su día medidas anticíclicas cuando apareció el concepto Industria 4.0. De hecho, es Alemania quien bautizó este momento con ese nombre. Pocos lo entendieron, pocos lo vieron factible. Invirtieron un 20% más en I+D que antes, en plena crisis. Desplegaron los centros tecnológicos Fraunhofer, una especie de plan vinculado a aprovechar el empleo potencial de automatizarlo todo. De hecho, el país con mayor cantidad de robots per cápita de Europa es Alemania y es el que más cerca está del pleno empleo. Y Alemania salió de la crisis antes que nadie y más fuerte que nadie.
Otros presidentes, que es a quienes debemos pedir liderazgo, conocimiento y valentía para afrontar este momento de la historia, hicieron lo mismo. Llevamos un retraso disfrazado de buenas cifras económicas que podríamos pagar en un par de años. Finlandia planea crear un contrato laboral universal de apenas media jornada y estimular la renta básica a partir de automatizar su estructura económica. Austria lidera la inversión en I+D por PIB en Europa. Portugal ha despegado y se avecina a los modelos de crecimiento tecnológico que se inspiran en los que disfruta Irlanda. En España no hay quien hable desde el escenario político sobre esto. No hay liderazgo ni equipo vinculado a tal transformación. La sociedad civil, los agentes sociales, los partidos, la prensa y las finanzas siguen preocupados por mantener los pasivos de siempre como pensiones y estado del bienestar, renunciando a la creación de un arquetipo que sujete la construcción de activos a partir de un mundo en el que el modelo productivo no va a ser el actual.
Me gustaría que en un debate electoral alguien dijera que no piensa que la política industrial es algo que se debe dejar en manos solo de la empresa o que por el contrario la riqueza es algo que se reparte automáticamente. No es así. Las reconversiones industriales, tecnológica ahora, es una obligación política y debe marcarse políticamente. La riqueza, para repartirla, hay que crearla antes. De ahí deriva la libertad económica con liderazgo político. Alguien que admita que tiene pensado revisar los planes actuales de I+D o de apoyo emprendedor que solo son partidas presupuestarias. Un candidato que anuncie que aumentará el esfuerzo público en I+D y que logre que se ejecute todo hasta el último céntimo y que se haga bien. Ahora sólo es el 30% de lo previsto. Que reducirá la burocracia como han hecho otros países. Que le devuelva a este país lo que se invertía en desarrollo tecnológico. Hoy no llega ni al 15% de lo que se invertía hace 10 años.
La tecnología es un activo, un activo político y no parece que lo entiendan. El progreso no depende en nuestro país de las materias primas sino del talento que captemos y de la tecnología que desarrollemos. Que para competir no basta con hacer algo, hay que hacerlo bien. En 2020 tendremos menos para gastar debido al cumplimiento del déficit previsto. El paro empezará a crecer de manera importante pues la llegada de los robots que ahora se están construyendo según pedidos son para esa fecha. A medida que se desplieguen desaparecerán empleos porque nadie está trabajando en una nueva sociedad que debe dar respuesta a eso. En Francia, Austria, Eslovenia, Estados Unidos, China, Finlandia, etc., sí lo hacen. El tiempo se acabó. Estamos en zona de descuento y esos que ayer hablaban y hablaban mirando a la cámara no parecen entenderlo o no quieren. Ni idea, en todo caso el efecto es el mismo. Será el mismo.
Es una ‘crisis en funciones’, no una ‘desaceleración económica’.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
La desaceleración económica no empieza cuando te cuentan. La versión oficial argumenta que las cosas empezaron a ir mal hace muy poco tiempo y que, inevitablemente, viviremos unos meses de malas noticias económicas en el futuro próximo. La verdad mucho más muy preocupante. Ese parón de la economía no es anecdótico como no lo fue hace una década. Se hablaba de una simple parada de la economía. Que no sería demasiado grave. Quer éramos un país de ‘champions league’. Hubieron declaraciones de aurora boreal sobre unos hipotéticos ‘brotes verdes’ a diez minutos de la mayor destrucción de empleo de nuestra historia. Luego hablaron de ‘profecía auto cumplida’. De hecho, ahora, también utilizan este concepto para quitarse de encima la responsabilidad que puedan tener en la crisis que se nos cierne y que atribuirán a los que hace tiempo decimos que no nos hemos recuperado de nada, pues de nada había que recuperarse.
Y es que el primer gran error es de análisis histórico. Recuerdo lo que escribí hace mucho tiempo. Lo que explotó en 2008 no tenía un origen en sí mismo, ni tan siquiera era sólo motivado por una exposición excesiva a la deuda privada y bancaria. La caída del modelo económico dependiente de un capital ubicado en bienes inmobiliarios no era más que una consecuencia de algo más grave que se define bajo el concepto ‘deflación del capital’ y que surge casi siempre de cualquier revolución tecnológica. Esa no fue una excepción.
Y en eso mismo estamos. La diferencia es que ahora tenemos a unos y otros anunciando la que se acerca como si fuera inevitable. Es de vergüenza ajena escuchar al gobierno preparar a la audiencia ante una ‘desaceleración’ a la vez que anuncia electoralmente un aumento del gasto y una subida de la recaudación fiscal. Ya me dirán como casa eso. Si lo que viene es una ‘nueva’ crisis, sería interesante establecer un patrón de análisis que nos fije la foto actual y las más que probables instantáneas futuras. Es el único modo en el que se puede definir una hoja de ruta, urgente, para afrontarlo con ciertas garantías
La próxima recesión económica global asoma. Ya no se trata de las predicciones o análisis de voces expertas, sino de tendencias y estadísticas apuntaladas en el tiempo. La afiliación a la Seguridad Social en España está con las peores cifras desde 2008. La creación de empleo se ha paralizado y la tendencia empieza a ser la de fabricar desempleo. El poco trabajo que se estimula es precario, de escaso valor, temporal y dependiente del turismo y servicios mayoritariamente. La creación de ocupación industrial está en parada técnica y sin embargo poco o nada se está haciendo en ese sentido. España ha dejado de crear empleo al ritmo que solía hacerlo durante el último lustro, a la vez que la economía se está contrayendo. Una contracción que se refleja en múltiples sectores. Las matriculaciones firmaron su peor agosto y su peor septiembre desde 2008, con un desplome del 30,8%.
Por si fuera poco, el turismo, el motor económico de nuestro país, se va a enfrentar a un muro digital que no sabemos si está preparado para afrontar. España pierde el 1,3% de turistas internacionales de Reino Unido y Alemania. Hay quien argumenta que lo que le va a pasar a España es inevitable porque tiene una conexión absoluta con el resto del planeta. España creció al 2,3% interanual durante el segundo trimestre de 2019, un ritmo tres décimas por debajo de su crecimiento en 2018. Si echamos la vista aún más atrás la tendencia es clara: la economía se expandió un 3,6% en 2015; un 3,2% en 2016; y un 3% en 2017. 2019 representa la desaceleración más acentuada desde 2011. Las estimaciones para 2020 oscilan entre el 2,1% y el 1,9%. Me inclino por un 1,8% incluso. Es un fenómeno común al resto de la eurozona, y a casi todas las economías del mundo. Y a eso se agarran. Francia ha pasado del 1,5% en 2018 al 1,3% en 2019; Canadá del 1,8% al 1,5%; y China del 6,6% al 6,1%. Y si Alemania es el motor de Europa y quien marca el camino, las perspectivas son aún peores: del 1,5% en 2018 a la considerada parada técnica que supone un 0,8% en 2019. El país germano está en realidad a las puertas de la recesión pues creció en negativo el anterior trimestre.
Al igual que en la ‘otra crisis’, España vuelve a estar muy mal posicionada ante esta situación. Aunque es cierto que hemos mejorado mucho en la capacidad de nuestro comercio exterior, las exportaciones son muy dependientes del automóvil, y este tiene muy malas perspectivas. Estamos mal preparados porque venimos de una deflación de los salarios muy acusada. Si bien esa contención obligada ha supuesto la facilidad para contratar, ahora supondrá un verdadero quebradero contable. ¿Recuerdas cuándo un milieurista era un pobre de solemnidad? Ahora son millones los trabajadores que aspiran a ser eso como mínimo. Estamos en la era del asalariado pobre. Una indecencia de la que no tiene culpa el sector empresarial sino la ineficiencia política por generar un entorno económico que estimule la creación de un empleo cualificado y bien pagado. No hay estímulos, ayudas, modelos de dinamización de la economía del conocimiento, industria 4.0 o de, en serio, generar un nuevo modelo de crecimiento. Llamaron crisis a una deflación del capital y ahora llaman recuperación a una deflación social.
Es hora de entender que el mundo, y España, van directos a una crisis menos rápida, menos profunda, menos intensa, pero algo más larga y sin herramientas para modificar la deriva. Tras la crisis, esta vez, no habrá recuperación, únicamente estancamiento. La vivienda ya no podrá ayudar a recomponer el rompecabezas. Ya no está de moda comprar. Hay países que invierten en modificar el modelo de crecimiento de manera robusta. Francia invierte 23 veces más que España en la estimulación de la Industria 4.0. Un modelo industrial que será el único que sobrevivirá en una década y que genera derivas en todos los sectores. Si no tienes industria no tienes nada.
La recesión es la variación negativa del Producto Interior Bruto durante dos trimestres consecutivos. Un tema técnico. Pero a diferencia de una recesión, una crisis económica es un periodo de inestabilidad que desata consecuencias durante un largo periodo de tiempo. Sacude la estabilidad financiera en las inversiones y afecta a la estabilidad adquisitiva de las familias. Suele generar una depresión si no se actúa estratégicamente.
Y es en esa que nos encontraremos. No es tan complicado verlo. La diferencia con aquello que se le llamó ‘crisis financiera’, ‘crisis inmobiliaria’ o como quieras recordarla, es notable. Aquella fractura se evidenció de golpe, con un pinchazo de una burbuja. La actual quiebra no será por un reventón sino por un fallo técnico del modelo económico. Una paralización que tiene su origen, de nuevo, en la no adopción de medidas valientes, ineludibles y necesarias que adecúen un modelo económico digital, automático, robótico que llega sin avisar ni pedir permiso. Liderar esa fórmula económica es lo que podrá hacer más llevadera o no, la próxima década. Y es que esto no va de tener un plan político táctico y digital sino de entender que el mundo ha cambiado para siempre y que no hay parches que lo adecúen a tus intereses.
En un país en el que las pensiones dependen de las cotizaciones solidarias de los que trabajan, no parece una gran idea ir reduciendo el sueldo medio, incrementando la precariedad laboral y la estimulación de un tipo de empleo muy alejado de la eficiencia tecnológica, digital y automatizada. De ahí que no se comprenda la desidia política, retorciéndose en sus propio estiércol y sin indicativos de que han entendido la gravedad del momento.
No te dejes engañar por las cifras de creación de empleo. Son métricas trucadas. España requería crecer como mínimo al 2% para crear empleo, tras la reforma laboral es necesario solo un 0,7%, porque ahora se crea un empleo tremendamente precario. Es más fácil crearlo, pero no nos vale para lo que se nos viene. La evolución va a ser a peor porque vivimos en un impasse político que aumenta la incertidumbre, un nivel de la tasa de ahorro que reduce el dinamismo económico y tenemos un retraso evidente en el cambio de modelo económico que otros países ya están llevando a cabo.
La diferencia entre un gobierno en funciones y otro que no lo esté, es que el primero no puede oficializar una situación grave a nivel económico por estar sujeto con alfileres. De ahí que lo que llaman ‘desaceleración económica’ en realidad es una ‘crisis en funciones’. Como dice mi admirado Xavier Ferrás ‘la globalización, la digitalización y la innovación tecnológica están creando un triple cambio de paradigma debido a la superposición de tres factores. La convergencia global hacia un estándar económico único, la aparición de una nueva dinámica de desigualdad y el paso de una economía industrial a una economía del conocimiento, digitalizada y virtualizada’.
Sabemos que cada robot industrial destruirá dos empleos. La implantación de robots industriales supone la pérdida de casi dos empleos por cada nuevo robot, según el estudio How Robots Change the World, realizado por Oxford Economics. Según el estudio, el ritmo de destrucción se multiplicará por cuatro en la próxima década, pasando de la destrucción de 400.000 empleos en 2016 a 2 millones en 2030. Que eso no sea un drama bíblico depende de entenderlo primero, de redactar planes al efecto y de ejecutarlos. Esos empleos destruidos deben reconvertirse en ocupaciones insustituibles y que requieren una formación muy distinta, un plan muy distinto y una estrategia a largo plazo y valiente. Que chungo. Largo plazo y valiente no encajan en la misma frase en la que se incluya el vocablo ‘político’.
¿Quién está preparando nuestra economía para los cambios que llegan sin avisar (o sí)? La tecnología crea una segunda economía, cada vez más productiva y autónoma, más digital. Pero aquí seguimos con un modelo antiguo, esperando que alguien tome decisiones estratégicas, que imponga un plan integral en Inteligencia Artificial, que desarrolle un plan fiscal de estímulos para modificar la estructura de crecimiento y que, de una vez, ponga las luces largas para atender la Era de la Humanidad.
Más allá de la digitalización o la transformación digital: la empresa autoajustable.
En 2008, sólo había una empresa tecnológica entre las diez de mayor capitalización bursátil. Hoy, una década después, son siete. Durante estos años las empresas digitales han desordenado la economía de manera irreversible en múltiples sectores. La industria del automóvil, el comercio, el cine, la medicina, la banca o cualquier otro, viven un enfrentamiento contra el tiempo y por la innovación como nunca antes. Prácticamente todos los grandes negocios son ahora un negocio de tecnología y de información.
En 2008, sólo había una empresa tecnológica entre las diez de mayor capitalización bursátil. Hoy, una década después, son siete. Durante estos años las empresas digitales han desordenado la economía de manera irreversible en múltiples sectores. La industria del automóvil, el comercio, el cine, la medicina, la banca o cualquier otro, viven un enfrentamiento contra el tiempo y por la innovación como nunca antes. Prácticamente todos los grandes negocios son ahora un negocio de tecnología y de información.
De ahí que muchas empresas se lancen a eso que llamamos Transformación Digital en un intento desesperado de defenderse de las amenazas que se ven en el horizonte y de aprovechar también las nuevas oportunidades que interpretan. Normalmente, con mis propios clientes incluso, se persiguen dos objetivos: automatizar la cadena de valor e innovar con productos que puedan pasar a servicios digitales. La deriva suele conducir a nuevos modelos de negocio, nuevos procesos y obtención de datos masivos.
Cuando se combinan esos efectos, representados especialmente por la automatización y por la gestión a tiempo real suele aparecer algo que llamamos ‘la empresa autoajustable’, una empresa inteligente capaz de aprender e innovar a la velocidad de los datos para adelantarse a sus competidores. Empresas autoajustables y capaces de aprovechar el ciclo de aprendizaje compuesto por la experiencia sistemática de los clientes y el análisis del entorno comercial. Todo para generar nuevos modelos de negocio.
A través de la automatización y la lectura a tiempo real de los datos resultantes, las empresas autoajustables crean ventajas significativas. Comprenden mejor a sus clientes gracias a los datos de sus propios espacios de relación con ellos y a las plataformas para desarrollar ideas. Pueden desarrollar productos más nuevos y comercializables experimentando con ofertas y aprovechando los datos de respuesta. Y, especialmente, también pueden implementar cambios más rápidamente y a un menor coste al actuar de forma prácticamente autónoma.
Cuando sugiero que una cosa es digitalizarse y otra muy distinta es transformarse digitalmente me refiero a esto. Los beneficios de este tipo de relación entre automatización y lectura de datos, para la generación de modelos de negocio, y ofertas nuevas a tiempo real supera a cualquier proyecto de digitalización que sólo se aplique tecnológicamente. Optimizar en si mismo no es suficiente, ni automatizar tampoco. Se trata de combinar una red que se refuerce a sí misma. Que aprenda, que mejore con la experiencia y que genere nuevas ofertas que atraigan a más clientes y con ellos lleguen más datos y esos datos aporten experiencia de nuevo, y esa experiencia mayor conocimiento y con ese conocimiento volvemos al principio. Ese circuito prodigioso debe ser capaz de funcionar de un modo autónomo. La empresa autoajustable se refuerza a sí misma y precisa de una intervención humana muy distinta. Y ahí surge el reto más importante. De eso tenemos que hablar, del papel humano en una empresa de este tipo.
Convertir una empresa tradicional que busca innovar constantemente, que quiere transformarse digitalmente y que para ello necesita repensarlo todo, requiere una forma diferente de pensar. En lugar de la fórmula mecánica tradicional, en la que las circunstancias y los resultados se consideran en gran medida predecibles y controlables, que funcionan en cadenas de sucesos similares a los que explica cualquier escuela de negocios, los empresarios y directivos de una empresa autoajustable deben aprender a aprender constantemente y aceptar la incertidumbre y la complejidad de los negocios como la base en la que se sujeta todo.
El pensamiento directivo que propongo habitualmente tiene que ver con la reconsideración de cómo afrontar esa digitalización y su transformación posterior. Se basa en que las empresas deberán estar integradas en sistemas relacionados: los empleados individuales forman parte de empresas, que a su vez forman parte de mercados e industrias más grandes, que están integrados en las economías y sociedades locales y globales. Esto provoca situaciones en las que los cambios realizados en cualquier nivel de una empresa repercuten en toda la organización, con efectos no lineales e impredecibles. Afrontar el futuro con garantías en un sistema económico cambiante, que se halla en el epicentro de la mayor combulsión innovadora y disruptiva desde la anterior revolución industrial, supone la necesidad de convertir tu empresa, sea digital o no, en una empresa autoajustable.
Te pongo un ejemplo: Netflix atrae a su audiencia al hacer recomendaciones de contenido personalizado para cada usuario. La compañía asegura que tres cuartas partes de las visitas se originan a partir de las sugerencias. Para hacer recomendaciones personalizadas a tal escala, la compañía aprovecha un sistema de aprendizaje autónomo e integrado que se alimenta con el comportamiento del espectador y actualiza las sugerencias en consecuencia. Lo interesante, de ahí la diferencia entre ‘empresa digitalizada’, ‘transformada’ y ‘autoajustable’, Netflix introduce deliberadamente variaciones fuera de lógica en sus recomendaciones, permitiendo que surjan nuevos comportamientos y permitiendo que los datos hablen por sí mismos. A partir de ahí se autoajustan diferentes aspectos y estrategias de negocio.
Un aporte final. El papel relevante del ser humano se mantiene en entredicho en muchos titulares. Es la versión oficial. No las tomes en consideración, no por lo menos como las plantean mayoritariamente. Es obvio que a medida que la tecnología digital evoluciona, las ventajas comparativas de los humanos y las máquinas cambian. Para los problemas que implican la adquisición de datos, el procesamiento y la toma de decisiones, los algoritmos deben tener autonomía, no hay otra, eliminando el cuello de botella de la toma de decisiones desde nuestra perspectiva humana. Ok, aceptado. Por eso, las personas deberemos centrarnos en tareas ‘meta’, como construir y refinar los sistemas autónomos de aprendizaje, expandir los ecosistemas u originar y diseñar sistemas comerciales completamente nuevos. El resultado es una organización que aprovecha adecuadamente los recursos humanos y la tecnología en un nuevo equilibrio, que podríamos llamarlo ‘sistema integrado entre humanos y máquinas’.
Piensa en Amazon. Los billones de datos que Amazon genera están integrados, lo que permite que los motores de decisión reaccionen a los nuevos datos de forma inmediata y consistente. Un aumento en la popularidad de un producto en el mercado desencadena cambios automáticos en el sistema de cadena de suministro (para optimizar el inventario), el motor de recomendación (para sugerir ese producto con más frecuencia) y el sistema de fijación de precios (para optimizar las ganancias). Los seres humanos centran su creatividad en problemas de mayor nivel, como especificar y desarrollar el diseño de esos sistemas para dar cuenta de las nuevas prioridades estratégicas. ¿Te das cuenta que el empleo del futuro no se estudia aún? Igual será un híbrido entre programación de sistemas y bellas artes, entre analista de datos y derecho constitucional. Vete tú a saber.
Lo que le pido a Pedro Sanchez.
En 2013 la tasa de paro en España estaba en un 23%. Con las cifras que se han publicado hoy se sitúa por debajo del 16%. En economía suele haber un ‘delay’ de casi dos años entre los sucesos económicos y las consecuencias derivadas en la economía real. De ahí que durante una buena parte de la legislatura inicial de Mariano Rajoy el paro siguió subiendo hasta llegar a un punto de inflexión y empezara a bajar aun haber empezado la recuperación antes. Ahora podemos estar en una situación inversa. La economía debería de seguir mejorando y, dependiendo de las decisiones, seguir haciéndolo o por el contrario cambiar de manera negativa.
En 2013 la tasa de paro en España estaba en un 23%. Con las cifras que se han publicado hoy se sitúa por debajo del 16%. En economía suele haber un ‘delay’ de casi dos años entre los sucesos económicos y las consecuencias derivadas en la economía real. De ahí que durante una buena parte de la legislatura inicial de Mariano Rajoy el paro siguió subiendo hasta llegar a un punto de inflexión y empezara a bajar aun haber empezado la recuperación antes. Ahora podemos estar en una situación inversa. La economía debería de seguir mejorando y, dependiendo de las decisiones, seguir haciéndolo o por el contrario cambiar de manera negativa.
Sin embargo, a pesar de que las cifras son muy positivas sobretodo al compararlas con otros momentos recientes, una bajada del desempleo, en mayo de 83.738 desempleados y el mejor mes de la historia en materia de nuevos afiliados a la seguridad social, no podemos dejar de mirar con lupa que significan esos números y que podrían estar escondiendo. España, no lo olvidemos, tiene un modelo de crecimiento y una estructura económica revisable en términos de competitividad, innovación e industria tecnológica. La dependencia del sector servicios, del turismo, de la construcción y el sector inmobiliario sigue siendo muy peligroso.
Sabemos que Pedro Sánchez, flamante nuevo presidente del gobierno, asume el reto de asentar una economía que está en pleno crecimiento. Cerramos 2017 con un repunte del PIB del 3,1%. En principio, si logra no molestar a nadie y se rige por medidas de tipo simbólico, con unos presupuestos aprobados que no son los suyos pero que se comprometió a ejecutar, la senda de recuperación no debería de estropearse abruptamente. Otra cosa será, si lo que iba a hacer Rajoy o lo que vaya a hacer Sánchez es lo mejor posible o se define por una de las acciones preferidas de la política: la inercia.
Y la inercia no es más que táctica disfrazada de tranquilidad. La estrategia, la verdadera herramienta de los estadistas, de los países con proyección a medio plazo, brilla por su ausencia desde hace mucho en este país. Y es que proyectar no es fácil cuando lo que tienes que tener en cuenta es un escenario futuro disruptivo y en el que muchos de los aspectos que lo regirán aun no existen o es complicado interpretarlo.
Lo que se ve a primera vista es una guerra intensa por como afrontar el Pacto de Toledo, las pensiones, el Fondo de Reserva, el déficit de la Seguridad Social, la mejora del Salario Mínimo Interprofesional, los recortes para alcanzar el déficit cero a finales de 2020, rebajar la deuda al 97%, justificar internacionalmente la ‘tasa Google’, la privatización de Bankia, la transición energética, el rescate de las autopistas, la ‘operación Chamartín’ que blinda el mundo del taxi ante la inexorable llegada de las plataformas como Uber o Cabify, un plan de carreteras muy revisable, una ampliación de los dos principales aeropuertos españoles, una reconversión del sector turístico si quiere enfrentarse con garantías al futuro inmediato, una agenda digital que ya nace vieja y unos acuerdos en materias agrícola y pesquera que tampoco son muy favorables a nuestros intereses. Eso, es lo que se ve en el horizonte más cercano.
Pero, ¿y la estrategia futura? ¿cómo se va a estructurar la entrada de nuestro país en el futuro? No se habla de hecho digital más que para incorporar tasas, costes o eventos diversos. Sin embargo debemos advertir al futuro nuevo ejecutivo que lo digital no sólo es algo que afecte a modelos de negocio, sino que lo hace en todos los aspectos y modelos sociales. Esta revolución tecnológica que empezó hace años, aunque algunos ni siquiera lo hayan percibido en gran medida, es como otras que ya sucedieron. Por lo menos como las que fueron relevantes. Esta tendrá como resultado un modelo nuevo de organización social donde conceptos como propiedad, empleo, libertad o estado deberán repensarse. Además, si esto sucede como siempre lo ha hecho, estamos ante una inminente lucha de tipo social que exija corregir los desajustes y riesgos que toda revolución tecnológica e industrial conlleva.
Y mientras unos seguimos dando vueltas al tiovivo otros están manos a la obra. En Francia, el presidente Macron presentó hace unos meses un plan nacional de Inteligencia Artificial. Suena a película pero no es ficción. Se trata de afrontar el futuro con sus propias herramientas. El mismo presidente galo apareció en Wired explicando para que era ese plan y que perseguía. Dijo que esta revolución tecnológica era en realidad una revolución política. Y tiene razón. Es evidente que cuesta imaginarse una entrevista en un medio como ese, aportando registros de valor, a cualquier político español. Por lo menos de momento.
Y no porque no sepan o puedan, es porque realmente no se dan cuenta de la dimensión de la tragedia. Una tragedia que se debería convertir en reto. La necesidad de transformar algunas ciudades en verdaderos hubs de atracción de talento y tecnología. Francia lo tiene claro y lo centrará en París, Lyon y Toulouse. Macron decía en esa entrevista que quería ‘un país liderando esta revolución desde una perspectiva multidisciplinar, con matemáticas, ciencias sociales, tecnología y filosofía trabajando en común’. ¡Que envidia!
Envidia y temor. Si unos están en ese tren, otros seguimos en el andén. Los franceses están concentrando centros de investigación y desarrollo de Google, Facebook, Fujitsu, Samsung, IBM y otros. En Barcelona nos alegramos porque se ha instalado un ‘call center’ de Facebook. Así nos va. Así nos irá.
Macron no es el único de nuestro entorno que se ha empollado las Buzznews de turno o se ha pasado un montón de horas leyendo blogs tecnológicos. Hay otros. Merkel impulsó medidas anticíclicas en su día cuando apareció el concepto Industria 4.0. De hecho, es Alemania quien bautizó este momento con ese nombre. Pocos lo entendieron, pocos lo vieron factible. Invirtieron un 20% más en I+D que antes, en plena crisis. Desplegaron los centros tecnológicos Fraunhofer, una especie de plan vinculado a aprovechar el empleo potencial de automatizarlo todo. De hecho, el país con mayor cantidad de robots per cápita de Europa es Alemania y es el que más cerca está del pleno empleo. Y Alemania salió de la crisis antes que nadie y más fuerte que nadie.
Otros presidentes, que es a quienes debemos pedir liderazgo, conocimiento y valentía para afrontar este momento de la historia, hicieron lo mismo. Llevamos un retraso disfrazado de buenas cifras económicas que podríamos pagar en un par de años. Theresa May, la primer ministra británica está implementando programas que enlazan la inteligencia artificial con el reconocimiento de un nuevo empleo que poco tiene que ver con el actual. Finlandia planea crear un contrato laboral universal de apenas media jornada y estimular la renta básica a partir de automatizar su estructura económica. Austria lidera la inversión en I+D por PIB en Europa. Portugal ha despegado y se avecina a los modelos de crecimiento tecnológico que se inspiran en los que disfruta Irlanda.
Le pido a Pedro Sánchez que se tome esto en serio. En España no hay quien hable desde el escenario político sobre esto. No hay liderazgo ni equipo vinculado a tal transformación. La sociedad civil, los agentes sociales, los partidos, la prensa y las finanzas siguen preocupados por mantener los pasivos de siempre como pensiones y estado del bienestar, renunciando a la creación de un arquetipo que sujete la construcción de activos a partir de un mundo en el que el modelo productivo no va a ser el actual.
Le pido a Pedro Sánchez que no se deje llevar por el ruido del arroyo que se debe escuchar cada mañana al leer los clips de prensa en Moncloa. Que intente averiguar como suena el rio donde desemboca. Que no piense que la política industrial es algo que se debe dejar en manos solo de la empresa o que por el contrario la riqueza es algo que se reparte automáticamente. No es así. Las reconversiones industriales, tecnológica ahora, es una obligación política y debe marcarse políticamente. La riqueza, para repartirla, hay que crearla antes. De ahí deriva la libertad económica con liderazgo político.
Le pido a Pedro Sánchez que revise los planes actuales de I+D o de apoyo emprendedor que solo son partidas presupuestarias. Es preciso conceptualizarlas más allá de los ceros que las componen. De momento son acciones tácticas sin estructura conectada. Son ayudas, subsidios empresariales. No son estímulos, herramientas competitivas. Le pido al nuevo presidente que aumente el esfuerzo público en I+D y que logre que se ejecute todo hasta el último céntimo y que se haga bien. Ahora sólo es el 30% de lo previsto. Una vergüenza. Que reduzca la burocracia como han hecho otros países. Que le devuelva a este país lo que se invertía en desarrollo tecnológico. Hoy no llega ni al 15% de lo que se invertía hace 10 años. Así no vamos a ninguna parte. Bueno, sí. Al desastre.
La tecnología es un activo, un activo político. Le pido a Pedro Sánchez que hable con Quim Torra y le cuente esto. Que de momento igual podemos esperar sobre algunos temas que por importantes que sean, podrían quedar en anécdotas ante la que se nos viene encima. Que le diga que hay que ponerse en marcha. Que somos muchos los que estamos dispuestos a ayudar. Que en esto va el futuro de nuestros hijos. Que el mundo que ahora diseñemos debe ejecutarse rápido. Que va de innovación, de conectar un sistema que ahora está desconectado. Que el progreso no depende en nuestro país de las materias primas sino del talento que captemos y de la tecnología que desarrollemos. Que para competir no basta con hacer algo, hay que hacerlo bien. Que debemos empujar todos y juntos. Es urgente e imprescindible.
A Pedro Sánchez que se deje de análisis pues crea parálisis. Que se ponga en lo que importa ahora y aquí. Sin una reconversión absoluta de la estructura económica de esta país no vamos a poder pagar nada. En 2020 tendremos menos para gastar debido al cumplimiento del déficit previsto. El paro podría empezar a crecer de manera importante pues la llegada de los robots que ahora se están construyendo según pedidos son para esa fecha. A medida que se desplieguen desaparecerán empleos porque nadie está trabajando en una nueva sociedad que debe dar respuesta a eso. En Francia, Austria, Eslovenia, Estados Unidos, China, Finlandia, etc., sí lo hacen. ¿Y aquí? Pensando en lo de siempre. Disculpad, empieza Supervivientes, os tengo que dejar…
Mass-media o mass-tontos. La Transformación digital no era para esto.
Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.
Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.
La confianza bajo mínimos. Por lo menos por mi parte. La industria de los medios de comunicación vive su peor momento. No sólo se enfrenta a la disrupción digital sino que también los medios digitales se enfrentan a la disrupción que provoca la falta de análisis. Una falta bíblica de objetividad en la mayoría de ellos los ha conducido a una falta de confianza histórica por parte de sus audiencias no tradicionales. Crecen en oyentes, lectores digitales y posiblemente en espectadores, pero a la vez, éstos, parecen exigir tertulias con aspavientos, detalles sin importancia pero muy efectistas y analistas de todo hablando de nada. En un mundo de medios dirigidos por partes interesadas que tan bien y detalladamente explica el ensayo ‘Power is everywhere’, éstos tienen un público muy claro en mente, y ni siquiera se esfuerzan en buscar otros lectores. Prefieren representar nichos subjetivos en lugar de arriesgar en praderas objetivas.
Es posible pensar que la prensa, técnicamente, sigue sin asumir la disrupción. La información se derrama por miles de canales alternativos y la réplica de titular no es mucho más que eso, una réplica en pocos caracteres y donde la profundidad del epicentro no parece importar a la mayoría. Otras industrias han entendido y sufrido que pasa cuando te llega la disrupción. La compañía de taxis mas grande del mundo no tiene taxis. La compañía hotelera más grande del mundo no tiene ni un solo hotel. La empresa más grande de telefonía no tiene infraestructura propia. La mayor empresa de retail del mundo no tiene inventario propio. La empresa que posee más contenidos del mundo no crea contenidos. El banco que más crece no tiene dinero. La empresa de cines mas grande del planeta no tiene ni una sala propia. En la mayoría de los casos, el concepto ‘user generated’ está encima de la mesa.
Todo ello tiene mucho que ver con la mutación de toda la cadena de valor que está transformando el ‘producto a servicio’. El escenario ha cambiado definitivamente. Ese cambio de liderazgo se sustenta en una estrategia a medio plazo que va más allá de la cosmética. Es una mutación profunda. No se trata tanto de plataformas dónde las personas intercambian productos sino de un lugar dónde se vinculan a servicios. No se trataría tanto de un lugar donde las personas intercambian enlaces informativos o participan de la información y de la opinión. En todo caso se debe profundizar en la idea de que el lector, el consumidor de información, se ha convertido en un agente activo y en un plano muy distinto al que la prensa tradicional le sigue reservando. No consumen, interpretan. E interpretan muy distinto a como otras generaciones lo hacen por cierto.
Reina la idea acerca de los millennial, que para que te lean (lease hagan click) debes hablar de nimiedades y poner muchas fotos. Así corre el contador de páginas vistas. Que les importa más lo que dice una alienada ‘influencer’ a lo que se aporta en la profundidad de un análisis complejo. Y eso no es cierto. Lo que pasa es que el consumo informativo de esta generación es muy heterogéneo y se aparta de lo convencional, de lo prediseñado o de lo que otros, generaciones X o superiores, podemos entender. Resulta que los millennial navegan por los medios mientras hacen otras cosas. En el curso de su trayecto informativo seleccionan y revisan a posteriori lo que han decidido. La guerra estaría en ser relevante y no únicamente 'fast-food'. Lo primero exige objetividad, lo segundo efectos visuales o titulares de autobús.
Esto no va de ‘views’, ni de ‘clicks’. Es muy serio y parece que nadie se entera de que, en la guerra del consumo maniqueo e irresponsable por parte de muchos, está el vacío futuro y la lejanía de la prensa con respecto a sus consumidores inmediatos. Este es un mundo donde la tecnología simultáneamente ha liberado y restringido el contenido que consumimos, con las plataformas periodísticas están haciendo más para dividir que para unir. En este punto habrá un lugar crucial para los editores que puedan ofrecer contenidos en el que se pueda confiar. Ese es, después de todo, el papel tradicional de los medios de comunicación. Parecía que la conquista digital de la prensa nos aportaría inmediatez, objetividad, una visión poliédrica y comparada y un modelo informativo mucho más razonable, pero no ha sido así. El negocio digital de la prensa tradicional no es más que una búsqueda incansable de ‘pageviews’ sin control empujados por sus lectores ideológicamente afines. Lo peor es que muchos de los ‘nuevos medios’ hacen lo mismo.
Las cifras de consumo de los medios tradicionales cae. Suelen remontar puntualmente en momentos de barullo informativo como el actual, pero globalmente, cae. Cae en cantidad, pero también en calidad. La alocada búsqueda del lector ahora ha dado paso a la caza del visualizador de videos. Ya así nos va. Este es uno de esos momentos. Por lo menos por estos territorios. El Brexit, Trump o El Chapo Guzman fueron otros. Sin embargo la tendencia es la que es y el peso de lo inevitable es inmenso. Mucha gente se ha dado cuenta de que no está recibiendo una imagen completa de lo que está pasando a través de los canales en los que confió siempre o le dijeron que eran fiables.
Por si fuéramos pocos, parió la abuela. Y parió un algoritmo. Bueno, varios. Rutinas aritméticas que nos están cegando con opiniones ilustradas de opinadores de ‘todo’ y que aportan más ruido en el griterío pero que, según la inteligencia artificial o el big data, son informaciones que ‘debemos’ leer. Sabemos desde hace tiempo que los medios digitales funcionan haciendo suposiciones acerca de quiénes somos y la clase de cosas que nos gustan. Si bien puede haber algunos aspectos positivos en esto, si ampliamos el diafragma el asunto es terrible. Los medios son cada vez menos medios. La caza del ‘like’ o el ‘retuit’ no dejan de ser una anomalía informativa, un escenario muy poco nutritivo, un McDonals de la información sin sobremesa y sin cubiertos.
A medida que el análisis deja paso a la difusión gigantesca de párrafos ocurrentes, que la lectura del detalle se queda en el bajo título y que el relato prefabricado argumenta el hecho, nos iremos desvaneciendo como sociedad crítica y nos convertiremos en una especie de 'followers' de la 'post-verdad'. Tal vez ya hemos llegado demasiado lejos, quien sabe, y el retorno está complicado. Y es que la tecnología no era para esto. Era para componer opinión con mayor grado de conocimiento. No estamos haciendo mucho con lo que la digitalización nos aporta. La culpa es de todos. Del que lee y del que escribe. Del que emite y del que mira. A veces parece que la tecnología aplicada a los ‘mass-media’ nos está haciendo ‘mass-tontos’. A las pruebas me remito.
La Transformación Digital explicada (y practicada) en 7 horas más o menos.
Siete workshops, dos conferencias, muchos vuelos y hoteles distintos y un estimulante desafío físico y mental. Durante algo más de dos semanas, la última de agosto y la primera de septiembre, he ofrecido talleres a casi medio millar de altos directivos de Costa Rica, Honduras, Panamá, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, mi seminario-taller sobre ‘Como sobrevivir con éxito a la Transformación Digital’. Unos cursos en las que explico las cuatro claves para transformar una compañía digitalmente, cómo superar las barreras con las que se suelen encontrar y el framework natural de ejecución de todo el proceso.
Siete workshops, dos conferencias, muchos vuelos y hoteles distintos y un estimulante desafío físico y mental que intenté compartir a través de Instagram. Durante algo más de dos semanas, la última de agosto y la primera de septiembre, he ofrecido talleres a casi medio millar de altos directivos de Costa Rica, Honduras, Panamá, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, mi seminario-taller sobre ‘Como sobrevivir con éxito a la Transformación Digital’. Unos cursos en las que explico las cuatro claves para transformar una compañía digitalmente, cómo superar las barreras con las que se suelen encontrar y el framework natural de ejecución de todo el proceso.
Más de dos décadas de consultoría económica primero, estratégica después y digital hace ya unos años, se yuxtaponen en este curso. En este tiempo, especialmente ahora, cuando hablamos de digitalización el contenido ha cambiado mucho. Todavía, sin embargo, existe confusión entre lo que es digitalizarse y lo que supone transformarse digitalmente. No es lo mismo. La táctica suele imponerse a la estrategia. La tecnología no es más que el 'cómo' y las personas el 'porqué'. Esa es la clave inicial. Toda la automatización de una empresa pierde valor si no se incorpora el valor referencial, convertir al empleado y al cliente en el centro nuclear de todo cuanto pase gracias a ella.
Habitualmente, a la pregunta ¿distingues entre digitalización y transformación digital? la respuesta suele ser negativa. Son muchos los directivos y empresarios que no localizan las diferencias entre ambos conceptos y ese suele ser el principal problema al que se enfrentan al iniciar el proceso y el que puede encarecerlo o hacerlo inservible. Digitalizarse es incorporar tecnología tácticamente, transformarse es estrategia para afrontar cuatro aspectos que han cambiado radicalmente en los últimos años: una generación mayoritaria nativa digital dentro y fuera de la empresa, la colocación del cliente en el centro de la cadena de valor, la sustitución de productos por servicios y la aparición de nuevos modelos de negocio que trastocan la relación natural entre proveedor, consumidor y vendedor.
Como decía, el formato de este workshop es un híbrido entre teoría y práctica, casi al 50%. Se inicia con un panel que muestra ‘como hemos llegado hasta aquí’, luego otro que aborda como conquistar a la generación Millenial, más tarde se expone como construir un framework de trabajo para transformar digitalmente una empresa, posteriormente se practica con una metodología propia denominada ‘disrupt Thinking’, en la parte final se aprende a definir un Plan Estratégico de Transformación Digital y se concluye con un ‘ecualizador’ de estado de la propia empresa en su fase de transformación. Siete horas intensas y mucho café.
En los próximos meses vamos a ofrecer este completo formato, en diferentes ciudades europeas. Ya están casi cerradas las fechas en formato abierto en Dublín, Londres y Madrid. A parte de la repetición de esta gira en América a principios del año que viene, el plan previsto es ofrecer una docena en total en Europa antes de terminar este. La agenda no permite más. Se harán en formato abierto y en sesión privada para empresas. Si te interesa asistir a alguna o que estudiemos las opciones de tiempo que nos queda para organizarlo en un formato interno en tu compañía, no dudes en pedirnos más detalles.
La clave para empezar la Transformación Digital de tu empresa. Hacerlo 'despasito'.
Muchas empresas consideran que transformarse digitalmente es cuestión de incorporar tecnología al día a día de la compañía sin más. Incluso a veces, esa hipotética transformación trata simplemente de ir sumando software y dispositivos en los procesos de la compañía. La falta de estrategia se suple por una táctica que puede ser muy costosa y perjudicial. Desmotiva a los equipos, incrementa la presión sobre la necesaria modernización y asume costes que no siempre están justificados.
Muchas empresas consideran que transformarse digitalmente es cuestión de incorporar tecnología al día a día de la compañía sin más. Incluso a veces, esa hipotética transformación trata simplemente de ir sumando software y dispositivos en los procesos de la compañía. La falta de estrategia se suple por una táctica que puede ser muy costosa y perjudicial. Desmotiva a los equipos, incrementa la presión sobre la necesaria modernización y asume costes que no siempre están justificados.
El 70% de las empresas españolas son conscientes de la necesidad de la transformación digital de su negocio, aunque la mayoría no tienen un plan claro para llevarla a cabo y, las que sí lo tienen, no siempre empezaron con buen pie. La Transformación Digital es el proceso de convertir el cambio en oportunidad y eso no sucede sin una implicación amplia de todos los cuadros de la propia empresa.
Uno de los métodos que mejor están resultando, desde mi propia experiencia, es la de proponer unas sesiones iniciales de tipo formativo y práctico que permitan generar el interés y el conocimiento necesario en la empresa para abordar un reto tan importante.
Este tipo de sesiones las llevo desarrollando hace años y cada vez funcionan mejor. El pasado jueves, en el entorno extraordinario de Mon Sant Benet, una de las empresas líderes en un sector que ha sufrido la crisis especialmente en los últimos años, solicitó este ejercicio tremendamente práctico. Se trataba de la compañía cementera Promsa. Una empresa que ha decidido iniciar su transformación digital y, para ello, consideró acertadamente que la mejor manera era a través de este evento vinculado a un workshop formativo, práctico y especialmente diseñado para ellos.
La verdad es que fue un éxito. La implicación de la dirección y los cuadros fue extraordinaria. En un mismo espacio estaban los 90 responsables comerciales, técnicos, de recursos humanos, administrativos, logísticos y gerenciales. Todos ellos conocieron el estado de tecnológico que les afecta en plena Industria 4.0, que palancas de transformación deberán activar, se aplicó de manera práctica un caso que les fue tremendamente cercano, se evaluó en conjunto el estado de transformación de la empresa a tiempo real y, finalmente, se expuso el papel relevante que todas las personas tendrán en ese tránsito imprescindible.
Es, sin duda, una de las mejores maneras de empezar esa hoja de ruta que supone la transformación digital de una empresa. Una sesión de una jornada, teórica y práctica, vinculada a la historia, sector y valores de la compañía que explique que la tecnología no es la esencia del proceso, pero sí una herramienta que nos ayudará a que el cambio suceda. Una jornada técnica que imparto con profundidad y que es muy estimulante por cuanto vivimos durante ese tiempo y que permite trazar una hoja de ruta al final de la misma y que la empresa puede poner en marcha al finalizar.
Si consideras que tu empresa puede estar en ese punto necesario no dudes en preguntarme si es factible hacer algo parecido en tu compañía. El cambio de conciencia por parte de los líderes de la organización y su aplicación tecnológica son elementos que no solo se imponen, se deben defender y demostrar en positivo. Llevo casi dos décadas haciéndolo cuando la red era otra y cuando la automatización no suponía ni una centésima formal de lo que es ahora. La divulgación me encanta y acompañarla del análisis práctico no es sencillo pero resulta muy gratificante. Desde mi punto de vista, pasar a la acción exige de un primer paso, y ese primer escalón tiene mucho que ver con explicar a todos lo que se quiere hacer, formar básicamente sobre ello y aplicar un método práctico que implique a todo el mundo en una empresa. Un buen primer paso, por experiencia, suele ser este tipo de workshops.
Internet se está desacelerando a nivel mundial. Las claves del 'Internet Trends 2017'.
Si hay un informe anual sobre Internet que se puede considerar una referencia, ese es el que firma Mary Meeker bajo el nombre de 'Internet Trends Code Conference'. Más de 300 páginas de análisis que junto a su equipo de Kleiner Perkins publican por estas fechas desde hace ya algún tiempo. Un conjunto de gráficos y estadísticas que permiten hacernos una idea de la evolución de la red, sus tendencias y los datos para interpretar hacia donde vamos en el mundo de la nueva economía y de la transformación digital de todo. Resumir en un post todo lo que ahí se indica es imposible, pero en un vistazo rápido me quedo con algunos datos que me parecen significativos y que bien podrían establecer directrices en las estrategias digitales de empresas, organizaciones y gobiernos.
Si hay un informe anual sobre Internet que se puede considerar una referencia, ese es el que firma Mary Meeker bajo el nombre de 'Internet Trends Code Conference'. Más de 300 páginas de análisis que junto a su equipo de Kleiner Perkins publican por estas fechas desde hace ya algún tiempo. Un conjunto de gráficos y estadísticas que permiten hacernos una idea de la evolución de la red, sus tendencias y los datos para interpretar hacia donde vamos en el mundo de la nueva economía y de la transformación digital de todo. Resumir en un post todo lo que ahí se indica es imposible, pero en un vistazo rápido me quedo con algunos datos que me parecen significativos y que bien podrían establecer directrices en las estrategias digitales de empresas, organizaciones y gobiernos.
Algo que podíamos esperar que sucedería tarde o temprano ya se evidencia. Internet se está desacelerando a nivel mundial, excepto en la India, donde el número de usuarios de Internet creció más del 28% en 2016. Podriamos estar viviendo un efecto perverso. Hemos llegado a un punto de crecimiento complicado puesto que las barreras entre el mundo tecnológico y el que todavía vive de espaldas a la tecnología digital que, por cierto, es la mitad del planeta, son muy grandes. Según el informe, el crecimiento global de los teléfonos inteligentes se ha frenado. Las ventas de teléfonos inteligentes crecieron solamente un 3% el año pasado, frente al 10% del año anterior. De hecho, el tiempo dedicado al uso de Internet en dispositivos móviles se ha estancado en las 5 horas diarias. Que se dice pronto.
La interacción a través de la síntesis de voz está empezando a reemplazar a la que se produce a través de la escritura. El 20% de las consultas que provienen de un dispositivo móvil se hicieron a través de voz el año pasado, mientras que la previsión es de que este año, esos requerimientos alcancen el 95%. Cuesta creer pero argumentan que el modelo de relación en la red está siendo sustituido de manera exponencial.
La disrupción en los medios de comunicación continúa a un ritmo salvaje. Con los líderes digitales transformando el mercado y ofreciendo mejores experiencias a los usuarios los medios de siempre siguen perdiendo la batalla. La oferta a mejor precio, la gestión masiva de datos y la escalabilidad digital son invencibles. Netflix pasó de cero al 30% del mercado de entretenimiento en EE.UU. en una década.
La publicidad tiene un análisis interesante. Los ingresos por publicidad móvil crecieron un 22% en 2016, eclipsando los ingresos publicitarios de escritorio. Los ingresos publicitarios por Internet superarán la publicidad televisiva a nivel mundial este mismo año, algo que ya sucedió en Estados Unidos el año pasado. En este campo digital, Google y Facebook representan el 85% del crecimiento de la publicidad en la red.
El informe hace mención a algo que ya hace tiempo detectamos los que nos dedicamos a las estrategias digitales. La web visual continúa creciendo en importancia y sofisticación. Según ellos, gran parte del futuro de las búsquedas van a ser sobre imágenes en lugar de aplicando a palabras clave. Algo que certifica alguien que sabe mucho de esto, Ben Silbermann, fundador de Pinterest. De ahí que el estudio interprete que el reconocimiento de imágenes con inteligencia artificial y de activación por voz reemplazará este mismo año a la escritura especialmente en el móvil. Jugarán un papel determinante los asistentes de voz este 2017.
Meeker presta mucha atención a los juegos de azar señalando que hay 2.600 millones de jugadores en todo el mundo (frente a los solo 100 millones de 1995). Señala la importancia del comportamiento que esto puede tener en el desarrollo de la propia red. El juego interactivo global se está convirtiendo en un monstruo interactivo de difícil control y de enormes posibilidades comerciales obviamente. Los ingresos globales de juegos se estima en 100.000 millones de dólares en 2016 siendo China el mercado más grande en este espacio digital.
En los Estados Unidos en 2016, el 60 por ciento de las empresas de tecnología más valoradas fueron fundadas por estadounidenses de primera o segunda generación y son responsables de 1,5 millones de empleos. Esas compañías incluyen titanes de tecnología Apple, Alphabet, Amazon y Facebook. No se denotan similitudes en otro lugar del mundo a ese nivel.
Y, como decía, en el informe se hace detalle de que las tecnologías líderes están bien posicionadas en el mercado digital de la salud, con casi un 60% de consumidores dispuestos a compartir sus datos de salud con Google para recibir servicios más adecuados a su realidad. Ahí queda eso. Lo de no hay nada gratis o si es gratis es que tu pagas con tus datos va en aumento. La privacidad seguirá siendo la asignatura de 2017, 2018 y a este paso será ‘la asignatura’.
Tomar las riendas tecnológicas
Es uno de mis temas favoritos en mis conferencias. ¿Cómo vamos a digerir los avances tecnológicos desde el punto de vista social y económico ahora que sabemos que la velocidad empieza a aumentar de manera exponencial? Resulta que las cosas van en dirección contraria a lo que nos explican o nos dejan ver. Es algo tan evidente que ha dejado de preocupar. El reto de nuestra sociedad moderna y digitalizada consiste en hacerse cargo de sus propios límites en términos de gestión laboral y, por defecto, del talento asignado a los procesos de producción actual. Ya nada va a ser igual y no nos lo cuentan para no intranquilizarnos. Es mejor una sociedad adormecida pensando en el destino inexorable que en otra reactiva y protagonizando este cambio de época.
El momento más intenso se vivirá cuando la ‘Internet de las cosas’ entre en colisión o contacto con el concepto ‘big data’ y lo que supone de exponencial su uso compartido. En 2020 habrá más de 50.000 millones de dispositivos conectados entre si, lo que supondrá una digestión inteligente de datos como nunca antes ha vivido la humanidad. Todo ello combinará inteligencia artificial, natural y conversaciones comerciales a partir de lo que el marketing matemático solicite y lo que el comercio de información entregue.
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Con el aumento de la automatización, como los robots en las fábricas, el trabajo humano será sustituido. En los próximos años, el problema sólo se hará más intenso a medida que las máquinas aprendan a asumir el control, incluso en lo que antes se consideraban tareas altamente humanas e imposibles de asignar a un software o a un brazo articulado.
Estamos en el principio de algo tremendamente extraordinario. La tecnología continuará acelerando y nadie estará a salvo de ser sustituido por ella. Esto va de aprender, de evolucionar como especie, de avanzar como sociedad y de mejorar nuestro entorno utilizando la ciencia tecnológica y digital. Permitirnos trabajar menos o trabajar por otras cosas. Que cada uno haga su elección. Yo contemplo el futuro tecnológico como un lugar de aprendizaje y de retos continuos.
La velocidad con la que circulamos por la historia cada vez es mayor. Hace una década no existían las empresas que ahora marcan nuestro día a día de manera irremediable. Compañías que no tan sólo son parte de todo lo que nos afecta sino que además son las más valoradas económicamente en algunos mercados de valores. Hace cinco años no existían tampoco una gran cantidad de ‘oficios’ que ahora son los más demandados. Curioso ver también como esos nuevos modelos laborales se basan en otros procesos profesionales que nada tienen que ver con el pasado.
Enumera cuantas cosas haces hoy en día de la mano de tecnología que no estaba en la mente de nadie apenas hace dos décadas. Enumera, si te atreves, cuantos objetos eran precisos y de que tamaño, para englobar lo que ahora está en tu único smartphone. Piensa en como va a afectar a médicos, profesores, abogados, periodistas, políticos, funcionarios, conductores, policías, etc.., cada una de las aparentes iniciativas innovadoras que se van explicando en las webs de tendencias tecnológicas cada día.
La velocidad es espantosa y los emprendedores lo sabemos. Lo vivo como si acabara de cumplir cinco años y cada día tuviera un bono entrada para disfrutar de Eurodisney veinte horas al día. Es inacabable. No permitamos que porque nos dijeran que la tecnología puede ser nociva, tóxica para el empleo, no veamos hacia donde nos lleva.
Nos va a empoderar, nos concede modelos de entendimiento y relación a todos y sin límite. La digitalización de nuestra vida no son cadenas, son llanuras por explorar. Pero hay una fábula que me hace pensar en cuanto podemos hacer y no hacemos por no saber que es factible sólo si nos diéramos cuenta. Hace muchos años me la explicaron, ignoro si es real, imagino que no, pero es la historia de un niño que fue al circo con su padre y quedó fascinado con la actuación de un enorme elefante de fuerza descomunal.
Al terminar la función, el pequeño vio cómo el domador ataba una de las patas del animal a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, le sorprendió constatar que si bien la cadena era gruesa, la estaca era un minúsculo pedazo de madera. –Papá, ¿cómo puede ser que el elefante no se escape?–, le preguntó. Y su padre le dijo: –Porque está amaestrado–. –Si está amaestrado–, insistió, –¿por qué lo encadenan?–. El padre no supo qué decirle. Antes de marcharse a casa, un anciano que había escuchado la conversación le reveló la respuesta que andaba buscando. –El elefante no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que nació. Posiblemente, al principio tratara de soltarse, empujando con todas sus fuerzas. Pero siendo un pequeño elefante, la estaca era demasiado resistente para él. Y así continuó hasta sentirse agotado, impotente y, finalmente, resignado. Por eso ahora, siendo un elefante poderoso, sigue siendo preso de sus cadenas. Está convencido de que no puede liberarse de ellas. Lo que no sabe es que le bastaría con decir no…
Ahora hablamos de tomar las riendas tecnológicas sociales y económicas. No nos queda otra si queremos liderar, nosotros mismos, este tránsito a un nuevo modelo que se automatiza y que se llevará por delante todo cuanto conocemos. Si para ello seguimos esperando los dictados de gobiernos, estructuras y todo lo que supone intervención y control, el retraso nos dañará irreversiblemente.
Cuando se presenten, votaré al Partido Robot
Muchas de las cosas que hacemos de manera cotidiana hace apenas unos años eran de otro modo. Voy a generalizar con el riesgo que eso conlleva, pero espero se me entienda. Ya no escribimos cartas, no elaboramos álbumes de fotos, nos reunimos sin estar juntos, no compramos entradas en ninguna taquilla, no se utilizan mapas callejeros, las guías turísticas son reliquias, no compramos periódicos, no visitamos tiendas de música y no votamos por ideología sino por múltiples factores que tienen que ver con el debate en red, más bidireccional y complejo.
Europa está en estado de shock. Draghi decide que lo mejor para el futuro es meter todo el papel que le queda por imprimir en el sistema y que sea lo que dios quiera. Pues querrá, pero no lo que ellos consideran. La masa ingente de liquidez en euros se va a llevar por delante el valor del mismo. Pon diez monedas donde antes había una y lograrás que esas diez valgan menos ahora que cuando las contabas por separado. Si eres un vendedor de algo, póngamos moneda, y sabes que los que vienen a tu tienda tienen diez veces más dinero que antes, ¿no subirás el precio de todo? Y, eso, ¿no deflacionará el valor del dinero en términos generales? Pues eso.
En Grecia viudas y jubiladas con hijos que pagaron toda la vida sus impuestos, que cotizaron ellas y sus maridos, se ven obligadas a trapichear con cualquier cosa por las calles, y esperar el miserable cheque de 320 euros que el Estado les ‘regala’ por los servicios prestados. Y se sorprenderán de la victoria de Siritza, o de que Europa esté en juego. Aquí en Irlanda todas las encuestas ponen de ganador a un indefinido cuadro de ‘independientes’ que lideran todas las batallas locales contra la subida de tasas, impuestos, recortes y meriendas oficiales. En España Pablo Iglesias tres cuartos de lo mismo. Mira este video de la señora Katsulis.
¿Es todo esto un tema político? ¿Sociopolítico? ¿No tendrá que ver, previsto o no, estratégico o no, con algo más técnico, tecnológico y de adaptación al momento desde un punto de vista automático? Tengo la impresión que si. No niego que la aparición en programas de televisión ayuda, que un líder que diga lo que todos quieren escuchar también, que poner de vuelta y media a unos cuantos que no hay manera de sacar ni con agua caliente ayuda, pero también el cómo todo eso se ha enlazado entre los potenciales votantes, las estructuras (des)organizadas y las ideas es tremendamente menos ideológico y político de lo que parece.
El mundo sigue su curso hacia un escenario sin empleo. Todo lo que pueda ser automatizable, ‘robotizable’ y todo lo que pueda sustituir un grupo de humanos por un ‘software’ o un brazo mecánico, será. Periódicos sin periodistas, bibliotecas sin bibliotecarios, bares sin camareros, tiendas sin vendedores, empresas sin directores, taxis sin taxistas, hoteles sin intermediarios, transporte sin transportistas, clínicas sin doctores y, quien sabe, parlamentos sin políticos. ¿Para que se precisa un político?
Hoy en día las decisiones políticas se toman en base a tres criterios: presupuesto, interés partidista y capacidad de gestión. La primera la gestionaría increíblemente mejor un software inteligente que una docena de ministros de economía visto lo visto. Lo segundo, más divertido, un gestor de datos masivos capaz de trabaja en base a variables de bienestar social no dependiente de votos, podría gobernar sin esperar ‘encuestas’ o lo que fuera. La tercera es pura evidencia. ¿Quien más eficiente que un robot?
Permitidme el juego. Yo votaría a un robot, pero mientras eso no llega veamos a que se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber porque, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guión de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se dará cuenta de su presencia. Tanto tiempo ralentizando el mundo, tanto tiempo derivando sus responsabilidades, jugando a sus juegos de tertuliano de bar, tanto tiempo hablando de ellos mismos, que nada cambiaría con su presencia. Fin del juego.
Y a este cuento de ciencia ficción de un futuro inminente le cabe algo de realidad desde ahora mismo. Resulta que la televisión pública española, la de todos, ha decidido montar dos programas tertulia, uno para los viernes y otro para el sábado noche, no sea que te quedes a medias en el lavado de cerebro. El objetivo es el de contrarrestar la presencia de ‘Podemos’ en el resto de debates en otras cadenas. En mi caso, no veo la televisión por lo menos no en el sentido agendado y de horarios programados. Busco lo que quiero ver y lo veo, pero entiendo que eso aun es genérico y que los de Podemos han estado sobre expuestos durante los últimos tiempos.
Ahora bien, no conozco a nadie que ya ha decidido votar al partido de Pablo Iglesias y que sea asiduo de ninguno de esos programas que proponen un debate como si fuera un ‘Sálvame Deluxe‘. Que los ven, de vez en cuando, que les influye, supongo. Como a los votantes griegos que han pasado de declararse incondicionales de los conservadores y ahora matarían por un excomunista que les ha prometido poner en el paro a toda (y allí también la llaman así) la casta.
Pero, donde esta el ‘bug’ de la política tradicional. De los ‘expertos’ de los partidos de siempre. ¿Dónde se han pasado los últimos diez años los estrategas de partido, los directores de comunicación y táctica política? ¿De que leches hablan cuando plantean estrategias a sus clientes? Es divertidísimo leer las propuestas de algunas consultoras políticas sobre eso de ‘estrategia de partido’ en redes sociales o ver como muchos ‘políticos’ se ven la mar de actuales poniendo un ‘@’ delante de su nombre.
Es que esto ya no es lo que era. Digamos que la gente va decidiendo lo que votar por otros canales que no tienen mucho que ver con la estrategia (mejor dicho, táctica) de los que llevan tanto tiempo en un sillón de alcántara, del cual, cuando se levanten no habrá manera de que regrese a su forma original del tiempo y peso que lleva sufriendo el probre. No se han dado cuenta que el concepto ‘googleliano’ de ‘los círculos’ de ‘Podemos’ va mucho más allá que una sede local, una agrupación de distrito o una estructura determinada.
Te gusten o no, la sociedad en red (que si, también consume tele), se nutre del debate entre ellos y no de la visualización de unos teatros que simulan ser nutritivos para el intelecto político de los ciudadanos. Esos ‘círculos‘, esa estrategia orgánica y viva, que no depende de órdenes directas sino de su voracidad distribuida, que la tecnología y su enlace con lo analógico permite, está canalizando (y muy bien) un descontento social que, en muchos casos, tiene que ver con esos programas televisivos de juguete.
Pero no es sólo eso, es más automático de lo que parece. Ni el tal Errejón es un genio, ni Iglesias un enviado del MIT. Están canalizando un proceso de desajuste y les ha tocado a ellos. Estuvieron donde había que estar, lanzaron un mensaje que caló por los canales que tenían a su alcance y a partir de ahí, si que lo han hecho bastante bien. Sólo decirles que si ahora, por vete tu a saber que bacteria politiquera, deciden ‘reorganizarse’ en modo ‘partido on’ mucho o poco de cuanto llevan alcanzado se desmontará. Esto no va de mensaje, ni de líderes, es un tema más complejo. Los americanos lo inventaron pero quienes mejor lo manejan ahora son los escandinavos. Creas un entorno, derivas un mensaje, utilizas la tecnología y la dejas fluir. Luego, sólo tienes que dejar que los datos y su gestión capaciten tus decisiones.
El problema para ello es que se necesita ‘open mind’ y eso ya no es tan sencillo. Dejar que la gente tome su senda y que la política se adapte es chungo. Deberíamos pasar de un escenario en el que los partidos proponen y la sociedad dispone a otro en el que la sociedad exige y los partidos se adaptan. Para ello hace falta mucha democracia, viva y constante, algo que precisa no sólo de ‘circulos’, sino de todo tipo de modos. La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política (¿o es que van a ser lo politicos los únicos que no les afecte ese mundo sin empleo?) y la gestión pública que la sociedad demanda más pronto que tarde sucederá.
Y hablando de cosas concretas. Se sorprenderán también del ascenso de ‘Ciudadanos‘ y del reconocimiento social de Albert Rivera. Pues eso, que se sorprendan, pero si lo miraran bien verían que la estructura de ese partido no tiene nada que ver con la de los partidos tradicionales. Va de como te estructuras y de un problema adaptativo. Luego si el mensaje fluye, lo tienes de cara. C’s se sujeta en los apoyos y no en los militantes, en la propia red, en la distribución derivada de información, en la empatía (digital) y en la creación de redes de que utilizan Internet como canal de aceptación de unos a otros.
Pero no es ‘técnica digital’, para nada. No es que tengan un Community Manager con una varita mágica. Es otra cosa. Es que su estructura desestructurada permite la participación en plataforma y ahí si que es importante la red y las redes. UPyD por ejemplo, empezó bien en eso, pero su obsesión por crear ‘estructura’, formatos de siempre, les ha paralizado el ascenso. Ya van tarde.
¿La tele? si, ayuda, pero más tele que se chupa la Cospedal no hay nadie, y a ésta no le nutre nada. Si consideran en las estructuras de los partidos tradicionales (incluyo al resto) que Sainz de Buruaga y su programa de doble tertulia (donde irán los de siempre supongo) genererá el desgaste a los de Pablo Iglesias, Rivera o los que salgan todavía, van listos. Si ‘Podemos’ baja expectativas o se la da al final no será por estos movimientos tácticos tan fuera de tiempo, será porque sus ‘circulos’ dejen de estar conectados adecuadamente, reflejen lo que dicen ser o empiecen a gobernar ejerciendo el poder de manera contraria a lo que proclaman.
‘By the way’ esto pasa aquí, Irlanda, y allí, Catalunya. Los catalanes que están debatiendo sobre el futuro independiente o no, también se están despistando. Hay una inmensa mayoría de catalanes que no son independentistas, claro, pero es que tampoco son ‘dependistas’. No son nada. Nada de lo que se propone ahora. Cuando se organicen desorganizadamente, como hacen los clientes de Uber, Airbnb o cualquier plataforma social que no precisa de intermediarios ni gestores, que todo sea mucho más automático que las órdenes de nadie, la sorpresa va a ser mayúscula.
Tiempos nuevos que nadie interpreta correctamente, ideas de siempre (todos), estrategias de pena y tácticas de gente desconectada de la realidad. Cuando la realidad haga ‘turn on’, va a ser divertido.
El futuro del comercio mundial en manos de un chaval de 19 años
¿Disponemos de tecnología para dejar de conducir? Sí, y Se evitarían accidentes, seríamos más eficientes medioambientalmente, más rápidos y más ordenados. Nos daríamos cuenta que no precisamos muchas de las cosas que ahora nos invaden el día a día. ¿Disponemos de tecnología para saber que necesitamos y cuando antes de que ni tan siquiera lo solicitemos? Si. La gestión de datos masiva ya lo ha demostrado en diversos aspectos de las ciudades inteligentes. ¿Disponemos de tecnología para construir a distancia sin intervención de nadie? Si, la impresión 3D lo permite. ¿Disponemos de tecnología que permita la toma de decisiones con un margen de error mínimo? Si y esta es seguramente la clave. Si la decisión se basa en el análisis de datos y en la velocidad en la que se analizan las gigantescas variables, ¿para que necesito un político? Ahí lo dejo.
¿Que pasa en el tema comercial? En eso de comprar. ¿Ya hemos llegado todo lo lejos posible con lo del comercio electrónico? Obviamente no. Resulta que seguimos transformando el mundo gracias a algunas startups (algún día se les reconocerá su valor) que están redefiniendo todo. Cuando digo todo, es todo. Uber redefine el transporte, Amazon las librerias, Skype la telefonia, Airbnb los hoteles y Spotify la música. Sin embargo, el mundo comercial no tiene su Spotify, ni su Uber, ni su Amazon. ¿O si?
En algún lugar del mundo, ahora mismo, un grupo de jóvenes (y no tan jóvenes) están pariendo el cachivache que lo va a cambiar todo en menos de cinco años. Antes de que lleguemos al 2020 ir a un centro comercial será de todo menos lo que es ahora. Ya hay pistas. Aplicaciones, ideas, proyectos y propuestas, pero aún no ha surgido el modelo disruptivo que lo ponga todo patas arriba. Martin Lindstrom se pregunta en uno de sus libros ¿quien va a liderar este cambio? A este columnista del Time experto en tecnología y comercio, le preocupa quien se va a encargar de la transformación. ¿Los centros comerciales, los tenderos o un crío que no llega a la veintena afincado en Silicon Valley con nada que perder y mucho que inventar? Yo tengo, visto lo visto, una idea remota. De hecho, en ese sería en quien invertiría ahora mismo.
Cada vez son más las experiencias de tipo virtual que algunos comercios del mundo proponen a sus clientes. Desde los ‘antiguos‘ mostradores impresos que permiten a un viajero de metro en Tokio seleccionar la compra y que ésta le llegue luego a casa escaneando fotografías y QRs durante la espera de su próximo tren, hasta los espejos virtuales que permiten seleccionar un producto que no está en la tienda, ‘probarlo‘ y esperar que, si te gusta como queda, el comercio te lo envíe a casa. No comentamos como te lo lleva a casa, ya hemos hablado mucho de eso.
Seguimos en eso de ir perdiendo las fronteras entre lo físico y lo virtual. Está claro que siempre nos gustará eso ‘ir de compras’, pero es inminente que eso ya no sea como fue. La mezcla entre lo analógico y lo digital cada vez es más fuerte y no dejan de llegar ejemplos de hacia dónde se dirige todo. No hablamos Internet de las Cosas, o por lo menos, no sólo. Estamos destacando la interactividad, si, pero también como el comercio electrónico debe dejar de ser un canal que compite para pasar a ser uno que estimula al más tradicional.
Hoy es ‘cibermonday’, una curiosa reciente tradición que propone contrarrestar, o mejor dicho complementar, al famoso bate-records ‘blackfriday’ que representa un asalto a los comercios del mundo occidental. Este lunes consumista y digital supone ya un altísimo porcentaje de las ventas de un comercio que dispone de plataforma digital. Desde un punto de vista personal, cercano, hemos visto en apenas cinco días como las ventas de uno de las comercios digitales en los que teníamos puestos mayor interés para estudiar su reacción, supusieron el mismo volumen que en cuatro meses juntos. Entre el pasado jueves y a primera hora de la mañana, más de 200 pedidos basados en una oferta han supuesto la rotura de stocks que nos temíamos. A la vez, en los puntos de venta físicos, sucedía lo mismo.
Pero volvamos al plano conceptual. Imagina un centro comercial donde no hay tiendas. Apenas unas pantallas en las grandes superficies que antes ocupaban centenares de productos. La tienda sigue allí, los dependientes han pasado a ser unos asesores, o ni eso, no hay caja registradora ni nada que se le parezca, no hay horario, no hay estanterías ni nada. Todo es un enorme cubículo blanco decorado con televisores planos que emiten, según te acercas tú u otra persona, una cosa u otra. ¿El futuro?
No, el presente, guardando las distancias entre este robot y lo que estoy diciendo. De hecho hay lugares en el mundo que experimentan con ello de manera firme. Se trata de descubrir por dónde irá eso de convertir al cliente físico en un usuario de marca, algo así como pasa en el entorno digital, donde el consumidor se ha convertido en un prosumidor capaz de influir, con los datos que ofrece, en la evolución de un producto.
¿Porque diferenciar entre pasarse horas mirando prendas u objetos de la casa en Pinterest con lo que hacemos paseando sin intenciones previas por unos grandes almacenes? La necesidad surge cuando ves el producto, muchas veces no antes. Imagina que en tu centro comercial de referencia el paseo fuera en un Pinterest integral, focalizado en tus intereses (que desconoces) y que resumirá tu experiencia de compra en algo más rápido, barato y divertido.
Me da la impresión que los ‘malls’ del futuro serán menos comerciales y más experienciales. Lugares para convivir entre humanos y no tanto para comprarle a humanos. Puede que el futuro esté más cerca de lo que pensamos, pero tal vez no estemos preparados para que nos envuelve. De hecho es la cancioncilla de siempre. Existe tecnología para muchas cosas, podrían estar disponibles, pero social, política o culturalmente, quebraríamos.
Si tienes una tienda física, un comercio en una gran superficie, si eres directivo de algo que tenga que ver con todo ello, como dije hace unas semanas en el evento Comertia 2014, empieza por montarte una tienda online. El primer paso es ese, y luego vamos aprendiendo.
No bajes precios, ¡digitalízate!
Ayer expliqué en un evento al que fui invitado en Dublín, que no vivimos ninguna crisis económica y que lo que estamos sufriendo son los efectos colaterales de una transformación inédita o, por lo menos, histórica. A pesar de que en Irlanda las han pasado duras en los últimos años, la comprensión de la audiencia me sorprendió favorablemente. La mayoría coincidía en esta teoría y la comparaban con puntos de su propia historia. Un país que lleva décadas rellenando sus cimientos tecnológicos para convertirse en un punto de encuentro mundial para grandes compañías digitales no se debe sólo a su privilegiado punto de partida tributario, es mucho más.
En España sucede similar. La ‘crisis’ económica ha obligado a muchos negocios a bajar sus precios, que en la mayoría de los casos les ha condenado márgenes cada vez más miserables, arriesgando la supervivencia de algunos negocios. Lo sorprendente, igual que en Irlanda, es que muchos comerciantes y empresarios consideran que esto es una etapa que superaremos y que la recuperación anunciada es inminente. Están seguros que este mal trago pasará y que la ‘crisis’ dará paso a un nivel de vida similar al que había antes de la misma.
Ser optimista es bueno, ser iluso no. Tomar ginebra de buena mañana provoca el mismo efecto. Si uno confía en que la vida traerá los buenos vientos por obligación lo más probable es que se estrelle. En 2014 el coste de la vida subirá como nunca y nos mostrará un escenario de cada vez menos renta disponible y un consumo menos dinámico. Seguramente esto provocará que los comerciantes tengan que buscar nuevos mercados, nuevos modelos y nuevas tecnologías para vender lo de siempre. Cierto que la mejora en términos medios se irá fraguando a finales de este año y en 2015 será más que evidente, por comparación, que el túnel (efectos más directos en la economía real) se irán disipando.
Pero a todo esto, la solución no es bajar precios sino aportar valor. A pesar de que se bajarán hasta márgenes inéditos, los comerciantes deben localizar el punto de equilibrio. La búsqueda de compradores en el ‘long tail’ cada vez será más necesario y hacerlo con imaginación para atender clientes de cualquier condición y lugar también. Idiomas, tiendas virtuales y localización de lo que quiere el cliente digital tendrán enlace directo con la supervivencia. Diseñar bien una web, disponer de tienda online o de estrategia en redes no permanecerá como un privilegio comercial sino que será una commodity imprescindible.
Sino se pueden bajar los precios deberemos encontrar nuevos formatos, otras posibilidades o diferentes relaciones. El cliente no quiere dejar de consumir, no lo hará, pero va a dejar de pagar cosas que se suman a un presupuesto que no puede asumir o que cada vez considera menos necesario.
Esta semana en el blog Openshopen hemos publicado como poner en marcha tu propia tienda online casi sin coste. Prueba y contacta con nuestro equipo, el primer paso a veces es sencillamente lanzarse. Aquí te muestro un fragmento enlazado con la fuente original.
Nuestra oportunidad
Ya llegó y con todo su peso. Nos alcanzó un nuevo modelo económico que no precisa extinguir el anterior. Crecerá agarrado y al unísono a otro que se desmorona. Un modelo más digital, donde el individuo será protagonista de sus propia aventura, donde los negocios no dependerán de un vetusto Business Plan y pasarán a ser seres vivos con fechas de caducidad previsibles, donde la economía industrial dará paso a otra definida por los principios de la propiedad emergente y donde la gestión del conocimiento construirá sus propias autopistas y sus peajes.
Contaba Sir Robinson en una conferencia que una niña de seis años estaba en una clase de dibujo y su profesora le preguntó: ¿qué estás dibujando? la niña contestó: estoy dibujando a Dios, a lo que la profesora respondió: pero, nadie sabe que aspecto tiene Dios y la niña dijo: lo sabrán en un minuto. Obviamente la respuesta de la pequeña demostraba cuanta ignorancia somos capaces de acumular con los años y como nos desligamos del crecimiento íntimo. No se trata de saber más, se trata de vivir más. No se trata de ganar más dinero, sino de crecer como individuo, colectivo u organización, en ello siempre repercute un beneficio económico.
Creo que la realidad debe ser analizada fuera de ella. A distancia. Como cuando decimos que esta etapa de la humanidad no se entenderá hasta que se observé de lejos, con perspectiva, con los años lejanos y acumulados en un curso de acciones encadenadas que nos llevó a este punto de inflexión irremediable. Hablar del fin de un modelo económico puede entenderse de muchos modos, pero para los que estamos todo el tiempo intentando poner en marcha proyectos no puede ser más que un espacio de oportunidad. Estoy convencido que las cosas se van a poner mucho peor, lo llevo diciendo hace mucho y es tremendamente obvio a pesar de lo que nos canten en “do menor”. Sin embargo eso no va a limitar mi pasión por emprender donde sea y a buscar soñadores con los que compartir esos retos.
Por todo eso seguiré tras la pista y las claves de las nuevas oportunidades de negocio según mi criterio, de cómo la nueva economía digital o la innovación empresarial es capaz de generar un nuevo patrón de riqueza y gestión del conocimiento que permita sobrevolar esta situación actual. Seguiré con mi machacona e insistente necesidad de explicar como es un proceso de internacionalizar, de emprender, de generar valor colectivo en cuanto al conocimiento y de adquisiciones, fusiones o nuevas startups. Lo voy haciendo ejemplificando con mis empresas, mis proyectos, mis anhelos y mis sueños, pero también con los de amigos y socios (y viceversa).
Intento cada día, con toda mi alma, ayudar a otros a despertar de nuevo, a toda una masa social esclerotizada que a mi entender es la principal y mayor herida que nos queda de todo esto. Tengo la terrible sensación que muchos ya han tirado la toalla, que aquellos que gritaron hace unos meses que “con ellos no iban a poder” ya no tienen combustible para continuar y que, sin posibilidades para escapar, se han rendido a su suerte.
Espero por el bien de Europa que se vayan por el desagüe la mayoría de sus gestores públicos y sus voceros actuales a sueldo. Si algo bueno trae todo esto es que la voz es colectiva y los gobiernos cada vez representan menos en un modelo de nueva economía dependiente de factores colectivos.
Sin creatividad no hay escapatoria y los Estados no la fomentarán. Tampoco ningún escenario educativo lo intenta proporcionar. Si no se inspira a la juventud, mediante un sistema educativo que genere el deseo de crear difícilmente se conseguirá que se innove y si no se innova no hay empresa. Sin empresa nueva no hay innovación tampoco. Es un maldito pez mordiéndose su miserable cola.
¿Se imaginan al estado advirtiendo a los empresarios pequeños que el modelo económico está cambiando y que ellos son fundamentales en esa transición? Yo si, pero acompañado de un montón de promesas de ayudas que no llegarán. ¿Recuerdan lo que pasó con el sector en el que trabajaba Vicente?
Andalucía emprendedora
Este jueves estaré en Granada ofreciendo una conferencia invitado por la estupenda gente de Spiral Startups. El título será “Las claves de la economía digital”. Volver a Andalucía me ilusiona especialmente pues si hay una zona castigada por el desempleo en España y que precisa de toda la ayuda posible, es esa extraordinaria tierra. Los valientes que se lanzan por el estimulante acantilado de emprender tendrán siempre todo el apoyo que esté en mis manos. En estos días duros y complejos, lo daré hasta la extenuación. Siempre que puedo y la ocasión lo merece allí voy.
El ultimo informe de Analistas Económicos de Andalucía escupe unas cifras que deberían poner en la cola del paro a toda la clase política responsable, que se colocaran cogiditos de la mano y en fila de a dos, chupándose el dedo los unos a los otros, que debe ser como piensan vivimos los ciudadanos. La caída de la economía andaluza, según éstos expertos, será del 1,6% (teniendo en cuenta que es un comparativo contra el año anterior, no contra el inicio de este desajuste hace cuatro años) y el paro rozará el 37%. Podemos hablar de economía sumergida, de paro estructural, de recepción de ayudas, subsidios o meriendas variadas, pero la verdad es que fuera del circuito productivo oficial, el año que viene, en Andalucía, uno (casi y medio) de cada tres ciudadanos en disposición de trabajar no lo hará.
Sin consumo (casi un 3% menos), con el gasto público (motor efectivo económico de la comunidad hasta hace poco) y un descenso de la inversión superior al 7%, parece imposible dar la vuelta a esta situación. Por lo menos no con la disposición tradicional y con la visión de que lo que vivimos es una crisis.
¿Estamos drogados o que? ¿quién puede pensar que un paro de casi un 40% es motivado por una crisis coyuntural? ¿cómo se puede creer que el retroceso continuo de casi un lustro en la industria, los servicios en quiebra, el PIB en encefalograma plano, la banca insolvente y la capacidad productiva desactivada, se debe en exclusiva y de manera eterna por la explosión de una burbuja inmobiliaria cualquiera?
Si pensamos que la construcción y sus deshechos nos han traído aquí, lo mejor será que pongamos punto y final. A partir de ahí, no hay siguiente capítulo. Sin embargo, si entendemos que esta “crisis” no es más que una modulación dramática de una nueva sociedad tal vez tengamos esperanza. No vivimos una época de cambios, vivimos un cambio de época.
El drama andaluz no es más que una fotografía de la situación global, retorcida y exagerada, con un aumento del contraste que obliga a verlo todo en mayor dimensión, pero que, por eso, precisa que se cambie de un modo más radical. Mientras los que dirigen o lideran procesos para modificar el camino emprendido sean los mismos, con las mismas manías, intereses y miedos, poco se podrá contar con lo público. Toca cambiar de ideas, algo que normalmente va asociado a un cerebro, y éste a una cabeza y ésta a un cuerpo, y normalmente, cerebro y cuerpo son una persona. Toca cambiar personas también. Pero sobre todo actitudes. Hay que impulsar soñar, sacrificar y arriesgar. Toca regenerar esta sociedad adormecida. Con emprendedores, con tecnología y con empoderamiento.
Mientras el riesgo de quedar en la cola del paro de los políticos y protopolíticos (asesores) sea cada vez más importante y factible, menos podremos esperar de todos ellos. El miedo paraliza y es inversamente proporcional al riesgo. La firmeza que debe tener un gestor público en estos tiempos es absoluta y sus decisiones deberían de ser independientes a su reelección. Vivimos tiempos de políticos suicidas, no hay más. O se la juegan responsablemente por todos o esto no tomará velocidad. En otros países lo están haciendo y nos adelantan sin poner el intermitente.
Espero que este jueves pueda inspirar a unos cuantos futuros emprendedores a tomar las riendas de su vida con mayores garantías, a los que ya lo son a tener herramientas que puedan mejorar sus proyectos actuales, a inversores a dar soporte firme, a instituciones a que se dejen de palabrería vacía y arriesguen y a los políticos (que siempre suele haber) que, por lo menos, se den por aludidos.
No somos héroes, no queremos golpecitos en la espalda, queremos ponernos en marcha y que eso no sea un problema repetitivo y humillante en ocasiones. Si estás por Andalucía y te va bien venir, te espero.
Soy digital y me siento bien
Soy digital y me siento bien, por lo menos más vivo. Soy amante de la tecnología porque me ha hecho más humano y porque gracias a ella, mi epidermis se estremece con todo cuanto ve y siente. Como hoy. Un día en el que te despiertas a golpes de metralla y piensas que los sueños de tanta gente siguen desparramados por el suelo de una avenida de Boston. Es el mismo día que todo demuestra la mutación de nuestro entorno y de cómo llegamos a saber de él. Llegamos a la información de un hecho tan despreciable de otra manera. Antes de que muchos medios supieran que estaba sucediendo, en la red y de la mano de una aplicación que subía videos de 5 segundos de manera automática desde un móvil ya lo habíamos podido deducir. (El vídeo que enlazo es anterior a los atentados, quien quiera ver el resto de desagradables imágenes las puede localizar fácilmente).
Las cosas pasan por que deben pasar, pero también empiezan a pasar irremediablemente. No vivimos una época de cambios, vivimos un cambio de época. Estamos en medio de una erupción gigantesca que lo cambiará todo. Vivimos en un mundo líquido, complejo y al que o te adaptas e innovas o te devora. La globalización avanza sin descanso y permite que los más flexibles y rápidos se acomoden antes a sus beneficios. El poder económico se está moviendo de manera radical a Asia fundamentalmente diseminándose el conocimiento por lugares no previstos.
A medida que avanza este escenario complejo una nueva clase media aparece en ese entorno. En apenas quince años una sexta parte de la población mundial, más de mil millones de personas, serán miembros de esa clase media acomodada y consumista al extremo. Para satisfacerlos nacerán industrias nuevas y segmentadas. En ese escenario ilógico las grandes compañías se concentrarán y se despedazarán las unas a las otras hasta llegar a la atomización absoluta. Sin embargo aparecerán nuevas industrias, nuevos modelos de negocio desconocidos a fecha de hoy, y surgirá una nueva percepción de la realidad.
Hoy en día consideramos que estamos en la más absoluta ruina o en “crisis” cuando perdemos algunos elementos vitales que consideramos imprescindibles. Si comparamos ese listado con el que mantenían como necesario en apenas unas cuatro o cinco décadas se nos caería la cara de vergüenza. Ni siquiera compararé con un siglo o más. En este tiempo aumenta la desconfianza en las instituciones que representan lo viejo y lo estático. La falta de transparencia repercutirá en la necesidad de cambiarlas, de rebuscar en el exterior de ellas para renovar su esencia. Seguramente el cambio no ha hecho aun ni acto de presencia pero en los próximos años viviremos cosas que hasta hace apenas una década eran impensables absolutamente.
En ese mundo inminente cada vez se precisa un personal más especializado y con un conocimiento y habilidades de mayor firmeza. A medida que los años avancen ese bien será el más escaso. En un mundo robotizado el ser humano será imprescindible. Pero lo será en áreas de conocimiento. En ese campo también se producirán grandes cambios. En el mundo denominado subdesarrollado hay ya el doble de universitarios que en el primer mundo y esa proporción va en aumento.
En apenas quince años, también, la expectativa de vida en muchos países rozará el siglo. Evidentemente la población envejece y precisa de nuevos recursos, modelos fiscales, conciencia vital y generosidad. Nuevos “targets” comerciales aparecerán y con un modelo de consumo muy concreto y adaptable. La tercera edad se dedicará a interpretar el momento y a digerirlo. La tecnología en la mano de los abuelos es algo ya visible. La cuarta y quinta edad harán acto de presencia y nos mostrará que jubilarse es algo voluntario y casi un lujo. No parece sostenible una sociedad con personas que empezaron a trabajar (decentemente) a los 34 (media sur de Europa), se jubilaron a los 62 (media europea) y murieron a los 98.
La tecnología modificará la manera de hacer las cosas. Todos estamos interconectados en todo momento y lugar, las redes son el oxígeno y el aire y es a partir de todas las interacciones en las redes que lo rutinario se automatiza. Parece evidente que la tecnología y lo digital cuando está al alcance de todos mejora la vida pero amenaza los recursos. Por eso vivimos una época donde crece la conciencia y la responsabilidad sobre nuestro entorno, sobre este planeta mal herido.
Tenía ganas de escribir algo así, un resumen desordenado y sin pretensiones. Simplemente quería relatar que en un día triste como hoy el hecho evidente de que la hipersociedad quiere ya otras cosas. La falta de trabajo, de expectativas o de futuro en muchos casos no puede tumbar las necesidades vitales como especie. Una cosa es quedarse sin trabajo y otra es quedarse sin propósito. Que no le pase a nadie y que si no tiene empleo no se sienta parado, que si no encuentra trabajo y no está en condiciones de emprender o inventárselo pues los cantos de sirena de muchos le ensordecen, que se lance a la lucha íntima y revolucionaria para cambiar la vida, la de todos, no sólo la suya. En ese activismo personal, digital y emocionante se conectará colaborativamente. Le llaman cerebro global, inteligencia colectiva, sociedad expandida o mil cosas más que en realidad solo quieren decir “transparente”.
Si no ves esa luz, haz otras cosas. La ética no precisa de ayudas públicas ni de planes de negocio. Hay quien me pregunta en ocasiones, y de ello escribiré en breve, cómo pude salir de dos fracasos emprendedores y de que calibre fueron. Puedo decir que el primero con apenas 24 años fue devastador y me dejó con una deuda olímpica tras la Barcelona’92. Miré hacia fuera en lugar de hacia dentro. Pagué mis deudas y retomé la energía. Puedo decir que la palabra “arruinarse” se pronuncia en apenas 2 segundos pero se sufre durante por lo menos 4 años. Sin casi ayuda familiar (mi familia sufrió igual destino) tuve que enfocar hacia lo que “venía” y en como sería el mundo inmediato en el que yo, seguro, tenía algo que ofrecer.
La segunda fue aun más dura en lo emocional pero menos en lo económico y la verdad, salvo en el valor que cada uno le de a la amistad y a los socios, no hay mucho más interesante que contar. Sólo puedo decir que correr me dio vida y volví a estar bien conmigo mismo. Sentirse bien física y emocionalmente ayuda a entender, a cada kilómetro, el mundo de cambios que se nos viene encima.
Vale la pena seguir
Esta vez habían sido demasiados días. Casi un mes. Nunca superaba las tres semanas pero en esta ocasión no pude impedirlo. Un vuelo cancelado, un conjunto de inconvenientes y enlaces mal gestionados obligaron a retrasar mi regreso casi una semana más. Y allí estaba yo, nervioso, esperando que entre las decenas de niños acelerados saliera por aquella pequeña puerta misteriosa mi hijo. Al final salió, me vio y encendió sus enormes ojos verdes. Todo lo demás dejó de importar, se paró el tiempo y ya nada ni nadie podría impedir que durante los próximos cinco días el centro del universo fuera un planeta llamado Max.
Vienen tiempos muy duros, más que los que ahora estamos sufriendo. Ya no tiene que ver con el dinero o los beneficios, ni con el paro, ni con los despidos, ni con los cierres o la miseria. Tendrá que ver con la moral, con la ética y la desaparición de los sueños. Sigo creyendo que esto es una tremenda sucesión de volcanes en erupción. Que sólo hemos vivido la primera vomitona de lava. Ahora viene el resto. Poco a poco la implosión continua, es como si todo se estuviera consumiendo desde dentro y lo hace más rápido cada vez que alguien deja de soñar, de pensar que algo maravilloso es posible.
No dejemos que eso suceda. Vuelvo a reclamar el derecho a ser un soñador, a creer que todo es posible. Es demasiado sencillo asumir la derrota y hacerlo sin mover un dedo. Yo no lo voy a hacer y por eso la esencia de este blog sigue siendo analizar la realidad, oportunidades de negocio, descripción de proyectos y recopilación de estímulos para afrontar la vida con un sentido emprendedor. Eso es lo que se puede leer aquí, no mucho más. De eso es lo único que puedo hablar. Lo de ser emprendedor en serie es una manera de ver la vida, ni buena ni mala, un modo. Trae mucha angustia, derrotas, miedo y soledad en aeropuertos perdidos. También te regala amigos, retos, idiomas, sentir los límites que desconocías tener y saber que hay un punto que creías de no retorno pero que simplemente era un lugar oscuro del que si se puede regresar.
Y finalmente, cuando vuelvo con mi hijo de pasar “nuestro tiempo”, ese espacio en el que ensamblo mi alma a la suya, esos segundos que se convierten en todo y esos días que transcurren como un instante, le explico como es el mundo que recorro, como es la gente, como lo echo de menos y como es de intenso vivir persiguiendo sueños, uno tras otro. Max suele preguntarlo todo, a veces repetidamente, pues hay elementos que le estimulan especialmente. Nunca son detalles concretos, suelen ser más esenciales. No son los aviones lo que le gusta, no son los paisajes lo que le preocupa, no son las personas que conozco por importantes que puedan ser lo que le interesa, lo que le fascina es saber “¿qué pasará cuando alcances eso que buscas?”. Tarde tiempo en averiguar la respuesta. Lo descubrí hace poco, hablando con alguien muy especial. Lo que pasará es sencillamente que “cuando lo encuentre, lo volveré a esconder”.
Cuando pienso en un nuevo negocio pienso en si lo puedo defender como un sueño. Si lo puedo definir a mi equipo como tal. Si entre todos vivimos el reto común como una búsqueda absoluta, entonces, vale la pena seguir.