Educación 'freelance' para un futuro laboral 'freelance'.
La semana pasada la pasé en República Dominicana, concretamente en Santo Domingo, invitado por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional de ese país. El motivo era ofrecer dos conferencias junto a los ministros de Trabajo, Educación y Presidencia. Se me encargó reflexionar en ambas charlas sobre la importancia de la formación profesional en el mundo empresarial justo ahora que vivimos una revolución industrial afectada por múltiples tecnologías. La primera de ellas fue a la comunidad educativa y la segunda a los principales empresarios y empresarias del país. Aprovechando la estancia pude conocer de cerca el modelo de transformación digital en algunos ámbitos de la administración pública y de algunas de las empresas locales. Retorciendo la agenda y gracias a un equipo magnífico pude, también, pasar por diversos programas de radio y televisión y por algunos medios escritos. No hubo playa, no hubo tiempo.
La semana pasada la pasé en República Dominicana, concretamente en Santo Domingo, invitado por el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional de ese país. El motivo era ofrecer dos conferencias junto a los ministros de Trabajo, Educación y Presidencia. Se me encargó reflexionar en ambas charlas sobre la importancia de la formación profesional en el mundo empresarial justo ahora que vivimos una revolución industrial afectada por múltiples tecnologías. La primera de ellas fue a la comunidad educativa y la segunda a los principales empresarios y empresarias del país. Aprovechando la estancia pude conocer de cerca el modelo de transformación digital en algunos ámbitos de la administración pública y de algunas de las empresas locales. Retorciendo la agenda y gracias a un equipo magnífico pude, también, pasar por diversos programas de radio y televisión y por algunos medios escritos. No hubo playa, no hubo tiempo.
De todo lo vivido quiero destacar la conferencia que se destinó para la comunidad educativa y a la que asistieron más de mil profesionales vinculados a la formación profesional del país. Concretamente a los agentes educativos que dedican su esfuerzo a vincular la capacitación técnica a la oferta laboral existente. El problema, en este caso, aparece cuando esa oferta futura es ciertamente desconocida o tremendamente cambiante. No tenemos muy claro hacia donde irá el mercado laboral en breve, sólo sabemos que está cambiando y muy rápido. El mercado laboral, especialmente el más técnico, está en plena transformación y eso exige un modo nuevo de entender la formación profesional. De eso hablé y aquí os dejo un resumen de lo que consideré esencial en este ámbito.
Sabemos que, tal y como señala el propio Foro Económico Mundial, las nuevas condiciones económicas implicarán una decena de habilidades laborales para afrontar con garantías lo que denominamos Cuarta revolución industrial. Según el último informe que en este sentido publicó estas son: la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico, la creatividad, la gestión de personas, la coordinación con los demás, la inteligencia emocional, la toma de decisiones, la orientación a servicio, la negociación y la flexibilidad cognitiva. Seguramente a todas ellas hay que añadir la ‘computerización personal’. Con esto quiero decir que una de las habilidades principales será la capacidad de cada uno de nosotros a trabajar con inteligencia artificial, robots, automatismos y, en definitiva, en como abrazaremos la tecnología para hacernos mucho más eficaces. Hazte la pregunta ¿cuánto de ‘computerizable’ eres? En la respuesta y en el nivel que te aparezca tendrás de manera clara cual es la tarea pendiente a nivel íntimo y personal.
Todas estas habilidades nos llevan a un escenario donde las instituciones formadoras de esos profesionales deben estar preparadas para abordarlas. Planes de estudio que no se alejen de la tecnología, indispensable para entender el mundo laboral futuro, pero también que sean capaces de aportar el desarrollo de habilidades profesionales totalmente humanas. Todo aquello que no se pueda automatizar tendrá un valor incalculable en el futuro inmediato y esa es la esencia, considero, que debe impregnar la formación profesional. Es obligatorio por ello, combinar programas formativos técnicos con modelos educativos humanistas.
Se avecina una pérdida de un tipo de empleo muy concreto de forma masiva. Será el primer paso de algo mucho más profundo. El cociente entre nuevos empleos y el derribo de un sistema antiguo no será la única de las respuestas. Esa destrucción vendrá acompañada de millones nuevos empleos que requerirán personas con nuevas habilidades. El impacto se verá en todas las industrias. La magnitud de esta nueva revolución industrial nadie la conoce. Nadie. No alcanzamos a dimensionar los retos que implicará para la sociedad y para la política. Es evidente, no obstante, que sólo están listos para hacerle frente en muy pocos lugares. De hecho ni en Europa se tiene claro como afrontarlo, ni en América Latina se está teniendo demasiado en cuenta. Lo grave es que, por ejemplo en España, el debate circula en un escenario tremendamente distante a la guerra que se avecina como si, al igual que en otros momentos de la historia, la deriva y la inercia fueran capaces de solucionarlo todo. En este caso no va a ser así y los que antes lo tengan claro, antes lograrán superarlo. Liderar y presidir un nuevo escenario económico y laboral no será opcional.
De ahí que hay que replantear la política en general y la formación profesional en concreto. Su papel será relevante. Los países que se plantean afrontar con garantías el futuro tecnológico en la Cuarta Revolución Industrial y quieran hacerlo enfrentándose a los desafíos de la Era de la Transformación Digital, deberán de un modo u otro preguntarse acerca de la gestión tecnológica en la educación, de los sistemas de información en los centros educativos y del modo en el que se incorporen metodologías de estudio innovadoras.
¿Puedes imaginarte un centro educativo profesional, o cualquier otro, sin acceso a ambientes virtuales, redes de trabajo, automatismos en la gestión de datos, capas de inteligencia artificial vinculando archivos con sucesos prácticos, articulado de nuevos procesos lectivos que generen nuevas maneras de relacionar lo que se enseña con lo que se aprende, los actores implicados y las modulaciones y métricas finales? Seguramente no. El futuro es ese. Pero no lo es por capricho. Las exigencias de un nuevo empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o lo asuma como parte de su catálogo formativo.
¿Por qué no se puede estudiar una doble titulación como Derecho y Arte? ¿Económicas y Filología Clásica? ¿Teatro y Administración de Empresas? ¿Ingeniería analítica y Diseño Gráfico? ¿Arquitectura y Programación? O más útil aún, ¿por qué no es factible estudiar en un entorno híbrido y a tiempo real entre la formación profesional y otro ámbito de la educación superior? ¿Mecánica e Historia del Arte? ¿Analista de datos y Agroindustria? Imagina. El papel de la educación será ese. Entender que en la formación del futuro no será fácil identificar los límites del conocimiento necesario y habilidades humanas de soporte.
Muy probablemente nuestros hijos se ocuparán de los mismos oficios, las mismas tareas y los mismos objetivos profesionales que nosotros pero lo harán de un modo muy diferente. Pensemos en la vida de un agente comercial hace apenas dos décadas. ¿Quién le iba a decir que pasaría de ser un ‘viajante’ a un experto en redes? Y en todo ello el papel relevante de la propia tecnología en el centro de todo el análisis. La tecnología tiene como fin no sólo hacernos el trabajo más fácil sino, también, cambiar el propio concepto del trabajo tal y como ahora lo entendemos. De ahí que la educación también lo haga. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones.
Los factores determinantes de los cambios en la educación institucionalizada, la rebasan en si misma y se dan fuera de ella. Son factores económicos, políticos, culturales o tecnológicos, los que inciden de manera determinante en las tendencias educativas, por la influencia que tienen en la toma de decisiones. Es por ello que es tan importante que cualquier modelo educativo que quiera superar con éxito este momento histórico no lo trate como una ‘reforma educativa más’ y lo determine como lo que es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar el cambio socioeconómico inédito. De no hacerlo, de no darse cuenta que no era opcional, el riesgo de perder el tren de la historia es enorme. La obligación de los diseñadores de los programas educativos, ya sean de tipo profesional o no, van más allá de generar la sociedad de la información, debemos estimular la sociedad del conocimiento.
La urgencia de que un software se encargue de conformar gobierno.
Al período anterior a la hipotética recuperación económica que vivimos se le llamó crisis y destacó, por encima de todo, por se la responsable de la destrucción de 3,8 millones de empleos. A partir de 2014, justo cuando se establece el punto de inflexión, según los expertos, se han creado 1,4 millones de puestos de trabajo. Del 26,9% de paro, que se dice rápido, hemos descendido a una tasa que ronda el 20% según la EPA. El ritmo no es malo, el modelo elegido sí.
Al período anterior a la hipotética recuperación económica que vivimos se le llamó crisis y destacó, por encima de todo, por se la responsable de la destrucción de 3,8 millones de empleos. A partir de 2014, justo cuando se establece el punto de inflexión, según los expertos, se han creado 1,4 millones de puestos de trabajo. Del 26,9% de paro, que se dice rápido, hemos descendido a una tasa que ronda el 20% según la EPA. El ritmo no es malo, el modelo elegido sí.
Los casi 400.000 empleos que se crean al año significan que, al mismo ritmo y desoyendo todas las informaciones acerca del momento histórico que globalmente vive el mundo, no será antes de 2023 que España logre el mismo nivel de ocupación anterior a la dichosa crisis. El problema es que esa previsión sobre la creación de empleo se olvida de un factor determinante y del que hablamos continuamente en este blog. No vamos a un mundo de creación de empleo, sino todo lo contrario. La Cuarta Revolución Industrial no es el título de un programa de televisión, no es una frase publicitaria, es la definición de un momento histórico que en tres ocasiones anteriores ya ha vivido la humanidad.
El cálculo sobre cuando ‘estaremos como antes’ o ‘la recuperación sea notable’ también debería atender a otra variable. Las más que probable recaída a nivel económico en Europa especialmente, motivadas por las consecuencias del Brexit, la falta de demanda exterior, la competencia u otros. Recomiendo por todo ello dejar de imaginar un país, un continente, un mundo, con plena ocupación. Una plena ocupación que sólo podrá lograrse cambiando absolutamente el concepto ‘puesto de trabajo’. Deberá legislarse, y pronto, acerca de un mundo con un empleo basado en una menor carga humana en tiempo especialmente y, además, tremendamente tecnificada.
Muchas de las cosas que hacemos de manera cotidiana hoy en día hace tan solo unos años se llevaban a cabo de otro modo muy distinto. En cada uno de esos nuevos hábitos aparece la tecnología de manera muy importante y, en un análisis más profundo, descubriremos que el producto final que consumimos, la acción que desarrollamos o la interacción que ejecutamos, requiere ahora mucha menos gente, menos humanos para que suceda, que hace unos pocos años, meses, minutos.
Ya no escribimos cartas, no elaboramos álbumes de fotos, nos reunimos sin estar juntos, no compramos entradas en ninguna taquilla, no se utilizan mapas callejeros, las guías turísticas son reliquias, no compramos periódicos, no visitamos tiendas de música, nos convertimos en nuestros propios cajeros en un supermercado, retiramos el coche automáticamente de algunos aparcamientos, nos subimos en trenes sin conductor, recibimos resúmenes de noticias elaboradas por un software, hablamos con ‘teleoperadores’ que son sintéticos, los agentes de seguridad ahora son cámaras sofisticadas, la concesión de un crédito ya no lo decide un comité en un banco sino un software especializado y mil ejemplos más.
El estudio de Carl Benedikt Frey y Michael Osborne titulado ‘The future of employment: how susceptible are Jobs to computerisation?’ decía que el 47% de los puestos de trabajo que existen en el mundo son susceptibles de ser automatizados en las próximas dos décadas. Un estudio de hace tres años que fue aceptado en Davos como un documento de análisis y reflexión a tener en cuenta por todos, incluidos los gobiernos ‘en funciones’.
Este el asunto más grave. El empleo no lo vamos a poder crear por ciencia infusa. El nuevo empleo, muy pronto, será de otro modo. Menos intensivo, de mayor calidad y mucho más eficiente, pero también deberá ser más tecnológico y de valor añadido. Una mayor automatización supone una mayor eficiencia para las empresas, por ende, mayores ganancias y menos necesidad también de puestos de trabajo. Millones de puestos de trabajo se prevé que desaparezcan. Si quienes tienen la obligación de preparar la sociedad y su economía productiva a los escenarios de futuro siguen en sus trifulcas absolutamente ridículas y escenificaciones alejadas de la realidad el hostión que nos vamos a dar en unos años será bíblico.
El mundo sigue su curso hacia un escenario sin empleo. Todo lo que pueda ser automatizable, ‘robotizable’ y todo lo que pueda sustituir un grupo de humanos por un ‘software’ o un brazo mecánico, será. Periódicos sin periodistas, bibliotecas sin bibliotecarios, bares sin camareros, tiendas sin vendedores, empresas sin directores, taxis sin taxistas, hoteles sin intermediarios, transporte sin transportistas, clínicas sin doctores y, quien sabe, parlamentos sin políticos. ¿Para que se precisa un político?
Hoy en día las decisiones políticas se toman en base a tres criterios: presupuesto, interés partidista y capacidad de gestión. La primera la gestionaría increíblemente mejor un software inteligente que una docena de ministros de economía visto lo visto. Lo segundo, más divertido, un gestor de datos masivos capaz de trabaja en base a variables de bienestar social no dependiente de votos, podría gobernar sin esperar ‘encuestas’ o lo que fuera. La tercera es pura evidencia. ¿Quien más eficiente que un software?
El asunto es que el mantra de la urgencia pronto dejará de serlo. La idea que se puede crecer con un gobierno en funciones podría instalarse y, de hecho, es real. El problema es que esa inercia política y económica precisa, ahora más que nunca, de una estrategia clara y decidida en crear un país tecnológicamente homologable, socialmente garantista, económicamente digital e internacionalmente competitivo.
La tecnología adaptada a todos los órdenes de la vida exige que se apoyen iniciativas empresariales, institucionales y sociales que tengan la tecnología como foco de crecimiento. La sociedad debe tener garantizados los mínimos aceptables y de bienestar, incluso la concesión de derechos fundamentales a algunas elementos que ahora mismo son solo servicios públicos. El futuro sin empleo, o menor empleo, exige diseñar urgentemente un modelo social y de protección compatible con crecimiento. Una digitalización que debe ser una obligación y no una opción para todos, empresas, personas y ministros. Una competitividad internacional que no nos garantiza el sol ni la playa, ni los monumentos, ni los bosques. Un turismo que precisa reconvertirse y digitalizarse para competir con otros territorios que, algún día, dejarán de tener problemas geopolíticos.
Estuve viendo la ‘segunda’ investidura la pasada semana. He escuchado todo lo que se ha dicho y se dice. Acojona lo lejano que les resulta a todas 'sus señorías' ese futuro inminente que deberían estar analizando.
Todos los ministros de ‘tournée’
Ayer en el noticiario de la RTE Irlandesa, el que ve todo dios a las 9 de la noche una vez ya has cenado, se anunciaba el conocido ‘sorteo ministerial de San Patricio’. Una especie de carrusel que envía a todos los ministros de este país de ruta durante dos o tres días por todo el mundo en el día nacional. Ese en el que los monumentos de medio planeta se iluminan de verde ‘irish’ para homenajear a expatriados, o no, que tienen origen gaélico.
La cosa no tendría más significado que el hecho de tener a un atajo de políticos de viaje oficial sino fuera por lo que logran y cómo lo logran. El reparto no es aleatorio, los países elegidos y los ministros enviados responden a un criterio estratégico y, por si fuera poco, se preparan equipos complementarios que no van de turismo si no a la caza de ‘deals’ entre pinta y pinta de Guiness.
Para hacernos una idea (demostrable), el coste para las arcas públicas de tan ‘curioso’ batallón político es de apenas 300.000 euros. Hay países que se lo ventilarían con las dietas de un solo ministro y no miro a nadie. Sin embargo el ‘revenue’ que se auditaron en la edición pasada, fue superior a los 10 millones de euros en acuerdos básicos y un ahorro estimativo de casi 20 millones en publicidad. Salir en todos los medios del planeta en plan ‘friendly’ y con imágenes de tu país (cuando no llueve) tiene un valor ciertamente muy alto. Además, por supuesto, certifican que ese esfuerzo viajero es siempre el inicio de procesos comerciales que estos días, además, se han ido conocido.
Es un ataque frontal de todo un Consejo de Ministros y en plan divertido. Volverán a sentarse y bromear tras una reunión ya de tipo anual el presidente irlandés Enda Kenny y el norteamericano Obama. Volverán a China, Japón, Australia, Brasil, Francia, Alemania, México, Rusia, Dinamarca, Canadá y otros. La geografía es para atenderla y estudiarla. Incluso, y es destacable el tratamiento que se le da a California es de ‘país propio’. Allí va un ministro en concreto. Hay mucho que celebrar y mucho que negociar en Palo Alto, Mountain View, Cupertino y San Francisco.
¿Que suele pasar después? Aquí van tres apuntes que se han materializado en pocos años y obviamente dependen de mucho más que del viaje de un ministro, pero, por lo menos, empieza así en muchos casos. De un político se espera, al menos, que estimule, lidere y cierre. El proceso lo establecen los técnicos.
1. El primer tema fue el cierre de un acuerdo entre Estados Unidos e Irlanda para permitir que la industria cárnica pudiera ser vendida sin restricciones ni controles (que si sufren otros países europeos) en todo el territorio americano. Sin aranceles, ni sobre costes de control, lo que hace mucho más competitivo la ya muy competitiva carne irlandesa. Por calidad y por tratamiento.
2. El segundo también tiene que ver con esa industria, la cárnica. China acordó con el propio presidente del país, la semana pasada, iniciar la importación sin requerimientos complejos de la carne irlandesa. En apenas un año la tercera industria exportadora de carne del mundo se ha zampado dos mercados nuevos que suponen el doble del que ahora tenían disponible.
3. El tercero, el que me parece más interesante. Corrían rumores que Apple estaba examinando localizar en Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia o incluso Islandia un lugar para construir su nuevo centro de datos para Europa. Finalmente el premio ha sido repartido entre los daneses y los irlandeses que no parecían tener opciones inicialmente, pues en este caso, el tema tributario no jugaba a favor. Era un tema climático, imagina lo que supone poner en marcha todo ese cúmulo de servidores ofreciendo respuestas a tiempo real para iTunes, App Store, iMessage, Maps o la propia Siri. Calor. Apple invertirá 850 millones de euros en el desarrollo de un nuevo centro de gestión de datos para ayudar en la ejecución de esos servicios de datos.
Pero, como siempre, todo no es bueno, de eso ya hemos hablado. Sigue siendo complicado vivir aquí. Cada vez es más caro y falto de servicios que en España, por ejemplo, son asumidos como derechos fundamentales. Y sigue siendo complejo gestionar tu propia empresa en base a usos y costumbres que, todavía, me cuesta entender y de los que aprendo o me desespero. Sigue el paro excesivamente alto, cuesta encontrar trabajo para los que vienen pensando que esto es como ‘Silicon Valley’, sigue el consumo interno bajo y las cargas impositivas en forma de todo tipo de tasas siguen en aumento a pesar de todo. Exportan mucho, el cambio de modelo se va aplicando, pero siguen jugándosela todo a que la sociedad aguante tanta presión. Veremos si lo equilibran y les sale bien.
Aparecen nubarrones en sectores en los que ya no son competitivos, nuevas hipotecas sin límite, mucho nuevo ladrillo que asoma, pero, por lo menos, parece que los ministros tienen claro para quien trabajan y quienes les pagan. Asciende en las encuestas (en algunas ya las lidera) un nuevo lider antiausteridad, Paul Murphy, al estilo Podemos o Siritza. No obstante, a destacar que los políticos irlandeses hablan muy poco de ellos mismos. Está mal visto y los vigilan bastante. Trato con algunos y realmente son políticos, eso es evidente, pero tienen muy presente que los observan, que hay una especie de ‘escucha activa’ de la que no pueden desprenderse.
Será que los ‘mitings’ son en los pubs y eso ayuda mucho, pero aquí la política es acción y mucha menos politiqueo de partido. Aquí el tema ‘de partido’ es un modelo de acercamiento por distritos, por condados, más que un organigrama con todo dios viviendo ‘liberado’ y estructuras muy reducidas y donde todos tienen que rendir cuentas periódicamente ante sus votantes inmediatos a pesar de ser un político de rango alto.
Se los llevan de ‘tournée’ pero, visto lo visto y escuchando los avisos de que van a tener que explicar ‘que lograron en sus viajes’, no van de turismo. ¿Que pasaría si el 12 de octubre enviamos a los ministros españoles por el mundo?