¿Seguro que aún quieres ser emprendedor?

Alguien me recordaba ayer una entrevista que me hizo Jaume Barberá en Retrats hace poco menos de un año. En ella hay un momento que se habla de lo que significa ser emprendedor y del valor que tiene hoy en día ese concepto. Mientras ayer volaba de regreso a Dublín pensaba en eso y en como hoy en día emprender era un elemento moral y existencial muy distinto a lo que, desde hace mucho tiempo, se consideraba ‘montar un negocio’.
Emprender no es más, en pleno siglo XXI, que poner tu grano de arena en el cambio de modelo, en la segmentación del trayecto que como sociedad nos toca vivir. Hay quien puede pensar que emprender no es más que poner en marcha un negocio y como tal, hay que dejarse de romanticismos y discursos típicos visibles en cualquier congreso de segunda. Pero, pudiendo estar de acuerdo en parte con eso, hay algo más. Mejor dicho, mucho más, pero tiene que ver con el cómo lo haces, el motivo y el cuando. Pero sobretodo es un camino repleto de socavones.

Si emprendes por supervivencia es una cosa, si es por vocación otra. Si decides ser ‘el jefe’ de tu proyecto a pesar de todo cuanto va a llover a partir de ese día no serás un héroe, te vas a jugar tu patrimonio y encima probablemente pocos te lo van a valorar. Si emprendes incluso cuando todo te va bien y tu cómodo puesto de trabajo anterior indica bajo toda lógica que lo que vas a hacer es absurdo, no serás un guerrero pero en tu interior se desatarán todas las batallas que ahora ni te imaginas.

Si emprendes porque no hay más remedio, indaga si realmente eso es lo que quieres hacer. ¿Estás dispuesto a pasar horas desarrollando algo que seguramente deberás rehacer mil veces? La paciencia es una buena consejera, pero la persistencia es mejor compañera. Si emprendes hazlo porque te da la gana, ni porque no hay más remedio, ni porque te dicen que es lo que hay que hacer. Pero si al final no emprendes, que no sea porque te avisaron de lo duro que es, de la ingente cantidad de problemas que tendrás, o del vacío que se oculta tras la puerta de tu despacho cuando todo el mundo se va a disfrutar por ‘ahí’ mientras tú sigues mirando como leches se soluciona eso que le llaman ‘cash-flow’ negativo.

Si emprendes, que sepas, que la mayoría de las veces todo empieza fatal. Que cuesta mucho arrancar. Que todo lo que sabes no sirve porque no sabes nada. Que en cada noche hay un mar y en cada día un océano y que tú, la mayoría de las veces, no tienes más que un bote y de los viejos.

Si tienes menos de 25, emprender es suicida. Recorre el mundo, investiga y aprende para desaprender después y quedarte con lo esencial. Son una excepción galáctica los que lo logran a esa edad. Si tienes más de 55, emprender es muy jodido, suele costar mucho entender los ritmos y los elementos que rigen este nuevo mundo. Si a pesar de todo, si tienes 20 o 60, decides emprender, bienvenido. Pero hay quien todo eso le importa un pepino. Yo lo hice con 17 y lo haré hasta el último día de mi vida porque emprender, a pesar de todos esos que ponen la palabra que encabeza este post de hoy en todos sus párrafos de juguete, es algo más que montar un puto negocio.

Además, hoy en día, este mundo nuestro se dirige hacia un lugar sin empleo tal y como ahora lo conocemos y eso hace que, seguramente, la mayoría de las ideas que se te pasan por la cabeza no sirvan en apenas unos pocos años. Súmale que los costes de emprender en según que lugares son de aurora boreal. ¿Sigues pensando que quieres emprender? ¿No es por el negocio? ¿No es por ser uno de esos héroes que claman los políticos?

Si sigues con tus trece, con que quieres emprender, yo sólo puedo aconsejar sobre lo que significa hacerlo en un país ubicado en un entorno socioeconómico occidental y de ‘vanguardia’ donde la tecnología y la economía del conocimiento deben liderar y ser motor. Y en eso, querido futuro emprendedor, requiere de algunas claves que, si estás en disposición de ejecutar, ‘tu puesto es tuyo’.

1. ¿Tienes una alta capacidad para los cambios? Deberás ser flexible y tener cintura para modular los mil golpes de timón que darás y a los cambios de viento que tambalearan tu proyecto.

2. ¿Tienes talento para la planificación? Deberás planificar constantemente incluso en esos cambios que te comentaba antes. Vivir sin plan no es compatible con emprender.

3. ¿Estás dispuesto a mantener y ampliar y cuidar permanentemente, tu cuadro de contactos? Tener un network infinito, sin detenciones, constante es fundamental. Si no te gusta relacionarte, si eres de los que prefieren ‘no ir a todo’, al principio, por lo menos, lo tendrás crudo.

4. ¿Eres proactivo? Cualquier emprendedor, tecnológico sobretodo, deben anticiparse a lo que se espera de ellos. Esto no va de que alguien te diga lo que tienes que hacer. Esto va de que tú decidas hacerlo lo antes posible. Si en una empresa se valora esa facultad en tu propio proyecto es, no sólo un valor, es la columna vertebral del tema

5. ¿Tienes un conocimiento transversal de lo que vas a hacer? Es bueno asociarse, emprender en común, hacerlo con gente que sabe de cosas que tú no sabes, pero ¿no vamos a montar una multinacional verdad? Estamos hablando de que tú quieres emprender y, tal vez, junto a otros. Por eso, para poder juzgar con ‘big picture’ lo que haces o hagáis, es imprescindible que conozcas de que va hasta el último detalle de lo que montas.

6. Y ¿Cómo vas de espíritu de sacrificio? Como no lo tengas engrasado te la vas a dar o te va a explotar en las narices. Esto va de cómo te enfrentas a la lesión postural que te va a salir por las horas y horas que pasarás delante de una pantalla o de lo que sea. Leerás que trabajar muchas horas reduce el rendimiento, que no es bueno, que hay que ‘conciliar’. Que hermosa palabra para un Ministerio y que poco valor tiene para los que persiguen sus sueños.

Hay más, seguro, pero si sigues pensando que emprender es lo que quieres hacer y no he logrado quitártelo de la cabeza, allá tú. Te voy a contar un sobre como lo he vivido y vivo yo. Estoy seguro que he pasado mil millones de días de mierda. Estoy seguro que mil veces me arrepentí de abandonar empleos seguros y bien pagados. Estoy seguro que fueron muchos domingos deseando estar con los míos en lugar de permanecer sólo encerrado en una esfera de cristal de algún coworking de barrio. Estoy seguro que perdí amigos, novias y esposas. Estoy seguro que tenía cobertura pública. Estoy seguro que cada partido lo veía con la cabeza sólo puesta en si mi equipo anotaba un tanto. Estoy seguro que los lunes eran sólo lunes. Estoy seguro que hice vacaciones. Estoy seguro que hubo un tiempo que soñar era lo que hacía cuando estaba dormido. Estoy seguro. Pero no lo recuerdo.

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Marc Vidal Marc Vidal

Domingos de emprendedor

Hace poco más de un mes, un lector me comunicó que se había emocionado con una parte concreta de mi último libro. En concreto me dijo que el último párrafo de la página 143 le había erizado la piel. Como no ha sido el único y ese fragmento parece sintetizar de una manera especial lo que muchos emprendedores han sufrido alguna vez, como al parecer lo reflejé de manera plástica me permito reproducirlo como así me solicitan todos ellos. Como gran parte del libro, lo que muestra es un fragmento de mi propia vida.

Tardaremos en girar la colcha pero la giraremos y una de las razones es que no hay otro remedio. Me niego a aceptar que esto ya no se moverá. Si se potencian redes de conocimiento, si se impulsa la proliferación del capital riesgo, si las administraciones reducen la fricción en los trámites, si el impulso a la innovación crece en lugar de menguar como en los últimos dos años, si la cultura emprendedora se transmite en las escuelas de secundaria y en las universidades, tal vez, si todo eso pasa, un asalariado que pasa a ser emprendedor lo tenga algo más fácil y con ello, un país como el nuestro, esté más cerca de la cabeza económica del mundo civilizado.

Emprender para muchos será la única salida, para otros no. Puede que muchos tengan otras opciones, pero, por higiene intelectual recomiendo ponerse en la piel del primero. Imaginemos que no tenemos más remedio que emprender. Poco a poco, conozco algún caso de emprendedores sobrevenidos, que llega el primer cliente, la primera factura, el primer empleado y el primer cobro. Esos momentos son gloriosos. Encajar la emoción que supone tocar la superficie de los sueños que hace unos meses desconocías tener es maravilloso.

Los que hemos puesto en marcha nuestros sueños, sin saber si era posible tan siquiera, sabemos que es eso de pasar noches en vela, redactando, corrigiendo, trabajando en la soledad de las noches y los días que se amontonan unos encima de las otras. Vivir es ese domingo por la tarde, exhausto pero ilusionado, viendo desde la ventana del despacho como las familias pasean, las parejas hacen cola para el cine y el mundo no se detiene en su curso sinuoso de fin de semana. Obsesiones y retos, momentos duros que a veces no producen más que disgustos pero que cuando se reproducen con todo su brillo y belleza son la entrada perfecta a un club diferente, el “club de los soñadores”. He escuchado este término en algún lugar, no es una definición mía, pero me parece tan especialmente sensible que me apodero de ella. Soñar y emprender van juntos, juntos en la búsqueda, tal y como están las cosas, de la única salida.

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Economía, Management, Sociedad Marc Vidal Economía, Management, Sociedad Marc Vidal

El valor del trabajo

Leo en “Le Monde” que el líder gaullista francés y candidato a la presidencia Nicolás Sarkozy, aseguró ayer que si gana las elecciones a la jefatura del país vecino en mayo, emprendería una “revolución económica real” a través de incentivar a los trabajadores con mayores sueldos si se trabaja más.  Para él la “prioridad de prioridades” será restaurar el valor del trabajo e impulsar el lento ritmo de crecimiento económico en Francia”. Según el actual ministro de interior galo “la crisis moral” de su país “es la crisis del trabajo”.
Las elecciones presidenciales francesas van a aportar aire fresco a la política europea. Eso es un hecho. Las puertas de los edificios ideológicos más rancios ya se han abierto y circula un airecillo de renovación por todas sus estancias. Ségolène Royal está revolucionando desde la segosphere el concepto de la relación de los políticos con sus votantes y militantes. Nicolás Sarkozy está construyendo su propia red social alrededor de propuestas políticas en su blog, inteligentemente dosificadas y que después al regresar por métodos interactivos son recibidas con entusiasmo por sus analistas de campaña

Ese nuevo clima ideológico que se esta cimentando tanto en el centro-izquierda como en el centro-derecha está logrando, a base de pinceladas, desvirtuar las fronteras ideológicas de cada uno de ellos. Que para mí Royal es una esperanza más instintiva que racional, es un hecho conocido y que espero que Francia retome un nuevo curso político de la mano de esta eficaz mujer, también. Pero sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo en algún vértice de esa pretendida salida a una crisis social y económica que vive el país vecino planteada por el líder de la derecha. Las medidas fiscales que propone son interesantes. No pagar impuestos por los beneficios de las horas extras, recortar impuestos fiscales y sociales para reflotar el consumo y suprimir el impuesto de sucesiones. De hecho, algunos economistas independientes aseguran que esas horas que excederán a las 35 semanales podrán incrementar en unos 1.900 euros anuales la renta de los sueldos mínimos.

Desde el 14 de enero, Sarkozy lleva liderando la agenda política en Francia de un modo casi ensordecedor. Ségolène Royal ha desaparecido de escena. Cuando aparezca no debe caer en el error de negar a la mayor. Igual que el líder de la UMP no debió enfrentarse a ella en temas que la ciudadanía entiende que son objetivamente razonables y beneficiosos, el PSF no debiera construir muros infranqueables delante de ideas interesantes como esta.

Volver a poner el trabajo en el centro de los valores. Vale para Francia como para el conjunto de la sociedad occidental. Parecería que el concepto trabajo como valor esta en crisis porque no hacemos otra cosa que trabajar pero la verdad es que trabajamos porque no tenemos otro remedio. Existe la concepción de que eso del trabajo es un atraso de la humanidad y por eso buscamos métodos para minimizar su carga. El hombre ha progresado por ese esfuerzo en el trabajo, por esas ganas de construir, de creer. Arte, cultura y trabajo constituyen los elementos de evolución que el hombre ha precisado históricamente. En un mundo en el que lo moderno es echarse a dormir es preciso analizar a que damos valor y a que no. No estoy hablando de la cultura del esfuerzo que es otra cosa que suena más a penitencia y sumisión, a explotación y entierro, no, yo apelo al valor del trabajo como elemento de progreso, no como distorsión de la libertad individual. Esta apreciación sobre la crisis moral de Francia bautizada como la crisis del valor del trabajo es compartida por individuos de derechas y de izquierdas que entienden necesario que hay que dejar de vivir del cuento y pasar a la ejecución de proyectos personales.

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