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Cumbres sobre el clima, Economía Circular y millones de taladros.

En el mundo hay más de 600 millones de taladros. La media de uso a lo largo de su vida será de no más de 13 minutos. No es sostenible. Estoy seguro que como este hay miles de ejemplos de productos que compramos, utilizamos muy poco y permanecen eternamente en un limbo inútil. Así, de ese modo, la industria de los taladros puede seguir fabricando más y más piezas que irán engordando la cifra completa y reduciendo la media de uso. No obstante, la conciencia que examina el motivo por el que compramos cosas que luego, al no utilizarlas más, pasan a una nueva vida en lo que denominamos ‘economía circular’, va en aumento.

En el mundo hay más de 600 millones de taladros. La media de uso a lo largo de su vida será de no más de 13 minutos. No es sostenible. Estoy seguro que como este hay miles de ejemplos de productos que compramos, utilizamos muy poco y permanecen eternamente en un limbo inútil. Así, de ese modo, la industria de los taladros puede seguir fabricando más y más piezas que irán engordando la cifra completa y reduciendo la media de uso. No obstante, la conciencia que examina el motivo por el que compramos cosas que luego, al no utilizarlas más, pasan a una nueva vida en lo que denominamos ‘economía circular’, va en aumento.

El pasado lunes fue el día Mundial del Medio Ambiente y mi intervención semanal en TVE se centró en diferentes aplicaciones que nos ayudan a mejorar su conservación. Puedes conocerlas en el video que acompaña este post. Aunque no hablamos de la denominada economía circular puesto que dedicaremos de nuevo un programa a ella en concreto, si es cierto que uno de los modos más efectivos de conservar el planeta parte de este nuevo paradigma económico y social. La economía circular plantea la reducción del uso de materias primas y energía reutilizando y reciclando todo tipo de residuos. Es un intento de cambiar el sistema de producción lineal basado en la compra de productos y el consumo masivo.

A medida que las nuevas generaciones van imponiendo un modo de entender el consumo muy distinto al que se tenía en el siglo pasado, la economía circular va tomando posiciones. ¿Por qué comprar un vehículo si lo puedo compartir? ¿Por qué adquirir productos si puedo utilizar servicios? En una economía circular el valor de los productos se mantiene en un ciclo productivo superior por lo que la generación de residuos se reduce. También, es cierto, se reduce el beneficio de la explotación intensiva que conocemos. Por eso, cuando grupos de presión abogan por mantener modelos productivos caducos amparados en la contención laboral, el discurso debe referirse a las opciones económicas que también surgen de este tipo de modelo productivo.

El usar y tirar se va a ventilar el planeta. No tenemos recursos ilimitados y cada vez es más evidente. Dejando de lado las meriendas esas en las que se reúnen centenares de mandatarios para gloria y disfrute de ellos mismos como en Kyoto o París, solo nos queda la percepción individual de que desde la propia acción personal podemos hacer mucho. Yo no hago ni caso de los grandes acuerdos que no son vinculantes. Un cálculo rápido nos da el coste de lo que en la Cumbre sobre el Clima de París, esa que ha abandonado Estados Unidos, es imposible que se ponga en marcha. Les mola mucho eso de levantarse del asiento y aplaudirse a ellos mismos. Lo hacen a menudo y no recuerdan que en el tiempo transcurrido entre el anterior masaje y este no ha sucedido nada. Nada de nada que dependa de ellos.

Sin embargo en el mundo si pasan cosas. Pasan las cosas que las personas hacen. La estimulación de los cambios viene de la mano de la conciencia individual y la economía circular es uno de los motores más claros. De hecho son las acciones políticas más inmediatas, las municipales, las que desde el principio han supuesto un impulso importante. Fue la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, la que hace apenas tres años puso en marcha medidas que giraban en torno a la economía circular. Fue el primer modelo público que logró la participación ciudadana de manera importante. Además acertó en colocar en la mesa de análisis a plataformas tecnológicas cuya genética es precisamente imponer el servicio al producto.

Una ‘smart city’ no es un bosque de farolas que se encienden cuando pasa alguien o con wi-fi gratuito.

Al año siguiente se sumaron a este tipo de iniciativas municipales ciudades como Milán, Londres, Lisboa, Copenhague, Bruselas, Ámsterdam o Roma. Las ciudades españolas tardaron algo más. De Latinoamérica aun estamos pendientes. Tuvieron que pasar dos años hasta que algunas ciudades españolas, como Sevilla o Granada, se sumaran a una de esas soflamas que quedará por ver si son útiles de verdad. Ya he comentado en otras ocasiones que el futuro pasa por las ciudades. Nos guste más o menos el hecho de que en un par de décadas tres cuartas partes de la población mundial vivirá en ellas. De ahí que términos como ‘smart city’ o ‘sostenibilidad municipal’ tomen una importancia radical. El problema es que, al igual que las ciudades inteligentes, podemos estar ante mucho discurso equivocado. Una ‘smart city’ no es un bosque de farolas que se encienden cuando pasa alguien o con wi-fi gratuito. Es mucho más complejo y parece que no todos lo ven necesario para autodenominarse ‘smart’.

Los días internacionales a favor del Medio Ambiente están muy bien. Ayuda a que se hable y no cueste demasiado dinero hacerlo, pero en nuestro modo de vida actual existen miles de formas para participar de esa conciencia que debe garantizar un mundo a nuestros hijos. Se espera que en 2030 se espera reducir un 65% los residuos totales en Europa y en gran medida vendrá de incentivar el consumo colaborativo, la transformación del producto en servicio y de la iniciativa de proyectos empresariales y tecnológicos que lo rentabilicen también. ¿Tú que apps utilizas para mejorar el medio ambiente? Piénsalo.

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'Smart Regions' y políticas activas para afrontar el futuro.

Me pedía un amigo que explicara algo de cómo podría un gobierno afrontar el momento actual y de cómo una país, región o ciudad, abrazar ese futuro tecnológico y revolucionariamente digital que vivimos. Os traigo un ejemplo que vivo de cerca y que es, sin ser perfecto, significativo e inspirador. 

Me pedía un amigo que explicara algo de cómo podría un gobierno afrontar el momento actual y de cómo una país, región o ciudad, abrazar ese futuro tecnológico y revolucionariamente digital que vivimos. Os traigo un ejemplo que vivo de cerca y que es, sin ser perfecto, significativo e inspirador. La revolución industrial en la que estamos sumergidos, la cuarta, la nueva o la última, llámenla como quieran, el nominativo definitivo lo pondrán nuestros nietos, es algo que en algunos lugares se está teniendo en cuenta y en otros se está dejando pasar. El pasado lunes destacaba cómo Europa, ante ese dilema, no se está tomando la vía adecuada. Pero no toda Europa espera, hay una que se sí se ha subido al tren.

La clave de todo responde a algo más que las ‘smart cities’, tal vez, y en eso si que hay un avance significativo, deberíamos hablar de ‘smart regions’, algo mucho más acorde con lo que realmente significa un proceso de cambio como el que vivimos y un encuentro real con la transformación del territorio y de sus activos principales que supone.

Parece que todo gira entorno a ‘las ciudades’. De San Francisco a Berlín, de Barcelona a Dublín, de Dubai a Boston. Da igual, el futuro tecnológico parece ligado sólo a un territorio localizado en una ciudad por compleja y grande que ésta sea. Y tiene sentido pues las ciudades con el futuro en innumerables aspectos pues acudimos a ellas en masa y son redes socializadas que permiten la interacción de los exponentes de esa modernidad que comentamos cada día. Internet de las Cosas en ciudades inteligentes, socialización y economía compartida, impresión dimensional que precisa de puntos de recogida, automóviles automatizados o gestión de datos masiva de cuanto hacemos sus habitantes.

Hoy escribo desde Cork, segunda ciudad de Irlanda y dónde Apple tiene su HQ europeo con miles de trabajadores ubicados en un edificio situado pocos minutos de la ciudad. Lo digo porque si algo me ha sorprendido del modelo de crecimiento tecnológico de este país es el esfuerzo gubernamental de extenderlo en todo el territorio. No son palabras, acaban siendo hechos. Los ecosistemas de tecnología identificables han dejado de ser monopolio de Dublín, Belfast, Galway, Limerick o el mismo Cork. Es muy significativo como el esfuerzo radica ahora, con el plan Irlanda 2015-2017, darle mayor contenido y profundidad a todo ese cambio que se viene gestando hace años y que ahora requiere de implantarse de manera genérica en toda la isla.

El tamaño ayuda, pero no es sólo eso. Se trata de potenciar un modelo productivo y hacerlo de manera integral en todo un territorio, de permitir el acceso a la banda ancha y a un precio reducido, de comprometerse desde la administración con lo que supone impulsar startups que precisan de un recorrido muy distinto al de las empresas más tradicionales y que pueda, en definitiva, ir ocupando cada vez más espacio un modelo productivo tecnológico, sostenible y vinculado al conocimiento.

Sabemos que el futuro depende de que podamos atender a un mundo sin empleo generando nuevos más ‘humanos’, más creativos, menos orientados a lo repetitivo o a lo que cualquier automatismo pueda hacer y para ello hay que trabajar duro en como se define un entorno propenso a esos cambios y permeable a ese progreso.

Las ciudades están muy bien, de hecho sirven para exponer claramente una marca ligada a un territorio, pero el problema es cuando se queda en eso. Aquí hablo de Barcelona y todo la vincula a la tecnología móvil y al turismo de ciudad. Si pregunto por Catalunya es mayoritaria la relación con las playas o las pistas de esquí. Está bien que así sea, pero ¿es eso síntoma de que el trabajo por una Smart City sólo está enfocado en la capital y se ha dejado de lado lo que podría ser una Smart Region? Tengo el convencimiento que es así y que eso es replicable a infinidad de lugares de España y de Europa.

Israel es una ‘smart region’, Irlanda está trabajando en ello. Algunos Landers alemanes también. Van más allá de una ciudad y su radio de influencia, se trata de derramar conocimiento a lo largo de un territorio amplio para ir preparando el futuro, un futuro que se nos viene encima sin miramientos.

Estoy invitado a trabajar en los próximos meses en el proyecto que comentaba. Es especialmente estimulante pensar que vamos a aprender mucho los participantes de cómo un entorno concreto puede convertirse en un hervidero de innovación. Vamos a conocer más de lo que venimos a explicar. Estoy seguro.

Este plan, que ofrecimos explicar a diferentes administraciones españolas, es puro futuro inmediato. Algún día comentaré las respuestas de cada uno, define muy bien el papel que juegan nuestros ‘líderes’ y la visión que tienen de ‘lo que hay que hacer’. El diseño de un programa integral que implica aquí a todo el mundo y que se ha diseñado con el firme propósito de convertir una región con opciones en la economía digital en una región inteligente para que abrace el futuro con entusiasmo en lugar de hacerlo con miedo.

Cualquier país que quiera definir zonas inteligentes precisa multiplicar sus esfuerzos técnicos y prácticos. Es momento de abandonar discursos repletos de tópicos. En época electoral que parece no acabar nunca, es incluso peor. De verdad es desesperante a veces ver como todo pasa y no pasa nada. Como las oportunidades se desvanecen y nadie toma decisiones o pone en marcha acciones que puedan arrancar el motor.

Esto no va de discutirse, pronto no habrá nada por lo que discutir. Esto sigue siendo un tema de planificación y acción. El caso que más claramente habla de lo que quiero decir vuelve a poner en punto de comparación donde nací y donde vivo. El presidente de España lanzaba una soflama de vergüenza ajena asegurando que creará 3 millones de empleos sin aportar ni una sola herramienta o plan sostenible que pueda soportar eso. Mientras este hombre que la historia juzgará como lo hará con Zapatero y derivados, sustenta su potencial ‘recuperación’ económica y creación mágica de empleos en empleos puramente vinculados a lo de siempre, a lo que a medio plazo no serán empleos sino estatuas en el caso de lograrlo, en otros lugares se asume que el empleo del futuro sólo puede ser creado en entornos tecnológicos o de conocimiento con valor añadido.

Rajoy aportaba sus 3 millones en un país de 50 y que intuimos no van ligados a ninguna revolución tecnológica. No nos aportó nada al respecto por lo menos. Enda Keny, primer ministro irlandés, con decenas de decisiones erróneas en su mandato, con un buen número de problemas sociales que solucionar y con múltiples conflictos que provienen de la austeridad impuesta desde la UE, aportó sólo 40.000 empleos que dice piensa crear en un país de 5 millones.

A simple vista parece poco, pero la diferencia radica en algo más interesante. Definen claramente cómo se debe afrontar el modelo de creación de empleo y su espacio real que puede ocupar en un momento de la historia más parecido a la Revolución Industrial que a época de Postguerra.

1. El gobierno de Irlanda presenta ese plan enfocado a crear empleos en una zona amplia y concreta del país. Cork y Kerry deberán acomodar esos empleos bajo la filosofía ‘smart region’. Para ello el programa vincula a todo Dios, incluidos algunos que venimos de fuera. El programa lo contempla todo.

2. Vincula ese empleo a la creación de la Universidad Tecnológica de Munster donde la creatividad multimedia generen los recursos necesarios para las empresas vinculadas al plan.

3. No se olvidan del problema de la sostenibilidad. El talón de Aquiles del futuro automatizado y del progreso inmediato. Para ello se incorpora en todo el territorio miles de dispositivos IoT listos para gestionar masivamente tráfico y servicios públicos vinculados a las nuevas empresas.

4. Se asume desde el minuto uno que los empleos no especializados en tecnología, creatividad o innovación, serán residuales. Construcción y servicios podrán ser asumidos por los que ya lo hacen actualmente y se focaliza en que el empleo del futuro sólo puede ser creado en ‘nuevas profesiones’ que se determina crear en ese nuevo entorno inteligente. Es decir, se constata que en un mundo con cada vez menos empleo humano, si queremos empleo hay que inventarlo y no esperar alguna ‘recuperación’ mágica que no se va a producir con la intensidad necesaria.

5. Las startups y las pymes serán el tejido básico de ese modelo. Se obliga a las grandes compañías instaladas en el territorio a implicarse en el nacimiento y crecimiento de las nuevas otorgando líneas de colaboración entre ambas que beneficien a las más débiles. El tejido tecnológico debe ser transversal.

6. Asumen que el comercio electrónico es el modo de compra y venta inmediato. No se prepara ninguna política activa para potenciar el comercio de siempre sino que todo se encamina en ofrecer un camino digital a todo el que venda algo. Sin costes, pagado, sin fricción. El gobierno asume que si ahora les pagan lo que vale estar online a todos a medio plazo los ingresos por impuestos crecerán, si no lo hacen, muchos desaparecerán. Es como invertir en futuro.

El plan es interesante, sólo es uno de tantos, pero es un ejemplo de cómo se puede trabajar en algo que se puede definir ‘smart region’ pero también, sencillamente, conquistar la Nueva Economía y con el menor impacto social posible. Esto no va de crear empleo, va de crear futuro.

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