La gran noticia que supone el 'Brexit' y las oportunidades que nos brinda.
Si hay un lugar que está muy preocupado por el resultado de la pasada semana en el referéndum del denominado ‘Brexit’ es el espacio conocido como el ‘Silicon Roundabout’ de Londres, la City Tech de la capital británica. Desde que se supo el resultado a favor de abandonar la Unión Europea, la comunidad ‘startup’ y tecnlógica estudia como mantener el talento y acceder al nuevo en el resto del mercado de la UE o, en su derivada, ir buscando otros destinos. Tras varios días escuchando de todo, hablando con mucha gente y leyendo mil reflexiones, mi conclusión es algo distinta al tono general y mucho más optimista que la de muchos analistas
Si hay un lugar que está muy preocupado por el resultado de la pasada semana en el referéndum del denominado ‘Brexit’ es el espacio conocido como el ‘Silicon Roundabout’ de Londres, la City Tech de la capital británica. Desde que se supo el resultado a favor de abandonar la Unión Europea, la comunidad ‘startup’ y tecnlógica estudia como mantener el talento y acceder al nuevo en el resto del mercado de la UE o, en su derivada, ir buscando otros destinos. Tras varios días escuchando de todo, hablando con mucha gente y leyendo mil reflexiones, mi conclusión es algo distinta al tono general y mucho más optimista que la de muchos analistas.
La votación provocó una reacción de alarma en la mayoría de corporaciones tecnológicas que pidieron urgentemente una hoja de ruta que elimine la incertidumbre. Recordemos que la mayoría de startups y empresas disruptivas que tienen sede en Londres precisan de rondas de inversión y confianza en su modelo que muchas veces esta en pérdidas hasta lograr un objetivo que tiene que ver en la captación de usuarios o cuota de mercado por encima del beneficio inmediato. Esa falta de seguridad sobre lo que va a pasar y cuando influirá con seguridad a frenar la inversión y, por derivación, la contratación de talento. En definitiva puede frenar notablemente la competitividad territorial para este tipo de empresas por parte de los británicos.
De momento, por lo que he podido saber, algunas startups importantes que tenían previsto abrir oficina en Londres ya no lo tienen tan claro, además de empezar a mirar a otros centros económicos importantes como Dublín, Goteborg, Berlín o Barcelona. El problema es grave. No se garantizará el libre movimiento de las personas contratadas y eso es un elemento de fricción innegociable para compañías cuyo patrón es la globalidad. Ahí aparece una oportunidad 'competitiva'.
El caso de Irlanda es interesante, pero no el único. Aunque este país va a pasarlas moradas en general por culpa del ‘Brexit’ alguna noticia favorable también tendrá. Es más, la huida británica de Europa, impulsará su cambio de modelo de crecimiento. No obstante, en los próximos años la caída del PIB celta no será compensado por nada y la recesión es algo más que factible. Más de una cuarta parte de la exportación irlandesa se va al Reino Unido. Un cambio en el modelo de cambio puede poner en riesgo este lucrativo acuerdo. Así será. Sin embargo esa exportación está fundamentada en el sector cárnico y el sector primario curiosamente en un país con tanta empresa tecnológica asentada.
Pero por el lado contrario, a Irlanda le puede beneficiar el movimiento legal de muchas startups Fintech que ya empezaban a ver en la capital irlandesa un buen destino incluso antes del ‘brexit’. Digamos que si durante el año pasado 2 de cada 3 nuevos empleos en la isla esmeralda fueron tecnológicos la cosa puede aumentar incluso más aunque habrá que compensarlo con la destrucción de puestos de trabajo que ahora dependen en su totalidad del mercado británico no obstante.
Pero, ¿y en España que puede pasar? Se ha dicho mucho de las complicaciones y de las dificultades, pero en este punto que yo quiero introducir me aparecen más virtudes que desventajas. Las repercusiones en la economía tecnológica también pueden beneficiar a Madrid y a Barcelona especialmente. Algunas biotecnológicas que tienen sede en Reino Unido ya han comunicado que están pensando repartir su fuerza laboral entre el sur de Europa y/o Estados Unidos. Además admiten que esperan que los fondos norteamericanos de inversión biotecnológica se centren en premiar a las startups y corporaciones de este tipo que tengan un plan para ubicarse en territorios europeos estables. Aquí juega un gran papel la estabilidad que se logre en España y Catalunya lo antes posible.
Seis meses sin gobierno se han ventilado medio punto del crecimiento previsto en España. Esto va rápido y el mundo actual no permite que te duermas. No hacer nada sirve para ganar elecciones pero no para mejorar las expectativas de un país. Desgraciadamente los deberes que tiene que hacer España son enormes y veremos si en paralelo podemos aprovechar una oportunidad de modular un nuevo modelo laboral, de crecimiento y más tecnológico.
Las opciones existen y el ‘brexit’ es una buena noticia para startups y empresas tecnológicas que están ubicadas fuera del Reino Unido y una tremenda oportunidad para las capitales más tech del continente. Es nuestro momento. Especialmente para Barcelona, Berlín, Goteborg, Dublín, Ámsterdam, Helsinki, Madrid y probablemente París.
He leído que la City tiene listo un plan de contingencia para evitar que se produzca una fuga Fintech. Lo dudo. Es cierto que Londres ha crecido en los últimos años para convertirse en un importante centro de nuevas empresas europeas Fintech, pero la dependencia del capital riesgo no les augura un buen espacio de desarrollo ahí. Si los inversores se enfrían ante las dificultades que va a significar todo el proceso de divorcio, éstos se animarán en invertir en aquellas que tengan un plan de salida razonable y serio.
No hay mal que por bien no venga. Estaría muy bien que sus señorías pactasen rápido o lo que quieran, la clase empresarial, los agentes más conocedores del sector startup y tecnológico y, en definitiva, todo el tejido industrial vinculado a las nuevas tecnología y quienes tienen capacidad de decisión, se pusieran manos a la obra para generar ese escenario de acogida y la hoja de ruta consiguiente. Una fiscalidad favorable, un modelo de soporte, una facilidad de contratación, beneficios a la inversión externa y eliminación de toda fricción legislativa serían clave. Hay tiempo, poco, pero hay.
En mi caso, y a pesar de que me traslado a Barcelona en los próximos meses, trabajaré con el IDA en un programa que precisamente va a trabajar en este escaparate que atraiga inversión, talento, tejido y desarrollo. ¿En España nos vamos a quedar pensando que las cosas se hacen solas? La mayoría de casos que he conocido desde el pasado jueves de empresas que están en ronda de inversión en series avanzadas A o B dicen lo mismo: ‘se nos ha complicado seriamente nuestra viabilidad a corto y medio plazo. Estamos pensando en irnos pues nos lo aconsejan nuestros inversores. ¿A dónde?’
El dinero es miedoso, quedó claro el viernes en las bolsas. El dinero inversor quiere las cosas tranquilas y claras. El venture capital seguirá disponible pero lo hará en empresas que estén en escenarios estables. Es una oportunidad única para modular un espacio atractivo en otros países. Es la gran oportunidad española, y si me apuras, ‘la gran oportunitat de Barcelona’.
Quedarán elementos que se verá cómo se aplican en el Reino Unido en los próximos meses como las leyes de privacidad que se deriven de la que la UE aplicará en 2018. Si el Reino Unido no se acoge a dicha nueva regulación puede que la UE bloquee el almacenamiento de información de los europeos en los centros y empresas digitales británicas lo que complicaría mucho todo. Esa irregularidad permite seguir viendo poco claro el futuro. Aunque al final lo dispongan, lo acepten, no lo sabremos en breve por lo que si nos damos prisa nos adelantaríamos a cualquier decisión si cabe.
Ellos se han querido ir. Es dramático pensar que las generaciones de mayor edad han decidido irse de Europa, el futuro fuera de Europa de las generaciones más jóvenes. Es terrible pensar que los ciudadanos con menos futuro físicamente hablando son los que han hipotecado definitivamente el de los que sí lo tienen. Sin embargo la situación es la que es y en esto de los negocios y la socioeconomía no sirve lamentarse. Unos se van y otros seguimos. Aprovechemos la situación en lugar de quejarnos y lamentarnos del desastre que anuncian muchos.
No hubo ningún descubrimiento sin pasar por océanos violentos y está claro que cuanto más tarden los británicos en decidir si abrazan la legalidad europea o definen una propia muy distanciada de la nuestra, mayor será la oportunidad de ofrecer expectativas al sector tecnológico mundial ahora ubicado en Londres o que tenía pensado ir allí. Es nuestra oportunidad.
Obviamente esto no es fácil ni barato. Las acciones de las grandes corporaciones cayeron y seguirán cayendo aunque en menor medida durante algún tiempo hasta que empiecen a recuperarse al ver que no se acaba el mundo todavía. Tardará en equilibrarse todo pero lo hará. El 90% del sector tecnológico se opuso al ‘Brexit’ lo que evidencia que saben que no es una buena noticia. No lo es en términos de talento pues las barreras migratorias serán un problema, las barreras comerciales creará incertidumbre en el ‘hub’ logístico británico afectando a Amazon especialmente que tendrá que replantearse su estrategia europea totalmente, en la aplicación de la ley de datos o las de desarrollo de plataformas de economía colaborativa que quedan a expensas de normativas distintas.
En definitiva, tras hablar y tratar el tema en Londres el pasado viernes, en Dublín el sábado y hoy, que estoy en Belfast, ya he desayunado con ello, tengo la sensación que hay más oportunidades que accidentes. El problema es el de siempre, la hoja de ruta y las prioridades. Si nadie pone el acento en lo que puede ser bueno de todo esto para otros países nos seguiremos lamiendo las heridas analógicas y dejaremos pasar una oportunidad de acelerar el crecimiento de la economía del conocimiento en nuestros países.
El Brexit no va a ser inmediato. El primer ministro David Cameron indicó el viernes que esto va para largo. Junkers quiere que sea rápido. Yo espero que se lento, cansino. Cuanto más tiempo dure la incertidumbre mejor para nosotros. Al revés de lo que escucho, Europa se irá adaptando a esa incertidumbre. Si cada país se pone en guardia y define una política conjunta y definida para adaptarse a una UE sin el Reino Unido los efectos serán menos duros de lo que se nos anuncia. En cambio, cuanto más tarden en irse y durante más tiempo los mercados, los inversores y los creadores no tengan claro como acaba el tema en el territorio británico, menos ganas de invertir y desarrollar. Ellos lo decidieron, es lo que hay.
Ahora nos toca, tras el susto, aprovechar que el portero se ha quedado con dos defensas y nosotros tenemos tres atacantes. No es fácil, pero es factible. Me niego a verlo medio vacío ni medio lleno, lo sigo viendo por llenar. Hemos pasado un etapa económica devastadora. No viene de otra, pero a ver si esta vez, la aprovechamos para construir algo mejor y no sólo para quejarnos.
El mayor reto económico de España en décadas y la subida de impuestos que nos viene gane quien gane.
Nos van a subir los impuestos y nos van a reducir los servicios. No es necesario poner frases yuxtapuestas, adjetivos ni metáforas. Nos van a crujir a impuestos y nos van a reducir el catálogo de lo que contemplamos como servicios públicos que en algunos casos ya contemplábamos como derechos fundamentales. Da igual quien gane, es irrelevante en ese sentido quien conforme gobierno a partir del 27 de junio. Cualquiera que sea la fórmula que resuelva la ecuación de esta segunda vuelta electoral deberá de hacerlo. No hay otra. Se acerca una ola de recortes que sino ponemos orden rápido a la estrategia económica del país, amenaza no con ser el ‘segunda mayor ajuste’ y convertirse en el más dramático de cuantos ya se han producido.
Nos van a subir los impuestos y nos van a reducir los servicios. No es necesario poner frases yuxtapuestas, adjetivos ni metáforas. Nos van a crujir a impuestos y nos van a reducir el catálogo de lo que contemplamos como servicios públicos que en algunos casos ya contemplábamos como derechos fundamentales. Da igual quien gane, es irrelevante en ese sentido quien conforme gobierno a partir del 27 de junio. Cualquiera que sea la fórmula que resuelva la ecuación de esta segunda vuelta electoral deberá de hacerlo. No hay otra. Se acerca una ola de recortes que sino ponemos orden rápido a la estrategia económica del país, amenaza no con ser el ‘segunda mayor ajuste’ y convertirse en el más dramático de cuantos ya se han producido.
Cuantos años perdidos. Cuanta energía intelectual que se ha ido por el sumidero en la última década. De todo lo que se pudo hacer en las vacas gordas no se hizo nada y de cuanto pudo hacerse para preparar el futuro durante las flacas menos aún. Una década perdida que no ha terminado y de la que van a tener que recuperarse ya nuestros hijos, pues a nosotros no nos va a dar tiempo a menos que alguien tome decisiones estratégicas urgentes. La modernización de la industria no es un ‘mantra’, la tecnología no es una moda, la educación digital no es un rollo escandinavo, el cambio de modelo de crecimiento no es un titular de un programa electoral. Todo ello es una necesidad real e imprescindible sino queremos perder definitivamente el tren del futuro.
El futuro ya no va en cercanías. No es un tren que circule a una velocidad razonable y que podamos abordar aunque vayamos andando. No pasa cada 15 minutos. El futuro es un tren de alta velocidad (tal vez no es la mejor metáfora, lo sé) que pasa a toda leche y al cual para subirse tienes que esperar en el andén con tu asiento reservado. ¿Quién está trabajando o tiene claro como hacerlo para reservar esa butaca al futuro?
Se lo debemos a nuestros hijos. Les vamos a dejar un desastre monumental, un país con una baja productividad y una incapacidad competitiva que los expulsará cuando detecten que su talento no se puede desarrollar o atrapará a los que no puedan o quieran irse en una especie de segunda división económica. Una revolución industrial que se nos está plantando delante de las narices y que por unos o por otros nadie atiende adecuadamente.
Hay países que sí lo están haciendo. Sería maravilloso que el nuestro también lo hiciera. No pasa todos los días que la historia tiene reservado un espacio de cambio tan intenso como el que vive el mundo ahora. Aprovecharlo, estimular cambios abrazados a ese curso de la historia, debería ser la primera línea de cualquiera de los programas electorales de los señores y señoras que se presentan a las re-elecciones del 26j. Política social, económica, cultural y territorial dependen de una premisa superior les guste o no a todos ellos.
Es más sencillo meterse con una bandera o un idioma, sea del bando que sea, es más simple lanzar soflamas sobre cómo de malos son banqueros y dirigentes, es fácil meterse con las políticas imposibles de algunos y es menos complicado enzarzarse en los asuntos de corrupción por ejemplo. Desconozco si es porque no saben más, porque en sus carreras políticas al fin y al cabo la lejanía sobre algunos asuntos esenciales es el elemento natural de crecimiento en el político tipo español o es que electoralmente es obvio eso no vende.
Pero el problema es que hablan de cosas que no van a pasar y no hablan de lo que va a pasar. Luego unos prometen bajar impuestos y los suben y otros prometen aumentar gasto social cuando en realidad tendrán que reducirlo se pongan como se pongan. La matemática tiene una cosa muy jodida, resulta que si te piden 20.000 millones y nadie te los presta o los obtienes subiendo impuestos o se los recortas a tus gastos corrientes (léase servicios).
Además, da la sensación que la memoria de los españoles es de pez. Parece como si lo vivido en los años de la explosión de la burbuja ya sea sólo un eco en la distancia y se empiece a reactivar sectores que deberían de estar en cuarentena durante mucho tiempo. Es como si las causas de la Recesión que hemos vivido se hayan perdido en los periódicos y la gente no la recuerde. Pues hay más de un millón de familias que la tiene tatuada en la piel tras embargos o paro crónico.
El gobierno resultante deberá trabajar en ese sentido de manera urgente, sea de derechas o de izquierdas. Pienso que cada vez eso tiene menos importancia. Al fin y al cabo cuando bajamos a la ejecución política veremos que una calle no se puede asfaltar de derechas o de izquierdas, se asfalta o no se asfalta y, si me apuras, se asfalta bien o se asfalta mal. Aunque en mi caso añadiría, lo asfalta un equipo humano o lo hace un grupo de robots armados y software inteligente.
En España hay un problema de modernización evidente. Un agujero que aumenta en aspectos de transformación digital en todos los campos, públicos y privados. Una inexistente política al respecto. Nadie está procurando de manera estratégica, con un programa orientado al 2020 por ejemplo que tenga claro dónde y cómo llegar. ¿Cómo vamos a afrontar un mundo sin empleo? ¿Cómo queremos ser líderes en sectores de la industria del conocimiento? ¿Por qué hay países que del nuevo empleo que crean dos terceras partes es tecnológico cuando hace unos pocos años fueron rescatados por Europa? ¿Por qué el empleo que se crea en España vuelve a encaminarse a un modelo caduco y peligroso?
Y es que España podría ser líder en muchos campos. La oportunidad es histórica. Se puede. Si se puede (siento el eslogan). No digo que no deba aprovechar todo lo que sea creación de empleo. Así se empieza. Hablaba con el agregado de la embajada española en Irlanda hace unos días sobre este hecho. Yo me quejaba de que la creación de empleo es de baja calidad y no responde a una voluntad de cambio de modelo. Él respondía que de momento es lo que hay. Crear empleo es importante, no hay otra. Lo de crearlo en otros sectores de valor añadido ya vendrá, lo urgente ahora es ofrecer empleo del que sea a los millones de españoles en paro. Tiene razón a medias. Es preciso equilibrar eso o nos encontraremos en otro callejón sin salida que cuando te explota un crecimiento fantasma no tienes por donde escapar.
El riesgo de parar las reformas y el ajuste fiscal, un mercado laboral deficiente con mucho paro aún, una productividad que debe mejorar claramente y los riesgos que supone que otros países estén haciendo sus deberes hace años, son las grandes claves a resolver por sus señorías en los próximos años y empezando urgentemente. Me temo que vamos a tener ‘semanas de negociación’, titulares que sólo interesan a ellos, endogamia por la mañana y por la noche, politiqueo de segunda clase y mucho pasillo que nos aleja del verdadero problema que tiene el país.
Cómo entiendo que no van a cambiar sus dinámicas y considero que el tiempo es oro, para adelantarle algo de trabajo, les doy alguna clave sobre los problemas que hay que resolver urgentemente para que España se reindustrialice y lo haga bajo una dinámica tecnológica y generadora de empleo de valor añadido y de futuro.
En primer lugar reduciendo los costes energéticos, elevando la inversión en I+D y creando un nuevo marco educativo son los cambios que reclama la Nueva Economía. En segundo lugar es imprescindible preparase para las vacas flacas que tarde o temprano volverán con virulencia en unos años. La economía es cíclica y así suele pasar. Par sobrevolarlo el tejido empresarial español debe lograr que el peso industrial en la economía sea absolutamente mayor, decisivo. Cuando explosionó la burbuja inmobiliaria se dijo que la industria tomaría el relevo y así nos fue. El camino en ese sentido se ha iniciado y con un poco de esfuerzo podemos mejorarlo. El peso del sector industrial en la UE es del 18,9%, en España ya alcanza el 17,5%. Aunque no está lejos es notable pues hay países mucho peores que bajan la media.
Para que la industria sea realmente el tronco económico y con ella se logre pagar todo eso que dicen deberemos de asumir a medio plazo es preciso que los costes de la energía no sean tan altos como ahora, se pueda acelerar la baja inversión en I+D actual, se exija cambiar el marco de regulación en el que se mueve la industria y la nueva economía, enfrentarse de verdad con el modelo educativo, y estimular el crecimiento del tamaño de las empresas de este país a partir de las opciones de exportación. En Alemania las pymes son las verdaderas responsables de que ese país sea una potencia exportadora, no sólo las multinacionales por cierto.
El problema no está en que se abrace o no la nueva economía, las startups, la tecnología. El asunto es de raíz. No hay transferencia tecnológica entre universidades y empresas. Hay mucho maquillaje y poco bisturí. El problema de la inversión en I+D lo vamos a pagar caro. En concreto nuestros hijos. De hecho, el peso de la I+D en España respecto al PIB cayó al 1,24% frente al 1,27% del año anterior. En Alemania e del 2,83% o en Francia del 2,24%.
En definitiva, que termine ya este calvario electoral que sólo interesa a periodistas políticos, tertulias de bar y a los que llevan la vida en el círculo del politiqueo de partido y sus derivados. Es urgente que se pongan en marcha. Hace tiempo que el mundo nos avisa, que nos ha ido dando hostias con la mano abierta en ambas partes de la cara. Seguimos en muchos casos sin despertar. Por eso sería interesante que, cómo decía, se dejen de mercadotecnia, de frases hechas, big data político y gestos estudiados. La cosa nos va a ir de minutos. La sociedad sólo precisa que le marquen algunas pautas. Otros hemos pensado en volver incluso para empujar en el mayor reto que tiene España en décadas. Incorporarse a la Cuarta Revolución Industrial y hacerlo en cabeza. Liderando. Para ello estaría bien que nos explicaran la situación real y cómo la piensan afrontar. Es matemática pura por cierto y cuanto más sepamos, mejor podremos estructurar nuestras propias estrategias y empujar todos juntos a un gran país, a un tejido innovador, emprendedor y con grandes oportunidades. Sino saben que hacer o no quieren hacerlo, mejor nos dejan a los demás que lo hagamos. No molesten por lo menos.
La campaña electoral instantánea. Twitter cede el paso a Snapchat.
Las campañas electorales son como Tinder. Te van pasando fotos de 'candidatos o candidatas' y si alguno te gusta, haces 'match' y ya está. Sin análisis, sin reflexión. Si hay tema hay tema. Eso es lo que buscan los estrategas, influir con poco mensaje, con una foto, con un claim vagamente básico. No me digan que los eslóganes impactan porque no me lo creo. Se ponen porque nadie se imagina una campaña sin un mensaje inicial. Una vez propuse a un cliente que me contrató para ayudarles en una campaña electoral en Chile hace unos años, que debíamos ir sin eslogan. Fue muy efectivo y lo convertí en una conferencia que explicaba el efecto de viralizar este tipo de acciones sin título previo.
Las campañas electorales son como Tinder. Te van pasando fotos de 'candidatos o candidatas' y si alguno te gusta, haces 'match' y ya está. Sin análisis, sin reflexión. Si hay tema hay tema. Eso es lo que buscan los estrategas, influir con poco mensaje, con una foto, con un claim vagamente básico. No me digan que los eslóganes impactan porque no me lo creo. Se ponen porque nadie se imagina una campaña sin un mensaje inicial. Una vez propuse a un cliente que me contrató para ayudarles en una campaña electoral en Chile hace unos años, que debíamos ir sin eslogan. Fue muy efectivo y lo convertí en una conferencia que explicaba el efecto de viralizar este tipo de acciones sin título previo.
En esa línea de 'política sin eslogan' pero si 'política de eslogan' estamos. Y así nos va. Que la política española vive en su universo particular es evidente. Que va con retraso en muchas cosas también. Que lo de conectar con jóvenes, es obvio que le cuesta. Uno de los ejemplos más claros de que en general, quienes llevan el asunto estratégico de los partidos políticos en España, viven lejos de lo que realmente sucede y el cómo sucede se evidencia en la ausencia absoluta del uso del método de conexión y comunicación con el potencial electorado. Hablo de la comunicación instantánea que sugiere Snapchat, Periscope o Facebook Live esencialmente.
Cómo ya pasó con Twitter o Facebook en su día, de repente sus señorías (o sus jefes de gabinete) se dieron que era ‘imprescindible estar’ aunque para ello tuvieran que forzar la situación y posar digitalmente. De golpe, y tarde, o estabas o no existías. El problema radicaba, como ahora, que esto no va de estar de repente, requiere de un proceso fiable, real y duradero. Ahora harán lo mismo y será digno de pillarse una silla en primera fila y ver como se desarrolla el desastre. Sin criterio o con cualquier motivo se meterán pensando que ahí está el electorado perdido como si de un festín electoral se tratara. Y no se tratará.
Lo que me sorprende es que la política española no abrace ya un modelo de comunicación que les iría como anillo al dedo. Frases cortas o ni eso. Imagen y reducción a cero el contexto político, la reflexión profunda y la caricaturización de las campañas. Lo que intentan hacer en otras redes o con otras herramientas y que en Snapchat les encajaría de manera perfecta. No voy a entrar en quien es mejor o peor. Tengo claro que se acerca una segunda oleada de recortes y un importante parón económico que sin ser como el que ya tuvimos (no quedan burbujas que pinchar) le complicará la legislatura al que venga con toda seguridad. No voy a entrar porque ninguno está hablando de lo que realmente importa a mi entender. ¿Cómo piensan organizar este rompecabezas en un escenario de destrucción sistémica del empleo? Por eso no voy a entrar porque ellos no entran. Pero si me importa cómo hablan, con quién, y con qué.
Normalmente para los jefes de campaña, unos más hábiles y estudiados que otros, el lenguaje no es un método de expresión sino un medio de manipulación. El uso que dan de las redes sociales y de la construcción en ‘short-code’ de todo cuanto cuentan lo demuestra. Es insultante pero es objetivamente el mecanismo más eficiente para ‘convencer’. Lo saben todos. Pero, como decía, sorprende lo lejos que están de la realidad, tanto la nueva como la vieja política.
Me quejo habitualmente de que en campaña no se habla de nada que pueda tener interés más allá de unos cuantos meses. Nada de estrategia, sólo táctica. Es más sencillo y menos arriesgado. No hablan de cómo vamos a crear un país capaz de enfrentarse a los retos inmensos, bíblicos que nos va a tocar vivir. Por eso es normal que a su vez sigan alejados de la vanguardia social, de los mecanismos de comunicación que utiliza un gran número de ciudadanos en el país que quieren gobernar.
Que en España uno de cada dos jóvenes esté en paro debería ser motivo de penitencia de todos. Los que estuvieron, lo que están y lo que quieren estar incluidos por no aportar nada al debate significativo. Suenan tan viejos como los de siempre, pero en su caso suenan a no entender el mundo en el que viven y las reglas de un juego que tenemos impuestas y que no podemos cambiar unilateralmente, lo que es más preocupante si cabe. Esa mitad de jóvenes en paro se comunican lejos de dónde lo hacen los políticos. Casi no usan Twitter, no les gusta Facebook, no leen blogs y van abandonando Youtube. El lugar de ‘encuentro’ es Snapchat. Una red creada para que no la entendamos los mayores de 30 años.
En Estados Unidos, siempre a la vanguardia, la campaña electoral está impregnada por este nuevo escenario. Las elecciones del 2016 serán recordadas como las elecciones de Snapchat. En las de 2000 fue la gestión inteligente del email que superó al uso de un lento y poco eficiente Fax. En 2004 los blogs y el nacimiento de la opinión no ‘profesional’. En 2008 las redes sociales como Facebook o Twitter fueron la clave. Redes organizadas y bien gestionadas daban tendencia de opinión en todo momento. En 2012 empezó la gestión del Big Data. Todo lo que pasaba en la red era filtrado y estudiado masivamente. Ahora, en 2016, Snapchat inaugura la campaña instantánea, la campaña fantasma, la campaña ahora estoy, ahora no.
Atentos, por si alguno quiere tomar nota de lo que viene. Snapchat reveló que casi el doble de jóvenes de entre 18 y 24 que vieron el primer debate republicano lo hicieron por Snapchat y no por televisión. La existencia de Snapchat da un giro absoluto al modo en que las noticias atraviesan el saturado muestreo político. Sería interesante saber como está sucediendo esto en España. ¿Te imaginas que esos mismos jóvenes, como en USA, estén haciendo su propio análisis político y se informen a partir de esa herramienta y los partidos no tengan ni puta idea? Es como un universo paralelo en términos de comunicación.
La realidad es otra no obstante por desgracia. Los jóvenes no perciben política alguna. No porque no les hablan del modo que requieren ni en el lugar que habitan. Ellos están en Snapchat por ejemplo, pero como la política no, pues ellos no están en el debate político mayoritariamente. Por si alguno de los lumbreras que llevan la estrategia de estos partidos quiere tener en cuenta la esencia de un nuevo modelo de comunicación es importante tener en cuenta que Snapchat implica un giro absoluto pues opera sobre la antigüedad de las noticias y la caducidad en un Casi todo lo que se comparte por Snapchat, ya sea la foto de un pie o un acto de campaña desaparece en menos de 24 horas.
¿A que cuesta entenderlo? ¿A que para un cerebro de más de 25 años eso de no poder almacenar en una línea histórica para consultar una y otra vez no nos cuadra? Bienvenido al mundo instantáneo. Snapchat registra el aquí y ahora: se ocupa del hoy y sugiere que mañana algo caducará lo de hoy. Los estrategas de campaña se preguntan porque a las 24 horas casi todo pierde relevancia en los flujos digitales de información. En Estados Unidos ya lo han descubierto y tiene que ver con Snapchat que cuando una noticia se digiere colectivamente al cabo de un rato desaparece porque ya se prepararan para otro plato que puede ser totalmente distinto. Fast food electoral.
En este tipo de campañas, las ocurrencias y los efectos se ventilan rápido las reflexiones y el debate complejo. Esto va de una foto, un mini video, una frase. Me sorprende que en España con lo facilón que está siendo todo no estemos reinando en Snapchat. El mensaje es cada vez más superficial, más banal. Con la televisión pasamos de la política de programa a la de imagen, con Twitter redujimos el mensaje de partidos. Ahora con Snapchat o Periscope, lo que se exige es aun más minúsculo y rápido, además de un modelo de entenderlo todo muy distinto, efimero.
Ayer leía a Enrique Dans hablar de Snapchat. Lo hace como siempre extraordinariamente bien. Habla del hecho comunicacional que es lo que suele interesarle más pero algunas conclusiones son similares a como yo lo veo. Me preocupa que una herramienta como esta sea algo que esté tan lejos de quienes tienen como principal obligación ‘hablar y explicarse’ a todos, incluidos los más jóvenes. Sólo el candidato de ERC, Rufián tiene cuenta en Snapchat de un modo muy reciente. Es la anécdota.
Sobre Snapchat contarte que hay más de 100 millones de usuarios activos que se conectan a diario. Que se comparten 2 billones de vídeos cada día. Cada segundo 9.000 fotos son compartidas. Que Snapchat es la mejor forma de conectar con la franja de edad entre 13 y 30 años. Más del 60% de los jóvenes de 13 a 30 años que usan un teléfono inteligente tienen snapchat descargado. Más de 8 billones de videos son vistos cada día en Snapchat. Los jóvenes de 13 a 24 años ven 8 veces más videos en vivo en Snapchat que en la TV para eventos similares. El 60% de los usuarios de Snapchat crean contenido a diario. El 71% de los usuarios de Snapchat tienen menos de 34 años. Nos tomaría más de 10 años para ver todas las fotos compartidas en Snapchat solamente en la última hora.
El país con más usuarios en Snapchat es Irlanda. Snapchat es más conocido que Pinterest o Linkedin. Snapchat tiene más usuarios que Twitter, o Pinterest o Linkedin. Snapchat ha crecido en año lo que Twitter creció en 4 años. Cosmopolitan recibe 3 millones de vistas por día por esta vía. iHeartRadio es otra marca que tiene mucho éxito en Snapchat explicó que en septiembre durante su festival de dos días lograron cerca de 349 millones de impresiones.
Algo está pasando y muchos se lo están perdiendo. Snapchat es mucho más que una amalgama imperfecta de fotos, 'rainbow filters' o elementos sin importancia. Es un lugar de comunicación y en si mismo un código de conducta y relación. Obviarlo por no entenderlo es muy arriesgado.
Cuando el tema prioritario al hablar de Europa es 'la Eurocopa' y no el 'Brexit'.
Las últimas encuestas dicen que el 47% de los británicos quieren irse de la Unión Europea por el 43% que piensan lo contrario. El pánico al ‘Brexit’ está iniciando los primeros temblores de un previsible movimiento sísmico que muchos anuncian si sucede finalmente. El 78% de los alemanes quieren que se queden. Les va mucho en ello. De hecho parece que el rendimiento negativo del bono alemán es uno de esos movimientos de las placas tectónicas que avisan de que el epicentro del terremoto económico podría bien estar en el corazón de la propia Europa tal y como la concebimos ahora.
Las últimas encuestas dicen que el 47% de los británicos quieren irse de la Unión Europea por el 43% que piensan lo contrario. El pánico al ‘Brexit’ está iniciando los primeros temblores de un previsible movimiento sísmico que muchos anuncian si sucede finalmente. El 78% de los alemanes quieren que se queden. Les va mucho en ello. De hecho parece que el rendimiento negativo del bono alemán es uno de esos movimientos de las placas tectónicas que avisan de que el epicentro del terremoto económico podría bien estar en el corazón de la propia Europa tal y como la concebimos ahora.
Los inversores corren buscando refugio a la vez que Europa se desplaza poco a poco al agujero de la deflación. Dos tercios de la totalidad del saldo del gobierno alemán ya se negocia en tasas negativas. A los británicos empieza a darle igual que en la ‘City’ financiera de Londres se apoye la permanencia. Se quieren ir. El sentimiento europeo, dicen muchos, no estuvo nunca muy arraigado ni se cuidó especialmente por parte de Bruselas. Por ello, el precipicio ya se divisa a nuestros pies. Sin embargo la pregunta es si el ‘Brexit’ es el principio del final de la Unión Europea tal y como la conocemos.
El cambio de tendencia en las encuestas ha pillado desprevenidos a todos. Durante años la voluntad de permanencia era claramente mayoritaria. En los últimos dos meses esa tendencia cambió radicalmente. La preocupación baña las orillas de toda Europa. El efecto dominó en los rendimientos de deuda soberana se ha iniciado. Está sucediendo con todo aquel bono que no esté comprado por el propio BCE. Portugal, Italia, Polonia, los Balcanes y otros que van a la cola están tomando medidas que en la mayoría de los casos responden a táctica puntual, lejos de la estrategia que ahora mismo sería necesaria.
El BCE lleva comprados más de 700.000 millones de euros de deuda pública desde que comenzó el QE. No puede continuar a ese ritmo a menos que cambien las reglas. Está limitado al 33% de cada emisión de deuda. Lo que quiere decir que en tres meses, si hay ‘Brexit’ deberá aumentar su limitación al menos al 50%. Suena muy mal eso de comprarte tu mismo lo que tu vendes más o menos. Estando al límite como ahora, el BCE está acelerando la deflación. Lo peor es que parece no tienen otro remedio. El otro gran comprador, el Bundesbank, no está autorizado a comprar deuda una vez que los rendimientos caen tan bajo como ahora. La mitad de la deuda alemana está descalificada legalmente pues.
Como decía al principio a los alemanes les hace muy poca gracia que Gran Bretaña abandone la UE. Temen ser los únicos que deban afrontar los gastos que exigirán los países mediterráneos en breve. Los alemanes creen que España, por ejemplo, va camino de repetir los errores del pasado. De estimular una nueva burbuja inmobiliaria, de generar un empleo pésimo y de ser incapaz de asumir los recortes imprescindibles para equilibrarse con Europa debido al paro sistémico del país. Además, hay quien considera desde el país germano que países como España, Italia, Portugal, Grecia y algún otro, no van a abandonar el escenario actual y seguirán necesitando ayudas.
Los británicos argumentan que aunque ellos entregan más de lo que reciben, el motor europeo es Alemania. Digamos que se limpian la conciencia y solicitan centrarse en vivir su propio camino sin injerencias europeas que suelen ser siempre una factura a 30 días. Alemania ve en Gran Bretaña a un socio financiero y teme que la doble capitalidad europea ‘de facto’ que son Londres y Frankfurt pase a ser sólo la segunda.
¿Qué le puede pasar a cada país en concreto? En Irlanda el acojone es general por ejemplo. Sería un desastre económico para un país que depende en gran medida de esa relación agridulce con Gran Bretaña puede ser gigantesco. El Irish Times cifra en una caída del PIB irlandés cercano al 13% en unos años. En Francia se teme que un ‘no’ beneficie a partidos como el Frente Nacional que solicite hacer un referendum parecido y Francia tenga su ‘Frexit’ particular.
En mi opinión hay opciones favorable si al final se van. En el caso de Irlanda, tras una primera fase de desconcierto pueden ser aun más atractivos a empresas norteamericanas que busquen un espacio UE para sus transacciones pero eso tiene que verse. París puede recuperar la capitalidad financiera también al ganar atractivo. Todo puede ser, pero lo peor tiene que ver con el concepto europeo, con el modelo de reparto y equilibrio entre países ricos y pobres, la política monetaria resultante, la credibilidad de la zona euro y la gestión del desconcierto.
Para España, inmersa en sus cosas, puede que el ‘Brexit’ sea una apuñalada trapera. Lo peor es que el debate no se está produciendo. Sólo se habla vagamente y apelando a un sentimiento casi místico del porque Gran Bretaña debe quedarse en lugar de hablar de lo que podría pasar si se van o que no si se quedan. El estado de nuestro país y de su hipotética y frágil salida de la crisis es para tener en cuenta todo este catálogo de circunstancias.
Me sorprende, o no tanto, que no se explique que la hipotética recuperación y crecimiento que se nos vende viene amparado por la compra de deuda desde el BCE, la bajada del crudo, de la estabilidad del euro con respecto al dólar, mantener el déficit en un cifra récord y a un plan de recortes que sigue manteniendo a millones de españoles en la más absoluta miseria. Cualquier mecanismo que ponga en juego la posibilidad de que el BCE siga inflando el globo es una espada de Damocles. Habría que hablar de esto, pero por desgracia, cuando se habla de Europa, a la mayoría lo que les viene a la cabeza es la Eurocopa 2016. Pues eso, que no nos interesa mucho. Que no va con la mayoría. Que ‘if you want, bye brits’, ya nos apañaremos.
Se acerca el segundo mayor recorte desde la crisis. De eso deberían de hablar los re-candidatos del 26-J
Una cosa está clara, gane quien gane las elecciones del próximo 26-J, en su primer mandato tendrá que poner en marcha un gigantesco plan de recortes. Así es. España deberá hacer la segunda mayor reducción de déficit desde que la crisis es crisis. Digan lo que digan, y lo digan los púrpuras, los naranjas, los rojos o los azules, la decisión es inapelable y está pasando sin pena ni gloria entre programas y propuestas. Ninguno lo explica claramente, al igual que no explican cómo piensan crear empleo cualificado en los próximos años por cierto. Ellos a lo suyo. La mercadotecnia política marca la semántica y elimina lo que ‘no toca’.
Una cosa está clara, gane quien gane las elecciones del próximo 26-J, en su primer mandato tendrá que poner en marcha un gigantesco plan de recortes. Así es. España deberá hacer la segunda mayor reducción de déficit desde que la crisis es crisis. Digan lo que digan, y lo digan los púrpuras, los naranjas, los rojos o los azules, la decisión es inapelable y está pasando sin pena ni gloria entre programas y propuestas. Ninguno lo explica claramente, al igual que no explican cómo piensan crear empleo cualificado en los próximos años por cierto. Ellos a lo suyo. La mercadotecnia política marca la semántica y elimina lo que ‘no toca’.
En esta campaña, tan atenta a los ‘barómetros’, ha hecho que la economía pase a un discreto segundo plano. Sin embargo el peso plomizo de la realidad caerá. Tenemos un problema grave llamado déficit y, cómo decía, el que mande va a verse obligado al mayor plan de recortes desde que la burbuja y sus consecuencias nos reventaran en las narices para poder cumplir con las exigencias que vienen de Bruselas.
Sabemos que la mayor reducción se realizó entre 2011 y 2012 cuando, excluyendo el dinero recibido como rescate europeo a la banca, el déficit cayó en unos 26.000 millones de euros. El segundo mayor recorte fue el de 2010 de 16.000 millones. Ahora hablamos de al menos 19.000 millones de euros. Este cálculo parte de que España cerrará 2015 con un déficit cercano al 5%, según lo que prevé la Comisión Europea. Aquí hay que destacar que sin la intervención del BCE estaríamos hablando de un catastrófico 7% por cierto.
Hay como un ‘mantra’ que llevo leyendo hace días sobre que sin gobierno todo ha ido mejor y que es una gran noticia estar creciendo a pesar de que el gobierno está en funciones. Pues bueno, estar sin gobierno con capacidad para ejecutar no hace más que retrasar algunas decisiones que igualmente se tendrán que llevar a cabo y, en este caso, cuanto más tarde peor.
La idea de algunos partidos cómo Podemos de que, para reducir el déficit, no necesariamente se debe ser drástico con los recortes se basa en que según ellos se pueden aumentar los ingresos, subiendo impuestos o con un incremento de la recaudación fruto de la mejora de la economía. El problema es que aumentar los impuestos no garantiza mayor recaudación. De eso tenemos pruebas demoledoras. Tampoco habrá un crecimiento de la economía como argumentan. Al revés, esto se va a ralentizar de manera importante a todas luces.
El problema de España es estructural y de futuro. No sólo tenemos un problema de déficit, también de deuda, el más alto en un siglo. Nadie querrá recortar el gasto y los ingresos no van a aparecer por ciencia infusa a menos que empiece a llegar inmigración de todas partes y aumente la población. Algo que por cierto no lleva camino de producirse. Ya muere más gente de la que nace y se va más gente de la que viene.
Y a esto que en España la apuesta vuelve a ser al rojo par. La compraventa de viviendas se disparó un 29% el abril pasado. La construcción vuelve a ser la gran esperanza blanca. Pero puede tener los pies de barro. Si se cumple la previsión del Banco de España que asegura que la economía española crecerá al 2,3% en 2017 y al 2,1% en 2018, querrá decir que se acabó lo que se daba. En un país con un modelo tan poco eficiente cómo el nuestro, el crecimiento por debajo del 2,4% no suele crear demasiado empleo. Si a eso le sumamos la destrucción técnica que se aproxima, no bajaremos del 18, 19% en años. Una losa para cualquier reducción de déficit o políticas de crecimiento.
Todo el mundo confía en que ‘la demanda nacional seguirá tirando de la economía, con crecimientos elevados del consumo de los hogares y de la inversión empresarial, en tanto que la aportación negativa del sector exterior tenderá a hacerse nula.’ Se espera que una adopción de medidas estructurales mejoren el funcionamiento de los mercados e incrementen la productividad pero eso está por ver. Y es que en el ámbito exterior tenemos algunos riesgos importantes. Las tensiones geopolíticas en algunas zonas y el riesgo del ‘brexit’ del Reino Unido, no ayudarán. Nos quedará el turismo. Veremos.
No obstante, recordemos que los tipos de interés ayudan. Con tipos de interés casi nulos, se incentiva el gasto, pero cuando hablamos de casi un 5% de déficit quiere decir que se ha incrementado la cantidad de dinero en circulación por encima de la producción y los impuestos no llegan para cubrir el gasto. Muy básico pero se entiende. Esto incentiva que los precios se deberán ajustar tarde o temprano al aumento de la masa monetaria. Eso sucede siempre por parte de la demanda vía inflación. En el futuro estaremos obligados a sacar de la circulación la suma de todos los déficits que tenemos. O vía impuestos o vía inflación. La repercusión en la devaluación de los salarios y el ahorro se volverá a producir presumiblemente.
Por todo esto, lo dicho, que gane quien gane, lo más seguro es que nada de lo que dicen que van a hacer lo hagan pues el peso de lo obligatorio no sabe de ideologías ni programas. Que se lo digan a los griegos. Y la realidad es que ni vamos tan bien ni estamos tan mal. Pero de nuevo es imprescindible tener claro donde estamos porque sino vamos a ir construyendo una plataforma sobre arenas movedizas que nos va a devolver a la casilla de inicio de la crisis. Una casilla de la que aun no han podido salir millones de familias que siguen sin tener a ningún miembro trabajando. Los dramas permanecen, aun no se han solucionado y ya divisamos más recortes. Poco les puedo pedir a esos candidatos que esta noche se van a dar de hostias en televisión. Sólo que cuando llueve sobre mojado se encharca. Que lo tengan en cuenta y no mareen más una perdiz que lleva años perdida.
Ideas contra la extinción. Taxistas, operadores y medios de pago contra Uber.
Si eres un conductor de taxi, o si es propietario de una flota de taxis, posiblemente tu negocio va camino de la extinción. En ciudades de todo el mundo, los taxis están siendo suplantados por Uber, Lyft, y otros servicios para compartir trayecto. Dónde aun no sucede es básicamente por que la Ley hace de dique a lo inevitable. En la ciudad de Nueva York, el coste de una licencia de taxi se ha hundido de 1 millón de dólares a menos de 500.000 en dos años y muchos operadores de flotas y propietarios de taxis individuales ahora deben más de lo que nunca volverá a vale su negocio. Pueden culpar Uber o Lyft de esta catástrofe, pero sería como culpar a Skype por la caída de ingresos de algunas empresas telefónicas o a Gmail de Google de ser responsable de la destrucción del sistema postal. Las primeras han modificado su modelo de negocio y los segundos se han adaptado a ofrecer otros servicios o los han reducido.
Si eres un conductor de taxi, o si es propietario de una flota de taxis, posiblemente tu negocio va camino de la extinción. En ciudades de todo el mundo, los taxis están siendo suplantados por Uber, Lyft, y otros servicios para compartir trayecto. Dónde aun no sucede es básicamente por que la Ley hace de dique a lo inevitable. En la ciudad de Nueva York, el coste de una licencia de taxi se ha hundido de 1 millón de dólares a menos de 500.000 en dos años y muchos operadores de flotas y propietarios de taxis individuales ahora deben más de lo que nunca volverá a vale su negocio. Pueden culpar Uber o Lyft de esta catástrofe, pero sería como culpar a Skype por la caída de ingresos de algunas empresas telefónicas o a Gmail de Google de ser responsable de la destrucción del sistema postal. Las primeras han modificado su modelo de negocio y los segundos se han adaptado a ofrecer otros servicios o los han reducido.
No es el asunto del intercambio de servicios entre personas y estas plataformas las que han sentenciado a muerte al taxi. En realidad fue Internet, la telefonía móvil, las redes sociales y la automatización de procesos. De hecho, lo de montar una plataforma como Uber u otras, es lo menos significativo del asunto. Uber es innovación en algún sentido y lo es porque el mercado la ha aceptado. No hay más. Guste o no, tarde o temprano se regularán correctamente y fin del asunto. ¿Por qué no competir con ellos en lugar de exigir su prohibición? Recomiendo que el sector del taxi modifique su plan. Ese no le va a salir bien. En otros lugares, en lugar de enfrentarse con Uber por la vía de la prohibición o la de reivindicar unos derechos adquiridos cuando el mundo era de otro modo, han decidido competir con la plataforma directamente. Utilizando dos cosas claves: conocimiento del sector y un ejército de conductores ya disponibles.
En 10 ciudades del África subsahariana se han unido la mayor red de telefonía móvil del África Oriental, y creador de la plataforma de dinero móvil mas usado en el mundo, SafariCom, junto a redes menores de taxistas en Kenya, Uganda y Ghana. Su intención es crecer rápido para ocupar la cuota de mercado que Uber desea. adquirir. Técnicamente este será uno de sus rivales serios si pretende conquistar el continente africano. La diferencia con Lyft, Cabify u otros es que en este caso el rival sabe del tema, como sería el caso de los taxistas de cualquier ciudad europea. Se va a llamar Little Cab y será más barato, igual de seguro y completamente tecnológico. La red SafariCom es la mas utilizada en Kenya y su plataforma de pago M-Pesa es la de mayor importancia también ahí. Más de 20 millones de usuarios le otorgan a esta alianza un potencial futuro en el enfrentamiento con Uber.
Y en esto de la re-campaña andábamos que Podemos lanza una propuesta que pretende ser el salvavidas de taxistas y transportistas ante los nuevos tiempos que parece van a soplar en términos de economía colaborativa. Justo cuando Bruselas anunciaba que consideraba Uber, Airbnb, Cabify, BlablaCar u otros, modelos empresariales aceptables y animaba a gobiernos y jueces a desencallar su expansión y desarrollo en los países de la Unión, Podemos se posicionaba al lado del taxista y anunciaba que si llega al gobierno prohibirá estas plataformas, personalizando en Uber y Cabify. Cuando se trata de rascar votos no hay diferencia entre vieja y 'nueva' política.
Es curioso que sea Podemos y no otro quien quiera proteger un modelo que se ve desbordado por los tiempos a base de prohibiciones. Un modelo que debe reinventarse como están haciendo muchos otros. Nadie puede tener el monopolio de nada en base a una hipotética protección laboral que depende en exclusiva de que se aplique la ley correctamente. Es decir, no parece lógico que prohibamos los restaurantes de comida rápida porque uno de ellos no cumple con la normativa. De hecho no podemos acusar que el ejercicio de lo que hace ese restaurante sea ilegal, en todo caso estará cometiendo una ilegalidad. Es lo que pasa con Uber que debe adaptarse a la ley y proceder a regular a todos sus conductores. Es sencillo.
Sin embargo el asunto, que ya no lo va a detener nadie, se trata de cómo el sector del taxi, el transporte e incluso hotelero se enfrentan a su ‘reconversión’. Lo hicieron otros sectores y a unos les ha ido mejor y a otros peor. Imaginemos que por ley se hubiera prohibido Twitter, los blogs, los medios digitales que iban naciendo porque sus redacciones no cumplían con la normativa legal vigente en el periodismo. O imaginemos que se hubiera prohibido Spotify, iTunes u otros porque ponía en juego el modelo de distribución musical de las tiendas físicas. A unos, cómo decía, les fue mejor que a otros. La prensa sigue en su metamorfosis, buscando el camino, la música, las agencias de viajes y otros luchando por agarrarse a cualquier clavo que arda.
Ahora le toca al taxi, a los transportistas y derivados. Y lamento informar que la guerra que se anuncia contra Uber y compañía va a ser puro fogueo, una batallita sin repercusión futura. Gane quien gane, ya ha ganado Uber. Básicamente porque su proyecto gira en otro escenario, el de la autoconducción. Estoy seguro que las manifestaciones de la próxima década serán de taxistas y chóferes de Uber contra coches sin conductor. La diferencia es que cómo estos coches inteligentes estarán conectados a un cerebro central que organizará trayectos, se saltarán adecuadamente cualquier barricada.
Propongo dejar de pensar en prohibir y pasar a pensar en competir. De hecho les guste o no a todos, esto de la economía no es más que eso, una competición que si se rige por las mismas reglas suele entregar al consumidor el mejor producto con la mismas reglas. En eso deberían de pensar lo antes posible quienes esperan preservar su modelo en base a la exigencia legal de que la competencia no pueda existir. Al final, como pasará con los vehículos autoconducidos, la eficiencia, la calidad y los costes, se impondrán. Mejor póngase a pensar como competir ante la que se les viene encima y no hagan caso de aquellos que dicen que si llegan al poder van a prohibir. Está clarísimo que prohibiendo sólo se retrasa el progreso y el desenlace pudiendo ser dramáticos por cierto.
Re-campañas electorales. ¿Cómo crear empleo en un escenario de sustitución de hombres por máquinas?
Debate político, incluso antropológico según como se mire. Rensi no es el único que asegura que sustituir a personas por robots (que ya es posible y se está haciendo tímidamente) permite no depender de bajas laborales, reivindicaciones o aumentos de sueldo ‘inasumibles’ por la empresa. Ahí hay mucho que rascar. Digamos que visto así parece que la tecnología va a ser o por un lado el muro infranqueable para las demandas laborales o, por otro, el destructor de empleo más implacable de la historia.
Hoy empieza la re-campaña electoral. Descafeinada y ‘austera’ dicen. En teoría es, de nuevo, un espacio para el debate ideológico, político y económico. Os propongo que busquéis, que reviséis, que escuchéis con calma y que, si podéis, preguntéis a líderes o responsables económicos de cada partido que tienen previsto ante la inminente implementación por parte del mundo empresarial de millones de máquinas, software, robots y automatismos. ¿Qué tienen previsto para enfrentarse al mayor cambio socioeconómico que habrá vivido España hasta la fecha? ¿Cómo piensan crear empleo en un escenario de sustitución de hombres por máquinas?
Me temo que la respuesta será un conjunto vacío bíblico. Su lejanía de lo que le pasa a la gente es algo tradicional, el desconocimiento sobre lo que pasa en el mundo, casi genético. Pues ahí van datos: la OCDE advirtió en un reciente estudio titulado The Risk of Automation for Jobs que la robótica sustituirá un 12% de los actuales puestos de trabajo en países como España, Alemania, Eslovaquia, Austria o Reino Unido . Y señala que España es uno de los países menos preparados para afrontar este gran reto. Además asegura el informe que la creación de empleo que se está llevando a cabo en España especialmente vuelve a ir encaminada a sectores dónde el valor añadido humano no será necesario. Seguimos pensando en empleos del pasado y alejados de una sociedad del conocimiento dónde ser sustituidos por robots es más complejo.
Escuché al que fuera CEO de McDonalds, Ed Rensi durante una entrevista en Fox Business, que un brazo robótico de unos 35.000 dólares es más barato que formar a un ser humano. Hacía referencia al impacto que, en un mercado de trabajo inmediato, pueda tener el hecho de disponer de automatismos en cualquier industria frente a las lógicas variables salariales de un empleado. Durante la presentación de la película ‘The 4th Revolution – Energy Autonomy’ a la que pude asistir el pasado 30 de junio en Manchester, y a la que le siguió un interesante debate, se analizó este hecho . Allí se mantuvo una de las teorías sociales y laborales que pueden empezar a decantar políticamente el defender, o no, esa mecanización global de nuestra vida. En concreto se aseguró que 'un aumento del salario mínimo en cualquier país lo único que logrará será acelerar la revolución robótica y la destrucción de empleo.'
En la entrevista que comentaba a Ed Rensi, éste aseguraba que 'hoy en día es más barato comprar un brazo robótico que embolse patatas que contratar a un humano para hacerlo. Subirle el sueldo mínimo a un joven que realiza esta tarea convierte en inevitable la ‘contratación’ de un sustituto mecánico'. De hecho aseguró que los restaurantes ‘fast-food’ ya han iniciado una carrera frenética en este sentido y que en menos de 2 o 3 años vamos a ver un cambio notable en quien y cómo nos sirven en cualquier franquicia de este tipo'. Eatse, otra cadena de comida rápida americana ya ha anunciado que va a convertir toda su cadena en restaurantes robóticos. Pizza Hut ha ‘contratado’ a robots para su restaurante donde los camareros son autómatas. Adidas abrirá el año que viene una planta de producción en Europa dónde no habrá ni un ser humano.
Es posible, hoy en día, crear riqueza y no crear empleo. Según el columnista del Financial Times Edward Luce, 'la robotización explica que la economía estadounidense haya tenido un alto crecimiento en actividad industrial y una creación cero de empleo'. Esto pone en juego la versión oficial de cómo la política soluciona los momentos complejos económicos. Toca hablar de crear riqueza sin empleo, de renta mínima universal y de legislar para la Nueva Economía o el hostión que nos vamos a dar dejará en una caricatura la reciente crisis global.
Hablamos de muy pocos años. Tú lo vas a ver, tus hijos lo van a vivir de pleno. Para los que sigan pensando que esto no es urgente les propongo algunos datos. Muchos me preguntan porqué ahora los robots están entrando en todas partes cuando esos brazos armados ya estaban disponibles hace un tiempo y no estamos hablando en ningún caso de Inteligencia Artificial. La respuesta es simple y en dos direcciones. La primera es que toda esta robótica, parecida en algunos casos a la que ya existía, si posee elementos ‘más inteligentes’ gracias a modelos de conectividad y a capacidades de analizar usos en base a criterios de selección. El segundo y más importante en estos casos tan básicos, es que son más baratos. Muchísimo más baratos. Se ha iniciado la venta masiva de robots cómo cuando se inició la de teléfonos móviles. La Federación Internacional de Robótica cifra el mercado de la robótica a nivel global en 67.000 millones de euros en 2025.
Debate político, incluso antropológico según como se mire. Rensi no es el único que asegura que sustituir a personas por robots (que ya es posible y se está haciendo tímidamente) permite no depender de bajas laborales, reivindicaciones o aumentos de sueldo ‘inasumibles’ por la empresa. Ahí hay mucho que rascar. Digamos que visto así parece que la tecnología va a ser o por un lado el muro infranqueable para las demandas laborales o, por otro, el destructor de empleo más implacable de la historia.
Lo que tengo claro es que si esto lo tratamos desde el punto de vista social o ideológico tenemos un problema puesto que nadie puede estar a favor de eliminar derechos laborales o imponer una especie de ‘o aceptas o a la calle pues me he comprado un robot’. Desde el punto de vista histórico y evolutivo es inevitable que pase. En el primer caso además, la sustitución sucederá independientemente de lo que ‘trague’ el trabajador. Al final siempre será más caro, menos conflictivo y más ineficiente un humano que una máquina. Por lo menos en estos casos.
Todavía nos queda pensar que hay robots que se equivocan. Por lo menos, de momento. Aparte del caso en el que un restaurante chino ‘despidió’ a todos sus camareros robots porque rompían muchos platos en el momento de servir, me explicaban hace unos días la confusión que vivió un hotel que funciona con camareros de habitaciones robóticos. El pobre se había perdido por los pasillos. La orden de un cliente sobre el teclado digital en la ‘cabeza’ del bicho se formuló con un error que entró en bucle y no supo darle respuesta. Durante su paseo buscando una salida, el robot con ruedas solicitaba una clave a todos los huéspedes que se encontraba y sino se la daban los seguía. Tuvo que ser divertido. De hecho hubo quien dijo ‘pobre, déjalo, sólo es un robot’. Lo que me hace pensar, 'pobres, déjalos, están en campaña...'
Los suizos dijeron no a la Renta Mínima Universal. Pero, ¿se hicieron la pregunta correcta?
Suiza dijo no a la Renta Mínima Universal. Lo hicieron en base a la consulta que por primera vez se hacía a nivel de todo un país sobre la aplicación de una renta básica mínima y universal de 2.260 euros para cualquier residente en el país helvético. El 76,8% se negó y el 23% dijo sí. Tienen costumbre a negarse a estas cosas. En 2014 ya rechazaron un salario mínimo de 3.270 euros o dos años antes se negaron a aumentar las vacaciones de 4 a 6 semanas.
Suiza dijo no a la Renta Mínima Universal. Lo hicieron en base a la consulta que por primera vez se hacía a nivel de todo un país sobre la aplicación de una renta básica mínima y universal de 2.260 euros para cualquier residente en el país helvético. El 76,8% se negó y el 23% dijo sí. Tienen costumbre a negarse a estas cosas. En 2014 ya rechazaron un salario mínimo de 3.270 euros o dos años antes se negaron a aumentar las vacaciones de 4 a 6 semanas.
A raíz de esta consulta y su resultado, estos días se pueden leer comparaciones entre lo que votaron los suizos y lo que votarían los españoles en un mismo referéndum. La verdad es que comparar la sociedad suiza con la nuestra es como comparar una castañuela y un violoncelo. No es de recibo comparar lo que votaría un electorado que tiene a un 49% de sus jóvenes en paro, que cerca de ocho millones de personas tienen el paro en su memoria cercana, que cinco lo siguen estando, que dos millones de familias no tienen ningún ingreso y otro millón se ha tenido que ir del país a, entre otros Suiza, a buscarse la vida. Es muy fácil, pero injusto, catalogar a una sociedad de complaciente (aunque en muchos temas lo sea) porque intuimos que votaría 'sí' en una consulta sobre ‘un seguro’ de supervivencia. Esto no es Suiza por muchos motivos, políticos, sociales, históricos y culturales.
Que en un país con un 3% de paro, más técnico que real, dónde la renta per capita pulveriza esa hipotética renta básica y dónde el salario medio es de más de 84.000 euros (casi doblándose en apenas 14 años habiendo tenido incluso inflación negativa en algunos de ellos) parece lógico que ni se les pase por la cabeza incidir en un colchón social pues no lo necesitan. Entonces, ¿de dónde viene ese debate? Los que defienden que debemos empezar a preguntarnos acerca de este modelo de protección social lo hacen en base a una cuestión que muchas veces hemos hablado en este blog: un mundo sin empleo.
Los suizos llevan tiempo preguntándose sobre este tema a pesar de que no les afecta de momento ninguno de los elementos que combate una renta básica. Hace treinta años en las universidades se analizaba esta opción y a principios de la pasada década empezaron a surgir debates sociales al respecto, llegando finalmente a la recogida de 130.000 firmas que obligaban a convocar un referéndum. El resultado era previsible pero abre la puerta a un debate mayor, más sereno incluso y al análisis de un tema que, solicito, no se haga en términos comparativos entre países pues no sería justo ni nutritivo. De hecho, lo único que realmente nos debería de inspirar es que se convocan referéndums cuando se recogen 100.000 firmas. ¡Que envidia sana!
La renta mínima universal lo será sólo si es universal. En gran medida muchos suizos votaron ‘no’ el pasado domingo ante el temor de convertirse en un lugar dónde creciera la inmigración de manera desmedida, dónde a pesar de no encontrar trabajo, un emigrante pudiera percibir a medio plazo una compensación por únicamente ‘respirar oxigeno suizo’. Digamos que el hipotético carácter culto, maduro y responsable de los suizos estaría también condicionado por un miedo a ser ‘los únicos’. De momento así hubiera sido en términos estatales.
El debate sobre la Renta Mínima debe situarse en el futuro. No es un debate para el presente ni para subsanar mediante una especie de subsidio los dramas actuales en países no tan afortunados como Suiza o los escandinavos. El liberalismo radical se cura viajando y no soy yo precisamente alguien sospechoso de estar a favor de subsidios o ayudas indiscriminadas. Sin embargo, cuando descubres cómo es el ‘sistema público’ en otros países que consideramos ejemplares se te caen al suelo (los sistemas).
Hoy hablan muchos de la Renta Mínima y del ‘adulto no’ de una sociedad, la suiza, que no necesita dicha renta ni nada que se le parezca. Lo comparan con un hipotético referéndum en otros países (más mediterráneos) y concluyen que el resultado podría ser distinto porque éstos no mediríamos que una renta así, unos beneficios sociales así, se deben pagar y los impuestos subirían, etc. Que no lo vamos a pensar si nos preguntan, que nos va a dar igual, que sólo vamos a pensar en que ‘nos irían muy bien esos 2000 euritos ya que hace meses o años que no los ingreso a final de mes pues no tengo trabajo hace mucho tiempo’. Por eso digo que esa cuestión deberá hacerse en base a otros elementos técnicos y económicos.
Obviamente esa reflexión, esa pregunta y ejecución de la Renta que en otros lugares ya se ha iniciado, es difícil ubicarla en el momento actual. La renta mínima universal será imprescindible en un mundo dónde el empleo será otro, automático, robotizado y dónde la necesidad de la fuerza laboral humana responderá a criterios que ahora no podemos casi ni imaginar. En apenas 10 o 15 años nuestro mundo será tan distinto que un debate como el suizo hace unas horas se mostrará inapelable, necesario y cuyo resultado será muy distinto con toda seguridad.
En un mundo sin empleo, por lo menos sin el modo de emplearnos actual, deberemos responder a unas necesidades sociales, culturales y políticas muy distintas. El problema es que algunos ya lo están debatiendo y otros ni lo piensan y si lo piensan es en base a cosas muy antiguas y con las que nada tiene que ver el futuro del que hablo. Que en las próximas re-elecciones este tema ni se va a tratar o si se trata lo será en base al modelo pasado y no en base a las necesidades futuras es paradigmático.
Hay tres críticas principales que recibe la idea de una Renta Mínima Universal. Por un lado que es una ‘idea de izquierda radical’ pues supone subsidiar a una sociedad en base a subir impuestos y repartirlos en términos generales creando ‘drogodependientes’ cloroformizados. Por otro se considera que una sociedad dónde no es necesario trabajar para vivir puede alienar a las personas mentalmente y eliminar el valor del trabajo en la construcción de las personas. La tercera es la que considera esta Renta Mínima algo ‘neoliberal’ curiosamente, puesto que una medida así significaría eliminar todas las ayudas previas y supondría una redistribución de la riqueza hacia arriba. El dinero que antes se destinaba a personas de clase baja o con dificultades iría a parar ahora a gente de clase alta generando más desigualdad. Hay para todos.
Pero lo dicho, el debate no es de presente. Es de futuro y permite, incluso, una mirada al pasado. Cuando en el siglo XVIII una máquina de vapor entró en una fábrica eliminando tres cuartas partes de los puestos de trabajo humano sustituyéndolo por la fuerza mecánica que hacía lo mismo más rápido, más eficiente y sin quejas, se inició la primera conquista humana sobre el trabajo: la jornada laboral razonable. El ser humano empezó a dejar de trabajar de sol a sol. Tuvo la opción, porque la tecnología lo permitía, de reivindicar una jornada más ‘humana’. Eso lo permitió una máquina. Costó mucho equilibrar tiempo libre, disponibilidad, paro, tecnología, automatizaciones y cultura empresarial, pero se logró con el tiempo. A aquella Revolución Industrial sus coetáneos le llamaron Crisis Industrial y en base a eso tomaron medidas que han llegado a nuestro tiempo. Ahora vivimos algo parecido.
La Renta Mínima Universal no es la eliminación del trabajo. De hecho no es una renta mínima para los que no trabajen. Es parte de la transición que como especie debemos hacer y rápido. El trabajo va a ser distinto, incluso otro concepto. Ya no trabajamos como antes. Lo hacemos en otros lugares, de otros modos, con otras obligaciones y otras relaciones. Eso seguirá mutando y cada vez más rápido. Suiza se preguntó si querían una Renta Mínima Universal, pero no se preguntaron sobre la futura Suiza sin empleo, sin un empleo como el actual.
¿Por qué inspirarse en Silicon Valley? ¿Cómo se hace un 'siliconvaley'?
Si atendemos a los programas de promoción de las instituciones de medio mundo, en el planeta hay miles de 'siliconvaleys'. La realidad es otra. Reproducir un lugar como el que nació en California hace muchas décadas es sencillamente imposible. Por lo menos en la dimensión que exige el término y bajo los criterios en los que lo tenemos en mente. Sin embargo hay modos de acercarse, de crear un espacio similar, no en lo geográfico, sino en el conceptual y en los resultados a escala. No obstante, cómo mucho, de 'siliconsvaleys' puede haber dos o tres más y tiro largo. Lo que sí puede haber son espacios inspirados en él que utilicen en su dimensión posible lo que representa y sus efectos económicos
Si atendemos a los programas de promoción de las instituciones de medio mundo, en el planeta hay miles de 'siliconvaleys'. La realidad es otra. Reproducir un lugar como el que nació en California hace muchas décadas es sencillamente imposible. Por lo menos en la dimensión que exige el término y bajo los criterios en los que lo tenemos en mente. Sin embargo hay modos de acercarse, de crear un espacio similar, no en lo geográfico, sino en el conceptual y en los resultados a escala. No obstante, cómo mucho, de 'siliconsvaleys' puede haber dos o tres más y tiro largo. Lo que sí puede haber son espacios inspirados en él que utilicen en su dimensión posible lo que representa y sus efectos económicos.
La próxima edición del Web Summit se realizará en Lisboa dejando Dublín como la sede que lo albergó durante todos los años anteriores. Lo que parece una mala noticia para el ecosistema tecnológico de Irlanda no lo es tanto si se tiene en cuenta lo que no dejará de suceder en el ámbito de las startups en este lugar. La inversión no sólo parece que va a seguir creciendo sino que, además, grandes proyectos se anuncian hasta el punto que podemos estar ante la verdadera creación, por fin, de una especie de Silicon Valley europeo.
Eventos como el Web Summit son importantes por cuanto se mueve y por supuesto por cuanto inspiran. El año pasado, más de 2000 startups fueron atendidas por diferentes inversores y el volumen levantado por ellas asciende a casi un billón de dólares en Venture Capital. Una de esas startups fue FanDuel. La empresa especializada en el llamado ‘one-day fantasy Sports leagues’ que ocupaba poco más de un metro cuadrado de exposición entre centenares de emprendedores buscaba financiación en 2014. Durante el siguiente año llegó recaudar 275 millones de dólares. De hecho, en 2015 el CEO, Nick Eccles, vino como speaker. Ya no precisaba dinero, era el momento de explicar como lo lograron allí.
Spotify le dijo al gobierno Sueco que o cambiaba algo en cuanto a la educación que reciben sus ciudadanos o se iría
El ejemplo más conocido de cómo funciona el modelo inversor esos días es el de Uber. En 2011 el cofundador de esta empresa, Travis Kalanick, vino al evento. Se tomó una pinta de Guiness en el pub ‘Bruxelles’ de la Harry Street de Dublín con el inversor Shervin Pishear. Allí empezó una negociación que terminaría en el hall del Shelbourne Hotel dónde Pisehar le firmó un ‘deal investment’ por valor de 26,5 millónes de dólares. Lo que vino después es de todos conocido. Su inversión ahora vale billones.
La fuga de Irlanda del Web Summit preocupa y por ello parece que se está trabajando duro para evitar que sea un problema a medio plazo. La idea del gobierno irlandés es la de seguir haciendo atractivo el país al entorno digital y seguir insistiendo en lo necesario para convertirlo de verdad en ‘el siliconvalley europeo’. Quedará por analizar cómo se logra atraer un espíritu, un modelo de pensar enlazado a los retos personales, a los desafíos, a no tener temor al fracaso. Podrá haber dinero, talento, ayudas y territorio, pero es importante estimular una cultura concreta que de momento sólo existe allí a ese nivel.
Pero, ¿cómo se hace un ‘siliconvalley’? No únicamente con ‘arrobas’, no con espacios sólo de coworking, no se logra con mensajes de campaña que se quedan en el camino, no se hace permitiendo que se vaya el talento, explicando que es muy bueno venir y luego masacrar a inconvenientes a los que lo intentan, no penalizando eternamente al que le sale mal, no estimulando la innovación, no impidiendo que se desarrollen las nuevas formas de economía colaborativa, no evitando que la transferencia tecnológica entre universidades y empresas se produzca, no hablando de emprender por pura conveniencia, no creando leyes y normas que son de otro siglo, no manteniendo la burocracia, no complicando la vida al inversor internacional y desvinculando el territorio con los procesos largos y complejos que exige una revolución como la que vive nuestro mundo.
Ejemplos que permiten ver que hacer los hay. Spotify le dijo al gobierno Sueco que o cambiaba algo en cuanto a la educación que reciben sus ciudadanos o se iría. No era un tema de tributos, era un tema de talento. No logran tener personal cualificado sueco porque no se les forma en tecnología a tiempo. Contratar personal de otros países no sale a cuenta pues el coste de la vida en Suecia es inaceptable para muchos potenciales trabajadores. No piden rebajas fiscales para Spotify, piden descuentos para los trabajadores extranjeros no preparados a pagar tantos impuestos o que la educación mejore para contratar locales si acostumbrados a esa fiscalidad.
Volviendo a Irlanda, la atracción de capital se hace por la vía de lo que ofreces a quien invierte. Con el tiempo eso se acaba convirtiendo en tónica y la tónica aquí ahora es la creación de un espacio que se está interconectando como nunca. De haber centenares de empresas cada uno a lo suyo se ha ido gestando un bloque tecnológico importante. Fintech, IoT, Cloud y Big Data están muy bien representados y la sensación es que se multiplican entre ellos. La idea de que las startups son la clave se mantiene y que las 4.000 startups que se fundan al año en un país con apenas 5 millones de habitantes es en base a algo interconectado.
El Silicon Valley Bank anunció que a través del Fondo de Inversión Estratégica de Irlanda, respaldada por el Estado, invertirá un cuarto de billón de dólares en startups
De ahí que el mayor respaldo norteamericano importantísimo esté a punto de producirse. El Silicon Valley Bank anunció que a través del Fondo de Inversión Estratégica de Irlanda, respaldada por el Estado, invertirá un cuarto de billón de dólares en startups asentadas en Irlanda cómo mecanismo para incrementar la relación entre ambos espacios y porque ve que el modelo de Estados Unidos dónde educación, capital y talento están muy bien relacionados, se puede replicar aquí perfectamente. De hecho aseguran está en fase avanzada técnicamente.
La diferencia no es si hay dinero, que también, la cosa va de criterio político, acción económica y conocimiento de lo que nos espera sino actuamos. En España la visión de quienes dirigen está enfocada al próximo junio y una vez pase la fiebre se dirigirá a cuatro años vista cómo máximo. De España se va el talento, eso lo sabemos, y poco o nada se hace para retenerlo. Se sigue viendo el mundo de las startups, las aceleradoras, el capital riesgo o los desarrolladores de aplicaciones digitales cómo modelos económicos no genéricos. Son una anécdota, una cosa ‘cool’ que si tienes algunos sirve para el ‘powerpoint’ de turno y poco más.
Seguir obviando el papel de esta tipología empresarial, económica y social, es obviar lo que está pasando en el mundo
Del modelo de crecimiento amparado en el mayor número de startups, de la calidad de las mismas, del talento que albergan, de las oportunidades que logren, del apoyo económico o fiscal y de la vinculación con las universidades, depende que el futuro de un país como España se pueda contemplar con esperanza. Seguir obviando el papel de esta tipología empresarial, económica y social, es obviar lo que está pasando en el mundo. No vivimos en Yemen, ni en Venezuela, somos parte de un arco socioeconómico muy claro y concreto, somos Europa y nuestra competencia está en los otros países europeos, en Japón, en Singapore o en Estados Unidos. Ese es el partido que hay que jugar. Sino jugamos en esa división el futuro es de futbolín. Tal vez, estaría bien que definiéramos, como europeos, dónde estaría bien tener nuestro 'Siliconvaley' propio y trabajar todos juntos por ello. Aunque lo vea más factible en Dublín, yo voto por Barcelona, ¿y tú?
Se lo debemos a nuestros hijos. Una educación con garantías de futuro
En los próximos años se van a necesitar más de 800.000 puestos de trabajo en Europa que tengan que ver con la programación y la tecnología aplicada. Un universo de nuevos empleos que irán eliminando a otros que no requieran de un ser humano para ser realizados. La automatización y la robotización de procesos y servicios no harán más que acelerar de manera exponencial ambos casos, la destrucción de empleo y la carencia de otros nuevos.
En los próximos años se van a necesitar más de 800.000 puestos de trabajo en Europa que tengan que ver con la programación y la tecnología aplicada. Un universo de nuevos empleos que irán eliminando a otros que no requieran de un ser humano para ser realizados. La automatización y la robotización de procesos y servicios no harán más que acelerar de manera exponencial ambos casos, la destrucción de empleo y la carencia de otros nuevos.
¿Estamos formando a nuestros hijos para hacer frente en ese mundo? En términos generales y abandonando las anécdotas del sistema educativo en primaria y secundaria, la cosa es sencilla de analizar. Sólo mirando su actividad diaria, los métodos y las herramientas se ve claro. Que en muchas escuelas públicas y concertadas, y supongo que un buen número de privadas, al único momento de contacto con computadoras se le llame ‘aula de informática’ deja claro el asunto. Que nuestros hijos deban cargar con decenas de kilos con libros en sus mochilas cada día es aun más dramático.
Lo de llevar una tablet en lugar de libros supone un desafío importante pues no sólo es para aligerar peso, es para modificar el modelo de lectura, análisis y acceso a la información. Lo que se puede hacer con un texto enriquecido no tiene nada que ver con lo que se puede hacer releyendo un libro escolar en papel. No hablo de literatura. Además, a alguien le parece lógico que si nuestros hijos son nativos digitales y viven rodeados de dispositivos con los que interactúan con naturalidad, ¿lo natural no debería de ser incorporar en su proceso educativo de manera eficiente, constante y natural este tipo de herramientas?
Este video preguntó a niños muy pequeños como les gustaría que fuera su escuela y que deberían de poder hacer en ella. No tiene desperdicio. Están a años luz de lo que se les ofrece pero lo peor no es eso, es que si centráramos nuestros esfuerzos en lo que realmente importa lograrlo en algunos casos no es una quimera. Es priorizar en educación por delante de aeropuertos inservibles.
Por supuesto parte de esa educación vinculada al futuro que viene, en parte con un grado de tecnología inevitable, que ciertamente tiene que ver en cómo se hacen las cosas y en el motivo de porque suceden de una manera concreta, tiene que ver en como los padres también permitimos esa interacción. Hay muchos modos. No se trata de que los niños tengan relación directa con la tecnología en base a juegos de estrategia o a disponer de un teléfono propio antes de los 10 años. Hablo de software y hardware diseñado para naturalizar de manera divertida aspectos como el que comenté hace tiempo sobre cómo jugando con un robot un niño puede aprender, sin casi saberlo, conceptos de programación.
No se trata de que programen sino de naturalizar conceptos que se usan al programar. No es lo mismo hablar con una persona que hacerlo con un sistema binario. Eso ellos lo saben de manera nativa pero precisan de aspectos que lo dinamicen. En todo caso el debate no es si deben o no utilizar tecnología aplicada, el tema radica en si eso los forma con igualdad de condiciones a otros estudiantes de otros entornos geográficos o económicos. La cosa es grave. El futuro de nuestros hijos ya no es un lugar dónde formándote obtienes empleo seguro. El lugar en el que van a tener que enfrentarse a la cruda realidad es un complejo espacio dónde trabajar se va a definir de otro modo y dónde el ser humano como tal deberá ubicarse en base a reglas que ahora se están definiendo. No sabemos cuales serán pero si sabemos que la digitalización no será una opción.
No se trata de crear ingenieros o programadores sino de lograr la comprensión de los conceptos que van a presidir la vida de todos ellos. La lógica del futuro inmediato será muy distinta y se regirá por esos elementos que ahora nos cuesta aceptar. Saber porque un objeto se mueve en base a un código determinado no será optativo. No será importante saber escribir ese código pero si elementos lógicos que lo componen. No hablo de que un niño aprenda ‘php’ en su escuela pero si la lógica del lenguaje de programación por ejemplo. Es como no hablar inglés fluido pero si saber como se componen los gerundios en ‘ing’. Eso facilita las cosas.
Hoy en día se considera casi analfabeto a quien no es capaz de utilizar algunos aspectos tecnológicos básicos y no es tan importante conocer el ‘cómo’ se logra la emisión por televisión cómo el ‘concepto’ que lo logra. Todos sabemos que la red es un elemento consustancial a nuestra existencia, sabemos que sucede al compartir contenido y que todos lo podemos hacer. Quien no entiende de que va eso de la economía socializada tiene un problema para entender nuestro mundo actual y se encuentra en desventaja en muchos temas.
No parece lógico que niños de 10 y 11 años malgasten su tiempo ‘aprendiendo’ a utilizar un procesador de texto durante dos cursos, cumpliendo con alguna obligación de expediente metodológico cuando el uso de ese software está naturalizado en ellos. Lo que es importante, y de ahí surgirán las diferencias de oportunidad de estos chicos, es avanzar en otros temarios de los que seguramente la mayoría de docentes no están listos para explicar. Tal vez, cómo hacen en otros países, ha llegado el momento de modificar el modelo educativo, público especialmente, permitiendo la enseñanza remota, abierta y dónde el cuerpo docente se abra a la incorporación de personas que ‘no son maestros’ pero si conocen estos aspectos.
La educación es la parte más importante de nuestra vida. Nos impulsa al conocimiento y precisa de estímulos constantes. Es con ella que nos formamos como personas, atendemos a necesidades y comprendemos lo maravilloso de aprender. Cualquiera de estos elementos requiere que suceda en sintonía con el mundo en el que vive el alumno y con la aceptación absoluta del formador del mundo que van a vivir estos niños. Es preciso que quienes diseñan el modelo educativo se dejen de reformas políticas y se centren en lo importante. De verdad que poco importan, llegado a este punto, algunos de los grandes debates que la educación española vive de manera constante. Lo que realmente es crucial es que el diseño educativo se haga honestamente y bajo el análisis de que el mundo que viene será absolutamente exigente en algunos campos y si en ellos no nos vamos a ubicar con garantías el desastre será monumental.
Pensemos en el mundo hace apenas 20 años. Las redes sociales no existían, la telefonía móvil era un artículo de lujo, los viajes ‘low cost’ pertenecían a novelas de ciencia-ficción, las plataformas de economía colaborativa digital no estaban en la cabeza de nadie y los objetos necesarios para hacer todo lo que hace hoy en día un smartphone no nos cabían en una maleta de cabina. Ese mundo de hace dos décadas comparado con nuestro día a día es un juego de niños si lo comparamos con los cambios que vivirán nuestros hijos de 6 o 7 años en su mundo laboral cuando tengan 24 o 25. La innovación y el cómo se está implementando en nuestra vida aceleran de forma exponencial como dije hace unos días. No hay tiempo que perder.
Repito, no se trata de crear programadores, es sencillamente hablar el mismo idioma que ellos, con sus mismas herramientas y para lograr que el futuro no les pille con una sensación rara. Que no pase aquello de que lo que me han enseñado no tiene nada que ver con la realidad. Sí, ya sé que eso es lo ‘normal’, lo que nos ha pasado a todos, pero el problema es que ellos lo van viendo a tiempo real, nosotros nos dimos cuenta al salir al mundo real.
El problema es el mismo de siempre. Quienes deben estar en esto no lo están o siguen con su fiesta casi insultante de quien, con quien y con cuanto. Es patético. ¿Quién está en los grandes temas? La política de futuro no tiene nada que ver con el futuro de la política y en el caso de España nadie parece darse cuenta. El tiempo corre y ahora más rápido que nunca. Corre especialmente para nuestros hijos. Cada día, cada año sin acceso a una formación específicamente diseñada para el futuro es una oportunidad menos, una garantía menos. Se lo debemos.
Nos toca a nosotros, los que podemos votar y actuar, procurar que los cambios disruptivos a los que el mundo va a asistir en breve y a toda velocidad afecten negativamente en la menor medida posible a las generaciones venideras. Visto lo visto, nuestra única opción es repetir incansablemente las alarmas que ya suenan a lo lejos. No solo de votar vive el demócrata, también debe actuar.
De la pequeña política no se puede esperar estrategia, sólo táctica.
Mientras sus señorías vuelven a poner la maquinaria electoral que seguramente nunca pararon, el país sigue exigiendo de políticas activas que lo sitúen en la senda competitiva con urgencia. La Cuarta Revolución Industrial empezó con timidez hace unos años, se vive intensamente en la actualidad y se impondrá con dureza en breve. Lamentablemente en la agenda de quienes tienen el mandato de coordinar políticamente ese tránsito siguen a la suya
Mientras sus señorías vuelven a poner en marcha la maquinaria electoral que seguramente nunca pararon, el país sigue exigiendo de políticas activas que lo sitúen en la senda competitiva con urgencia. La Cuarta Revolución Industrial empezó con timidez hace unos años, se vive intensamente en la actualidad y se impondrá con dureza en breve. Lamentablemente en la agenda de quienes tienen el mandato de coordinar políticamente ese tránsito siguen a la suya.
La pequeña política, que suele ser la misma que la de los políticos pequeños, sigue estancada e impidiendo que el curso de la gran política y de las decisiones estratégicas llegue a ningún punto. Los días pasan y todo va directo a un muro de contención que de momento se llama elecciones y en unos meses será ‘pacto de estado’. Contención a muchas cosas, pero fundamentalmente a la responsabilidad que tienen todos ellos en no haber sido capaces de acordar ahora lo que acordarán después. Exclusivamente porque en su aritmética mezquina siguen viendo un puñado de escaños más en la repetición de las elecciones.
El paréntesis de acción política lo pagaremos caro. Mientras el mundo se detuvo en un lugar llamado España, en el resto del Universo siguió girando. El coste que ha tenido detenerlo todo desde el punto de vista estratégico y dejar que la táctica impregnara la acción de gobierno (y oposición si la hubiere), no ha hecho más que permitir que se refuercen modelos económicos que deberían seguir enterrados y a la vez ha permitido que los emergentes sigan sumergidos. Hablo de cómo el sector inmobiliario vuelve a repuntar y cómo el apoyo al cambio de modelo productivo vinculado a las nuevas tecnologías sigue estacado.
El sector de la construcción sigue creciendo. Se firman más de 300 mil hipotecas al año y aunque ha moderado su incremento este se sitúa por encima del 3,5%. A la vez, la inversión en nuevas empresas se estanca. El capital riesgo, la gasolina que debe impulsar el motor de un cambio de modelo, se muestra reacio a entrar en España como anunciaba hace unos años.
Una encuesta en LinkedIn mostró un aumento de casi el 36% en la migración tecnológica a países que están abocados a ese cambio de modelo. En nuestro país ese flujo está estancado a pesar de ser un destino que desde hace años se situaba entre los prioritarios. La inseguridad económica, la falta de perspectiva global y la oscuridad aparente de lo que va a ser el futuro político no hacen más que entorpecerlo todo.
No se trata de quien gobierna sino de que lo haga alguien y que tenga claras las líneas maestras que deben situar nuestro país en el tren que cambiará el mundo. Convertir algunas zonas del país en ‘regiones inteligentes’ es algo más que construir polígonos o ‘siliconvaleis’ de juguete. Se trata de generar tejido empresarial digital, transformar procesos administrativos y generar confianza a quienes deben apostar su dinero en ello. La transferencia tecnológica entre universidad y empresa es muy escasa todavía y de ello es responsable fundamentalmente quien debe tender puentes, financiarlos y estimularlos.
Algo estaba cambiando hasta hace poco en España. Se había intensificado de manera inédita la estimulación por una nueva economía que debía abrir las puertas del futuro a toda una generación. De momento esa puerta sigue medio abierta. La parálisis política y la minúscula gestión que la acompaña no permiten que se abra de par en par. El mundo empresarial vive en paralelo a todo esto muchas veces pero lo mira de reojo. Cierto que aunque a la política no se le espere, es importante para garantizar programas concretos que den apoyo y tranquilidad al mundo económico. El que tiene que ver con la innovación es mucho más sensible a esos elementos pues precisa de transmitir confianza al exterior por estar en sectores disruptivos dónde es difícil demostrar con un 'track record' la viabilidad de algunas cosas obviamente.
Asturias, Barcelona, Madrid, Valencia, Andalucía o Euskadi son escenarios donde hay gente y proyectos que pueden competir en cualquier contexto internacional. Sólo precisan de ayudas, ecosistemas, capturar talento exterior en muchos casos y capital inteligente. De momento estas expectativas cuando se cumplen son anecdóticas y no un ‘modus vivendi’ de las mismas. De vez en cuando una startup alcanza los titulares por una gran operación corporativa, pero eso no es más que fuegos artificiales dentro de un espectáculo general bastante previsible. Necesitamos que suceda con normalidad y que no exija de grandes titulares porque, en definitiva, vaya convirtiéndose en el modelo tradicional.
¿Que quiero decir? Por ejemplo, España es líder mundial en cocina. Los mejores chefs del mundo nacieron aquí pero no tenemos más que la creatividad de todos ellos que ya es mucho. Sin embargo la tecnología llegará a su sector de un modo que seguramente no imaginamos. ¿Quién está trabajando en ello? ¿quién está dando apoyo a las empresas tecnológicas que trabajan en campos como ese? ¿qué transferencia tecnológica se está produciendo entre formación y empresas? ¿cómo afectará a la restauración la impresión 3D de comida?
En el sector turístico no toda la innovación va de la mano del ‘big-data’, sino que hay que tener en cuenta la robotización del servicio. ¿quién está en ello? ¿cómo se les asesora? ¿cómo se vincula la calidad y la automatización? Hay más ejemplos y sectores donde España es líder y no se está trabajando de manera estratégica y el tiempo pasa inapelable.
Barcelona, como capital mundial de la tecnología aplicada en ‘mobile’ tiene una aureola en ese sentido que se puede apagar sino se genera valor. No se trata de permitir la creación de miles de ‘apps’ sino de estructurar un modelo de investigación, desarrollo y ejecución comercial de muchos elementos. Realidad Virtual y Aumentada, socialización de plataformas, vinculación con la IoT o las ciudades inteligentes. Se trata de algo más que de anunciar planes, se trata de ponerlos en práctica y de manera consensuada y estratégica.
Crear regiones inteligentes no es solo poner sensores en cada semáforo o un cerebro capaz de estructurar el tráfico en base a ello. Hablamos de disponer de gobierno electrónico, de publicar datos abiertamente y de fomentar la economía colaborativa. Para ello hay miles de maneras de utilizar nuevos modelos económicos vinculados a nuevas empresas que piden a gritos poder ejecutar sus extraordinarios proyectos. Sino les damos salida en casa para que demuestren lo que son capaces de hacer difícilmente lograrán inversiones desde fuera.
Hablamos de mejorar una sociedad, de hacerlo desde el uso de la tecnología y a partir de lo que esta ofrece. Pero también de que la clase política lo entienda o se deje asesorar. No es obligatorio que sus señorías sepan de esto al detalle pero es imprescindible que piensen que los tiempos avanzan de forma exponencial. Lo que hace una semana era 1, ayer fue 2, hoy es 4, en unas horas 16 y mañana 256. Es urgente que dejen de lado la política de juguete y pasen a la acción política de verdad, la que debe generar los factores necesarios para que nuestra sociedad no las pase putas otra vez.
'Quixote', el software que enseña ética a un robot.
Un nuevo estudio, esta vez procedente de la Rice University, vuelve a poner sobre la mesa el asunto de que las máquinas y la inteligencia artificial van a poner patas arriba el modelo laboral que ahora tenemos y que, por derivación, lo de tener trabajo va a ser una quimera tal y como lo entendemos ahora. Aseguran que se trata de algo que nos invadirá en apenas un par de décadas. ¿Quién no considera que va a estar vivo en esa época? Es decir, lo vamos a ver.
Un nuevo estudio, esta vez procedente de la Rice University, vuelve a poner sobre la mesa el asunto de que las máquinas y la inteligencia artificial van a poner patas arriba el modelo laboral que ahora tenemos y que, por derivación, lo de tener trabajo va a ser una quimera tal y como lo entendemos ahora. Aseguran que se trata de algo que nos invadirá en apenas un par de décadas. ¿Quién no considera que va a estar vivo en esa época? Es decir, lo vamos a ver.
A diferencia con otros ‘avances’ que se nos han anunciado en otras ocasiones, coches voladores, viajes al espacio, comunicación mediante chips insertados en nuestro cerebro, éstos se derivan de una lógica económica y no emocional. Un escritor de ciencia ficción puede imaginar un mundo independientemente de muchos factores, el argumento puede ser flexible. De hecho, no obstante, últimamente la mayoría de películas de este género se pasan una buena parte del tiempo explicando la lógica científica de la fantasia. Uno de sus más dignos representantes es la lisérgica ‘Interstellar’.
Los que escribimos sobre economía buscamos sostener lo que explicamos en estudios o planteamientos que proceden del contraste científico, académico, empresarial y político incluso. De ahí que la diferencia entre predecir un mundo con coches voladores y otro con una renta mínima universal viene a ser lo mismo que la que había entre lo que decía Arthur C. Clarke acerca de vivir interconectados gracias a computadoras en apenas unas décadas y lo que decía Asimov sobre un mundo Robot. Es importante apuntarlo pues el mundo inmediato y automático es una realidad embrionaria ya y muestras da de por donde van a ir los tiros.
Pues bien, los avances tecnológicos están caminando hacia una era en la que los seres humanos vamos a perder la mayor parte de nuestro trabajo a favor de las máquinas y si bien esto es un gran problema, es sólo parte de un problema mucho más grande. El progreso enorme en la inteligencia artificial, la robótica y las redes neuronales ya es evidente a través de la inmensa automatización que vemos en las fábricas y unidades de fabricación en todo el mundo. Industrias como la farmacéutica, automovilística, alimentaria, hostelera o electrónica han adoptado rápidamente la automatización sobre los seres humanos para el que existe un enorme aumento de la producción y que también a los costos comparativamente más bajos.
A medida que la Inteligencia Artificial se hace más sofisticada se apodera también de sectores que parecían intocables y sustituyen a ‘mentes’ humanas en múltiples tareas. Esto no hará más que acentuarse. En apenas dos décadas esos robots, esos algoritmos inteligentes habrán sufrido un crecimiento técnico exponencial. El robot de dentro de un año será dos veces capaz de hacer lo que ahora hace su ‘primo hermano’. En dos será capaz de cuadruplicar. En tres hará 16 veces lo que el primero. En cuatro 256 veces. Y así hasta llegar a computadores inteligentes y versátiles que puedan ser millones de veces más rápidos, resolutivos y ‘humanos’ en apenas dos décadas. Vivimos en la era de la exponencia.
Una exponencia sin retorno. Por ese motivo es urgente que nos pongamos todos a diseñar esa ruta de crecimiento en este campo. El camino que se recorra no se podrá deshacer. Lo que se genere, generado estará. Es importante diseñar cómo queremos que sea nuestro mundo futuro, el de nuestros hijos especialmente. ¿Cómo va a ser capaz nuestra economía global un mundo con un desempleo técnico cercano al 50%? ¿qué harán estos miles de millones de personas en paro? Es evidente que ante el mayor reto que ha vivido nuestra especie nadie está tomando en serio el asunto, por lo menos no dónde toca tomárselo. Necesitamos una clase política especialmente que esté a la altura de las circunstancias. Toca revisar el mandato corto y enfocarlo a largo plazo. Lo que ahora no se haga, no tendrá remedio fácil. Lo que ahora no se diseñe no tendrá corrección urgente.
La clase económica, las élites filosóficas y la ética serán fundamentales. Los desarrolladores tecnológicos, los que son responsables de esa tendencia irremediable hacia un mundo sin empleo, deberán saber que hay una contraposición ética y política que marcará la adecuación de todo ello. No podemos esperar que por puro darwinismo las cosas se arreglen solas. No va a ser así.
Entre los debates que se tienen que tener destaca uno por encima de todos. ¿se deben regular estos avances? ¿se debe limitar la Inteligencia Artificial? Imaginemos que llegamos a un punto, que llegará, que tenemos que mostrar códigos éticos a un algoritmo inteligente y sofisticado que tiene que tomar decisiones constantemente y que afectan a personas, modelos de producción, decisiones. ¿Qué ética le vamos a implementar si nosotros como especie no tenemos ningún ‘manual de usuario’ validado?
Dos investigadores, Marcos Riedl y Brent Harrison de la Escuela de Computación Interactiva en el Instituto de Tecnología de Georgia, creen que la respuesta está en un modelo llamado ‘Quixote’. Se presentó hace un mes en Phoenix, Arizona. Se trata de un software capaz de alinear conceptos a través de historias y secuencias aceptables que genera una comprensión en un software de Inteligencia Artificial. En base a esas historias y argumentos, literatura al fin y al cabo, el robot comprende el mejor modo de comportarse en sociedades humanas. El software toma un papel dentro de la historia y asimila su rol.
El software vinculado a la literatura intenta proporcionar límites éticos y diferenciar entre lo bueno y lo malo. Por ejemplo, 'si un robot se encarga de recoger una receta médica para un ser humano tan pronto como le sea posible, el robot podría en primer lugar, robar en la farmacia, tomar la medicina, y correr; en segundo lugar podría interactuar cortésmente con los farmacéuticos y saltarse su turno, o cómo tercera opción esperar en la cola.' Sin alineación de valores y el refuerzo positivo de la ética, el robot podría aprender que robar es la manera más rápida y barata para realizar su tarea. Con la alineación del valor el software literario ético Quixote permite que el robot sea recompensado por haber esperado pacientemente en la cola y pagar por la receta.
Estás pensando lo mismo que yo. ¿Quién decide que deben leer los robots? ¿Pasará lo mismo si ven la televisión? ¿Qué canal les ponemos? Yo cuando tenga un robot, sólo verá ‘la 2’. ¿El tuyo?
¿La 'Renta Mínima Universal' cómo respuesta a un mundo automático?
En el último Foro de Davos se planteó la creación de un salario mínimo garantizado para que la gente viva, porque el trabajo lo van a hacer las máquinas, y nosotros podremos dedicarnos a actividades creativas e innovadoras, o a viajar. José Luis Cordeiro, ingeniero mecánico por el MIT y profesor de la Singularity University de Silicon Valley asegura que ‘vamos a vivir un cambio mucho más trascendental que el que vivimos al transformarnos de simios en hombres, porque aquel salto fue de un 1% en nuestro genoma, y ahora va a ser muchísimo más grande. La relación entre los posthumanos y los humanos actuales será como la que nosotros tenemos con las hormigas’.
En el último Foro de Davos se planteó la creación de un salario mínimo garantizado para que la gente viva, porque el trabajo lo van a hacer las máquinas, y nosotros podremos dedicarnos a actividades creativas e innovadoras, o a viajar. José Luis Cordeiro, ingeniero mecánico por el MIT y profesor de la Singularity University de Silicon Valley asegura que ‘vamos a vivir un cambio mucho más trascendental que el que vivimos al transformarnos de simios en hombres, porque aquel salto fue de un 1% en nuestro genoma, y ahora va a ser muchísimo más grande. La relación entre los posthumanos y los humanos actuales será como la que nosotros tenemos con las hormigas’.
Muchas de las decisiones políticas provienen de la táctica, pocas con la estrategia. Es más fácil dar solución inmediata a problemas que se interpretan cercanos a procurar acciones que atiendan a problemas de un futuro aún lejano. Pero en muchas de esas predisposiciones de carácter táctico, casi sin saberlo, responden a algo mucho más sofisticado y complejo.
Como decía, a medida que esta década avance y nos adentremos en la siguiente, la fuerza laboral como la entendemos irá cambiando de manera rápida y radical. No habrá trabajo para todos, o por lo menos no lo habrá para ocupar tantas horas de tantas personas. Socialmente se irá instalando una necesidad de ocupar el tiempo y de compensar económicamente ese vacío. Algunas decisiones que de manera fugaz y anecdótica se van tomando y algunas ideas que se plantean en términos generales en organismos internacionales indican que, o bien por interpretación del futuro o bien por administración del problema que ya se vislumbra, se está abordando el asunto.
En Ontario, Canadá, se ha anunciado un plan de renta básica universal para todos sus ciudadanos. Se trata de un proyecto piloto en el que el gobierno de esta provincia canadiense ha implicado a sociólogos, investigadores, asociaciones, economistas y políticos. El objetivo es permitir que mientras que la economía de Ontario crece, las administraciones se comprometan a abordar un escenario donde la automatización y la tecnología va apartando a cada vez más personas de sus puestos laborales y, por derivación, de acceso a un salario. Uno de los planteamientos más interesantes del proyecto es el previsible aumento de impuestos directos y el crecimiento de servicios aportados por la administración. Esto mismo lo ha previsto Nueva Zelanda.
No es más que un primer esbozo de lo que pudiera ser el futuro. Un mundo donde trabajar sea un hecho puntual y creativo y dónde mucha gente no tendrá acceso a un trabajo remunerado por no ser eficiente o competitivo frente a la tecnología que le sustituyó. A cambio las empresas que utilicen estos mecanismos deberán pagar mucho más debido al ahorro en personal y esos réditos se derivarán a servicios que, con el tiempo, puedan convertirse en una especie de ‘derechos fundamentales’ de los humanos del futuro.
Otras ‘ideas’ que nuestros dirigentes han lanzado últimamente puede que respondan a la voluntad de ocupar titulares y columnas en los periódicos que van llenos de temas que no les agradan. Sin embargo muchas de ellas tienen el tono de una sociedad futura. Interpreto que ni lo saben, pero están hablando de soluciones a problemas que probablemente no tienen claro que vamos a tener. Hablan de propuestas que llegan del futuro aunque lo empaqueten con asuntos del presente.
La Generalitat de Catalunya prepara una reforma horaria. Se trata de imponer por ley que los trabajadores no salgan de su trabajo después de las seis de la tarde. Se busca una especie de jornada labora semi intensiva muy parecida a la que vivimos en países como Irlanda, Reino Unido u otros. Probablemente sea uno de los pasos invisibles para la reducción de la jornada laboral y la ampliación del tiempo ‘libre’. En los países escandinavos, especialmente Finlandia, se empezó así. El resultado técnico es una jornada que puede establecerse en menos de seis horas diarias. El modelo de la jornada intensiva se suele modificar por la jornada por resultados. Entras a la hora que quieres y sales cuando has finalizado lo que tenías que hacer ese día o adelantas el de otro. De facto, esta es la mayor revolución laboral que podemos esperar. Los más eficientes trabajarán menos horas pero serán más productivos. El resto dará paso a un software o a un robot.
En el caso de Catalunya ahora vendrán las discusiones entre agentes políticos, entre intereses de patronales y sindicatos. Si no lo hacen bien el tiempo les pasará por encima. Al final es cuestión de lógica. Las leyes pueden aprobarse en el momento que estimen sus señorías pero la historia y la sociedad que la va conformando tienen su propio ritmo que, en ocasiones, es mucho más rápido que el ‘tempo legislativo’.
Y por si fuera poco, se especula sobre la opción de que el BCE regale 1.300 euros a cada ciudadano de la UE a fin de reactivar la inflación. Obviamente esta es una idea que va directamente a la política económica y, en principio, no tiene nada que ver con lo que hemos comentado antes. Sin embargo tiene puntos de coincidencia: dar dinero por nada. Ofrecer una renta, una subvención, una ayuda, cash o lo que sea a todos los ciudadanos sin que por ello hayan hecho nada previamente. Sólo existir y vivir en una zona determinada.
Esta idea surge de los expertos del banco sueco Nordea Bank. No es casualidad que sea escandinavo. Ahora bien, esto se debe tomar con pinzas. El BCE ya dijo hace un par de semanas que esto de regalar dinero no va con ellos. ¡Faltaría más! No obstante Peter Praet, el economista jefe del Banco Central Europeo dijo que esta era una opción factible en política monetaria ya que, de hecho, ya se han gastado miles de millones en programas de compra y no han tenido efecto pues el dinero no ha llegado a las personas. Hay quien asegura que esto va a pasar. Jan Von Gerich del Nordea Bank dijo que ‘si retrocedemos un par de años veremos que el programa de compra de bonos soberanos parecía imposible para el BCE y se hizo’.
Por calcular el dispendio hablamos de 444.000 millones de euros. Esa sería a la larga la capacidad económica de Europa para una ‘renta mínima universal puntual’. Un ejercicio que de momento está en las hojas de cálculo de algunos, que se empieza a debatir y que, con matices en cada caso, todas van en una dirección: un mundo sin empleo, con renta mínima y dependiente de Estados, servicios públicos, con altos impuestos y la automatización y robotización de todo.
No obstante no puedo dejar de pensar en el hecho de que cuando hablamos de todo esto nos olvidamos de medio planeta. No se debe olvidar que todavía coexisten dos mundos: uno que piensa en rentas mínimas y otro que celebra seguir vivo cada mañana a pesar de ser un infierno cotidiano su propia existencia.
Una economía con las luces de posición y los cuatro intermitentes puestos.
La semana pasada me invitaron a participar en el programa ‘Morning Ireland’ para tratar temas de economía española y cómo puede estar afectándola el proceso de conformación de gobierno. Aquí están especialmente interesados pues, tras sus últimas elecciones generales, Irlanda se encuentra ante una situación muy parecida a la española sin posibilidad fácil de conformar gobierno. Temen y con razón que un período de gobierno interino pueda afectarles en la economía de manera importante si se suma a un posible ‘brexit’ que a quien más afectaría es a este pequeño país.
La semana pasada me invitaron a participar muy brevemente en el programa ‘Morning Ireland’ de la RTE para tratar cómo puede estar afectando a la economía de España el proceso de conformación de gobierno. Aquí están especialmente interesados pues, tras sus últimas elecciones generales, Irlanda se encuentra ante una situación muy parecida a la española sin posibilidad fácil de conformar gobierno. Temen y con razón que un período de gobierno interino pueda afectarles en la economía de manera importante si se suma a un posible ‘brexit’ que a quien más afectaría es a este pequeño país.
Bajo esa preocupación, los irlandeses consideran que es interesante averiguar como está España y cómo le fue a otros países en una situación parecida. Comentaron casos como el belga o el italiano por ejemplo. En mis respuestas sobre España me limité a encuadrar la hipotética recuperación española dónde justamente considero le toca y cuales son los puntos que la ponen en duda. Además, por supuesto, una situación política inestable que provoca la caída de inversión internacional en sectores claves y que supone una falta de rumbo en la puesta en marcha imprescindible de políticas activas para afrontar el cambio de modelo económico.
En primer lugar considero que el discurso de la ‘recuperación’ es un discurso peligroso. Se sujeta con alfileres y puede crear una falsa perspectiva que provocará frustración a medio plazo. Las cosas no se arreglan solas o por ciencia infusa. Cuando se reduce la tasa de paro del 25% al 20,5% no se puede considerar que ya se ve la luz al final del túnel porque esa reducción porcentual se debe en gran medida a la salida en masa de emigrantes que regresan a sus países de origen al no encontrar trabajo y a la huída de centenares de miles de jóvenes al exterior en busca de oportunidades. Es más, una recuperación sujeta a la llamada austeridad se ha ventilado estructuras sociales y familiares, ha creado una clase media sumergida y una clase pobre de escaparate cómo ya pasó en Grecia y Portugal por ejemplo. Esto no es salir de nada, es entrar en otra fase y no necesariamente mejor.
No digo que no estén produciéndose elementos de mejora. Los hay, pero es importante que no se retuerza la realidad según los intereses de quien la explica. En primer lugar porque es mejor para tomar medidas y en segundo para no crear falsas expectativas.
Ante todo es importante señalar que cualquier discurso oficial acerca del empleo y la creación de puestos de trabajo de forma masiva debería de mostrar claramente cómo piensan hacerlo. En este caso no sirve ni el discurso oficial del gobierno en funciones que garantiza millones de empleos gracias a la senda de recuperación iniciada o los discursos de aurora boreal del resto afirmando que el empleo se crea con políticas fiscales solamente.
No vamos a un escenario de mayor empleo. Es todo lo contrario. Cada vez habrá menos pues cada vez la automatización será más eficiente. Esto será exponencial y dónde ahora hay tres humanos haciendo algo pronto habrá un software o un robot haciendo lo mismo. En apenas cinco años lo que viene es una reducción del campo laboral importante, no de su incremento. Contra esto hay que trabajar no sólo hacer discursos que serán imposibles de cumplir y prepararse para un escenario inédito.
Además hay otros elementos que ponen en duda esa recuperación. El riesgo de convertirlos en crónicos depende de que esta gente se ponga de acuerdo y ponga en marcha la cisterna que arranca el mundo. Da igual quien, pero es urgente que lo hagan. Cada mes que pasa en el mundo de sus señorías es un año de pérdida en competitividad comparada en el mundo real.
Stiglitz enumeró hace unos meses en Davos los puntos en los que España estaba interpretando mal su situación y que, ahora, han crecido exponencialmente debido a la fase de interinidad de un gobierno que no puede tomar decisiones complejas ni estratégicas.
En este video de la sesión de Davos, Stiglitz explica los puntos que ponen en cuarentena la recuperación española y la enfrentan directamente con una dura realidad que podría ser peor que lo vivido hasta ahora. En él destaca lo siguiente:
1. El enorme crecimiento de la pobreza.
Uno de cada cuatro trabajadores españoles es pobre según la Organización Internacional del Trabajo. El número de personas que ganan menos de 60% del salario medio aumentó en cuatro puntos porcentuales entre 2000 y 2014, del 18% al 22,2%. El número de hogares que no tienen fuente oficial de ingresos alcanzó un máximo histórico de 770.000.
Si no fuera por la llamada economía sumergida, una lacra real para el crecimiento de un país a medio plazo, el tejido social español se hubiera roto por completo durante los años más duros de la llamada ‘crisis’.
2. Desactivación progresiva de la población.
El desempleo ha caído en los cuatro años del 26,5% al 20,5%, pero la población activa sigue disminuyendo a un ritmo importante. La razón principal de esta contracción es el éxodo masivo de los trabajadores extranjeros y la fuga de cerebros. La recesión ha dado lugar a la mayor migración de la historia de España según el Banco de España rondando el medio millón anual desde 2010.
3. La generación invisible.
La mayoría de los nuevos puestos de trabajo creados no son para los jóvenes. Casi uno de cada dos no lo logra. Además, los pocos afortunados tienen un salario en caída libre. Según la OCDE, el salario promedio mensual de los jóvenes trabajadores españoles se redujo de 1.210 euros en 2008 a 890 euros en 2013. Lo que es lo mismo, una caída de 35% en términos reales.
4. La precariedad crónica.
Con datos de 2014, el porcentaje de trabajo a tiempo parcial en España creció de 12% en 2008 al 17,4%. En lugar de crear más puestos de trabajo, se están cortando en pedazos cada vez más pequeños. Desde 2013 España ha creado mini-empleos como churros. Stiglitz dice que, según las estadísticas del propio Ministerio de Trabajo, los contratos de trabajo firmados normalmente cada mes no suelen llegar a más del 10 % en cuanto a empleos permanentes.
5. Una década perdida.
Mientras se habla de crecimiento del PIB, el nivel real de la producción registrada en 2014 por ejemplo, después de un año y medio de ‘recuperación’ era todavía un 5% por debajo del nivel registrado en el año 2008. Teniendo en cuenta la evolución de esto y de otros indicadores, se puede hablar de ‘década perdida’ cuando se quiere describir el periodo posterior a la crisis española. Ahora ya sabemos que una década te la ventilas fácilmente. Perderla es relativamente fácil. Ganarla es más complicado. De eso va, de ganar o perder otra década.
6. El futuro no se construye por inercia.
Los fondos para la investigación, desarrollo e innovación se redujeron de 321 € por habitante en 2009 a € 279 en 2013. La creación de polos de atracción del talento que se fue y de atraer a otro para vincularlo a la construcción de un país moderno y encauzado a los tiempos que vamos a vivir en occidente, siguen en punto muerto. Las grandes industrias son clave, las pequeñas empresas tecnológicas también. Todo debe estar bajo un plan nacional que englobe por donde hay que tirar, con quien y a que velocidad. Saber que hace falta es la clave. En Irlanda se crean 147 startups al día, dos de cada tres nuevos empleos tienen relación directa con las nuevas tecnologías o el conocimiento. En Alemania el peso de la exportación recae en el grueso y bien estructurado tejido de medianas empresas a pesar de tener grandes multinacionales.
Crear un nuevo modelo económico no es algo rápido pero o se empieza ya o no habrá tiempo efectivo de hacerlo. De ser miembro de la primera división económica del mundo capaz de jugar 'la Champions' se pasó en pocos años a estar en la segunda división. Hemos estado con opciones de ascenso en algún momento pero no se está renovando la plantilla y encima se está dejando ir a la cantera. Si caemos a segunda B, como pasa en el fútbol, igual no habrá opción de volver a jugar competiciones europeas nunca más.
La desigualdad y la pobreza han alcanzado niveles sin precedentes. Lo que provocó que, a pesar de que las cifras macro que se presentaron durante las elecciones eran impecables, los resultados electorales fueran un galimatías importante. Y lo volverán a ser si se repitieran los comicios tal y como están las cosas.
Convertir una crisis monumental en una oportunidad de transformación difícil era una opción. La otra era convertirla en un desastre bíblico. La diferencia sólo está en si quienes deben marcar las directrices estaban en temas tácticos o en asuntos estratégicos. Lo primero alcanza como máximo a cuatro años vista. Lo segundo exige de luces largas y una mirada a las próximas décadas. Pues eso, seguimos con las luces de posición y los cuatro intermitentes puestos en el andén de una autopista por la que ya circulan otros a toda velocidad.
Mientras llega la singularidad y el empleo va sobrando. Diseñar una transición robótica.
En Davos se debatió sobre el papel que jugará la robotización de todos los ámbitos de la producción y de cómo la automatización mecánica es, junto al Big Data, el elemento transformador más intenso que nuestra especie ha vivido jamás. De hecho se considera que la amenaza que suponen los robots y software asociado a todo tipo de empleos supondrá la eliminación de millones de puestos de trabajo en los próximos años. Se hablar de décadas pero deberíamos hablar de un período más corto.
En Davos se debatió sobre el papel que jugará la robotización de todos los ámbitos de la producción y de cómo la automatización mecánica es, junto al Big Data, el elemento transformador más intenso que nuestra especie ha vivido jamás. De hecho se considera que la amenaza que suponen los robots y software asociado a todo tipo de empleos supondrá la eliminación de millones de puestos de trabajo en los próximos años. Se habla de décadas pero deberíamos hablar de un período más corto. Tenemos ejemplos de cómo hemos cambiado en todos los aspectos de la vida de un modo meteórico. Internet en los noventa era algo técnico que no alcanzó el patrón empresarial hasta principios de siglo. Apenas unos cinco años después, ese mismo espacio digital pasaba a ser social, tres más tarde Internet era automático, ahora conecta objetos y en apenas unos meses viviremos en la Internet del Todo. La innovación es exponencial.
Hay críticos que consideran que vamos directos al abismo. Que estos avances no nos traerán nada bueno y que como sociedad no estamos preparados para estructurarnos. Se dice que los propietarios de la tecnología dividirán aun más nuestro universo entre ricos con control y pobres controlados. Tal vez pero la historia de la humanidad nos indicaría lo contrario. Si atendemos a cómo hemos afrontado como especie cada revolución industrial y cómo hemos logrado alzarnos en un nuevo estado de bienestar asociado a la tecnología, deberíamos ver el futuro con esperanza. Creo que cuando los robots eliminen todos los puestos de trabajo dónde puedan ser más eficientes, baratos y rápidos que un humano, encontraremos mejores cosas que hacer. Otra será cómo financiamos un mundo ocioso o culturalmente hambriento y con tiempo para digerir.
Actualmente la amenaza robótica se cierne sobre muchos empleos. Desde la fabricación hasta la venta pasando por los servicios. Ahora, al ampliar el espectro con el software y la inteligencia artificial, el número de ocupaciones en peligro de extinción es inmenso, casi absoluto. Watson y otros algoritmos pueden ser utilizados por cualquiera. En estos días estoy asesorando en la implicación de la inteligencia artificial ‘subcontratada’ para una multinacional de servicios afincada en Dublín y estamos viendo como las posibilidades son infinitas.
Es evidente que se tendrán que tomar medidas. Está claro que algo parecido a lo que se ha definido como ‘la renta mínima universal’ tendrá que discutirse tarde o temprano. Un mundo, inmediato, dónde trabajar apenas dos horas será suficiente y dónde el resto del tiempo tendremos que pensar que hacer. No será necesario trabajar más y sin embargo seremos igual de rentables gracias a la sofisticada ayuda de robots y algoritmos. Habrá que recolocar a millones de personas en un mundo sin empleo. Las promesas de creación de empleo son de aurora boreal. De lo que se trata es de afrontar el escenario real no uno que políticamente interese. Lo que se debe analizar es como avanzaremos en la fase de transición hasta ese escenario final.
Muchos empleos, sin embargo, permanecerán. Cuando el ser humano ha vivido un momento como este ha avanzado más que nunca. El tiempo disponible para actividades ‘humanas’, creativas, filosóficas, científicas, eliminando aspectos mecánicos, repetitivos o superables por una tecnología cualquiera, ha supuesto avances inéditos que han permitido cada vez vivir mejor a todos.
Cuando el hombre vivió la revolución lítica, hace miles de años, nos asentamos en comunidades donde cada uno de nosotros asumía una función y se especializaba. Ese mecanismo de autogestión nos obliga a pensar que sino eres capaz de ganarte tu ‘sueldo’ eres un inútil. Ahí aparece una de los primeros dilemas que deberemos superar. Si a medida que avance todo cada vez necesitaremos menos trabajar, ¿que pasará con eso? Nuestros dirigentes, pensadores, economistas, inventores, científicos y sociólogos deben pensar en ello. No se trata de esperar la catástrofe, sino de identificar el modelo social y económico que debe enfrentarse a ese punto que la historia nos tiene reservado a los que ahora mismo tenemos menos de 50 años.
En el campo de los servicios hay ejemplos presentados mundialmente cómo reveladores. La mezcla de mecánica robótica y algoritmos inteligentes producen ‘artefactos’ como Sophia. La empresa Hanson Robotics tiene listo para comercializar un androide ‘femenino’ capaz de atender en campos como la salud, la educación y aplicaciones directas a cliente. En el video que acompaña se puede ver a Sophia, que tiene capacidad para simular 62 expresiones faciales y de recordar a su interlocutor, siendo preguntada por diversas cosas. A la pregunta sobre su futuro, Sophia responde que ‘espera poder hacer cosas como ir a la escuela, estudiar, tener su hogar y familia’, pero que como no es una persona sabe que eso no lo podrá hacer. La idea es que este tipo de robots aprendan de los humanos.
Pero volviendo al tema de la especialización y la construcción de una sociedad ambientada en la automatización de todo. Como decía antes, esa especialización del empleo se fue intensificando con cada revolución en la distribución del trabajo que hemos sufrido. Cada vez la dependencia del trabajo fue mayor por lo que ahora debemos preguntarnos ¿qué pasará cuando millones de empresas reemplacen (ya lo están haciendo) todos sus puestos de trabajo por robots y algoritmos?
Tal vez debamos revisar la historia. En Estados Unidos la agricultura era una de las fuentes de empleo más importantes. Los avances en la forma de cultivar permitieron una mayor eficiencia reduciendo el número de empleos de más de 10 millones a 3 en apenas cincuenta años. Durante ese tiempo la industria tecnológica americana creó 6,5 millones de empleos. Obviamente no todos los agricultores pasaron a ser desarrolladores. Fueron sus hijos que en lugar de trabajar en el campo estudiaron programación.
Las recesiones generan innovación. Apple, Google, Microsoft o Facebook nacieron en momentos de crisis. Alrededor de 1870, durante una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad, se patentaron la bombilla, el teléfono, el fonógrafo, la red eléctrica y el metro urbano. Volverá a pasar. En todas las cosas que los robots y software nos sustituirán tendrán que ver con la fuerza física o la fuerza bruta computacional ya sea vinculada al cálculo o la inteligencia artificial derivada. De momento mientras llega la singularidad tecnológica, ese momento en el que los robots no nos necesiten para existir y regenerarse, no afectará a la creatividad, al detalle, a la empatía o las relaciones humanas.
No obstante un punto ciego aparece en ese punto. Las muestras más recientes sobre humanoides, inteligencia artificial y robótica asociada explican un mundo donde algunos elementos ‘sólo humanos’ también podrían ser modificados. Raymond Kurzweil asegura que ‘el futuro de los robots es más social del que pensamos, pasaremos de ver en pocos años con naturalidad robots articulados con ruedas que lleven pizzas de un lugar a otro, a drones acercando a sus clientes objetos y coches autónomos desplazándonos, a tener conversaciones con amigos virtuales capaces de simular interés, enfado, alegría o amor’. Entonces esto va de un mundo de interrelación más que de sustitución me temo.
Nadie habla de esto. Se suceden las elecciones, debates, tertulias o lo que sea y, cómo mucho, se comenta a nivel exótico, como quien comenta la última serie de Netflix. Esto es real y hay que abordarlo en todos los escenarios de decisión. En Davos, como decía, no siendo un lugar que se caracterice por la innovación se trató de mostrar con exactitud y lanzar un requerimiento a la clase política y empresarial del mundo para que tomen medidas antes de que esto se convierta en un drama.
La sociedad ha cambiado gracias a este cosmos digital. Ha mutado con las redes sociales. La tecnología lo ha transformado todo. Casi sin aviso, sin planos que nos indicaran como hacerlo. Lo trascendental es que lo que hasta ahora ha pasado era sólo el prólogo. En unos minutos empieza el primer capítulo. Un capítulo que nos regalará tiempo útil. Cambios masivos que traerán tiempo para innovar si sabemos cómo afrontarlo. Si no hacemos nada, las crisis vividas hasta la fecha habrán sido una caricatura comparada con la que se nos viene encima.
Irlanda baja una parte del impuesto de Sociedades al 6,25% para atraer más empresas tecnológicas.
El pasado viernes se celebraron elecciones generales en Irlanda. Ganó el partido en el poder de nuevo, el Fine Gael. El resultado tiene un tono a lío imposible. Las medidas de austeridad que tuvo que acometer el partido de Enda Keny, actual Taoiseach (Primer Ministro), en coalición con los laboristas parece que le ha pasado factura. El centro izquierda puede que no logre conformar gobierno sino se alía con el segundo partido en los resultados, el conservador Fianna Fail. Otra opción es buscar algún acuerdo casi imposible con el Sinn Fein de Gerry Adams o con la amalgama de candidatos anti austeridad que han logrado un resultado a lo ‘Podemos’.
El pasado viernes se celebraron elecciones generales en Irlanda. Ganó el partido en el poder de nuevo, el Fine Gael. El resultado tiene un tono a lío imposible. Las medidas de austeridad que tuvo que acometer el partido de Enda Keny, actual Taoiseach (Primer Ministro), en coalición con los laboristas parece que le ha pasado factura. El centro izquierda puede que no logre conformar gobierno sino se alía con el segundo partido en los resultados, el conservador Fianna Fail. Otra opción es buscar algún acuerdo casi imposible con el Sinn Fein de Gerry Adams o con la amalgama de candidatos anti austeridad que han logrado un resultado a lo ‘Podemos’.
Llegué a este país con unas elecciones recientes que se celebran cada cinco años. Digamos que he vivido lo que muchos aquí denominan el ‘rescate innecesario’ y su posterior ‘austeridad innecesaria’. Muchos consideran que tanto ajuste y tanta austeridad no era necesaria, que Irlanda podía sobrevivir gracias a las multinacionales que aquí tienen su sede. Es como socialmente se intenta culpar a quienes se las han hecho pasar muy duras por los pecados del pasado. No tengo claro sé si era necesario uno u otra, pero cabe destacar que la ‘política de recortes’ ha sido especialmente una subida de impuestos indirectos y un apretarse los cinturones (mucho) en el gasto corriente del sector público, bajo consumo, despedir funcionarios, reducir prestaciones por desempleo y algunas medidas más. La inversión pública cayó, obviamente, pero no podía hacerlo en los servicios públicos pues estos ya estaban bajo un patrón dónde el estado ofrece muy pocos servicios o, cuando los ofrece, son de calidad muy deficiente si los comparamos con España por ejemplo.
¿Dónde aplicaron la austeridad? En el aumento de tasas, como una inédita water tax que genera un impuesto sobre un recurso natural que en Irlanda está por todas partes, gravámenes sobre las rentas, nuevos requerimientos impositivos en la vivienda, alquileres, pagar por tener televisión (aquí se paga por cada televisión que tienes en casa), bolsas de basura (cada unidad de vivienda tiene un cupo), incrementos en alimentos, el IVA al 23%, etc. Al contrario que en otros países, lo que no tocaron fue algunas de las grandes conquistas sociales de este país: ayudas a la natalidad o la ayuda mínima social. Cabe decir que sus ajustes estructurales llegaron a representar un 18% de su PIB. Que se dice pronto.
Digamos que aumentó mucho la presión fiscal sobre las clases medias sin recortar realmente mucho, pues no había demasiado donde recortar. Una de las peticiones de los grupos anti austeridad era subir los impuestos a las empresas. Pero eso no se ha tocado. Es más, desde el pasado enero hay menor presión tributaria incluso. Es decir, han subido los impuestos a las personas y se los han bajado a las empresas. En mi opinión, una de las razones de que este pequeño país siga creciendo ahora por encima del 5%, tras hacerlo recientemente al casi 7%. Les ha salido bien.
Y es que uno de los elementos diferenciadores de Irlanda es su política fiscal. Cómo he dicho, mientras mantiene una fiscalidad empresarial muy baja y con enormes ayudas, la que afecta a las personas es muy distinta y especialmente alta si atendemos a la falta de servicios asociados. Hace dos años Irlanda ya presentó el primer aumento de su presupuesto desde el rescate. El déficit público ha pasado desde el 32% del PIB de 2010 a menos del 4% actual. La competitividad laboral ha mejorado más de un 20%. Y se encuentra en el séptimo puesto del Índice de Libertad Económica de Heritage Foundation.
Es muy probable que tengan que repetir las elecciones en agosto. Todo es posible, pero gane quien gane, se coaliguen unos u otros, excepto en el caso de los grupos anti austeridad, el resto, incluido el propio Sinn Fein, los laboristas, el centro derecha o el ganador centro izquierda, todos, ya han declarado que hay un impuesto que no se va a tocar: el Corporate Tax, lo que vendría a ser el impuesto de sociedades que hasta hace poco estaba en un tipo único del 12,50% y que, como he dicho, desde el pasado 1 de enero tiene un tipo reducido del 6,25% que afecta a un determinado tipo de empresas. Cómo este impuesto se paga en base a una previsión por anticipado algunos ya han notado la rebaja.
Este tipo tan bajo está planteado como una propuesta de gobierno del actual equipo y que fue parte de las promesas efectuadas hace ahora cinco años. Recordemos que el sistema tributario irlandés incorpora un régimen de auto evaluación en virtud del cual las empresas determinan si deben pagar impuestos o no y, de ser así, presentan sus declaraciones de impuestos y efectúan los pagos por impuestos correspondientes de manera anticipada si lo desean. En este caso se puede incorporar ya a la previsión del 2016 por ejemplo.
¿Qué tiene de relevante esta rebaja a parte del puro hecho aritmético? Pues que es un modelo que sigue ahondando en lo que busca este país en cuanto al cambio de modelo productivo abrazando la tecnología y la innovación. La deducción fiscal denominada Knowledge Development Box se ha diseñado para atraer la inversión extranjera aplicando una deducción que se aplica a todo el beneficio generado por la inversión en I+D que ha hecho dicha compañía con residencia en Irlanda. Obviamente esto es muy interesante para empresas de software, Apps, plataformas, cloud y aquellas que registran patentes de propiedad intelectual.
Hay varias políticas sectoriales que deben tener consenso si quieren alcanzar éxitos notables. Son aquellas que precisan de largo recorrido para ser eficientes. La educativa, la económica y la fiscal. En Irlanda la primera y la última así lo tienen. No se toca el modelo educativo desde hace mucho y ningún candidato amenaza al anterior con que va a ‘derogar’ sus leyes anteriores en materia educativa porque, en realidad, las hicieron entre todos. El nivel educativo y el talento al que pueden acceder las empresas es muy alto en consecuencia.
En materia tributaria también hay consenso. Lo hay por un hecho sociocultural que no es sólo un elemento que se basa en la ‘competencia desleal’ del Impuesto de Sociedades más bajo que en el resto de Europa por ejemplo. Hay que recordar, de nuevo, que la compensación entre impuestos empresariales y presión fiscal individual se produce de manera muy equilibrada y responde a un modelo sociopolítico.
Aparte del Impuesto de Sociedades que se aplica a los ingresos obtenidos de actividades comerciales (incluidos los dividendos extranjeros que cumplen determinados requisitos pagados con cargo a los beneficios de explotación) al 12,50% y el ya nombrado Knowledge Development Box al 6,25%, existen otros tipos impositivos muy interesantes. Por ejemplo el incentivo del 25% en materia de I+D que funciona como crédito fiscal o el Impuesto sobre las plusvalías (capital gains tax) que es del 0% en régimen de exclusión del impuesto respecto de la enajenación de acciones que cumplen determinados requisitos o del 33% como tipo estándar para las ganancias pero que está con sujeto en la mayoría de los casos a diversas desgravaciones y excepciones.
También es muy atractivo el Impuesto del timbre (Stamp duty) que está entre el 1 y el 2% que es pagadero en relación con documentos jurídicos y comerciales, incluidos documentos relacionados con la transmisión de la propiedad, arrendamientos de inmuebles, formularios de transmisión de acciones y determinados contratos. Finalmente existen 73 magníficos tratados suscritos con las economías emergentes (incluida Latam) de libre circulación de bienes desde y hacia esos países. Además Irlanda tiene acuerdos de colaboración con Estados Unidos que son excepcionales en materia de nuevas tecnologías.
Para este país la política fiscal debe ser baja en términos generales. Así lo entienden culturalmente y aceptan a su vez un estado que ofrece muy pocos servicios. Por lo tanto, se deriva una intervención estatal algo reducida con respecto a otros países europeos. A esta fiscalidad que cada vez es más alta para las personas (de ahí el castigo electoral y el ascenso de los grupos anti austeridad) se contrapone una muy flexible para las empresas. Se considera que éstas pueden crear empleo si se les permite pagar menos y a la vez ganar más, invertir o exportar mejor. En definitiva ingresar en el neto mucho más que si se les presionase con muchos impuestos y las pudiera ahogar financieramente en momentos difíciles.
A la vez, esas empresas que generan empleo permiten que los ciudadanos puedan consumir y al mismo tiempo pagar más impuestos personales. Contratan servicios privados que sustituyen los públicos y la rueda va girando. Según este sistema, la clave nace en la rebaja de impuestos a las empresas.
A modo de resumen y para entender que ha significado la reducción de presión fiscal corporativa en Irlanda decir que en los peores momentos de la crisis, cuando fueron rescatados por el FMI y el BCE, la propia Troika pidió a Dublín que subiera el Impuesto de Sociedades para recaudar más. Sin embargo, cómo sabemos, no sólo se negaron, sino que aprobaron más deducciones y ayudas que suponen aún más rebajas fiscales. Como bien recuerda siempre mi socio y amigo Daniel Lacalle, la UE no exige ninguna medida, sino que pide un ajuste y cada país decide cómo materializarlo.
El resultado dejó en evidencia a los expertos de la Troika. Entre 2009 y 2012 los ingresos derivados del Corporate Tax se mantuvieron constantes, no cayeron a pesar del ajuste social que se vivió y que provocó que los irlandeses dejaran de consumir de golpe con un paro cercano al 15%. Recuerdo tardes ‘de compras’ en los que algunos vendedores del City Center nos confirmaban que era la peor temporada comercial que habían vivido. Más o menos como en el resto de los países rescatados o ‘pseudo-rescatados’.
Lo importante es lo que pasó tras esos años. Entre 2013 y 2015 la recaudación no hizo más que crecer hasta llegar a niveles de hace una década, con un consumo creciente y un paro que estará por debajo ya del 8%. En 2015 se habrá recaudado un 74% más de lo que el presupuesto había previsto. No está mal.
Obviamente seguirá habiendo quien considere que una fiscalidad baja a las empresas es una especie de competencia desleal. Sin embargo cuando se analiza esto, cómo he intentado indicar, es importante verlo con toda la perspectiva posible y destacar que en esa perspectiva, y en el caso de Irlanda, lo que es extremadamente interesante es cómo la transformación digital de un país se está produciendo a la vez que se recupera la economía tras una recesión profunda.
Recordemos que se hizo en algunos países cuando llegaron las vacas gordas: estimular una burbuja inmobiliaria y financiera que reventó por todas partes. Aprovechar la más mínima posibilidad del crecimiento económico a fin de estimular un cambio de modelo productivo vinculado al conocimiento, la innovación, el valor añadido, los servicios complejos y la tecnología aplicada, debería de ser una obligación. Normalmente se hace lo contrario visto lo visto.
Para terminar, recordar que en Irlanda 2 de cada 3 nuevos empleos creados el año pasado tenían que ver con las nuevas tecnologías y que se crean 147 startups diarias en un país de algo más de 7 millones de habitantes. Tal vez hay otros modos de ir modelando un país con una economía moderna, pero esta parece que puede ser una opción eficiente.
Si te interesa conocer más sobre cómo funciona el mundo de la empresa en Irlanda puedes consultarnos aquí.
Davos y la dimensión de la tragedia.
Fue en 2006 cuando Nouriel Roubini anunció ante el Foro Monetario Internacional que se avecinaba un desastre económico monumental, las risas y abucheos todavía resuenan. Los llantos posteriores también. Ha llovido mucho y al escepticismo con el que se tomaban algunos anuncios de este tipo le ha sucedido la escucha activa y la actualización de discursos. Por eso este año, en el Foro de Davos, se intenta dimensionar la magnitud de la tragedia que podría estar fraguándose. Este año se ha centrando en analizar y debatir acerca de un mundo incapaz de generar empleo al ritmo en el que se destruirá debido a la automatización de procesos y la sustitución de seres humanos allí dónde un robot o mecanismo inteligente sea capaz de ser más eficiente.
Fue en 2006 cuando Nouriel Roubini anunció ante el Foro Monetario Internacional que se avecinaba un desastre económico monumental, las risas y abucheos todavía resuenan. Los llantos posteriores también. Ha llovido mucho y al escepticismo con el que se tomaban algunos anuncios de este tipo le ha sucedido la escucha activa y la actualización de discursos. Por eso este año, en el Foro de Davos, se intenta dimensionar la magnitud de la tragedia que podría estar fraguándose. Este año se ha centrando en analizar y debatir acerca de un mundo incapaz de generar empleo al ritmo en el que se destruirá debido a la automatización de procesos y la sustitución de seres humanos allí dónde un robot o mecanismo inteligente sea capaz de ser más eficiente.
Oficialmente ya estamos en la Cuarta Revolución Industrial. Así la llamamos algunos hace tiempo pero por fin es un término que podemos dar como aceptado. El problema es que, cómo pasó en otros momentos de la historia, a este período no podemos ponerle el adjetivo que nos parezca mejor, sino el que defina de un modo más acertado lo que sucede realmente. Digamos que, al igual que los contemporáneos de la Revolución Industrial del siglo XIX llamaron Crisis Industrial a aquella etapa de la historia, nosotros deberíamos también tener en cuenta que, mientras no se organizan las cosas, las revoluciones económicas y productivas son, sencillamente, crisis de dimensiones bíblicas.
Las tres revoluciones que precedido la actual cambiaron el mundo completamente y se llevaron por delante modelos de vida y crearon otros. En términos generales siempre nos fue mejor tras esas etapas, pero también fueron partos dolorosos. La primera fue la mecanización de la producción gracias al vapor y al agua. La segunda tuvo que ver con la división del trabajo al aparecer la producción en masa y la electricidad.
La tercera parte de la automatización vinculada a la informática y la electrónica. La cuarta revolución que Davos anuncia es, como decíamos, la de la transformación digital causada por los sistemas inteligentes, interconectados y capaces de ser autónomos en la toma de decisiones. Esta revolución ya nada tiene que ver con planteamientos ideológicos o posiciones políticas, es sencillamente irremediable e irreversible. Afecta a la vida empresarial, institucional y, sobre todo, a los hechos cotidianos. La sociedad ya no es la misma de hace apenas unos minutos y nada tendrá que ver con la de los próximos segundos.
La diferencia con respecto a otras épocas es que ahora vivimos la revolución más compleja jamás vivida. Se suman varias. Por un lado transmitimos el conocimiento de un modo inédito. No precisamos de intermediarios y la distribución de lo que queremos comunicar es en red y masivo. Sólo es precisa la tecnología digital. Otra revolución es la que afecta a la organización del trabajo. Ésta también está radicalmente cambiando. No precisa de la cadena de valor en la mayoría de los casos que tenía apenas una década o dos. La misma tecnología digital ha transformado centenares de productos en simplemente servicios.
Hay más revoluciones. La gestión predictiva de datos, la inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología, la biotecnología, la conexión absoluta de objetos inteligentes, la Internet de las cosas, la Internet del Todo, la conducción exenta de humanos, la automatización de los servicios o la impresión 3D, son piezas de este rompecabezas que no es más que un cambio de época sin precedentes.
La suerte es que lo sabemos. La desgracia sigue siendo la misma de siempre. Quienes deberían establecer políticas destinadas a minimizar los daños mientras evoluciona todo, siguen perdidos. Escuchan y se lamentan, pero no toman decisiones. Mientras tanto, el mundo gira y lo hace a una velocidad que nada tiene que ver con el ritmo de Davos.
Avanzo que en menos de un lustro, si vamos bien, hablaremos de la Singularidad, ese momento en el que los automatismos no precisen de la intervención humana para nada. Para entonces igual unos ya tendremos acuerdos parlamentarios, otros estarán oficializando en Davos el hecho, algunos países ya se habrán preparado para un mundo sin empleo y otros se aproximarán a la etapa clave de todo este proceso de cambio sin precedentes.
La nueva sociedad que se está fraguando y a la que nuestros dirigentes deben proporcionar elementos para gestionar esta etapa se caracterizará por un ecosistema empresarial surgido del mundo ‘startups’ que se llevarán por delante a las grandes corporaciones incapaces de adaptarse. Una sociedad cuyo poder político perderá la seguridad tradicional y que se fragmentará como nunca antes había sucedido. La velocidad a la que irá la incorporación de nuevos actores politicos sin voz previamente a la política será inversamente proporcional a la que tendrá el ‘establishment’ en asumir los cambios.
Una nueva sociedad está naciendo y lo hace de las entrañas de esta Revolución Socio Tecnológica sin precedentes. Una sociedad vinculada a un mercado de trabajo dual entre trabajadores de alta cualificación especialistas en algún campo tecnológico y los de baja cualificación y de bajo salario.
Esto será, cómo mínimo, curioso por no decir terriblemente injusto. Un planeta dónde construir algo, desarrollar cualquier cosa, producir lo que sea será más barato, fácil, rápido y eficiente, será un mundo en el que la diferencia entre todos cada vez será más desigual. Sino se toman medidas así será. Pero si hemos aprendido algo, está por ver, del pasado podríamos hacerle frente con una apuesta por políticas sociales transformadoras que eviten la exclusión y sean capaces de redistribuir la ingente riqueza que se genera cada día gracias a tanta tecnología. Es inaceptable que ese reparto sea tan poco equitativo.
Podemos quedarnos de brazos cruzados y esperar que nos arrolle el futuro. También es posible hacer lo contrario. Depende de la actitud. En lugar de esperar a la desaparición del empleo como lo conocemos a fecha de hoy podemos ir pensando en una nueva filosofía socioeconómica que sea capaz de redistribuirlo todo.
Para algunos será tarde. Hay países que hace mucho tiempo que lo interpretaron, otros no. Unos van ajustando políticas de base tecnológica a necesidades socioeconómicas y otros siguen prometiendo empleo masivo en sectores donde no va a crearse trabajo ni echando agua caliente.
La urgencia por activar una economía innovadora y tecnológica no es la misma en todas partes.
La urgencia por activar una economía innovadora y tecnológica no es la misma en todas partes. Digan lo que digan y se llenen los meetings de aplausos sobre discursos recurrentes. Pasa el tiempo. Tic, tac, y seguimos esperando que la 'ciencia infusa' lo haga todo o que los que se fueron a otro país vuelvan por 'arte de magia'. La mejor manera de identificar es comparando. Veamos.
La urgencia por activar una economía innovadora y tecnológica no es la misma en todas partes. Digan lo que digan y se llenen los meetings de aplausos sobre discursos recurrentes. Pasa el tiempo. Tic, tac, y seguimos esperando que la 'ciencia infusa' lo haga todo o que los que se fueron a otro país vuelvan por 'arte de magia'. La mejor manera de identificar es comparando. Veamos.
Hace unos días se celebró el CES 2016. En esta edición no he podido asistir aunque la visité en algunas ediciones anteriores. Un año más, la feria de consumo electrónico más importante del planeta que se celebra en el Eureka Park del Sands Expo Center, cerca del Convention Center de Las Vegas ha servido para identificar las tendencias tecnológicas que nos esperan en el futuro inmediato. Han estado todas las grandes empresas tecnológicas y, cada vez más, centenares de startups que aportaron un valor añadido a lo más previsible.
Este año lo más destacado pasó por la Realidad Virtual, los automóviles, los wearables, los drones y todo tipo de objetos conectados. Internet del todo por decirlo rápido. Casi 20.000 novedades presentadas para conectarlo todo. Todo conectado, esa es la esencia. No voy yo a comentar los detalles de los productos expuestos y la competencia que hay entre las marcas para alcanzar una buena posición de mercado en cada una de esas áreas. Hay artículos e informes muy buenos al respecto.
Lo importante en este punto es analizar el papel que juega, en un evento semejante, el grueso del desarrollo tecnológico y económico de cada país. Justo en el momento en que parece que las Startups van acaparando cada vez un mayor protagonismo en este evento anual pues son las que aportan un valor añadido y avances interesantes en los que se apoyarán luego grandes corporaciones por razones lógicas, hay unos países que destacan y otros no.
Por ejemplo, las representantes españolas han sido sólo seis. Cifra parecida a las startups irlandesas cuya población es una décima parte aproximadamente. Pero si destaca algún país en cuanto a nivel y número de empresas aportadas al CES 2016 es Francia. Casi doscientas startups galas han estado presentes. Has leído bien, doscientas.
Este evento aparte de significar un pronóstico comercial sobre el consumo tecnológico, es también un interesante termómetro acerca del estado de la Investigación, desarrollo, innovación y apoyo que reciben. Obviamente con esas cifras parece que hay un país en Europa que ha focalizado en un tipo de tecnología su apuesta. Lo destacable es cómo y porque han ido tantas startups francesas al CES. Se ha sabido que unas pocas, apenas una docena, han sido enviadas por el propio gobierno francés, a través del programa ‘La French Tech’, mientras que el resto son el resultado de la apuesta privada de aceleradoras, parques tecnológicos y fondos de capital riesgo que han apostado temáticamente por la creación de nuevos productos en el ámbito del hardware.
Menos software y más industria parece dicen empresas como Giroptic, Lima, Photonic, Prizm o Prynt que se han sumado a las consagradas Parrot y Withings. La idea, cuando se asiste a un evento de este tipo, es darse a conocer en un mercado repleto de oportunidades de financiación, desarrollo y talento. Es algo parecido a lo que explicamos cuando decimos que pasar por Dublín ayuda a localizar Partners anglosajones.
¿Qué debe hacer la administración pública por ejemplo? Primero conformar gobierno para ir avanzando…, luego inspirarse en lo que otros hacen si es que no se les ocurre nada. El modelo francés, israelí, irlandés, esloveno, portugués y otros pueden dar pistas. Es sólo cuestión de estar al día, interesado en estarlo y activarlo. A mi lo que me preocupa es que la cosa quede en manos de gente que considera que 4G es, todavía, una plaza de parking, que la Ley de Emprendedores fue una cosa útil o que para apoyar el desarrollo económico en la Nueva Economía lo principal es poner barreras, reglas y normas que van en contra de la lógica y el curso lógico de esta cuarta revolución industrial. Si, se trata de eso, sólo de subirse a un tren (no es necesario un AVE), o de dejarlo pasar ‘again’.
Mientras ellos pactan (o no), el mundo gira.
Mientras sus futuras señorías discuten acerca de cómo conformar gobiernos o coaliciones, tratan de sus cosas y se entretienen con el lenguaje típico de la política, el mundo real sigue girando. Siempre me ha parecido grotesco escuchar en la noche electoral a los líderes de cada partido agradecer a los militantes su trabajo a lo largo de los quince días previos y, aun más, cuando dicen aquello de ‘hemos hecho una gran campaña’. Es la expresión máxima de la endogamia y cuando más claro se ve lo lejos que están todos ellos de la realidad. La vida es aquello que transcurre en paralelo a todo eso.
Mientras sus futuras señorías discuten acerca de cómo conformar gobiernos o coaliciones, tratan de sus cosas y se entretienen con el lenguaje típico de la política, el mundo real sigue girando. Siempre me ha parecido algo grotesco escuchar durante la noche electoral los líderes de cada partido agradecer a los militantes su trabajo a lo largo de los quince días previos y, aun más, cuando dicen aquello de ‘hemos hecho una gran campaña’. Es la expresión máxima de la endogamia y cuando más claro se ve lo lejos que están todos ellos de la realidad. La vida es aquello que transcurre en paralelo a todo eso.
Cada persona es un planeta y cada planeta gira en su propio sistema solar. A unos les interesa unas cosas y a otros otras. A mi me preocupa mucho como se va a ir construyendo la sociedad del futuro, como va a ser y en que motores va a basar su crecimiento. Es cierto que no todo es la economía, por supuesto, y en gran medida una sociedad que no interpreta bien los cambios en materia social y cultural no es una sociedad preparada para afrontar los retos que nos ha tocado vivir. Liderar generacionalmente incluso.
Hay diferentes maneras de afrontar este cambio de época. Nos podemos aferrar a recuperar los engendros que permitieron basar una economía en la acumulación irracional de ladrillos o intentar crear una industria basada en la innovación y el conocimiento como hacen otros países. Y sobre esa variante se sujeta el cambio en el modelo productivo de un país. En una de mis conferencias lo explico detalladamente.
Para impulsar y aprovechar todo cuanto está pasando y pasará se deben activar políticas basadas en la tecnología como epicentro, en lo digital como escenario y en el estímulo emprendedor como valor. En el centro de este triángulo aparece un concepto empresarial que hace años se desarrolla de diferente modo según el barrio. Serían las llamadas startups. Empresas que son algo más que una moda, pueden considerarse un modelo de cambio.
De hecho no se puede poner en duda el valor añadido que a la economía aportan este tipo de compañías. El perfil innovador, tecnológico y que, a pesar de ser proyectos en desarrollo constante, crean empleo. Una cantidad de empleo no equiparable a industrias más tradicionales y con un modelo de crecimiento muy distinto, pero empleo al fin y al cabo. En una sociedad donde el empleo será un bien escaso, se deben crear negocios que creen nuevos tipos de trabajos. Ahi juegan un importante valor las startups.
Y hablando de startups, por mucho que se diga, las cifras no es que sean para tirar cohetes en España. Durante este año las startups nacionales crearon cerca de 4.000 empleos y en 2016 se calcula que superarán justito los 7.000. Está bien, pero si lo comparamos con otros lugares veremos que no es tanto.
En otros países el modelo startup está expresamente vinculado al esfuerzo que desde la administración se ejerce por modernizar la economía o, desde la propia gran empresa, para tener a mano modelos de innovación factibles de ser adquiridos. Digamos que apoyar esta tipología de empresas tecnológicas con alto potencial de crecimiento es una apuesta económica y de futuro. Una alianza con el progreso y la aceptación de un nuevo tiempo socioeconómico.
Mientras en los gobiernos en standby, el catalán sigue en éxtasis y el español entrará en bucle ya mismo, el mundo, como decía, sigue girando y en algunos lugares gira más deprisa que en otros o, por lo menos, se aprovecha más cada giro. A nivel comparativo, un país pequeño como Irlanda, con una décima parte de la población de España, crea 147 startups diarias. El pasado noviembre 3.978 nuevos proyectos se dieron de alta y se pusieron en marcha en este país. Solo durante un mes. A lo largo del año y exceptuando períodos vacacionales, la dinámica ha sido similar. Las facilidades para crear una empresa si eres residente y las ayudas para lograrlo estimulan este impresionante dato.
El estudio de Vision-Net argumenta que el modelo productivo que se asocia a este tipo de empresa está ya reflejándose en la economía del país. En un entorno repleto de grandes multinacionales atraídas por temas tributarios, se han ido desarrollando ecosistemas de empresas que facilitan servicios a esas y a la vez han ido creando empleo. Si creas empleo generas riqueza, es simple, aunque no siempre. Lo importante deriva en dónde lo creas y de que calidad.
La política fiscal es importante, destacarlo es justo, pero también especificar que la mayoría de las startups que empiezan no tienen beneficios. Son proyectos a largo plazo que requieren inversión y a su vez reinvierten todo cuanto ingresan. Por lo tanto, en el caso de una startup, mayoritariamente, el asunto no es tanto su fiscalidad sino otro. El único impuesto realmente destacable que en Irlanda es mejor que en otros lugares es el de Sociedades, el Corporate Tax, pero que sólo se aplica (y te beneficias) si tienes más ingresos que gastos. Ese no es el caso de la mayoría de las startups cuando empiezan.
De este hecho deriva que la creación masiva de startups no provenga de la fiscalidad irlandesa, sino de otros elementos que se pueden copiar en otros países. Digamos que las ayudas a poner en marcha tu proyecto, el soporte en todos los campos que hemos descrito alguna vez y el universo internacional que aquí se vive es clave. Más de 200.000 personas trabajan en tecnología o servicios derivados y ya se crean 1.000 nuevos empleos cada semana sólo en esto.
¿Que ha hecho Irlanda? Primero atrajo con tipos impositivos bajos a grandes empresas tecnológicas. Lo hizo cuando eso suponía un duro golpe a los ingresos públicos. Un vez logro su propio ‘breakeven’ impuso normativas que incentivaran la creación de empresas tecnológicas, vinculó a las universidades y escuelas de negocio y se abrió al mundo anglosajón. Además, por si fuera poco, las startups que se crean en Irlanda tienen buenas perspectivas de crecimiento en muchos campos como el Fintech, el e-commerce, big-data, la IoT o la AI debido a que los fondos de inversión tecnológicos norteamericanos tienen como base de referencia Dublín.
¿Porque deberíamos inspirarnos? Una economía que utiliza como buque insignia la tecnología y las empresas que hacen de ella su ADN es una economía moderna, abierta, innovadora y preparada para adaptarse rápidamente a los cambios y necesidades futuras. No es algo rápido, pero es necesario, urgente. Por ejemplo, ahora que otro sector ya está en la antesala de la catarsis como lo estuvo la industria musical, los viajes, el cine, el transporte o el hotelero, el bancario y su versión Fintech empieza a ser claramente un espacio de desarrollo en este país.
Mientras los ‘electos’ discuten sobre mayorías, aritmética de salón y, en definitiva, a quitarle a unos para ponérselos a otros, el mundo gira y cada vez lo hace a mayor velocidad. Una velocidad que, al parecer, no es la que son capaces de percibir los que deberían de poner en marcha el motor de cambio regeneracional de una economía que peligra a pesar de que las cifras de crecimiento insinúen lo contrario. No es lo mismo crecer para hacer lo mismo que nos llevó al túnel que hacerlo con vistas a un modelo económico basado en las tecnologías que nos rodean.
Todo pasa mientras sigue habiendo cada vez más pobres que nunca en España, más empleo deficiente o inseguro, menos proyección de la Pyme y más anécdota. Sus señorías deben ponerse de acuerdo para poner fin a los dramas de muchas familias, pero también para crear un futuro competitivo y evitar que el talento se vaya, huya y monte sus proyectos en otro lugar. Cada uno sabe porque se fue, pero lo más jodido es irte porque tu país es incapaz de construir algo que no sea de 'obra vista' y 'llave en mano'.
Crear empresas tecnológicas para cambiar el modelo económico
En Estados Unidos, durante la explosión de la burbuja financiera en 2008, a la vez que millones de activos se esfumaban, cerraban empresas, se despedían personas y todo el sistema quedaba en el aire, centenares de miles de empresas se fundaban sobretodo en la zona de California y Massachusetts. Es una manera de afrontar la crisis que ya fue adoptada en el pinchazo de las ‘puntocom’ hace ahora 14 años.
En Estados Unidos, durante la explosión de la burbuja financiera en 2008, a la vez que millones de activos se esfumaban, cerraban empresas, se despedían personas y todo el sistema quedaba en el aire, centenares de miles de empresas se fundaban sobretodo en la zona de California y Massachusetts. Es una manera de afrontar la crisis que ya fue adoptada en el pinchazo de las ‘puntocom’ hace ahora 14 años. Actualmente el número de creación de empresas tecnológicas en Estados Unidos es algo menor a las tasas de esos duros días, pero sigue siendo altísima. Todo eso no es por casualidad obviamente y muchos son los aspectos que inciden en ese estilo de vida, empresarial y finalmente de creación de riqueza.
La política, la educación, la actitud y la idea de que como sociedad podemos apostar por un modelo concreto es la clave. No es lo mismo crear miles de empresas basadas en la construcción que hacerlo focalizando en la innovación y la economía digital. De todo tiene que haber, pero el mundo va automatizándose y el empleo deberá regirse por el valor añadido, por la adaptación de todos y por el impulso que una sociedad tenga para liderar esos cambios.
Veamos uno de esos ejemplo y que conozco: Irlanda. Durante este pasado mes de mayo 3.653 nuevas empresas con algún componente tecnológico se registraron en el, de nuevo llamado, ‘tigre celta’. Lo que es lo mismo, 135 nuevas startups al día. Según esto el aumento es del 24% con respecto al mismo período del año pasado.
Como era de esperar, Dublín sigue siendo la zona preferida para estas nuevas empresas. La mitad de todas ellas se concentran en esta cada vez más efervescente zona. Las grandes corporaciones precisan de un ecosistema alrededor que les ofrezca posibilidades para contratar y para derivar proyectos. A medida que las multinacionales que siguen instalándose en el conocido Silicon Docks las pequeñas startups que van surgiendo se incorporan en su entorno.
Hay dos zonas que están, no obstante, aumentando su poder de atracción. Por un lado es Limerick, cuyo aumento con respecto a otros años es del 71%, o de Cork, en el sur, donde ese crecimiento de nuevas empresas está suponiendo casi un 32%. En la primera, la noticia de que Intel va a instalar su laboratorio de Internet of Things en la vecina Galway o, en la segunda con la todopoderosa Apple desde hace años ocupando a miles de personas, suponen los vehículos de atracción más eficientes para las nuevas aventuras empresariales de muchos.
En términos brutos son cifras modestas, pero en términos porcentuales, con respecto a una economía de algo más de cinco millones de personas es espectacular. La inversión exterior es clave para comprender el crecimiento económico que Irlanda experimentó en la primera década de este siglo y su brutal recuperación que se vive ahora con un crecimiento programado que superará el 6%. Hay que destacar que el 65 % de las empresas irlandesas experimentaron un crecimiento de su volumen de negocios en el ejercicio más reciente y que eso se trasladó al resto de pymes pues el 70 % de ellas también aumentaron su volumen de negocio. Especialmente, como vemos por los datos antes descritos, los emprendedores tecnológicos están dando el empujón más efectivo.
Ahora bien, lo que realmente hace que este lugar vaya a toda máquina es el peso de sus exportaciones, y especialmente de tipo tecnológico. El sector exterior representa el 106% del PIB, frente al 30% que le supone a España por ejemplo. Irlanda es el segundo mayor exportador de software del mundo. Las exportaciones irlandesas superan a las de India y Suecia juntas, y son superiores a las de países como Australia, Brasil y Dinamarca. Al final todo ayuda, todo suma.
Que se creen empresas es casi una respuesta a todo un conjunto de acciones que se materializan en un círculo de trabajo político, social y económico, entre administración pública que marca las líneas y un sector privado que las toma como suyas. Y es que la competencia laboral en Irlanda es muy alta. Esta gente es global y está muy bien formada. Les gusta vivir temporadas por el mundo. Les gusta mezclarse. Son cosmopolitas. El 17% de la población ha nacido fuera de la isla y se nota.
Cuando montas una empresa o un foro de inversión ves en que sí tienen tomado el tranquillo los irlandeses. Lo que realmente ha funcionado aquí es su capacidad para convencer a otros a fin de que inviertan en su país. La agencia de desarrollo de negocio e inversión con oficinas en el centro de Dublín no está de adorno. Su estrategia nunca fue táctica y se dedicaron a localizar empresas en crecimiento que pudieran instalarse aquí y, casi, convertirlas en celtas. Hoy en día, un par de hermanos que crearon una pasarela de pago llamada Stripe, por ejemplo, son los más firmes rivales a la todopoderosa PayPal gracias a la inversión recibida de fondos americanos. Ahora mismo, aquella startup montada hace apenas unos pocos años vale más de 4.500 millones de dólares.
Este pequeño país es la sede de nueve de las diez farmacéuticas más grandes del planeta, la de tres de las cinco principales empresas de juegos del mundo, y tienen los ‘headquarters’ europeos ocho de las diez principales tecnológicas que existen. Y, obviamente, que estén estas multinacionales deriva en empleo y riqueza. No es sólo dinero electrónico buscando atajos fiscales. Estas empresas tecnológicas internacionales generan la quinta parte del empleo y suponen tres cuartas partes de las exportaciones totales. Las inversiones desde Estados Unidos en empresas locales es cinco veces mayor que el que se recibe desde Europa. Tener una startup en Irlanda es una ventaja si buscas inversión a pesar de que la competencia es mucho mayor.
Otro día comentaremos la cara B de Irlanda o de otros países que, apostando por un cambio de modelo, se olvidan de otras muchas cosas en el camino, y más cuando tienes una deuda del 120% y aun no has curado la explosión de tu propia burbuja inmobiliaria. Hablaremos de una economía doméstica ahogada a impuestos y tasas. La demanda interior de los irlandeses sigue cayendo. Los servicios públicos dejan mucho que desear. La sanidad no cubre nada, los transportes son un verdadero desastre y caros, la cobertura social deficiente y muchos de los ‘derechos’ que se viven en España, aquí no son más que ‘servicios’ que, si pueden, te condonan y sino te los pagas. No todo iba a ser ‘flower-power’.