Verificar y eliminar aplicaciones que acceden a tu Facebook para Dummies.
Ni el fundador de Facebook usa Facebook. Con la que está cayendo y Mark Zuckerberg lleva desde el 2 de marzo sin actualizar su perfil de Facebook. El propio creador del monstruo no considera importante decir nada en su muro acerca de la tormenta del robo de datos sobre la que todo el mundo habla. El asunto es grave. Facebook no sólo maneja infinitos datos sobre nosotros, eso lo sabíamos, y los utiliza colocándonos un sofisticado ‘targeted advertising’ de anuncios dirigidos a compradores probables, sino que también, y eso es lo relevante, Facebook creaba una cosa llamada ‘perfiles de votante psicográficos’ que fabricaba una empresa llamada Cambridge Analytica. Estos 'cracks' construyeron los perfiles de 50 millones de potenciales votantes a partir del estudio de los datos obtenidos de 270.000 usuarios.
Ni el fundador de Facebook usa Facebook. Con la que está cayendo y Mark Zuckerberg lleva desde el 2 de marzo sin actualizar su perfil de Facebook. El propio creador del monstruo no considera importante decir nada en su muro acerca de la tormenta del robo de datos sobre la que todo el mundo habla. El asunto es grave. Facebook no sólo maneja infinitos datos sobre nosotros, eso lo sabíamos, y los utiliza colocándonos un sofisticado ‘targeted advertising’ de anuncios dirigidos a compradores probables, sino que también, y eso es lo relevante, Facebook creaba una cosa llamada ‘perfiles de votante psicográficos’ que fabricaba una empresa llamada Cambridge Analytica. Estos 'cracks' construyeron los perfiles de 50 millones de potenciales votantes a partir del estudio de los datos obtenidos de 270.000 usuarios.
La verdad es que si aun no has pensado en borrar tu cuenta de la mayor red social que ha conocido la humanidad, estaría bien que revisaras que aplicaciones están accediendo a tu cuenta sin saber exactamente para qué. Ciertamente a mi no me molesta que Facebook utilice los datos que ofrezco para lo que hemos pactado que los va a usar. Quiero decir que los anuncios y propuestas que me aparecen son un mecanismo de mejorar mi experiencia en la red y esos datos, en mi caso, no me preocupa haberlos cedido. Los cedo todos los días. Lo hago con Amazon, con Google, con Cabify o con quien sea. La diferencia es que confío que son para mejorar mi experiencia en el uso de estas soluciones. Nada es gratis en la red y lo sé. Si algo aparenta ser gratis la moneda soy yo. De ahí que me gusta saber porque pago y a quién.
Cómo con Facebook ya no sé a quién pago ni a quién estoy ofreciendo mis datos he pensado que lo mejor es desactivar todo lo que sea desactivable antes de tomar una ‘decisión definitiva’: eliminar mi cuenta. Si te interesa como puedes verificar las aplicaciones que tienen acceso a tu cuenta de Facebook y cómo eliminarlas sigue estas instrucciones. Ten en cuenta que si llevas años en Facebook probablemente has instalado juegos, aplicaciones o has dado permiso en múltiples sitios para iniciar sesión de un modo rápido con tu propio ‘login’ de la red. Es habitual hacerlo con Netflix, Spotify e incluso (me han contado) con Tinder. Debemos tener claro que Cambridge Analytica, la consultora de datos contratada por la campaña de Donald Trump para las elecciones estadounidenses de 2016 que recolectó datos de hasta 50 millones de usuarios de Facebook sin su permiso a través de datos recopilados de aplicaciones de terceros como las que te acabo de decir, estaría bien saber que no tienes tu cuenta vulnerable a algo similar.
Como evitar que te roben tus datos en Facebook, versión para Dummies:
1. Ir a Facebook.com, mejor desde tu ordenador de sobremesa que desde el móvil.
2. Haga clic en la pequeña flecha en la parte superior derecha de la pantalla
3. Estás en menú de Facebook
4. Haga clic en Configuración
5. Busca el botón Aplicaciones en el menú en el lado izquierdo de la pantalla y haga clic en él.
6. Estás en aplicaciones de Facebook
7. Esta página te dirá cuántas otras aplicaciones tienen acceso a todos o algunos de sus datos de Facebook.
8. Lo normal, no te asustes, es tener un centenar de aplicaciones conectadas. He visto gente que tiene miles.
9. Haga clic en el botón Mostrar Todo y en la mitad de recorrido habrás visto la gran mayoría.
10. Ahora a eliminar. Tienes que hacer clic en la pequeña "x" que aparece al pasar el mouse sobre una aplicación para eliminar cada una de ellas, una a una. Es pesado, pero no hay otra opción a menos que uses algún script que te montes tu mismo. No muy recomendable.
11. Comienza con las aplicaciones o los sitios que no usas. Puede que ni recuerdes que las tienes, ni siquiera las usaste nunca. Pero ten en cuenta que están ahí por algo y al parecer no tienes ni idea. Malo.
12. A medida que vas limpiando te van a quedar las que controlas, las que conoces. Ahí empieza la guerra mental a la que Facebook y sus derivados práctica contigo. Crees que lo necesitas todo. No es así. Prueba.
13. Una vez que hayas pasado todo este tiempo borrando aplicaciones, hay una cosa más que debes hacer. Debajo de todas las aplicaciones, debería ver un conjunto de cuatro cuadros grises. Haga clic en el botón Editar para la aplicación ‘Aplicaciones para otros usuarios’.
14. Este menú está bastante oculto y en realidad controla qué aplicaciones de tus amigos son capaces de ver cosas sobre ti. Interesante. Esto es importante pues cuando otros instalan aplicaciones con permisos muy invasivos, muy parecidos al que está en el centro de la debacle de Cambridge Analytica, esas aplicaciones pueden navegar por Facebook como lo hace el usuario, viendo lo que compartes con tus amigos, aunque nunca hayas consentido deja que esa aplicación (que actúa como una extensión de tu amigo) vea y tome tu información. Resulta que has estado compartiendo una gran cantidad de información sobre ti mismo, mucha de la cual sería muy útil para las personas que querían crear un perfil sobre ti para orientar anuncios o mensajes políticos y tú no lo sabías. Cuando ves eso y sabes que es lo que hace realmente, acojona un poco.
15. Desmarque todas las casillas que están marcadas y presione guardar.
Hay otra opción algo más bestia. Ves donde dice ‘Aplicaciones, sitios web y complementos’, si haces clic en el botón ‘Editar’ tienes la opción de bloquear cualquier aplicación o juego para que no use Facebook nunca. El problema es que con tanto tiempo usando Facebook, probablemente tengas un montón de trabajo configurando tus perfiles en Netflix, Spotify, etc.). Facebook está tan metida en la vida de muchos de nosotros que aunque no lo uses (yo entro muy poco hace meses) sigue siendo sustancialmente una especie de DNI electrónico que te da acceso a mil espacios y, derivadamente, captura los datos de tu vida. Ahora sabemos que los vende o los cede o los pierde. Lo que sea.
Aunque lo borres todo no sabrás nunca cuantos datos tuyos ya están dando vueltas entre algoritmos aportando información relevante sobre ti y tus gustos. Obviamente, la única manera de asegurarse que tus datos no van a ser mercancía es eliminar definitivamente tu cuenta de Facebook. Hay una corriente por ahí, incluso forma parte de ella uno de los fundadores de Whatsapp, alguien que vendió su empresa a Facebook por 19 billones de dólares, que animan a hacerlo. Otros, millones de personas, piensan todavía ‘mi vida es muy sencilla, muy simple, me da igual que me espíen, mis datos no son relevantes y no importan a nadie’. En eso se basa precisamente este retorcido asunto. En que parezca irrelevante.
La solución definitiva: un algoritmo al frente del Consejo de Ministros.
Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos. Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.
Por experiencia puramente personal, cuando hablo con expertos en Inteligencia Artificial, me cruzo con dos tipos o categorías bien distintas de éstos. Se trata de los tecno-optimistas y los tecno-pesimistas. Los primeros están convencidos de que la respuesta a todos los desafíos humanos de cualquier tipo, médicos, organizativos, empresariales, económicos, sociales, políticos, lingüísticos o culturales, serán mejorados, solucionados inclusive, gracias a la intervención de la Inteligencia Artificial. Por otro lado, los tecno-pesimistas creen que la Inteligencia Artificial no traerá nada bueno ya que está destinada a robar el empleo humano, a aplastar la creatividad, estropear la imaginación y a acentuar las desigualdades de este mundo.
Como en todas las cosas de la vida la gama de grises suele ser el lugar donde se encuentra la opción más probable. La inteligencia artificial no es la fuente de todas las soluciones ni tampoco de todos los problemas. Es preciso ecualizar correctamente lo que significará en breve, y con ello establecer donde aparecerán sus límites éticos y tecnológicos. En días que la política parece un circo de tres pistas, no parece una mala idea que los líderes políticos pudieran ser juzgados en base a métricas diversas y a la aritmética perfectamente definida. La propia Inteligencia Aumentada (expresión más real al uso de la Inteligencia Artificial socialmente) de una sociedad, bien podría definir políticas públicas, configurar las expectativas y mejorar la eficiencia en su implementación.
Por desgracia, la política, las leyes y la gestión pública todavía están lejos de la vanguardia tecnológica. A veces parece que todo cuanto se entiende desde la óptica política con respecto a la revolución tecnológica que vivimos es el manoseado término de ‘smart city’. Algo que, por cierto, suele resolverse con wifi gratuito y universal y algunas aplicaciones para saber a que hora llega un autobús a una parada determinada. La mayoría de los casos de las denominadas ‘ciudades inteligentes’ no son más que intentos muy débiles de lo que realmente deberían ser. Es un síntoma más de que, lo que se puede hacer y lo que se considera electoralmente rentable, se mueven en dimensiones opuestas.
Es irónico, que incluso hoy en día, la mayoría de las oficinas de cualquier administración estén inundadas de archivadores gruesos y descoloridos. Cualquier país es hoy en día un territorio rico en datos. Datos que en la mayoría de los casos no trabajan entre sí salvo cuando es para cruzar módulos de pagos tributarios. Las directrices burocráticas, los procesos imposibles de modificar o la torpeza de algunas decisiones que nadie puede revisar, convierten la administración y la gestión política derivada en un modelo inamovible desde hace décadas.
El uso de los datos masivos y la Inteligencia Artificial deriva en una especie de Inteligencia Aumentada que se aproxima más a lo que, desde la administración y desde la política, debería de ser entendido como la gestión pública. Una tabulación cruzada de datos socioeconómicos con datos demográficos podría arrojar recomendaciones específicas mesurables por parte de los que votan a unos u a otros. La nube y el aprendizaje automático, por ejemplo, predecir la probabilidad de deserción escolar, mejorar la eficiencia clínica en la prestación de servicios de salud e incluso aumentar la productividad de diferentes industrias, por señalar algunas.
La costumbre nos ha conducido a no exigir demasiado. Votamos y asumimos que gran parte de lo expuesto en un programa electoral no es más que papel mojado y que, en el curso de una legislatura, quienes fueron designados a través de tu voto, harán cuanto puedan hasta el nivel mínimamente exigible. Asumimos, también, que están preparados para ello. Es de aurora boreal escuchar entrevistas a personalidades relevantes de la política (que siempre han sido políticos y que cuando dejan de ser políticos siguen siendo políticos) hablando como expertos de cualquier tema y sentando cátedra de cualquier cosa. Se les conceden micrófonos y audiencia porque tenemos una especie de sentido cortesano de que lo que dice un ministro es lo que dice alguien importante y por ser importante sabrá lo que dice. Y no es así en muchos casos.
De ahí que lo que solemos decir sobre la exigencia a los políticos suela estar teñida de partidismo y afinidad. La autocrítica deja de existir en general y por ese motivo las tendencias electorales cambian muy lentamente. Debemos, por ello, hacer las preguntas correctas, exigir resultados tangibles y juzgar el éxito de los políticos en función de los indicadores de rendimiento clave. ¿Quién mejor para establecer el cumplimiento de indicadores que un software diseñado para ello? ¿Quién mejor que un sistema experto o de Inteligencia Artificial para indicar a los gestores públicos lo que deben de desarrollar según unas promesas electorales?
Suelo escribir, aconsejar y explicar sobre las múltiples aristas de la Cuarta Revolución Industrial y siempre resumo el momento de disrupción actual con la máxima de que una revolución no se anuncia, simplemente llega. En este caso es evidente que llegó, que está aquí y que durará su despliegue un tiempo. Es obvio que se trata de una revolución asociada a los datos masivos, la inteligencia sintética y la automatización. No abrazarla por parte de la política es un gravísimo error. La sociedad irá adaptando sus modos, su vida, ese tránsito cotidiano que permite hacer cada vez más cosas a partir de una máquina o un software. La política no puede ponerse de perfil o se dará cuenta de que la llamada ‘desafección’ no era por la escasa empatía y credibilidad ofrecida a sus votantes, sino que tendrá que ver con la lejanía entre los escasos usos tecnológicos disponibles de quienes gobiernan y los amplios conocimientos digitales de quienes son gobernados. Por cierto, los que les pagan.
¿Qué pasaría si el futuro presidente de España fuera un robot? Alguien incorruptible, competente y equilibrado. Un algoritmo capaz de establecer criterios de cumplimiento en base a la lógica y la prioridad secuencial de un programa votado por millones de personas atendiendo a dañar lo mínimo posible a un cuerpo electoral contrario que votó a otro software robótico que se quedó en la oposición. Nos evitaríamos plenos y mandangas, meriendas que se retuercen en las esquinas de la normativa parlamentaria y tendríamos decisiones y ejecuciones de leyes de un modo casi inmediato. De hecho hubo quien ya solicitó que Watson se presentara a las elecciones.
El tiempo de la respuesta perfecta, la cuestión sin fisuras ha llegado a muchos ámbitos de la vida, especialmente empresarial y me pregunto porque no somos capaces de entender que la gestión pública no puede también incluir progresivamente este tipo de elementos. ¿Por qué el ministro de economía en lugar de ser Luis de Guindos no es un software especializado en finanzas y macroeconomía? Las métricas de análisis de su gestión no serían interpretables, sólo examinables. El poder del big data y la inteligencia artificial lo permitirían, de hecho lo permiten ya. Aunque no pretendo que esas preguntas se aborden de manera literal (de momento), sí es cierto que los cambios sistémicos, estructurales y operacionales resultantes a este tipo de tecnologías ya están dando lugar a un amplio espectro de oportunidades en muchas industrias a la vez que plantean un buen número de interrogantes éticos.
La convivencia entre lo tecnológico aplicado a la política es potencialmente viable. ¿Por qué van a ser los políticos los únicos a los que no les afecte ese futuro mundo sin empleo? Seguramente falta mucho tiempo para que pueda enviar mi voto en una urna digital para votar a un software con una ‘ideología’ técnica, pero, mientras eso no llega, veamos a que se dedican los actuales ‘líderes’. Les llamamos líderes vete tú a saber por qué, pues su lejanía de lo que sucede es de tal calibre que probablemente cuando todo esto se los lleve por delante pasarán años hasta que se den cuenta. Ellos seguirán yendo a su puesto de trabajo como si nada hubiera pasado, como en un guion de Asimov entrarán en su despacho rodeados de máquinas, se sentarán a ‘gestionar’ y nadie se percatará de su presencia.
La primera vez que escribí sobre esto de la ‘política robótica’ se me dijo que había escrito un artículo puramente de ciencia ficción muy alejado de las opciones y posibilidades reales de estas tecnologías. Tal vez pero actualmente una docena de empresas en el mundo tienen al mando de sus consejos de administración a un software inteligente que toma decisiones y las ‘discute’ con el resto de miembros. Por señalar una de ellas, hablaré rápidamente de Deep Knowledge Ventures. Una firma de capital de riesgo con sede en Hong Kong que invierte en medicina regenerativa. En mayo de 2014, designó un algoritmo llamado ‘Vital’ para dirigir su junta directiva. ‘Vital’ realiza recomendaciones de inversión basadas en análisis avanzados y disfruta de los derechos de voto, al igual que los otros cinco miembros de la junta. Es más, en su caso, tiene voto de calidad en caso de empate.
¿Qué ocurre si se aplica un enfoque similar basado en datos a un gobierno y en las políticas públicas? No estoy proponiendo, de momento, reemplazar a los políticos por algoritmos (no se van a dejar), pero tal vez deberíamos de incorporar una cartera ‘metafórica’ a un ministro robótico encargado del análisis de datos aplicando la inteligencia artificial en la deliberación colegiada de un órgano como esos. Su nombre sería, por decir algo, el Ministro de los Datos. ¿Suena raro? Tal vez ahora, pero en quince o veinte años no tanto.
La transformación constante de la publicidad, móvil y predictiva.
Los temas que ocupan la agenda económica ya no son los que llenan las páginas, todavía, de la prensa salmón. Empiezan a vislumbrarse sin timidez los que van, o ya son, aspectos que anticipan un nuevo escenario que nos llegará casi sin avisar. O si. Tal vez el aviso es constante pero, como paso con la telefonía móvil, el propio Internet, las redes sociales o el ‘háztelo tú mismo’ que impera hoy en día, lo vivimos a tiempo real y lo naturalizamos antes los usuarios que los que describen la realidad económica más tradicional. Esto va de Internet de las Cosas (IoT), Industria 4.0, Ciudades o Comunidades Inteligentes (Smart Cities & Smart Regions), Big Data, FinTech y, en general, la transformación o revolución digital de la Economía y la Sociedad.
Los temas que ocupan la agenda económica ya no son los que llenan las páginas, todavía, de la prensa salmón. Empiezan a vislumbrarse sin timidez los que van, o ya son, aspectos que anticipan un nuevo escenario que nos llegará casi sin avisar. O si. Tal vez el aviso es constante pero, como paso con la telefonía móvil, el propio Internet, las redes sociales o el ‘háztelo tú mismo’ que impera hoy en día, lo vivimos a tiempo real y lo naturalizamos antes los usuarios que los que describen la realidad económica más tradicional. Esto va de Internet de las Cosas (IoT), Industria 4.0, Ciudades o Comunidades Inteligentes (Smart Cities & Smart Regions), Big Data, FinTech y, en general, la transformación o revolución digital de la Economía y la Sociedad.
En el campo de la publicidad se van a producir tres revoluciones inminentes. La primera tiene que ver con la predicción, ese modelo basado en el big data, small data y la analítica. La segunda en su capacidad, innata, de relacionarse con objetos inteligentes. ¿Que mejor para traducir nuestras necesidades de consumo que nuestro propio teléfono móvil que lo sabe todo de nosotros y conoce todos los idiomas del resto de sensores?. Y la tercera, la más compleja, tiene que ver con el hecho de que el mal llamado 'teléfono' pase a ser 'el lugar'. El consumo digital será móvil o no será. Ya no se trata sólo de que los publicistas del futuro deberán convencer a una nevera, se trata de asumir que no hay fronteras entre las diferentes disciplinas que la componen.
En eso estamos cuando aparecen informes que exigen velocidad, capacidad de reacción y dejarse asesorar lo antes posible. Veamos sino lo que se avecina en el campo de la publicidad. Así lo asegura el informe periódico de ZenithOptimedia, el cual estima que la inversión publicitaria, que aumentará un 4% impulsado por eventos mundiales como los Juegos Olímpicos, elecciones presidenciales en Estados Unidos y derivados, seguirá su trasvase inevitable a los modelos de difusión digital.
Lo más interesante para mí es que en nada, dentro de unos meses, la publicidad en Internet a través de dispositivos móviles ya superará a la de prensa escrita y representará algo más del 12% del total. Será esta plataforma el tercer mayor escenario sólo superado por la publicidad digital de escritorio y la televisión. Lo fascinante es que la publicidad, en un par de años, si sigue esta tendencia, será mayoritariamente digital y en 2018 superará definitivamente a la que se emite a través de ‘la caja tonta’.
Si quieres vender algo, prepara tu campaña en medios. Si quieres vender bastante prepárala para que se pueda consumir digitalmente y si quieres prepararte para la eclosión de los próximos años ves calculando como, cuanto y con quien vas a anunciarte en dispositivos móviles.
En términos numéricos, la publicidad en Internet representará el 34% del total inversión en 2017, la televisión 35,9%, pero en 2018 ese estrecho margen se volcará a favor del primero. La caída libre de la inversión en otros medios como la prensa escrita será cada vez más radical.
El asunto es de tal calibre que esta migración del consumo publicitario tiene a las agencias persiguiendo ‘targets’, público y tráfico a veces casi sin saber como. Es muy complicado. Nuevos modelos de crecimiento de comunidades compradoras, de llegada a un público cada vez menos determinado y, como diría un estratega político, las bolsas de votos cada vez son menos estables y cada vez sabemos menos donde ubicarlas. Eso pasa con la publicidad en estos momentos.
Dice el responsable del estudio, Steve King, que ‘vivimos el mayor trasvase de presupuestos publicitarios de la historia del marketing y todas las agencias buscan el modo para seguir el paso de los consumidores, los cuales casi sin avisar están adoptando un nuevo estilo de vida de absoluta movilidad.' Estos días en la Predict Conference que se celebra en Dublín hemos podido ver hacía donde va todo esto especialmente en la detección de tendencias y predicción de modelos de comportamiento en el consumo.
Totalmente de acuerdo. Sólo añadir que publicidad, marketing, sales Hacking u otros mecanismos ya no son departamentos estancos, son espacios líquidos que precisan trabajar en común, compartiendo objetivos y mecanismos, para, al final, descubrir que de cómo comunicamos se deriva algo mucho más importante, la transformación digital de quien se anuncia. ¿Estás transformando tu empresa? ¿tu institución?.
La importancia de la analítica web | blogger invitado
Hoy tenemos blogger invitado. Se trata de Andrés Gananci, quien fundó su primer negocio online con tan sólo 17 años y que algo más de una década después, sigue viajando por el mundo mientras trabaja desde casa ayudando a entender el complejo mundo de la analítica web. De hecho hoy nos habla de la importancia de todo ello en un negocio online.
Hoy tenemos blogger invitado. Se trata de Andrés Gananci, quien fundó su primer negocio online con tan sólo 17 años y que algo más de una década después, sigue viajando por el mundo mientras trabaja desde casa ayudando a entender el complejo mundo de la analítica web. De hecho hoy nos habla de la importancia de todo ello en un negocio online. Recuerda que si tienes un negocio en la red o pretendes tenerlo en Idodi Only Different Ideas hemos ayudado a más de 2.000 empresas a ‘vender más’ y a alcanzar sus objetivos. Lee este magnífico post de Andrés y toma decisiones. Inténtalo tu mismo si te ves capaz o contrata a quien sabe de ello. La analítica no es un tema menor y muchas veces es la clave del éxito. Aquí os dejo con su artículo.
La importancia de la analítica web en un negocio
El comercio electrónico está en su máximo esplendor, no para de crecer, pero no solo para los emprendedores, sino también para los clientes, cada vez son más los que compran por Internet. Tal es el auge que las empresas no deberían dejar pasar por alto este hecho, aprovechar el momento y conseguir su objetivo, el de vender más. Y es que para vender más no vale solo con invertir dinero, es importante analizar aspectos fundamentales: generar tráfico, aportar valor y contenido al cliente, interactuar con el usuario, ofrecer una buena atención al cliente y ofrecer una buena experiencia de compra a nivel técnico.
Parece muy fácil desde fuera todos estos términos que acabo de nombrar, de hecho cualquiera con buenas capacidades de comunicación y con ciertas habilidades sociales, puede desempeñar este trabajo. Lo que no resulta tan fácil es que todas estas acciones puedan medirse en resultados para comprobar si el contenido no es suficientemente atractivo y por eso se van, no estoy llevando bien mi estrategia en las redes sociales, o mi página web tiene un problema del que yo no era consciente. Y es que ¡para eso está la analítica! Medir, medir, medir.
Analicemos un hecho real: una persona va a crear un negocio y decide crear una web que le ha costado 5.000 euros y decide también gestionar un blog, en el cual lleva una estrategia de escribir contenido diario durante un buen número de meses. Eso está muy bien pero, ¿sabe quién visita esa página? Esto es algo habitual. Ves como una persona está a punto de iniciar su negocio, pone todas sus ilusiones y ganas en ese proyecto, y en poco tiempo fracasan por no tener en cuenta detalles tan significativos como que los usuarios no acaban, en ocasiones, una compra en una página web porque el formulario de compra es muy largo o tedioso, y terminan abandonando el carrito en este punto. En este caso en concreto, ¿crees que es decisivo tener en cuenta este problema para tener más ventas? ¿Es tan difícil fijarse dónde se produce el abandono y dar solución a ese error?
Hacer un buen seguimiento y análisis es como tener un mapa y una brújula para tu negocio. Y es que además Internet te lo pone en bandeja. Existen muchas herramientas que te permiten obtener resultados para nuestro negocio, haciéndonos saber qué estamos haciendo bien y qué cosas no debemos hacer más. Si hacemos una inversión en nuestro nuevo negocio, vamos a hacer las cosas bien. Si seguimos con este ejemplo de la web y el blog, es necesario saber por lo menos qué términos buscan los usuarios, qué secciones visitan más, qué paginas abandonan, ¿no crees que te ayudarán un poco más en tu estrategia? O por el contrario, ¿seguirás dando palos de ciego y continuarás tirando tu dinero y tu tiempo?
Considerando todo esto, ahora lo que no debemos cometer es otro error muy común: medirlo todo y volverte loco con las estadísticas. Antes de ponerte a medir, debes fijarte unos objetivos que quieres alcanzar con cada acción: más fans en Facebook, más tráfico o más suscriptores. Aconsejo establecer objetivos reales. De esta forma es más fácil saber qué vas a medir y dejar otras métricas a un lado, que por el momento no sirven para nada.
Internet sigue ofreciendo grandes ventajas y te permite generar tu propia audiencia. A través de la red difundes tu contenido, tu mensaje el cual llega a mucha gente, que no siempre son tus clientes potenciales, pero que te ayudarán a generar oportunidades para conseguir una nueva comunidad. Las redes sociales también son medibles. Puedes incluirlas en Google Analytics o en otras herramientas más especializadas incluso.
La herramienta por excelencia de analítica web es Google Analytics como te decía, una herramienta gratuita, de diagnóstico y de prueba de resultados para hacer funcionar la página web de forma efectiva. Resulta muy útil si queremos hacer cambios en nuestra web o en nuestra estrategia para captar un nuevo nicho de mercado, si tenemos problemas con el SEO, o si queremos sacarle el máximo partido a nuestra página de e-commerce. Pero no solo nos servirá para hacer un seguimiento detallado de nuestra web, sino como hemos visto anteriormente nos ayudará a tomar decisiones en nuestra estrategia. Por eso es muy importante tener en cuenta que antes de ponernos manos a la obra con nuestra nueva web, debemos utilizar Google Analytics para saber por dónde empezar y hasta dónde queremos llegar.
Por último, aconsejo hacer analítica con tiempo y esfuerzo para interpretar de forma correcta los resultados. Si no disponemos de tiempo debemos delegar esa tarea en profesionales que interpreten las estadísticas en función de los objetivos que has fijado. Lo importante es hacerlo bien, sin prisas y con buena letra.
Descripción del autor: Andrés Gananci es un emprendedor y aventurero apasionado de la vida que fundó su primer negocio online con tan sólo 17 años. 12 años después, sigue viajando por el mundo mientras trabaja desde casa.