Mass-media o mass-tontos. La Transformación digital no era para esto.
Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.
Una sociedad agotada de prensa, tertulianos, expertos de todo, pirómanos y moderadores. Agotada pero enganchada. Se hace difícil abandonar el ritmo de la información que además, ahora, permite seguirla en múltiples formatos y dispositivos. El tiempo real, la post-verdad, la reflexión, las fotografías, los videos y sus comentarios, las interpretaciones mínimas, la voluntad maniquea del bueno y el malo y el blanco y el negro en un mar repleto, más que nunca, de grises. Todo se amontona en una orgía indescifrable de información proveniente toda clase de medios y canales.
La confianza bajo mínimos. Por lo menos por mi parte. La industria de los medios de comunicación vive su peor momento. No sólo se enfrenta a la disrupción digital sino que también los medios digitales se enfrentan a la disrupción que provoca la falta de análisis. Una falta bíblica de objetividad en la mayoría de ellos los ha conducido a una falta de confianza histórica por parte de sus audiencias no tradicionales. Crecen en oyentes, lectores digitales y posiblemente en espectadores, pero a la vez, éstos, parecen exigir tertulias con aspavientos, detalles sin importancia pero muy efectistas y analistas de todo hablando de nada. En un mundo de medios dirigidos por partes interesadas que tan bien y detalladamente explica el ensayo ‘Power is everywhere’, éstos tienen un público muy claro en mente, y ni siquiera se esfuerzan en buscar otros lectores. Prefieren representar nichos subjetivos en lugar de arriesgar en praderas objetivas.
Es posible pensar que la prensa, técnicamente, sigue sin asumir la disrupción. La información se derrama por miles de canales alternativos y la réplica de titular no es mucho más que eso, una réplica en pocos caracteres y donde la profundidad del epicentro no parece importar a la mayoría. Otras industrias han entendido y sufrido que pasa cuando te llega la disrupción. La compañía de taxis mas grande del mundo no tiene taxis. La compañía hotelera más grande del mundo no tiene ni un solo hotel. La empresa más grande de telefonía no tiene infraestructura propia. La mayor empresa de retail del mundo no tiene inventario propio. La empresa que posee más contenidos del mundo no crea contenidos. El banco que más crece no tiene dinero. La empresa de cines mas grande del planeta no tiene ni una sala propia. En la mayoría de los casos, el concepto ‘user generated’ está encima de la mesa.
Todo ello tiene mucho que ver con la mutación de toda la cadena de valor que está transformando el ‘producto a servicio’. El escenario ha cambiado definitivamente. Ese cambio de liderazgo se sustenta en una estrategia a medio plazo que va más allá de la cosmética. Es una mutación profunda. No se trata tanto de plataformas dónde las personas intercambian productos sino de un lugar dónde se vinculan a servicios. No se trataría tanto de un lugar donde las personas intercambian enlaces informativos o participan de la información y de la opinión. En todo caso se debe profundizar en la idea de que el lector, el consumidor de información, se ha convertido en un agente activo y en un plano muy distinto al que la prensa tradicional le sigue reservando. No consumen, interpretan. E interpretan muy distinto a como otras generaciones lo hacen por cierto.
Reina la idea acerca de los millennial, que para que te lean (lease hagan click) debes hablar de nimiedades y poner muchas fotos. Así corre el contador de páginas vistas. Que les importa más lo que dice una alienada ‘influencer’ a lo que se aporta en la profundidad de un análisis complejo. Y eso no es cierto. Lo que pasa es que el consumo informativo de esta generación es muy heterogéneo y se aparta de lo convencional, de lo prediseñado o de lo que otros, generaciones X o superiores, podemos entender. Resulta que los millennial navegan por los medios mientras hacen otras cosas. En el curso de su trayecto informativo seleccionan y revisan a posteriori lo que han decidido. La guerra estaría en ser relevante y no únicamente 'fast-food'. Lo primero exige objetividad, lo segundo efectos visuales o titulares de autobús.
Esto no va de ‘views’, ni de ‘clicks’. Es muy serio y parece que nadie se entera de que, en la guerra del consumo maniqueo e irresponsable por parte de muchos, está el vacío futuro y la lejanía de la prensa con respecto a sus consumidores inmediatos. Este es un mundo donde la tecnología simultáneamente ha liberado y restringido el contenido que consumimos, con las plataformas periodísticas están haciendo más para dividir que para unir. En este punto habrá un lugar crucial para los editores que puedan ofrecer contenidos en el que se pueda confiar. Ese es, después de todo, el papel tradicional de los medios de comunicación. Parecía que la conquista digital de la prensa nos aportaría inmediatez, objetividad, una visión poliédrica y comparada y un modelo informativo mucho más razonable, pero no ha sido así. El negocio digital de la prensa tradicional no es más que una búsqueda incansable de ‘pageviews’ sin control empujados por sus lectores ideológicamente afines. Lo peor es que muchos de los ‘nuevos medios’ hacen lo mismo.
Las cifras de consumo de los medios tradicionales cae. Suelen remontar puntualmente en momentos de barullo informativo como el actual, pero globalmente, cae. Cae en cantidad, pero también en calidad. La alocada búsqueda del lector ahora ha dado paso a la caza del visualizador de videos. Ya así nos va. Este es uno de esos momentos. Por lo menos por estos territorios. El Brexit, Trump o El Chapo Guzman fueron otros. Sin embargo la tendencia es la que es y el peso de lo inevitable es inmenso. Mucha gente se ha dado cuenta de que no está recibiendo una imagen completa de lo que está pasando a través de los canales en los que confió siempre o le dijeron que eran fiables.
Por si fuéramos pocos, parió la abuela. Y parió un algoritmo. Bueno, varios. Rutinas aritméticas que nos están cegando con opiniones ilustradas de opinadores de ‘todo’ y que aportan más ruido en el griterío pero que, según la inteligencia artificial o el big data, son informaciones que ‘debemos’ leer. Sabemos desde hace tiempo que los medios digitales funcionan haciendo suposiciones acerca de quiénes somos y la clase de cosas que nos gustan. Si bien puede haber algunos aspectos positivos en esto, si ampliamos el diafragma el asunto es terrible. Los medios son cada vez menos medios. La caza del ‘like’ o el ‘retuit’ no dejan de ser una anomalía informativa, un escenario muy poco nutritivo, un McDonals de la información sin sobremesa y sin cubiertos.
A medida que el análisis deja paso a la difusión gigantesca de párrafos ocurrentes, que la lectura del detalle se queda en el bajo título y que el relato prefabricado argumenta el hecho, nos iremos desvaneciendo como sociedad crítica y nos convertiremos en una especie de 'followers' de la 'post-verdad'. Tal vez ya hemos llegado demasiado lejos, quien sabe, y el retorno está complicado. Y es que la tecnología no era para esto. Era para componer opinión con mayor grado de conocimiento. No estamos haciendo mucho con lo que la digitalización nos aporta. La culpa es de todos. Del que lee y del que escribe. Del que emite y del que mira. A veces parece que la tecnología aplicada a los ‘mass-media’ nos está haciendo ‘mass-tontos’. A las pruebas me remito.
La Transformación Digital explicada (y practicada) en 7 horas más o menos.
Siete workshops, dos conferencias, muchos vuelos y hoteles distintos y un estimulante desafío físico y mental. Durante algo más de dos semanas, la última de agosto y la primera de septiembre, he ofrecido talleres a casi medio millar de altos directivos de Costa Rica, Honduras, Panamá, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, mi seminario-taller sobre ‘Como sobrevivir con éxito a la Transformación Digital’. Unos cursos en las que explico las cuatro claves para transformar una compañía digitalmente, cómo superar las barreras con las que se suelen encontrar y el framework natural de ejecución de todo el proceso.
Siete workshops, dos conferencias, muchos vuelos y hoteles distintos y un estimulante desafío físico y mental que intenté compartir a través de Instagram. Durante algo más de dos semanas, la última de agosto y la primera de septiembre, he ofrecido talleres a casi medio millar de altos directivos de Costa Rica, Honduras, Panamá, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua y El Salvador, mi seminario-taller sobre ‘Como sobrevivir con éxito a la Transformación Digital’. Unos cursos en las que explico las cuatro claves para transformar una compañía digitalmente, cómo superar las barreras con las que se suelen encontrar y el framework natural de ejecución de todo el proceso.
Más de dos décadas de consultoría económica primero, estratégica después y digital hace ya unos años, se yuxtaponen en este curso. En este tiempo, especialmente ahora, cuando hablamos de digitalización el contenido ha cambiado mucho. Todavía, sin embargo, existe confusión entre lo que es digitalizarse y lo que supone transformarse digitalmente. No es lo mismo. La táctica suele imponerse a la estrategia. La tecnología no es más que el 'cómo' y las personas el 'porqué'. Esa es la clave inicial. Toda la automatización de una empresa pierde valor si no se incorpora el valor referencial, convertir al empleado y al cliente en el centro nuclear de todo cuanto pase gracias a ella.
Habitualmente, a la pregunta ¿distingues entre digitalización y transformación digital? la respuesta suele ser negativa. Son muchos los directivos y empresarios que no localizan las diferencias entre ambos conceptos y ese suele ser el principal problema al que se enfrentan al iniciar el proceso y el que puede encarecerlo o hacerlo inservible. Digitalizarse es incorporar tecnología tácticamente, transformarse es estrategia para afrontar cuatro aspectos que han cambiado radicalmente en los últimos años: una generación mayoritaria nativa digital dentro y fuera de la empresa, la colocación del cliente en el centro de la cadena de valor, la sustitución de productos por servicios y la aparición de nuevos modelos de negocio que trastocan la relación natural entre proveedor, consumidor y vendedor.
Como decía, el formato de este workshop es un híbrido entre teoría y práctica, casi al 50%. Se inicia con un panel que muestra ‘como hemos llegado hasta aquí’, luego otro que aborda como conquistar a la generación Millenial, más tarde se expone como construir un framework de trabajo para transformar digitalmente una empresa, posteriormente se practica con una metodología propia denominada ‘disrupt Thinking’, en la parte final se aprende a definir un Plan Estratégico de Transformación Digital y se concluye con un ‘ecualizador’ de estado de la propia empresa en su fase de transformación. Siete horas intensas y mucho café.
En los próximos meses vamos a ofrecer este completo formato, en diferentes ciudades europeas. Ya están casi cerradas las fechas en formato abierto en Dublín, Londres y Madrid. A parte de la repetición de esta gira en América a principios del año que viene, el plan previsto es ofrecer una docena en total en Europa antes de terminar este. La agenda no permite más. Se harán en formato abierto y en sesión privada para empresas. Si te interesa asistir a alguna o que estudiemos las opciones de tiempo que nos queda para organizarlo en un formato interno en tu compañía, no dudes en pedirnos más detalles.
La transformación digital de nuestro mundo y el papel urgente de la política.
La velocidad es importante. Las prioridades son la clave. A pocos minutos de que el mundo que conocemos se de la vuelta como un calcetín, los responsables, por decisión popular de ponernos a salvo, siguen con sus debates endogámicos en la mayoría de los casos o de cosas que se antojan de escaso valor para cuando la tormenta llegue. Cuando llegue, que llegará, puede ser un simple chaparrón o un huracán fuerza 4. Dependerá de cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día. De poco va a importar alguna de las ‘trascendentes’ medidas que se están proponiendo o postulando si cuando se tengan que implementar no quede tejido donde hacerlo.
La velocidad es importante. Las prioridades son la clave. A pocos minutos de que el mundo que conocemos se de la vuelta como un calcetín, los responsables, por decisión popular de ponernos a salvo, siguen con sus debates endogámicos en la mayoría de los casos o de cosas que se antojan de escaso valor para cuando la tormenta llegue. Cuando llegue, que llegará, puede ser un simple chaparrón o un huracán fuerza 4. Dependerá de cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día. De poco va a importar alguna de las ‘trascendentes’ medidas que se están proponiendo o postulando si cuando se tengan que implementar no quede tejido donde hacerlo.
El mundo del trabajo está cambiando. El empleo y el modelo económico se está transformando cada vez más rápido. Ya no es cuestión de avisos que se podrán recoger en una década. Hace años que lo comentamos. El rompecabezas ya está desordenado y descansa encima de la mesa. No hay planos ni instrucciones por lo que cuando queramos montarlo, sino hemos probado hacerlo en varias ocasiones, nos vamos a retrasar mucho en poner cada pieza donde conviene.
Que en el ámbito de gobierno, o de la oposición, no se esté teniendo en cuenta de manera objetiva y con el mayor grado de conocimiento posible acerca del riesgo que supone no hacer nada en este momento, es gravísimo, pero casi es hasta normal teniendo en cuenta la dimensión del asunto y la falta de ‘expertos’ que les exijan ponerse en marcha. En la política hay un problema mayúsculo. No sugieras nada a tu superior que no entienda o que pueda hacerle pensar que tú sabes más que él. Mejor te callas y sigues en tu sillón de Alcántara. Básicamente porque si lo sabe puede estar pensando que mejor así no vaya a ser que al final también un robot le sustituya a él.
Que en ninguno de los congresos políticos que se celebran estos días, ni en los que se celebrarán en los próximos meses, se debata acerca de la cuarta revolución industrial, de la transformación digital del empleo, de la automatización, del riesgo para el empleo que supone todo y de la amenaza de quedarnos atrás económicamente sino localizamos las ventajas de todo ello es muy grave. Mucha gente va a sufrir. Primero por la falta de una estrategia en la sustitución del modelo de crecimiento que vendrá queramos o no. Segundo porque cuando se produzca será tarde y desordenadamente por la falta de análisis previo. Por falta de estrategia caeremos en la táctica. Europa, nuestro entorno ya está conformando el escenario. De momento, nosotros, no tenemos ni papel secundario previsto. El futuro no se conquista esperándolo. Tampoco es factible que una sociedad pueda enfrentarse a la mayor revolución económica que hasta la fecha hemos vivido sin mover un dedo. De la política no se pide que sepa de todo, pero por lo menos que lo tenga presente y pida ayuda. De la administración no se pide que lo ejecute, ya lo haremos los ciudadanos, los empresarios, los trabajadores o quien sea, pero si que lidere.
En esta ocasión no va a ser posible mantener en el onírico espacio de la burbuja inmobiliaria, del valor irreal de los activos y de la creencia que el país se enriquece por que se construyan y vendan más pisos. Esta vez no. Eso, que sucederá en los próximos dos años de manera importante, no durará. Luego, mientras medio mundo se haya preparado para el cambio digital y robótico, otros habrán amontonado ladrillos. Mientras las sociedades con visión de futuro con líderes que pensaron que algo había que hacer y lo lideraron, otras seguirán pasando horas ante el televisor admirando a gente que se vanagloria públicamente de no saber nada o de que solo sean admirables por el número de operaciones estéticas que acumulan.
Cierto que nada va a suceder de manera instantánea. Es verdad que esto va para largo. Es un proceso sofisticado. No obstante, ya ha empezado y no va a detenerse. Davos habló de la dimensión de la tragedia y algunos se dieron por aludidos. Otros seguían contemplando el paisaje nevado. Deloitte asegura que el 41% de las empresas más importantes del mundo ya han completado la primera fase de implementar la Inteligencia Artificial en sus sistemas de trabajo. Que otro 35% está en ello. Parece que no es cuestión de esperar demasiado.
Señorías, ¡despierten!
¿Qué es eso de poner al cliente en el centro de la cadena de valor?
Michel Porter escribió en 1985 que ‘la cadena de valor es la herramienta estratégica que debe utilizarse en una empresa para identificar sus fuentes de ventaja competitiva’. Durante muchos años, la cadena de valor ha sido casi un instrumento contable, una especie de tabla a través de la cuál el ejercicio de mejora se basaba en aspectos puramente técnicos. Eso ha cambiado. Ha cambiado definitivamente y no tiene vuelta atrás. La nueva cadena de valor, la que deriva de la transformación digital de nuestra economía, ha incorporado un elemento que distorsiona toda su estructura: el cliente. Por primera vez el usuario, el cliente final, no es un ente exterior a esa cadena sino que es, sencillamente, el centro de la misma.
Michel Porter escribió en 1985 que ‘la cadena de valor es la herramienta estratégica que debe utilizarse en una empresa para identificar sus fuentes de ventaja competitiva’. Durante muchos años, la cadena de valor ha sido casi un instrumento contable, una especie de tabla a través de la cuál el ejercicio de mejora se basaba en aspectos puramente técnicos. Eso ha cambiado. Ha cambiado definitivamente y no tiene vuelta atrás. La nueva cadena de valor, la que deriva de la transformación digital de nuestra economía, ha incorporado un elemento que distorsiona toda su estructura: el cliente. Por primera vez el usuario, el cliente final, no es un ente exterior a esa cadena sino que es, sencillamente, el centro de la misma.
Otro día analizaré este aspecto con otros sectores. El del 'rent a car', el de los hoteles o el de los servicios jurídicos, pero hoy vamos a tomar como ejemplo el mundo del taxi. Sólo voy a entrar a comparar la cadena de valor de los taxis tradicionales y, por ejemplo, la de Cabify. Utilizo ambos, hace tiempo. No voy a repetirme en temas como la necesaria regulación del sector, la incomprensible actitud de los taxistas o la ineficiente adaptación legislativa a los tiempos que corren. De eso no va este post. Me interesa más identificar dos maneras de entender el transporte de personas y como se refleja en la cadena de valor que utilizan cada uno de ellos.
Empieza el asunto. Necesito desplazarme de un lugar a otro en la ciudad de Madrid y en dos horas regresar al origen. Este trayecto es real y sucedió la semana pasada. Preciso hacerlo en ambos sentidos. En el primer caso decido utilizar un taxi tradicional. Voy con el tiempo justo. El segundo, tal vez, lo haré con un Cabify. Se que puedo solicitar un taxi tradicional utilizando una aplicación que no todos tienen operativa, llamar a la centralita o esperar en una esquina a que alguno me ‘pesque’. La realidad es que los taxis en la capital siempre los he identificado con levantar la mano y ya está. Por eso lo hago así. No tengo naturalizado hacerlo de otro modo.
Aquí empieza la cadena de valor en la que, desde el principio, yo no soy el centro. Así lo percibo por lo menos en este trayecto que no es demasiado distinto a lo habitual. Desconozco el importe exacto que me va a costar el trayecto. El taxista sale del vehículo vestido cómodamente pues hace mucha calor, mete mi trolley en el maletero y regresa a su puesto frente al volante. Nadie me abre la puerta de ese Skoda blanco. No importa, no es relevante. Que mi gusto y el del taxista coincidan musical o radiofónicamente es una opción remota. No me pregunta si quiero seguir oyendo una tertulia kafkiana que retumba por todas partes. Las ventanas, las cuatro, están abiertas. Desconozco porque el aire acondicionado no está en uso. El humor del conductor es una incógnita y sus quejas constantes al estado del tráfico me incomodan continuamente. Frena dos o tres veces bruscamente por culpa de otros conductores, pero no me cuestiona si estoy bien o disculpa lo que ha sucedido. Es lo que hay. La calidad del vehículo es revisable y los complementos al propio trayecto que puedan ser accesibles en el mismo taxi son escasos o nulos. Al finalizar, el coste resulta ser de 11,90 euros. Pido pagar con tarjeta de crédito. Me dice que debo pagar en efectivo ya que el ‘datafono’ está roto. Le digo que llevo 10 euros. Me indica que hay un cajero cerca, que me lleva. Localizo una moneda de dos euros en la americana. Pago. No tomo la anécdota como caso general, pero, con diferencias y detalles, habitualmente un servicio de taxi se parece a este demasiadas veces. El servicio es bueno en general. Son los mejores conocedores de la ciudad y eso se nota. Si no existiera con qué compararlo, cómo hasta hace poco tiempo, sería el mejor.
Sin embargo ya no es el mejor. Y no lo es porque hay una opción vinculada a la tecnología que me incorpora, como cliente, en el centro de la cadena de valor de todo el proceso. El trayecto contrario lo hago con Cabify. Antes de subir en el coche sé que el coste será de 8,50 euros. Primer aspecto que me indica que ‘yo soy el centro’ de la cadena de valor de este servicio. El vehículo llega. Es un Kia Optima de color negro e impecable. El chófer vestido elegantemente mete mi maleta en el maletero, me abre la puerta trasera y entro. No es relevante, pero sigue identificando quien es el 'centro'. El aire acondicionado está a una temperatura adecuada pero él me pregunta si quiero modificarla. Sigo siendo el centro. A continuación el habitual cuestionario. ‘Tiene agua y wi-fi cortesía de Cabify’. Sigo teniendo la sensación de ser el centro de todo.
El chófer me pregunta si deseo escuchar algún tipo de música en particular, alguna emisora o sencillamente si quiero silencio. Me gusta lo que suena, música de los noventa. Le digo que está bien, que lo baje un poco y ya está. Lo hace inmediatamente. El trayecto es agradable, tranquilo. A pesar de que debe circular por la calzada de cualquier coche, el carril taxi está prohibido obviamente. Son varios los puntos conflictivos que cruza y varias las situaciones que bien merecen una queja por la acción de otros conductores. No dice nada. Ni se inmuta. Me pregunta si alguna de las frenadas me ha incomodado. Sigo siendo una preocupación prioritaria para él. Soy el centro. A veces me pregunto si los taxistas, de manera individual, han probado algún Cabify por ejemplo. ¿Han comparado ‘la cadena de valor’? El reto para cualquier vendedor es ser mejor que tu competencia y que tu cliente lo perciba así. Buscar tus ventajas y virtudes y confrontarlas a las carencias de tus rivales. Llegamos. Me despido. Fin.
No entro en el debate regulatorio, tributario o de competencia que está generando un encarnizado desencuentro. Los taxistas tienen razón en algunos aspectos que pierden al no identificar el momento histórico que vivimos y enfrentarse con las herramientas que exige. No recuerdo huelgas en Correos cuando nació el 'email'. Tuvieron que adaptarse y ofrecer soluciones competitivas en un nuevo escenario. Cabify no es economía colaborativa, es un servicio de movilidad que debería equipararse a los taxis. Por el bien de todos debería regularse adaptando las necesidades de todos pero, como este post indica, poniendo al cliente en el centro de la cadena de valor. Ningún otro condicionante debería ser superior a eso. Por ese motivo, el mundo del taxi, tal vez, debería buscar en ese punto el verdadero talón de Aquiles. Si modifican su cadena de valor podrán ser competitivos. Si no lo hacen y limitan su queja a una regulación que sólo debe ser prohibitiva ante la competencia y benévola con ellos por un privilegio histórico, se estrellarán. Se trata de tecnología y de transformación de la cadena de valor.
La pregunta no es ¿me afectará la disrupción? Debería ser ¿cuándo me afectará?
A veces, durante alguna de mis conferencias o en las sesiones de trabajo con empresas a las que ayudo en su transformación digital, aparece el caso de Kodak. Una empresa que fue el referente absoluto en el ámbito de la fotografía y que, en un momento determinado, no supo ver la disrupción en su modelo de negocio. La digitalización les explotó en la cara.
A veces, durante alguna de mis conferencias o en las sesiones de trabajo con empresas a las que ayudo en su transformación digital, aparece el caso de Kodak. Una empresa que fue el referente absoluto en el ámbito de la fotografía y que, en un momento determinado, no supo ver la disrupción en su modelo de negocio. La digitalización les explotó en la cara.
Al contrario de lo que muchos piensan, Kodak sigue viva. Es otra empresa. Mucho más modesta tras superar la quiebra y reponerse relativamente. Una compañía que tuvo ante sus ojos la opción de utilizar su conocimiento, activos y comunidad para revolucionarse revolucionando. Kodak tuvo la oportunidad de liderar el mundo de la fotografía digital, pero lo desestimó. La dirección de la empresa consideró que ‘nunca, nunca, el ser humano preferirá tener sus recuerdos en una pantalla en lugar del papel’. He oído cosas similares en el sector editorial.
El ejercicio que supone dejar de pensar de un modo lineal e iniciar un modelo exponencial no es sencillo de aplicar en una organización. De hecho, ese estímulo tiene mucho que ver con una correcta implementación tecnológica. Es cierto que la Transformación Digital no es sólo tecnología, es mucho más, tiene que ver con una revolución en el modo de trabajar, de contactar con el cliente y de modular nuevos espacios de negocio, pero no podemos deshacernos de que todo ello surge gracias a una palanca tecnológica ineludible.
Por eso, cuando esa tecnología aparece, y lo hace de un modo tan disruptivo, tan amenazante hacia los modelos de negocio existentes, no todos lo pueden ver. Cada día son más las empresas que lo entienden, pero no todas lo saben incorporar a sus dinámicas. Hablamos de pasos previos que recomiendo, de ejecuciones ordenadas alejadas de la táctica y de asumir el tiempo exponencial que, lejos de lo que algún gurú de la inmortalidad defiende, sí va a acelerar aún más en los próximos cinco años. De ahí la urgencia por aterrizar conceptos grandilocuentes, hablar de lo que realmente se va a poder tocar en breve y buscar el modo de que esa textura futura defina nuestra propia manera de trabajar y a nuestra empresa.
El riesgo es no verlo o verlo mal. Kodak no lo vio inicialmente y cuando lo vio era tarde. La lista de damnificados por no identificar su disrupción es larga, muy larga. En diferentes sesiones de trabajo obligo a los asistentes a no hacerse la pregunta incorrecta: ¿le va a afectar a mi empresa la disrupción? Les invito a preguntarse correctamente ¿cuándo me pasará y con que tecnología? Existen fórmulas para identificarlo, para adelantarse, un trabajo estructurado, con un análisis correcto permite crear espacios de innovación en cualquier empresa que logre afrontar ese desafío a tiempo.
El tiempo, hoy, es exponencial. Ya no es lineal. La red es distribuida e ilimitada. Por eso no podemos comprender la no existencia de un límite en ese cambio exponencial. Ignorar las tecnologías que se pueden por llevar por delante tu negocio es una muy mala opción. Tomando de nuevo como ejemplo el conocido caso Kodak podemos hacernos una idea simple. En 1996, Kodak era la hostia, con un valor de mercado de más de 28 mil millones de dólares y 140.000 empleados. Lo que pocos saben es que 20 años antes, en 1976, Kodak había inventado la cámara digital. Tenía las patentes y una ventaja que no supo utilizar.
Steven Sasson la inventó y, al parecer, sólo él veía su potencial en la empresa. Hablamos de una foto que tomaba fotos de .01 megapíxeles que tardaba 23 segundos en grabar una fotografía en blanco y negro en una cinta analógica. Cuando Sasson mostró su invento a los ejecutivos de Kodak, éstos ignoraron la repercusión que tendría esa tecnología años después. Lo cruel de la historia es que Kodak se declaró en quiebra en 2012 al ser superados por la tecnología que ellos mismos inventaron. Ese mismo año una empresa llamada Instagram era adquirida por Facebook por mil millones de dólares y apenas tenía una docena de empleados. A Blockbuster le pasó algo parecido al desestimar el modelo que Netflix proponía.
No sabemos que otras tecnologías jugarán un papel similar en otros negocios y empresas. Sólo sabemos que es una dinámica en la que se acumulan sucesos. Taxis, hoteles, música, servicios y productos de todo tipo viven esa agresión que proviene de la exponencia de una innovación inédita hasta hoy. Lo más importante no está solo en la tecnología que lo va a provocar, lo determinante es que tu empresa establezca las bases a partir de un cambio cultural interno que permita identificar el momento de abrazar una mutación como las que no supieron vivir Kodak o Blockbuster. Sólo es cuestión de tratar el tema.
La clave para empezar la Transformación Digital de tu empresa. Hacerlo 'despasito'.
Muchas empresas consideran que transformarse digitalmente es cuestión de incorporar tecnología al día a día de la compañía sin más. Incluso a veces, esa hipotética transformación trata simplemente de ir sumando software y dispositivos en los procesos de la compañía. La falta de estrategia se suple por una táctica que puede ser muy costosa y perjudicial. Desmotiva a los equipos, incrementa la presión sobre la necesaria modernización y asume costes que no siempre están justificados.
Muchas empresas consideran que transformarse digitalmente es cuestión de incorporar tecnología al día a día de la compañía sin más. Incluso a veces, esa hipotética transformación trata simplemente de ir sumando software y dispositivos en los procesos de la compañía. La falta de estrategia se suple por una táctica que puede ser muy costosa y perjudicial. Desmotiva a los equipos, incrementa la presión sobre la necesaria modernización y asume costes que no siempre están justificados.
El 70% de las empresas españolas son conscientes de la necesidad de la transformación digital de su negocio, aunque la mayoría no tienen un plan claro para llevarla a cabo y, las que sí lo tienen, no siempre empezaron con buen pie. La Transformación Digital es el proceso de convertir el cambio en oportunidad y eso no sucede sin una implicación amplia de todos los cuadros de la propia empresa.
Uno de los métodos que mejor están resultando, desde mi propia experiencia, es la de proponer unas sesiones iniciales de tipo formativo y práctico que permitan generar el interés y el conocimiento necesario en la empresa para abordar un reto tan importante.
Este tipo de sesiones las llevo desarrollando hace años y cada vez funcionan mejor. El pasado jueves, en el entorno extraordinario de Mon Sant Benet, una de las empresas líderes en un sector que ha sufrido la crisis especialmente en los últimos años, solicitó este ejercicio tremendamente práctico. Se trataba de la compañía cementera Promsa. Una empresa que ha decidido iniciar su transformación digital y, para ello, consideró acertadamente que la mejor manera era a través de este evento vinculado a un workshop formativo, práctico y especialmente diseñado para ellos.
La verdad es que fue un éxito. La implicación de la dirección y los cuadros fue extraordinaria. En un mismo espacio estaban los 90 responsables comerciales, técnicos, de recursos humanos, administrativos, logísticos y gerenciales. Todos ellos conocieron el estado de tecnológico que les afecta en plena Industria 4.0, que palancas de transformación deberán activar, se aplicó de manera práctica un caso que les fue tremendamente cercano, se evaluó en conjunto el estado de transformación de la empresa a tiempo real y, finalmente, se expuso el papel relevante que todas las personas tendrán en ese tránsito imprescindible.
Es, sin duda, una de las mejores maneras de empezar esa hoja de ruta que supone la transformación digital de una empresa. Una sesión de una jornada, teórica y práctica, vinculada a la historia, sector y valores de la compañía que explique que la tecnología no es la esencia del proceso, pero sí una herramienta que nos ayudará a que el cambio suceda. Una jornada técnica que imparto con profundidad y que es muy estimulante por cuanto vivimos durante ese tiempo y que permite trazar una hoja de ruta al final de la misma y que la empresa puede poner en marcha al finalizar.
Si consideras que tu empresa puede estar en ese punto necesario no dudes en preguntarme si es factible hacer algo parecido en tu compañía. El cambio de conciencia por parte de los líderes de la organización y su aplicación tecnológica son elementos que no solo se imponen, se deben defender y demostrar en positivo. Llevo casi dos décadas haciéndolo cuando la red era otra y cuando la automatización no suponía ni una centésima formal de lo que es ahora. La divulgación me encanta y acompañarla del análisis práctico no es sencillo pero resulta muy gratificante. Desde mi punto de vista, pasar a la acción exige de un primer paso, y ese primer escalón tiene mucho que ver con explicar a todos lo que se quiere hacer, formar básicamente sobre ello y aplicar un método práctico que implique a todo el mundo en una empresa. Un buen primer paso, por experiencia, suele ser este tipo de workshops.
Internet se está desacelerando a nivel mundial. Las claves del 'Internet Trends 2017'.
Si hay un informe anual sobre Internet que se puede considerar una referencia, ese es el que firma Mary Meeker bajo el nombre de 'Internet Trends Code Conference'. Más de 300 páginas de análisis que junto a su equipo de Kleiner Perkins publican por estas fechas desde hace ya algún tiempo. Un conjunto de gráficos y estadísticas que permiten hacernos una idea de la evolución de la red, sus tendencias y los datos para interpretar hacia donde vamos en el mundo de la nueva economía y de la transformación digital de todo. Resumir en un post todo lo que ahí se indica es imposible, pero en un vistazo rápido me quedo con algunos datos que me parecen significativos y que bien podrían establecer directrices en las estrategias digitales de empresas, organizaciones y gobiernos.
Si hay un informe anual sobre Internet que se puede considerar una referencia, ese es el que firma Mary Meeker bajo el nombre de 'Internet Trends Code Conference'. Más de 300 páginas de análisis que junto a su equipo de Kleiner Perkins publican por estas fechas desde hace ya algún tiempo. Un conjunto de gráficos y estadísticas que permiten hacernos una idea de la evolución de la red, sus tendencias y los datos para interpretar hacia donde vamos en el mundo de la nueva economía y de la transformación digital de todo. Resumir en un post todo lo que ahí se indica es imposible, pero en un vistazo rápido me quedo con algunos datos que me parecen significativos y que bien podrían establecer directrices en las estrategias digitales de empresas, organizaciones y gobiernos.
Algo que podíamos esperar que sucedería tarde o temprano ya se evidencia. Internet se está desacelerando a nivel mundial, excepto en la India, donde el número de usuarios de Internet creció más del 28% en 2016. Podriamos estar viviendo un efecto perverso. Hemos llegado a un punto de crecimiento complicado puesto que las barreras entre el mundo tecnológico y el que todavía vive de espaldas a la tecnología digital que, por cierto, es la mitad del planeta, son muy grandes. Según el informe, el crecimiento global de los teléfonos inteligentes se ha frenado. Las ventas de teléfonos inteligentes crecieron solamente un 3% el año pasado, frente al 10% del año anterior. De hecho, el tiempo dedicado al uso de Internet en dispositivos móviles se ha estancado en las 5 horas diarias. Que se dice pronto.
La interacción a través de la síntesis de voz está empezando a reemplazar a la que se produce a través de la escritura. El 20% de las consultas que provienen de un dispositivo móvil se hicieron a través de voz el año pasado, mientras que la previsión es de que este año, esos requerimientos alcancen el 95%. Cuesta creer pero argumentan que el modelo de relación en la red está siendo sustituido de manera exponencial.
La disrupción en los medios de comunicación continúa a un ritmo salvaje. Con los líderes digitales transformando el mercado y ofreciendo mejores experiencias a los usuarios los medios de siempre siguen perdiendo la batalla. La oferta a mejor precio, la gestión masiva de datos y la escalabilidad digital son invencibles. Netflix pasó de cero al 30% del mercado de entretenimiento en EE.UU. en una década.
La publicidad tiene un análisis interesante. Los ingresos por publicidad móvil crecieron un 22% en 2016, eclipsando los ingresos publicitarios de escritorio. Los ingresos publicitarios por Internet superarán la publicidad televisiva a nivel mundial este mismo año, algo que ya sucedió en Estados Unidos el año pasado. En este campo digital, Google y Facebook representan el 85% del crecimiento de la publicidad en la red.
El informe hace mención a algo que ya hace tiempo detectamos los que nos dedicamos a las estrategias digitales. La web visual continúa creciendo en importancia y sofisticación. Según ellos, gran parte del futuro de las búsquedas van a ser sobre imágenes en lugar de aplicando a palabras clave. Algo que certifica alguien que sabe mucho de esto, Ben Silbermann, fundador de Pinterest. De ahí que el estudio interprete que el reconocimiento de imágenes con inteligencia artificial y de activación por voz reemplazará este mismo año a la escritura especialmente en el móvil. Jugarán un papel determinante los asistentes de voz este 2017.
Meeker presta mucha atención a los juegos de azar señalando que hay 2.600 millones de jugadores en todo el mundo (frente a los solo 100 millones de 1995). Señala la importancia del comportamiento que esto puede tener en el desarrollo de la propia red. El juego interactivo global se está convirtiendo en un monstruo interactivo de difícil control y de enormes posibilidades comerciales obviamente. Los ingresos globales de juegos se estima en 100.000 millones de dólares en 2016 siendo China el mercado más grande en este espacio digital.
En los Estados Unidos en 2016, el 60 por ciento de las empresas de tecnología más valoradas fueron fundadas por estadounidenses de primera o segunda generación y son responsables de 1,5 millones de empleos. Esas compañías incluyen titanes de tecnología Apple, Alphabet, Amazon y Facebook. No se denotan similitudes en otro lugar del mundo a ese nivel.
Y, como decía, en el informe se hace detalle de que las tecnologías líderes están bien posicionadas en el mercado digital de la salud, con casi un 60% de consumidores dispuestos a compartir sus datos de salud con Google para recibir servicios más adecuados a su realidad. Ahí queda eso. Lo de no hay nada gratis o si es gratis es que tu pagas con tus datos va en aumento. La privacidad seguirá siendo la asignatura de 2017, 2018 y a este paso será ‘la asignatura’.
La importancia de revisar la versión oficial sobre el 'robocalípsis' inminente.
El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.
El pasado jueves ofrecí una conferencia en Málaga titulada 'Sólo para humanos, robots abstenerse'. Durante casi una hora expliqué a una audiencia que llenaba el salón de actos del Hotel Vincci Posada del Patio que la versión oficial sobre el futuro laboral de todos debe ser revisada. Es evidente que algunos sectores, como la fabricación y el transporte, tienen un alto potencial técnico para la automatización. Sin embargo otros, como la educación, los profesionales creativos, la información y la atención sanitaria, tienen un potencial humano difícilmente sustituible por un sistema automático. El apocalipsis robótico es menos posible en aquellos empleos donde la formación y la creatividad es algo fundamental. La aplicación de modelos de inteligencia artificial y sistemas automatizados ha llegado y va a seguir avanzando, sin embargo el impacto futuro de toda esta tecnología podría ser más parecido al que tuvieron los cajeros automáticos y menos que el que proponen las películas basadas en novelas de Isaac Asimov. Si será tan intenso o no, ya se verá, lo que si sabemos es que sucederá rápido.
Estamos pasando de la propiedad de un producto al uso de un servicio que permita disfrutar temporalmente de él. Seguimos inmersos en el cambio absoluto de un modo de entender el mundo y la vida, la familia y los derivados de las relaciones sociales. La política se expone en las redes, trabajamos a distancia, nos movemos en un mundo minúsculo y tomamos conciencia de que la Tierra no es un lugar en el que volcar nuestra irresponsabilidad. Pero en los últimos años ‘la urgencia’ se ha convertido en algo inevitable y consustancial con la vida del individuo moderno. Todo se entrega en menos de una hora o de manera instantánea. Las redes que triunfan son las que así lo plantean y además si caducan mejor. Nada es perpetuo y en un rato desaparecen para siempre. La urgencia y la caducidad como esencia de nuestra existencia contemporánea.
En los negocios es aún más evidente. La generación del ‘on demand’ de todo exige que tras un texto enviado en cualquier formato, tengamos respuesta inmediata. Si grabas un video se debe poder ver unos segundos después en cualquier red. Si quieres un disco, desde tu móvil lo tienes al instante en streaming por ejemplo. Se acabó el ‘delay’ naturalizado de nuestra generación y bienvenida la civilización del ‘ya mismo’. Pero no todo es así o no lo será cómo mínimo. Existe una paradoja. La opción de tener acceso a todo y a todos tiene cara B. La naturaleza siempre equilibra. Siempre busca el polo opuesto y en el caso tecnológico también. La mutación sociológica que supone el uso instantáneo de redes y dispositivos, plataformas sin intermediarios o tecnología de impresión 3d, filmación o inteligencia artificial, también está proporcionando un modo nuevo de pensar, de vivir, de valorar algunos aspectos que en épocas pasadas eran insalvable e ‘indebatibles’.
Mientras muchos aspectos vinculados a la tecnología han estimulado los negocios a límites de urgencia inéditos, la considerada urgencia sociológica se ha ralentizado hasta casi detenerse curiosamente. Parejas que no se casan durante años, retrasando un desenlace que era obligatorio lo antes posible o embarazos que se planean hacia los treinta largos o incluso los cuarenta son una muestra de que hay cosas que se han detenido o no tienen urgencia. Si tenemos en cuenta que cada década la esperanza de vida en nuestra sociedad aumenta una media de tres años, sabemos que en el ‘primer mundo’ algunos elementos de urgencia también desaparecerán como ahora los entendemos. Tendremos mucho más tiempo para hacer cosas. ¿Qué prisa hay en hacer algo si tienes mucho más tiempo que tus abuelos para hacerlo? Los nacidos esta década vivirán más de un siglo de media, tal vez mucho más. Además esos años adicionales los van a vivir mejor y sin limitaciones vinculadas a rutinas, ineficiencia y situaciones del pasado.
Nuestros hijos o nietos vivirán más de cien años y llegarán en un estado saludable a los ochenta, con ganas de hacer mil cosas que además podrán hacer. Su mundo estará rodeado de tecnología que facilitará todo. Permitirá vivir en otro estado de dependencia y de independencia. Un mundo dónde fronteras y banderas significarán algo más humano que patriótico y dónde seguramente seremos más ‘fans’ de un desarrollo robótico que de un equipo de fútbol. Nuestros hijos hoy ya no entienden que algo se retrase en llegar pero a la vez no contemplan el mundo como conectado siempre. Es curioso. ¿Recuerdas cómo cuando ‘te conectabas’ a Internet requería de unos minutos esperando que engancharas tu computadora a ‘Internet’ llamada Infovia en España por ejemplo? De hecho decimos ‘conectados’ por eso. Hoy en día técnicamente estamos conectados siempre. Pero los más jóvenes llaman a conectarse o desconectarse a un hecho distinto, a una manera de estar o no estar en contacto que es algo muy distinto.
Ellos son hijos de la cultura del ‘pause’, de la no propiedad, de la economía colaborativa, de la vigilancia activa y del streaming social. En los próximos años vamos a empezar a ver un mayor reparto casi gratuito de tecnología a nuestras vidas y veremos también como se transforman en casi ‘derechos fundamentales’ algunos ‘servicios’. La deriva de todo ello será la pérdida de propiedad y la ganancia de tiempo. La urgencia como la entendemos quedará postergada a la tecnología, al software, a lo robótico. Lo humano irá tomando un territorio donde estaremos ‘out of time’ y dónde lo importante será ser más libre de algunos aspectos que ahora relacionan ‘urgencia’ con ‘competitividad’. Nadie podrá ser más rápido que un software o un robot. Lo que proporcionará un humano será eso, humanidad y no velocidad ni urgencia.
Como el tiempo es dinero queda claro que el cumplimiento instantáneo no dependerá de nosotros. El mundo sólo hará que pedir más descargas instantáneas de música, de noticias, de información o de cualquier servicio. Lo vamos a exigir todo instantáneo en un mundo digital. Y lo vamos a exigir a quienes lo pueden hacer, las máquinas y automatismos. Pero a la vez iremos generando en paralelo una vida más tranquila. Fijaros cómo cada vez gana importancia el ‘vivir’ y disfrutar del deporte, la familia, el tiempo sin urgencia. Un mundo tecnológicamente urgente y otro humanamente tranquilo. Planificar la jubilación cada vez será algo más abstracto para los jóvenes. Esa etapa, cuando ellos lleguen, estará en una franja que ahora, cuarenta o cincuenta años antes, no podemos ni tan siquiera imaginar. Seguramente, el concepto tal y como lo entendemos habrá desaparecido para entonces y plantearse la urgencia de hacer cosas antes también. Aquella lista de ‘diez cosas que quiero hacer antes de morir’ tendrá un sentido bien distinto en cuanto a la necesidad de hacerlo lo antes posible.
Cierto que el mundo va a toda leche. Es cierto también que vivimos acelerados, que todo parece urgente, pero revisa bien como todo está cambiando a la vez. Como valoramos unas cosas y otras de manera distinta. Es urgente un escenario concreto que proporciona lentitud a otro. Es una paradoja que va a reinar nuestro futuro. Aunque curiosamente, habría que 'darse prisa' en ir preparando políticamente y sociológicamente todo ese cambio o nos pillará con el pie cambiado y un proceso que debería de ser brillante y muy beneficioso pudiera convertirse en un drama de dimensiones inéditas hasta la fecha. Depende de nosotros en gran medida, de cómo nos vamos adaptando, formando y transformando, pero depende sobretodo de quienes tienen que liderar estos procesos políticamente. La robotización no es mala por naturaleza, es parte de la propia evolución. La tecnología siempre ha incorporado novedades que asustan pero a la vez que nos benefician. Formar a una sociedad que debe digerir todo esto a una velocidad inédita es obligación de quienes legislan. Tal vez, formarse ellos mismos también sería una buena idea.
El riesgo que corremos cuando la Transformación Digital pública es pura cosmética.
Las preguntas son sencillas. ¿Tiene España un plan para el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad? ¿Tenemos un plan para que la transición entre el empleo que se genera ahora y el que va a precisarse en menos de cinco años sea lo menos traumática posible? ¿Qué leyes sobre economía circular se están preparando? ¿Se ha previsto legislar en aspectos como la economía colaborativa? ¿Hay alguna comisión trabajando ya en el estudio de la tributación robótica? ¿Quiénes y desde que ministerio se está analizando el coste que tendría una renta mínima universal?
La ventaja que va a tener un país respecto a otro en esa transición entre el mundo que conocemos y el que se nos viene encima, responderá a como se ejecuta la transformación digital de la propia administración, de su entendimiento absoluto por parte de gobiernos y la aceptación de que, ahora, los gobernados requieren un comportamiento diferente y una necesidad de legislar cosas muy 'raras' para ellos. El desafío de cualquier gobierno que esté para lo que hay que estar, es acelerar esa adopción tecnológica y vincularla a nuevas leyes que la sujeten.
La diferencia entre estados que lo hagan bien o mal repercutirá definitivamente en el tren que tomen finalmente. La historia no se va a detener ni tampoco nos va a esperar. Se trata de que todos los departamentos del entramado gubernamental tengan un objetivo común, un plan general que permita entregar los beneficios de la tecnología a la ciudadanía. La tecnología no es sólo para ser más eficientes en el cobro de impuestos, tiene que ser algo sustancialmente íntimo. Entender que el mundo ha cambiado definitivamente y que esa mutación no se ha detenido es la clave.
Igual que las empresas, los gobiernos no sólo deben digitalizarse, también están obligados a transformarse digitalmente. No es lo mismo. Tener conocimiento digital para algunas generaciones provenientes de un mundo donde no había teléfonos móviles ni redes digitales no es sencillo pero, obviamente, es obligatorio. Obligatorio porque sus señorías ya no gobiernan un mundo analógico, tienen que atender las demandas de un mundo absolutamente líquido, cambiante y bidireccional. No se trata de tener una cuenta en twitter, se trata de legislar con eficiencia los nuevos modelos sociales, económicos y culturales que ya están instalados. Instalados en una especie de limbo muy tóxico y peligroso.
El 90% de los datos del mundo se crearon en los últimos dos años. Hace falta automatizar. No hay más remedio y en todas partes. La competitividad pasa por aceptar que esos datos son mayoritariamente no estructurados por lo que es necesario gestionarlos artificialmente. La administración pública debe perder el miedo a la automatización. No va a destruir empleo, lo va a crear y de un modo distinto a como los gobiernos creen.
Cuando ayer el ministro de economía español hablaba de que la reducción del paro es espectacular y que las cifras de ocupación aumentan, la primera impresión es muy positiva porque tras cada persona sin trabajo hay un drama familiar. Sin embargo la duda está en quién o qué está generando ese empleo. Obviamente no lo está haciendo ningún sector de alto valor tecnológico de momento. Se podría estar sedimentando un modelo económico aun más difícil de gestionar que el que tuvimos hace una década. Me temo que no se está previendo el modelo económico que deberemos gestionar en breve. Las máquinas no quitan empleo únicamente, también lo crean. Sin embargo se exige legislar para ello. Si se deja que la inercia gobierne, que los viejos modelos políticos y administrativos continúen siendo la hoja de ruta, nos vamos a hacer daño.
Hay dos maneras de adoptarlo. Alemania ya está debatiendo su código de circulación previendo los coches autónomos. Otros ni se imaginan algo así. Las preguntas son sencillas. ¿Tiene España un plan para el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad? ¿Tenemos un plan para que la transición entre el empleo que se genera ahora y el que va a precisarse en menos de cinco años sea lo menos traumática posible? ¿Qué leyes sobre economía circular se están preparando? ¿Se ha previsto legislar en aspectos como la economía colaborativa? ¿Hay alguna comisión trabajando ya en el estudio de la tributación robótica? ¿Quiénes y desde que ministerio se está analizando el coste que tendría una renta mínima universal?
Esto vale para cualquier administración. Incluso para cualquier país. Lo interesante es que hay quienes ya lo están trabajando y quienes no. La ventaja social, económica y cultural está precisamente en el liderazgo que asuma un gobierno. Ventaja que no sólo debe ser estimulada por quienes mandan, no, también por los que deberían estar aportando valor desde la oposición. Si ni los que esperan su turno para gobernar tienen la más mínima idea de lo que supone lo que acabo de explicar, imaginen las ganas de poner en marcha políticas complejas para un futuro tecnológico que seguramente no va a contentar a todo el mundo. Es lo que tiene la conquista del futuro, que no es cómoda para todos, especialmente para los que ahora viven muy bien.
¿Qué es la Transformación Digital? ¿Una revolución social o tecnológica?
Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.
Descrito por algunos como la cuarta revolución industrial, la transformación digital se ha infiltrando en el léxico cotidiano en los negocios. La transformación digital está cambiándolo todo. Está sucediendo en tu casa, en el trabajo y en cualquier lugar. No hablamos sólo de algo que afecta a los negocios.
Sin embargo, aunque esté por todas partes, no es algo que todo el mundo tenga tan claro como debería. Lo más confuso del concepto Transformación Digital es precisamente lo ‘digital’. Y lo es porque precisamente esa transformación tiene que ver muy poco con la tecnología a la que se le asocia constantemente. La tecnología, ya sea robótica, digital, inteligencia artificial, automatismos o de cualquier otro tipo, facilita que se produzca una transformación, pero en realidad tiene que ver más con un modo de pensar, procesar y de comportarse debido a la llegada de esa tecnología.
La tecnología digitaliza, pero no transforma. No siempre por lo menos. Cuando Spotify nació revolucionó el modo en el que las personas accedían a la música. La tecnología fue el detonante porque permitía acceder desde cualquier lugar a la librería de canciones más grande del planeta. Sin embargo, el éxito se debió a un cambio de pensamiento. El usuario pasaba de comprar productos a consumir servicios, de comprar discos a consumir música. Este nuevo modo de pensar generó un nuevo modelo de negocio que ahora replican muchos otros y en muchos campos.
¿Por qué es tan importante la Transformación Digital? La transformación digital es fundamental porque altera las estructuras de la sociedad de punta a punta. Un buen número de las compañías más grandes del mundo no existían hace tan sólo una década. El impacto de éstas ha sido realmente intenso y profundo. Han sido disruptivas no por la tecnología aportada sino por el modo en el que han modificado las reglas y relaciones sociales. Uber, Amazon, Facebook, Twitter, Airbnb, Netflix y tantas otras.
Cuando se obvian esos cambios y se incumple la tendencia del mercado el resultado ha sido desastroso. Le pasó a Blockbuster o a Kodak, pero también a centenares de empresas consolidadas y con altos ingresos que de la noche a la mañana vieron como un nuevo agente disruptivo, un competidor que hacía las cosas distintas, los borraba del mapa.
Es importante prestar atención a esa Transformación Digital urgente que deben afrontar todos los negocios del mundo. De un modo u otro te va a tocar. No es bueno esperar a que aparezca esa disrupción en tu sector y luego reaccionar. Netflix interrumpió su modelo de negocio inicial basado en el alquiler de DVDs. Al observar el mercado y predecir los avances tecnológicos, Netflix se arriesgó e invirtió en tecnología de transmisión de video. La apuesta dio sus frutos. En 2017 Netflix registró unas ganancias récord y es el mayor proveedor de contenido de video del mundo.
¿Se puede transformar digitalmente todo? En 1876, Alexander Graham Bell inventó el primer teléfono. En 1905 2,2 millones de personas usaban teléfonos. En 1910 esta cifra creció hasta 10 millones. Lo mismo con la TV. Puesta en marcha por primera vez en 1927. En 1939 existían 7.000 aparatos de televisión en los Estados Unidos. En 1959, esta cifra era de 67.145.000. A esto se le llama crecimiento exponencial. La adopción tecnológica en nuestra sociedad es extremadamente rápida. Facebook fue lanzado en 2004 y apenas 10 años más adelante, tenía 1.390.000.000 usuarios activos.
Es importante destacar que la Transformación Digital, que a mi me gusta llamar Revolución Digital, está significando un reordenamiento de todos los vínculos y contratos sociales que teníamos establecidos rígidamente a partir de los estímulos que concede la propia tecnología. Hablamos de un reto empresarial y personal, de una revolución tecnológica pero también íntima. No hablo de algo a temer sino a desafiar.
Algunos clientes me comentan que sienten cierta angustia cuando se dan cuenta de la velocidad de todo y la cantidad de cambios a efectuar. Cierto que hace 20 años pocos creían que llevaríamos en estas fechas una computadora capaz de navegar por internet, una cámara de vídeo de alta resolución, un geolocalizador sin margen de error, un video teléfono capaz de conectar sin coste con cualquiera en el mundo, un entrenador personal o mil cosas más, en el bolsillo y por 200 dólares.
A ellos les digo que la pregunta no es si les va a llegar o no el momento de la disrupción. La pregunta correcta es ¿cuándo y con que tecnología? Se trata de aprender cómo van a cambiar las cosas para que tu empresa pueda estar lista a tiempo. La falta de previsión y estrategia podría convertir un negocio rentable en irrelevante. Esta afirmación sirve para empresas y, sobretodo, para personas. La transformación no atañe a las empresas únicamente, también a sus miembros en todos los estadios.
En los cursos que ofrezco, la parte más importante de los mismos no es el 'cómo se crea una estrategia empresarial de transformación', que también, sino especialmente cómo los miembros de una empresa comprenden que transformarla digitalmente no es enseñar habilidades tecnológicas a sus empleados, sino ofrecerles las vías para revolucionar su modo de entender la empresa, la competencia y el sector.
La transformación digital del 'retail' y su obligatoria estrategia 'Mobile-First'
En España, los comercios de retail con una apuesta clara por la transformación digital aumentaron el porcentaje de transacciones desde dispositivos móviles de un modo inédito. En España, hace un año, ya eran el 32% del total. Se especula que actualmente podríamos estar rondando el 40%. El teléfono móvil se ha convertido en la principal herramienta de compra para una gran mayoría de españoles. Algo que sucede de forma generalizada en todas partes.
En España, los comercios de retail con una apuesta clara por la transformación digital aumentaron el porcentaje de transacciones desde dispositivos móviles de un modo inédito. En España, hace un año, ya eran el 32% del total. Se especula que actualmente podríamos estar rondando el 40%. El teléfono móvil se ha convertido en la principal herramienta de compra para una gran mayoría de españoles. Algo que sucede de forma generalizada en todas partes.
Un 29% de los consumidores compra algo por Internet cada semana. Aun nos queda espacio por recorrer. En Reino Unido por ejemplo es un 46%. Una cuarta parte de ellos compra ropa y calzado. Es evidente se está naturalizando comprar desde un dispositivo móvil. De hecho, es evidente que la batalla comercial se va a librar, en primer término, en el ámbito de la movilidad. Cómo destaca la empresa Rehset, ‘es preciso tener una estrategia de desarrollo y transformación digital clara y general pues, a partir del móvil, se van a ir implementando maneras de acceder a nuestros productos que precisarán realidad aumentada, virtual, conectividad con objetos en IoT u otras opciones. No desarrollar con visión de futuro inmediato podría ser muy costoso en el futuro’.
Es evidente que esto no va sólo de tener una web responsive. Hablamos de implementar una experiencia de usuario a partir de múltiples opciones y localizar la que sea ideal para el comercio en cuestión. Saber que pasa cuando tus potenciales clientes entran en tu espacio digital desde un móvil, tener una lectura de datos que permita entender que sucede y tomar decisiones comerciales a tiempo real sobre ello, es la clave de lo que estoy hablando.
A mis clientes del ámbito minorista les ayudo a adoptar esa estrategia que prioriza en el móvil. Una vez tenemos este aspecto definido buscamos como demostrar una de las mayores virtudes que este tipo de negocio tienen: el alto grado de conocimiento del producto que venden. Hay que ser capaz de trasladar esa impresión analógica a un entorno flexible y digital como es el de la movilidad. La clave es estar informado a tiempo real de que pasa en la competencia, establecer contacto con los consumidores y aprender de sus movimientos. Las redes sociales siguen siendo el lugar donde los consumidores reciben un primer ‘input’ comercial. Supera al resto de plataformas o espacios publicitarios. Es la calle comercial más grande del planeta. Ahí, también, la conquista del móvil ha sido brutal.
Las startups que afrontan el mundo del retail con crecimientos que sorprenden a todos los del sector se van sucediendo. Ya no es sólo Hawkers, Meller o Brubaker, hablamos de múltiples empresas que nacieron bajo un concepto básico de reducir costes de intermediación entre productor y comprador y hacerlo desde una perspectiva móvil desde el primer momento. Son empresas que venden más desde un teléfono que vía web y, ninguna de ellas, tiene tienda física como estrategia. En todo caso como elemento de ‘branding’ más.
La disrupción ya llegó al retail. Eso es evidente. Pero viene una segunda ola. La movilidad es inapelable. Quien no la plantee urgentemente, morirá. Quien no reinvente sus espacios de contacto con sus clientes lo va a pasar muy mal. El cliente no se va adaptar. No tiene tiempo, ni ganas. El cliente está en un lugar distinto ya. El trastorno que está sufriendo el sector no es momentáneo. Tampoco se va a detener. El incremento de este modo de relación proviene de una generación que tiene integrado este modo de consumir
Imagina que tu tienda está en un lugar por donde pasa bastante gente. Entran y salen. Cada vez compran menos pero es suficiente para hacer una buen caja. En frente, tu competencia, cierra. Al cabo de unos días descubres que abrió en una plaza cercana. Investigas y, sin haber perdido demasiados clientes todavía, descubres que en esa plaza hay mucho más público que donde tú estás. Además es gente que entra y sale de las tiendas de un modo frenético. No sabes si compran, pero miran, comparan. Tu negocio está en juego. Si permaneces donde estás, aunque pongas un neón de color rosa en la puerta, lo tienes crudo. Si decides ir a esa plaza deberás adaptarte a una manera mucho más efímera de contacto con el cliente. ¿Qué harías? ¿Qué recomendarías hacer?
Parafraseando al nuevo presidente de los Estados Unidos diríamos que los minoristas, el retail en definitiva, debería tener una estrategia ‘Mobile-First’ urgentemente.
Los retos socioeconómicos a los que nos enfrentaremos en cinco años. Mesa Redonda MWC.
El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.
El pasado lunes participé en el primero de los eventos de la Mobile Week Barcelona, una especie de zona de calentamiento del Mobile World Congress impulsado por la Mobile World Capital Barcelona a la que pertenezco como miembro del d-Lab, donde por cierto siguen sucediéndose la recepción de proyectos tecnológicos que quieren dar solución a los desafíos que nuestra sociedad tiene actualmente. Se trataba de una mesa redonda donde se profundizó en el valor humano que toda revolución tecnológica tiene y de las consecuencias que podríamos sufrir sino se toman medidas.
Moderados por Gemma Navés, redactora del programa Valor Afegit, TV3, junto a Luis Ivan Cuende, el jovencísimo asesor de la Vicepresidenta de la Comisión Europea en asuntos de tecnología y miembro de la lista de los 30 menores de 30 de la revista Forbes, Esteve Almirall profesor asociado del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en ESADE, Aleix Valls, CEO de la Fundación Mobile World Capital Barcelona y Artur Serra, Director Adjunto de la Fundación i2Cat, debatimos sobre como afrontar un previsible mundo sin empleo o, como yo mismo defiendo, un mundo con un empleo absolutamente distinto.
El debate sobre las implicaciones que esta revolución conlleva y la redefinición de los trabajo que deban cambiarse, destruirse o modificarse, me interesa mucho, pero no tanto como el método en el que se va a distribuir la riqueza y el papel relevante o no del ser humano en ese nuevo escenario. Bajo mi punto de vista, y así lo expliqué, el debate acerca de la creación de puestos de trabajo que ahora no existen y que puedan ser capaces de cubrir la destrucción de otros que la robotización y la inteligencia artificial provoquen, es maniqueo. Esto no va de cálculos acerca de si eso se va a producir y cuando. No va a pasar, por lo menos no al nivel en el que sería exigible para evitar un conflicto social irreparable.
Hay países que avanzan en esa línea. Son países que ya lo han hecho antes y tienen muy claro el método. Nunca apuestan por la economía estacional o cíclica. Producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania que en los últimos años ha destruido más de 600.000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900.000 en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.
Esa clave responde a la importancia de que un liderazgo creíble y capaz de asumir el reto histórico que nos ha tocado vivir debe nacer desde la política en mayúsculas, algo que, por cierto, aquí cuesta detectar. Mi discurso así lo demostró. Nadie en este país habla seriamente de este asunto que va a desplomarse encima de nuestras cabezas antes de lo esperado. La diferencia entre los que lo están trabajando y los que no determinará los países ricos y los pobres en un futuro inmediato. Francia destina 23 veces más que España a impulsar la Industria 4.0
Cuando el discurso se centra ideológicamente perdemos todos. Si a la Renta Mínima se le concede una óptica política y no socioeconómica la cosa se complica y retrasa el análisis correcto y urgente. No hablo de rentar a todos, pero si de prever que eso pudiera ser obligatorio en un futuro. Te guste o no las opciones de digerir un mundo donde el empleo cualificado no lo pueda ocupar todo el mundo es un problema inevitable.
El análisis sobre todo esto es tremendamente interesante. De hecho está claro, bajo mi perspectiva, que vamos a tener que cambiar algunos conceptos que no hemos modificado nunca y eso, evidentemente, va a ser muy complejo. Son tres conceptos claros: el significado del contrato social llamado ‘trabajo’, el módulo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada ‘clase media’ y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual.
1. El concepto trabajo es actualmente un contrato aceptado por todos. Tú trabajas y produces. La empresa te paga por ese rendimiento. En un futuro donde tu trabajo siempre podrá ser mejorado por una máquina el espacio laboral que te queda deberá ser en otro sentido. El hecho de que el valor añadido sea humano dependerá de que se relaje el concepto que ahora tenemos tatuado cerebralmente. La productividad será artificial, la creatividad humana. El valor de lo intangible tomará un sentido desconocido hasta ahora. Tenemos pistas pero están a años luz de lo que digo.
2. Si la riqueza generada no se equilibra en todos los espacios sociales el conflicto es inevitable. La sociedad verá en los avances un enemigo y no un aliado. Históricamente cada revolución tecnológica significaba un parto doloroso que al final siempre acabó en mejoras para la sociedad. La clase media desaparece y una nueva clase compuesta por pobres con trabajo se afianza. Así no vamos a ningún lugar. Se debe definir una línea política que prevea esto y no lo haga con discursos pueriles y viejos sobre que a los ricos hay que esquilmarlos irremediablemente. Lo que se debe hacer es diseñar ordenadamente una transición hacia un equilibrio que, por supuesto, a muchos ricos no va a gustar, pero que es irremediable. Una cosa es ideología y otra aplicar pragmatismo.
3. Y la tercera tiene que ver con el valor educativo. Los niños de 3 o 4 años de hoy en día no se sacarán el carnet de conducir, vivirán en un entorno de economía circular y el 90% de ellos lo harán en ciudades inteligentes. El empleo al que podrán acceder es desconocido. No podemos saberlo. De hecho intuirlo es irrelevante por la cantidad de errores que podemos cometer. Para no fabricar manadas de descontentos es imprescindible fundamentar la educación de todos ellos en un ambiente flexible al límite y que establezca la imprevisión como norma. Sino las cifras de paro juvenil actual serán una caricatura en comparación.
En definitiva un evento muy recomendable que ha seguido toda la semana repitiendo mesas redondas, actividades culturales y de reflexión acerca de la transformación digital en su conjunto. Miles de inscritos en la Mobile Week han permitido acercar y abrir uno de los eventos tecnológicos más importantes del mundo a la ciudadanía y al debate sereno y profundo.
La sorprendente Transformación Digital de los Seguros. Mucho más que Insurtech
Ayer ofrecí una charla a un grupo de directivos y empresarios del sector de los seguros vinculados a la organización Cojebro. Tienen la percepción, como sector, que la transformación digital no sólo es algo a acometer urgentemente, sino que el problema radica en que los pasos que pueden estar dando no sean los adecuados. Temen que su hoja de ruta sólo contemple digitalizarse y no transformarse digitalmente.
Ayer ofrecí una charla a un grupo de directivos y empresarios del sector de los seguros vinculados a la organización Cojebro. Tienen la percepción, como sector, que la transformación digital no sólo es algo a acometer urgentemente, sino que el problema radica en que los pasos que pueden estar dando no sean los adecuados. Temen que su hoja de ruta sólo contemple digitalizarse y no transformarse digitalmente.
Al igual que le ha pasado a los bancos, los cuales han visto como un tercio de su negocio ha sido capturado por las Fintech, el sector de los seguros tienen su espada de Damocles en las denominadas Insurtech. Y como en el caso del sector financiero el asunto no se reduce sólo a un modelo tecnológico que ofrezca una productos similares a los que ellos han vendido durante siglos, sino que el foco en el futuro inmediato estará en otros aspectos derivados de comportamientos, avances tecnológicos y conversión de productos a servicios. Recordemos la máxima de nuestros días, ‘todo lo que sea susceptible de ser digitalizado, será digitalizado’.
Para el sector de los seguros la cosa es más compleja si cabe. Debemos examinar el catálogo de servicios que se ofrecen desde una correduría de seguros y enfrentarlo a la realidad inminente. No se trata de tener una aplicación mejor o peor diseñada, un website enriquecido o perfiles en las redes sociales. Ni siquiera va de incorporar un ‘chatbot’ en el trato con clientes. Es más profundo. Como en todos los sectores económicos la disrupción llegar dando avisos leves y, en un momento determinado, su despliegue es exponencial.
En la sesión de ayer invité a la audiencia a viajar al futuro inmediato. Un tiempo que se está gestando ahora y del que ya tenemos pistas notables acerca de que cuotas de mercado va a ventilarse en este sector concreto. Este ejercicio es el que hago con cualquier modelo económico o foco empresarial. Tras ese esfuerzo intento, con la implicación de los asistentes, a definir respuestas competitivas y a interpretar por donde podrían ir los nuevos modelos de negocio. Inclusive, la adaptación de esa tecnología, que puede ser el origen del problema, para convertirse en la puerta de la solución.
Los avances que afectan a este sector en concreto más allá de las aplicaciones denominadas Insurtech, estarían en diversos campos. La Revolución Industrial 4.0 como he dicho muchas veces no es tan industrial como sociológica y su afectación va más allá de modelos productivos. Es un relato implacable que lo desmonta todo y no entrega planos para ordenarlo de nuevo. Tenemos pistas y, observando, podemos ir dibujando esa guía a tiempo real, jugando al prueba-error y aspirando a tener empresas en ‘beta constante’.
En el caso de los profesionales de los seguros, de las grandes aseguradoras o de los despachos profesionales que ofrecen pólizas diversas, las tecnologías que más les afectarán en breve tienen que ver con, obviamente, la auto conducción de vehículos industriales y particulares, la impresión 3D, la Internet de las Cosas, la Realidad Virtual y Aumentada, robótica, la Inteligencia Artificial y el Big Data. Es decir, casi todo.
Seguro que estás pensando que lo de los coches que se conduzcan solos es lógico que afecte, pero que cuesta entender como la impresión 3D u otros avances disruptivos pueden modificar el modelo de negocio del sector seguros. También se lo preguntaron los directivos que ayer lo escuchaban sorprendidos. Sin embargo es puro pensamiento lateral.
La impresión 3D afectará a como se distribuyen las coberturas de seguros en la producción de un producto. Desde el seguro de transporte hasta los de personal y operarios afectados. Si un producto se fabrica en destino no precisa de asegurarse la cadena de valor intermedia. Es mucho más complejo pero sintetizando el cambio iría por ahí.
La Internet de las Cosas también va a cambiar notablemente el mundo de los seguros. Las personas cada vez llevamos más lectores de salud encima. En apenas un par de años los humanos incrementaremos exponencialmente nuestra conexión sanitaria. La entrega de datos masivos a tiempo real sobre nuestro estado de salud reducirá una hipotética ‘cadena de valor’ entre el paciente y la solución. El e-health de origen IoT o wearables lo va a cambiar todo también.
La realidad virtual y aumentada afectarán de manera importante en el campo de los seguros laborales. Sabemos que cuando se utilizan sistemas de entrenamiento de nuevos empleados en industrias o fábricas basados en realidad virtual o aumentada y que permiten que esos trabajadores se pasen semanas o meses en un entorno virtual e inofensivo, el paso a la ‘Realidad Real’ se efectúa sin problemas, accidentes o pérdidas de producción. Seres humanos que reducen su siniestralidad y que precisan seguros muy distintos.
¿Cómo serán las pólizas de seguros para robots? La robótica también lo modifica todo. Su papel en una cadena de montaje es clara pero en un espacio flexible donde su ‘entidad’ pueda ser inteligente y tome decisiones por si sola precisará de un nuevo foco asegurador. Tal vez un tomador sintético y no humano. ¿Quién sabe?
Como decía, el caso más evidente es el de los coches cuando vayan solos. Tengo claro que el tipo que no podrá conducir ya ha nacido y que es cuestión de una o dos décadas para que sea generalizado. No obstante la transición ya ha empezado y poco a poco iremos viendo esos cambios. Al principio será sorprendente, después curioso y finalmente normal. Ver un coche yendo solo se irá normalizando.
Cuando esto sea así los seguros de conducción tendrán que repensarse. ¿Quién será el tomador? Alemania está definiendo su políticamente su futuro código de circulación en el que ya se incorpora la figura del coche autónomo. Me llamó la atención el debate de quien es el ‘titular responsable’ de lo que suceda con el vehículo en caso de accidente. El debate fluye sobre tres suposiciones que, además, responde a una evolución tecnológica en paralelo.
Inicialmente, durante un tiempo, el responsable será el propietario del vehículo. Eso será así porque la autonomía del vehículo será relativa y el dueño debería ir en él por si se precisa su intervención. En unos años el responsable legal del vehículo no será el comprador sino el fabricante del coche. Se interpreta que al no precisarse intervención humana el conductor no existe y el coche circula bajo los criterios de calidad y eficiencia del fabricante. Finalmente, lo más espectacular, es que el foco final de responsabilidad en la conducción autónoma recaerá en las ciudades o gobiernos. Se cree que cuando los errores humanos no puedan existir y los vehículos dependan de indicadores externos, un accidente sólo dependerá de la buena gestión pública de los desplazamientos. En ese escenario no existen coches de propiedad por cierto. Todo es un gran servicio.
En cualquier caso, algunas cosas son inminentes, otras menos y algunas todavía tienen un tono de ciencia ficción importante. Lo que si es importante es responder a la pregunta correcta. Da igual el sector, la pregunta no es ¿me va a afectar la disrupción? Las pregunta correctas es ¿cuándo me va a llegar y con que tecnología? Hazte la pregunta como ayer se la hicieron los directivos y empresarios del mundo de los seguros.
La Transformación Digital va de personas. Luego de tecnología.
El discurso sobre la obligatoriedad de la transformación digital es unánime. Pocos son los que defienden un camino contrario para empresas y organizaciones. Es pura agenda, hoja de ruta para quien quiera afrontar los retos de un futuro inminente con garantías. Su importancia es estratégica y crece su impacto en todos los ámbitos. Por este motivo miles de compañías encargan a sus equipos gestores que desarrollen la puesta en marcha planes de digitalización. En ocasiones erróneamente.
El discurso sobre la obligatoriedad de la transformación digital es unánime. Pocos son los que defienden un camino contrario para empresas y organizaciones. Es pura agenda, hoja de ruta para quien quiera afrontar los retos de un futuro inminente con garantías. Su importancia es estratégica y crece su impacto en todos los ámbitos. Por este motivo miles de compañías encargan a sus equipos gestores que desarrollen la puesta en marcha planes de digitalización. En ocasiones erróneamente.
No es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente. El primer concepto es incorporar tecnología. El segundo representa el uso de esa tecnología para la gestación de nuevos modelos de negocio. Este punto es trascendente puesmuchos creen estar sujetos a un proceso de transformación digital cuando en realidad solo se están digitalizando.
Ese error también se repite en otro ámbito. Toda la tecnología disponible como el cloud, la inteligencia artificial, los sistemas expertos de automatización, la gestión de datos masivos o la movilidad no son más que eso, puntos de contacto tecnológico. Sin embargo un buen proyecto de transformación digital no será relevante sino está determinado por el valor de las personas que la van a disfrutar. Incluso si se aplica en nuevas formas y combinaciones innovadoras, la tecnología por sí misma no transforma a una empresa.
La transformación digital exitosa está determinada principalmente por el grado en que las personas están capacitadas para adoptar activamente el cambio constante como una oportunidad para el crecimiento y la innovación.
La innovación tecnológica ha perturbado históricamente a los mercados y los modelos de negocio. La magnitud de la tragedia actual es exponencial y no tiene referencias homologables. Es un aspecto clave, que utilizo en cualquiera de los proyectos en los que participo, promover una cultura en la empresa u organización que estimule a las personas a adoptar activamente ese cambio y lo fomente continuamente. Es imprescindible crear empresas en ‘beta’ constante.
La innovación que pretenda poner a la venta no lo será si el mercado no la acepta y, para ello, será fundamental que la dimensión humana no desaparezca en los procesos, en el contacto con el cliente, en la comunicación y en los nuevos modelos de negocio. Por lo tanto, la transformación digital es un componente integral de algo más importante, la propia Transformación Empresarial. Para ello el foco debe estar en las personas a partir de la integración tecnológica. Como Christoph Zohlen comenta, para cumplir con este objetivo es imprescindible cumplir algunos preceptos:
La autonomía para fomentar la calidad y agilidad de la toma de decisiones en la implementación tecnológica. La confianza en el liderazgo de las personas que dirigen el proceso que se ha iniciado. El respeto por los valores que representa corporativamente la transformación digital. La predisposición por compartir decisiones a partir del acceso a la información basando ese espacio en la bondad de la colaboración. La permisividad del error pues suele ser un paso previo a la innovación. De hecho la segunda existe tras el riesgo y éste suele acarrear fracasos en el camino. Y posicionar al cliente en el centro de todo el proyecto. El nuevo cliente es poderoso. Su poder emana de la tecnología digital y toma decisiones de modo agregado, complementario y complejo. No es un elemento sin fisuras, es poliédrico y sofisticado. Conocer todas sus variables es el objetivo final, por eso, no podemos olvidar el papel de las personas en la hoja de ruta de cualquier empresa que inicie su transformación digital.
Recuerda, no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente, lo primero es pura tecnología, lo segundo humanismo.
La obligatoria transformación digital de la Pyme y del comercio minorista.
En múltiples ocasiones, cuando imparto una conferencia o en alguna de las peticiones para ayudar a empresas y organizaciones a iniciar una verdadera transformación digital, la transición que supone todo este apasionante momento suele ser visto desde la pequeña empresa o del comercio minorista como un reto abstracto o complejo de llevar a cabo. Y, realmente, no debería ser así. Sin duda alguna es en el ese escenario de empresas medianas donde la transformación digital juega un papel relevante para enfrentarse con garantías al futuro inmediato.
En múltiples ocasiones, cuando imparto una conferencia o en alguna de las peticiones para ayudar a empresas y organizaciones a iniciar una verdadera transformación digital, la transición que supone todo este apasionante momento suele ser visto desde la pequeña empresa o del comercio minorista como un reto abstracto o complejo de llevar a cabo. Y, realmente, no debería ser así. Sin duda alguna es en el ese escenario de empresas medianas donde la transformación digital juega un papel relevante para enfrentarse con garantías al futuro inmediato.
La forma en que compramos está cambiando, y el papel del retail ya no será nunca más el mismo. La tecnología ha paralizado los modelos tradicionales. Hasta hace un tiempo, el canal físico era suficiente para impulsar ventas, hasta hace muy poco el incorporar un canal digital parecía suficiente. A este paso le llamamos digitalización pero, sin embargo, no es transformación digital. Este segundo concepto es mucho más profundo. Se trata de incorporar esas herramientas, la lectura de datos y la automatización de procesos para generar nuevos modelos de negocio.
Para tener éxito, el comercio minorista y las pymes, necesitan crear experiencias diferenciadas y personalizadas que abarquen nuestra vida real y digital. Los compradores cada vez más quieren que sus marcas favoritas y sus comercios habituales cumplan de inmediato sus expectativas. Comprar un artículo no es un evento aislado, sino que forma parte de una experiencia de compra integrada sin fisuras que abarca la tienda digital, las redes sociales, la tienda físicas y el grado de conocimiento que de él tiene la empresa.
Lograr esto no es sencillo, pero con las nuevas tecnologías basadas en la nube, el aprendizaje automático, la analítica avanzada y la inteligencia artificial, el retail especialmente puede revolucionar la forma en que se involucran con los consumidores. Clientes cada vez más informados y expertos en tecnología por cierto.
Es importante que la experiencia de cliente sea moderna y actual. No es factible vender a clientes cada vez más integrados en un mundo transformado sin transformarse. Un Milenial apasionado del ‘running’ quiere prendas para disfrutar de su pasión utiliza su asistente personal de su teléfono móvil, Siri por ejemplo. Utilizando sistemas expertos cada vez más cercanos a la inteligencia artificial, Siri le aconseja varias opciones donde comprar lo que necesita. Lo ideal es que tras seleccionar una de ellas el ‘chatbot’ de la primera con la que desea interactuar inicie un proceso de ‘convencimiento’ geolocalizado. Ese ‘robot’ le proporciona datos, manera de acercarse, tiempo estimado, opciones de productos, etc. En unos minutos puede estar probándose ropa deportiva con criterios que ‘sin saber’ el potencial cliente ha aportado. Venta predictiva se llama.
En todo ese tiempo, la empresa ha obtenido miles de datos que podrá utilizar más adelante para generar una mejor experiencia de cliente en el futuro. El asistente de ventas virtual es una de tantas opciones que con un trabajo estratégico en transformación digital se puede desplegar. Lo importante es iniciar un estudio previo del estado de la empresa, del punto de digitalización, de la cultura digital que existe y de las pretensiones que se tienen.
Lo descrito no es futurismo. Es algo en lo que trabajo a diario y con lo que he visto a decenas de medianas empresas minoristas, hoteles o empresas de servicios mejorar sus expectativas y sus resultados. Las cadenas minoristas y las franquicias de productos a cliente final son especialmente sensibles a este tipo de transformación. Uno de mis clientes está implementando un sistema de sensores que guían al comprador a través de sus instalaciones en base a criterios de selección previa en sus tablets o teléfonos móviles. El ‘login’ al entrar en las tiendas de esta cadena le permite obtener un descuento y a la vez la empresa ‘detecta’ quien es ese cliente y lo que suele mirar cuando también está ‘logueado’ en su website. Cuando esté totalmente implementado lo mostraremos.
Digitalizarse es implementar tecnología, cierto. Sin embargo transformarse es mucho más. Es una cultura integral en cualquier organización o empresa. Respóndete las siguientes preguntas para saber si lo que estás (o no) haciendo es lo correcto y a la velocidad adecuada. ¿Tienes una estrategia real en transformación? ¿Es táctica o es estrategia? ¿La tienes por escrito? ¿Has modificado en los últimos meses alguno de los procesos que identifican internamente tu empresa? ¿Has automatizado algún elemento de tu experiencia comercial en el último trimestre? ¿Cuál es tu implicación real en el ámbito digital? ¿Tienes algún punto de contacto con el mundo de la innovación como startups o aceleradoras? En las respuestas, estoy seguro, está la clave y la urgencia de lo que necesitas. Si crees que transformarse digitalmente puede ser caro, prueba con no hacerlo.
El foro de Davos y la Transformación Digital para equilibrar el crecimiento.
El año pasado se oficializó el término Revolución Industrial 4.0 o Cuarta Revolución Industrial en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos Klosters, Suiza. Hasta entonces al momento económico que vivíamos preferían denominarla sencillamente ‘crisis’. En la edición de este año los líderes mundiales del sector público y privado discutieron acerca de un hipotético crecimiento sostenible y equilibrado del planeta. Para ello Davos fue, en esta edición, un espacio de debate más político que económico. Sin embargo, buscando entre los paneles más económicos destacaba el que trataba el futuro de la Economía Digital. La transformación digital pasó a primer plano analizando sus problemas de seguridad, datos, comercio y formación social.
El año pasado se oficializó el término Revolución Industrial 4.0, o Cuarta Revolución Industrial, en la Reunión Anual del Foro Económico Mundial celebrado en Davos Klosters, Suiza. Hasta entonces, al momento económico que vivíamos preferían denominarlo sencillamente ‘crisis’. En la edición de este año los líderes mundiales del sector público y privado discutieron acerca de un hipotético crecimiento sostenible y equilibrado del planeta. Para ello Davos fue, en esta edición, un espacio de debate más político que económico. Sin embargo, buscando entre los paneles más económicos destacaba el que trataba el futuro de la Economía Digital. La transformación digital pasó a primer plano analizando sus problemas de seguridad, datos, comercio y formación social.
En este sentido hubo un panel que destacó especialmente. De la mano de Bill McDermott, Director Ejecutivo de SAP, Orit Gadiesh, Presidente de Bain & Company Inc., Liu Jiren, Presidente y Director General de Neusoft Corporation, Steve Bolze, Presidente y Director Ejecutivo de GE Power e Inga Beale, Directora General de Lloyd's se discutió del futuro de la economía digital como herramienta de transformación económica, social e, incluso, cultural. Las principales conclusiones que extraje de ese debate se diferencian en seis temas centrados en productos, datos, seguridad, la propia transformación, la confianza en lo digital y la implementación de habilidades y formación genérica.
En el ámbito de los productos se consideró que desde una perspectiva B2C, los productos han permanecido exactamente igual durante mucho tiempo, mientras que la disrupción digital está atacando y trastocando canales y medios para adquirir bienes y servicios. La lógica establece que se debe modificar de un mayor modo los propios productos o muchas empresas se van a encontrar con dificultades serias de competitividad en breve. Desde una perspectiva B2B, los productos digitales que se utilizan para ayudar al crecimiento del negocio se reinventan constantemente y eso obliga a que las empresas estén asesoradas y vinculadas de manera permanente a un modelo de gestión coordinada innovando junto a expertos en transformación digital.
En el campo de los datos se estimó que los datos entre las empresas se mantienen todavía en modo ‘block’ y no se comparten como se debería en un entorno tan líquido como el que vivimos. Los datos se están convirtiendo en un activo competitivo que se acumula continuamente para las empresas y eso está provocando desequilibrios entre lo que sabemos y lo que saben de nosotros. Por eso es creíble el hecho de que los consumidores quieran ver la eficiencia y los beneficios de compartir sus datos y que se vea reflejado en beneficio para ellos. Comerciar con sus datos no puede ser algo conceptual, debe ser posible identificar para que son. El gran reto para empresas y administraciones es explicar que hacen con los datos que ‘regalamos’.
En el ámbito de la seguridad se comentó que las empresas ahora son más vulnerables a los ataques cibernéticos que hace unos años puesto que el 84% de los activos empresariales son ahora intangibles. Además entre un 75% y un 90% de las brechas de seguridad están causadas por errores humanos y fugas en la gestión y no tanto por el ataque de hackers. La educación empresarial en cuestiones de seguridad y su valor debe trasladarse también a las personas para que el desembarco de una digitalización total, la llamada Internet del Todo, sea algo no traumático y peligroso.
El aspecto que más importó en el debate fue el que se centraba en su totalidad en la Transformación Digital. A ello se referían en Davos cuando dijeron que todas las empresas necesitan entender al consumidor puesto que es el que controla el ‘match’. La problemática que interpretaron estos expertos radica en que las interacciones de los consumidores son omnipresentes y eso obliga a las empresas a ser visibles y estar disponibles en todos los puntos de contacto. Algo que no todos están entendiendo bien y que en gran medida exigirá un cambio de mentalidad directiva.
El punto de conflicto que surgió como quinto ámbito de discusión se situaba en la mezcla de esa transformación digital y el tratamiento de los datos. Le llamaron análisis de la confianza necesaria. Resulta que el 80% de los consumidores realmente no entienden cómo se utilizan sus datos. Eso es grave. Por eso se aseguró que se necesita más transparencia entre empresas y consumidores en términos de cómo se maneja su información. Hasta que eso no pase, el despliegue de una sociedad avanzada donde objetos y personas se comuniquen constantemente, será inviable.
La inversión en Capital Humano centró el último punto del debate que más me interesó durante este encuentro anual. Las empresas deben seguir invirtiendo en sus trabajadores jóvenes y no tan jóvenes con el fin de crear una futura fuerza de trabajo con las habilidades pertinentes. El mundo que viene no tiene porque ser un mundo sin empleo. Deberá ser un mundo con un empleo distinto y eso obliga a la adopción en masa de nuevas habilidades técnicas y un lenguaje nuevo con el fin de disminuir la brecha de conocimientos y habilidades en el futuro.
En Davos se trataron más temas que os invitó a investigar y analizar. Se habló de Liderazgo Sensible y Responsable como eje central de toda la edición bajo cinco patrones de debate ubicados en la Preparación para la Cuarta Revolución Industrial, en Fortalecer la gobernanza de la globalización y la colaboración internacional, en Revitalizar el crecimiento económico mundial, en Reformar el mercado capitalista y en Desarrollar identidades positivas a través de nuevas narrativas.
La lista de ponentes puede ser consultada en esta curiosa herramienta que Quartz desarrolló al efecto. Me quedo con las palabras de Klaus Schwab. El fundador del Foro Económico Mundial, advirtió en la inauguración que ‘liderazgo responsable significa reconocer la creciente frustración y descontento entre aquellos que no están experimentando el desarrollo económico y el progreso social. Su situación sólo se volverá más incierta con el inicio de la Cuarta Revolución Industrial y su impacto en el futuro empleo. El Liderazgo responsable requiere un compromiso más profundo con el desarrollo inclusivo y el crecimiento equitativo, tanto a nivel nacional como global’.
Photo cover: Laurent Gillieron / AP
Los datos y la transformación digital del sector salud. ¿Que supondrán?
Hace unas semanas ofrecí la conferencia 'Noticias que llegan del Futuro' en la clausura de la Jornada sobre Tendencias de la Fundació TIC Salut. Un interesante encuentro del sector sanitario donde se pudieron entrever cuál su futuro inmediato en relación al ámbito social, las nuevas líneas de exploración y asistencia remota, la incorporación de la Internet de las Cosas, la realidad virtual, el avance de sistemas expertos e inteligencia artificial y la automatización de procesos médicos. En esos mismos días acepté la invitación a ser miembro del d-LAB, programa del Mobile World Capital, cuyo primer desafío, que se publicará en pocas semanas, será el de localizar proyectos de transformación de la sanidad a través de la gestión colectiva de datos de salud personales. Sin duda uno de los campos más estimulantes, que mayor recorrido tendrán en los próximos años y que, de un modo absolutamente disruptivo, supondrán el cambio de mayor intensidad de cuantos la transformación digital haya generado hasta la fecha.
Hace unas semanas ofrecí la conferencia 'Noticias que llegan del Futuro' en la clausura de la Jornada sobre Tendencias de la Fundació TIC Salut. Un interesante encuentro del sector sanitario donde se pudo entrever cuál será su futuro inmediato en relación al ámbito social, las nuevas líneas de exploración, la asistencia remota, la incorporación de la Internet de las Cosas en la obtención de datos, la realidad virtual en el entrenamiento médico, el avance de sistemas expertos e inteligencia artificial y la automatización de procesos médicos en hospitales y centros de tratamiento. En esos mismos días, precisamente, acepté la invitación a ser miembro del d-LAB, programa del Mobile World Capital, cuyo primer desafío, que se publicará en pocas semanas, será el de localizar proyectos de transformación de la sanidad a través de la gestión colectiva de datos de salud personales. Sin duda uno de los campos más estimulantes, que mayor recorrido tendrán en los próximos años y que, de un modo absolutamente disruptivo, supondrán el cambio de mayor intensidad de cuantos la transformación digital haya generado hasta la fecha.
Desde el punto de vista personal así lo veo, pero está claro que la salud y la transformación digital viven un momento intenso. Uno de los campos donde mayor será la afectación de tanta tecnología y desde el que la vida de las personas más se va a ver modificado. De hecho, asistimos a un instante histórico en que las soluciones que la tecnología ofrece al mundo sanitario se unen a unas nuevas necesidades de tipo social que no existían hasta hace poco. La diferencia entre la evolución de la salud digital y su impacto con respecto a otros sectores, radica en que en la sanidad las innovaciones que hacen posible tanto avance son muchas, algo que no pasa en otros campos donde la innovación suele estar sujeta a una o dos tecnologías. Incluso el hecho que la población envejezca y requiera de atención cada vez más experta y predictiva sunpondrá un punto de inflexión absoluto. Almacenamiento de datos, inteligencia artificial, procesados expertos, impresión en 3D, telemedicina, monitorización a través de objetos inteligentes, máquinas dialogando entre ellas ofreciendo datos de salud a tiempo real de cualquier persona y control remoto de constantes vitales, serán los 'strong-points' del sector en un futuro inminente.
De todas esas interacciones surge la necesidad del análisis de cuanto vamos a construir. Pacientes y profesionales. Los datos de salud personal suponen para el sistema sanitario su estructura básica. El 35% de los doctores europeos utilizan un recopilatorio de datos para mejorar la atención al paciente, un 31% para reducir costes de atención, un 28% para mejorar resultados y un 22% los utiliza para mejorar la detección temprana. Esta última es la que mayor potencial tiene pues la tecnología nos permite alcanzar rangos de éxito basados en el big data inéditos hasta hoy.
El fondo Rock Health invirtió más de 4.100 millones de dólares en empresas mHealth que desarrollan aplicaciones y dispositivos que recopilan datos personales de un modo automático. En 2017, según la Comisión Europea, de los 3.400 millones de personas con smartphones en el mundo, más de la mitad serán usuarios de aplicaciones de salud que entregarán datos de sus historiales, estado a tiempo real y variables sanitarias.
A diferencia con otros aspectos de la diversificación de datos, de la pérdida de control sobre la emisión y recepción de éstos, en el caso de la salud la ética se encuentra ante una tremenda disyuntiva. Cuanto más datos más posibilidades de detener enfermedades, mejorar predicciones y salvar vidas. La puesta en común de una gran cantidad de datos sanitarios es un producto muy valioso. Por ejemplo, Pfizer gasta 12 millones de dólares cada año en compras de datos de salud.
¿Estas dispuesto a compartir tus datos sanitarios? En este sentido, PatientsLikeMe registró que el 95% de los adultos que encuestaron estarían dispuestos a compartir sus datos de salud para ayudar a los médicos a mejorar la atención. Sin embargo, el 76% de éstos también se preocupan de que sus datos compartidos se pueden utilizar de manera perjudicial.
En ese evento que referencié al principio se trataron muchos aspectos que vinculan tecnología, tendencias y salud. Mi conferencia trató los avances que la transformación digital está integrando en el sector salud. De cómo la Industria 4.0 con su robotización, automatización y desarrollos en impresión 3D, procesos y modelos de capturar datos a partir de objetos conectados a humanos están generando una nueva era en el sector salud. Que el d-LAB del MWC tenga entre sus desafíos este campo tampoco es casualidad. A mi modo de ver, en la salud, como ya pasó en otros sectores, la pregunta que deben hacerse sus profesionales ya no es si ¿me afectará la disrupción? La pregunta debería de ser ¿cuándo me afectará y con que tecnologías?
Gira por Centroamérica hablando de Transformación Digital personal, empresarial y política.
La semana pasada fue muy intensa. Invitado por la publicación de referencia en materia económica en Centroamérica, Mercados y Tendencias en su décimo aniversario, ofrecí cuatro conferencias sobre Transformación Digital, Cuarta Revolución Industrial y Tendencias y Oportunidades económicas para la región. Fue apasionante, pero agotador. Cuatro países, más de 3000 personas asistentes, cinco días, una docena de vuelos y muchas horas de espera en aeropuertos para coordinar la compleja logística que me llevó a Costa Rica el lunes, a Panamá el martes, a El Salvador el miércoles y a Nicaragua el jueves. Abajo he colocado una galería con algunas imágenes.
La semana pasada fue muy intensa. Invitado por la publicación de referencia en materia económica en Centroamérica, Mercados y Tendencias en su décimo aniversario, ofrecí cuatro conferencias sobre Transformación Digital, Cuarta Revolución Industrial y Tendencias y Oportunidades económicas para la región. Fue apasionante, pero agotador. Cuatro países, más de 3000 personas asistentes en total, cinco días sin parar, una docena de vuelos a horas 'killer' y mucho tiempo de espera en aeropuertos para coordinar la compleja logística que me llevó a Costa Rica el lunes, a Panamá el martes, a El Salvador el miércoles y a Nicaragua el jueves. Abajo he colocado una galería con algunas imágenes.
Fue muy intenso saludar a un buen número de clientes, amigos y seguidores que se acercaron a cada una de las charlas. También me permitió calibrar el punto de inflexión que está viviendo la zona en materia de implementación tecnológica y de cómo se está viviendo la revolución industrial actual en territorios menos vinculados a priori al epicentro de innovación digital. Lo que más me sorprendió es descubrir la globalización de la Cuarta Revolución Industrial y de cómo, por primera vez y al contrario de las anteriores tres, ésta tiene un ‘delay’ muy poco nítido, muy escaso entre los lugares donde se está produciendo la erupción innovadora y los lugares dónde la lava se está solidificando.
Percibí que vivimos de un modo absolutamente inédito un cambio que no va a tener comparación posible con nada anterior. Estar atento es crucial. La disrupción de negocios y modos de llevarlos a cabo va a ser visto y no visto en muchos lugares. Es una obligación de personas, empresas y administraciones empezar a asumirlo de manera absoluta. Las personas porque para ser protagonistas de este momento histórico hay que aceptarlo. Las empresas porque para sobrevivir y ser competitivas deberán asumir el reto tecnológico. Y para las administraciones porque de ellas depende que sociológicamente no se produzcan daños colaterales que excluyan personas.
A las administraciones, les pude hablar directamente durante esas conferencias. Todas estuvieron invitadas y representadas en la primera fila de cada evento. Les dije que debían ponerse al frente del diseño de los amortiguadores que permitan que el choque socioeconómico que se va a producir en los próximos años se leve y beneficioso y no una especie de fractura cómo lo fue en otras revoluciones anteriores. Tenemos dónde estudiar la historia. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la Primera Revolución Industrial significó un proceso de transformación económica, social y, especialmente, tecnológica que se desplegó durante décadas hasta casi la mitad del XIX. Las transformaciones que se vivieron en esa etapa sólo son comparables con las que se habían vivido en el Neolítico. La tecnología liderada por las máquinas de energía hidráulica y vapor permitieron acelerar de forma considerable la producción de bienes, hasta el punto que se pasó de una economía rural a otra urbana e industrializada.
Ese punto de inflexión lo modificó todo. La riqueza jamás había crecido a esa velocidad y la distribución de la misma, guardando las diferencias con lo que ahora se entendería como válido, se desplegó como nunca antes había sucedido. De hecho, por primera vez el nivel de vida de la gente experimento un crecimiento continuado hasta el punto que el premio Nobel Robert Lucas dijo que ‘lo que sucedió en aquellos casi 100 años en Gran Bretaña, el resto de Europa y Estados Unidos no tenía un comportamiento comparable en toda la historia de la humanidad’.
La integración de recursos y tecnología fue la clave para ese gran salto. Esa Revolución que sus contemporáneos llamaron ‘Crisis Industrial’ cambió el mundo para siempre. La segunda revolución con la producción masiva y la tercera con la tecnología informática no significaron un cambio tan absoluto como la inicial. Ahora oficialmente estamos en el epicentro de la Cuarta Revolución Industrial. La tecnología que lo está provocando se asocia a un buen número de elementos. No es uno sólo, esa es la gran novedad. Los avances en la Internet de las cosas, la automatización y la robótica, la Inteligencia Artificial, los sistemas de Big Data y la impresión en 3D constituyen el conjunto de esta nueva era que también se le conoce como Industria 4.0.
En las conferencias descritas y en mi trabajo diario, explico que está claro cuál es el hilo conductor en esta revolución industrial. El ‘cloud’, la nube. Concretamente el primer paso que permite a las empresas iniciar ese viaje de transformación es un enfoque integrado basado en capacidades de procesamiento, almacenamiento y conexión en red que brindan los servicios informáticos y que es donde se almacenan y se procesan los datos. Datos que son, definitivamente, el oro negro de la innovación en estos momentos. Si en el siglo XVIII la rueda hidráulica permitió acceder y aprovechar los recursos existentes, ahora juega ese papel la gestión de datos. Por ese motivo una estrategia en la gestión de esa carga diversa y cada vez más compleja es imprescindible. Atarlo todo al resto de elementos en construcción de marca, comunicación, sistemas predictivos, estructura de nuevos procesos y vinculación directiva serán la clave del éxito.
Sin el avance del motor a vapor nadie hubiera podido crear fábricas con telares mecánicos. Ahora sin una buena estructura de captación de datos y un buen sistema capaz de implementar aplicaciones asociadas nadie puede desarrollar aplicaciones automatizadas, robóticas o vinculadas a la comunicación entre objetos. Muchos de los asistentes en las conferencias a las que hacía referencia al principio se acercaron al finalizar para consultar cómo debían empezar su transformación. Algunos decidieron incluso iniciar una relación de trabajo conmigo con el objetivo de que los acompañemos y ayudemos en ese proceso. Sin embargo, si algo quedó claro es que para iniciar ese proceso de cambio hay una gesto imprescindible y que tiene que ver con la filosofía de cualquier revolución. Lo definimos como ‘resetear’.
Parar el sistema para que se limpie, al volver a empezar, de todos los archivos temporales e inservibles que se han acumulado. Un borrado inteligente y automático al volver a empezar. Reinstalar lo necesario, la tecnología disponible y reorganizar las carpetas y archivos por ordenar. Técnicamente no solo lo debe hacer la empresa, debe ser también una revolución íntima, personal. Ese reinicio es un paso necesario y nutritivo que lleva a las empresas a un siguiente nivel.
La prensa escrita y la transformación de su modelo de negocio.
Que imprimir periódicos es algo que va a desaparecer está asumido por todos. Especialmente por la propia industria periodística. Lo que no comparten todos es la velocidad a la que esto se va a producir. Los datos que llegan mes tras mes son de puro pánico para los que se sujetan todavía a mantener de algún modo ese modelo porque ‘todavía da algo’.
Que imprimir periódicos es algo que va a desaparecer está asumido por todos. Especialmente por la propia industria periodística. Lo que no comparten todos es la velocidad a la que esto se va a producir. Los datos que llegan mes tras mes son de puro pánico para los que se sujetan todavía a mantener de algún modo ese modelo porque ‘todavía da algo’.
La prensa es un negocio que se rige por ciclos y sus ingresos aumentan cuando hay bonanza económica pues dependen de la publicidad y ésta, precisamente, es la más sensible a ese momento económico. En el horizonte se vislumbra, digan lo que digan, una nueva recesión a medio plazo y eso empujará a sectores, o formas de trabajar, definitivamente a la desaparición tal y como los conocemos.
La diferencia esta vez es notable con respecto a la anterior situación dramática. Hace apenas siete u ocho años la prensa recibió su primera gran bofetada. Cayeron ingresos por muchos motivos. Menos publicidad, competencia de nuevos formatos y aparición de actores inéditos hasta la fecha. Se creyó que en cuanto la economía repuntara se recuperarían las cifras y todo volvería, por lo menos en ingresos publicitarios, a la normalidad.
No ha sido así. No lo será tampoco ahora. En los últimos años ha ocurrido lo contrario y los ingresos por publicidad no han hecho más que caer. Como siempre recomiendo ver que pasa en Estados Unidos, concretamente en los estados donde se puede homologar su modo de vida con las grandes ciudades europeas, para interpretar con unos meses de adelanto lo que se avecina. También es interesante echarle un vistazo al conocido periodismo robótico que está modificando redacciones y modelos de negocio en la prensa.
Hace un par de semanas que el Wall Street Journal anunciaba que la disminución de venta publicitaria estaba siendo similar a la de hace una década. La reducción de personal es la tónica en muchos medios de la costa este norteamericana. Una tendencia que, aunque se haya detenido ligeramente en Europa, volverá a con fuerza. El declive de la prensa impresa es inevitable y será mucho más rápida de lo que nos han contado. Aplíquese esto a muchos sectores que piensan que la situación terminal de algún modelo de negocio concreto será mucho más tarde y que tienen tiempo para reaccionar. Puede que no.
Los motivos por los que los periódicos vuelven a sufrir una recaída se esconden bajo un problema demográfico y por otro de mercado publicitario competitivo. La primera razón obedece a que la mayoría de lectores leales a los periódicos son personas nacidas antes de los ochenta. El resto no se suscriben a ningún periódico. Los viejos lectores van desapareciendo y no son reemplazados por nuevos. La nueva masa de lectores de periódicos, incluso digitales, no está en los Milenials. Éstos leen de otro modo.
La segunda razón es el mercado publicitario en si. Las tarifas se han tenido que reducir puesto que ahora muchas marcas conocen modos de publicitarse con modelos targetizados y gestionados con modelos predictivos mucho más sugerentes que los de insertar un anuncio a toda página sin saber quien va a fijarse en él. Hay un dato curioso que refleja que el ajuste sobre el gasto publicitario en periódicos va a ser inmediato y contundente. El año pasado en Estados Unidos los medios impresos representaban sólo el 4% del tiempo de las personas en su día a día. Sin embargo capturan todavía el 16% de los ingresos publicitarios. A la vez los dispositivos móviles ocupan el 25% del tiempo de los usuarios, pero solo un 11% del gasto publicitario. Obviamente esto no va a durar. En Europa los datos van con un cierto 'delay' pero de meses únicamente. Atentos.
Y a todo esto, ha habido grandes diarios que han sabido gestionar bien esa transición y otros no. Algunos creyeron que la salvación era replicar una edición en papel a otra digital y esperar a que la publicidad hiciera lo mismo. Y no es así. No son el mismo negocio en ningún caso y tampoco, en esencia, son lo mismo. En España conocemos cabeceras que se han convertido en referencia digital mientras dejan que su edición papel vaya perdiendo peso. Sin miedo. Otros siguen apostando por el papel ‘porque es la base de sus ingresos’ y la velocidad de transformación es lenta y peligrosa. Además, por supuesto, la aparición de medios nuevos que se han consolidado a una velocidad inédita e imposible en otras épocas.
El ejemplo de la prensa escrita es muy ilustrativo para hablar de cómo adaptarse a una época como la nuestra. Ejemplo de los modos de transformación digital que se pueden tener e incluso para diferenciar entre digitalización y transformación digital. Tenemos prensa que tuvo una apuesta por lo digital creando redacciones nuevas, modelos de trabajo nuevas, espacios de experimentación, aplicación tecnológica e, incluso, generación de nuevos modelos de negocio.
Por otro lado hay otras cabeceras que no supieron aprovechar la relevancia aportada del pasado y apostaron por una convivencia entre lo digital y lo impreso imposible de gestionar con éxito. Que el medio escrito digital sea una réplica del papel, con usos y modelos tradicionales que sólo cambia el canal, ha sido un error de algunos que no lograrán a estas alturas cambiar la tónica hacia una zona de difícil retorno.
Ha habido incluso medios que han aprovechado la red para crecer, para convertirse en referencia más allá de donde lo eran hasta la fecha, que han sabido conjugar la opinión, la información y lo audiovisual. En Estados Unidos por ejemplo hay un caso notable. A principios de los años noventa, el Washington Post era un diario local de la capital del país. Poca gente, antes del Watergate, fuera del área metropolitana de Washington lo leía a diario. Hoy en día, por el contrario, el Washington Post es una estructura absolutamente nacional de medios cuyas noticias y estudios son leídos de costa a costa.
Internet potenció aun mas al New York Times y al Wall Street Journal. Su reputación indujo a cientos de miles de personas en todo el mundo a suscribirse. El New York Times ahora tiene más de 1.3 millones de suscriptores digitales y por supuesto ya no paga a nadie por llevarles los periódicos a casa. En España las cifras no son tan espectaculares pero si hay algunos casos que muestran que a partir de una cabecera respetable, manteniendo la calidad periodística, sin reducir plantillas por la franja de la calidad y la experiencia, se pueden generar ingresos inesperados al alcanzar públicos digitalmente que eran inaccesibles o poco rentables en papel.
Pero los periódicos viven de la publicidad mayoritariamente y éste es un negocio cíclico. Si quieren sobrevivir en muchos casos requerirán repensarlo todo y de manera urgente. Quien piense que lo peor ya ha pasado o que con lo que han hecho ya es suficiente, puede estar suicidándose lentamente. O no tan lentamente. Si creen que se va a recuperar ingresos con 'la bonanza' inminente se equivocan.
La prensa pierde ingresos durante las crisis y los recuperan teóricamente durante las recuperaciones económicas. Pero eso no pasó en ésta última ni pasará ahora. La pérdida de ingresos fue brutal y el rebote no se produjo. Repensar el modelo de negocio es urgente. A todo esto, si me apuras, hay que sumar el hecho de que cada vez son más las ediciones que constan de columnas, crónicas y análisis realizados íntegramente, cómo decía, por robots, por software que pone en un nivel de exigencia en eficiencia y rentabilidad una plantilla de profesionales que, ineludiblemente, también les toca revisar su estado de transformación y adaptación a la época que nos toca vivir.
Hablando acerca de que la digitalización no supone ninguna transformación.
La semana fue intensa en eventos. El martes clausuré las Terceras Jornadas Técnicas sobre territorios inteligentes organizadas por Aigües Ter Llobregat y la Agencia Catalana de l’Aigua, el miércoles ofrecí una conferencia en Manresa organizada por la Consultora Sensus y el viernes participé del gran evento IBM Business Connect en Madrid. En todos estos encuentros el tema era la transformación digital y la afectación de la Revolución Industrial 4.0, algo que esta semana que empieza también desarrollaré en cuatro países centroamericanos.
La semana fue intensa en eventos. El martes clausuré las Terceras Jornadas Técnicas sobre territorios inteligentes organizadas por Aigües Ter Llobregat y la Agencia Catalana de l’Aigua, el miércoles ofrecí una conferencia en Manresa organizada por la Consultora Sensus y el viernes participé del gran evento IBM Business Connect en Madrid. En todos estos encuentros el tema era la transformación digital y la afectación de la Revolución Industrial 4.0, algo que esta semana que empieza también desarrollaré en cuatro países centroamericanos.
Si hay algo que intento transmitir en estos eventos es la diferencia entre digitalizarse y transformarse digitalmente. Algo que no parece estar claro en muchos casos. Recientemente leía que una gran empresa cosmética hablaba de que había iniciado una profunda transformación digital. Concretamente la nota aseguraba que ‘desde 2015 la empresa había aumentado su plantilla un 7% para adaptarse a los cambios en los hábitos de vida de los consumidores y que había centrado su transformación en redes sociales y blogs’. Dicho así está claro que no iban por el buen camino.
Algo que puede parecer hasta cómico resulta que es habitual. Muchas empresas consideran que transformarse digitalmente es poco más que mejorar el software de gestión y profundizar en su estrategia de comunicación en redes. Eso es, cómo mucho, dar un paso más en la digitalización. Pero, ¿es suficiente digitalizarse? ¿supone una transformación en sí misma esa digitalización? ¿es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente? Obviamente no es lo mismo. La primera es claramente un foco de cambio, por supuesto, pero no es suficiente dado el volumen de cambios que vivimos actualmente. Digitalizados lo estamos todos, transformados no. Digitalizarse es quedarse en algún escalón anterior, en el paso previo necesario para transformarse gracias a esa digitalización.
En todas las conferencias de estas semanas la idea de que esto no va de vender lo mismo de un modo distinto. Va de que empresas que han hecho lo mismo durante mucho tiempo, al transformarse empiezan a generar nuevos modelos de negocio, a utilizar herramientas que permita ser predictivos y mucho más eficientes. Transformarse no es vender pizzas por la web sino permitir que los clientes por aportar datos de manera automática obtengan una experiencia más enriquecedora en un restaurante al acceder a un nuevo ‘servicio o producto’ inexistente en él sino existieran sensores digitales o módulos de captación de datos.
En la conferencia sobre regiones inteligentes comenté lo importante que es que se desarrollen políticas que adecuen las leyes para que la sociedad asuma esa transformación y el tejido empresarial no choque con un bloque que imposibilite crecer en un nuevo escenario que está llegando a todas partes. Negarse a la evidencia reduce las oportunidades de progreso de un país. En la segunda conferencia señalé que precisan las empresas para abordar esa revolución con siete preguntas claves que otro día comentaré en detalle. También sugerí que previo a una revolución empresarial debe vivirse una de personal, íntima. En el último evento, junto a IBM, se trataron los avances en Inteligencia Artificial que también comentaré en otro post. Es increíble saber que Watson, el sistema de AI disponible para empresas, está logrando mejorar el mundo.
En la mayoría de estas charlas que hoy enumero, algunas personas me comentan que el desafío que debemos asumir es tan grande que asusta. Yo también lo temo aunque confío que, como en otras ocasiones, la humanidad ha sabido conjugar tecnología, avances y beneficios sociales. Por eso, a pesar de que sigo pensando que la tecnología puede hacernos más humanos, es razonable preocuparse. A la vez que una fuerza poderosa capaz de democratizar el acceso al conocimiento como nunca fue posible, la digitalización también es una ineficiente distribuidora del valor que genera.
Es obvio que la digitalización de la producción conlleva un problema implícito sin solución. Al principio cualquier producto digital es muy costoso en su primer ejemplar, en la primera unidad, pero a partir de ahí, el coste de las siguientes unidades es cero. No hay costes marginales por lo que no se puede distribuir beneficios en empleos por ejemplo. Eso pone en jaque todo el modelo empresarial conocido y, por derivación, también el modelo socioeconómico. De eso debemos preocuparnos y de eso voy a seguir hablando en las siguientes conferencias y aquí obviamente. De cómo es el actual modelo socioeconómico y de cómo afrontar el futuro tecnológico inminente.
Imágenes de los tres eventos.